Que el juego no se escape de la infancia: PROPUESTAS QUE PARTEN DE LA ESCUELA Berenice Pardo Santana[*] ![]() El presente artículo es una reflexión sobre la situación sociocultural, económica y emocional actual de la infancia y sobre la necesidad de recuperar el juego dentro de las escuelas, porque podría ser el medio para lograr un desarrollo humano más empático y creativo en la vida cotidiana de los niños en sus familias y comunidades. Se invita a considerar que tanto maestros, como padres y comunidad en general, requieren participar en proyectos lúdicos que contribuyan a devolverle a la infancia un poquito de lo mucho que le hemos quitado. Se sostiene que el juego es el medio ideal para un desarrollo integral en las esferas psicológica, motriz, intelectual, comunitaria y estética del ser humano. Todos los seres humanos tenemos capacidad para crear mundos de fantasía, creatividad e imaginación y, por consecuencia, dichos mundos podrían inspirar la transformación social que resulta tan urgente; porque jugando aprendemos a resolver problemas y a desarrollar nuestro sentido de empatía social. Introducción
Niños aislados, individualistas, materialistas, intolerantes, antipáticos, sin esperanza ni capacidad de asombro. Algunos culpan a la propia infancia argumentando que los niños de ahora nacen así, otros a la paternidad que todo lo pone al alcance de sus manos y que ya no impone los famosos límites, otros a la tecnología y a los medios de comunicación; sin embargo, tenemos que aceptar que la sociedad actual es demasiado competitiva y que, guiada por la mentalidad de “el que no arriesga, no gana”, nos armamos para lograr nuestros triunfos personales a costa de los intereses y las necesidades de los demás, y en esa misma dinámica los padres están presionando a sus hijos desde pequeños. Ahora bien, ¿cuáles serán las actitudes futuras del niño, cuando crezca y adopte su rol de adulto? ¿Existirá una solución para erradicar dichas actitudes? Sobre la infancia en los tiempos actuales
![]() El tiempo de acompañamiento de los padres a sus hijos se ha reducido debido a las largas jornadas laborales, y sabemos que, en muchos casos, los niños sólo cuentan con la presencia de un progenitor, quien es el jefe de familia; sin embargo, hay una nueva niñera: la tecnología. Parece que en ninguna otra época histórica hemos estado tan comunicados y, al mismo tiempo, sintiéndonos tan solos. Lo más grave es que educamos a los niños en soledad porque ya no hay disponibilidad de tiempo para ellos, sólo un teléfono celular o una tableta electrónica en sus manos, que consumen su atención por horas. Los adultos expresan que los niños están naciendo más inteligentes porque aprenden rápidamente a manipular la tecnología, y se olvidan que ellos mismos vivieron una infancia más creativa porque eran capaces de construir sus propios juguetes, inventar historias, organizar tardes de juegos, trepar, caerse, rasparse, curarse y volverse a levantar, pero obviamente tenían más cómplices con quienes jugar. En la actualidad, todo ha dado un giro impresionante porque los niños se han convertido en seres solitarios y, a la vez, más dependientes de lo que el entorno les ofrece. Las mamás buscan espacios infantiles llamados ludotecas,[1] pero en ocasiones desconocen que la finalidad de estos lugares es que los padres acudan a ellos para convivir con sus hijos, no para dejarlos al cuidado de los educadores que ahí laboran. Al respecto, cabe mencionar que las ludotecas son “una alternativa que se ofrece a niños/as y en ocasiones a los jóvenes de hoy para paliar las limitaciones socio-económicas, pedagógicas y culturales que nuestra sociedad impone a la infancia en su actividad más propia y natural: el juego” (De Borja y Solé, 1994: 22). Sin embargo, aún hay mucho desconocimiento sobre sus funciones reales, que se están dirigiendo más hacia el terreno consumista de entretenimiento. En el terreno de la psicología y la pedagogía, las ludotecas intentan fomentar un sentido comunitario, de desarrollo humano, de tradición y de vínculos intergeneracionales afectivos, mediante la atención de intereses colectivos del grupo familiar y/o comunitario, la convivencia y el encuentro con los otros; obviamente, con la