Palabras, libros, historias
EUSEBIO FRANCISCO KINO:
MISIONES EN CALIFORNIA Y LA PIMERÍA ALTA

Segunda parte
Andrés Ortiz Garay

Aquí presentamos la segunda parte del artículo sobre la vida y obra de Eusebio Francisco Kino, explorador, cartógrafo, astrónomo y misionero jesuita nacido en Italia, quien dirigió exploraciones en Baja California, Sonora y Arizona. En esta entrega nos enfocamos en la que sería la principal misión de su vida, la conquista espiritual de la Pimería Alta.





La remota Pimería Alta

Hace ya doce años, y va para trece, que, habiéndose suspendido la empresa de la conquista y conversión de la California… me encuentro en esta dilatada Pimería, que tiene de largo norte-sur más de 100 leguas, y llega desde la provincia y valles de Sonora hasta casi la provincia de Moqui, y otras tantas y aún más leguas tiene de ancho oeste a este o de oriente al poniente, desde las tierras de los jocomes y janos, yumas y apaches, y hasta el brazo de mar de la California.1


Así empezó Kino la descripción de la frontera de colonización que los españoles llamaban Pimería Alta. Este nombre derivó del gentilicio que se aplicó a uno de los grupos indígenas o “tribus” que habitaban allí: los pimas.2 El calificativo de Alta se le dio porque más abajo, es decir, hacia el sur, en los valles intermontanos de la Sierra Madre Occidental habitaban otras gentes que también fueron llamadas pimas. Como los españoles nombraban de acuerdo con la cuadratura del mapa, los de más al sur eran los de abajo y los de más al norte eran los de arriba o de la parte alta del mapa y por eso, sin mayor discernimiento, el nombre quedó así. Hoy podemos delimitar, más o menos, a la Pimería Alta de los tiempos de Kino como un vasto territorio que comprendía gran parte del desierto que actualmente se ubica en el norte de Sonora y el sur de Arizona, incluidos los cordones de tierras más fértiles que formaban los cursos de ríos que en esa época eran mucho más caudalosos y regulares que en la actualidad (el San Ignacio al sur, el Gila al norte y noroeste, así como el San Pedro y el Alto San Miguel al sur y sureste).

Tras pasar por Cucurpe (que era entonces la avanzada jesuita más al norte), Kino llegó a una ranchería de indios llamada Cosari el 13 de marzo de 1687, en un día que posiblemente era viernes de Dolores y por eso puso el nombre de Nuestra Señora de los Dolores a la misión que fundaría en ese lugar y que sería la base principal de su actividad misionera (el 23 de abril de 1693 se hizo la solemne dedicación del templo de esa misión). Desde allí, Kino se lanzó a una intrincada serie de travesías que le valieron la bien merecida fama de explorador, pues recorrió de ida y vuelta miles de kilómetros para alcanzar sus metas. Seguramente, en muchos de esos viajes le animaba el deseo de encontrar el camino a California, lo cual logró en 1702, cuando:


… con las cuatro mejores cabalgaduras mulares que llevábamos, subimos a un cerro del poniente, adonde entendimos divisar ver la mar de la California, y mirando y divisando hacia el sur y hacia el poniente y sudoeste con anteojo y sin anteojo de larga vista, más de 30 leguas de tierras llanas, sin mar alguna, y la junta del río Colorado con este río Grande (o río Gila…), sus muchas arboledas y campiñas … y volviendo a nuestro paraje comimos, añadiendo unos dulces por consuelo que ya, gracias al Señor, habíamos dado vista a las tierras pertenecientes a la California, sin que hubiera mar de por medio que apartase estas tierras della.3


Pero también exploraba hacia el noreste para hallar una ruta que comunicara la Pimería con el Moqui, es decir, con Nuevo México, donde los españoles tenían ya alrededor de un siglo de haber empezado la colonización. Además del descubrimiento de minas de metales preciosos, la posesión de tierras fértiles para la agricultura y la ganadería constituía un objetivo del avance español del cual las misiones jesuitas eran puestos de avanzada; de ahí el interés de Kino en recorrer partes del río Colorado y de su tributario, el río Gila.




Este caudalosísimo, pobladísimo y fertilísimo río Colorado, que sin falta es el mayor de toda la Nueva España, es el que los antiguos cosmógrafos llamaron por antonomasia el río del norte, es muy probable de la Gran Quibira, y lo cierto es que por las fértiles y amenas tierras de este gran río se puede entrar hasta los moquis … según pesando el sol con el astrolabio he reconocido … que se llega a 36 grados, que es la altura en que están los moquis y misiones pertenecientes al Nuevo México, y no habrá riesgo que por esta parte impidan la entrada los apaches.


