Habitar EN EL EXTRAÑAMIENTO Gerardo Daniel Cirianni[*] ![]() En mi artículo anterior[1] he planteado que para la habitación de la lectura, la comodidad es fundamental. Ahora quiero hablar del extrañamiento e incluso de la incomodidad (una forma particular del extrañamiento) como posibilidad de habitación en el ejercicio del acto de lectura.
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c Habitar en el extrañamiento
Plantear la cuestión del extrañamiento como posibilidad de lectura luego de haber insistido con vehemencia en la íntima relación comodidadlectura parecería una contradicción nada menor. Por eso siento que es indispensable desarrollar algunas ideas y apoyarlas con ejemplos que evidencien que la habitación también es posible en la incomodidad. La relación comodidad-habitación en el acto de leer es indispensable en los primeros encuentros con la cultura escrita. Estos encuentros pueden ocurrir en la infancia, en particular en el principio de la etapa escolar, como le pasa a la mayoría de las personas, o en la vida adulta para aquellas cuya alfabetización inicial ocurre más tarde. El motivo es sencillo: para ingresar en el sentido de lo que se lee, cuando somos aprendices es importante la seguridad. Lo mismo nos ocurre cuando pensamos en la habitación de nuestra casa o al inicio de un vínculo amoroso: en el comienzo de toda habitación uno se mueve con cautela, necesita la convicción y apela a la alegría y el placer de la comodidad para permanecer. Este requisito de la comodidad para sentir que la lectura adquiere sentido intelectual y emocional en la experiencia lectora de los primeros lectores hace que la selección de materiales de lectura, la reflexión sobre la oportunidad de la práctica, los datos básicos sociales y culturales de los destinatarios y la preparación de la mediación entre texto y lector (cuando esto se juzgue necesario, pues no siempre es indispensable) adquieran gran relevancia. No obstante, a medida que avanzamos en las prácticas de lectura, que adquirimos nociones sobre modos distintos de acercamiento, que empezamos a reconocer la diversidad y la riqueza de los formatos textuales, y sobre todo a medida que leer empieza a percibirse como una acción que posee características comunes en todos los casos y diversidades infinitas según el diálogo que construimos con libros, autores y circunstancias de lectura, esto es, cuando empezamos a constituirnos en lectores autónomos, el extrañamiento no se vive como un escollo sino en muchas ocasiones como detonante de una acción que moviliza ideas, emociones. Una vez que hemos superado las etapas iniciales de apropiación del código escrito (lo que usualmente se traduce como decodificación fluida) y cuando ya hemos pasado un tiempo considerable en contacto con materiales de lectura, es posible empezar a pensar en encuentros con la incomodidad, con el extrañamiento como condimento que potencie la acción de leer. La forma tal vez más alta de la incomodidad generadora de lecturas como escritura interior es la que ocurre cuando sentimos que algo nos desestabiliza, cuando entendemos lo que pasa pero no alcanzamos a percibir con claridad qué nos pasa con lo que pasa. Claro que, para llegar a esa etapa, hay que transitar primero otras incomodidades, tal vez menos abstractas, menos vinculadas a incomodidades existenciales, pero extrañamientos e incomodidades al fin, desafíos, obstáculos que hay que resolver para alcanzar paulatinamente el sentido de lo que el texto nos indica. Esos obstáculos hacen que muchas personas expresen que no quieren leer, que no les gusta leer, que les aburre leer. Pero sin la ejercitación en la resolución de los obstáculos que pueden causar incomodidad no habrá crecimiento lector. Tal vez muchos digan que no les gusta leer porque no han descubierto qué es lo que les incomoda. Construiré una pequeña lista de extrañamientos muy concretos y los acompañaré de algunos ejemplos, para abordar al final de estas reflexiones la cuestión existencial, la madre de todas las lecturas de los lectores autónomos.