participación de los padres y/o familiares: “Es necesario que el niño sienta que el adulto se preocupa por lo que él hace. Los equipos de trabajo de las ludotecas insisten, en la medida de lo posible, en que el niño concurra regularmente acompañado por un adulto” (Accent, Escuela de Animadores, 2011: 3). Así pues, el juego se convierte en una herramienta para la interacción de los miembros de la familia. ![]() Las ludotecas son espacios infantiles cuya finalidad es que los padres acudan a ellos para convivir con sus hijos De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (CEPAL, 2016: 2), la recreación y el esparcimiento son necesarios para el crecimiento personal, la creatividad y la participación comunitaria. Al mismo tiempo, plantea los siguientes desafíos: a) la prioridad del tiempo destinado al juego libre; b) el acceso inclusivo para todos a las actividades culturales, recreativas y de esparcimiento; c) la erradicación del trabajo y la explotación infantil, ya que no permiten cumplir el rol de niños; d) la tarea de convencer a los medios de comunicación masiva para que informen sobre la importancia de la recreación en la infancia; y e) la difusión de información en la sociedad en general sobre los beneficios que proporciona el juego. Aún más: el derecho al descanso, el esparcimiento, el juego y a la recreación forma parte de la Convención sobre los Derechos del Niño firmada en 1989. En su artículo 31 (UNICEF, 2006: 24), dicha convención establece que los Estados parte respetarán y promoverán el derecho del niño a la participación libre en la vida cultural y artística, con respeto y en igualdad de oportunidades. ![]() El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se pronuncia por acercar el bienestar a la infancia más allá de lo material y lo económico, proponiendo tres tipos de bienestar que la recreación favorece (CEPAL, 2016: 4): a) bienestar subjetivo (experiencia de placer y de satisfacción con la vida), b) bienestar psicológico (autorrealización, desarrollo del potencial humano y funcionamiento psicológico pleno), y c) bienestar social (relaciones interpersonales adecuadas en el contexto social). Lo anterior se relaciona claramente con el desarrollo humano hacia una mejor calidad de vida. Para complementar, reproduzco una clasificación pertinente planteada por el sociólogo finlandés Eric Allardt sobre el tener, el amar y el ser: El tener hace referencia a las condiciones materiales necesarias para sobrevivir y evitar la miseria, como son los recursos económicos, vivienda, empleo, condiciones de trabajo, salud y educación; el amar se refiere a la necesidad de relacionarse con otras personas y de formar identidades sociales, como son el contacto con la comunidad, familia y parientes, patrones activos de amistad, compañeros de trabajo y compañeros de organizaciones; y el ser alude a la necesidad del ser humano de integrarse a la sociedad y de vivir en armonía con la naturaleza, como en las actividades políticas, la participación en decisiones, las actividades recreativas, la vida significativa en el trabajo y la oportunidad de disfrutar de la naturaleza (apud Cardona, Agudelo y Byron, 2005: 83). Por lo tanto, ¿qué calidad de vida les estamos dando a nuestros niños y jóvenes, si sacrificamos el amar y el ser por el tener? La realidad es que el espacio para la convivencia infantil se encuentra reducido y, lo que es más grave: “Las relaciones humanas, públicas y privadas, se han convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría y la intimidación” (Lipovetsky, 2000: 68). Ello se relaciona con el desapego emocional, el cual ocasiona que en nuestra sociedad contemporánea cada quien viva en un “búnker de indiferencia” (Lipovetsky, 2000: 77). Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños (Galeano, 2000: 13). ![]() Contrastes con respecto a la situación socioeconómica de la infancia: en un extremo están los niños ricos, y en el otro, los que viven sumergidos en condiciones de pobreza Al respecto, Eduardo Galeano marca dos contrastes respecto a la situación socioeconómica de la infancia: en un extremo están los niños ricos, rodeados de una inmensa cantidad de juguetes, pero amurallados con circuitos de seguridad por el miedo a los secuestros; ellos viajan en autos blindados, en compañía de sus guardaespaldas y nanas, sin la posibilidad de correr por su propia colonia o municipio; entrenados para un mundo fugaz y de consumo, se convierten en niños navegantes del ciberespacio; en algunos casos su destino es un mundo inmerso en la desolación y drogadicción: En plena era de la globalización, los niños ya no pertenecen a ningún lugar, pero los que menos lugar tienen son los que más cosas tienen: ellos crecen sin raíces, despojados de la identidad cultural, y sin más sentido social que la certeza de que la realidad es un peligro. […] Educados en la realidad virtual, se deseducan en la ignorancia de la realidad real, que sólo existe para ser temida o para ser comprada (Galeano, 2000: 13). En el otro extremo, se encuentra la infancia de los seres sumergidos en las condiciones más infrahumanas de pobreza, desnutrición, enfermedad, explotación sexual, drogadicción con tíner, y esclavitud laboral en las grandes empresas corporativas de ropa de moda y deportiva: “La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende” (Galeano, 2000: 17). Niños destinados a una vida antisocial y delictiva: “En los países latinoamericanos, la hegemonía del mercado está rompiendo los lazos de solidaridad y haciendo trizas el tejido social comunitario” (Galeano, 2000: 20). Ahora, hablemos sobre la infancia de los de en medio, niños que no son pobres, pero tampoco ricos, sino que pertenecen a la clase media, si es que ésta aún existe. A dicho estrato corresponden los niños “que tienen bastante más que nada, pero mucho menos que todo” (Galeano, 2000: 20). Se trata de la clase que vive el miedo a perder la estabilidad más inestable: miedo al desempleo, a perder el auto o la casa, a quedarse sin un peso al finalizar la quincena, a no poder tener lo que pretende tener. ![]() Los niños de clase media pasan cada vez más tiempo viendo televisión Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo ciudad del presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde alguna ventana de sus telecasas: la calle prohibida por la violencia o por el pánico a la violencia, la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida (Galeano, 2000: 21). En general, vivimos ante una ola de miedo a ser secuestrados, asaltados, violados, atropellados, heridos emocionalmente y a un innumerable etcétera; todo esto, enfatizado por el amarillismo en los noticieros, y por las películas y series televisivas (donde están destacando las protagonizadas por narcos). En este contexto, lamentablemente, el ocio se considera como algo malo, la diversión es una fantasía, el entretenimiento es para personas que no tienen nada que hacer y, por lo tanto, ya no jugamos con los niños ni mucho menos entre adultos. Rechazamos al mundo lúdico como si nosotros nunca hubiéramos sido niños, olvidamos la importancia de un juguete nuevo o, en el más sencillo de los casos, de un objeto que cumplía dicha función; olvidamos que también nos gustaba correr, gritar, reír, ser felices y… vivir sin miedo. Ante tales actitudes, Mavilo Calero opina: Dejar que los niños vivan con egoísmo, vanidades, individualismo, indiferencias es dañino. Urge aprovechar las actividades educativas, recreativas, sociales para educar y reeducar sus sentimientos y comportamientos. Cuando los niños, a partir de su creatividad, hacen las cosas con gusto, el trabajo escolar los cansa menos, el tiempo les rinde más y les quedan energías para jugar (2012: 58). El siglo XX fue escenario del auge de estudios sobre la infancia en diversas disciplinas y corrientes, incluso se elaboraron trascendentales teorías sobre el juego en relación con los procesos del desarrollo. Sin embargo, la contemporaneidad los está olvidando y parece que tiene prisa por hacer madurar al niño, en vez de permitirle hacerlo a su propio ritmo: “La aceleración de todos los procesos de desarrollo del niño y la niña se ha transformado en el objetivo de la educación actual” (CEPAL, 2016: 10). Por ello, en la escuela hay menos tiempo para jugar porque se pretende la autonomía precoz en una especie de “loca carrera por el rendimiento” (CEPAL, 2016: 10). “¿Cuánto pesa en los niños y niñas de hoy la presión de un mundo adulto que espera que, prácticamente, dirijan su propio desarrollo? ¿Qué efectos tiene en los niños y niñas de hoy la exigencia escolar desmedida que obliga a la permanencia de largas horas en el espacio escolar?” (CEPAL, 2016: 10). ¿Cuáles son las consecuencias de todo ello? Niños hiperactivos, ansiosos, deprimidos, aburridos, miedosos, desolados y con obesidad. Sobre el valor y la importancia del juego
