![]() Palabras, libros, historias JACK KEROUAC: ¿CUÁNTOS CAMINOS DEBE UN HOMBRE ANDAR? Segunda parte Andrés Ortiz Garay En la primera parte de este artículo, el autor trazó el contexto histórico en el que se enmarcó el surgimiento del grupo literario llamado “la generación beat” y delineó cómo Jack Kerouac, uno de sus principales integrantes, llegó a México atraído por la idea de que en este país encontraría un entorno social diferente al estadounidense, que para él representaba, en gran medida, el conformismo, el conservadurismo y la imposibilidad de ser realmente libre. Su visión de México quedó plasmada en su obra más famosa, En el camino. ![]() Palabras, libros, historias Jack Kerouak: ¿cuántos caminos debe un hombre andar?
en 1950, Jack Kerouac, Neal Cassady y otro amigo[1] cruzaron la frontera internacional y se adentraron en México por Nuevo Laredo. Sus primeras impresiones de los mexicanos de las pequeñas ciudades y los pueblos –sobre todo los de origen indígena– que recorren en su ruta hacia la Ciudad de México llevan a Kerouac a compararlos con los fellaheen[2] de otras partes del planeta y a considerarlos como parte de una humanidad esencial, primigenia e intemporal: Los otros dos dormían y yo seguía solo al volante con mi eternidad a cuestas. No era como conducir a través de Carolina, Texas, Arizona o Illinois; era como conducir a través del mundo por lugares donde por fin aprenderíamos a conocernos entre los indios del mundo, esa raza esencial básica de la humanidad primitiva y doliente que se extiende a lo largo del vientre ecuatorial del planeta desde Malaya (esa larga uña de China) hasta el gran subcontinente de la India, hasta Arabia, hasta Marruecos, hasta esos mismos desiertos y selvas de México y sobre los mares hasta Polinesia, hasta el místico Siam del Manto Amarillo […] Estos individuos eran indudablemente indios y en nada se parecían a los Pedros y los Panchos del estúpido saber popular americano […] tenían pómulos salientes y ojos oblicuos y gestos delicados; no eran idiotas, no eran payasos; eran indios solemnes y graves, eran el origen de la humanidad, sus padres. Las olas son chinas, pero la tierra es asunto indio. Tan escenciales como las rocas del desierto son ellos en el desierto de la “historia”. ![]() En el camino se convirtió en un libro de cerca de 400 páginas que Kerouac, escribió de un tirón durante tres enfebrecidas semanas. Para lograrlo, utilizó notas que había tomado durante siete años de viajes por Estados Unidos y México. Así, según Kerouac, los fellaheen no estaban implicados en los problemas culturales y de civilización que agobiaban, a mediados del siglo XX, a la gente de EUA y de otros países modernistas. Por ejemplo, casi al mismo tiempo que Kerouac iba por primera vez a México, la Comisión de Energía Atómica estadounidense hizo estallar una bomba nuclear en el desierto de Nevada y 35 millones de norteamericanos vieron por televisión la aterradora noticia; el general Dwight Eisenhower encabezaba, luego de 20 años, el retorno al poder del partido republicano (en el que se inscribiría el exceso del macartismo); en Corea la guerra civil se internacionalizaba al cruzar los chinos el paralelo 38; en Cleveland, el disc jockey Alan Freed comenzaba a popularizar en la radio el término rock and roll, que aplicaba a la música derivada del rhythm and blues, la música de los negros. Tratando de evadir sus preocupaciones por estos problemas y de llevar su búsqueda algo más allá; en la primavera de 1950, Kerouac y sus acompañantes partieron de Denver, Colorado, en una travesía automovilística que les llevaría “por el camino” hasta la Ciudad de México. Kerouac y Cassady ya habían cruzado de costa a costa el territorio norteamericano, pero ahora se adentraban en un nuevo mundo, la tierra mágica de los fellaheen. […] piensa en ese enorme continente que se abre delante de nosotros