![]() Rodolfo Menéndez de la Peña:
UN PEDAGOGO MARTIANO EN YUCATÁN Cristobal León Campós[*] ![]() La relación entre Cuba y Yucatán tiene un largo historial manifestado en los diferentes ámbitos de la vida cultural, e incrementado en coyunturas específicas, como la Guerra de los Diez Años (1868-1878), que acrecentó el flujo migratorio de Cuba a las regiones continentales americanas, particularmente a Yucatán, en donde un importante grupo de profesores y artistas cubanos encontrarían el lugar idóneo para desarrollar sus actividades. En este marco, las siguientes líneas exponen un acercamiento a la relación entre el profesor Rodolfo Menéndez de la Peña y el prócer cubano José Martí, en la que se expresa una parte trascendental del ideario de los inmigrantes cubanos radicados en Yucatán en el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Rodolfo Menéndez de la Peña: un pedagogo martiano en Yucatán
la influencia de José Martí en la educación latinoamericana es un tema que ha cobrado suma importancia. Estudios recientes muestran la trascendencia de sus ideas y sus preceptos sobre la educación, principalmente a través de La Edad de Oro, revista que editó dirigida a los niños de Nuestra América. [1] En Yucatán, esta influencia se reflejó entre los patriotas cubanos exiliados, quienes comenzaron a llegar desde el inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), principalmente entre aquellos pedagogos que encontraron en el Mayab, el terreno fecundo donde cultivar su praxis educativa. Entre estos migrantes, sobresale Rodolfo Menéndez de la Peña que, con el paso de los años, llegaría a ser una figura central de la educación en Yucatán.[2] Eduardo Urzaiz Rodríguez, en su libro La emigración cubana en Yucatán, formula una importante caracterización de la llamada “primera emigración cubana” a Yucatán, que se inició con la Guerra de los Diez Años, y se compuso de patriotas destacados en los ámbitos comercial y cultural de la isla. Emigración que llegó al puerto de Sisal a mediados de 1869, y de la cual, una parte se asentó en la ciudad de Mérida y otra continuó su rumbo a los estados de Campeche y Veracruz (Urzaiz, 1949). La lucha por la Independencia de Cuba enfrentó durante treinta años la difícil situación de tener que combatir contra un régimen colonial compuesto por dos metrópolis: España, que dominaba en el aspecto político-jurídico, y los Estados Unidos, que lo hacía en el plano económico a través del mercado del azúcar. El peso de esa excepcional circunstancia se hizo sentir a lo largo de toda la lucha anticolonial, en la que se destacan dos grandes jornadas; la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878) y la Guerra del 95 (1895-1898), separadas por un interregno de diecisiete años jalonado por episodios como la Guerra Chiquita y el Plan Gómez-Maceo (Urzaiz, 2000: 19-20). Carlos Bojórquez Urzaiz sostiene que la gesta cubana revelará, además, otra circunstancia histórica poco frecuente en el desarrollo de las independencias latinoamericanas: el papel protagónico de la emigración en el proceso de liberación nacional. En otros movimientos de independencia americana los casos de destierros y representaciones de los insurgentes en el exilio estuvieron presentes, pero las acciones y funciones de estos patriotas en el exterior parecen haber operado de modo incidental o a través de figuras prominentes. Durante la Independencia de Cuba la emigración fue la base social de la revolución en el exterior, puesto que muchísimos cubanos, separados de los escenarios de la guerra por presiones del gobierno español, se vieron compulsados a cambiar la acción armada por el auxilio que ofrecieron a la revolución desde el extranjero, tanto en el orden material como en el ideológico (Urzaiz, 2000: 20-21). ![]() Es de suma importancia el papel que jugaron los cubanos exiliados en Yucatán a favor de la independencia de su patria, dada la cercanía geográfica de la isla con la