Los héroes que nos dieron patria POLÉMICA Y TRAGEDIA DE MANUEL MIER Y TERÁN Andrés Ortiz Garay[*] Este artículo recuerda la actuación de un importante caudillo insurgente. De su patriotismo y pericia militar no hay duda, pero algunas de sus decisiones cruciales han sido objeto de intensas polémicas que han terminado por convertirlo en un héroe relegado.
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c Los héroes que nos dieron patria. Polémica y tragedia de Manuel Mier y Terán
Napoleón Bonaparte murió el 5 de mayo de 1821, cuatro meses antes de consumarse la Independencia de México. Su metamorfosis de soldado en hombre de Estado fue ejemplo para personajes como Bolívar, San Martín, O’Higgins, Victoria, Guerrero, Bustamante, Santa Anna o Gómez Pedraza, líderes militares que pasaron a ser gobernantes considerados como “hombres fuertes” de sus respectivos países. Sus títulos podían ser emperador, dictador, presidente, director supremo, etc., pero su participación en la construcción de las nuevas naciones, ya fuera dictada por verdadero patriotismo o por simple oportunismo, demuestra claramente el ascenso del estamento militar a las principales posiciones del poder político. De hecho, México inició su historia como nación con Agustín de Iturbide queriendo emular el modelo napoleónico. Sin embargo, también hubo quienes optaron por seguir otros caminos; el de nuestro personaje fluctuó entre la grandeza y la tragedia, entre la razón y la desilusión. José Manuel Rafael Simeón de Mier y Terán nació el 18 de febrero de 1789, probablemente[1] en la ciudad de México. Hijo de familia criolla distinguida (sus abuelos y su padre ocuparon cargos importantes en el ayuntamiento capitalino) era el mayor de tres hermanos que lucharían juntos a favor de la causa independentista. Gracias a la favorable posición familiar y a sus propias aptitudes, Manuel estudió en el Real Seminario de Minería (1806-1811). No hay acuerdo entre los historiadores sobre si logró graduarse o no, pero sí lo hay acerca de su sapiencia en matemáticas, geometría y otras materias, que lo llevaría a ser un experto en balística, artillería e ingeniería militar. Imbuido de las ideas independentistas, se unió a la insurrección sirviendo primero a las órdenes de los hermanos López Rayón, pero tras la derrota de éstos en Zitácuaro, a mediados de 1812 pasó a formar parte del ejército que José María Morelos conducía para apoderarse de Oaxaca. Terán[2] era el jefe artillero de la división comandada por el cura Mariano Matamoros (con quien había trabado amistad cuando se conocieron en la ciudad de México), una unidad que Morelos alabó por su disciplina y preparación. Debido a su brillante actuación en la toma de Oaxaca,[3] fue ascendido a teniente coronel en diciembre de 1812. Un ataque de fiebres[4] le impidió acompañar a Morelos en su marcha sobre Acapulco y quedó encargado de establecer una maestranza (para fundir cañones, fabricar municiones y reparar armamento dañado) y apoyar a las tropas que operaban en la rica provincia recién conquistada. Al sanar realizó una campaña exitosa que posibilitó el control insurgente de la costa oaxaqueña. Desde entonces, la carrera militar de Terán se distinguió de las de otros jefes insurgentes y realistas porque no acostumbraba fusilar a los enemigos prisioneros ni quemar los pueblos que los habían apoyado. Pero el ascenso del movimiento popular acaudillado por Morelos se interrumpió con las derrotas que sufrió en Valladolid (diciembre de 1813) y Puruarán (enero de 1814). En esta última cayó prisionero Matamoros y fue fusilado el 3 de febrero. Así, Morelos perdió a su brazo derecho, y Terán, a su comandante y amigo. Unas semanas después el Congreso de Anáhuac destituyó a Morelos como generalísimo de los insurgentes y distribuyó tropas y mandos al arbitrio de los diputados. Con ello, la anarquía empezó a diseminarse en lo que había sido un poderoso ejército unido por el carisma del gran caudillo.