con esas enormes montañas de la Sierra Madre que hemos visto en el cine, y en las selvas que hay por ahí debajo, y en esa meseta desierta tan grande como la nuestra y que llega hasta Guatemala y hasta Dios sabe dónde. ¿Qué vamos a hacer? ¡Movámonos! –Nos levantamos y volvimos al coche. Una última mirada a América por encima de las potentes luces del puente sobre el río Grande. Luego le volvimos la espalda y el parachoques y nos lanzamos delante […] Un instante después estábamos en el desierto y no había ni una luz ni un coche en los ochenta kilómetros de llanuras que siguieron. Y precisamente entonces amanecía sobre el golfo de México y empezamos a ver formas fantasmales de yucas y cactos por todas partes […] –Ahora, Sal, estamos dejándolo todo atrás y entrando en una nueva y desconocida fase de las cosas. Tantos años y problemas y juergas […] ¡y ahora esto! No hay que pensar en nada más, sólo hay que seguir con la cabeza bien alta, así, ya lo ves, y comprender el mundo como, hablando propiamente, tantos otros americanos no lo han comprendido antes que nosotros […] Anduvieron por aquí […] ¿no es cierto? La guerra contra México. Pasaron por aquí con cañones […] –Esta carretera –le respondí– es también la ruta de los antiguos forajidos americanos que se escurrían a través de la frontera y bajaban hasta el viejo Monterrey, así que si miras el desierto puedes imaginarte a uno de aquellos pistoleros de Tombstone galopando hacia lo desconocido […] –Y esta carretera –continuó Dean– no se diferencia nada de cualquier carretera americana, excepto en una cosa. Fíjate que los mojones están en kilómetros y señalan la distancia que falta hasta la Ciudad de México. ¿Te das cuenta? Es la única ciudad de todo el país, todo señala hacia ella. Antes de revisar las implicaciones de la visión de México que este escritor beat plasmó en On the Road, veamos brevemente quien era Jack Kerouac. ▼ Apuntes para una biografía
Jean Louis Kerouac nació el 12 de marzo de 1922 en Lowell, Massachussets, una población a las orillas del río Merrimack, que a fines del siglo XIX se convirtió en uno de los primeros pueblos industriales de la costa este de los Estados Unidos, gracias a las obras de ingeniería hidráulica que proveyeron energía para las fábricas textiles y de calzado que allí se establecieron. El pequeño Jean Louis fue el tercer y último hijo de un matrimonio de inmigrantes francocanadienses; su madre, Gabrielle Levesque, era una huérfana que se enroló como obrera en una de esas fábricas y sólo logró salir de ese medio cuando se casó con el padre de Jean Louis, un corredor de seguros también de ascendencia francesa, llamado Leo Alcide Kerouac. Este hombre era apegado a su familia, pero también le gustaba pasar tiempo en compañía de amigos, juegos de cartas, cerveza y whiskey. Cuando Jean Louis nació, su padre había logrado abrir una imprenta propia en la que hacía diversos trabajos de impresión y publicaba The Lowell Spotlight, una gacetilla que se ocupaba en comentar las novedades teatrales y políticas del momento. En 1925, la familia fue gravemente afectada por la dolorosa agonía de Gerard (nacido en 1916), el hermano mayor de Jean Louis, que sucumbió víctima de la fiebre reumática en julio del año siguiente. Esa muerte lo marcaría profundamente y le haría resentir una culpa imaginaria, en cierta medida acrecentada por los sentimientos de su madre, quien en alguna ocasión llegó a decirle que él debía haber muerto en vez de su hermano. Desde ese momento nunca pudo ver claramente todos los pragmáticos matices del gris, sino sólo el blanco y el negro, los absolutos del bien y el mal emergentes del dolor psíquico más profundo. Su mirada hacia el abismo que era la tumba de Gerard le había llenado la mente con un sentido apocalíptico de la vida y la muerte, del bien y el mal. De algún modo se sentía desgarrado entre ambos polos morales.