península. Entre las figuras cubanas que se destacan de la primera emigración, merecen una especial mención quienes se dedicaban a los ámbitos intelectual, cultural y magisterial. Así, la llegada de los profesores Idelfonso Estrada y Zenea, Antonio Menéndez de la Peña y su esposa Ángela González de Menéndez, Rodolfo Menéndez de la Peña, Toribio Valdez Rodríguez, Félix Ramos y Duarte y Ramos Gazque, entre otros, contribuyó a enriquecer el panorama de la entidad, que a los pocos años de recibirlos, comenzó a observar y sentir su influencia y sus prominentes aportaciones, muchas de las cuales, aún hoy, son valoradas por familiares y pobladores de Yucatán a través de sus obras o de la oralidad. Los cubanos vinculados a las labores educativas, intelectuales, científicas y artísticas consiguieron trabajo como docentes, tanto en el Instituto Literario de Yucatán, inaugurado en 1867 por el gobernador Manuel Cepeda Peraza, como en escuelas privadas, colegios y academias fundados por los propios emigrados. En el caso de Rodolfo Menéndez, tras una breve estancia en Yucatán, regresa a Cuba para continuar participando en las acciones por la independencia de su patria, lo que hace cerca de José Martí, con quien establece un vínculo que habría de perdurar a lo largo de los años por medio de una intensa relación epistolar (Bojórquez, 2008). Al regresar a Yucatán, el 14 de febrero de 1873, se instala en la ciudad de Valladolid, donde ya vivía su hermano Antonio y su cuñada Ángela; ahí se compromete en una actividad educativa de gran aliento y de enorme impacto en la sociedad yucateca. Por el renombre que adquirió gracias a su labor vallisoletana, es llamado por otras poblaciones de Yucatán para colaborar en los proyectos pedagógicos locales; y así, radica sucesivamente en el puerto de Progreso, en Izamal y, finalmente, en Mérida (Menéndez de la Peña, 2008). El 15 de enero de 1882, durante el gobierno de Manuel Romero Ancona, abrió sus puertas la Escuela Normal de Profesores bajo la dirección del profesor Manuel Sales Cepeda,[3] con 16 alumnos, que conformaron la primera generación. Cuatro años después, en agosto de 1886, fue nombrado Rodolfo Menéndez de la Peña, secretario y prefecto; hasta entonces se había desempeñado como visitador general de las escuelas del estado e inspector de las del municipio de Mérida. En ese tiempo, impartía también las cátedras de Gramática Castellana, Lengua Francesa y Pedagogía en la Escuela Normal. A decir de Eduardo Urzaiz, “en estos cargos se desempeñó con verdadera eficacia y con entusiasmo notable, D. Rodolfo Menéndez realizó una labor benemérita propagando y haciendo practicar los más modernos métodos y procedimientos pedagógicos” (1949: 48). En 1900, fue nombrado director de la Normal, cargo que desempeñó hasta enero de 1911. Rodolfo Menéndez editó durante veinte años la revista La Escuela Primaria (1886-1907), órgano de profundo contenido pedagógico y humanístico destinado a abordar los más diversos problemas y aspectos de la educación. Desde el periodismo, se ocupó de aspectos tales como la filosofía, la biología, la pedagogía, la sociología y la historia, en sus invariables y estrechos vínculos con el quehacer educativo. En su primer editorial, Menéndez de la Peña expone los objetivos de la revista y su postura sobre el rumbo que debería tomar la educación para contribuir al progreso de la sociedad. A continuación, citamos una parte de ese editorial: ![]() Esta publicación comenzó con una periodicidad quincenal y terminó siendo mensual. Su amplia circulación evidencia las bases de un plan cultural y educativo cuyo propósito principal era procurar la participación intelectual y política de los profesores de Yucatán, sobre todo de aquellos que trabajaban en zonas rurales donde la presencia de la población maya era significativa. Esto tenía el fin de vincularlos con los recientes ideales pedagógicos y filosóficos que se debatían en otras partes de la República