Si muchos son los beneficios que proporciona el juego, ¿por qué olvidarlo cuando sabemos que es la herramienta más genuina para facilitar el aprendizaje de manera placentera, creativa y significativa? “El juego es un espacio de interacción a partir de la creación de una situación imaginaria en la cual los niños se involucran voluntariamente bajo la intención, el deseo o propósito de ‘jugar a’. En el juego, los niños se acogen a las reglas que permiten que el juego se sostenga” (Sarlé y Rodríguez, 2010: 22). Un día habitual de un niño está acompañado de variedad de juegos; y, aunque las personas adultas no sean conscientes de las funciones que cumple, “[e]l juego es importante para el sano desarrollo del cuerpo y el cerebro. Permite a los niños involucrarse con el mundo que los rodea; usar su imaginación, descubrir formas flexibles de usar los objetos y resolver los problemas, y prepararse para los roles que desempeñarán de adultos” (Papalia y Feldman, 2012: 263). Cada edad tiene sus propios tipos de juegos, recursos lúdicos y tiempos necesarios para jugar, ya que progresa de acuerdo con el desarrollo madurativo del niño; lo importante es reconocer que en cualquier cultura proporciona importantes beneficios de manera natural. En sí mismo, el juego constituye un ambiente libre de peligros reales para los niños; es una práctica segura de conductas y habilidades que serán importantes cuando sean adultos, incluso para la supervivencia. En muchas culturas, los niños imitan las actividades de subsistencia de las personas mayores (por ejemplo, la cacería y la recolección), y así las aprenden; los niños de sociedades urbanas juegan también a trabajar como adultos. “Los investigadores tienen todavía mucho que aprender acerca de las funciones y los beneficios del juego, pero una cosa parece clara: el tiempo que los niños pasen jugando es tiempo bien invertido” (Papalia y Feldman, 2012: 264). Conforme los niños crecen, el juego se torna más interactivo y, por lo tanto, socializan más. Sin embargo, hay juegos que desarrollan la parte cognoscitiva sin ser necesariamente sociales, como los juegos de construcción con bloques o rompecabezas, los cuales pueden ser aptos para niños más introvertidos o simplemente para quienes así les guste jugar; de ahí la necesidad de proporcionarles variedad de ideas. Así pues, el juego otorga estimulación y la oportunidad de experimentar a cualquier edad: “En virtud del valor que tienen el recreo y el juego, a muchas personas les preocupa que en la actualidad estemos ignorando el juego como un aspecto importante del desarrollo humano” (Woolfolk, 2010: 80). Algunos resultados positivos del juego en la vida infantil
Sobre cómo la creatividad y el juego se están escapando de las escuelas
Considerando que un desarrollo humano integral requiere de creatividad y juego, nos plantearemos la siguiente pregunta: ¿qué espacio tienen el juego, la creatividad y la imaginación dentro de las instituciones educativas? Por lo común en nuestras aulas trabajamos en franco hacinamiento escolar, cuyas múltiples necesidades personales no podemos atender, sumidos en la masificación. En estas condiciones, el profesor se ve obligado a priorizar la enseñanza y a descuidar los aprendizajes de sus niños; vencido por la carga docente, no alcanza a respetar las curiosidades, inquietudes, lenguajes, ni estilos, ni ritmos de creatividad y aprendizaje de sus alumnos (Calero, 2012: VII). Así pues, nos encontramos con la reducción del tiempo dedicado al juego dentro de los currículos escolares, porque todo está sistematizado y secuenciado con finalidades exclusivamente de evaluación, que sacrifican los beneficios que podría aportar la creatividad lúdica como favorecedora de un aprendizaje activo y significativo. En su aspecto productivo, la creatividad es la “cualidad del ser humano que le