La primera carta de
la República Mexicana

UN PROYECTO,
UN RETO, UN SABER ESCOLAR

María Esther Aguirre Lora[*]

El propósito de este artículo es aproximarme a algunos hitos en la configuración de la geografía escolar, a través de los libros de texto y, específicamente, de las aportaciones del geógrafo mexicano Antonio García Cubas (Ciudad de México, 1832-1932) en el ámbito de la construcción de la nación mexicana y su proyección al terreno de la escuela primaria.

Vicisitudes

Inicio con una anécdota que resulta muy significativa en cuanto al momento –mediados del siglo XIX– y las tareas pendientes del país. Se trataba de proyectar el primer mapa de la República Mexicana, que respondiera a su nueva condición y organización como país independiente, es decir, dar cuenta de la nueva organización político territorial a partir de un principio de descentralización del trabajo topográfico, lo cual implicaría reunir una gran diversidad de mapas y planos particulares hechos por muchas personas con muy distintos criterios. El trabajo era sumamente laborioso y complejo y constituía uno de los más caros anhelos desde 1822, al que sólo pudo dársele curso en 1839, bajo la coordinación de Juan Orbegoso, y, con la participación de varios cartógrafos entre los que se encontraba Pedro García Conde, se pudo concluir hasta 1850.[1] Sin embargo, por sus dimensiones monumentales quedó colgada en las paredes de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, sin circular entre sectores más amplios, pues no se encontraron las condiciones favorables para que un buen grabador, en Estados Unidos o en Europa, la imprimiera, a escala menor, para su difusión. Finalmente, la tarea la asumió el ministro de Fomento, don Joaquín Velázquez de León. Para entonces, García Cubas era un joven que por las mañanas trabajaba en Fomento como dibujante topógrafo y por las tardes estudiaba dibujo cartográfico en la Academia de San Carlos; fue él quien tuvo la audacia y paciencia de reproducir la carta a una escala menor, y logró la proeza.[2]

El ministro, complacido, lo llevó con el presidente Antonio López de Santa Anna, para mostrarle directamente su trabajo:


El omnipotente personaje examinó con detenimiento la carta que se le presentó, y al observar en ella la grande extensión del territorio que tan injustamente nos arrebataron nuestros vecinos, dijo no sé qué palabras llenas de amargura, lo que no dejó de causarme grande extrañeza pues advertía que antes de la presentación de aquella carta no se tenía la menor idea acerca de la importancia del territorio perdido….[3]


En su acre comentario subyacía un motivo más de enojo: la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo se hizo con base en un plano del Departamento de Estado de Nueva York, una de tantas versiones del realizado en 1819, cuyas inexactitudes implicaron, además de la pérdida de Texas, la de otras 851592 millas cuadradas. [4]


Antonio García Cubas


La Carta se expuso en la Academia de San Carlos durante todo el año y fue muy elogiada por el periódico El Siglo XIX. Otros criticaron su falta de originalidad y los errores de precisión en un trabajo de esta naturaleza. Pero el nombre completo de esta carta da cuenta, por sí mismo, del arduo trabajo de estudio, compilación y cotejo de los planos existentes que tuvo que hacer el joven dibujante topógrafo para llevarla a cabo: Atlas geográfico e histórico de la República Mexicana, formado con permiso del Ministerio de Fomento, en vista de las cartas más exactas de los Estados y de los trabajos de los Sres. Moral, Humboldt, García Conde, Terán, Rincón, Narváez, Camargo, Lejarza, Orbegoso, Iberri, Harcot, Mora y Villamil, Robles, Clavijero, Prescott, Alamán, etc. etc., de los datos oficiales y carta general levantada por la Comisión de la Sociedad de Geografía y Estadística militar, que obran en dicho Ministerio y en la dirección general de ingenieros, y de otras noticias curiosas e importantes que se han podido reunir (1856).

Si bien sabemos que la litografía se introdujo en México en torno a 1826 con Claudio Linati, en una vasta línea de publicaciones −donde se abordan temas tales como el costumbrismo, los héroes, los paisajes−, la primera vez que ésta se aplicó a la cartografía fue, precisamente, en este mapa; con anterioridad los mapas se hacían en planchas de cobre, en blanco y negro, con plumilla y tinta, que poco a poco irían integrando el color.


