En la librería: SUS PRIMEROS LIBROS III Gerardo de la Cruz[*] El Barco de Vapor de Ediciones SM es uno de los mayores referentes de la literatura infantil en Hispanoamérica. En sus distintas series se encuentran la mayoría de los autores contemporáneos que escriben, o han escrito, para niños. Y ahora, además, cuenta también con la aplicación Loran, un “amplificador de lectura”, que busca reforzar la comprensión lectora con desarrollos interactivos claramente identificados por grados. La serie Blanca, destinada a los primeros lectores, y la Azul, para mayores de siete años, ya no acoge álbumes ilustrados, sino textos de fácil lectura profusamente ilustrados, de letra grande, con historias que siempre tienen un fondo didáctico o pedagógico, sobre el cual se informa en la contraportada, indicando qué valores, habilidades y temáticas desarrolla cada título.
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c Ratón–que–vuela, aceptar las diferencias
Murciel Lago es algo así como un ratón que vuela. Nuestro pequeño amigo fue arrancado de la oscuridad de su cueva por un ventarrón y fue a caer, en pleno día, en las ramas de un árbol, en medio de una asamblea de pájaros, roedores y liebres que no saben qué hacer con él, si expulsarlo o darle la bienvenida, ya que nunca han visto a un murciélago, y menos a uno con lentes de aviador. Por fortuna, tras una larga pero concisa discusión en que examinan coincidencias y diferencias, Pepe Conejo, Zoila Rata, Paca Urraca, Gabriel Gavilán y otros animales con simpáticos nombres se inclinan por aceptar a Murciel y amigos que le acompañen. Ratón–que–vuela (2004) pone en contacto a los primeros lectores con un autor mayor de nuestra literatura: Eraclio Zepeda (Chiapas, 1937–2015). Como todas las fábulas, la historia está al servicio de la moraleja, que tiene como objetivo combatir la discriminación. Las chispeantes ilustraciones de Juan Gedovius (Ciudad de México, 1974) y la disposición dinámica del texto refuerzan la agilidad y ligereza de la lectura.
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c El primer día, el miedo reducido a nada
¿Cuántas leyendas terroríficas conoces sobre el primer día de clases? Joaquín, sin mala intención, se ha encargado de llenarle la cabeza de humo a su hermano sobre este gran día en la Escuela Niños Héroes. Algo tan importante no puede tomarse a juego. Se dice, por ejemplo, que un niño no pudo cruzar la puerta de la escuela y ahora, aunque tiene nueve años, parece como de ochenta porque se la pasa mirando la pared de su cuarto. Y Mildred vomitó una y otra vez. Pero si uno supera el miedo, puede tener un gran primer día de clases. Destinado a los lectores que transitan del preescolar a la primaria, en El primer día (2018) Antonio Malpica (Ciudad de México, 1967) y Jorge González (Buenos Aires, 1970) se han esmerado por ofrecer un álbum ilustrado que tiene pinta de novela gráfica, convirtiendo este drama tan común en los niños en una pequeña aventura que pone en evidencia lo absurdo que, bien mirados, pueden ser algunos temores.
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c El pie que no quería bañarse, el realismo mágico de los argumentos infantiles
Los cuerpos de Emilio y Valeria, primos de Pedro, son algo caprichosos: les gusta nadar, pero no les gusta bañarse: “no somos nosotros –argumentan–, sino nuestros cuerpos los que deciden”. No se sabe a ciencia cierto cómo ocurrió, pero un día después de que sus primos visitaran a Pedro, su pie derecho se rebeló y, por más intentos que hizo por limpiarlo, no logró siquiera acercarle la esponja por más de una semana. Extrañamente, esa misma tarde el apestoso pie comenzó a dar señales de ser una estrella del futbol… ¿tendría relación su extraordinaria habilidad para el deporte con este incidente? Quién sabe, pero ¡qué suerte tienen los que no se bañan! El pie que no quería bañarse de Julieta García (Ciudad de México, 1970), con ilustraciones de Luis San Vicente (Ciudad de México, 1970), forma parte de la Serie Azul del Barco de Vapor, lo cual implica que es para niños de segundo o tercero de primaria, que dominan la lectura. No se trata ya de un álbum ilustrado, sino de varias páginas de texto donde la ilustración se convierte en un accesorio para aligerar la lectura, y en este punto es muy importante no hacer concesiones respecto a la calidad literaria. El trabajo de Julieta cumple cabalmente con este requisito, está cuidosamente desarrollado, con un vocabulario amplio pero sencillo, donde la anécdota juega con la lógica infantil, llevando al límite un dicho popular, lo cual da por resultado una historia fantástica y divertida que, desde el título, engancha al lector.
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c Olivia, el bosque y las estrellas, trascender la muerte
Olivia vive en un pueblo campesino cuyo bosque ha sido tomado por hombres malos que se dedican a la tala clandestina e indiscriminada de árboles. Una mañana común y corriente, su padre salió con Horacio, su perro, a trabajar el campo; ella se fue a la escuela, regresó a la casa y se sentó a esperarlo para ir por el pan para la cena, como siempre. Pero sólo volvió Horacio; de su papá, ni luces. Olivia no pudo darle ni un beso ni un abrazo de despedida y desde entonces se pregunta ¿a dónde va la gente cuándo desaparece? Mientras indaga la respuesta, Olivia se da cuenta de que no sólo ha perdido a su padre, sino el bosque, la tranquilidad, su vida como era antes; sin embargo, ni ella ni el pueblo están dispuestos a quedarse cruzados de brazos y se preparan y solidarizan para enfrentarse a los malos y recuperar lo que es suyo. En una diferente perspectiva, la realidad de los niños puede ser tan agria y devastadora como la de los adultos; la literatura ayuda a entenderla, a transformarla en algo accesible y amable, o por lo menos habitable. Nuria Santiago (Ciudad de México, 1982) es maestra de primaria y cuenta que, acostumbrada a contarle historias a sus alumnos, gestó un texto arriesgado, pero necesario, para los pequeños, que no están aislados en una burbuja de cristal. En Olivia, el bosque y las estrellas (Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor, 2015), Nuria intentó explicar, para ella misma pero también para sus alumnos, el estado de violencia que aún atraviesa México. Aunque es la propia Olivia la que narra todo lo que sucedió a partir de la desaparición violenta de su padre tiempo atrás, esta Olivia sigue siendo una niña. La novela –que cuenta con unas cuantas ilustraciones de Ángel Campos (Ciudad de México, 1969), muy en el tono de los libros de texto de los ochenta–, finaliza con un epílogo que da respuesta a una pregunta que nadie quisiera hacerse: “¿Y si yo desapareciera?”.♦ Notas * Escritor.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: amazon.com - Foto 1 a 4: amazon.com CORREO del MAESTRO • núm. 308 • Enero 2022 |