[3] ![]() Kerouac a los 14 años, cuando se graduó en la Bartlett Junior High School en 1936 (ese nivel equivale a la secundaria de nuestro país). Durante su infancia, Kerouac vivió intensamente los sentimientos religiosos despertados por la pérdida de su hermano e incrementados gracias a su inscripción en una escuela de monjas católicas y luego en un colegio de jesuitas. Sin embargo, la rigidez de su educación católica encontró espacios de alivio en sus frecuentes asistencias al cine y a la biblioteca del pueblo. De hecho, en estas fuentes abrevó mucho de su primer aprendizaje del idioma inglés, pues en el hogar y la escuela la lengua que se hablaba era el francés. Fantasioso y un tanto solitario, el niño vivió la época de la Gran Depresión que en los años veinte obligó al cierre de muchas fábricas de Lowell (dos de cada tres obreros estaban en el desempleo) y aunque su familia no sufrió tanto como otras, él supo del hambre y la penuria que afectaban a muchos de sus vecinos. En 1933 ingresó a la Bartlett Junior High School, escuela pública a la que asistían muchachos de ascendencia griega e irlandesa. Una de sus maestras, Helen Mansfield, lo impulsó a la lectura de grandes escritores y le ayudó a descubrir que él mismo tenía ciertas facultades para escribir (así animado, comenzó una novela a la que tituló “Jack Kerouac Explores the Merrimack”). A pesar de la oposición de sus padres, que querían que estudiara una carrera comercial, y a pesar de la intentona de los jesuitas de impulsarlo hacia el sacerdocio, Jackey –como le decían en esa época sus amigos– decidió continuar sus estudios de secundaria con el afán de convertirse en artista de las letras. ![]() Gracias a su habilidad en el fútbol americano, Kerouac obtuvo una beca para matricularse en un curso propedéutico con miras a entrar a la Universidad de Columbia en Nueva York. En 1938 se hizo amigo de un chico griego, Sebastián “Sammy” Sampas, con quien por fin pudo compartir su pasión por la literatura, ya que ambos crearon un grupo de estudio en el que, además de novelas y poesía (especialmente de Thomas Wolfe y Walt Whitman), leían también El Capital de Carlos Marx y los artículos que John Reed había escrito para el diario New Masses sobre la revolución bolchevique en Rusia.[4] En esa etapa adolescente, Kerouac tuvo su primer amor, se aficionó a la música jazz y desarrolló cierta habilidad para jugar fútbol americano, cosa que, gracias a su desempeño en el equipo local y al apoyo de un conocido de su padre, le permitió obtener una beca deportiva –el sueño de muchos adolescentes de las clases bajas y medias norteamericanas– para ir a Nueva York y hacer allí un curso de preparatoria que le posibilitara matricularse en la Universidad de Columbia. Así, en 1939 (el mismo año en que las tropas de Hitler invadían Polonia, iniciando con esa acción la Segunda Guerra Mundial), el joven Jackey se fue a vivir a Brooklyn y a estudiar y jugar fútbol en la Horace Mann School, al sur de la metrópoli neoyorquina. Kerouac colaboró pronto en la revista de esta escuela con artículos deportivos y con un par de relatos de ficción. En la racista Norteamérica de los años treinta del siglo XX, Kerouac comenzó a distinguirse como un hipster, es decir, un desprejuiciado fan de la música hecha por negros. En sus preferencias y en algunos artículos sobre música que también publicó en la revista escolar, Kerouac dejó claro su alineamiento con el blues de Count Basie, Billie Holiday y Lester Young, que consideraba muy por encima de los populares swings que interpretaban las orquestas blancas de Glen Miller, Benny Goodman o Harry James. El blues, si no convirtió a Jack en negro, sí le dio color; le dio identidad a un joven taciturno, sensual y místico de dieciocho años, cuyo compromiso con el arte era tan serio como nebuloso en su definición: el sonido, el latido y el ritmo de la voz y la experiencia humana iban a obsesionarlo siempre.