El concepto de fuerza en
LA ENSEÑANZA PRIMARIA


Primera parte

Marianella Maxera[*]

Tal como lo hemos planteado en trabajos anteriores para esta revista,[1] la enseñanza primaria puede colaborar de muy buena forma en la enseñanza de la física, de cara a las exigencias que se enfrentarán en el siguiente nivel: el secundario, preparando el futuro aprendizaje de algunos conceptos que son cruciales en este nivel.
   Defendemos que el acercamiento perceptivo a los fenómenos en primaria constituye el escalón que permitirá luego la profundización de los conceptos, así como su ampliación y formalización matemática en la enseñanza secundaria.
    En esta ocasión presentamos algunas ideas en torno al concepto de fuerza, que en general, en la enseñanza secundaria, aparece recién en los últimos cursos del nivel obligatorio.

Eliminación de abismos

El tránsito entre la enseñanza primaria y la enseñanza secundaria requiere, en cuanto a los contenidos científicos, una mayor atención de la que actualmente se le da en la mayoría de los sistemas educativos del mundo.

Plantear estrategias didácticas que coloquen a los alumnos de primaria en el camino hacia el aprendizaje de contenidos que son clave en su futura formación científica es una tarea en la que podemos colaborar quienes enseñamos ciencias en cursos posteriores. Esto no quiere decir que adelantemos a la primaria lo que se enseña en secundaria, pues el nivel de complejidad con que se hace no lo permitiría. Lo que sugerimos es acercar a los alumnos a los fenómenos en sí, haciendo que reparen en aquellas situaciones que revelan los conceptos que queremos que más tarde aprendan, y que utilicen sobre todo sus sentidos en el abordaje de los problemas. A esto le llamamos “acercamiento perceptivo”: ver, tocar, oír, oler, medir, etcétera son acciones que colocan al alumno en contacto material con los fenómenos.

Este acercamiento perceptivo a los fenómenos luego dará pie a su conceptualización y a su formalización matemática, proceso que necesita gran capacidad de abstracción, la cual se empleará en la enseñanza secundaria.

En la mayoría de las ocasiones, en secundaria no hay tiempo para que el alumno toque, mire, huela o manipule los objetos. De la mención del fenómeno se pasa rápidamente a una definición verbal y, más rápidamente aún, a la fórmula matemática. Pongamos un ejemplo: la densidad de un cuerpo es la relación entre la masa de ese cuerpo y el volumen que ocupa. Si tenemos dos cubos de un centímetro de lado cada uno de ellos, y al pesarlos encontramos que uno tiene mucha más masa que el otro, el más pesado está hecho de un material más denso que el primero. La masa del cuerpo por unidad de volumen expresada mediante la fórmula D = M/V es lo que llamamos densidad.

Cuando se enseña el concepto de densidad a los alumnos, son pocas las clases que se dedican a mostrar cuerpos hechos de materiales de diferentes densidades, a sostenerlos con las manos, cortarlos, sumergirlos en distintos líquidos, aplastarlos, ahuecarlos, etcétera. Pero la palabra densidad es introducida inmediatamente por el profesor y éste no descansa hasta que ha puesto la fórmula D = M/V en el pizarrón. Parecería como que el tema está enseñado solamente cuando la fórmula y su uso algorítmico son dominados por el alumno.

Renunciar a un acercamiento perceptivo del concepto tiene el alto riesgo de encadenar al alumno al aprendizaje memorístico. Si bien a corto plazo esto cumple con uno de los objetivos inalienables de los profesores, que es poner en práctica la programación prescripta del curso, a la larga, ese aprendizaje memorístico se diluye, y poco servirá lo aprendido de ese modo en la formación científica futura del alumno.

Sin embargo, dotar a los conceptos de una buena base perceptiva genera nuevos enlaces que le dan significado a lo aprendido y lo hacen duradero. No estamos renegando de la memoria; sabemos que es imprescindible en el proceso de aprender. Lo que proponemos es que no sea el único recurso y que no se utilice inmediatamente sin haber pasado por la etapa de exploración concreta de los fenómenos y objetos por parte de los alumnos.

Es en este sentido que, desde la primaria, los maestros pueden colaborar y encaminar a los alumnos hacia el aprendizaje de las ciencias, dando contenido a esa transición primaria/secundaria que mencionábamos.


Foto 1. Para que los niños comprendan algunos conceptos científicos, lo ideal es que manipulen objetos donde puedan observar ciertos fenómenos


Un concepto muy abstracto: la fuerza

Uno de los conceptos más importantes de la física, por su carácter incluyente respecto de otros, es el concepto de fuerza. Está incluido en el tema que trata las leyes de Newton y en general se enseña en 2° de la etapa secundaria, que es donde aparece por primera vez.