En 1856, a los 24 años de edad, García Cubas dirigió y publicó una obra constituida por 29 mapas estatales y dos cartas generales a distintas escalas, el Atlas geográfico e histórico de la República Mexicana…



García Cubas era un estudiante reconocido en la Academia de San Carlos; discípulo de Luis Campa, adquirió gran destreza en el grabado geográfico en lámina, por el que llegaría a obtener un premio;[5] manejaba, además, el aguafuerte. Pero en este trabajo colaboraron cuatro litógrafos: H. Iriarte, Muñozguren, Salazar y Decaen. La primera lámina de la carta general incluye unos paisajes característicos elaborados por José María Muñozguren (primero en aplicar color a mapas). De hecho, el dibujo paisajístico era una de las tradiciones en boga, ampliamente desarrollada en San Carlos e introducida por el italiano Eugenio Landesio, maestro de José María Velasco,[6] amigo y compañero de estudios de García Cubas. En este sentido, fueron famosas sus excursiones a las grutas de Cacahuamilpa y el ascenso al cráter del Popocatépetl, litografiados por Velasco y por el propio Landesio.[7] Fueron experiencias y soluciones de las que García Cubas abrevó.

Proyección

Este fue el punto de partida de sucesivas cartas de la República que García Cubas continuó mejorando y enriqueciendo, con información más precisa y actualizada −procedente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), del Ministerio de Fomento y de los gobiernos de los estados−, y perfeccionando los dibujos y los recursos litográficos empleados, en los que colaborarían José María Velasco y Casimiro Castro (Ciudad de México, 1826-1889, dibujante, pintor y litógrafo, que tomó lecciones con el italiano Pietro Gualdi, México y sus alrededores, editado por entregas entre 1855 y 1856 en la Ciudad de México por el establecimiento Litográfico de Decaen, su suegro), entre otros. La culminación de esta línea de producciones sería el Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos (1885),[8] integrado por trece cartas geográficas que abarcaban los distintos aspectos del país, incluidas sus características naturales, población, producción, instituciones y arqueología, y que causó la admiración de muchos en la Exposición Internacional de París (1889).

Otra línea de obras de García Cubas, complementarias a la cartografía, se pueden inscribir en la perspectiva de la geografía política, social e histórica, y quedan ejemplificadas con la Memoria para servir a la Carta General de la República Mexicana (1861),[9] en la que presenta información relativa a población, instituciones, costumbres, instrucción, etcétera. Algunos de los conceptos vertidos ahí, como los relacionados con la clasificación y estado de desarrollo de las razas, influidos por el evolucionismo racial y el eurocentrismo −pensamiento característico de los hombres del siglo XIX−, se mantendrán a lo largo de ellas. Por ejemplo, algunos de los atributos que plantea para cada raza, son los siguientes:


Los individuos del primer grupo [raza europea y española americana] y una fracción del tercero [raza mezclada], que a él se ha asimilado, constituyen en el país la parte principal de sus habitantes, cuya civilización se halla en todo conforme con la europea. Su idioma, por nacionalidad, es el castellano, y por educación, el francés, inglés, alemán e italiano […] En esta clase de sociedad reside, en general, el ejercicio de las profesiones y el vital elemento del capital, y por consiguiente el más firme apoyo de la agricultura, de la minería, de la industria y el comercio. La raza mezclada ocupa, en general, los grandes centros de la población, en donde ejerce las artes mecánicas y toda clase de oficios, hallándose, además, diseminada en todo el país, empleándose en los trabajos de la agricultura, de la minería, de la industria fabril y manufacturera […] Su idioma es el castellano, mezclado con provincialismos, y de algunas voces nuevas que reconocen su origen en los idiomas indígenas […] El indio, en general, es aficionado a las bebidas fermentadas pero es valiente, denodado y sufrido, demostrando estas cualidades, ya como diestro cazador en los breñales de las Sierras, ya como intrépido soldado librando un combate después de una marcha penosa de veinte o más leguas; es fuerte por naturaleza y sólo así se comprende cómo muchos individuos alcanzan una edad muy avanzada, a pesar de su escasa y frugal alimentación, de sus costumbres opuestas a la higiene y de sus habitaciones estrechas y húmedas, en las cuales se albergan familias crecidas.[10]




Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos de Antonio García Cubas, integrado por trece cartas geográficas


En este género de publicaciones, con la colaboración de Casimiro Castro, García Cubas preparó el texto para el Álbum del Ferrocarril Mexicano (1874), ícono del gobierno de Díaz, para conmemorar el primer aniversario de la inauguración de la línea ferroviaria que unía a Ciudad de México con el Puerto de Veracruz. En esta maravillosa obra, Casimiro Castro es el cromolitógrafo, en tanto que el autor de los textos es García Cubas.

Ahora bien, un rasgo que destaca a lo largo de la obra de don Antonio García Cubas es su compromiso con la patria. Forma parte de aquellas generaciones empeñadas en modificar las imágenes negativas que pesaban sobre México, fruto de la mala fe, de la ignorancia y del desconocimiento del país. Su propósito, constantemente reiterado, es hablar de la belleza natural y la prodigalidad de sus regiones, así como de sus posibilidades de desarrollo y aun de los atractivos de su explotación, muy acorde con la política del régimen de Porfirio Díaz.

Preocupación por la enseñanza

Al reconocimiento que García Cubas obtuvo con la publicación de la Primera carta le siguió el ofrecimiento de dar clases de dibujo cartográfico en la Academia de San Carlos, ofrecimiento que rehusó por considerar que no tenía los conocimientos requeridos para ello; algunos años después, ya concluidos sus estudios como ingeniero geógrafo (ca. 1865), se hizo cargo de la enseñanza de esta materia.[11] Es por esos años cuando, preocupado por la carencia de libros de texto, de autores nacionales, adaptados a las necesidades de los alumnos, comienza a explorar este género, precisamente con un curso de dibujo cartográfico,[12] en el que vierte su experiencia mediante minuciosas indicaciones que da a los jóvenes para copiar planos, copiar cartas geográficas, hacer acotaciones y escalas, sin descuidar la exactitud de la información y la belleza de la carta geográfica por sí misma.[13]

Su actividad como docente se diversificó; en particular se dirigió a la segunda enseñanza en el Conservatorio de Música −con el que estaba especialmente identificado a través de su pertenencia a la Sociedad Filarmónica, de la que surgiera la institución–, en la Escuela Superior de Comercio y Administración, en la Secundaria de Niñas –que después se transformaría en la Normal para Profesoras– donde trabajó durante 28 años. De estas experiencias, y de su conocimiento de la geografía y la estadística, proceden sus sucesivos manuales escolares, que, permaneciendo durante décadas en el mercado, marcaron una época en la enseñanza de la geografía, época en que los geógrafos empezaron a preocuparse por hacer libros escolares.

Entre los libros destinados a la enseñanza de la geografía que hiciera García Cubas, he seleccionado algunos destinados a la escuela primaria, que son los que incluyen el mayor número de imágenes. Éstos son:

  1. Compendio de geografía universal para uso de los establecimientos de instrucción primaria, México, Imprenta de F. Díaz de León y S. White, 1870.

    Este libro, entre 1879 y 1912 registra doce ediciones, cada una de ellas anunciada como corregida y aumentada y, en efecto, lo fueron. Al cambio de organización en la presentación de los contenidos, de los cuestionarios y problemas planteados a los alumnos, se agrega la cantidad de ilustraciones que va incluyendo cada una de ellas y que dan cuenta del avance de los recursos litográficos y de impresión, en este caso específico, en la Ciudad de México.

    De acuerdo con las prácticas de la época, y la concepción de geografía que se enseñaba, la obra introduce las nociones de geometría, tales como línea, latitud, longitud, círculo, cuadrado y otras figuras geométricas, debidamente definidas, que se acompañan con su ilustración, como antecedente indispensable para incursionar en el estudio de la geografía, cuestión que después sería duramente criticada por los pedagogos modernos.