[5] Una lesión sufrida durante sus entrenamientos le mantuvo fuera de la temporada de fútbol, y ese receso le permitió darse cuenta de que la carrera deportiva no era lo suyo. Perfilando su carácter inconforme con el stablishment norteamericano, decidió abandonar la universidad y embarcarse como ayudante de cocina en el buque mercante Dorchester, que partió a Groenlandia el 22 de julio de 1942. Su amigo Sammy Sampas lo despidió en el muelle diciéndole un adiós que sería para siempre, pues nunca se volverían a ver (Sampas murió en acción en el frente de Italia en febrero de 1944). Tras tomarle gusto al mar en ese viaje, Kerouac decidió enrolarse en la marina de guerra; pero su servicio se convirtió en un desastre ya que no pudo adaptarse a la disciplina militar; fue internado en un hospital psiquiátrico de la Armada y recibió su baja en junio de 1943. Un mes después se embarcó como parte de la tripulación de otro buque mercante, el George Weems, que trasportaba una carga de bombas y explosivos con rumbo a Liverpool, Inglaterra. Durante la travesía, Kerouac trabajó en sus ratos libres la escritura de un libro titulado The Sea is my Brother que nunca publicó. Al año siguiente, de regreso en Nueva York, Kerouac tenía 22 años cuando, por intermediación de su novia Edie Parker, conoció en Nueva York a Lucien Carr (19 años) y a través de éste a Allen Ginsberg (17 años) y a William S. Burroughs (30 años). Kerouac, Ginsberg y Burroughs formarían el núcleo del grupo literario que desarrolló la llamada “Nueva Visión”, la cual, más que una posición política, era una postura existencial contestataria que derivaba sus principios filosóficos de Nietzsche y de los “poetas malditos” del siglo XIX. Pocos años después, la “Nueva Visión” sería el germen del movimiento beat que impactaría con fuerza la cultura occidental de mediados de siglo. Según Dennis MacNally: De un modo más bien rimbombante, Allen [Ginsberg] anunció en su diario que la “Nueva Visión reside en una comprensión altamente consciente de los motivos universales, y en una aceptación realista de un universo no romántico sin ningún tipo de sentido”. Sus tutores –renegados de la alta cultura como Yeats, Rimbaud y Baudelaire– habían abandonado la política y la religión por la belleza, una belleza no relacionada con la naturaleza, puesto que Dios, su creador, estaba muerto, y la naturaleza no era “real”; conocemos sólo lo que percibimos, y esto lo determina el arte. Pero la Nueva Visión celebra el acto trascendental de convertir el producto en arte, y no en belleza, y Jack tomó de Nietzsche la frase “Arte que me convence para que continúe viviendo.”[6] En agosto de 1944 un episodio trágico empañó a la Nueva Visión. David Kammerer, uno de los amigos del círculo fue muerto, en circunstancias no del todo aclaradas, por Lucien Carr. Kammerer era homosexual y se había obsesionado con Lucien al grado de acosarlo continuamente y meterse a su casa sin permiso; una noche Carr apuñaló a Kammerer. Luego se entregó a la policía y fue juzgado por homicidio en segundo grado recibiendo una larga condena de la cual sólo purgó dos años antes de salir en libertad bajo palabra. Kerouac también pasó unos días en la cárcel aprehendido en calidad de testigo; salió bajo fianza y se casó con su novia Edie Parker (de la cual se divorció no mucho después). Inspirados en el episodio de la muerte de Kammerer, Kerouac y William Burroughs escribieron un relato[7] cuyo estilo abrevaba en las sombrías novelas policiacas de Dashiell Hammett, el gran maestro de la novela negra norteamericana. La temática y las formas abordadas en conjunto por Kerouac y Burroughs presagiaban ya que su mundo literario –al igual que su mundo real– podría ser cualquier cosa, excepto aquel que las convenciones sociales imperantes consideraran limpio, ordenado y