El fluir de la historia
YANGTZÉ Y HUANGHÉ:
RÍOS DEL MUNDO CHINO DE MARCO POLO


Andrés Ortiz Garay[*]

El “mundo chino” de Marco Polo es una referencia histórica con la que en este artículo se denomina a grandes regiones de Asia que fueron develadas a la visión de los europeos de los siglos XIV y XV por las narraciones de ese famoso viajero veneciano. Él no descubrió China ni sus ríos, pero jugó un papel crucial en la configuración de los conocimientos geográficos de su época.



Yangtzé y Huanghé: ríos del mundo chino de Marco Polo

Con una longitud aproximada de seis mil trescientos kilómetros, el río Yangtzé es considerado el tercero más largo del mundo, después del Amazonas y el Nilo; sin lugar a dudas, es el más largo de Asia y uno de los más importantes, pues su caudal, que descarga 31 900 metros cúbicos por segundo y drena una cuenca de 1 800 000 kilómetros cuadrados, riega 40 por ciento del territorio chino, donde se cultiva 70 por ciento de la producción arrocera de ese país. La presa de las Tres Gargantas y su central hidroeléctrica, construidas en el curso de este río, son de las más grandes edificaciones de su tipo en todo el mundo.

Todo el curso del Yangtzé discurre dentro de los límites de lo que en la actualidad es la República Popular de China; de hecho, para muchos el río constituye la línea divisoria entre una mitad septentrional de China y otra meridional (aunque en general los geógrafos profesionales otorgan tal distinción a la cadena de montañas llamada Qinling). El Yangtzé nace, con el nombre de Dangqu (“río de los pantanos”, en idioma tibetano), en las altas elevaciones de la meseta del Tíbet, y fluye hacia el este atravesando Qinghai, Tíbet, Yunnan, Sichuan, Chongqing, Hubei, Hunan, Jiangxi, Anhui, Jiangsu y Shangái (que son provincias, regiones autónomas y municipalidades chinas), para descargar sus aguas en el mar de la China Oriental, a un lado de la ciudad de Shangái (antes de la desembocadura, el río forma un delta que ocupa un área de 99 600 kilómetros cuadrados). Conforme avanza hacia el mar, esta gran corriente fluvial recibe diversos nombres, entre los que destacan, por el tamaño de sus tramos: Tuotuo, Tongtian (“río que pasa por el cielo”) y Jinsha Jiang (“río de arenas de oro”), que es su nombre cuando corre por profundas gargantas antes de emerger en las llanuras de Sichuan. Pero, en todo caso, durante milenios los chinos le han dicho simplemente Da Jiang o Da Yangtzé, “el río largo”.[1]

Río Yangtzé


El río Amarillo y la catarata de Hukou


Por su parte, el río Amarillo o Huanghé (antes se le conocía en español como Huang-ho) es el segundo más largo de China y de toda el Asia Oriental. Se le considera el sexto río más largo del planeta con sus 5464 kilómetros, que discurren íntegramente, al igual que el Yangtzé, por territorio chino, desde sus fuentes en las montañas de Bayan Har hasta su desembocadura en el mar de Bohai. La cuenca del río Amarillo, a la que se atribuyen 742 443 kilómetros cuadrados de superficie, corre a través de varias provincias (Qinghai, Gansu, Shanxi, Shaanxi, Henan y Shandong) y dos regiones autónomas (Ningxia y Mongolia Interior). Su nombre más común, río Amarillo, se debe a la coloración que da a sus aguas una enorme cantidad de materiales suspendidos en los lodos y loess (partículas muy finas de arena, en las que predomina el cuarzo) que pululan en su lecho. Desde los albores de la civilización china, el Huanghé ha sido un río muy reverenciado por sus poderes fertilizadores, pero también muy temido a causa de las constantes inundaciones y los profundos desvíos de su curso.[2]

Se postula que los seres humanos empezaron a modificar los entornos del Huanghé y el Yangtzé desde unos once mil quinientos a siete mil años antes del presente, en el periodo llamado Holoceno temprano. Los hallazgos arqueológicos que se fechan en esa remota época ya presentan evidencias del carácter antropogénico de varios tipos de impactos en el medio ambiente. Algunas hipótesis señalan que, básicamente, el uso agrícola de la tierra fue la causa principal de tales impactos. Para los siguientes periodos, el resto del Holoceno, el Neolítico, la Edad del Bronce y los que después ya se estudian con las técnicas del historiador, esa tendencia está mucho mejor atestiguada.




El crecimiento poblacional y la intensificación de la producción agrícola (especialmente por el uso de tecnologías relacionadas con la irrigación y el manejo hidráulico) se asocian a procesos de centralización del poder gubernamental cada vez más decantados e incluyentes en el sentido de su expansión territorial. Para el periodo dinástico temprano (221 a.C. a 220 d. C.), en grandes zonas de los cursos inferiores y partes de los cursos medios del Huanghé y del Yangtzé, las actividades humanas, con la agricultura en primer lugar, eran ya sin duda factores determinantes en la transformación del medio ambiente.[3]

Este esquemático panorama de la antigüedad e importancia de la presencia humana en los ríos centrales de China es un preámbulo para reafirmar algo sobre lo que ya hemos insistido en otras entregas de esta serie y que en el caso de los ríos de China resulta tal vez más contundente: que los exploradores, viajeros y conquistadores extranjeros que entraron a China durante el segundo milenio de la era cristiana no llegaron a tierras vírgenes o escasamente pobladas, sino que, al contrario, hallaron una nutrida y robusta civilización, ya entonces milenaria, cuyos avances no tenían parangón en los lugares de procedencia de los exploradores.