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c Inicio de la polémica
A partir de entonces, Terán se verá envuelto en una serie de actos polémicos que han contribuido a su relegación en el cuadro de honor de los urgentes heroicos. Primero se separó por segunda vez de López Rayón, en lo que algunos han calificado como deserción, pero que más seguramente fue un escape producto del hartazgo de Terán ante lo que consideraba la impericia militar de ese jefe, y a que no quería abandonar la región de Tehuacán que conocía bien. El Congreso cometió el imperdonable error de nombrar a Rayón y a Juan Nepomuceno Rosains para dirigir la insurgencia en la misma región.[5] Esto provocó graves discordias entre ambos y cuando Terán dejó al primero, quedó subordinado al segundo. Las fuentes coinciden en señalar el carácter violento, arbitrario y vengativo de Rosains, y en afirmar que cometió atropellos contra sus correligionarios, así como ultrajes contra la población civil, y que su actuación enconó los antagonismos existentes entre los jefes insurgentes. Pero hay más ambivalencia al evaluar por qué Terán se alineó con este siniestro personaje y sobre la forma en la que terminó liderando su defenestración (“arrastrado por su espíritu de obediencia o por otras causas que es difícil averiguar” nos dice la brillante pluma de Manuel Payno). A mediados de 1815, Rosains condujo una expedición que en vez de combatir a los realistas se dedicó a someter a los insurgentes de Veracruz que habían elegido a Guadalupe Victoria como jefe. El 27 de julio ocurrió un fatídico encuentro entre las fuerzas de Victoria y las de Rosains en la barranca de Jamapa; a pesar de los intrépidos esfuerzos de Terán y sus soldados, Rosains se retiró con la caballería, abandonándolos a su suerte (sólo escaparon Terán y cincuenta de los suyos). Esto fue el colmo; poco menos de un mes después, Terán acordó con jefes de ambas facciones la deposición de Rosains; los demás querían ejecutarlo, pero Terán los convenció de enviarlo prisionero ante el Congreso para que éste decidiera su suerte. Así, la separación de Rayón y la deposición de Rosains constituyen los primeros trances polémicos en la historia de Terán. En octubre de 1815 sucedió un episodio interesante. Terán partió de Tehuacán con 200 infantes para auxiliar a su hermano Joaquín, que se hallaba sitiado en Teotitlán del Camino. La forzada marcha hasta ese lugar fue extenuante y lastimera, ya que muchos de sus soldados iban prácticamente descalzos; viéndolos desmayar, Terán se desmontó, se quitó las botas y a pie desnudo condujo a la columna. Ante este ejemplo, sus hombres no osaron manifestar más su desaliento. Este gesto solidario es indudable prueba de su gran calidad humana. Además, logró rescatar a su hermano y obtener recursos para equipar a sus tropas. Ana Flaschner (1964) y Ohland Morton (2007), autores de estudios muy bien documentados, coinciden en que no es exagerado afirmar que las tropas de Terán en Tehuacán eran las más disciplinadas de la insurgencia y a las que más temían los realistas; contaban con buen armamento y vituallas porque su comandante administraba apropiadamente las rentas obtenidas de los impuestos cobrados a las haciendas de la región y a los comerciantes que transitaban entre las ciudades de México, Puebla y Veracruz. Desde agosto de 1815 hasta enero de 1817, Terán fue el dueño indiscutible de una amplia región donde mantenía posiciones bien fortificadas en Cerro Colorado, Teotitlán del Camino, Tepeji de la Seda y Santa Gertrudis.