permite generar nuevos universos, ampliando el mundo de lo que es posible” (Calero, 2012: VI). Así pues, es una capacidad generadora de ideas e inventos necesarios para aportar cosas nuevas a la existencia humana o de transformar las ya existentes; como parte del ser humano, es algo espontáneo, flexible, expresivo, emotivo, espiritual, original e insólito, que tiene como sus grandes aliados a la fantasía y a la imaginación. En síntesis, la creatividad es innovación, invención, imaginación, intuición y descubrimiento, y es precisamente lo que ha permitido el progreso científico y tecnológico de nuestro planeta. ![]() Los docentes pueden incluir el juego dentro de sus dinámicas, aunque no estén planificadas Para que la creatividad realmente se exprese, requiere espacios enriquecedores y estimulantes, libres de prejuicios; y desde los primeros años se puede estimular con el apoyo adecuado entre casa y escuela. No se necesita un profesor especializado, siempre y cuando los docentes titulares sepan aprovechar el tiempo de trabajo escolar para incluir el juego dentro de sus dinámicas, aunque no estén planificadas: “La creatividad es una actitud hacia la vida, que se debe promover durante todo el tiempo en la escuela. Será fascinante impartir de forma creativa, las matemáticas, el lenguaje, la historia, las ciencias naturales, etcétera” (Calero, 2012, V). Es importante considerar que cada alumno es un ser único e irrepetible que merece ser tratado como persona, con sus propios intereses y necesidades, con su propia curiosidad, con sus propias riquezas, las cuales podrá aportar al resto de sus compañeros, quienes, a su vez, harán lo mismo. Sin embargo, por más que han surgido propuestas pedagógicas libertarias, la escuela continúa manejándose bajo hábitos autoritarios, dogmáticos y rutinarios; aún recurre a metodologías memorísticas y de reproducción, mecánicas, conformistas y acríticas. “Niños sumisos. Escuela intelectualista y autoritaria. Como efecto de fuerzas opresoras el niño que egresa de la escuela es menos creativo que cuando vino a la escuela. La quietud, el silencio, el pasivismo, el formalismo escolar, castran las posibilidades de educación y creatividad” (Calero, 2012: 71). Sin embargo, los profesores están ubicados en una excelente posición para fomentar la creatividad, aceptándola en su labor diaria, integrando el juego en sus dinámicas habituales. ![]() Al incluír el juego en sus dinámicas, el docente crea ambientes más creativos e interesantes para los alumnos Ahora bien, la sociedad en general considera que los niños tienen que ir a la escuela a estudiar y no a jugar. No clasificaremos a los maestros que juegan con sus alumnos y a los que no lo hacen –cada contexto áulico es diferente–, lo que pretendemos es ofrecer una propuesta a los encargados de la educación para que puedan incluir el juego en sus dinámicas y proyectos escolares, y así gestionar ambientes más creativos e interesantes para los alumnos: “En la medida que el hombre juega puede crear” (Calero, 2012: 149), porque es el juego el que detona la creatividad, concede la libertad para hacer y deshacer, para crear y recrear, para pensar y actuar. El niño se integra y adapta al espacio y a las personas, organiza el ambiente y acepta a sus compañeros, selecciona y construye los recursos materiales necesarios especialmente para su juego, elabora hipótesis y experimenta, logra resultados y soluciona problemas. Propuestas para integrar el juego en las escuelas
Ya está muy difundida la idea de que la educación recibida en la escuela solamente es un complemento de la educación que se recibe en el hogar, por ello se invita a padres y familiares a crear ambientes emocionalmente seguros a fin de facilitar la expresión y la creatividad de los niños. Debido a que la infancia tiende a ser una etapa caracterizada por la actuación espontánea y aventurera, es preciso que las personas adultas –no obstante nuestra proclividad al comportamiento rígido y temeroso– encontremos las vías para ayudar a los niños a aprovechar ese potencial y fomentar su creatividad. Para lograr una vida plena, gratificante y reveladora, debemos comprometernos en gestionar espacios para no atrofiar las maravillosas cualidades con las que nacemos. Para ello, presentamos las siguientes propuestas: ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