El mundo chino

En este apartado tan sólo haré unas cuantas referencias al “mundo chino” que los relatos de Marco Polo develaron al occidente de Europa. La cita de inicio circunscribe geográficamente ese mundo; la información que le sigue, ofrece un apretado panorama sobre la diversidad cultural que ha caracterizado a China desde tiempos antiguos hasta la actualidad; y los breves apuntes del final sirven a modo de recordatorio de que, en la época de Marco Polo, Europa empezaba apenas a traspasar los límites impuestos por su pensamiento medieval mientras que en China ya se habían consolidado otros avances civilizatorios.


La historia del mundo chino nos pone ante un amplio conjunto geográfico que está lejos de ser homogéneo: se extiende de Siberia al ecuador y de las orillas del Pacífico al corazón del continente euroasiático […] Aquí nos limitaremos a recordar lo esencial: el carácter macizo del conjunto continental, subrayado al suroeste por el formidable complejo de altas montañas y elevadas mesetas de los plegamientos himalayos, que se despliega en forma de arco desde el Hindukush hasta la península de Indochina; la gran zona de estepas (prados, para ser más exactos) entrecortada por desiertos, que cubre los espacios comprendidos entre los bosques siberianos y las regiones cultivadas de China del Norte; la existencia de llanuras fértiles formadas por los aluviones de los grandes ríos (cuencas del Sungari y del Liao en Manchuria, gran Llanura Central de China del norte […] medio y bajo Yangzi, llanura de la región de Cantón, cuenca del río Rojo en Vietnam y otras cuencas fluviales de la península de Indochina); la enorme extensión de las costas desde la desembocadura del río Amur hasta la península malaya, y la existencia de un rosario ininterrumpido de islas grandes y pequeñas desde el archipiélago nipón hasta el conjunto más extendido de grandes islas indonesias (Filipinas, Borneo, Célebes, Insulindia y Sumatra) (Gernet, 1999: 12).


A esta diversidad geográfica correspondía y aún corresponde una gran variación lingüística y cultural de sus habitantes. Al menos cinco grandes familias lingüísticas están representadas en las hablas del Asia Oriental; esas agrupaciones cuentan con una distribución geográfica relativamente clara en la mayor parte de la China actual, aunque en el sur del país la imbricación territorial de las lenguas es más extrema. Esos grupos o familias son:

  • Conjunto de lenguas turcas, mongolas y tungús (antes conocido como familia uralo-altaica) que relaciona lenguas habladas desde Siberia hasta el norte de China, el Asia Central y otras zonas más al oeste. Las principales lenguas de este grupo son: uigur, kazaj, uzbeco, tátaro, kirguiz (grupo turco); mongol y dakhur (grupo mongol); manchú, xibo, hezhe (grupo tungú); coreano y japonés (grupo de lenguas del noreste asiático).[4]
  • Lenguas sinotibetanas con poblaciones numerosas en las montañas y mesetas de los Himalaya, en Indochina y en las provincias de China que se extienden desde el valle de Amur y Mongolia hasta la península de Indochina. Las principales lenguas de este grupo son: las variantes del grupo tibetano-birmano; siamés, laosiano, vietnamita y variedades de la lengua thai (grupo thai); lenguas del grupo miao-yao; mandarín y otros dialectos del norte de China, han, wu, cantonés, además de los dialectos de fujian, hakka y hunan (grupo chino).
  • Lenguas austroasiáticas, poco representadas en la China continental y mucho más en Indochina; destacan aquí el khmer o camboyano, cham y mon.
  • Lenguas malayo-polinesias, que tampoco se hablan en China, sino en la península de Malaya y las grandes islas, donde destacan el malayo y el javanés. Sin embargo, el idioma nativo de la isla china de Taiwán se adscribe a esta familia.
  • Lenguas indoeuropeas, representadas en la actualidad por unos quince mil hablantes de tadjik (del grupo de lenguas iranias) y unos diez mil hablantes de ruso.[5]

Las 292 lenguas que aún se hablan en territorio chino dan cuenta de lo que ha sido un inmenso y complejo mosaico étnico. Ante esa enmarañada realidad, no debe extrañarnos el hecho de que la escritura ideográfica de los chinos funcionara como un medio idóneo para permitir la comunicación y la fijación del conocimiento, haciendo abstracción de las formas fonológicas y gramaticales empleadas por lenguas particulares. Se trata sin duda de un logro de la capacidad comunicativa del ser humano, que es sorprendente.

La China que vio Marco Polo no sólo destacaba por su producción agrícola,[6] también era ya entonces antiguo el dominio de la metalurgia, atestiguado por los trabajos en bronce de una época tan remota como la de la dinastía Shang (1766-1046 a. C.) o por la fundición del hierro desde el siglo IV a. C., y del acero dos siglos más tarde. En el ámbito de los tejidos y el vestido, no es necesario abundar en la importancia de la seda china, aunque sí convendría recordar que el algodón fue una exportación china relevante desde fines del siglo XIII. En cuanto a las artes relacionadas con el manejo del fuego, la historia de la cerámica china es impresionantemente rica, con porcelanas perfeccionadas desde tiempos remotos. Y qué decir del descubrimiento de la pólvora, que de la pirotecnia pasó a la fabricación de las letales armas de fuego.