El infatigable explorador también localizó varios sitios para instalar puertos en la costa sonorense y hasta se dio el lujo de dirigir, en Caborca, la construcción de una pequeña embarcación (Kino siempre tuvo en mente la búsqueda de opciones para que las misiones de Sonora y Sinaloa apoyaran económica y materialmente al proyecto misionero que dirigía en la península su compañero y amigo, el padre Juan María Salvatierra).


Por julio entré a la nación Soba, con el teniente Juan Matheo Mange, y dimos comienzo a un barco cortando las maderas y unos tablones grandes. Las demás maderas, planes y tabanares y barragantes se labraron aquí en Nuestra Señora de los Dolores, con ánimo de llevar todo este barco acuartelado a la mar con mulas, y allí armarlo, clavarlo, calafatearlo, embrocarlo y pasar a la cercana California.


Kino también concedía gran importancia estratégica al afianzamiento del dominio español en la Pimería (a la que llamaba Nueva Navarra en honor a su santo patrono Francisco Xavier, quien había nacido en la Navarra española), pues sabía que rusos, holandeses, ingleses y franceses pretendían establecer colonias en las costas californianas.

En otras ocasiones, Kino se desplazaba acompañado apenas por un par de sirvientes con el objeto de cumplir con sus deberes sacerdotales, para administrar los sacramentos, decir misa e instruir en los preceptos de la fe católica a las poblaciones indias que iba encontrando a su paso. Algunos de sus métodos de enseñanza nos pueden parecer hoy curiosos, pero se valía de los recursos que tenía a la mano y de explicaciones ajustadas a lo que él conocía:


La entrada fue de más de 80 leguas de camino muy llano; encontré a los naturales muy afables y amigables, y en particular en la principal ranchería de San Javier del Bac, que tiene como 800 almas: les hablé la palabra de Dios, y en el mapamundi les enseñé las tierras y los ríos y los mares por donde los padres veníamos desde muy lejos a traerles la saludable enseñanza de nuestra santa fe, y les dije cómo también los españoles antiguamente no eran cristianos, y que vino Santiago a enseñarles la fe.


Mapa de la Pimería Alta trazado por Kino.

El siempre estudioso fray Eusebio se dio tiempo para hacer pesquisas de un tipo que hoy llamaríamos “arqueología primitiva”, por ejemplo, cuando en noviembre de 1694 visitó unas ruinas en las inmediaciones del río Gila sobre las que hizo las siguientes conjeturas:


La Casa Grande es un edificio de cuatro altos, tan grande como un castillo y como la mayor iglesia destas tierras de Sonora; dícese la dejaron y despoblaron los mayores de Moctezuma y, perseguidos de los cercanos apaches, salieron al oriente o Casas Grandes, y de allí tiraron hacia el sur y suroeste, y fueron a fundar la gran ciudad y corte de México. Junto a esta Casa Grande hay otras 13 menores, algo más caídas, y las ruinas de otras muchas casas, que se reconocía que antiguamente hubo aquí una ciudad. En esta ocasión y en otras después he sabido y oído, y a veces visto … las ruinas de ciudades enteras con muchos metates y ollas quebrados, carbones, etc.



Conforme los españoles fueron conociendo a los habitantes de la Pimería Alta se dieron cuenta de algunas diferencias entre ellos. Lo que Kino y sus contemporáneos llamaban “tribus” o “naciones” sólo lo eran en el sentido de que hablaban una misma lengua y compartían algunos rasgos culturales, pero ninguna de ellas tenía organizaciones sociopolíticas que integraran a más de unas cuantas rancherías y de hecho éstas sólo se unían cuando había que guerrear o llevar a cabo algunas ceremonias. En el este de la Pimería las comunidades practicaban una agricultura semisedentaria, pero en el desierto los grupos eran más bien de recolectores y cazadores nómadas; la mayoría de ellos eran hostiles entre unos y otros, en especial cuando no hablaban la misma lengua. Los apaches, janos y jocomes formaban bandas de guerreros que constantemente depredaban tanto a otros indios como a los mismos españoles. No obstante esta compleja y caótica situación, Kino se sentía optimista respecto a la conversión de los pimas y otras “tribus” al cristianismo y a los modos de la civilización europea; pero a los apaches y sus aliados los consideraba enemigos irredentos incapaces de ser incluidos en el redil cristiano. En sus informes al rey, el jesuita dejó ver en quiénes depositaba su confianza:


