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Atreverse a la escritura

Hay cosas que deberían ser naturales y no lo son tanto. Por ejemplo, si aprendimos a escribir cuando teníamos más o menos seis o siete años, en la edad adulta ya deberíamos usar la escritura de muchas formas y en múltiples circunstancias. Sin embargo, tal cosa no suele ocurrir u ocurre limitadamente.

Usamos la escritura para resolver asuntos profesionales, para registro de necesidades cotidianas, para comunicar temas puntuales en los entornos donde transcurren nuestras vidas. Y, en general, hasta ahí. Pero hay caminos de escritura que nos pueden abrir ideas y emociones intensas que solemos no transitar. Uno de ellos, nada menor, es el juego con la palabra, la creación y re creación de las voces cotidianas en voces capaces de descubrir nuevas sonoridades, nuevos sentidos, de abrir nuevas puertas hacia habitaciones que creímos que ya no albergaban ninguna sorpresa.

La escritura puede ser curiosidad y asombro cuando se atreve a romper moldes, a incursionar en las gramáticas de la transgresión, en las exploraciones de las lógicas de lo que a simple vista parece disparatado.

Durante tres meses, un grupo de maestras y maestros mexicanos del estado de Colima se reunieron para pensar la palabra desde la conversación, la lectura y, en particular, la escritura.

Al principio los atrevimientos fueron escasos, pero a medida que avanzaban las reuniones (nuestros encuentros fueron semanales y virtuales) los diálogos empezaron a fluir con más comodidad, como ocurre siempre a medida que nos vamos conociendo.

De a poco empezamos a prestarle más atención al modo de decir; vimos que lo dicho importaba, pero el modo de decir determinaba el sentido de lo que queríamos expresar. Y a partir de ese descubrimiento el desenfado fue en alza.

Un día hablamos de Rodari y de su Gramática de la Fantasía y de cómo, cuando parece que no queda nada, nos queda la palabra, y que realidad y fantasía no equivalen a verdad y mentira. De ahí en más todo fue la fiesta de la palabra, el elogio de lo impredecible, la virtud de lo inesperado, la alegría de la creación.

Los trabajos que reunimos en este suplemento nacieron de la conocida propuesta rodariana del binomio fantástico. Sin embargo, la genial idea de Rodari fue solo el punto de partida. Ninguna de estas escrituras hubiera sido posible sin el atrevimiento en el que ya navegábamos, sin la libertad que de a poco comenzamos a vivir como imprescindible.

Ojalá disfruten las lecturas de estas escrituras. Nosotros nos divertimos y aprendimos mucho a partir de ellas.

Gerardo Daniel Cirianni

Diciembre de 2020

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Conejo en la cueva

Esta es la historia de un conejo al que le gustaba juguetear todas las tardes en la ladera con sus amigos la liebre y el ratón. Se divertían tanto saltando de aquí para allá entre la espesura de la hierba alta que había crecido por la lluvia, que de pronto al conejo se le ocurrió un nuevo juego y dijo: “Amigos, ¿qué les parece si jugamos a las escondidas?” A lo que el ratón y la liebre respondieron: “Sí, será divertido”. Entonces se pusieron de acuerdo para ver quienes se escondían y quien buscaba, tocándole esto último al ratón. Se dispuso el ratón a contar para que sus amigos se escondieran: “1, 2, 3, 4…”. Mientras tanto, el conejo buscando el mejor lugar para que no lo encontraran, vio una pequeña cueva y dijo: “Este es el lugar perfecto, aquí no me encontrará mi amigo ratón”. Y se metió en la cueva rápidamente antes de que terminara de contar el ratón.