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c Disolución del Congreso
Salvador Ferrando, El Congreso de Chilpancingo, 1905, óleo sobre tela La “gran mancha” en la carrera de Terán fue la disolución del Congreso de Anáhuac. Para evaluar ese episodio debemos regresar un poco en el orden cronológico de esta narración. El 13 de septiembre de 1813 se había instalado el Congreso en Chilpancingo. Sus miembros eran básicamente letrados, eclesiásticos y abogados de la clase media que habían acompañado a Morelos o a la Junta de Zitácuaro;[6] y su mayor logro consistió en radicalizar el movimiento independiente al expedir el Acta Solemne de la Declaración de la Independencia de la América Septentrional (6 de noviembre de 1813) y promulgar el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana o Constitución de Apatzingán (22 de octubre de 1814). Sin embargo, los loables preceptos allí plasmados no correspondían a la realidad que vivía el movimiento revolucionario; lo indispensable era un mando militar centralizado y aceptado por las masas combatientes; lo sensato era que los miembros del Congreso se avinieran a un plano de igualdad y coordinación con líderes y jefes de tropas, así como con el poder ejecutivo. Luis Villoro resume así esta terrible contradicción: El congreso le dio a la revolución la expresión política y el carácter institucional que el impulso popular anárquico no podía dar; pero, por otra parte, las instituciones liberales que creó el congreso constituyeron un instrumento que arrebataba de hecho el poder real de manos de las masas. La trasposición del poder de los caudillos populares, como Morelos, en contacto directo con el pueblo, seguidos y aceptados por éste, a una asamblea deliberante, revela el intento inconsciente de los miembros de la clase media por suplantar en la dirección de la revolución al pueblo bajo, a la vez que pretende representarlo. El choque del congreso con los caudillos populares resultaba inevitable (2002, p. 515). La primera víctima de este embrollo fue Morelos, que cayó prisionero el 5 de noviembre de 1815 tratando de proteger el traslado del Congreso de Uruapan a Tehuacán.[7] Once días después, los restos del Congreso llegaron a esta población, pero allí la situación se volvió explosiva; hubo fuertes disputas entre las tropas que obedecían a diferentes jefes, y la escasez de recursos para mantener a los recién llegados fue un problema irresoluble. Todo se agravó porque el Congreso –sin mediar una elección popular– facultó como vocales suplentes a personas con quienes Terán tenía rencillas; además, mostrando una increíble falta de tacto –o una calculada señal de autoridad–, impuso a Terán la supervisión de un intendente hacendario, duro y prepotente, que acabó acusándolo de ocultar fondos para su provecho personal. Terán, que había construido de manera laboriosa un aparato administrativo en beneficio de su ejército, se molestó sumamente por esa acusación nunca probada. El Congreso de Anáhuac promulgó el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, Manuel Mier y Terán lo disolvió el 15 Un mes después de la llegada del Congreso a Tehuacán, un grupo de jefes y oficiales dio un golpe de Estado al poner bajo arresto a los funcionarios del Congreso y a Nicolás Bravo, Ramón Sesma y otros comandantes, entre ellos el propio Terán. Desde aquel 15 de diciembre de 1815 hasta nuestros días, una enconada polémica ha rodeado la actuación de Terán en ese episodio. Por un lado, sus detractores lo han calificado de traidor considerándolo el deshonesto orquestador del golpe, porque ambicionaba convertirse en máximo dirigente de la revolución. Por otro lado, sus defensores argumentan que, haya o no movido los hilos en ese lamentable episodio, tanto su carácter inclinado al orden y aborrecedor de la anarquía, como su papel de caudillo comprometido en combatir al enemigo realista más que sus camaradas insurgentes, lo llevaron a disolver el Congreso. Sabemos que el ejemplo de la caída de Morelos estaba fresco en la memoria y que el Congreso, aparte de representar