Conclusiones
Si bien, el juego dentro de la escuela puede ser un refugio para la infancia, al involucrar y concientizar a los padres de familia también es posible que constituya parte de la vida en el hogar. La práctica lúdica en nuestras vidas influye en nuestra formación como seres optimistas, originales, curiosos, intuitivos, abiertos, motivados, libres, críticos, independientes, imaginativos, flexibles, entusiastas, espontáneos, sensibles, comunitarios, valientes y persistentes. La tarea del adulto debe centrarse en descubrir y desarrollar el potencial creativo, pero obviamente es el adulto quien debe descubrir su propio lado creativo, sensible, espontáneo y solidario. Al fin y al cabo, la creatividad es necesaria en todos los ámbitos de la vida humana. Además, el profesor debe ser un observador e investigador permanente del mundo infantil; ahí radica también la importancia de su conocimiento sobre el desarrollo evolutivo del ser humano en los aspectos físico, cognoscitivo, afectivo y social. Asimismo ha de reconocer que, para llegar a la madurez, es preciso recorrer un gran camino en un ambiente adecuado que estimule los procesos intelectuales creativos y despierte la curiosidad del niño. En definitiva, el juego debería ocupar un lugar privilegiado como herramienta de padres y maestros en la educación de los pequeños, aceptando que educar jugando es una proyección viable, pertinente y enriquecedora, es la forma más creativa con la que el niño puede aprender, socializar y desarrollar su personalidad. Además, el juego es un canalizador de las energías corporales y espirituales propias de la infancia, con obvias consecuencias pedagógicas y psicológicas. Así, se aprende interactuando con el ambiente, con los objetos y con los otros, en esta larga búsqueda para comprender al mundo y la dinámica de sus sociedades. La buena noticia es que el juego es la herramienta psicológica y pedagógica por excelencia, y que todos los niños, de cualquier raza, condición, clase social y cultura, están abiertos a ello. ♦ Referencias
ACCENT, Escuela de Animadores (2011). La ludoteca. El/la ludotecario/a. En: Accent. Disponible en: <media.wix.com/ugd/1d6a3f_bb5b4b326fb6456ba09b236f17879f34.pdf>. Ir al sitio CALERO, M. (2012). Creatividad. Reto de innovación educativa. México: Alfaomega. CARDONA, D., G. Agudelo y H. Byron (2005). Construcción cultural del concepto calidad de vida. En: Revista de la Facultad Nacional de Salud Pública (Medellín, Colombia), vol. 23, núm. 1 (enero-junio). CEPAL, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2016). El derecho al tiempo libre en la infancia y adolescencia. En: Desafíos. Boletín de infancia y adolescencia, núm. 19 (agosto), pp. 79-90 DE BORJA y Solé, M. (1994). Las ludotecas como instituciones educativas. Enfoque sincrónico y diacrónico. En: Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, núm. 19 (enero-abril), pp. 19-41. GALEANO, E. (2000). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Centro Bibliográfico y Cultural. LIPOVETSKY, G. (2000). La era del vacío. Barcelona: Editorial Anagrama. PAPALIA, D., y R. Feldman (2012). Desarrollo humano. México: McGraw-Hill. SARLÉ, P., e I. Rodríguez (2010). Juego. Fundamentos y reflexiones en torno a su enseñanza. Buenos Aires: OEI / UNICEF / BBVA. Disponible en: <files.unicef.org/argentina/spanish/Cuaderno_1_Fundamentos.pdf>. Ir al sitio —— (2014). Juego y espacio. Ambiente escolar, ambiente de aprendizaje. Buenos Aires: OEI / UNICEF. Disponible en: <files.unicef.org/argentina/spanish/Cuaderno_5_Juego_y_espacio.pdf>. Ir al sitio UNICEF, Fondo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2006). Convención sobre los Derechos del Niño [en línea]: <old.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/CDN_06.pdf> [consultado: 15 de diciembre de 2016]. Ir al sitio WOOLFOLK, A. (2010). Psicología educativa. México: Pearson Educación. NOTAS* Licenciada en Pedagogía y en Literatura Dramática y Teatro por la Universidad Nacional Autónoma de México. Docente en educación superior y escritora.
▼ Créditos fotográficos
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