Pintura de la dinastía Song del norte de China de principios del siglo XII que muestra a damas de la corte preparando seda recién
     tejida


Marco Polo habla de otras maravillas que vio en China; de manera sorprendente, no menciona la imprenta, que ya se había inventado, pero sí describe en qué consiste el papel moneda (el sistema de usar billetes que, como comerciante que era, le causó gran admiración), el funcionamiento de algunas máquinas mecánicas y el empleo de grandes embarcaciones, los juncos, para la navegación en altamar. Y otros desarrollos tecnológicos, ya sea que Marco Polo los haya o no mencionado, ya estaban allí y son, por lo tanto, otras muestras de los avances chinos: lacas, espejos de bronce, quincallería, muebles, libros y pinturas, entre otras cosas.

El puente mongol

En el siglo XIII, la imagen que los europeos tenían de Asia estaba conformada por otros elementos: las referencias a Oriente que se podían encontrar en la Biblia, las fabulosas historias acerca de la misión del apóstol Santo Tomás en la India, las vagas y muchas veces apócrifas leyendas sobre las conquistas de Alejandro Magno, y las noticias que, asimismo imbuidas de creencias mitológicas, circulaban en torno a la existencia del Preste Juan y su increíble reino. Desde nuestra actual mirada, resulta un tanto sorprendente que los conocimientos del “mundo islámico” sobre el Extremo Oriente no se incorporaran con mayor peso en las nociones geográficas de los europeos; porque en ese tiempo las naves de árabes y persas, o de judíos y griegos, atracaban en los puertos del occidente de la India, en la costa de Malabar, donde por el otro lado llegaban también los juncos de los chinos.

Pero fue otra cosa lo que desencadenó un interés más decidido de los europeos en los asuntos del Extremo Oriente. En la primera década del siglo XIII, Temujin, caudillo de una pequeña tribu mongola, logró concretar lo que ya desde el siglo V Atila, rey de los hunos, había intentado, esto es, unir bajo un mando único a las dispersas tribus de guerreros-pastores de la inmensidad esteparia de Asia Central y dirigir su energía a la conquista de los estados de campesinos sedentarios que, como China al sur, o como Jorezm al sudoeste, estaban al alcance de su poder predador. La epopeya de Temujin es bien conocida, por lo que aquí sólo mencionaré que el imperio forjado bajo su égida se sigue considerando como el más grande de la historia en términos de una continuidad territorial terrestre, y esto lo señalo porque tal tipo de continuidad hizo posible “el puente mongol”.

Retrato de Temujin (Gengis Kan es el nombre que recibió
     tras ser coronado como emperador de los mongoles en 1206)


Cuando Gengis Kan, “el muy poderoso señor”, murió en 1227, sus ejércitos dominaban el norte de China hasta el río Amarillo, y a través de certeros golpes estratégicos habían prácticamente destruido el vasto imperio de Jorezm (Persia, Jorasán, Transoxiana, Samarcanda y gran parte de Afganistán). Su hijo y sucesor, Ogodei, extendió las conquistas mongolas sobre Corea al este y el levante, y sobre Anatolia al oeste. Además, lo que es más importante para este relato, los jinetes comandados por Subotai, un jefe compañero de Temujin, y por Batu, uno de sus numerosos nietos, sometieron a los principados rusos desde Georgia hasta Kiev y Moscú e invadieron la Europa oriental, avanzando a través de Polonia y Silesia y derrotando al rey Bela IV de Hungría en una gran batalla. Para la primavera de 1241, algunos destacamentos mongoles habían tomado Dubrovnik y llegaban a las orillas del mar Adriático.

Sin embargo, antes de que las avanzadas mongolas se hicieran efectivamente presentes por primera vez en tierras europeas (1223), exigiendo sumisión a sus habitantes y provocándoles gran terror, las vagas noticias que sobre la formación de su imperio llegaban hasta las cortes de los reyes de los “latinos” (los católicos) produjeron un sorprendente resultado: la identificación del kan mongol con la fantástica figura del Preste Juan.[7] Porque, en la variante de esa leyenda a la que aquí me refiero, el Preste Juan, supuesto descendiente de los reyes magos que adoraron al Niño Jesús en Belén, era imaginado como un poderoso monarca que tenía la misión de unir a los cristianos de Occidente y de Oriente para derrotar al enemigo musulmán y rescatar para siempre la ciudad santa de Jerusalén. La leyenda del Preste Juan fue alimentada por la difusión de una carta que ese personaje habría enviado al emperador de Bizancio y al papa de Roma; en ella describía su majestuoso, enormemente rico y casi perfecto reino, y aseguraba que bajo su mando había miles de caballeros muy bien armados y dispuestos a lanzarse contra los infieles seguidores de Mahoma. Es posible entender que esa leyenda tuviera un elemento de veracidad en su origen: la difusión en Asia del cristianismo nestoriano;[8] pero ni las comunidades nestorianas estaban unidas, ni los grandes kanes mongoles fueron nunca cristianos, pese a que algunos de ellos, como Kublai, se interesaran en esa religión, más como un instrumento de dominio que como una profesión de fe. Lo que sucedió en realidad fue que, a pesar de su calculada crueldad en la guerra y como parte de sus políticas de dominación, los soberanos mongoles mantuvieron una tolerancia religiosa y una protección al comercio que hizo posible el acercamiento entre Europa y el Extremo Oriente.


