En el año 2001, Argentina fue golpeada por una crisis económica, política y social sin precedentes. A la crisis financiera, que llevó al país a una cesación de pagos de su deuda, se sumó un enorme desempleo y una pérdida generalizada de derechos sociales provocada por años de precarización laboral.
Como consecuencia de ello, vastos sectores de la población quedaron en el desamparo no sólo económico sino social, educativo y cultural. Decimos que el desamparo también fue educativo y cultural porque se redujo el presupuesto educativo y se recortaron los apoyos a todos los proyectos culturales comunitarios.
No obstante, como suele suceder en los momentos trágicos de la historia, también surgieron nuevos lazos de solidaridad: personas y grupos interesados en colaborar para que las dificultades que atravesaban los grupos socialmente más vulnerables fueran un poco menos dramáticas se sumaron a la tarea de apoyo a la educación básica.
Muchas personas con estudios medios o superiores que nunca pensaron en la docencia decidieron colaborar voluntariamente en la alfabetización de las personas que no sabían leer ni escribir o en mejorar esas capacidades en quienes apenas tenían un manejo precario de la cultura escrita.
Las ideas que podrán leer a continuación fueron escritas para apoyar a quienes se unieron a los equipos voluntarios de alfabetización en barrios con carencias, de la provincia de Buenos Aires. El propósito que los animaba era iniciar o mejorar las habilidades de lectura y escritura de los ciudadanos que se acercaran por su propia iniciativa a espacios de educación no formal. Unos y otros compartían la conciencia de que disponer de más y mejores recursos de lectura y escritura permitiría sobrellevar mejor la crisis que atravesaba la sociedad argentina en su conjunto.
Tal es el contexto en el que se escribió el siguiente texto. El espíritu que lo animó es el mismo que tenemos hoy: la convicción de que la educación es un derecho humano y que nadie debe quedar excluido de ella por ningún motivo.