El conejo se quedó muy calladito sin hacer nada de ruido y pasaron segundos, minutos y horas y el ratón no daba con el escondite del conejo. Por su parte, el conejo estaba tan cómodo dentro de la cueva que hasta se durmió un rato. Cuando despertó se dio cuenta de que ya era de noche y que sus amigos ya se habían retirado a sus madrigueras, entonces le dio miedo salir a la ladera y decidió pasar la noche en la cueva. Se puso a explorarla un poco para estar seguro de que no corría ningún peligro. Ya en la profundidad de la cueva observó pequeñas luces brillantes sobre el techo, se acercó lo más que pudo para alcanzar una y de pronto se le dejaron ir encima, ¡eran murciélagos que se sintieron amenazados por el conejo y trataron de defenderse! El conejo asustado salió despavorido de la cueva y corrió velozmente por la ladera hasta que llegó a su madriguera donde lo esperaba mamá coneja con una rica zanahoria para cenar. El conejo la abrazó fuertemente y tomó la decisión de nunca más volverse a esconder en lugares desconocidos.

Nelly Verduzco Vizcaíno

Docente de la Escuela Primaria “20 de Noviembre”,
Cuauhtémoc, Colima

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Un conejo en la cancha

En el Campeonato Estatal de Basquetbol, todos los participantes de los diferentes equipos han entrenado mucho para poder triunfar en los partidos y ser los campeones del torneo. Todos los espectadores tienen colocadas sus apuestas en el equipo de “Los animales del bosque”, ya que el equipo ha integrado a su plantilla al mejor jugador de la liguilla pasada, ni más ni menos que el “Conejo”.

Conejo sabe que tiene que dar lo mejor en la cancha y llevar a su equipo al triunfo, como cuando era pequeño.

Hace muchos años cuando era un conejo niño, vio a un grupo de mapaches jugando con un algo que él no conocía. Todos los días iba a verlos jugar, hasta que llegó a interesarse mucho por el juego.

Un día, uno de los mapaches lo vio y lo invitó a jugar con ellos. Él, muy emocionado, aceptó y entró a jugar. Lo hizo tan bien, que los mapaches asombrados lo invitaron a seguir jugando con ellos. Todos los días iba al campo abierto a jugar con ellos; cada día aprendía algo nuevo y conforme el paso del tiempo se volvía un mejor jugador.

En uno de sus habituales partidos, un entrenador profesional lo invitó a unirse a su equipo, ya que vio en él un gran potencial. Él, muy decidido pero nervioso a la vez, aceptó y empezó a crecer como jugador.

Así, poco a poco y siendo perseverante, Conejo fue conocido por todo el bosque y sus alrededores, ningún animal se perdía los partidos, ya que en cada temporada en todas las madrigueras, cuevas, nidos o cualquier hogar del mundo animal, sintonizaban el canal 25 para ver a Conejo jugar, por lo que era muy admirado por todos.

Conejo en una de sus entrevistas dijo: “Yo no soy el mejor jugador, ni por mí, el equipo gana, cualquiera puede triunfar, solo hace falta perseverar, ser constante en tus entrenamientos y sobre todo aprender de tu equipo y jugar con ellos dando el máximo todo el tiempo”.

Hoy, en el Campeonato, Conejo jugó como nunca, escuchó y apoyó a sus compañeros, siguió sus corazonadas y las estrategias del entrenador pero, sobre todo, trabajó en equipo y en ningún momento dudó de la capacidad de sus colegas. Así, al final del partido lograron vencer al equipo rival y coronarse como los mejores del reino animal.

Conejo dijo a los espectadores al finalizar el partido: “Yo no triunfé, sino que ganamos todo el equipo y, sobre todo, el público, porque sin ellos y sin la oportunidad que un día me brindaron, yo no estaría aquí cumpliendo mi sueño”.

Dulce Daniela Camacho Muñoz

Docente de la Escuela Primaria “5 de Mayo” (t. v.),
Manzanillo, Colima

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El caballo de la cancha

Había una vez un enorme caballo blanco con pelo dorado que vivía en una cancha de un pueblito lejano. Era un caballo muy famoso por lo hermoso que estaba, además, porque tenía poderes mágicos, transmitía una paz inmensa a todas aquellas personas que lo contemplaran o acariciaran.

A pesar de encontrarse en un lugar lejano, muchos individuos se trasladaban a dicho pueblito para conocer al famoso caballo de la cancha. Al llegar a esa cancha y ver a aquel lindo caballo podían sentir un aire fresco y una tranquilidad inexplicable, era tan agradable la sensación que pasaban horas sentados en aquella cancha alrededor de aquel caballo blanco con pelo dorado.