    En el estudio de la geografía física de México, como era habitual en otros textos suyos, expresa comentarios elogiosos respecto al país:


    El territorio de la República Mexicana es muy montañoso; las extensas cordilleras de la Sierra Madre y sus numerosos ramales forman hermosísimos valles y cañadas y elevan gradualmente vastas planicies que se conocen con el nombre de mesas […]. Los hermosos valles y cañadas, así como las llanuras, son en general fértiles; las cordilleras están cubiertas de bosques frondosos y de selvas vírgenes que contienen preciosas maderas de construcción, plantas medicinales y exquisitas frutas […] (1870, 1ª edición, pp. 55-56).


    Llama la atención que, en esta primera edición, si bien atlas y mapas son definidos para su enseñanza, no se incluyen como ilustraciones.

    En sucesivas ediciones, la misma obra sí integra mapas y láminas en colores, que se refieren fundamentalmente a cartografía y a geografía astronómica, dando cuenta de la posición de los planetas, paralelos y meridianos, los movimientos de rotación y traslación de la tierra. Asimismo, integra pequeñas litografías que ilustran distintos aspectos de la geografía política: paisajes de las ciudades más conocidas, escudos de cada país, alegorías de las regiones desconocidas. García Cubas se muestra convencido del papel de la geografía en la enseñanza primaria, como antídoto contra la aridez de la lectura, la escritura, la aritmética:


    La lozana imaginación de un niño que con interés fija su atención en un plano geográfico, le persuade de que todas aquellas líneas que constituyen el dibujo y de que aquellos signos convencionales, son en realidad los accidentes de la tierra y los innumerables lugares que la pueblan. Viaja de uno a otro punto; ve y observa, en fuerza de su vigoroso espíritu, las poblaciones y los soberbios monumentos que su libro le describe; traspone las fronteras de los países; recorre la inmensidad de los mares para trasladarse del antiguo al nuevo hemisferio; ve la impetuosa corriente de los ríos y la tranquilidad de los lagos, y se detiene, por último, en todos aquellos lugares cuyos nombres geográficos le son más simpáticos. Sucédense los románticos bordes del Rhin y los romanos y arabescos monumentos que se hallan esparcidos en la poética Iberia; goza con la bella nomenclatura geográfica de la Italia, de la Suiza, de la Francia y de la Alemania, y se afana por retener en la memoria los difíciles nombres de la Rusia… (1881, 6ª edición, p. 185).


  2. Atlas metódico para la enseñanza de la geografía de la República Mexicana, México, Impresores Sandoval y Vázquez, 1874.

    Movido por la intención de facilitar la enseñanza de la geografía nacional, organiza el contenido en dos secciones: la primera, dirigida a la enseñanza primaria; la segunda, a la enseñanza secundaria, y plantea una ulterior distinción, en orden de dificultad, entre los mapas mudos y los escritos, dirigiendo a los estudiantes de primaria dos mapas mudos de la República Mexicana que dan cuenta, de manera sintética, de su división política, aspecto orográfico e hidrográfico, principalmente. Se trata de mapas en blanco y negro, a bajo costo para su divulgación, de acuerdo con los recursos de esos años. Las preguntas descriptivas, incluidas al final del Atlas, también se organizan en dos secciones.


  3. Geografía e historia del Distrito Federal, México, Vda. de Murguía, 1892.

    El texto, claramente dividido en dos partes, con diferentes propósitos, señalaba la geografía, para la escuela primaria, en tanto que la historia serviría solamente como libro de lectura. Heredero de los manuales de forasteros, incluye dos cartas geográficas y algunas litografías que pudieran atraer y orientar a los visitantes. Este manual se inscribe en la política de apoyar el estudio de la geografía local.

Algunos de los libros destinados a la enseñanza de la geografía para escuela primaria de Antonio García Cubas

A modo de cierre

Los manuales escolares destinados a la enseñanza de la geografía ponen de manifiesto, hacia la segunda mitad del siglo XIX, un momento de particular importancia en el despliegue editorial mexicano, en el que se da una conjunción entre autores, dibujantes, litógrafos e impresiones. La obra de Antonio García Cubas en el ámbito de la geografía y la estadística, así como en la docencia, es uno de los indicadores de ello. Es notoria, sin embargo, la distancia que media entre los recursos de impresión destinados a las tareas del propio gobierno en este campo y las orientadas a la escuela popular.