sano. ![]() Lucien Carr fue el primero de los nuevos amigos de Kerouac en Nueva York. Se vería envuelto en un caso de asesinato que sirvió como base para un relato escrito en conjunto por Kerouac y Burroughs. En mayo de 1946 murió Leo, el padre de Kerouac, y a partir de entonces la relación con Gabrielle, su madre (a quien afectuosamente llamaba Mémer), se hizo más estrecha y mutuamente interdependiente. En buena medida, la relación de Kerouac con su madre se podría calificar como edípica; a la unión afectiva se aparejó una interdependencia económica, pues antes de recibir regalías por sus obras, Kerouac dependió de lo que ella le daba para vivir, y después, cuando ella se jubiló con una pensión prácticamente insignificante, él se encargó de proveerle casa y sustento. Al final de sus días ambos eran alcohólicos; sin embargo, ella aguantó más, pues tanto su hermana Caroline (por un ataque al corazón en 1964) como el mismo Jack murieron antes que ella. ![]() Jack Kerouac y Neal Cassady en 1949, cuando viajaban juntos por las carreteras de EUA. Mucha gente los encontraba físicamente parecidos y ellos mismos se consideraban “hermanos espirituales”. A fines de ese mismo año 1946, Kerouac conoció a Neal Cassady (1926-1968),[8] hijo de una madre desconocida y de un padre alcohólico y vagabundo que lo había criado en hoteles de mala muerte y en la estación ferrocarrilera de Denver. A sus 20 años, Cassady era un exinterno de un reformatorio de Nuevo México, un consumado ladrón de carros e incansable chofer, mujeriego y parrandero que supuestamente llegaba a Nueva York con la mira de estudiar letras. Rápidamente, para Kerouac, ese amigo recién llegado representó no sólo el modelo ideal del “hombre natural”, del cowboy libre y desprejuiciado (una figura que se halla omnipresente en las profundidades arquetípicas del american dream, el sueño americano); además, en la mente de Kerouac, el joven Cassady sustituía al hermano perdido, ya que había nacido más o menos en la misma época en que había muerto Gerard. A partir de entonces, Kerouac viviría una serie de aventuras en compañía de este “hermano” y lo convertiría finalmente en el protagonista principal de En el camino. Neal era como el auténtico cowboy de la mitología del Oeste, generoso y antimaterialista, romántico pero misógino en esencia, cuya vida hasta entonces había transcurrido a contracorriente de las respetables palabras de la clase media “responsabilidad” y “madurez” […] su energía e ímpetu eran el producto de un profundo autoodio, de una sobreexictación infantil, o como dijo más tarde Jack, de “un millón de imágenes desordenadas de condena y asfixia en un mundo insoportablemente repugnante”. En los dos años siguientes los dos hermanos compartieron sus historias, y pieza a pieza Jack iba a construir el rompecabezas del pasado triste y desquiciado de su otro hermano.[9] ![]() William Burroughs era ocho años mayor que Kerouac; su amplia cultura y su rechazo decidido ante los convencionalismos de la sociedad norteamericana lo convirtieron en una especie de mentor para Kerouac, Ginsberg y otros escritores de la generación beat. Kerouac llegó con Cassady a México, en la que sería la primera de una serie de estancias en el país. En la capital, ambos visitaron al antiguo mentor de Jack, William Burroughs, quien había salido de EUA escapando de la persecución policial por posesión de drogas.