El aumento de la seguridad produjo un aumento del tráfico. Gracias a la Pax Mongólica, era relativamente fácil atravesar toda Eurasia, desde Europa hasta China. Los mercaderes y los misioneros aprovecharon esta situación y comenzaron a transitar regularmente por las Rutas de la Seda. Marco Polo es el mejor testigo de los rigores de esas rutas, además de uno de los autores de libros de viajes más influyentes de todos los tiempos. Según su propio relato, abandonó su Venecia natal para recorrer las Rutas de la Seda siendo aún muy chico, en 1271-1274, en compañía de su padre y su tío, que ya tenían experiencia en el viaje a China. Sus diecisiete años de servicio en la corte imperial y en la administración provincial no dejaron huella en China, pero causaron a Marco Polo impresiones que maravillarían a toda Europa cuando las narrara a su regreso. Según el libro que recoge tales experiencias, dictó sus recuerdos a un compañero de celda tras ser capturado en una batalla marítima entre Venecia y Génova. Como muchos relatos de viajes, para los que se acabarían convirtiendo en un modelo, las páginas de Marco abundan en fantasía y exageraciones dramáticas, pero contienen también una gran cantidad de descripciones evocadoras y en buena medida fiables (Fernández-Armesto, 2006: 133).


La idea de un “puente mongol” me parece válida porque se transitó en ambas direcciones. Por ejemplo, casi al mismo tiempo en que Marco Polo estuvo en China, un viajero conocido como el monje Rabban Bar Sauma emprendió un viaje comparable, pero en sentido contrario, pues él fue hacia el oeste partiendo de Pekín. Se supone que Sauma era un mongol o turco que profesaba el cristianismo nestoriano. En compañía de un monje turco llamado –curiosamente– Markus, en 1270 Sauma partió en un viaje de peregrinación hacia Jerusalén. Tras pasar por varios puntos de la Ruta de la Seda, llegaron a Maragheh, en el actual Azerbaiyán, que entonces era una gran capital cultural del mundo turco-persa, lo cual demostraba tanto su voluminosa biblioteca de más de cuatrocientos mil ejemplares en varias lenguas y tipos de escritura, como el reputado observatorio astronómico que allí se había erigido. Al morir el patriarca nestoriano de Maragheh, Markus fue encargado de sucederle, así que Sauma prosiguió su camino hacia Bagdad sin ese acompañante (1280). Llegó a Constantinopla a principios de 1287 y en junio se hallaba en Nápoles, donde presenció, subido en el techo de una casa, el desarrollo de una batalla entre los que él llamaba “francos” (término equivalente a “latinos” u europeos meridionales). Visitó Roma, París, y en la Semana Santa de 1288 recibió la hostia de la comunión de manos del recién nombrado papa Nicolás V. Su labor como embajador de Kublai Kan ante el dignatario católico no tuvo todo el éxito que podría haber esperado el soberano mongol, y la alianza entre el papado y el kanato contra las potencias musulmanas no prosperó. Pero lo relevante aquí es que, poco a poco, mediante las noticias difundidas por la serie de viajeros que se desplazaron a través del “puente”, se fue decantando un conocimiento geográfico, primero del Asia Central y luego del “mundo chino”.


A mediados de la década de 1250 eran muchos los que, al igual que el emisario del rey Luis, Balduino de Hainault, habían visitado los territorios mongoles sin escribir acerca de ellos, aunque en manuscritos que circulaban en Europa occidental se podía encontrar una sustancial cantidad de información acerca de los mongoles. Tomado en su conjunto, eso representa un gran aumento en el conocimiento comparado con el existente sólo treinta años antes, cuando Genghis Kan fue tomado por el Preste Juan y Oriente como el mundo de las razas monstruosas (Larner, 2001: 51-52).


Otros viajeros europeos, como Giovanni di Pian di Carpine[9] y Guillaume de Rubruck,[10] relataron sus aventuras en obras que alcanzaron una importante difusión al circular en forma de manuscritos por varios países de la Europa del sur. Es interesante que esos documentos fueron escritos como narraciones que enfatizan las experiencias personales de sus autores, mientras que, por el contrario, el libro[11] de Marco Polo mantiene un obstinado y sorprendente silencio acerca de las dificultades y los peligros que él y sus dos parientes deben de haber enfrentado. En la narrativa de Polo no hay lugar para el hambre o la sed, ni para los amagos de los ladrones, ni para descripciones de su intimidad. Así que resulta ahora un tanto paradójico que, a pesar de que el libro no contenga prácticamente relatos de sus aventuras, en torno al personaje se hayan urdido multitud de tramas que dejan muy atrás hazañas y proezas de cualquier otro viajero de su época (y de varias otras). Esto es sobre todo cierto en cuanto a las versiones del viaje de Marco Polo producidas por el cinematógrafo o para las incontables novelas de aventuras supuestamente históricas que tratan sobre él.

