De calendarios y otras formas DE MEDIR EL TIEMPO Guillermo Hernández Santana[*] ![]() El concepto de tiempo existe porque reconocemos el transitar de las cosas; pasan los días, las semanas, reconocemos que todo cambia y se va haciendo diferente a lo largo del tiempo. Los niños y los adultos no tenemos exactamente la misma percepción del tiempo, pues nuestro desarrollo biológico es distinto. De hecho, el niño tiene que desarrollarse para lograr su estado adulto, y la hormona del crecimiento está activa mientras esto sucede. Posteriormente, en su estado adulto se desactiva para dejar que otras funciones biológicas hagan su trabajo. Esto podría estar relacionado directamente con la forma en la que vemos y percibimos el tránsito del tiempo, aunque dicha percepción también podría estar relacionada con la segregación de dopamina y el trabajo de la corteza frontal, vinculada con varias funciones complejas de memoria y de coordinación (Hammond, 2013).
▼
c De calendarios y otras formas de medir el tiempo
Me atrevería a decir que la concepción de cambio es universal en el sentido de que podemos percibir los procesos por los cuales pasan las cosas, lo cual notamos todos los humanos; sin embargo, no es así respecto a la concepción de tiempo. La misma palabra se relaciona con temporada y con temporal. La raíz latina proviene de tempus, cuyo significado hace referencia a determinados periodos; además existieron las formas No obstante, el tiempo es una construcción cultural, esto es que pasa por la mente de las personas. Son los hablantes los que describen la realidad mediante palabras, conceptos que representan las cosas que sirven para describirlas. Las palabras son las cosas mismas, pues las representan. Justamente la palabra tiempo es el tiempo, el significado de éste. Ese concepto es cultural y todos tenemos una forma de medirlo y describirlo. Prácticamente todas las culturas reconocen y describen el movimiento del Sol a lo largo del año, y son los equinoccios y solsticios los marcadores más representativos. No sólo los humanos reconocemos el año o su ciclo sinódico sino también otros seres de la naturaleza como las ballenas y tortugas marinas. Justo estas especies llegan a aguas mexicanas cada año en una temporada determinada. Esto mismo lo hacen las mariposas monarca, que llegan en época de calor a los bosques de Michoacán y el Estado de México. Los humanos tenemos formas de separar el año en periodos más pequeños; cuando menos se pueden reconocer dos temporadas al año. Por ejemplo, los nuer, que viven en el sur de Sudán, dividen el año en dos estaciones: tot, ‘mojado’, y mai, ‘seco’; y también los comcaac (seris) en el desierto sonorense identifican dos temporadas del año: icapl, ‘cuando hace frío’, e icozim, ‘cuando hace calor’. Para nosotros existen cuatro temporadas: primavera, verano, otoño e invierno. Otra forma en que dividimos el año es en periodos más cortos, como los meses. Estos periodos tienen su origen en el ciclo sinódico de la Luna, pero actualmente, el único mes que mantiene el periodo de rotación de dicho astro es febrero. Fue con el calendario juliano que los meses cambiaron de 28 a 30 o 31 días y tomaron nombres distintos. Los dos equinoccios como la Más o menos es conocida la etimología de las lunas romanas dedicadas a las musas. El calendario romano, formado por diez meses, comenzaba en primavera, en el mes denominado martius, dedicado a Marte, uno de los planetas más representativos debido a su color. El siguiente mes era abril, dedicado a Afrodita. Mayo estaba dedicado a Maia, diosa de la floración. Junio se dedicó a Juno, esposa de Júpiter, uno de los planetas más brillantes. Luego le siguieron algunos nombres de los meses que se contaban: el quinto mes era quintilus, que luego cambió por julio, en honor al líder militar Julio César, que nació en ese mes; sextilis, el sexto mes, que cambió su nombre a agosto, en honor al emperador Octavius Augustus; septiembre era el séptimo mes, octubre el octavo, noviembre era el noveno, y diciembre era el décimo mes del año y por lo tanto el último de las festividades. ¿Qué pasaba entonces con enero y febrero? Éstos simplemente no se tomaban en cuenta para las festividades. Además, como los periodos de la Luna no coinciden con el periodo solar, se tenían que dejar algunos periodos como comodín para que el año comenzara nuevamente en marzo, es decir, el inicio siempre era la primavera, cuando el nacimiento del Sol se sitúa justo al centro del horizonte. ![]() Las estrellas Mintaka, Alnilam y Alnitak forman el cinturón de Orión La Luna es un astro que tiene presencia en varios calendarios del mundo y funciona como un claro marcador de periodos más pequeños que las estaciones. Mientras que para nosotros es muy representativa la luna llena y sabemos mediante los almanaques cuándo es el día exacto en que este astro tiene su máximo esplendor por su luminosidad, muchos de estos calendarios o almanaques del mundo toman la luna nueva o la primera curvatura de ésta como marcador de inicio del periodo. Esto