[10] Burroughs vivía con Joan Vollmer, su esposa, la hija de ella y un hijo de ambos, en el número 212 de la calle de Orizaba, en la colonia Roma (un lugar que sería el refugio mexicano de Kerouac en varias de sus estancias). Allí escribió la primera de sus obras que alcanzaría gran fama, Junkie (o Yonqui, publicada en 1953), que junto con Almuerzo desnudo (Naked lunch, publicada en 1959) y otra veintena de libros colocarían a Burroughs como uno de los más reputados prosistas norteamericanos de su tiempo, miembro de la American Academy y del Institute of Arts and Letters. Sin embargo, también en ese departamento de la calle de Orizaba tuvo lugar una tragedia: en septiembre de 1951, Burroughs, su mujer y otros amigos habían estado de juerga; se dice que ella desafió a su esposo a que disparara sobre un vaso lleno de ginebra que ella se puso en la cabeza, instando a su esposo a emular la hazaña del mítico Guillermo Tell, que con su arco disparó a una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo. Irreflexivamente, Burroughs hizo fuego con su revólver, pero con la puntería alterada, lo único que logró fue matar a Joan (se le sujetó a proceso y se le condenó por homicidio, a pesar de los alegatos de que se había tratado de un disparo accidental al limpiar el arma; pero logró escaparse y regresar a Estados Unidos). ![]() Kerouac, Ginsberg, Peter Orlovsky y los hermanos Gregory y Lafcadio Corso paseando en 1956 por la Alameda en el centro de la Ciudad de México. Kerouac y Ginsberg realizaron varias visitas a México, en algunas de las cuales coincidieron. Jack Kerouac realizó varias otras visitas a México: en mayo-junio de 1952 (cuando escribió Doctor Sax: Faust Part Three) y al final de ese mismo año otra vez llegando con Cassady; en julio de 1955 (cuando empieza sus novelas Tristessa y Mexico City Blues); luego en septiembre de 1956 (empieza Desolation Angels); después en 1957; y quizás una última que hizo en el verano de 1961. En general, Kerouac se dirigía a México en la época de vacaciones entre mayo y julio, en parte para proveerse de marihuana y peyote, pero principalmente para aislarse y poder escribir sin mayores interrupciones. Aunque estuvo en varias partes, en realidad viajó poco por el interior del país y sus visitas se concentraron en la Ciudad de México. Allí tenía una base en el mismo edificio de la colonia Roma donde antes había vivido Burroughs, aunque Kerouac más bien rentaba un cuarto de azotea. Su novela Tristessa retrata lo que quizás haya sido una parte de su vida real en México: su relación con Esperanza Villanueva, una prostituta adicta a la heroína, con la que vive una extraña historia de amor muy lejana de lo romántico, pues ese amor –medio físico, medio espiritual– se desarrolla en el bajo mundo de la capital mexicana, donde los íntegros fellaheen rurales de En el camino se han transformado en unos más sórdidos y deseperanzados fellaheen urbanos. ![]() Jack Kerouac en 1963, cuando se hallaba en el pináculo de su fama, tras la publicación de varias de sus novelas. A partir de su publicación, en septiembre de 1957, En el camino se convirtió pronto en un best-seller. Jack Kerouac accedió así a la fama; poco a poco, varios de sus otros escritos se fueron publicando y, a pesar de que la crítica literaria se dividió en denostadores y alabadores, Kerouac terminó por ser considerado uno de los escritores estadounidenses más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Como una derivación de su fama, dio conferencias en universidades, escribió artículos y columnas para revistas y periódicos de circulación nacional y apareció en entrevistas en televisión. En 1961, él y Allen Ginsberg, el poeta beat más famoso, se reunieron con el científico Timothy Leary para experimentar con unas ingestas de LSD. En 1962 fue obligado legalmente a pagar una pensión para su hija Janet, a quien él nunca quiso reconocer como suya. Y poco después, abrumado por la fama y los compromisos que ésta aparejaba, regresó a vivir a Lowell, su pueblo natal, donde se casó con Stella Sampas, la hermana de su querido amigo que había muerto durante la guerra (con ellos vivía Mémer, que quedó paralítica después de un infarto cerebral en 1966). Sin embargo, ni la supuesta tranquilidad de Lowell, ni un viaje por Europa, ni los cuidados de Stella lograron hacer gran cosa para mejorar su salud, pues el 21 de octubre de 1969, el destino le cobró la factura de muchos años de alcoholismo desenfrenado en la forma de una hemorragia interna causada por complicación de su cirrosis hepática. ![]() Allen Ginsberg (izquierda) y Neal Cassady (derecha) en 1963. Tras la publicación de su poema Howl, Ginsberg se convirtió en uno de los poetas modernos más afamados en lengua inglesa. ▼ En el camino, ¿cuántos caminos hay que andar?