Quienes hayan pasado por la enseñanza secundaria recordarán una serie de “flechas” que el profesor dibujaba en el pizarrón, mencionando una y otra vez la palabra fuerza. ¿Estaban asociadas estas representaciones gráficas al fenómeno en sí? ¿Se le permitió al alumno asociar el dibujo con alguna situación real? ¿Se le mostraron situaciones en las que se jalaba, empujaba, tironeaba, golpeaba, etcétera, para luego hacer una representación gráfica en el pizarrón?

El concepto de fuerza es uno de los temas menos abordados por los maestros a pesar de que ellos reconocen que es uno de los que menos dificultades presentan. Sin embargo, estos temas, cuando se enseñan, son poco comprendidos, pues con el tiempo los alumnos apenas los recuerdan o los recuerdan mal.

Una buena alternativa podría ser comenzar la enseñanza de este tema en primaria con una ambición moderada: abordando únicamente el caso de fuerzas sobre cuerpos en reposo, reconociendo direcciones, sentidos, pares de cuerpos que interaccionan y estimando valores de esas fuerzas.

Sería una aproximación modesta pero significativa, que pondría al alumno en camino hacia el aprendizaje del concepto, con la focalización del asunto solamente en el reconocimiento de las fuerzas sobre un objeto en reposo y evitando la relación con los movimientos, que generalmente es el gran escollo que conduce a aprender mal el tema.

Hasta el siglo XVII, las fuerzas mecánicas se relacionaban con el esfuerzo muscular y se sabía que estaban vinculadas con los movimientos, pero no se sabía medir una fuerza o vincularla de manera cuantitativa a magnitudes cinemáticas: ¿peso multiplicado por velocidad?, ¿peso multiplicado por distancia recorrida?

Foto 2. Retrato de Isaac Newton en 1702 realizado por Godfrey Kneller


Fue Isaac Newton (1642-1727) el primero en reconocer la necesidad de una nueva magnitud para la elaboración de una mecánica potente que permitiera la descripción de los fenómenos, y así introdujo la aceleración (si bien en los principios de la mecánica la aceleración no era mencionada directamente, sino que se hablaba de cambios en los movimientos).

En su libro Philosophiæ naturalis principia mathematica, publicado en 1687, Newton plantea la proporcionalidad de los cambios en los movimientos con la fuerza impresa, aclarando además que el cambio en el movimiento se da en la línea de acción de esa fuerza. Si no existe ninguna fuerza actuante o existen fuerzas que se anulan entre sí, caben dos posibilidades: que el objeto se encuentre en reposo o que se mueva sin cambios (o sea, sin aumento ni disminución del valor de su velocidad y sin cambio de dirección).

En este artículo nos restringiremos a la primera de esas posibilidades: el estado de reposo.

Si la humanidad demoró tanto en proponer una idea aceptable de fuerza en su relación con los movimientos, ¿por qué apurar nosotros a los alumnos? Podríamos comenzar por el reconocimiento de que hay cuerpos estáticos y dejar su relación con los movimientos para la enseñanza secundaria.

Recuérdese que el concepto de fuerza fue descrito originalmente por Arquímedes más de 200 años a.C., justamente en referencia a cuerpos en reposo. ¿Por qué no seguir los pasos que se dieron a lo largo de la historia en la evolución del concepto?

Como resulta obvio, no se pueden desvincular totalmente las fuerzas actuantes y el movimiento de los cuerpos, pues si analizamos cuerpos que están en reposo, seguramente estudiaremos cómo la anulación de alguna de las fuerzas actuantes sobre un cuerpo en reposo produce la pérdida de ese estado. Esto requiere que el alumno pueda diferenciar, al menos de forma asistemática, un cuerpo en reposo de uno que no lo está. Pero nos conformaremos con estas ideas, sin pretender la asociación a un tipo de movimiento específico.

El objetivo es entonces que nuestros alumnos reconozcan las fuerzas actuantes sobre un cuerpo en reposo, propongan una dirección y sentido para ellas y estimen su valor. Se puede pretender también que las representen mediante una flecha, pero todavía no es necesario hablar de vectores y menos aún mencionar la regla de adición para ellas.

Es importante, por otro lado, que entiendan que las fuerzas que inciden sobre un cuerpo deben equilibrarse para que el cuerpo esté en reposo. Quizás ellos usen expresiones como “ninguna de esas fuerzas gana” o “estas fuerzas se contrarrestan o se oponen unas a otras”. Estas incipientes propuestas de equilibrio son correctas para las edades correspondientes a los últimos grados de la enseñanza primaria.

