De números Y LETRAS

Claudia Hernández García[*]

Hablar nos parece lo más fácil y común del mundo, casi un proceso automático. Pero realmente es el gran logro de la evolución. Es la capacidad que nos hace distintos y especiales en el universo. Es la cualidad que nos ha permitido darnos cuenta del misterio de nuestra propia existencia. Hablar depende, básicamente, de nuestro cerebro y para lograr el lenguaje este órgano participa activamente en forma plena y total. Los elementos constitutivos del lenguaje son los conceptos, sin ellos no podríamos construir palabras y mucho menos frases. Por ejemplo, si yo le pido que piense en una taza de café, comenzará a recrear una serie de sensaciones asociadas a este concepto. Pensará seguramente –y en cosa de milisegundos– en el aroma, en el color, en lo caliente de esta bebida, en la taza o en las muchas tazas que conoce. Seguro vendrá a su memoria la marca de café que prefiere o también podría pensar en la forma de tomar la taza o en cómo se debe disponer los labios para tomarlo. Todas estas representaciones mentales son trabajadas por distintas zonas del cerebro, pero la reconstrucción total del concepto taza de café ocurre casi simultáneamente. Finalmente, cuando le ofrecen en el desayuno una tacita de esta bebida aromática, casi instantáneamente sabe de qué le están hablando y no necesita repasar conscientemente cada una de las categorías mentales que se agrupan bajo este concepto. Podríamos decir que el cerebro humano es un gran acumulador de conceptos que se activan ante el estímulo gatillo de la palabra o del objeto y nos permiten, mediante convenciones, comprendernos. ¡Imagínense lo que sería la vida si cada vez que le ofrecieran una taza de café tuvieran que hacerle toda la descripción que hice antes de eventos asociados a este concepto! La comunicación sería imposible (y [eso] que estamos hablando de algo muy concreto como una taza de café. ¿Cómo sería intentar comunicar sentimientos, actitudes o cualidades?).

TERE VALE


Tomado de Tere Vale (2010). De qué se ríen las hienas y otros misterios del cerebro. Ciudad de México: Editorial Planeta Mexicana, pp. 55-56.

Tere Vale es una psicóloga mexicana con especialidad en Neuropsicología. Es autora de varios libros, entre ellos, la obra de divulgación científica De sesos y médula y otras sorprendentes maravillas del cerebro humano (2012), así como Bullying y abuso infantil (2016).

c Actividad
Actividad

Las actividades propuestas en esta edición de la revista son adecuadas para estudiantes de cuarto de primaria en adelante. Como siempre, se sugiere que después de resolverlas haya un espacio para que los estudiantes compartan sus estrategias y soluciones con sus compañeros, y así practiquen sus habilidades comunicativas y argumentativas.

  1. Averiguar cuáles son el menor y el mayor número entre el 1 y el 100 en cuyos nombres no hay letras repetidas. Por ejemplo, el seis y el siete no podrían ser soluciones porque no cumplen la regla: en el primero se repite la letra s y en el segundo se repite la letra e.


  2. Encontrar todos los números, entre 1 y 100, que cumplen la regla de tener nombres sin letras repetidas, y explicar cómo lo descubrieron.


  3. Del 1 al 100, ¿cuál es el número cuyo nombre tiene menos letras y cuál es el de más letras? En este caso, no importa que las letras se repitan.

c Soluciones

Soluciones

  1. El menor número es el 1 y el mayor es el 100. La manera más rápida de llegar a esta solución es reconociendo que los nombres tanto del menor (uno) como del mayor (cien) de los números en este rango cumplen la regla.


  2. Los números que no repiten letras en sus nombres son: 1, 2, 3, 4, 10, 11, 12, 15, 80 y 100.

    La solución a este reto se puede encontrar verificando número por número, aunque también es recomendable identificar patrones que reduzcan el universo de posibilidades. Por ejemplo, al reconocer que ningún número que incluya al 6 cumple la regla, como tampoco la cumplen todos los que van del 60 al 69 porque en sesenta también se repite la letra s. Así es posible ir descartando bloques enteros de números a la vez.


  3. Los números de nombres más cortos son el uno y el dos.

    El número de nombre más largo es el cincuenta y cuatro. Sin tener que contar las letras de todos los nombres de los números, esto puede inferirse reconociendo que la mayoría de los nombres de los números se componen de tres palabras: la de la decena, una conjunción y la de la unidad. Para encontrar el nombre del número más largo, basta con ver que la decena con el nombre más largo es cincuenta y que la unidad con el nombre de más letras es el cuatro. Para que no haya lugar a dudas, basta verificar que ninguno de los nombres de los números que se escriben con una sola palabra tiene más de 16 letras.


Notas

* Técnica académica de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM.

c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Shutterstock

- Foto 1: Digitalización del libro De qué se ríen las hienas y otros misterios del cerebro de Tere Vale

CORREO del MAESTRO • núm. 281 • octubre 2019