Áreas naturales
protegidas de México:

RESERVA DE LA BIOSFERA
TEHUACÁN-CUICATLÁN

Andrés Ortiz Garay[*]



La Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán (RBTC) comparte con la de El Vizcaíno –abordada en el número anterior de Correo del Maestro– no sólo el ser una de las diez con mayor superficie de México, sino el estar constituida en gran proporción por regiones áridas donde imperan ecosistemas de tipo desértico. Pero las diferencias biológicas y sociales que las distinguen también son de interés para el presente estudio sobre las áreas naturales protegidas (ANP). Por eso, al volver sobre las reservas de la biosfera en esta nueva entrega de la serie, ahondamos en las complejidades que reviste el manejo de esta categoría de las ANP, y ofrecemos elementos para responder a las preguntas planteadas en el artículo anterior.




c Áreas naturales protegidas de México: Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán

Al levantarse el macizo montañoso de la Sierra Madre Oriental, los valles situados a sotavento de la cordillera sufrieron el fenómeno conocido como sombra orográfica, el cual, además de provocar una elevación general de la temperatura, modificó los sistemas de flujo hídrico y los procesos de evaporación de las aguas pluviales. A pesar de que las partes más elevadas de la sierra siguieron fungiendo como islas que posibilitaban la migración de la flora boreal hacia el sur, gran parte de las tierras bajas de la vertiente intracontinental se convirtieron en regiones áridas, donde se desarrolló una flora eminentemente xerófila. Luego, a mediados del periodo geológico Terciario, la masiva actividad volcánica ocurrida en la parte media de lo que hoy es México formó el Eje Volcánico Transversal. Debido a ello, la continuidad de las regiones áridas a sotavento de la sierra fue trastocada, y al compás de tal fragmentación se originó una gran cantidad de endemismos, es decir, disyunciones de especies o subespecies que particularizaron sus respuestas adaptativas al medio ambiente circundante.


Inmenso valle de Tehuacán-Cuicatlán


En el inmenso valle de Tehuacán-Cuicatlán[1] todavía es posible distinguir las huellas de esos inmemoriales procesos geológicos: en los cortes realizados en los montes para abrir paso a los caminos de terracería se aprecian gamas de varios colores. Toda una lección de estratigrafía que ha sido reforzada por el hallazgo de innumerables restos fósiles de plantas y animales que pululaban en la región en otras eras. La historia de la evolución natural ha sido reconstruida gracias a los estudios paleontológicos basados en este tipo de afloramientos y evidencias. Pero el estudio de los fósiles se ha sumado también a la arqueología para trazar la historia cultural de la región. En algunos sitios del valle se descubrieron los que hasta hoy constituyen los registros más antiguos de la domesticación de tres plantas fundamentales para el proceso civilizatorio mesoamericano: maíz, frijol y calabaza; por eso se declaró a la región como “cuna de la domesticación del maíz”.[2]

La Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán se localiza en el sureste de Puebla y noroeste de Oaxaca, abarca una superficie total de 490 186.87 hectáreas[3] y fue decretada como tal el 18 de septiembre de 1998. En 2012 se integró a la red de reservas de la biosfera del Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO (mejor conocido como MaB, por sus siglas en inglés). Según la división territorial que maneja la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), la RBTC se halla dentro de la región Centro y Eje Neovolcánico; y de acuerdo con la división político-administrativa de la Federación, la reserva comprende el territorio total o parcial de 20 municipios del estado de Puebla y 31 de Oaxaca.

Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán

La Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán se localiza en el sureste de Puebla y noroeste de Oaxaca


Con 21-25 °C de temperatura media anual y un nivel de precipitación media que alcanza apenas 400 milímetros al año,[4] la aridez de la región es sin duda consecuencia del efecto de sombra orográfica arriba mencionado, pero también resulta indudable que los procesos antropogénicos (deforestación, desvío del cauce natural de las aguas y otros más), acumulados a lo largo de siglos, la han incrementado. De otro modo no se explica cómo unos diez mil años antes de nuestros días, el valle de Tehuacán fuera un sitio clave para que los seres humanos asentados allí lograran avances fundamentales en la agricultura de América al integrar en sus cultivos las especies silvestres de maíz, chile, amaranto, calabaza o frijol. Los estudios arqueológicos han revelado que tiempo después, desde el siglo VIII a. C. hasta la llegada de los españoles en el XVI d. C., se edificó un extenso complejo de sistemas de irrigación[5] que además de alimentar labores agrícolas de gran escala, servía para obtener sal de excelente calidad en los depósitos de este mineral –todavía existentes en algunos puntos de la actual reserva– (en buena medida, los métodos de extracción de sal en esos lugares continúan siendo similares a los utilizados por las poblaciones originarias).