es así porque es más fácil reconocer la ausencia de la Luna que cuando está llena, también es porque con la luna llena no es posible ver las estrellas, las cuales también suelen ser marcadores de periodos del año. Por ejemplo, el cinturón de Orión es una de las formaciones estelares más brillantes y notables en el cielo nocturno y sólo se puede ver durante el periodo de frío en el hemisferio norte al inicio del mes de diciembre. Resulta interesante que cada sociedad nombra de forma distinta las constelaciones. En México, esas tres estrellas que forman el cinturón de Orión son considerados los tres Reyes Magos, pero en Argentina se trata de tres Marías. En Japón esa formación es descrita solamente como El observatorio de Monte Albán apunta directamente a la estrella Capella, en el horizonte poniente. Es muy probable que la presencia y tránsito de dicha estrella marcara el inicio o fin de alguna temporada en particular o incluso del año solar para la cultura zapoteca. Además, todo el conjunto se orienta hacia el norte apuntando directamente a la Estrella Polar. En las pirámides de Egipto pudieron haberse presenciado observaciones similares, pues las bóvedas de los faraones tenían túneles que apuntaban en dirección a determinadas estrellas. En la antigua Mesopotamia, la forma de medir el tiempo fue basándose en varios artefactos, vasijas de agua que se iban decantando o vasijas de arena que funcionaban de la misma manera. Incluso, la división del día en 24 horas corresponde a una división entre cuatro partes: el día fraccionado en dos, al igual que la noche. De hecho, el sistema numeral en Mesopotamia estaba basado en seis, de tal forma que cuatro partes de éste formaban el día completo. Los minutos y segundos también tienen una base en seis, por lo que cuentan con 60 unidades. Por su parte, las milésimas de segundo y las millonésimas corresponden a segmentos más pequeños que no fueron necesarios en Mesopotamia, sino siglos después, cuando fue necesario contabilizar cosas más pequeñas, por lo tanto, esas unidades de tiempo no están en base seis, sino en 10, como el sistema decimal que usamos en casi todo el mundo. ![]() Observatorio astronómico de Monte Albán La división que hacemos actualmente para las semanas corresponde a una organización también entre cuatro partes. El ciclo lunar dividido en cuatro incluye siete días, cada uno dedicado a un astro: el domingo, el dominante o el Sol; el lunes, dedicado a la Luna; el martes, a Marte; el miércoles, a Mercurio; el jueves, a Júpiter; el viernes, a Venus; y el sábado, a Saturno. En muchos calendarios o almanaques, la forma de medir el tiempo de varios días es mediante lunas, por ejemplo, en las calendas romanas se cobraba el impuesto mensual en luna nueva; entre los mayas hay un calendario lunar que toma en cuenta el ciclo de la Luna. En tiempos recientes, entre los comcaac, los apaches y los tohono o’odham se han registrado calendarios basados en el tránsito de la Luna. Justamente en estos casos se toma en cuenta la luna nueva y no cuando está llena.
▼
c El tiempo es relativo
Cada grupo humano nombra el tiempo y las partes en que divide éste de una forma distinta de acuerdo con sus propias necesidades y entorno. En francés, la fórmula para saludar en la noche es bon soir, ‘buenas tardes’, aunque sea de madrugada, y la frase bon nuit, ‘buenas noches’, se utiliza hasta que una persona va a dormir. En el lenguaje hay expresiones que usamos cotidianamente, las cuales hacen referencia a periodos de tiempo que no son exactamente lo que describen; por ejemplo, la expresión “cinco minutos” se refiere a un tiempo relativamente corto, eso mismo pasa con la expresión “dame un segundo”. Así es, el tiempo es relativo, tan relativo que un día fue 4 de octubre de 1582 y el siguiente fue 15 de octubre de ese mismo año. Nunca existieron los días 5 al 14. La idea de que no existieran esos días fue de un monje que se dio cuenta de que el calendario estaba atrasado, es decir, no coincidía con las estaciones y por lo tanto con el periodo de siembra, así que solicitó al papa Gregorio XIII el cambio en el calendario y éste mandó hacer el ajuste para que el siguiente solsticio de otoño cayera en el día correcto. ![]() Actualmente, algunos años tienen 29 de febrero y otros no –tal como si inventáramos un día. De acuerdo con Víctor Castillo (1971), los nahuas realizaban cada cuatro años una fiesta de dos días como si fuera uno solo. En ese momento muchos tenían permitido consumir pulque y simulaban que dos días eran en realidad uno. De esta forma pudieron haber celebrado una fiesta a fin de ajustar su calendario. Cada vez tratamos de hacer calendarios más precisos y con un orden establecido. Estos segmentos de tiempo pasan siempre en orden y cada uno espera las condiciones establecidas para que ocurran. Por lo menos así se visualizan los periodos en el calendario náhuatl, que no es precisamente de esta cultura, sino que ya lo usaban los zapotecos y los mixtecos en los primeros siglos de nuestra era y fue hasta el siglo