Con estas repetidas muchas entradas y misiones que hice a todas partes sin particular gasto de la Real Hacienda, quedan reducidas a nuestra amistad y a la obediencia de la Real Corona y al deseo de recibir nuestra santa fe más de 30 000 almas de estos contornos, así en esta nación Pima, que tiene más de 16 000 almas, como en las cercanas tierras de los Cocomaricopas, Yumas, Quiquimas, Cutganes, Bagiopas, Hoabonomas, etc., y muchas más son las demás almas y gentes adonde se puede entrar con toda facilidad, que ya les he enviado recaudos y pláticas de doctrina cristiana, y me han avisado y sabemos que viniendo padres misioneros seguirán e imitarán a estas otras naciones ya reducidas.

Misión de paz, misión de guerra

Desde los inicios de la conquista de América, la Corona española tenía tres propósitos fundamentales respecto a los habitantes autóctonos del nuevo continente: convertirlos al cristianismo, civilizarlos bajo los moldes culturales europeos y explotarlos social y económicamente. Los que se avinieran a estos tres preceptos serían aceptados como súbditos de su Majestad católica con algunos derechos y muchas más obligaciones. Los que no, serían considerados enemigos y se les haría la guerra hasta la sumisión o el exterminio. En las regiones fronterizas del Imperio, como era la Pimería, el sistema de misiones fue el principal medio a través del cual el Estado y la Iglesia impondrían su presencia y lograrían –en diversos grados que variaron de acuerdo con las circunstancias específicas de tiempo y lugar– concretar dichos propósitos. De tal manera y sobre todo en el norte novohispano, la misión no era únicamente el sitio de adoctrinamiento religioso, sino el centro de congregación (“reducción”) de las poblaciones dispersas, la agencia de acopio de información utilizada por los hispanos, el puesto de avanzada militar (ya que casi siempre había allí algunos soldados destinados a proteger a los sacerdotes) y, especialmente, la escuela donde cobraban vida los procesos de aculturación que transformarían a los indios. Era, por último, una empresa económica de cuyo éxito dependía el engranaje de los indios en el sistema colonial.4

Ruinas de la misión fortificada de Cocóspera en 1935.

Eusebio Kino fue un ejemplar desarrollador del método misionero. Primero mandaba mensajes, por medio de los indios que ya se habían aliado a él, a otros que se hallaban en tierras más lejanas. Luego los visitaba en sus moradas y entonces los invitaba a que fueran a alguna de las misiones –especialmente a la de Dolores– para que constataran personalmente el desarrollo agropecuario y el bienestar material que éstas habían alcanzado. Una vez que los convencía de la sinceridad de su ofrecimiento de amistad y de las ventajas económicas que suponía la asociación con los cristianos, les proponía el bautismo y la conversión. De esta forma logró fundar unas 24 misiones, entre las que se contaron: Dolores, Nuestra Señora de la Concepción de Caborca, Santa María Magdalena de Buquivaba, San José de Ímuris, San Pedro y San Pablo de Tubutama, San Marcelo de Sonoita, San Javier del Bac, San Cayetano de Tumacácori y otras más.5

Pero aunque Kino y sus compañeros jesuitas podían decir que habían bautizado a cerca de un millar de pimas hacia 1689 (entre ellos a varios líderes influyentes) la situación distaba de ser idílica. Los ataques indios sobre los ranchos de españoles aumentaron en frecuencia; los colonos culpaban a los pimas,6 de quienes desconfiaban sin distinguirlos de apaches, jocomes y janos. En Tubutama, el misionero de origen checoslovaco, Daniel Januske, colocó en puestos de mando en la misión a indígenas ópatas, quienes despreciaban a los pimas por considerarlos salvajes; los malos tratos de esos capataces colmaron la paciencia de los habitantes de Tubutama que terminaron asesinándolos; el propio Januske se salvó al huir apresuradamente a San Ignacio. Los pimas sublevados reclutaron gente de otras rancherías y atacaron Altar y Caborca quemando las misiones y dando muerte al jesuita Francisco Javier Saeta y a sus ayudantes. Kino relata al respecto:


Dibujo a mano de Kino para ilustrar el martirio de Francisco Xavier Saeta S.J. Original en el Archivo Romano de la Compañía de Jesús.