Creemos que con estas ideas, que son muy prácticas, tendremos un buen punto de partida para luego, en la escuela secundaria, profundizar y precisar los términos y ampliar los conceptos. Tal como lo hemos defendido, estaremos acercando a nuestros alumnos perceptivamente al fenómeno, tarea que en la enseñanza secundaria se desarrolla de modo apresurado (o no se realiza) y que, sin embargo, es ineludible en la enseñanza de las ciencias.

Actividad
Actividad

Utilización de una obra pictórica


Propondremos una actividad en la que los alumnos reconocerán y visualizarán en forma concreta la acción de fuerzas sobre un cuerpo, para luego representarlas de forma gráfica. Lo haremos de forma indirecta, usando una obra pictórica en la que se ejercen fuerzas sobre una persona.

El uso de obras de arte, como pinturas, en la enseñanza de las ciencias es un recurso didáctico de gran efectividad: por un lado, nos permite observar situaciones que en general no tenemos a mano, y de las que dispondremos cuantas veces queramos; por otro, ampliaremos el universo cultural del alumno, iniciándolo en el deleite del arte, proceso que podrá ahondar en adelante. El maestro puede abordar esta actividad en forma interdisciplinaria, explicando características de la época que se representa y brindando información sobre el artista que la ha pintado.

En este caso, usaremos una obra de Francisco de Goya y Lucientes, del año 1795, llamada La Beata con dos niños, en la que aparece una mujer, la Beata, a la que dos niños tiran del vestido. Para no caer, la Beata se agarra de alguien, posiblemente un hombre, que aparece insinuado en el lado izquierdo del cuadro.


Foto 3. La Beata con dos niños,
Francisco de Goya,
Óleo sobre lienzo, 1795

Este óleo es una composición de figuras geométricas, que ponen de manifiesto las fuerzas mecánicas opuestas sobre la Beata atrapada, donde se destacan los niños traviesos y alegres que juegan con ella.

En la pintura aparece una situación seguramente muy conocida por los niños: empujar, tironear, jalar, agarrar, sostener, aplastar, pues son acciones que ellos acostumbran poner en práctica durante sus juegos.

Ya hemos aclarado que históricamente la idea de fuerza era asociada a estas acciones, y en esta ocasión se hace muy visible una de las fuerzas, la de la tensión en la tela del vestido de la Beata.

Estudiemos entonces nuestro objeto problema: la Beata.


Aislamiento del problema


Se debe destacar que para hacer el análisis, primero hay que tener claro cuál es el objeto que se estudiará y aislarlo de sus vínculos. En el cuadro aparecen varios personajes y algún otro elemento, como un bastón. También está el suelo, que oficia de sostén. Si tratamos a todos los objetos juntos, el alumno (y nosotros mismos) se confundirá y difícilmente podrá llegar a esclarecer cuáles son las fuerzas ejercidas sobre la Beata, que es el objetivo de su trabajo. Nosotros debemos elegir uno de los cuerpos que aparecen en la escena: el de la Beata.

Todos los objetos que aparecen en el cuadro ejercen fuerzas unos sobre otros. Debemos tener claro que si un objeto soporta una fuerza es porque existe otro objeto que la está ejerciendo. Las fuerzas actúan por la interacción de dos cuerpos y por ello reviste gran importancia la desvinculación del objeto problema de todo lo que le rodea.

Esto es lo que en la enseñanza secundaria aprenderán como “realizar el diagrama de cuerpo libre”. El “cuerpo libre” es la Beata aislada de todo lo demás y se puede pedir que la dibujen en una hoja aparte para más adelante representar sobre ella las fuerzas actuantes. Seguramente dibujarán una figura parecida a la que presentamos en el recuadro.


Las fuerzas sobre el objeto problema


Las fuerzas que ejercen los niños

Una de las fuerzas que resulta muy visible y que es la que mencionarán de inmediato los alumnos cuando se les pregunte qué fuerzas están siendo ejercidas sobre la Beata, es la que hacen los niños a través de la falda. Su dirección y sentido es muy evidente. Distinguiremos dirección, que es la línea de acción de ese tirón (que se ve con claridad en la falda tensa entre la cintura de la Beata y las manos de los niños), de sentido (que es hacia donde tiran los niños, o sea, hacia sus manos). Quizás puedan señalar con el dedo la tensión del vestido, marcando su dirección y su sentido sobre el cuadro. Aprovecharemos para preguntar cómo representar ese tirón. Desearíamos que ellos mismos sugirieran el representarla mediante una flecha, pero si no lo hacen, podemos ayudarlos mencionando cómo se representa el sentido de circulación de los coches en una calle. Esto les servirá de pista.