Koreisy Samara Mata Larios

Docente de la Escuela Primaria “José María Morelos”,
Comala, Colima

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El espejo con ojo

El espejo con ojo es un espejo que vigila cada una de nuestras acciones quedando grabadas en el ojo del mismo.

Siempre lo hace debido a que nunca cambia de lugar; siempre se encuentra en la entrada de la casa, captando imágenes que acontecen en el hogar: desde las personas que llegan, hasta conversaciones que se tienen en la familia. Lo hace debido a que cuenta con un enorme ojo que captura momentos de felicidad e infelicidad.

Este espejo con ojo cuenta con un láser que capta movimientos o sonidos. Inmediatamente después de percibir una señal comienza a grabar las imágenes y conversaciones llevadas a cabo dentro de la casa.

Catalina Álcaraz Lara

Docente de la Escuela Primaria “J. Concepción Rivera Mancilla”,
Villa de Álvarez, Colima

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El espejo en el océano

En el fondo del mar hay un gran espejo, nadie sabe cómo llegó ahí o quién lo puso. Lo cierto es que existe.

Cuando un aventurero buzo se adentra a las profundidades del mar y se encuentra con el espejo no ve su reflejo, ya que el espejo muestra un reflejo de nuestra ciudad; en él se observa la pobreza, la contaminación, las inundaciones, la corrupción, pero no lo muestra todo junto, sino que el espejo decide de acuerdo a tu profesión.

Lo hace para crear conciencia, y hay que sumergirse tanto para darse cuenta, porque aquí arriba en la superficie terrestre, todo parece normal, pero cuando bajas a la profundidad el panorama se comienza a aclarar.




Ileana Karina Gómez Rincón

Docente de la Escuela Primaria Multigrado “Leonardo B. Gutiérrez”,
Coquimatlán, Colima

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El gato negó, con Ricitos de oro e hipericotti

Había en medio del bosque una familia de osos que vivía en una tierna casita. Enfrente se mudó una joven pareja de recién casados, los cuales tenían un hipericotti, pájaros, peces, perros, conejos, un mono y un gato negro al que le gustaba meterse a la casita de los osos.

Ricitos de oro merodeaba en el bosque, cuando notó que el gato negro sagaz estaba dentro de la casa de los osos. Asombrada, la mente curiosa y su creatividad divertida, la hicieron arrojarse por la ventana también y ver la trifulca que hacía el gato negro dentro de la tierna casa, con blancos, camas, sillas, almohadas, trastes, muebles; mientras que la joven pareja gritaba desorbitadamente buscando al felino coscolino: “Gato negro, gato negro, ¿donde estás?, micho, micho, ven, ven”, pero el gatuno solo quería hacer de las suyas con Ricitos, traviesa dentro de aquella ordenada, desordenada, bella, hermosa, curiosa casita.

Cuando la familia de osos llegó, vieron lo horrible, sucia, descuidada que estaba su casa, hogar, residencia, domicilio, techo; tristemente se miraron a los ojos, volvieron la mirada a la casa de enfrente y se fueron a preguntarle a la joven pareja de recién casados y sin hijos, si algo extraño notaron en la ausencia de los osos; los tortolitos enamorados, tomando sus manos ardientes entre sí, dijeron: “Nuestro oscuro animalito está desaparecido, no lo hemos visto en todo el día, es posible que él haya hecho los destrozos en su morada preciosa, si hay algo que podamos hacer por ustedes con gusto lo haremos, lo arreglaremos, les pedimos una disculpa a su gran familia por el desastre alborotado hecho por nuestra mascota, pantera negra, igual que la noche fría y despiadada en los crudos inviernos”.

Mientras tanto, la chica del cabello rubio junto con la mascota felina, estaban escondidos detrás de la casa escuchando a las familias hablar, conversar, decir, lo que había sucedido. Ricitos y el gato se hacían señas inadecuadas, peleando y gritando de manera muda echándose la culpa uno a otro. La pequeña abrazó a la mascota negra, grande, gorda, salió por delante de la casa, hecha bolas, encorvada, con la mirada triste y avergonzada, observando a las familias encontrándose con sus respectivas culpas; regresó al gato y también platicó lo que había sucedido, lo que había observado y el por qué se escondieron este par.