El día 2 de abril de 1695, Sábado de Gloria, al salir el sol entraron en la casa del V.P. [con esta abreviatura, que significa “vuestra paternidad”, Kino se refiere al padre Saeta] los referidos como 40 malévolos de San Antonio Uquitoa, al parecer en paz, pero con sus arcos y flechas; hablaron con el V.P. y el V.P. con ellos, y los despidió amigablemente; salieron y llegó el V.P. con ellos hasta la puerta del pequeño templo, adonde luego el V.P. reconoció su mal intento de los sacrílegos, y aunque el V.P. llamó al capitán de la Concepción [es decir, la autoridad india de Caborca] pero que de miedo de la gente armada no acudió luego; el V.P. se puso de rodillas en la misma puerta de su iglesita a recibir, como recibió, los dos flechazos, y levantándose con ellos entró a abrazarse con un muy lindo Santo Cristo que había traído consigo desde Europa … También mataron estos crueles bárbaros a los cuatro sirvientes del V.P. Uno se llamaba Francisco Javier, era natural de Ures, servía de intérprete7 y estaba casado con una india pima de esta Pimería llamada Lucía, natural de la ranchería grande de Mototicachi, que tan sin causa se destruyó el año de 1688, llevando más de 20 presos de ella al real que llaman de los Frailes y apeloteando más de 50 naturales, sólo por las sospechas de que éstos hacían los robos de caballadas y hostilidades desta provincia, siendo en particular ahora tan notorio que siempre lo han hecho los jocomes, janos, yumas y apaches revueltos y no estos tan perseguidos pobres pimas desta dilatada Pimería de por acá…


La represión española no se hizo esperar, sin distinguir en su castigo a quienes habían participado activamente en la revuelta y a quienes no; así, muchos pimas huyeron de las misiones por temor a ser asesinados. Las autoridades coloniales decidieron que Kino pactara un encuentro con los líderes pimas en un lugar llamado El Tupo. Se acordó que allí los líderes pacifistas entregarían a los cabecillas de la revuelta para enjuiciarlos. Los soldados españoles iban acompañados por una tropa de indios seris. Entonces, en plena reunión, un oficial español decapitó con su espada al primer pima señalado como rebelde. Todos intentaron huir y se desató una masacre en la cual fueron asesinados muchos pimas, entre ellos varios líderes pacifistas a los que Kino había prometido inmunidad. La sublevación se extendió y casi todas las misiones fueron quemadas, excepto Dolores, Remedios y Cocóspera. Aunque el poder militar de los españoles había sido demostrado, también quedaba clara su ineficacia para trabajar juntos misioneros y soldados, así como el poco respeto a la palabra empeñada. La violencia y la desconfianza se introdujeron en las relaciones entre españoles e indios y estos últimos se dividieron en pro y antiespañoles. A pesar de estos graves sucesos, de alguna manera se mantuvo entre los pimas la reputación de Kino como un hombre honesto.8 Y así fue como logró, no sin dificultades, concertar otro pacto con el que se dio por terminada esta primera rebelión de los pimas.9

En los años siguientes, Kino se dedicó a trabajar entre los pimas llamados sobaipuris al norte de la Pimería Alta, en una región donde la guerra contra los apaches era cosa frecuente y por eso son varias y extensas las referencias que contiene Favores Celestiales a los conflictos con esos indios bárbaros, a los que el jesuita llamaba “los enemigos declarados de esta provincia de Sonora”:


En Quiburi tuve carta del capitán de los señores soldados, que también iban llegando, y llegaron el día 9 de noviembre [1697]. Hallamos a los hijos pimas de Quiburi muy joviales y muy amigables, y que estaban bailando con las cabelleras y los despojos de 15 enemigos jocomes y janos que pocos días antes habían matado, cosa que nos fue de tanto consuelo que el señor capitán Cristóbal Martín Bernal, y el señor alférez, y el señor sargento y otros muchos entraron en la rueda y bailaron gustosos en compañía de los naturales…10


Al contrario de lo que nos dice esta escalofriante referencia de Kino, los españoles no dieron un apoyo decidido y constante a los pimas sobaipuris en su lucha contra los apaches, ni se fundaron misiones permanentes en su territorio. Por ello, al arreciar la presión de las bandas apaches, la mayoría de los sobaipuris abandonaron para siempre sus asentamientos en el Valle del San Pedro y se fueron a vivir más al este y al norte, donde estaban un tanto más a salvo de las incursiones de los indios nómadas.