Tal vez debemos imaginar que en la era prehispánica, las corrientes fluviales de la región Tehuacán-Cuicatlán eran más nutridas de lo que son hoy. La mayor parte discurría entonces, como lo hace ahora, hacia el oriente, por la cuenca del río Papaloapan, para desembocar en el golfo de México; y otra parte, minoritaria, lo hacía rumbo a occidente, por la cuenca del Alto Balsas, para desaguar en el océano Pacífico. De esta última, los ríos principales han sido el Atoyac y el Acatlán; de la primera, el Salado (conformado por los escurrimientos de la Sierra Negra) es actualmente el principal flujo permanente, pues su caudal aprovecha las honduras de la fosa tectónica de Tehuacán, se une al llamado río Grande (cuyas fuentes son las más alejadas del mar de la cuenca del Papaloapan) y juntos forman el Santo Domingo, que alimenta la presa Miguel Alemán (también llamada Temascal) para luego, con sus aguas ya reguladas, desembocar en el golfo.


Pared de la presa del Purrón


La anterior existencia de importantes recursos hídricos en la región puede ser confirmada a través de dos ejemplos. Uno es que los monjes franciscanos y dominicos que fundaron misiones en el valle de Tehuacán desde el siglo XVI dedicaron buena parte de sus esfuerzos a la construcción y mantenimiento de edificaciones para acopiar agua, que se conocen como galerías filtrantes (o también como minas de agua, fuques o ganat); [6] estos ingenios aprovechaban la gran cantidad de agua subterránea proveniente de los deshielos del Pico de Orizaba, y la distribuían luego por medio de canales u otros conductos. En el Programa de Manejo de la RBTC, publicado en 2013, se afirma que varias galerías se usaban todavía en ese año para dotar de agua a los campos de cultivo de la planicie de Valsequillo. El segundo ejemplo es que hasta el día de hoy, la palabra tehuacán no sólo se refiere a una ciudad de Puebla y la región que la circunda, sino que se ha extendido como nombre común de una bebida de agua mineralizada que en sus inicios embotellaba y comercializaba una empresa que aprovechaba la existencia de manantiales en esa región (si después, cuando esa bebida lo fabrican y venden empresas transnacionales, como Coca Cola, se utilizan o no aquellas aguas, ya es otro cantar). Lo relevante, en todo caso, es que probablemente el paisaje de la actual reserva de la biosfera haya sido diferente en otros tiempos no demasiado remotos, cuando había más agua superficial porque las serranías a los flancos no habían sido deforestadas y los mantos acuíferos subterráneos no se habían sobreexplotado. Volveré sobre esto más adelante, pero ahora revisemos las condiciones naturales de esta área natural protegida.


Galería filtrante

c Características bióticas

Los tipos de vegetación que existen en una región son resultado de una serie de factores abióticos (tipos de suelo, altitud, orientación cardinal y temperatura, entre otros), pero su clasificación depende en buena medida de los puntos de vista que sobre el asunto se adopten al estudiar el tema. Así, para el valle de Tehuacán-Cuicatlán, diferentes investigaciones han reportado entre 15 y 29 asociaciones vegetales diferentes; en el Programa de Manejo de la RBTC se reconocen 11 tipos: bosque tropical caducifolio (que ocupa 32 por ciento de la superficie total de la reserva), matorral xerófilo (25 por ciento), bosque espinoso (sin datos, s.d.),[7] pastizal (s.d.), bosque de Quercus (15.4 por ciento), bosque de coníferas (4.8 por ciento), bosque mesófilo de montaña (s.d.), bosque tropical subcaducifolio (s.d.), vegetación acuática y subacuática (s.d.), además de otros dos que son menos comunes: el palmar y el bosque de galerías (s.d.).

Cardones blancos, llamados localmente viejitos
(Cephalocereus columna-trajani)

Algunos expertos afirman que en esta reserva de la biosfera está representada 11 por ciento de la diversidad florística existente en todo el país y que en comparación con otras ANP cuyos ecosistemas son similares, sus 365 especies singulares (entre las 2686 registradas como habitantes del área)[8] le otorgan el primer lugar nacional en cuanto a endemismos de flora se refiere. Sin duda, la característica más emblemática de la RBTC es su gran variedad de cactáceas. Los cardones blancos, llamados localmente viejitos (Cephalocereus columna-trajani), son unos gigantes que llegan a elevarse hasta 16 metros sobre el suelo, altura difícilmente igualada por otros cactus del planeta; los candelabros o cardones espinosos forman verdaderos bosques de cactáceas, y hasta una pequeña biznaga (Mammillaria hernandezii) generalmente de unos tres centímetros de alto y cuatro de ancho es un humilde pero descollante ejemplo de que la región es pródiga en endemismos. Sólo de cactus hay 28 géneros y 86 especies, 21 de ellas endémicas.






Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán:
Principales tipos de vegetación y uso del suelo

Tipos de vegetación
y uso del suelo
Descripción Porcentaje de la RB
Selva baja caducifolia Comunidad vegetal de 4 a 15 metros de altura en donde más de 75% de las especies pierden las hojas durante la época de secas. 29
Agricultura, pecuario
y forestal
Actividad que hace uso de los recursos forestales y ganaderos, puede ser permanente o de temporal. 22
Bosque de encino Bosques en donde predomina el encino. Suelen estar en climas templados y en altitudes mayores a los 800 metros. 21
Matorral desértico rosetófilo Vegetación con predominio de arbustos espinosos con hojas en forma de roseta que crecen en suelos sedimentarios en el piedemonte. Generalmente hay una importante presencia de cactáceas. 10
Matorral crasicaule Vegetación dominada por cactáceas de gran tamaño, como nopaleras, chollas y sahuaros. 8
Otros 10

Fuente: UNESCO, 2016.



Por otra parte, la fauna es también muy especial, ya que es producto de la confluencia entre especies de las biorregiones Neártica y Neotropical. Así, entre los vertebrados se reportan 19 especies de peces (2 endémicas), 38 de anfibios (3 endémicas), 88 de reptiles (20 endémicas); se han registrado 338 especies de aves (5 endémicas); 134 de mamíferos terrestres (11 endémicas y 26 catalogadas en riesgo de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana Nom-O59-Semarnat-2010). Entre los animales que habitan zonas de la reserva destacan: tepezcuintle (Aguti paca), tigrillo (Leopardus wiedii), nutria o perro de agua (Lontra longicaudis), ardillón (Spermofillus variegatus), lince o gato montés (Lynx rufus), temazate o venado cabrito (Mazama americana), pava de monte o cojolita (Penelope purpurascens) y ardilla voladora (Glaucomys volans). Una especie de ave amenazada de extinción pero que parece estar recuperándose tras el establecimiento de la ANP es la guacamaya verde. También se han registrado 38 especies de murciélagos, varias de las cuales son muy importantes para los procesos de polinización de plantas de la reserva.

Para los especialistas en el tema, un elemento destacado en la definición de un lugar como biodiverso (trátese de un país, una región o cualquier otra entidad territorial) es el número de especies que hay en él. En la RBTC se han registrado 3020 especies en un área de aproximadamente diez mil kilómetros cuadrados. Si comparamos esta ANP con otras de regiones similares en su composición vegetal, digamos, por ejemplo, con Baja California –donde están las ANP de El Vizcaíno y el Valle de los Cirios–, resulta que allí hay un número más o menos igual de especies que en Tehuacán-Cuicatlán, pero repartidas en un área que es casi catorce veces más grande. Por ello, la biodiversidad de la RBTC es sorprendente.


Tepezcuintle (Aguti paca)

Lince o gato montés (Lynx rufus)

Nutria o perro de agua (Lontra longicaudis)

Pava de monte o cojolita (Penelope purpurascens)



Guacamaya verde


Las psitácidas (Psittacidae) son una familia de aves entre las que se cuentan los loros, los papagayos, los pericos, los agapornis y otras de géneros afines. Una es la guacamaya verde (Ara militaris), que tal vez antaño poblaba gran parte del continente americano, pero cuyos hábitats actuales se reducen más bien a porciones de la Sierra Madre Occidental en Sonora y Chihuahua, la Sierra Madre Occidental entre Coahuila y Puebla, y la Sierra Madre del Sur en Oaxaca y Chiapas (hay también otros enclaves al sur del continente, en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y el extremo norte de Argentina). Codiciada por el colorido de su plumaje, que incluye rojo carmesí, azul turquesa, amarillo oliva y varios tonos de verde, así como por la posibilidad de convertirla en mascota domesticada, esta guacamaya ha encontrado refugio en la selva baja caducifolia de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, donde su avistamiento se ha convertido en uno de los mayores atractivos para el ecoturismo.

Aunque apreciar las características distintivas del rostro de las Ara militaris (la carencia de plumas en la cara, unas mejillas dibujadas por líneas rojas y un pico negro) es muy difícil si uno no se acerca a ellas lo suficiente –y hacerlo no es fácil si están en libertad y no se dispone de unos prismáticos de alto rendimiento–, sí es posible y muy conmovedor contemplar los tonos metálicos del plumaje cuando vuelan a la luz del sol, pues sus 70 centímetros de largo y sus 110 de envergadura –un promedio para los individuos adultos– las hacen aves de gran tamaño.


Guacamaya verde (Ara militaris)


La especie está protegida por las principales normas nacionales e internacionales en materia de biodiversidad, por ejemplo: la Convención Internacional para el Comercio de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, y la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

En Santa María Tecomavaca, uno del medio centenar de municipios que integran la Reserva de la Biosfera de Tehuacán-Cuicatlán, se ubica el cañón del Sabino, un sitio de anidación de las guacamayas que está dentro de las zonas núcleo, es decir, terrenos dedicados exclusivamente a proteger la biodiversidad existente en la reserva.[9] Las paredes del cañón alcanzan unos seiscientos metros de altura, por lo que constituyen una defensa natural para estas aves, pues su verticalidad dificulta el acceso de cualquier depredador, ya se trate de seres humanos u otros animales.