Como castigo, Ricitos y el gato limpiaron los destrozos morochos en la casa; después, ambas familias se reconciliaron y prometieron cuidar cada quién lo suyo.

Ricitos no volverá a andar de curiosa con el cerebro como chinchilla enrollada por no pensar en las consecuencias de los actos, sino que pretende hablar, pensar, antes de actuar y decir la verdad siempre.

Ahora, cada quien en sus casas, barriendo sus hogares, ordenando, limpiando y dejando rechinando de limpio sus casas, castigados por los sucesos anteriores.

Cintia Georgina Polanco Andrade

Docente de la Escuela Primaria “Ford”,
Villa de Álvarez, Colima

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El espejo bajo el perchero

Este espejo refleja muchos sueños y pensamientos perplejos, que durante las noches ese perchero al que se le acumulan objetos que entrelazan sueños y diversiones fantásticas; pese a ello, es un espejo mágico para muchas personas, en él se pueden mirar situaciones obscuras y confusas como si fueran los espejos encantados. Sin embargo, el perchero, enemigo incondicional del espejo, a ese objeto viejo y siniestro solo le cuelgan y acumulan un tumulto de cosas, que para su desgracia solo son objetos viejos, tal es el caso del sombrero, el saco roto del abuelo, la sombrilla deshilachada de la tía Carmela, el bolso sin dinero de la prima Cornelia, y así objetos inservibles que para ese perchero solo son estorbos.

Ese espejo es encantado, dice el perchero, pues en él se miran y se miran sin cesar todas aquellas personas que pese a sus circunstancias de edad siempre le regalan una sonrisa singular, un abrazo o un beso de elegancia para continuar con su camino sin destino.

He ahí el espejo bajo el perchero que solo mira y carga objetos sin cesar, ese espejo bajo el perchero que solo observa rostros sin destino, ese espejo bajo el perchero que solo son objetos subjetivos para aquellas personas que habitan un hogar.

Zaida Bustos Eusebio

Docente de la Escuela Primaria “Niños Héroes”,
Villa de Álvarez, Colima

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Coca-coco

Se conocieron por accidente en la única bandeja de hojalata de aquel restaurante de Cuyutlán.

Él, como todo coco aborigen de la costa colimense, mostró de inmediato su temple jocoso y jovial. Ella, con mirada altiva e indiferente, convencida de ser la última coca-cola del desierto, ignoró el piropo recibido.

Ya sobre la mesa, tras la ginebra y el tequila, se diluyeron en apasionados besos cuyo aliento prometió una inolvidable luna de miel.

J. Jesús Jiménez Castillo

Director de la Escuela Secundaria “Alberto Isaac Ahumada”,
Colima, Colima

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La tienda curiosa

Todas las tiendas son iguales, el nombre te dice qué puedes encontrar dentro de ellas y no te sorprenden, son confiables. Tú pides, pagas y te vas con tus productos; son acciones sencillas, sin embargo, me surgió una pregunta, y si quiero comprar algo que aún no sé que es, pero lo necesito, ¿a qué tienda podría ir?

Yo no sabía y se convertía en un gran problema; entonces apareció “La tienda curiosa” ante mí, como no sabía qué vendían en ella podría comprar lo que no sabía y necesitaba urgentemente. Al entrar, había estantes vacíos, medio llenos y repletos; yo me puse a revisar en los medio llenos, por que no tenía tanta prisa y podía ver poco a poco los objetos; encontré murciélagos de impresora, conejos contra sellos, dentaduras para bocinas, palomas de licuadora, puerco espín con estufa y un cotorro para lavadora, todos ellos me llamaron la atención, venían en empaques importados, con manuales integrados y garantías de 10 años; entonces lo decidí, tomé un kilo de huevo, una leche y tres plátanos, los pagué y salí muy contenta. La verdad, no sabía que tenía mucha hambre hasta que entré a esa tienda. ¡Es una maravilla!