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c Incomodidades culturales
Yo lector reconozco, entiendo todo lo que ocurre en la historia, pero no hay nada en ella que me vincule, aunque sea en mínimos detalles, con los contenidos y la estética del libro que tengo ante mí. Piénsese, por ejemplo, en El libro de los Cerdos, de Anthony Browne, puesto a disposición de un niño o una niña rarámuri, o en A filmar canguros míos, de Ema Wolf, en manos de niños de una comunidad tzotzil de Chalchihuitán, Chiapas (en ambos casos, por supuesto, con la alfabetización inicial resuelta). Señalo estas dos obras como meros ejemplos, pero podría hacerlo con muchísimas otras, miles tal vez. Dos autores de cultura urbana de países diferentes (uno inglés y la otra argentina), grandes escritores, y el primero de ellos, enorme ilustrador de originalísima y refinada estética. Es posible que las palabras de estas historias se entiendan; es incluso posible registrar elementos anecdóticos de estos relatos y al mismo tiempo nada o casi nada de lo que se narra se pueda reconocer como experiencia personal; menos aún que movilice sentimientos. Nada resulta propio, nada se percibe cercano, los presupuestos básicos necesarios para el empalme obra-lector están ausentes. No se puede leer, aunque desde la descripción de los fenómenos se entienda lo que ocurre. La incomodidad ocurre por ausencia de registros, de referencias personales y comunitarias. Genera por lo tanto una incomodidad paralizante. Con el propósito de que esa incomodidad paralizante se transforme en una incomodidad que incite a la exploración de mundos conceptuales ajenos a los lectores, será preciso un trabajo de mediación intenso, de contextualización amplia e incluso de reconocimiento de que, a pesar de estos esfuerzos, el desinterés es una posibilidad legítima.
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c Incomodidades semánticas
Pienso en un grupo de adolescentes de los más diversos orígenes socioculturales de cualquier ciudad de habla hispana puestos en contacto con las primeras líneas del siguiente texto: La inmiscusión terrupta Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí nomás le flamenca la cara de un rotundo mofo. Pero la Tota no es inane y de vuelta le arremulga tal acario en pleno tripolio que se lo ladea hasta el copo. —¡Asquerosa!— brama la señora Fifa, tratando de sonsonarse el ayelmado tripolio que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga a la crimea y consigue marivorearle un suño a la Tota que se desporrona en diagonía y por un momento horadra el raire con sus abrocojantes bocinomias. Por segunda vez se le arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa contrae una plica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan tiempo al vocifugio, y en eso están arremulgándose de ida y de vuelta cuando se ve precivenir al doctor Feta que se inmoluye inclótumo entre las gladiofantas. Julio Cortázar Es indudable la perfección del texto en su estructura sintáctica. Sin embargo, la fuerte (y deliberada) desviación semántica produce desasosiego a quien no la espera ni encuentra humor ni sentido en un juego de esta naturaleza. Es posible que muchos abandonen su lectura sin siquiera haber entendido el diálogo-juego que propone. Incomodidad tensionante con escasas posibilidades de apropiaciones que encaminen hacia la transducción del texto en lectura. Sin un fuerte trabajo en el plano del ritmo y la entonación que respalde el sentido de lo que se narra, esto originará desinterés. Dicho trabajo es escaso o nulo en la mayoría de las aulas. Es imprescindible enriquecer el trabajo lector con lectura en voz alta que evidencie la importancia del ritmo y la entonación en el discurso para que estas incomodidades se transformen en descubrimientos fundamentales (el ritmo y la entonación pueden enriquecer, desviar o anular el sentido de lo que se lee) para la construcción de los lectores.
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c Inhibiciones por problemas axiológicos o prejuicios religiosos
Transcribiré las primeras líneas de Los sueños de José, una historia que forma parte de Cuentos de Polidoro, colección para leer en voz alta distribuida en las escuelas públicas de México hace ya varios años. Esta es la historia de José. Un muchacho que vivía en un país del Oriente y sabía interpretar los sueños: Por ejemplo: si el carpintero del pueblo iba y le decía: —José, anoche soñé que el dedo pulgar me crecía como una calabaza. José le respondía: —Ese sueño quiere decir que, en vez de martillar el clavo, te martillarás el dedo. En muchas escuelas no se podía leer este cuento (y otros escritos a partir de relatos bíblicos), pues muchos papás y mamás se acercaban a los maestros para decirles que no querían que les leyeran estos cuentos a sus hijos porque en ellos se mentía, ya que “la Biblia no cuenta así la historia”. Sin ninguna duda, estas personas no percibían la dimensión literaria de este relato, ignoraban que algunos datos del relato bíblico eran tomados como meras excusas para escribir un cuento. Esto generaba impedimentos absurdos pero tan reales como muchos acontecimientos culturales que complican o lisa y llanamente impiden acceder a la lectura sin temores ni riesgos. La incomodidad paralizante generada en la observación de dogmas es difícil de discutir y su análisis es tan complejo y posee tantas aristas que obliga a un gran esfuerzo para abordarlo con éxito. Es muy importante explicar y trabajar las diferencias entre textos de valor dogmático y textos de valor literario. Ambas cuestiones pueden confluir o no. Hacerlo evidente es lo único que puede transformar este escollo en algo que lo haga útil a la formación lectora.