Mexicana, en Nuestra América, y en países como España, Francia y los Estados Unidos. Para alcanzar esos fines, Menéndez de la Peña comenzó su labor escribiendo textos sobre el significado que tenía la educación, el arte y la ciencia en el avance social y en la independencia de Latinoamérica, incorporando traducciones del francés, inglés o italiano, que trataban sobre las principales teorías educativas y sociales de aquellos momentos. La Escuela Primaria es en la actualidad una enciclopedia de la historia de la educación universal, donde se publicaron las principales ideas pedagógicas y sociales de su tiempo (Bojórquez, 2011). Eduardo Urzaiz Rodríguez, discípulo de Rodolfo Menéndez, y patriota exilado como él, subrayó que en esa publicación “colaboraron los más distinguidos maestros de Cuba, de distintas repúblicas hispanoamericanas y de España” (Urzaiz, 1949: 48). Rodolfo Menéndez garantizó la circulación de su revista mediante el intercambio con revistas editadas en otros países y en otras regiones de México. Así, La Escuela Primaria fue conocida en Argentina, Cuba, Florida y Nueva York en Estados Unidos, Guatemala, España, Francia, entre otros, y en diferentes regiones de México, como Veracruz, la Ciudad de México, Guanajuato y Oaxaca (Bojórquez, 2011: 123). En La Escuela Primaria, Menéndez de la Peña reprodujo importantes pasajes de La Edad de Oro, revista que sintetiza el ideario martiano en torno a la educación de la niñez en Nuestra América, y que refrenda el carácter universal del pensamiento de Rodolfo Menéndez. ![]() Carlos Bojórquez Urzaiz menciona al respecto: …al hacer un repaso de algunos autores que publicaban en La Escuela Primaria, puede advertirse que este factor fue determinante para lograr el diálogo intercultural entre las ideas actualizadas y los profesores yucatecos, y que el prestigio de los colaboradores también pudo actuar como acicate para que José Martí considerara adecuada la esfera intelectual y política de esa revista, para que desde su redacción se incrementaran los lectores de La Edad de Oro. En diferentes números de la publicación de Menéndez pueden leerse artículos de cubanos como José Dolores Poyo, José Fornaris, José Miguel Macías, José María Gastón, Nicolás Serrano y Diez, Félix Duarte, y de los mexicanos Manuel Gutiérrez Nájera, José Peón Contreras, Adolfo Cisneros Cámara, Manuel López Cotilla, Carlos Carrillo Gestaldi, por enumerar sólo algunos nombres vinculados a la educación, la cultura y el independentismo (2011: 122-123). Junto a los pasajes de La Edad de Oro, se publicaron artículos del prócer cubano. Además, sostuvo con Martí una importante comunicación epistolar, mediante la cual intercambiaron ideas sobre temas como la Independencia de Cuba, la educación y la conformación de la niñez. Dos años después de la caída en combate del prócer cubano, Rodolfo Menéndez le dedicó una nota que publicó en la sección “Gacetilla” de La Escuela Primaria, en junio de 1897, donde expresaba su admiración y reconocimiento por las aportaciones pedagógicas de Martí para todos los países latinoamericanos. Por su valor histórico y para contribuir a la comprensión cabal de la dimensión de su obra e influencia, reproducimos en seguida en forma íntegra la nota a la que nos referimos: ![]() Las líneas anteriores son una muestra de la grandeza universal del pensamiento martiano e ilustran la influencia que el prócer cubano ejerció sobre la pedagogía de Rodolfo Menéndez de la Peña. Esta no sería la primera vez ni la última que Menéndez de la Peña se expresara de tal forma de Martí. Muchos escritos dedicó a su amigo y a la importancia del ejemplo y aportaciones que realizó en todos los ámbitos, principalmente en la educación. El ideal de educación que compartieron se reflejó en las acciones de Rodolfo Menéndez, quien con base en la libertad como derecho elemental de los seres humanos contribuyó a conformar la educación en Yucatán. El texto citado es en realidad un