Norma Berenice Castillo Martínez

Docente del Jardín de Niños “María de Jesús Llerenas Silva”,
Manzanillo, Colima

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El océano espejo

Cuenta la leyenda que la luna, después del cuarto creciente, al mirarse en el inmenso océano, ratificaba el gran error que todos tenían sobre de ella: que era de queso, porque también llegó el momento en que ella misma se lo creyó y trataba de saber si era Oaxaca, Manchego, Philadelphia o Lala. Pero la quietud y el gran silencio de ese inmenso océano donde se miraba, semejando un enorme espejo, reflejaba una hermosa, brillante y redonda imagen. Se preguntaba, ¿qué soy?, ¿qué no soy?... Entonces, finalizó argumentando, soy un gran misterio.

Soy una diosa, soy un satélite, con dos grandes orejas que parezco un conejo. Tengo que ver con los comportamientos extraños de las personas, que hasta les dicen lunáticos; los lobos aúllan, que porque tengo un lado oscuro y ¿quién no?

La verdad es que con mi fuerza levanto marejadas, descomponiendo la claridad de mi espejo. Controlo el ciclo menstrual y hasta el corte de pelo y la fertilidad; en todo estoy. Por eso el océano, como mi espejo y yo con mi reflejo, a todo aquel que logra observarnos de inmediato queda encantado.

Irene Elizabeth Ávila Rocha

Docente de la Escuela Primaria “Benjamín Amador Cisneros”,
Manzanillo, Colima

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El ojo del espejo

A mí no me gustan los espejos. Me parece un acto de crueldad innecesaria obligar al vidrio azogado a mirar el rostro de la mujer que se levanta con los pelos parados, o el del hombre con los ojos alcoholizados, o el de la joven, ella sí, hermosa, que saldrá a la calle y no regresará más.

Pero los espejos, como la tía entrometida o el sobrino majadero, no pueden faltar en las familias. Así que, va que te va, me veo maniatado a tener un espejo en casa. Lo más que pude lograr en las negociaciones fue la autorización para colgarlo en el pasillo que conduce al cuarto de tiliches: un rincón poco iluminado y poco visitado.

Y es que, además de intuir que debe ser inmoral enseñarle al espejo el deterioro diario de nuestras carnes, lo que usted no sabe es que yo tengo la capacidad de detectar el ojo que hay en cada espejo. Es verdad. Déjeme explicarle. Cuando yo me paro frente a un espejo, de inmediato descubro la mirada cíclope escondida en alguna esquina del vidrio. Eso es algo incómodo: saber que el espejo sabe que lo estoy mirando mirarme; saber que el espejo sabe que yo sé que todo lo que mira se queda almacenado en la capa del azogue; y saber que él sabe que no hay manera de evitar que yo mire lo que él ha mirado a lo largo de su existencia.

Yo no soy brujo, soy una persona normal, que cuando está afuera se levanta, se baña, va al trabajo, regresa, se masturba y se duerme. Yo no sé hacer nada con lo que miro que el espejo ha mirado. Los brujos en cambio, pueden asomarse al ojo de un espejo, meter su mano a través de la mirada asustada que trata de hacerse perdediza entre las manchas del vidrio y sacar un puñado de recuerdos. Los recuerdos no son como los que se ven en las películas, más o menos nítidos y más o menos coherentes: los recuerdos se extraen revueltos en una masa viscosa, de tonos verdosos, como si fuera un moco grande o un cerebro desmenuzado. Los brujos usan un poco de esa masa para untarla con disimulo en el pelo de una persona y de ahí en adelante poder entrar libremente a los sueños, a los recuerdos y a las intenciones futuras de esa persona. Para hacerle mal; sí, claro.

A mí me pasó eso cuando estaba chico, antes de entrar a la primaria. Como en mi pueblo no había jardín de niños, cuando cumplíamos cinco años a todos nos llevaban con la “viejita” a que nos enseñara a leer y escribir. La viejita, estoy seguro, era una bruja y me untó masa de los recuerdos en el cabello. ¿Qué por qué creo eso? Fácil. Cómo explicaría usted de otra forma que el último día de clases, al despedirme de ella, la viejita puso su mano en mi cabeza y me dijo despacio para que no la escuchara mi mamá: “Juanito, nos vemos mañana a las doce”.