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c Lenguaje literal, lenguaje metafórico e incomodidad
Transcribiré un fragmento de un versicuento de la escritora argentina Elsa Bornemann: Me gusta el río Tiro, tiro, al río ¿Qué pasa si no puedo captar la metáfora de “tirar los ojos al río”? Para el lector de estas líneas que ya ha incorporado con naturalidad el lenguaje metafórico es probable que la pregunta le llame mucho la atención o le parezca ociosa. Sin embargo, salir de la literalidad para incorporarse a lo metafórico requiere trabajo. Muchas personas rechazan la lectura de poesía porque les incomoda no comprender las metáforas. Es justamente esta incomodidad la que deberíamos aprovechar para dar a conocer la importancia del lenguaje metafórico a los nuevos lectores, para que descubran su magia, para que adviertan que es imposible hablar sin metáfora aunque la mayoría de las personas lo ignore.
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c Ironía e incomodidad
Leamos ahora un párrafo del texto Una modesta proposición, de Jonathan Swift: Me ha asegurado un americano muy entendido, conocido mío en Londres, La lectura de la ironía es complejísima para los lectores iniciales e incluso para los que se supone que ya tienen algún recorrido lector. Enfrentarse a un texto de esta naturaleza sin advertir su tono irónico incomoda a tal punto que el lector abandona el texto o repudia vehementemente a su autor. Sin embargo, el ensayo de Swift constituye uno de los escritos más maravillosos en repudio al abuso del poder, al maltrato a los más necesitados, al desprecio y el racismo hacia los humildes. Pero, claro, leer la ironía es lo que permite ingresar en ese sentido del texto, cuando el lector descubre la intensidad y la profundidad de la denuncia social desarrollada en un texto literario del siglo XVIII. Deberíamos ejercitar la lectura de la ironía desde los primeros estadios lectores. Tal vez Una modesta proposición debamos pensarla como el punto de llegada de un recorrido indispensable para que los claroscuros, las entrelíneas, se perciban, se disfruten, de veras cuenten. La incomodidad que genera la ironía, que es posible reconocer sólo a partir de ejercicios constantes, genera la mágica sensación del tránsito del dolor al placer o de la seriedad al sarcasmo, como pocas formas de lectura lo hacen posible. Podría seguir con una enumeración más amplia de incomodidades: incomodidades frente a una estructura sintáctica alterada (ver “Por escrito gallina una” de Julio Cortázar) o espaciotemporales (leer en voz alta cualquier fragmento de El Quijote) o por juegos sonorosemánticos (véase Alicia en el país de las maravillas para la apropiación del concepto del non sense tan característico del humor inglés); pero este artículo tiene que llegar a su fin en algún momento, así que cerraré con un breve texto amplia y falsamente atribuido a Pier Paolo Pasolini, pero que se debe a la pluma de una maestra, Rosaria Gasparro: Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones A esta antropología del vencedor prefiero de lejos la del que pierde. Es un ejercicio que me hace bien. Y me reconcilia con mi pequeña sacralidad. Rosaria Gasparro Si podemos leer esto sin advertencias ni explicaciones, sin aclaraciones ni preguntas orientadoras de la conversación, sólo con el deseo de contarnos y contarles a otros qué nos conmueve de este breve escrito, qué nos desestabiliza, qué nos impulsa a compartirlo con otros para seguir platicando acerca de él, habremos llegado sin duda a un punto en donde serán posibles todas las continuidades, todos los despegues en el planeta lectura. Ojalá que así sea. ♦ Notas * Maestro. Como promotor de la lectura y la escritura desde hace más de veinticinco años en varios países de América Latina, ha coordinado diplomados e impartido cursos y talleres dirigidos a la formación de maestros de educación básica y media superior, ha sido asesor de planes nacionales de lectura y autor de numerosos libros y artículos.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: Shutterstock - Foto 2: Shutterstock - Foto 3: Shutterstock - Foto 4: Shutterstock CORREO del MAESTRO • núm. 284 • enero 2020 |