Cuando hayan reconocido la utilidad de usar una flecha para ilustrar el tirón que dan los niños a la falda de la Beata, acordaremos representar todas las demás fuerzas de esta forma.

Respecto a dónde dibujar el comienzo de esa flecha, parece lo más razonable que sea en algún punto central del cuerpo de la Beata, como la cintura. Recuérdese que el centro de gravedad de una persona está cerca de su ombligo, y, aunque no mencionaremos esto, sabemos que no estaremos muy alejados de lo correcto.

Pueden dibujar la flecha sobre el cuadro si se lo damos fotocopiado o sobre el dibujo de la Beata que han hecho ellos mismos.

Destacaremos que cuando se ejerce una fuerza, hay un objeto que la sufre y otro cuerpo que la ejerce. Siempre actúan en pares.


La fuerza que ejerce el hombre

La siguiente fuerza que reconocerán es la que ejerce el hombre al mantener su brazo firme. Seguramente deberá hacer un esfuerzo para ayudar a mantener la postura de la Beata. Es cierto que la Beata se aferra al brazo y por tanto también ella hace fuerza, pero es una fuerza ejercida sobre el hombre, no sobre la Beata. Es importante insistir en que nuestro objeto problema es la Beata y que lo que nos interesa es estudiar las fuerzas sobre ella. El brazo del hombre ejerce fuerza sobre la mujer, y si no se convencen, podremos preguntarles qué sucedería si el hombre retirara su brazo. La pérdida de equilibrio es evidente: la Beata caería sentada en el suelo.

En cuanto a sus características, el sentido es hacia el hombre y la dirección sigue la línea del torso de la Beata. Acordaremos que el punto de aplicación esté también en la cintura, que es el punto en el que comenzarán todas las fuerzas. Como en el caso anterior, aparecen dos cuerpos en juego: la Beata, que soporta la fuerza; y el hombre, que la ejerce.

Acerca de las dos restantes fuerzas que actúan, se necesitará más orientación para que los alumnos las reconozcan.


El peso: la fuerza que el planeta Tierra hace sobre la Beata

Una buena idea es proponerles imaginar que el piso se abre bajo los pies de la Beata: ella caería hacia abajo, tal como cae cualquier cuerpo cuando lo soltamos.

Es conveniente mostrarles que esa caída que sufren todos los cuerpos y que les imprime “un empujón” hacia abajo, es lo que llamamos peso de un cuerpo y es una fuerza que ejerce el planeta sobre todos los objetos. A esta propiedad del planeta de atraer a los cuerpos se le llama gravedad.

Sin embargo, ese “empujón” no sucede si nos vamos al espacio, muy lejos, en ausencia de gravedad. Los alumnos seguramente han visto escenas de la vida de los astronautas en el espacio y saben que ellos no caen: “es como si no pesaran”, dicen por lo general. La cercanía al planeta Tierra es lo que hace estimable la intensidad con que son atraídos los objetos.

Por lo tanto, el peso es otra de las fuerzas existentes, y es vertical y hacia abajo (hacia donde caería si se abriera el piso).

En este caso, los dos objetos interactuantes son la Beata y la Tierra.




La fuerza que ejerce el suelo

A pesar de que la Tierra ejerce una atracción hacia abajo como mencionamos recién, la Beata no cae porque el suelo la sostiene. Eso también es muy evidente y se visualiza en sus piernas tensas. Esa fuerza tiene la dirección de las piernas. El suelo hace una fuerza que se transmite a través de ellas, que es hacia arriba y que también representaremos aplicada en su cintura.

Una vez más interactúan dos cuerpos: el suelo y la Beata.

Quizás los alumnos insistan en que la Beata también hace fuerza sobre el suelo, y eso está bien, pero destacaremos otra vez que el cuerpo problema es la Beata y que solamente reconoceremos las fuerzas aplicadas sobre ella.

La idea de vector: un nuevo concepto


Este apartado está destinado a los maestros, con la finalidad de agregar algunas ideas más sobre este tema. Lo que sigue en adelante les permitirá ser más estrictos cuando traten estos conceptos, pero no es la intención que un alumno de primaria los maneje.

Hasta ahora hemos representado las fuerzas a través de “flechas”. ¿Hasta qué punto esto es válido, más allá de la utilidad visual de este tipo de ayuda gráfica?