Desde entonces, cada día, justo a las doce de la noche, me despierto y empiezo a recordar cosas que no tendría que recordar porque yo no las hice, como eso de la niña que apareció en una maleta. No, le digo que yo no la maté, pero sí me acuerdo de cómo murió. Yo la vi morirse.

Por cierto, ¿cuándo podré salir? Necesito ir a preguntarle a la “viejita” cómo hago para dejar de soñarla.

Marco Antonio Jáuregui Medina

Docente de la Escuela Primaria “Salvador Allende”,
Colima, Colima

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El espejo entre océano

Recuerdo la primera vez que lo vi en la televisión, mientras mamá preparaba el desayuno, era esa época muy cercana a la Navidad donde nos invaden cientos de anuncios de juguetes; yo, siendo una niña, deseé con todas mis fuerzas recibir ese regalo que me gustó y miré en la televisión, porque me había portado muy bien en todo el año.

Todavía puedo escuchar la canción “Espejo, espejito, es el espejo entre océano, tú lo puedes ver, donde quiera que estés y llevarte a muchas aventuras sin igual”.

El espejo entre océano, era el mejor juguete que una niña o niño podían recibir; era del tamaño de un libro, delgado, resistente contra golpes, caídas o cualquier accidente, lo podías llevar contigo y era muy especial, porque podías ver la vida en los océanos y a quién tú quisieras, hablar como si estuvieran uno al lado del otro, y lo más fantástico: atravesar el espejo entre océano, colocando tu mano en el espejo y repetir tres veces, ¡quiero tener aventuras!

En ese entonces no sabía mucho de geografía, pero el espejo de la historia te llevaba de un océano a otro, al Pacífico, Atlántico, Índico, Ártico o Antártico. Podías conocer los animales, las plantas, el clima y la vida de ese lugar. Además de tener aventuras en la búsqueda del tesoro, rescatando animales en peligro, nadar entre ellos, navegar con ayuda de las estrellas, entre muchas otras experiencias, y después regresar a casa colocando la mano en el espejo y repetir, ¡aventura terminada!

Durante algún tiempo fue mi juguete favorito, pero al pasar de los años cada vez era más difícil ver lo que yo quería, hablar o atravesar el espejo para tener aventuras, al final se volvió frágil y pequeño y nunca volvió a ser mi espejo entre océano. Hoy, siempre lo llevo conmigo en mi bolso y, a veces, al mirarme en él, creo ver el espejo entre océano y sonríe, al recordar mi infancia.

Sindy Anabel Contreras Jiménez

Docente de la Escuela Primaria “Gorgonio Ávalos”,
Comala, Colima

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La armadura del volcán

Érase una vez un volcán que se encontraba en un hermoso lugar llamado Colima; lleno de vegetación y riquezas naturales, era el lugar ideal para el volcán, pero un día enfermó ya que durante el día hacía mucho calor y por las tardes y noches, mucho frío. El volcán, al estar expuesto a esos cambios tan bruscos de temperatura empezó a desgastarse y a hacerse pequeño.

Los habitantes de ese lugar observaron que algo le ocurría al volcán y buscaron la forma de protegerlo, porque de seguir así, iba a desaparecer; entonces, en una reunión de los habitantes del pueblo, un hombre se dirigió a las personas y dijo: “La disminución del volcán debe ser a causa de las inclemencias del clima, por lo que yo considero que deberíamos buscar algo que lo proteja”.

Y de pronto se escuchó a alguien decir: “Hagámosle una armadura, estoy seguro que eso le hará muy bien y lo ayudará a permanecer embelleciendo nuestro paisaje”.

Todos estuvieron de acuerdo y colaboraron para hacer una armadura para el volcán, ya que representaba para ellos un elemento muy importante, que era parte de su identidad; lograron hacerla y colocarla, y desde entonces el volcán está protegido con la armadura que con amor los pobladores le hicieron y no ha vuelto a enfermar.