extracto de uno más extenso que Menéndez de la Peña había leído como discurso en el acto de primer aniversario luctuoso de Martí, efectuado por el Club Benito Juárez en el puerto de Progreso en mayo de 1896 (Menéndez de la Peña, 1896). Como se ha podido observar, el escrito hace referencia a la importancia de La Edad de Oro como proyecto pedagógico, con el cual, sin duda, Menéndez de la Peña se identificó desde el principio. La relación entre Martí y Menéndez de la Peña cultivó, mediante el intercambio epistolar, momentos de suma importancia, que revelan la profundidad de dicha relación, y la comunión de ideas que ambos cubanos tenían. En una carta del 26 de junio de 1889, Martí le anunciaba a Rodolfo Menéndez el inicio de la publicación de La Edad de Oro: “Déjeme decirle ante todo que no recibe Ud. El Economista, porque cesé de publicarlo hace medio año. Ahora voy a publicar otro periódico –para niños tal vez– y lo recibirá siempre a tiempo” (1975: t. 20, 348-349). A esta carta, Martí anexó un boceto de lo que sería La Edad de Oro, y que Menéndez de la Peña dio a conocer en su revista educativa La Escuela Primaria, en número editado el primero de agosto de 1889 (Bojórquez, 2011), donde escribió lo siguiente: La Edad de Oro. Con este título publicará próximamente en Nueva York el renombrado escritor D. José Martí, gloria de las letras americanas, un periódico docente, que será una verdadera novedad en América Latina, a juzgar con el programa ya repartido, y magistralmente trazado. La Edad de Oro será una publicación ilustrada y reunirá todas las circunstancias que hacen agradable y trascendente la lectura a niños y jóvenes. El nombre del Sr. Martí es una garantía completa de bondad y excelencia del periódico (La Escuela Primaria, 1/8/1889: 351). Menéndez se ocupó de recibir suscripciones y distribuir La Edad de Oro en la redacción de La Escuela Primaria; también insertaba avisos de venta e inscripciones a la publicación infantil, como el siguiente (Bojórquez, 2011): ![]() Las muestras de interés de Rodolfo Menéndez sobre el proyecto de La Edad de Oro, no sólo reflejan la íntima relación sentimental y de ideas entre ambos cubanos, sino que formaron parte de la estrategia de circulación de la revista infantil, como lo ha destacado Carlos Bojórquez Urzaiz: Esta actividad puede considerarse parte de la referida estrategia de circulación de la revista infantil en México, partiendo de una entidad cuyo radio de influencia incluía a los mexicanos del sureste y a los cubanos emigrados de Yucatán, que con dificultad accedían al ámbito intelectual de la capital azteca, donde Manuel Mercado promovía la revista, pero que estaban habituados a interactuar en el ambiente cultural y político propiciado por el itinerario Nueva York, Veracruz, La Habana y Progreso (Bojórquez, 2011). Es importante mencionar que el primer trabajo de José Martí publicado en La Escuela Primaria vio la luz bajo el título “La escuela práctica y útil”, y fue precedido por una nota de Rodolfo Menéndez, que permite constatar no solamente la afinidad que Martí tenía con los ideales educativos y filosóficos sustentados en esta revista, sino sobre todo una relación personal. En las líneas que presentan el texto de Martí puede leerse entre otras cosas lo siguiente: El reputado escritor don José Martí, al referir las escenas, trabajos y conclusiones principales de la Asamblea anual de la Sociedad para el adelanto de las Ciencias, establecida en los Estados Unidos, y que este año ha celebrado sus sesiones en el Colegio de Columbia, ha escrito las siguientes líneas de que nos complacemos en tomar nota porque están de conformidad en todo punto con los principios escolares que venimos sustentado en La Escuela Primaria (Menéndez de la Peña, 1887: 23-24). ![]() La íntima relación entre Menéndez de la Peña y Martí se puede advertir de forma cabal en una hermosa y quizás trágica comunicación que sostuvieron al fallecer la joven profesora Libertad Menéndez, hija primogénita del pedagogo cubano, quien se había destacado desde su juventud por su empeño y dedicación a la educación. En octubre de 1894, Rodolfo Menéndez escribió una nota de gratitud a todos quienes habían mostrado su aprecio y apoyo ante el triste suceso, y en ella decía: “…una sola palabra que brota de lo más íntimo de nuestras almas, la expresión inefable de nuestra infinita gratitud ¡GRACIAS!”