Todo lo que se puede medir se denomina magnitud. La longitud, el tiempo, la energía son ejemplos de magnitudes que empleamos con frecuencia. Para expresar cuál es la longitud de la mesa, por ejemplo, nos hace falta un valor numérico y la unidad correspondiente, nada más. Un carpintero al que le solicitáramos que nos fabricara una mesa de 1 m de longitud por lado, nos entendería perfectamente con ese dato. Ésta es una magnitud de tipo escalar, o sea, queda definida a través de una escala basada en una unidad que se elige arbitrariamente. Con un número y una unidad de medida alcanza para definir una magnitud escalar.

Sin embargo, si le pedimos a alguien que ejerza una fuerza sobre un piano para desplazarlo, por ejemplo, además de considerar el esfuerzo muscular que deberá hacer para lograrlo, nos preguntaría enseguida para dónde hay que desplazarlo, o sea, en qué dirección y con qué sentido. Tomará en cuenta también, en qué parte del piano deberá apoyarse para poder desplazarlo como se le pide y que no gire. Como vemos, estas magnitudes requieren de más información para quedar totalmente especificadas. El valor o módulo, la dirección, el punto de origen o de aplicación y el sentido definen a otro tipo de magnitudes, llamadas magnitudes vectoriales. Se llaman así porque se representan mediante un segmento de recta orientado, llamado vector.

Tal como podemos advertir, estos vectores son nuestras flechas usadas hasta el momento. Pero, ¿existe alguna otra razón que nos obligue a usar esta representación gráfica?

Supongamos que vamos al mercado a comprar papas, y pedimos dos kilogramos de papas. El vendedor las coloca en la balanza y en ese momento nos arrepentimos de llevar tan pocas y pedimos un kilogramo más. La balanza marcará tres kilogramos ahora que agregamos uno más. Esto parece obvio, y lo es en el caso de magnitudes escalares como la masa de las papas.

Sin embargo, cuando agregamos fuerzas en lugar de masas, esto no es así, salvo que las fuerzas apunten en un mismo sentido y posean la misma dirección. Este tipo de fuerzas, con igual dirección, se llaman colineales, y si poseen igual sentido, deben sumarse para saber qué fuerza podría reemplazarlas produciendo el mismo efecto. Forman un sistema de fuerzas: sistema de fuerzas colineales. A esta fuerza que es la suma de las dos originales y que podría reemplazarlas sin cambiar el efecto, se le llama resultante; y a las dos originales se les llama componentes. Estos términos, resultante y componentes, se emplean tanto si las componentes son fuerzas colineales como si no lo son.

En el próximo artículo desarrollaremos la forma de calcular el valor y las demás características de la fuerza resultante en este nuevo sistema de fuerzas, llamado sistema de fuerzas concurrentes.

La adición de magnitudes vectoriales sigue reglas distintas a la adición de magnitudes escalares y ésa es otra de las justificaciones para usar esta herramienta matemática, los vectores, en la resolución de problemas mecánicos como el nuestro. Como vemos, algunas magnitudes de la naturaleza presentan ciertas características −dirección, sentido, punto de aplicación, tipo de adición−, y es por eso que se necesita el uso de vectores.

Siguiente entrega

En la siguiente entrega trataremos el tema de las unidades de fuerza que se usan habitualmente, relacionándolas con los efectos que produce una fuerza. Veremos que podemos usar como medida las deformaciones que produce una fuerza sobre los cuerpos. Los cambios en los movimientos de un cuerpo cuando se ejerce una fuerza sobre él también nos servirá de medida de una fuerza.

Estos dos abordajes, estático y dinámico, nos conducirán a las dos unidades de fuerza más usadas: el kilopondio y el newton.

La discusión sobre estos temas nos permitirá acercarnos a algunas leyes importantes de la física, como lo son la ley de Hooke y dos de las leyes de la mecánica de Newton.

NOTAS

* Profesora de Física y de Química y colaboradora del Observatorio de Cultura Científica de la Universidad de Oviedo.
  1. Ver: Marianella Maxera, “Las ciencias naturales en tránsito entre la enseñanza primaria y media. Primera parte”, Correo del Maestro, núm. 134, año 12, julio de 2007; “Las ciencias naturales en tránsito entre la enseñanza primaria y media. Segunda parte”, Correo del Maestro, núm. 135, año 12, agosto de 2007; “Las ciencias naturales en tránsito entre la enseñanza primaria y media. Tercera parte”, Correo del Maestro, núm. 136, año 12, septiembre de 2007.
Créditos fotográficos

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