![]() La tercera y última esposa de Kerouac fue Stella Sampas, con la que se casó en 1966. Ella murió en 1990 a los 71 años de edad. Durante años mantuvo una disputa legal con la hija de Kerouac por las regalías de los derechos de autor. La historia de Jack Kerouac y su relación con México nos coloca en una perspectiva diferente a las de otros narradores que hemos abordado anteriormente en el marco de la serie “Palabras, libros, historias”. En este caso, los escritos que aquí abordamos no son formalmente memorias, crónicas ni relatos de viaje, tampoco se trata de una recopilación de artículos periodísticos ni de una descripción etnográfica (así sea una inteligentemente aderezada con la presencia actuante del propio etnógrafo). Lo que Kerouac escribió sobre México y los mexicanos se considera novela y aunque lo relatado por él también haya sido –como en los otros casos– producto de experiencias realmente vividas por el autor, el simple hecho de cambiar nombres, fechas, circunstancias, y sobre todo de privilegiar lo imaginado y lo pensado sobre lo acontecido, coloca a su obra en un impreciso terreno que fluctúa entre lo real y lo ficticio. Además, On the Road no es estrictamente una novela sobre México, pues apenas una de sus partes aborda el viaje que los principales personajes Sal Paradise (el alter ego de Kerouac) y Dean Moriarty (el alter ego de Cassady) hacen al país. Sin embargo, sus apuntes demuestran indudablemente una gran sensibilidad ante lo que el autor vio. Por ejemplo, al llegar a la capital mexicana: –¡Vaya! –gritó Dean–. ¡Mirad! –Lanzaba el coche a través del tráfico y jugaba con todo el mundo […] Se metió en una glorieta circular de la avenida Reforma y dio la vuelta mientras ocho calles nos echaban coches encima por todas direcciones […] Dean gritaba y saltaba de alegría […] –¡Esto sí que es tráfico! ¡Siempre había soñado con algo así! ¡Todo el mundo se mueve al mismo tiempo! […] La gente, incluso las señoras mayores, corrían detrás de los autobuses que nunca se detenían […] Comimos unas ricas chuletas por cuarenta y ocho centavos de dólar en una extraña cafetería mexicana con azulejos y varias generaciones de tocadores de marimba de pie junto a una marimba enorme […] También pasaban guitarristas cantando y había viejos tocando la trompeta en los rincones. Al pasar se olía el agrio hedor de las pulquerías; allí te daban un vaso de jugo de cacto por dos centavos. Nada se detenía. Las calles estaban vivas toda la noche. Los mendigos dormían envueltos en carteles de anuncios arrancados de las paredes […] todo México era un campamento de gitanos. ![]() Jack Kerouac en una foto de Allen Ginsberg. Y si bien para los mexicanos –o para otros– pueden ser objetables algunos de los retratos escritos por Kerouac, resulta incuestionable la influencia de este autor y de sus camaradas beat en la conformación de los movimientos juveniles (agrupados bajo el común denominador de “contracultura”) que a partir de los años sesenta del siglo pasado han moldeado nuevas actitudes y nuevos hábitos en todo el mundo. Una estrofa de la canción Blowind in the Wind (1963), del famoso poeta y músico norteamericano Bob Dylan y también un gran admirador de Kerouac, puede servir para finalizar este escrito: How many roads must a man walk down Before you can call him a man? ¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que le puedas llamar hombre? ♦ NOTAS
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