Marco Polo el magnífico

Retrato de Marco Polo

El 3 de septiembre de 1260, mientras Mongke era el gran kan, su hermano menor Hulagu fue derrotado en la batalla de Ain Jalut, en Galilea, por las fuerzas de Aybak, el sultán mameluco de Egipto. Este suceso, aparte de cuestionar el mito de la invencibilidad de los mongoles, marcó también el momento y el espacio de mayor extensión de su imperio pero, de todos modos, éste siguió siendo muy grande:


Como resultado de unos cincuenta años de conflictos, cuatro kanatos mongoles dominaban extensas zonas de Asia. El Gran Kan contaba con el corazón de Mongolia y de China al norte del río Amarillo. A partir de 1279 se haría con el resto del país. Asia central estaba en manos del kanato Chagatai, cuyo centro era Balasaghun y que se extendía hacia el sur hasta el Hindukush. Al oeste, el kanato Kipchak, o “kanato de la Horda de Oro”, con capital en Sarai, en el bajo Volga, que controlaba las estepas y ejercía su soberanía sobre los principados rusos. Al sudoeste estaba el Ilkanato (es decir, el kanato “súbdito”, subordinado en nombre al menos al Gran Kan) que reinaba sobre Persia, Mosul y Bagdad. Tras años de guerras y una inmensa destrucción, una depredadora clase alta bárbara se fue convirtiendo en una clase más sedentaria de explotadores de los pueblos a los que habían conquistado y en todas partes se puso en marcha no tanto un sistema de impuestos como una sistemática explotación. Al mismo tiempo, si alguna vez existiera algo que pudiera denominarse Pax Mongólica, cesó en la década de 1260. La muerte de Mongke fue seguida de cuatro años de guerra entre Kublai y su hermano Ariq-boke. A partir de entonces, el kanato Chagatai, sobre todo bajo Qaidu (fallecido en 1301) estuvo en constante conflicto con Kublai, mientras que a partir de 1261 estallaron muchos conflictos entre la Horda de Oro y el Ilkanato de Persia (Larner, 2001: 54).


En ese contexto, lo más probable es que Marco Polo, su padre y su tío partieran hacia China en noviembre de 1271. Según el libro de Marco, tardaron tres años y medio en llegar al palacio de verano del gran kan en Xanadú, al norte de China, y pasarían en esas tierras los siguientes diecisiete años. Aunque a veces se ha acusado a Marco Polo de haber inventado su viaje y su estancia en China, y al menos en parte se pretenda corroborar ese aserto con base en el hecho de que no se ha encontrado ninguna referencia escrita –ni tradición popular oral– sobre los Polo en los archivos chinos, las explicaciones para eso podrían ser varias (simplemente, por ejemplo, que hubiesen adoptado nombres mongoles), así que aquí desechamos tal versión y damos por verdadero el viaje; más o menos en los términos planteados por el propio Marco Polo, aun cuando sea aceptable que se deben hacer precisiones acerca de si en realidad estuvo personalmente en todos los lugares en los que en el libro asevera haber estado.

Quizá es más importante destacar que, en 1273, Kublai Kan había derrotado la resistencia en el sur de China y, por primera vez en tres siglos, el país estaba gobernado por un mando unificado. Para ejercer mejor su dominio, Kublai decidió prescindir lo más posible de la clase administrativa china y utilizar los servicios de extranjeros (musulmanes, kitanos, uigures, europeos y desde luego mongoles) en la recaudación de impuestos y otras actividades gubernamentales. De esa manera, no es de extrañar que Marco Polo entrara al servicio del kan, pues podía hablar varios idiomas (entre ellos el mongol y el persa, pero definitivamente no el chino) y conocía cuatro alfabetos.


Ruta del viaje de Marco Polo


Se ha insistido bastante en que la obra de Marco Polo es más un manual descriptivo útil para los comerciantes que un libro de viajes. Entre el mundo de mercaderías de las que habla, destacan las piedras preciosas (rubíes, zafiros, amatistas, jade, perlas y corales), desde luego el oro y la plata, las maderas preciosas y perfumadas como el aloe y el sándalo, las especias que además de condimento y aderezo eran materia prima para la perfumería y la hechura de medicamentos (pimienta, clavo, jengibre, nuez moscada, almizcle, alcanfor, canela, espicanardo, juncia, etc.). Pero lo que más suscita la elocuencia descriptiva de Marco Polo son, sin duda, las embarcaciones que transportan esas mercaderías, pues habla con cierta extensión y detalle de falúas, barcazas, botes pesqueros, praos, dhows árabes de vela triangular, bajeles de un solo mástil del Yangtzé, etc. En todo caso, la personalidad mercantil de los Polo parece indudable. Y Marco bien pudo, por gusto propio, por costumbre o por sumisión a los designios paternos, ser un entusiasta de la profesión de mercader. Así, gran parte de las descripciones y temas tratados en el libro pueden válidamente hacer pensar que:


Todo ello parece demostrar que a partir de su educación […] y presumiblemente a instancias de su tío y de su padre, Marco adquirió un conocimiento profesional de los artículos más preciados del comercio oriental. Lo que tenemos aquí es el primer relato detallado de Occidente acerca de la procedencia de las principales especias y una gran cantidad de información correcta acerca del comercio de mercancías. ¿Significa eso que el libro es una ampliación de un manual de mercaderes realizada por Rustichello?[12] Otro de los argumentos preferidos para sustentar esta tesis proviene de algunos de los silencios de Marco que ya hemos considerado. ¿Por qué no escribe nunca sobre la Gran Muralla china, el confucianismo, el vendaje de los pies de las mujeres, las técnicas de impresión, etc.? La respuesta es que esas cosas no son de interés para alguien que escribe un manual de mercaderes. ¿Por qué no mencionar el té? La respuesta: en Italia, con sus excelentes vinos, el té hubiera sido invendible (Larner, 2001: 112).