En la primera década del siglo XVIII, Kino dedicó sus esfuerzos a reconstruir el sistema misional en el área de Caborca y San Ignacio, la más dañada por la revuelta pima. En esa tarea fue ayudado por otros misioneros jesuitas, especialmente Luis Xavier Velarde y José Agustín Campos. Pero sus progresos fueron lentos y Kino no alcanzó a ver los resultados completos, pues no fue hasta 1732 que se aumentó el número de misioneros en la Pimería.

El legado del padre Kino

Eusebio Francisco Kino murió de muerte natural a los 66 años de edad, casi a la medianoche del 15 de marzo de 1711, en el pueblo de Santa María Magdalena, actualmente Magdalena de Kino, Sonora, donde fue sepultado. No se sabe qué causó su muerte, aunque sí hay noticias de que sufría “de fiebres” (probablemente paludismo). Sus últimas horas las pasó acompañado por el padre Campos, orando recostado sobre unas pieles de vaca como colchón, unas mantas por sábanas y una silla de montar como almohada. Podemos pensar que entre sus últimos pensamientos hayan estado sus recuerdos de las cabalgatas por el desierto y los montes para visitar las rancherías indias y de sus prácticas como geógrafo cuando “pesaba el sol con el astrolabio”.

La importancia histórica de Kino ha sido juzgada desde diversos puntos de vista; la trascendencia de su obra política (como evangelizador y como colonizador) ha sido puesta en duda,11 así como la calidad de santo que ha intentado darle la jerarquía eclesiástica local.12 Pero no hay duda que en la mentalidad popular su fama se mantiene hasta nuestros días, a pesar de las confusiones que pueda haber acerca de considerarlo como un héroe civil o religioso. Por ejemplo, en Arizona y Sonora el nombre de Kino se ha usado y se usa en muchos establecimientos; lo llevan hoteles, farmacias, ferreterías, parques, escuelas, bulevares y hasta una bahía y una ciudad sonorenses.13 En Estados Unidos, el Congreso lo nombró fundador de Arizona y autorizó la colocación de su estatua en el National Statuary Hall del Capitolio en Washington, lugar en el que cada estado de ese país tiene dos monumentos que honran a sus ciudadanos distinguidos.

Timbre postal que canceló el gobierno mexicano en Cucurpe, Sonora, en 1987, para conmemorar el tricentenario de la llegada de Kino a Sonora. Diversas asociaciones de Arizona pidieron la emisión de un timbre conmemorativo; pero fracasaron ante la Oficina del Servicio Postal en Washington D.C.


En 1966, investigaciones conducidas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y patrocinadas por el gobierno de Sonora develaron los restos de Kino que se hallaban enterrados bajo la Plaza de Armas de Magdalena. Desde entonces se construyó allí un monumento en honor al jesuita en el que puede verse su esqueleto. Además, Magdalena –hoy de Kino– es un sitio donde ocurre una curiosa transposición, pues el 4 de octubre de cada año se lleva a cabo la gran fiesta y feria regional de San Francisco. Allí se dan cita multitud de peregrinos que llegan a pagarle mandas al santo y darle gracias por los favores recibidos. Llega gente no sólo de Sonora y Arizona, sino de otros lugares más lejanos de ambos lados de la frontera. Los yaquis, pimas, pápagos y otros indígenas también asisten para celebrar al santo. Sin embargo, entre todos hay cierta confusión acerca de la identidad histórica del divino personaje al que se rinde culto; para unos se trata de San Francisco de Asís (patrono de los franciscanos, quienes sustituyeron a los jesuitas cuando éstos fueron expulsados de la Nueva España en 1767, y cuyo día de celebración es precisamente


Mausoleo de Kino. Plaza monumental en Magdalena de Kino, Sonora.


el 4 de octubre); para otros es el Francisco de los jesuitas –Francisco Xavier– que fueron quienes instituyeron antiguamente las celebraciones a los santos católicos (y cuyo día de celebración es el 3 de diciembre, fecha en que se celebraba la fiesta hasta principios del siglo XIX ); y para otros más, se trata del santo que anduvo por esas tierras haciendo milagros mucho tiempo atrás, o sea Eusebio Francisco. O quizá para la mayoría de los fieles, se trata de un solo ser con tres manifestaciones diferentes, o con una sola para el caso. Lo importante es que a un lado de la iglesia donde se halla la imagen milagrosa de San Francisco, está expuesta la tumba de Kino, quien así –por lo menos desde la década de 1960– ha recuperado un puesto en la religiosidad popular de la región.