¿Qué subyace en todo esto? En medio de las convergencias y divergencias, de los protagonismos y antagonismos, entre eruditos ilustrados abocados a distintas ocupaciones, comunidades emergentes de geógrafos y legitimación de los pedagogos en las tareas públicas, que se despliegan en el conflictivo, prometedor y rico horizonte del siglo XIX, los manuales escolares para la enseñanza de la geografía en la escuela primaria resultan ser indicios de un problema nodal: la configuración de un campo disciplinar, susceptible de analizarse desde distintas aristas, bosquejadas en el curso de este texto: su inserción en los contenidos de estudio, su establecimiento en la legislación educativa, su emergencia en la cultura escolar, su vinculación con las tradiciones del conocimiento geográfico de la época, en fin, su sentido en relación con las necesidades de México como nación moderna y con la formación de los ciudadanos requeridos por ese proyecto.

NOTAS

* Investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM.

  1. Manuel Orozco y Berra, Apuntes para la historia de la geografía en México, 1881, p. 423.
  2. Manuel Orozco y Berra, Apuntes para la historia de la geografía en México, p. 453 y ss.
  3. Antonio García y Cubas, El libro de mis recuerdos, México, Editorial Porrúa (Biblioteca Porrúa 85), 1986 [edición facsimilar de la primera edición, efectuada en 1905], p. 452.
  4. Óscar Castañeda Batres, “Liminar”, a Antonio García Cubas, Atlas geográfico, estadístico e histórico de la República Mexicana, México, Imprenta de José Mariano Fernández de Lara, 1858 [edición de Miguel Ángel Porrúa, 1988], p. 15.
  5. [Listas de premios otorgados durante los años 1859 y 1860, donde se menciona a AGC por una lámina con los signos geográficos que se usan en las cartas]. Archivo de la antigua Academia de San Carlos, gaveta 33, f. 6273.
  6. Eugenio Landesio (Altessano, 1810 - París, 1879) llegó a México en 1855 contratado por la Academia de San Carlos como maestro de pintura de paisajes; en 1877 regresó a Europa.
  7. Véase, Xavier Moyssén, “Eugenio Landesio. Teórico y crítico de arte”, en Anales, núm. 32, México, IIE-UNAM, 1963, pp. 69-91.
  8. Antonio García y Cubas, Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos. Divisiones Política, Etnográfica y Eclesiástica; Vías de Comunicación, Instrucción Pública, Orografía, Hidrografía, Agricultura, Minería, Topografía del Valle de México y de las Cercanías de la Capital; Arqueología e Historia. Obra adornada con los retratos de los Descubridores, Conquistadores, Misioneros y Gobernantes de México, Héroes de la Independencia y Personas prominentes, así como con dibujos cromolitográficos de los principales tipos de las familias etnográficas y vistas de los lugares más pintorescos del país, templos, palacios, edificios, monumentos públicos y objetos arqueológicos, como son armas y divisas de los antiguos mexicanos, instrumentos, músicos, utensilios, divinidades y ruinas célebres, México, Debray Sucesores, 1885.
  9. México, Imprenta de Andrade y Escalante, 1961. En el caso del Atlas pintoresco, la obra complementaria fue Antonio García Cubas, Cuadro geográfico, estadístico, descriptivo e histórico de los Estados Unidos Mexicanos. Obra que sirve de texto al Atlas pintoresco, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1885.
  10. Véase Antonio García Cubas, Cuadro geográfico, estadístico, descriptivo…, pp. 18-21.
  11. “Disposición para que AGC instruya a algunos alumnos en el arte de restirar y barnizar toda clase de dibujos. Enero de 1865”. Archivo de la antigua Academia de San Carlos, gaveta 39, f. 6534.
  12. Antonio García y Cubas, Curso de dibujo topográfico y geográfico, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, a cargo de José Ma. Sandoval, 1868.
  13. Publicidad, apud Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística de la República Mexicana, segunda época, tomo I, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, 1869.