Cañón del Sabino


Además de su vistoso plumaje, la guacamaya verde se distingue por sus fuertes vocalizaciones, que adquieren mayor resonancia con el eco que se produce al rebotar los sonidos dentro del cañón. Las guacamayas se alimentan con varios tipos de frutas, vainas, semillas y brotes de hojas y flores. Forman parejas monógamas de por vida que construyen sus nidos y dormideros en oquedades de las paredes del cañón; tras la eclosión de los huevos, los progenitores cuidan de sus polluelos durante un año, hasta que éstos son capaces de seguir su propio camino.

En la cabecera municipal de Tecomavaca hay servicio de ecoturismo para el avistamiento de las guacamayas. Una opción muy interesante es pasar la noche en unas cabañas rústicas que se ubican lejos del poblado y, a la madrugada siguiente, caminar ascendiendo hasta los miradores situados en la cima del cañón. De por sí, el paisaje que se contempla desde esos miradores es impresionante, pero la fascinación aumenta cuando las guacamayas emprenden el vuelo en busca del sustento para ellas y sus crías. Dado que el cañón del Sabino alberga actualmente una población estable de guacamayas que oscila entre los ochenta y cien ejemplares, se puede decir que es uno de los más importantes refugios en América para esta especie de aves.

Además, en la RBTC hay 21 especies del género arbóreo Bursera, que entre sus especímenes más conspicuos cuenta con los árboles llamados comúnmente palo mulato, copal o cuajiote (este último nombre deriva de la palabra náhuatl para ‘lepra’, en referencia a que las capas exteriores de troncos y ramas presentan una especie de descarapelado que semeja la piel afectada por esa enfermedad). Durante mucho tiempo, los habitantes indígenas de la región de Tehuacán-Cuicatlán han extraído incienso, aceite y látex de estos árboles y usado sus resinas como remedio antiséptico para prevenir infecciones en heridas. Esas cortezas que se descarapelan son multicoloridas: rojo, naranja, dorado, amarillo, verde e incluso poseen matices azulados.[10] Así que atravesar los bosquecillos de estos árboles cuando despunta el sol, de camino hacia los miradores del cañón de las guacamayas, resulta otro espectáculo muy hermoso para el visitante.




Palo mulato, copal o cuajiote


c Características sociales

Según la Conanp, en la RBTC habitan entre treinta y cinco y treinta y seis mil personas (aunque si se considera la zona de influencia de la reserva de la biosfera, el número de personas que de alguna manera se relacionan con las posibilidades de conservación de la ANP ascendería a unas seiscientas mil, al incluir, sobre todo, a la población del área conurbada de los municipios de Tehuacán y Santiago Miahuatlán). De esos habitantes, 85 por ciento se ubican en los municipios del estado de Puebla, y el resto, en los del estado de Oaxaca. Tanto los censos levantados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, como las estimaciones hechas por la Conanp muestran que la mayoría de la población de la reserva es de origen indígena. Si bien no dispongo de datos más actualizados, el Programa de Manejo de la RBTC (2013) ofrecía la cifra de 27 961 hablantes de lengua indígena que habitaban en ese tiempo en los municipios de la RB. De acuerdo con las fuentes consultadas para elaborar este escrito, alrededor de 80 por ciento de los pobladores de la RBTC son indígenas, ya sea porque hablan una lengua vernácula considerada indígena o porque son herederos de tradiciones culturales y familiares de un indudable carácter étnico. En los municipios oaxaqueños de la reserva se habla mazateco, cuicateco, mixteco, chinanteco, chocho e ixcateco; mientras que en los municipios poblanos se habla popoluca y náhuatl. Con excepción de este último, los demás idiomas se clasifican como otomangues, es decir, miembros de una de las familias lingüísticas más antiguas y extendidas en el continente americano.


Alrededor de un 80% de los pobladores de la RBTC son indígenas


Esta población indígena mantiene la posesión formal de la mayor parte del territorio de la reserva, ya que el decreto expedido por el titular del Ejecutivo Federal que creó esta área natural protegida no modificó los regímenes existentes de propiedad del suelo, pues no tuvo un carácter expropiatorio. Así, de acuerdo con la ley, hay 130 núcleos agrarios certificados, de los cuales, 64 se ubican en Oaxaca y 66 en Puebla; juntos abarcan algo más de 90 por ciento de la superficie de la reserva de la biosfera, ya sea bajo la figura jurídica de bienes comunales o bajo la de dotaciones ejidales (hay también algunas tierras de propiedad privada que no llegan a 5 por ciento del total de la superficie). Además del suelo dedicado a la siembra y a la cría de ganado, esas comunidades aprovechan los recursos naturales de la región para su propio sustento y bienestar; por ejemplo, barro, palma y sal han sido, desde hace mucho tiempo, materiales clave para el desarrollo de actividades productivas que antes eran estándares y que ahora se consideran tradicionales; y más recientemente, como otro ejemplo, se usan los copalillos (árboles del género bursera) para la elaboración de las artesanías conocidas como alebrijes.