Como una forma de corresponder, el volcán adorna maravillosamente bien el paisaje de ese bello lugar.

Elia Lizette Malta Cárdenas

Docente de la Escuela Primaria “Dr. Miguel Galindo”,
Manzanillo, Colima

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El espejo de la cancha

A mí me gusta mucho hacer ejercicio, se ha convertido en un excelente hábito saludable en mi vida. Al lugar que más me gusta asistir para realizar mi actividad física es la cancha de la colonia donde vivo, y ¿saben ustedes por qué me gusta mucho ir a ese sitio a hacer ejercicio? Pues resulta que la cancha tiene un gran espejo en el que logro verme cada que paso enfrente de él, me gusta mucho observarme hacer ejercicio, me fascina ver mi cara colorada por el esfuerzo y me motiva, cada vez más, a seguirlo haciendo.

Dicen que las mujeres somos muy vanidosas... tal vez esa sea la verdadera razón por la que el espejo de la cancha me gusta tanto.

Cuando tengas ganas de hacer ejercicio y de ver reflejada a esa maravillosa persona que eres tú, te invito a la cancha de mi colonia y así verás pasar a una “súper persona” que busca cada día ser mejor y cuidar de su salud física haciendo ejercicio diariamente.

Yolanda Martínez Fuentes

Docente de la Escuela Primaria “José María Morelos”,
Comala, Colima

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Armadura de océano

Cuenta la leyenda que allá por el año 1850 los balleneros acechaban los mares del mundo para cazar a estos grandes cetáceos y comercializar su aceite. En un cálido verano en las playas de Manzanillo, un pequeño ballenato se encontraba muy cerca de la playa tratando de huir de sus captores, una sirena lo protegía y lo orientaba tratando de salvarlo.

Sirena y ballenato esperaron la noche escondidos entre las rocas de la orilla para escapar, pero tanta era la avaricia de los humanos que los buscaron sin cesar en una pequeña lancha con una débil luz como guía, haciéndoles imposible nadar para ponerse a salvo. En su desesperación, la sirena recordó que su padre les había dado el don de usar la armadura de océano.

Con voz fuerte y poderosa exclamó al océano: “¡Que la fuerza de los mares me proteja y me lleve a casa!”, inmediatamente se levantó una gran ola que cubrió a la sirena y la revistió con una capa de agua como si fuera una armadura. La armadura la hacía invisible a los ojos de los humanos, le permitía nadar libre y rápidamente. Fue así como las dos hermosas criaturas marinas pudieron regresar a su hogar en el fondo del mar.

María Teresa Batista Larios

Supervisora de la Zona 11 Primaria,
Cuauhtémoc, Colima

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La armadura con pandereta

Ante los ojos del emperador, Rocky era su leal compañero de batalla y caza, ante los ojos de sus súbditos era el ruidoso y empalagoso perro, que no cesaba de ladrar al compás del galope de los finos corceles.

Una mañana de diversión y cinegética, Rocky se perdió entre la espesura del bosque, donde se topó con la casa de las brujas, hermanas de las hadas; las mismas hermanas del diablo, sin razón lo hechizaron, dándole el don de caminar, hablar y tocar una pandereta.

Al regreso de su errado camino, el rey notó algo raro en él, ahora traía en sus fauces aquel instrumento, además de hablar el can con soltura de niño listo. El rey como lo quería mucho, no vio malicia en la situación y dotó a su perro de una armadura para que lo acompañara en sus batallas y cacerías como todo un caballero.

Ahora, además de ser el perro del rey, ruidoso y empalagoso, toca un instrumento sin cesar con su armadura y pandereta.

Alfredo Enrique Brust González

Docente de la Escuela Secundaria Técnica No. 16 “Juana Urzúa Delgado”,
Alcaraces, Cuauhtémoc, Colima

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El ojo del sombrero

Todos sabemos que los ojos tienen la función de ver; pero en un sombrero cuál podrá ser en realidad.

El ojo del sombrero tiene una función fantástica. Acompaña a su dueña a todas partes y todas las épocas del año. Su dueña es una elegante jovencita que le gusta observar, leer y cantar.