Sin embargo, muchas veces el enfoque del libro parece ser más el de un recaudador de impuestos que estrictamente el de un mercader, pues no habla casi nada sobre la logística de la actividad mercantil, sino más bien sobre las propias mercaderías como riqueza.

Otra interpretación considera que ese libro es parte de una misión religiosa. No olvidemos que tanto Marco como Nicolás (su padre) y Mateo (su tío) fueron bendecidos y avalados por el papa Gregorio X en persona. Como enviados de este dignatario, viajaron de regreso a la corte de Kublai Kan, quien, a su vez, los había nombrado sus mensajeros ante el papa para solicitarle el envío de “100 cristianos instruidos en las artes liberales y en el conocimiento del cristianismo” para que fueran tutores religiosos de los mongoles.

Tiempo después, ya muy cerca de la muerte de Marco, la Iglesia encargó al fraile Francesco Pipino la traducción al latín de su obra, para que sirviera a los monjes mendicantes en su labor de evangelización. En el prefacio de esa traducción, Pipino escribió que Marco Polo había ofrecido al mundo “un conocimiento acerca de la variedad, belleza e inmensidad de la creación” (Larner, 2001: 115); pero Polo nunca citó las Sagradas Escrituras, así que quién sabe si las conocía. Y en lo que respecta a las otras religiones y sus textos, Marco es de alguna manera indiferente o de plano ignorante. En sus menciones sobre los cristianos de Asia, no se preocupa por establecer una mínima diferencia entre lo que eran el nestorianismo y el catolicismo. No distingue el confucianismo y apenas menciona brevemente a judíos y taoístas; considera que el budismo, al que dedica algunas líneas más, es una “idolatría”. Probablemente, en el ámbito religioso, Marco Polo se mongolizó un tanto, pues llevó su tolerancia –o indiferencia– a niveles parecidos a los que él mismo describe entre los mongoles:


Estos tártaros[13] no se preocupan por el dios que se venera en sus tierras. Sólo les importa que se sea fiel al Señor Kan y lo bastante obedientes y que ofrezcan los tributos de rigor y que se administre la justicia, aunque no les importa lo que hagan con su alma. Y no obstante no hablarán mal de sus almas ni interferirán en sus quehaceres. Y podrás hacer lo que te plazca con Dios y tu alma tanto si eres judío o pagano o sarraceno o cristiano y morar así entre los tártaros. En Tartaria confiesan que Cristo es el Señor, pero dicen que es un Señor orgulloso porque no quiere estar con otros dioses, sino ser Dios por encima de los demás del mundo (apud Larner, 2001: 118).[14]


Pintura que representa a Kublai Kan entregando pasaportes
     de oro al padre y al tío de Marco Polo en su primera visita

Marco Polo distingue, con términos derivados de la lengua persa, una China septentrional (que llama Catai), de una China meridional (a la que se refiere como Mangi); también hace referencia a Quiian, “el mayor río del mundo”, es decir, el Yangtzé de la actualidad. Pero es poco o nada lo que ofrece en términos de descripciones etnográficas sobre los chinos, pues su principal preocupación es la glorificación de Kublai Kan, “el más sabio y poderoso de los soberanos”, al cual describe como de “rostro blanco y rojo como una rosa, los ojos negros y hermosos, la nariz bien formada”, por eso varios pasajes del libro resaltan las hazañas conquistadoras del kan y sus ejércitos.

En realidad, Marco Polo tampoco dice nada especialmente informativo acerca de los grandes ríos de China. Su papel no es el de un explorador ni mucho menos “descubridor”, es más bien una especie de relator de un mapamundi. Aunque no se sabe con certeza si a la Descripción del mundo (otro título para uno de los manuscritos sobrevivientes de la obra de Polo) le acompañó alguna vez un mapa, se supone que sí, aunque éste no haya sobrevivido. Pero, en todo caso, la obra se desarrolla casi como si se tratara de una verbalización de la lectura de un grandioso mapa del “mundo chino” que él conoció. Como ejemplo de ello está un fragmento de la obra del afamado Julio Verne:


Después de haber residido Marco Polo en Kanbaluc [la “ciudad del Kan”, identificada con la actual Pekín], se le encargó una misión que le tuvo ausente de la capital durante cuatro meses […]descendiendo hacia el sur, atravesó el magnífico río Pe-ho-nor, que él llama Pulisanghi [posiblemente algún ramal tributario del Huanghé] sobre el que había un hermoso puente de mármol con 24 arcos de 300 pasos de longitud, que no tiene igual en todo el mundo […] A siete jornadas se hallaba la ciudad de Pianfu, hoy día Pin-yang-fu, dedicada principalmente al comercio y al arte de la seda. Marco Polo la visitó, y después llegó a las célebres márgenes del río Amarillo, que él llama Caramoran o río Negro, probablemente a causa del color de sus aguas, obscurecidas por las plantas acuáticas […] después de atravesarlo el viajero se encontraba en la provincia de Mangi, territorio designado con el nombre del imperio de los Song […] [probablemente, Marco Polo también pasó por el Yangtzé al acercarse al Tíbet en su camino a Yunuan] […] Llegó entonces a la capital de la provincia de Szu-tchuan, Sindafu, la moderna Ching-tu-fu, cuya población excede los quinientos mil habitantes […] esta ciudad estaba atravesada por el gran río Kiang, muy abundante en pescado, ancho como un brazo de mar y cuyas aguas surcaban innumerables embarcaciones (Verne, 1983: 43-47).