Las comunidades indígenas aprovechan los recursos naturales de la región para su sustento y bienestar,
por ejemplo: barro, palma, sal y copalillo



Ahora bien, la economía campesina de los habitantes de esta reserva de la biosfera se desarrolla en un contexto bastante desfavorable: “En los 51 municipios que conforman la RBTC, 21.2 por ciento presenta marginación muy alta, 65.4 por ciento marginación alta, 11.5 por ciento marginación media y 1.9 por ciento tienen marginación baja (sólo el municipio de Tehuacán)” (Conanp, 2013: 63). Es decir que en esta reserva, al igual que en otras áreas naturales protegidas de México –incluidas casi todas las reservas de la biosfera–, los altos grados de marginación y pobreza de la población local parecen ser característicos. Elizabeth Alison Lee, una antropóloga estadounidense de la University of California Riverside, ofrece una explicación al fenómeno de la conjunción entre gran biodiversidad natural y alta marginación social:

La rápida expansión de las áreas protegidas en México coincidió con la implementación de políticas económicas neoliberales en el país –una respuesta a la serie de crisis económicas que dieron comienzo en los primeros años de la década de 1980 y que se agudizaron en las siguientes dos décadas–. Los tomadores de decisiones adoptaron un paquete de políticas de ajuste estructural que privatizaron empresas estatales y redujeron significativamente el financiamiento público de servicios básicos como el cuidado a la salud, la educación y los subsidios a la agricultura (Lee, 2014: 147).

Entre otras cosas, esos recortes a los subsidios para la producción agrícola de ejidos y comunidades dieron al traste con las posibilidades de su crecimiento económico e incrementaron el ya tradicional nivel de pobreza de la gente del campo; así, muchos más mexicanos, entre ellos los indígenas de la región de Tehuacán-Cuicatlán, tuvieron que migrar de manera indocumentada a los Estados Unidos para buscar empleo en los sectores agrícola, de servicios y de construcción en ese país.

Dado este panorama neoliberal de contracción del Estado, reducción del bienestar social e incremento de la pobreza, es sorprendente que el alcance territorial e institucional del gobierno mexicano se haya expandido para crear espacios de protección a plantas, animales y ecosistemas. Al tiempo que el gobierno federal redujo o eliminó las operaciones de ciertos sectores, reconfiguró el poder, cambió prioridades y canalizó recursos hacia las actividades económicas y políticas relacionadas con la conservación. Las agencias multilaterales de financiamiento, la banca mexicana, las fundaciones privadas y las organizaciones no gubernamentales incrementaron su apoyo financiero a las actividades conservacionistas en el país desde la década de 1990, haciendo posible las nuevas prioridades del Estado […] Tres aspectos interrelacionados estuvieron implicados –mapeo de límites territoriales, reordenamiento de los derechos sobre la tierra y asignaciones específicas del uso de recursos naturales para actores públicos o privados–. Este planteamiento resaltó el papel central del Estado en la organización del territorio, y así este control contribuía a la legitimidad y la consolidación del propio poder estatal (Lee, 2014: 148).

c Lo social frente a lo natural

Iniciada como un experimento para crear un jardín botánico en tierras donadas por comuneros del municipio de Zapotitlán Salinas, Puebla, la constitución de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán se decretó tres años después (1998) incluyendo en su perímetro las tierras de los ejidos y comunidades agrarias de 51 municipios. A pesar de los conflictos entre los intereses de la población local y los preconizados por los agentes del exterior en torno al aprovechamiento de los recursos naturales del área natural protegida, se puede decir que finalmente se llegó a una aceptación generalizada del paradigma conservacionista. Al menos en parte, esto se debió a la reapropiación y reformulación del viejo discurso que ligaba los derechos sobre el suelo con el origen indígena de la población local. Este proceso se manifestó primero en la lucha conducida por los líderes locales para asegurar el control comunitario del jardín botánico y después se afirmó a través de proyectos que pretendían extender ese control al componente ecoturístico integrado a los usos permitidos de los bienes naturales de la reserva.




Jardín botánico en tierras donadas por comuneros del municipio de Zapotitlán Salinas, Puebla


En Zapotitlán Salinas, la inclusión de significaciones étnicas y reivindicaciones sociales sobre el territorio natural protegido fue un detonante para “romper la tendencia general de los territorios de conservación a borrar las historias sociales de los pueblos que los habitan o a desahuciar de ellos a los asentamientos indígenas” (Lee, 2014: 260). Esto fue posible gracias a que los derechos comunales se mantuvieron intocados, ya que, como antes mencioné, no se impusieron nuevos regímenes de propiedad de la tierra al no efectuarse expropiaciones para la creación de la reserva.[11] A pesar de la división entre quienes estaban dispuestos a ceder sus derechos y quienes estaban decididos a mantenerlos, la mayoría de la población se alineó con la postura de las autoridades agrarias locales, y las asambleas comunales terminaron decidiendo el rechazo a las propuestas de privatización. Quizá en tal decisión influyó el hecho (contrario a lo que sucede en otras ANP en el país, marcadamente aquellas que se ubican en terrenos costeros de zonas turísticas) de que los terrenos y paisajes de Tehuacán-Cuicatlán no son especialmente atractivos para el mercado y la inversión de capitales privados en la infraestructura necesaria para fomentar el turismo a gran escala.