. Por su parte, José Martí le dedicó una nota luctuosa en el periódico Patria del 10 de noviembre de 1894, titulada “La hija de un bueno”, donde escribió: “No llore el padre. Los buenos nunca mueren”. Y a renglón seguido hizo saber que una escuela de Mérida llevaba el nombre de Libertad Menéndez, escuela que no era otra que el Liceo Rudimental de Niñas, en el suburbio de San Cristóbal, que ella había dirigido (Bojórquez, 2013). ![]() Tal fue el compromiso entre ambos cubanos, y el deseo de Rodolfo Menéndez de colaborar siempre con la independencia de su país, y en particular con Martí, que cuando el prócer cubano, en una carta del 3 de mayo de 1894, le escribió: “Me ofreció una vez su casa. Ahora se la pido. Si no tiene más que ella, déla. A menos que el mundo entero no sea traición, salimos a camino” (O. C., III: 35), Rodolfo Menéndez vendió su casa como había ofrecido a Martí, y remitió el dinero obtenido como contribución a la guerra que se estaba gestando por la liberación de Cuba. Debe aquí subrayarse que las condiciones económicas del pedagogo cubano no eran las ideales, pues con el bajo salario que recibía como docente, pagaba la edición de la revista La Escuela Primaria y mantenía a su familia. Muchos son los ejemplos y las formas en que la relación de Martí con Rodolfo Menéndez se ve reflejada en la praxis del pedagogo. Su permanente apoyo a la independencia cubana a través de los Clubes Patrióticos fundados precisamente por indicación del prócer a raíz del surgimiento del Partido Revolucionario Cubano en 1892, es una muestra de ello. El constante intercambio de ideas educativas que contribuyeran al mejoramiento humano, como las plasmadas en La Edad de Oro, son otra evidencia de la presencia martiana en las concepciones educativas de Menéndez de la Peña. La raíz filosófica podríamos encontrarla en las ideas de José de la Luz Caballero, a quien Armando Hart ha identificado en diferentes ocasiones como uno de los principales impulsores del pensamiento cubano, y con quien José Martí comparte la idea de la “finalidad de la educación desde una constante preocupación ética que sitúa al hombre como centro de los procesos educativos en su relación con la sociedad” (Fernández y Buenavilla, 2006). Rodolfo Menéndez, profesor formado en Cuba bajo estos preceptos, siempre mostró interés por la formación ética y moral de los niños y de los propios profesores, tema al que dedicó muchas líneas durante su vida. Finalmente, debemos reconocer la importancia de la migración cubana a Yucatán por sus aportaciones a la configuración de los ideales pedagógicos y en materia cultural. Desde la segunda mitad del siglo XIX, las tierras yucatecas recibieron a trascendentales figuras ─hombres y mujeres─ que hoy forman parte de la hibridez que caracteriza a la región peninsular del sureste mexicano. Rodolfo Menéndez de la Peña es una figura central en la historia de la educación en Yucatán, pues sus contribuciones abarcan cada uno de sus campos dentro y fuera de las aulas. En este marco se inserta la influencia ejercida por José Martí entre los exiliados cubanos, particularmente los vinculados con la cultura y la educación. Sirva entonces este primer ejercicio, para formular y reformular las búsquedas del intercambio cubano-yucateco, yucateco-cubano, el cual se enriquecerá conforme avance el estudio profundo de las obras pedagógicas, de las acciones y proyectos planteados y llevados a cabo en el contexto yucateco.♦ ▼ Referencias
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