Maise Marco Polo murió como un “modesto patricio”, aunque algunos le apodaban Milono o il Milione, que pudiera ser un sobrenombre señalador de riqueza o posiblemente fuera una corrupción de Vilione, que era el nombre de la familia a la cual su tío Marco compró la casa donde los Polo vivieron durante mucho tiempo tras regresar a Venecia. Aunque en vida Marco gozó de cierta fama (su libro se publicó en francés, francoitaliano,[15] toscano, veneciano, latín y alemán), no fue en realidad muy rico o perdió su riqueza; falleció el domingo 8 de enero de 1324, dejando poco a sus herederas, su esposa, Donata Badoer, y las tres hijas que tuvo con ella.


Sólo en sus posesiones hace gala de lo exótico. Tal y como fue inventariado tras su muerte, entre ellas había ropa de cama con bordados tártaros, cendal de Catai, brocados de Tenduc, un rosario budista, el fajín de un caballero tártaro, el tocado, adornado de oro y perlas, de una dama tártara y una paiza, es decir, una tablilla de oro “di comandamento” del Gran Kan (Larner, 2001: 78).


Se cuenta que poco tiempo antes de morir, al ser apremiado por amigos, familiares o sacerdotes para que aceptase que había inventado muchas cosas de su viaje y no se arriesgara a ir al infierno por mentiroso, Marco Polo les contestó que ni siquiera había contado la mitad de todo lo que había visto. Sin embargo, esa mitad fue suficiente para despertar en los europeos de su siglo y el siguiente el interés, la curiosidad y la codicia por acceder a las tierras que Marco describió en su libro. Uno de sus más ávidos lectores sería Cristóbal Colón.

Referencias

COLLINS, M. (1984). Marco Polo. México: Fondo de Cultura Económica / Consejo Nacional de Recursos para la Atención a la Juventud (Biblioteca Joven, 12).

FERNÁNDEZ-ARMESTO, F. (2006). Los conquistadores del horizonte. Una historia mundial de la exploración. Barcelona: Ediciones Destino (con la colaboración de la Sociedad Geográfica Española y la Fundación Rafael del Pino).

GERNET, J. (1999). El mundo chino. Barcelona: Editorial Crítica.

LARNER, J. (2001). Marco Polo y el descubrimiento del mundo. Barcelona: Paidós Ibérica.

VERNE, J. (1983). Historia de los grandes viajes y los grandes viajeros. México: Editorial Porrúa (Colección “Sepan Cuantos…”, núm. 404) (1ͣ. ed., París, 1890).