La joven y el sombreo son un dúo inseparable, sus conexiones mágicas inician al contacto con el cabello. Y aunque a todas partes van juntos, no siempre está decorado igual, siempre lo adorna conforme a su atuendo, lugar y época del año.

Lo que siempre lleva en el adorno sombrero, de manera discreta e imperceptible a los demás, es un ojo fantástico.

El ojo del sombrero, es una extensión de la vista de la bella joven elegante e inteligente, quien por su baja estatura no podía alcanzar a ver lo que estaba por encima de su cabeza, por lo que ideó poner un ojo en la copa del sombrero y, desde ese día, encontró la manera de ver con un tercer ojo. Así que cuando las cosas no están al alcance de su vista, su cerebro empieza a mandar señales por los miles y finísimos cables capilares al tercer ojo. Ese ojo que está en el sombrero, de manera oculta e imperceptible, se abre para alcanzar a ver, observar y capturar las imágenes más claras de lo que acontece a su alrededor, esa información regresa a través de los cables transmisores, de los finísimos cables capilares al cerebro y la información se completa junto con la de los otros dos ojos de su bello y fino rostro.

Es así como el ojo del sombrero funciona.

Martha Sara Castillo Montaño

Directora del Jardín de Niños “María Guadalupe Moreno Navarro”,
Coquimatlán, Colima

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Puercoespín va al océano

Este año, como todos los anteriores, Puercoespín se ha preparado muy bien, ha hecho su maleta y ha emprendido una larga caminata hacia el océano.

Puercoespín tiene ya mucho tiempo participando en la competencia Iron Spín. Durante muchas horas va andando con paso firme y cuando comienza a escuchar las gaviotas y sentir la brisa salada en su rostro, sabe que ha llegado a su destino; pero ese es solo el inicio de la competencia que le espera, la cual consiste en ensartado de aro, rally en globolandia y remo en lancha inflable.

Se escucha el sprint de salida y la competencia comienza. Puercoespín toma la delantera en ensartado de aro, pero ¡oh, sorpresa!, justo en el rally en globolandia una de sus púas se clava en un globo y otro participante se le adelanta.

Se acerca el final de Iron Spín y Puercoespín retoma su confianza, ya que los demás no lo saben, pero él tiene una maestría de remo en lancha inflable, así que después de mucho remar, Puercoespín llega a la orilla de la bahía y gana por ser el primero en llegar sin haber tenido que parchar su lancha inflable.

Jessica Anahí Beltrán Echeverría

Docente del Jardín de Niños “Gabriela Mistral”,
Tecomán, Colima

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El espejo y la pandereta

El espejo y la pandereta se conocieron en un basurero, espejo tiene su aspecto estrellado y pandereta no hace sonido. Su amor surgió por el reflejo, fue en ese preciso instante donde se enamoraron y sus vidas se llenaron de sueños, espejo gritó de alegría porque pandereta no juzgó sus cicatrices, marcas trazadas en su cuerpo por su dueño. Pandereta sintió una gran atracción por espejo y no se volvió a separar de él. En una noche de ocurrencias decidieron mudarse y salir del basurero. Se fueron a vivir a la orilla de un río, espejo se recargó en el tronco de un grueso árbol y pandereta se encimó en uno de sus lados.

Sus mágicas aventuras son cuando recorren el río donde espejo lleva a su amada en el lomo, ella se deleita del recorrido que hacen en días soleados. Otra de sus aventuras es cuando pandereta golpea los lados de su amado recordando, un poco, el bello sonido que hacía en otros tiempos, es en ese preciso momento cuando espejo no para de reír.

Si algún día quieres conocer a esta bella pareja de enamorados tienes que recorrer en silencio la orilla del río más cercano a tu localidad. Porque cuando espejo y pandereta escuchan pasos de humanos temen ser completamente destrozados, ya que ellos sufrieron violencia de sus amos.

Rosy Castañeda Padilla

Docente del Jardín de Niños “María Guadalupe Moreno Navarro”,
Coquimatlán, Colima