XIII que lo comenzaron a usar los nahuas y lo presentaron en la piedra del sol. Este calendario representa dos cuentas basadas en ciclos de 20 días acomodados en 13 o 18 periodos, lo que da respectivamente 260 (20 × 13) y 360 (20 × 18) que constituyen dos cuentas que corrían paralelamente. Mientras que la cuenta de 360 era anual-solar y se agregaban cinco días al final, el otro calendario no agregaba días, corría de 260 en 260 hasta que se encontraba con el otro calendario cada 52 años. Tradicionalmente se ha dicho que el calendario de 260 días denominado tonalpohualli es ritual; sin embargo, también se han registrado fiestas rituales en el calendario de 360 días. En realidad, parece ser que el tonalpohualli tenía la labor de introducir al niño en la cultura náhuatl por medio del nombre que se le daba al pequeño. Este es el primer rito que practicaban los nahuas. A los niños se les ponía el nombre de acuerdo con su día de nacimiento, pero esto podría haber sido controlado mediante el tonalpohualli, esto es porque a la matriarca zapoteca, mixteca o nahua podía saber el día del nacimiento de su hijo a partir de la concepción de éste, por ejemplo, si se concebía a un niño en un día 4 venado, podría nacer un día con el mismo nombre, o cercano a éste, lo cual daría al pequeño determinada personalidad, pues los días tenían cierto rasgo totémico y había tonallis más auspiciosos que otros. ![]() Tonalpohualli, “la cuenta de los días y los destinos”, en el Códice Tovar, atribuido al jesuita mexicano del siglo XVI Juan de Tovar En China existe un calendario que mide el tiempo de crecimiento del arroz y antes existió uno que calculaba el tiempo de gestación del ser humano, como pudo haber sido el tonalpohualli. De hecho, el número 260 es muy representativo en la cultura nahua del periodo clásico y está relacionada con los niños. Se sabe que cada 260 días bajaban unas entidades denominadas cihuateteos, y en ese momento se escondía a los niños para que no les hicieran daño. El inicio de un calendario no es universal, pues, en cierto sentido, el día del año nuevo no hay elementos ambientales o movimientos celestes que marquen un cambio radical. Quizá los equinoccios y solsticios sean las marcas ambientales más claras con respecto a los movimientos entre el Sol y la Tierra, pero no son marcados en todos los calendarios. En algunos almanaques agrícolas, el inicio del año es marcado por la época de lluvias, que, dependiendo de la región, podría empezar en marzo, o incluso hasta la época de calor, como es el caso del calendario o sistema de lunaciones de los comcaac. En este último sistema, el inicio del año solar coincide con el primer avistamiento de la luna, y la fecha es cercana al solsticio de verano, cuando se puede apreciar la salida del sol por el horizonte en el punto más al norte, por el trópico de Cáncer. Hay otros sistemas de calendarios marcados por estrellas, por ejemplo, los o’odham reconocen la estrella denominada zopilote, que al parecer es la que denominamos Altair, y se relaciona con la mitad de su calendario. De hecho, la lunación en que sale es denominada eda wa’ugad mashad, ‘lunación de la columna vertebral’, nombrada así pues se interpreta que es el periodo en que se divide el año en dos mitades. Por su parte, los mapuches celebran el año nuevo el 24 de junio, durante el periodo de calor. ![]() En el año 45 a.c., Julio César instauró un nuevo calendario conocido como calendario juliano Entonces, si el 31 de diciembre no sucede nada ambientalmente, ¿por qué festejamos en ese momento el cambio de año? El calendario romano se formó de varios calendarios, uno de ellos fue el judío, que era, igual que el romano, lunar. Los judíos celebraron la Fiesta de las Luminarias, denominada Janucá No fue sino hasta el calendario juliano cuando el inicio del año occidental se instauró el primer día de enero, pues terminando las festividades del año era cuando los gobernantes romanos tomaban sus cargos, en el undécimo mes, y en el calendario gregoriano quedó instaurado debido al cálculo del nacimiento de Cristo –que curiosamente coincide con la celebración del Janucá de los judíos–. Después del nacimiento de Cristo se contaron ocho días o una semana para calcular el inicio del año como lo hacemos en la actualidad. ♦
▼
c Referencias
CASTILLO,V. (1971). El bisiesto náhuatl. En: Estudios de Cultura Náhuatl, vol. IX, núm. 9, pp. 74-104 [en línea]: <www.historicas.unam.mx/ publicaciones/revistas/nahuatl/pdf/ecn09/119.pdf>. Ir al sitio HAMMOND, C. (2013). ¿Realmente el tiempo pasa más rápido cuando envejecemos?, 9 de noviembre [en línea]: <www.bbc.com/mundo/ noticias/2013/11/131107_mitos_medicos_realmente_tiempo_viejo_finde>. Ir al sitio NOTAS* Profesor de Lingüística en la ENAH y doctorante en el Posgrado de Antropología en la UNAM.
▼
c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: DSS – POSS-II(*) / NASA / JPL – Caltech / UCLA / Giuseppe Donatiello - Foto 2: Shutterstock - Foto 3: wp.eldeber.com.bo - Foto 4: www.wdl.org - Foto 5: community.vcoins.com |