NOTAS

* Antropólogo que ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología; actualmente trabaja con Acción Cultural Madre Tierra, A. C. Para Correo del Maestro escribió la serie Palabras, libros, historias.
  1. Cfr. es.wikipedia.org/wiki/Yangtsé. En el idioma chino actual se le llama en general Chang Jiang (“río largo”), pero en las lenguas europeas se le ha conocido históricamente como Yangtzé, Yangtsé o Yangtzé Kian/Jian. A mí me parece mejor Yangtzé, que evita la repetición kian o jiang, palabra que en chino se usa para decir “río”.
  2. Ibid.
  3. Para este esbozo de cronología arqueológica me basé en: Y. Zhuang y T. R. Kidder, Archaeology of the Anthropocene the Yellow River region, China, 8000-2000 cal. BP. En The Holocene, vol. 24, núm. 11, 2014, pp. 1602-1623.
  4. Hay mucha discusión entre los lingüistas sobre si el coreano y el japonés se deben incluir en esta familia, pero los menciono para señalar que existe esa idea.
  5. Se sabe que (aparte del ruso) éstas y otras lenguas indoeuropeas se hablaron antiguamente en los oasis del Asia Central que formaron parte de los imperios chinos o de sus zonas de influencia.
  6. Por ejemplo, el cultivo de arroz inundado del que se dice que pudo tener múltiples puntos de origen (entre ellos el norte de la India), pero que en el tiempo de Marco Polo ya era un cultivo muy característico de las riberas del Yangtzé y el Huanghé (y que menciono porque fue una de las bases de producción económica que posibilitaron el crecimiento demográfico).
  7. A esa identificación no fue ajeno que el título de kan, pronunciado como khan o jan, se asimilara al nombre latino Juan.
  8. En el siglo V, Nestorio, que era el patriarca griego de Constantinopla, fue declarado hereje, al igual que sus seguidores; las Iglesias romana y griega reprobaron las tesis de los nestorianos sobre la personalidad divina o humana de Jesús y tampoco aceptaron la liturgia siríaca de la secta. Así que los nestorianos establecieron su patriarcado en Bagdad y desde allí se multiplicaron siguiendo las rutas de las caravanas por Siria, Asia Menor, Irak y Persia. Probablemente fueron ellos y no Santo Tomás quienes introdujeron el cristianismo en la India. En el siglo VIII, había nestorianos en el Turkestán y en China, poco después algunas tribus de la estepa como los keraítas y los ongutos también se convirtieron.
  9. Fue un fraile franciscano que, con varios kilos de sobrepeso y más de sesenta años de edad, encabezó una “embajada” del papa Inocencio IV que debía presentarse ante el soberano mongol (e indagar sobre el paradero del legendario Preste Juan). Pian di Carpine y su grupo partieron de Lyon en abril de 1245 y en julio del siguiente año arribaron a Karakorum (“Piedras Negras”), la capital de los nómadas esteparios, justo a tiempo para presenciar la coronación de Guyuk, un nieto de Gengis Kan que sucedía a su padre Ogodei como gran kan de los mongoles. A esa ceremonia de entronización asistieron muchos dignatarios de lejanas tierras, entre ellos nobles de Rusia y Georgia, diez sultanes musulmanes, un embajador del califa de Bagdad e incontables líderes de un sinnúmero de tribus asiáticas. Después, los embajadores del papa fueron enviados de vuelta a su país portando una carta en la que Guyuk ordenaba al papa católico que se presentase ante él y le rindiera homenaje como vasallo. Pian di Carpine escribió como informe de su encargo un famoso libro de fines de la Edad Media, Historia Mongolorum, en el que hablaba de los chinos llamándolos kitayoi (de Kitay o Catay, un término quizás persa para designar China), a quienes describe como “amistosos y muy humanos […] carecen de barba y la forma de su rostro es muy parecida a la de los mongoles, aunque no tan ancha […] su tierra es muy rica en maíz, vino, oro, plata y seda.”
  10. También fraile franciscano, pero de origen flamenco. Actuó al servicio del rey Luis IX de Francia, quien le envío a Soldaia, un puerto de la península de Crimea sobre el mar Negro, para encontrar al kan Sartak, sobre el que se decía que se había convertido al cristianismo. En junio de 1253, Rubruck y su acompañante, el fraile italiano Bartolomeo de Cremona, partieron en busca de Sartak siguiendo el curso del río Volga; dos meses después lo encontraron al igual que a la desilusión de que ni él ni otros mongoles eran cristianos. Los frailes fueron enviados a Karakorum para hablar con otro nuevo gran kan, Mongke. Con resultados parecidos a los de la embajada de Pian di Carpine, Rubruck emprendió el regreso en julio de 1254, y llegó a Francia en 1256. También su informe se convirtió en una obra bastante difundida en su tiempo; pero Rubruck era más crítico que Pian di Carpine y por eso se mostró muy escéptico acerca de la existencia de los sciopodes (seres que tenían una sola pierna encima de su cabeza pero que podían correr con una rapidez increíble), los cinocéfalos u hombres con cabeza de perro (quizá producto de una confusión al avistar mandriles), los belmmyae (que tenían el rostro en el pecho) y otros entes míticos que supuestamente habitaban en los confines del este de Asia. Asimismo, expuso serias dudas sobre lo que se decía acerca del Preste Juan y, en cambio, dio noticias sobre el uso de papel moneda, la escritura china y la religión budista.
  11. Un problema frecuente en los escritos de la era medieval consiste en que no es fácil determinar si se debe hablar de un libro o de varios libros al referirse a una obra en particular. En el caso del trabajo atribuido a la dupla Marco Polo-Rustichello de Pisa, el manuscrito original no ha sobrevivido y los textos que se derivaron de ese original se cuentan en algo así como 150, de los cuales se dice que no hay uno igual al otro. Esas diferencias no sólo se deben a los errores involuntarios o las preferencias ortográficas y estilísticas de los copiadores, sino, también y de manera más decisiva, a que los escribanos que copiaban algún material se permitían con demasiada frecuencia el privilegio de mejorar el original (añadiendo u omitiendo texto). En el caso de las copias del libro de Marco Polo, las diferencias llegaron a producir versiones bastante diversas y más aún si la copia implicaba además la traducción a otro idioma.
  12. Se supone que Rustichello da Pisa fue compañero de celda de Marco Polo durante su prisión en Génova (también se argumenta que, más que prisioneros en una celda, Polo y él estuvieron bajo una especie de arresto domiciliario con cierto grado de libertad y que en su obra se dramatiza un tanto su calidad de presos). A él se atribuye una coautoría del famoso libro, ya que supuestamente fue quien redactó lo que Marco le dictaba. En este sentido, se ha llegado a plantear que este hombre fue el verdadero autor de la obra, pues al escribir discriminaba y seleccionaba; pero esto no puede ser probado de manera plena, ni puede asegurarse cuál fue la profundidad de su papel editorial, así que la autoría final sigue perteneciendo históricamente a Marco Polo.
  13. Entre las tribus mongolas que invadieron el oriente de Europa, había una que se llamaba tatar. A partir de ese nombre, los europeos se refirieron a los invasores mongoles como tártaros, un término en el que se mezclaban tanto ese etnónimo como un nombre latino para el inframundo: Tartarus, seguramente porque los europeos pensaban que los mongoles habían salido del propio infierno.
  14. El estudio de Larner es muy recomendable para quien se interese en el contexto histórico de la producción de la obra de Marco Polo, en las consecuencias de su difusión y en los avatares de las múltiples ediciones de la obra. Resumiendo lo que este autor dice acerca de este último punto, la edición en que mayormente se apoya su trabajo y de la que salen sus citas principales es: Milione. Le Divisament dou monde, G. Ronchi (comp.), Milán, 1982.
  15. Una variante del francés, un tanto artificial, que se utilizó mucho en la literatura de la Edad Media tardía.
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