También es preciso tomar en cuenta dos factores decisivos: el incremento de la migración indocumentada de población mexicana de origen rural a los Estados Unidos, así como el efecto de sus remesas de dinero en la economía de sus comunidades; y la opción de encontrar ingresos en las maquiladoras, el servicio doméstico, el trabajo como jornaleros agrícolas o la explotación de canteras de material travertino (mármol, ónix, etc.), entre otras fuentes de empleo posibilitadas por la proliferación de empresas industriales y agroindustriales en la región de Tehuacán. Para el tiempo en que se decretó la reserva de la biosfera, el trabajo asalariado –nacional o internacional– se había vuelto ya la principal base económica para el sustento de un gran número de familias locales, por lo tanto, su dependencia de las actividades agropecuarias de subsistencia y del uso de recursos naturales (madera para la combustión, vegetación natural para el forraje, etc.) ya no era tan acusada como en épocas anteriores.

Aparte del hospedaje en cabañas rústicas, surgieron otras iniciativas
para obtener ingresos del turismo

Debido a ello, las restricciones impuestas tras la creación de la reserva de la biosfera no tuvieron repercusiones tan severas, pues los procesos de proletarización de los miembros de las comunidades agrarias y su separación de las labores agrícolas ya estaban bastante avanzados. Por ejemplo, entre 1960 y 1980, la mayor fuente de ingresos para la población de Zapotitlán era la fabricación de artesanías de ónix, material que se obtenía en canteras locales y se trabajaba en pequeños talleres. Pero entonces como ahora, eran menos las familias dedicas a la cría de cabras, la producción de sal y la agricultura de temporal. Sin embargo, en la década de 1990, la industria del ónix se colapsó y el desempleo obligó a mucha gente a migrar a los Estados Unidos en busca de ingresos; para quienes decidieron permanecer en el pueblo, la prestación de servicios para el ecoturismo –actividad acorde con los designios de las autoridades de la RBTC– se convirtió en una atractiva opción para ganarse la vida. Aparte del hospedaje en cabañas rústicas, la venta de comida y el servicio de guías, surgieron otras iniciativas para obtener ingresos del turismo: la oferta de baños y temazcales “ecológicos”, de cosméticos hechos con plantas nativas, de sal producida artesanalmente, de cactus cultivados en el jardín botánico y hasta de helados con “sabores prehispánicos” son tan sólo algunos ejemplos de los negocios con los que parte de la población local esperaba mejorar su triste situación económica.

No obstante, tres décadas después, esa mejoría económica a través del turismo no ha alcanzado a la mayoría de la población. Ciertamente hay restaurantes, alojamientos y tiendas que se mantienen en funcionamiento –sobre todo cuando están situados a la orilla de la carretera–; y algunos artesanos, guías de turistas y unos cuantos participantes en proyectos apoyados por organizaciones de la sociedad civil o las autoridades de la reserva logran contar con ingresos modestos, aunque a veces intermitentes. Pero, prácticamente, ninguna de esas actividades logra igualar las entradas de efectivo que aportan las remesas de los migrantes. Y eso, a pesar de que la RBTC recibe miles de visitantes cada año.

Así, podemos concluir que, en el caso de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán hay puntos a favor que pueden hacernos pensar en una respuesta positiva a las preguntas planteadas al final de la anterior entrega de esta serie de artículos, entre ellos: retención del control local sobre el jardín botánico; obtención de fondos de agencias internacionales –principalmente del Global Environment Fund (GEF)– destinados al desarrollo de proyectos productivos en el área; inclusión de la historia local en el discurso conservacionista y con ello una cierta reivindicación de la identidad étnica; y el hecho de que la territorialización de espacios para la conservación de la naturaleza no ha incidido en el régimen de propiedad comunal y ejidal. Sin embargo, la persistencia de muchos problemas, unos muy añejos y otros de cuño más reciente, puede decantarnos por una respuesta negativa. Mencionaré como conclusión sólo algunos de esos problemas, bajo la promesa de ahondar más en ellos en otras entregas de la serie (numerarlos no indica aquí una sucesión jerárquica, sino una manera de distinguirlos):

  1. El crecimiento urbano es una fuente de presión para los ecosistemas de la reserva de la biosfera, ya que ni los municipios ni sus centros de población cuentan con programas de ordenamiento territorial ni de desarrollo urbano (a excepción de Tehuacán), lo cual provoca la proliferación de asentamientos humanos irregulares que afectan la vegetación primaria de cada ecosistema.

  2. Del caótico crecimiento urbano deriva la problemática de la generación y manejo inadecuado de los residuos sólidos, que redunda en la proliferación de tiraderos al aire libre.