un ideal de la causa independentista, se había vuelto inoperante, muy poco representativo de la voluntad popular e ineficaz para conducir la guerra. Por ello, lo mínimo que puede reconocérsele a Terán es que, aun si se le acusa de codicias de poder y egoísmos caciquiles, la disolución del Congreso fue uno de los poquísimos golpes de estado incruentos en la sangrienta historia latinoamericana: no se ejecutó a ningún congresista o jefe de tropas opositoras; todos salieron libres días después y, de hecho, Ignacio Alas y Antonio Cumplido (titulares del poder ejecutivo designados por el propio Congreso) quedaron como cabezas, junto a Terán, del organismo propuesto para conducir la revolución. Este triunvirato propuso crear una Convención Departamental integrada por los jefes supremos de Veracruz (Victoria), Puebla (Terán) y los departamentos del Sur (Vicente Guerrero y Ramón Sesma) y del Norte (Francisco Osorno) –a los que luego se sumarían otros– para dirigir coordinadamente las operaciones militares (en ningún caso el designado ocuparía ese puesto por más de un año), cada departamento proporcionaría tropas, financiamiento y alojaría rotativamente a la Convención. Una idea central era que esto posibilitaría llevar a cabo una guerra ofensiva contra los realistas. Por demás está decir que Victoria se opuso de manera decidida a Terán y lo criticó acérrimamente; Guerrero, Bravo y Sesma no contestaron; y Osorno, el caudillo de la región de los llanos de Apan,[8] siguió su táctica preferida: reconocer a cualquier gobierno insurgente, pero no obedecer a ninguno. En todo caso, nadie (diputados, caudillos o soldados) hizo intento alguno por restablecer al impopular Congreso.
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c Otras acciones controvertidas
La expedición que condujo Terán hacia el puerto de Coatzacoalcos (julio-septiembre de 1816) en busca del armamento que le había ofrecido el aventurero estadounidense William Davis Robinson fue una de las acciones militares más increíbles de la guerra de Independencia. Dado que no puedo abordarla aquí, sólo comento que en parte su fracaso se debió a la rivalidad entre Victoria y Terán, y que, a pesar de que algunos historiadores han reprobado la decisión de Terán de lanzarse a esa empresa, otros han expuesto razones convincentes acerca de que se trataba de un movimiento estratégico bastante bien concebido. Por ejemplo, Reynaldo Sordo (2009) afirma que, además de conseguir armamento, el propósito de Terán era establecer una cabeza de puente en Coatzacoalcos o Tehuantepec para trasladar su ejército a una zona más favorable que Tehuacán, pues ya preveía que allí terminaría siendo cercado por los realistas. Y en efecto, asediado por los realistas y enemistado –debido a las intrigas de Victoria– con Sesma y Guerrero, Terán aceptó la propuesta de Osorno de unírsele en Tehuacán. Poco después, una tropa de ambos jefes fue emboscada en las Lomas de Santa María y sufrió graves pérdidas.[9] En la segunda mitad de 1816, no obstante algunas contraofensivas exitosas, Terán y sus hermanos tuvieron que batirse a la defensiva, pues la combinación de guerra e indulto puesta en práctica por el virrey Apodaca rendía sus frutos. Los principales cabecillas regionales, siempre renuentes a unificarse bajo un sólo mando, acabaron siendo eliminados al ser hechos prisioneros (López Rayón y Bravo), acogiéndose al indulto (Ramón Rayón y Osorno), pasándose al enemigo (Rosains y José María Cos) o desapareciendo del escenario (Victoria). El turno de Terán llegó a fines de ese año gracias al cerco estratégico coordinado por el habilidoso brigadier Ciriaco del Llano. La brillante campaña defensiva dirigida por los hermanos Terán ha sido también objeto de controversia, pues aunque les posibilitó capitular en condiciones bastante favorables y salvando muchas vidas, el hecho de no haberse sacrificado inútilmente los ha dejado fuera de la lista principal de “los héroes que nos dieron patria”, una en la que el martirologio resulta requisito casi indispensable para figurar. En menos de un par de