  3. La explotación intensa y desordenada de bancos de materiales pétreos ocasiona graves alteraciones al paisaje.

  4. Las prácticas productivas de tipo agropecuario –en las que sobresalen la ganadería extensiva y el manejo de monocultivos– constituyen quizá el principal problema causante de graves impactos ambientales a la vegetación más conspicua de la RBTC, porque el matorral xerófilo y la selva baja caducifolia son muy frágiles debido a sus suelos pobres en nutrientes y altamente susceptibles a la erosión. Así, el constante ramoneo del ganado o el cambio de uso del suelo para la siembra pone en peligro la viabilidad de ese tipo de cubiertas vegetales. La ganadería de caprinos, que se desarrolla en la región desde finales del siglo XVI, por lo general se menciona como uno de los factores más influyentes en la deforestación y la amenaza de extinción para varias especies de flora.

  5. Como en muchas otras partes de México, la pobreza, aunada a la ignorancia sobre el verdadero valor de sus recursos, ha contribuido al comercio ilegal de plantas y a la cacería furtiva (junto con la venta de otro producto muy solicitado por turistas y coleccionistas de Estados Unidos, Japón y varios países europeos, me refiero a los restos fósiles de antiguos animales y plantas que abundan en la región y cuyo origen data de otras eras paleontológicas.

  6. De manera particular, la extracción de agua de pozos para cultivos y para satisfacer las necesidades de las concentraciones urbanas ha afectado la capacidad de almacenaje de los mantos freáticos y acelerado los procesos erosivos en la superficie. Los grandes proyectos de irrigación destinados a surtir con agua a las agroindustrias, empresas y ciudades escatiman el aprovisionamiento del líquido necesario para la flora, la fauna animal y la humana que habitan en la reserva.

  7. La construcción de carreteras ha alterado los paisajes naturales y destruido parte de los recursos naturales existentes (quizá no en proporciones catastróficas, pero sí con fuertes repercusiones en algunas zonas).

  8. El saqueo de zonas arqueológicas enlistadas como patrimonio de la humanidad bajo el título de Valle de Tehuacán-Cuicatlán: hábitat originario de Mesoamérica.

En conclusión, no obstante que las instituciones nacionales, los organismos internacionales, los consorcios financieros privados y las organizaciones de la sociedad civil, así como la opinión pública globalizada, se mantienen en la idea de que las reservas de la biosfera pueden pasar de ser los últimos refugios de la vida natural en el planeta a convertirse en los nuevos edenes bajo la égida del desarrollo sustentable, en los territorios de esas ANP persisten muchos de los problemas que amenazan la viabilidad futura de la vida natural que conocemos. La apuesta del GEF y otros fondos de financiamiento privados o públicos ha sido invertir en el soporte de áreas naturales protegidas muy extensas –como por lo general son las reservas de la biosfera– donde en ciertas zonas se prohíba el aprovechamiento de los recursos naturales –excepto para el ecoturismo y la investigación– y en otras se fomente su uso racional a través de proyectos productivos que sean compatibles con su conservación, al mismo tiempo que constituyan fuentes alternativas para el sostenimiento de los habitantes de la región.

Se preconiza que los impactos negativos sobre el medio ambiente y sus recursos pueden ser sustituidos por actividades más amigables y sustentables, entre ellas la apicultura, la ganadería intensiva, la agricultura con técnicas de hidroponía, la producción de productos derivados del cultivo de flora y fauna silvestres, la herbolaria, los jardines botánicos, la elaboración de artesanías, la introducción de estufas ahorradoras de leña, la producción de abonos orgánicos, el establecimiento de plantaciones o de unidades de conservación y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre (llamadas UMA), y sobre todo, quizá, el turismo de bajo impacto ambiental, entre otras más.

Puede ser que tales planes y proyectos se conviertan en los gérmenes de la conservación de la biodiversidad en tiempos futuros, pero de seguro esto no podrá lograrse sin el concurso y la anuencia informada de las poblaciones locales de antigua raigambre en la región. La siguiente cita, proveniente de una entrevista hecha por Lee a uno de los biólogos que trabajaron en el proyecto de creación de la RBTC, me parece muy ilustrativa a este respecto:

Uno de los grandes problemas de la reserva era con la gente de las comunidades. La reserva era algo que ellos [los burócratas] hacían en sus escritorios, en oficinas, y nunca se les ocurría decirle a la gente. La gente de las diferentes comunidades empezó a preocuparse, porque no entendían y nadie se los explicaba; ese es todavía el problema hasta hoy, qué es lo que la reserva realmente significa; si ellos van a poder seguir cultivando, si van a poder sacar afuera sus chivos, o si van a poder tener algunos subsidios […] de esto ellos no saben nada. (Entrevista con la autora, 15 de agosto de 2000). (Lee, 2014: 155).