meses los setecientos hombres que Mier y Terán tenía bajo su mando combatieron en una vasta extensión de terreno con fuerzas cuatro veces más numerosas que las suyas, contrabalanceando el éxito a fuerza de inteligencia y actividad. […] a pesar de los esfuerzos de Terán por levantar y mantener la fortaleza de Cerro Colorado durante tanto tiempo en excelente estado de defensa, le fue imposible sostenerla, debido a la precaria situación en que se encontraba acosado por los realistas, rodeado de espías tanto insurgentes como realistas, interceptadas sus armas por los propios insurgentes, reducidas su gente y sus armas a un mínimo, no le quedó otro recurso que el de capitular honrosamente (Flaschner, 1964, p. 103). Si bien la rendición y aceptación del indulto constituyen otro punto polémico en la historia de Terán, creo que no hay mucho que bordar al respecto: con soldados agotados por años de lucha, sin esperanza alguna de recibir refuerzos y rodeado por contingentes bien armados y fogueados no podía hacer más; fue muy inteligente al capitular ante el coronel realista Rafael Bracho, ansioso por llevarse el crédito en vez de prolongar la resistencia y dar tiempo a que llegara Francisco Hevia, pues éste tenía merecida fama de fusilar sumariamente a sus prisioneros. El 21 de enero de 1817 se efectuó la capitulación que aseguró el respeto a las vidas de todos los insurgentes que se rindieron. A pesar del ofrecimiento, ninguno de los hermanos Terán aceptó ocupar las plazas de teniente coronel o capitán en el ejército realista que les fueron ofrecidas; Manuel se concretó a pedir un pasaporte para salir de la Nueva España (que le fue prometido pero nunca entregado). Terán fue enviado a Puebla, donde sobrevivió pobremente como amanuense de la oficina de Hacienda hasta 1821, cuando Nicolás Bravo, al comando de una tropa del ejército trigarante, entró en esa ciudad; entonces se alistó en ella y comenzó la última etapa de su vida en el nuevo país que nacía.
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c Un final trágico
En esta obra, el autor aborda su etapa como insurgente Tras la Independencia, Terán ocupó puestos importantes: comisionado especial para gestionar la anexión de Centroamérica al Imperio mexicano; diputado por Chiapas al Congreso Constituyente (1822); ministro de Guerra y Marina (1823-1824) removido poco después del ascenso de Guadalupe Victoria a la Presidencia de la República.[10] Se propuso enviarlo a Londres como representante de los intereses mexicanos, pero el Senado no otorgó su aval para esta designación, quizá porque en ese entonces aparecieron en la prensa varios ataques de Rosains y José María Alpuche para desacreditarlo. En defensa propia, Terán publicó sendas respuestas en las que demostró ser igual de hábil con la pluma que con los cañones. Su Segunda manifestación del ciudadano Manuel de Mier y Terán al público (1825) es muy útil para conocer su etapa como insurgente. Pero Victoria lo relegó del poder enviándolo a diseñar fortificaciones en Veracruz y luego nombrándolo director de la Escuela de Artillería (1826-1827). De noviembre de 1827 a diciembre de 1828 dirigió la Comisión de Límites para deslindar los territorios de México y los Estados Unidos. En septiembre de 1829 comandó parte de las fuerzas que derrotaron a la expedición del brigadier Isidro Barradas, un abortado intento español por reconquistar México, y fue entonces ascendido a general de división. Después fue comandante general de los Estados Internos de Oriente (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas).[11] Manuel Payno escribió una interesante semblanza de su desempeño en ese puesto: Levantó planos, formó itinerarios, marcó exactamente el curso de los ríos, sondeó las barras y bahías, indagó las costumbres y usos de las numerosas tribus bárbaras que viven en Texas; fundó poblaciones, dictó ciertas reglas para el manejo de los colonos que existían; concilió los intereses de éstos con los de los mexicanos […] No me atrevo a decidir cuál sea la época más gloriosa del general Terán, si la de sus trabajos militares en Oaxaca, o la de sus trabajos científicos en Texas (Payno, 1843, p. 31; ortografía actualizada). En 1829, Terán y Antonio López de Santa Anna derrotaron a una expedición española que intentó la reconquista de México, como reconocimiento a esta acción ambos fueron ascendidos a generales de división del ejército mexicano / Acción militar de Pueblo Viejo, Tamaulipas, Carlos Paris, óleo sobre tela, siglo XIX Pero ya se hacía notorio que Terán sufría una grave depresión. Sus padecimientos, la angustia por no poder resolver el problema texano, la enfermedad de su esposa y el dolor por la muerte de sus dos pequeños hijos se conjuntaron para crear un panorama ominoso. Otro fracaso militar –no arrebatar Tampico al sublevado general Esteban Moctezuma– habrá contribuido a agriar más su estado anímico; lo mismo que su debate interno entre aceptar la candidatura presidencial que le ofrecía el Partido del Progreso (liderado por los liberales José María Luis Mora y Tadeo Ortiz) o apoyar las aspiraciones de sus amigos conservadores, Lucas Alamán y José Antonio Facio. Resultan ilustrativas las palabras de Terán en una carta dirigida a Mora: Yo no soy político, ni me gusta esta carrera, que no trae sino cuidados y enemistades; mi profesión es la de soldado y mis gustos son por las ciencias que proporcionan una vida pacífica, instructiva y agradable. El tiempo que ha transcurrido desde el año de 1828, en que me separé definitivamente del torbellino político, ha sido para mí el más útil y agradable, porque he aprendido mucho y porque nadie puede quejarse de mí: mis enemigos han olvidado sus pretendidos agravios, y mis amigos me han conservado su estimación (citado en Payno, 1843, p. 32). A veces la historia presenta enigmáticas coincidencias. El 3 de junio de 1832, en el pueblito de Padilla, Tamaulipas, el general Manuel de Mier y Terán se quitó la vida, a la manera de los antiguos romanos, atravesándose el cuerpo con su espada. Lo hizo precisamente –él que bien sabía de cálculos– junto a la tumba de Agustín de Iturbide, fusilado allí mismo ocho años antes. El cadáver de Terán fue enterrado en el mismo sepulcro (¿para ellos de honor?) que alojaba los restos de Iturbide. Este trágico final de Terán se aparta de los cánones que la historia oficial identifica con la imagen heroica. Y aunque también respecto a tal final haya polémica (hay hipótesis de que fue asesinado), el veredicto más aceptado es el del suicidio, acto que nos obliga a repensar qué lugar debemos otorgar a este héroe relegado si queremos construir una historia más incluyente y verídica. ♦
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c Referencias
FLASCHNER, Ana (1964). D. Manuel de Mier y Terán durante la Revolución de Independencia. Tesis de licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. https://repositorio.unam.mx/contenidos/d-manuel-de-mier-y-terandurante-la-revolucion-de-independencia-278365?c=egg2DN&d=false&q=*:*&i=1&v=1&t=search_0&as=0 Ir al sitio MORTON, Ohland (2007). The Life of General Don Manuel de Mier y Teran. Kessinger Publishing. PAYNO, Manuel (1843). Bosquejo biográfico de los generales Iturbide y Terán. https://archive.org/details/bosquejobiografi00payn/page/6/mode/2up?view=theater [edición digital basada en la impresa por Ignacio Cumplido]. Ir al sitio SORDO, Reynaldo (2009). Manuel de Mier y Terán y la insurgencia en Tehuacán. Historia Mexicana, 59(1), pp. 137-194. https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/1801/1619 Ir al sitio VILLORO, Luis (2002). La revolución de Independencia. Historia general de México (pp. 489-523). El Colegio de México. Notas * Antropólogo. Laboró en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias” y “Áreas naturales protegidas de México”.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: www.wikimexico.com - Foto 1: Correo del Maestro a partir de Gálvez, La fortaleza, p. 75. - Foto 2: biblioteca.diputados.gob.mx - Foto 3: www.alamy.es - Foto 4: memoricamexico.gob.mx - Foto 5: lugares.inah.gob.mx CORREO del MAESTRO • núm. 312 • Mayo 2022 |