Tal vez hay que empezar a construir nuevos paradigmas teóricos sobre la relación naturaleza-cultura que incluyan más firmemente la participación de las poblaciones locales que habitan en las áreas naturales protegidas. Sobre esto hablaremos en la siguiente entrega de la serie.

c Referencias

CONANP, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (2013). Programa de Manejo. Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán. México: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas [en línea]: <www.conanp.gob.mx/que_hacemos/pdf/programas_manejo/tehuacan_2013.pdf>. Ir al sitio

CONANP-SIMEC, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas-Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación para la Conservación (2019). Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán [ficha] [en línea]: <simec.conanp.gob.mx/ficha.php?anp=123®=7>. Ir al sitio

LEE, A. E. (2014). Territorialisation, Conservation, and Neoliberalism in the Tehuacán-Cuicatlán Biosphere Reserve, Mexico. En: Conservation & Society, vol. 12, núm. 2, pp. 147-161 [en línea]: <www.jstor.org/stable/26393151>. Ir al sitio

UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2016). Convention concerning the Protection of the World Cultural and Natural Heritage, World Heritage Nomination Proposal for Tehuacán-Cuicatlán Valley originary habitat of Mesoamerica. México [en línea]: <whc.unesco.org/en/list/1534/documents/>. Ir al sitio

Notas

* Antropólogo. Ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias”.

  1. En realidad, este término designa a una intrincada agrupación de valles tectónicos, entre los cuales, los de Tehuacán, Zapotitlán, Cuicatlán, Huajuapan y Tepelmeme son los más grandes.
  2. La superficie enlistada como patrimonio de la humanidad mixto, es decir, cultural y natural, coincide prácticamente con su zona núcleo. La reserva patrimonial se divide en tres componentes territoriales: Zapotitlán-Cuicatlán, San Juan Raya y El Purrón.
  3. La zona núcleo de la reserva abarca 145 255.20 ha, mientras que alrededor de este núcleo se extienden las 344 931.68 ha de las zonas de amortiguamiento.
  4. Debido a la topografía y las diferencias de vegetación, existen variaciones en estas características generales. En cuanto al clima, los tipos que prevalecen en casi tres cuartas partes de la reserva son secos o áridos, y el templado distingue a la parte restante; además, en algunas pequeñas zonas hay climas cálidos. En cuanto al régimen de lluvias, la mayor parte del ANP recibe un promedio de 400 mm a lo largo del año, pero en las laderas con altitudes mayores a los mil metros sobre el nivel del mar la captación sube generalmente por arriba de los 600 mm; sin embargo, en la porción oriental de la reserva donde las sierras Negra, Mazateca, Pápalos y Monteflor reciben los vientos húmedos del golfo de México, se registran comúnmente valores superiores a los 900 mm anuales.
  5. Formado por diques, canales, jagüeyes y hasta presas de gran tamaño, como la de Purrón, de la que se piensa que pudo haber tenido una capacidad de almacenamiento de hasta 2.5 millones de metros cúbicos de agua.
  6. En su entrada para esta palabra, Wikipedia dice: “Un «qanat» (del árabe , qanāh: “canal”) es una infraestructura hidrogeológica para la captación de una capa de agua subterránea, su succión hacia el exterior y conducción por una o varias galerías de drenaje ligeramente inclinadas y dotadas de pozos verticales de acceso y aireación. El final de la mina suele ser una cisterna, arca de registro o algún otro tipo de exsurgencia. Para las poblaciones de las regiones áridas o semiáridas, un «qanat» constituye todavía una fuente constante y estable de agua, independientemente de la estación, y permite, por ejemplo, la irrigación de cultivos agrícolas”. Véase: <es.wikipedia.org/wiki/Qanat>. Ir al sitio
  7. El Programa de Manejo no ofrece datos respecto a la superficie proporcional ocupada en la reserva por el tipo de vegetación que se menciona.
  8. Este número total de especies de flora también está en discusión, pero es posible decir que las de flora vascular se clasifican en 180 familias y 891 géneros. De todas ellas, 808 especies se consideran como útiles para la existencia de la especie predominante, la de homo sapiens o seres humanos, sin importar lo que implica ese concepto de utilidad.
  9. En la RBTC hay otros sitios de descanso y alimentación (y tal vez de anidación) de las guacamayas verdes: Los Compadres, también en Tecomavaca; Peña del Águila-Aguacate y Chirimoya, en el municipio de San Juan Coyula; y Quiotepec, en el de Tepelmeme.
  10. Puesto que las burseras son caducifolias, permanecen sin hojas la mayor parte del año, y entonces el proceso de fotosíntesis es realizado por las capas de corteza, lo cual permite que la planta ahorre energía.
  11. No hay que olvidar, sin embargo, que la posibilidad de desmantelar la tenencia comunal de la tierra sigue viva. Por ejemplo, el Procede (Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación) ha sido un instrumento para implementar la reforma del artículo 27 constitucional de 1992, al otorgar títulos individuales de propiedad de parcelas ejidales que son legalmente reconocidos y avalados por el gobierno federal. Quienes cuentan con esos títulos pueden vender o alquilar la tierra a agentes públicos o privados que no necesariamente son miembros de las comunidades locales.
c Créditos fotográficos

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CORREO del MAESTRO • núm. 288 • mayo 2020