Pero nosotros ahora recordamos a Kino como uno de los exploradores más pintorescos de la América del Norte: descubridor, astrónomo, cartógrafo, historiador, edificador de misiones y pueblos, sacerdote, magnate ganadero,14 impulsor de la agricultura y ranchero, defensor de la frontera, diplomático entre las tribus indias, desempeñó además un papel importante en el sistema de gobierno implantado entre los indios de misión y hasta dedicó tiempo a la construcción de embarcaciones. Su biografía resulta así no tan sólo el relato de una persona notable, sino que es una fuente que ayuda a esclarecer la historia cultural de la colonización y de las relaciones interétnicas en la parte del hemisferio occidental que se llamó la Pimería Alta.

NOTAS

  1. Las citas de Kino son de la edición del gobierno del Estado de Sonora mencionada en la primera parte de este artículo en Correo del Maestro núm. 204, mayo de 2013.
  2. Esta forma de nombrar territorios se repitió mucho en el norte de la Nueva España, porque entre los indígenas de esas regiones no había sistemas de organización socioterritorial más allá del nivel de bandas y grupos familiares extensos. Por eso, para los españoles, donde había pimas era la Pimería, donde había apaches era la Apachería y donde había ópatas era la Opatería. Se dice que el nombre pima se originó tras los primeros encuentros entre los españoles y los indios que a sí mismos se denominan o’ob u o’otham, quienes ante las preguntas de los recién llegados contestaban pi ma que en su lengua significa “no sé” o “no entiendo”. Por eso y porque los que en realidad no entendían eran los propios españoles, terminaron llamándoles pimas.
  3. Kino comprobaba así que Baja California era una península (ver Correo del Maestro, núm. 204, mayo de 2013). Además, es interesante que Kino mencione en este pasaje a las mulas, pues muchas veces se ha dado mayor crédito a los caballos como su principal medio de transporte. De hecho, como señala el título del libro de Bolton mencionado antes, se le ha llamado “el misionero a caballo”.
  4. Desde luego, las misiones no fueron las únicas empresas en las que se explotaba el trabajo de los indios; las minas, los ranchos, los presidios militares y las incipientes villas de españoles también desempeñaron su papel en la integración del indio al sistema colonial, pero generalmente, la misión iba por delante.
  5. Así, cerca de una veintena de actuales poblaciones de Sonora y Arizona se originaron como pueblos de misión. En algunos casos, todavía se encuentran allí partes de las construcciones originales, en otros hay ruinas y algunas más desaparecieron definitivamente.
  6. En 1687 un líder pima muy reconocido de la región de Ímuris fue ejecutado en la horca por los españoles, quienes lo acusaron de instigar una rebelión en alianza con los apaches. Entre los pimas hubo mucho resentimiento por este acto al que consideraron una gran injusticia.
  7. Igual que en el caso del padre Januske en Tubutama, en el del padre Saeta en Caborca, los malos tratos que dispensaban los capataces ópatas o nebómes a la población local –aunados a las actitudes rigoristas y quizás a la complicidad de los misioneros– fueron detonantes del odio hacia esos jesuitas.
  8. Tanta era su influencia sobre los indios que los españoles de su época decían que Kino era más eficaz que una guarnición completa de soldados para controlar a los naturales y defender las misiones, las haciendas y los reales de minas.
  9. En 1751 hubo una segunda rebelión que costó la vida a más de un centenar de españoles y a un número indeterminado de indios. Pero para entonces, Kino ya había muerto.
  10. Un capitán español que estaba con Kino en esta ocasión, pero que no se menciona como uno de los que se pusieron a danzar con las cabelleras apaches, era Juan Matheo Mange (también escrito como Juan Mateo Manje). Este avezado comandante de milicias del norte novohispano fue otro infatigable explorador de la Pimería. Acompañó a Kino en muchos de sus viajes (por ejemplo, en el citado más arriba durante el cual el jesuita y él vieron –con anteojo y sin anteojo– la península de Baja California), siendo su escolta y su amigo. Mange escribió su propia crónica a la que tituló Luz de Tierra Incógnita y que también ha sido publicada.
  11. Por ejemplo, el historiador sonorense Armando Quijada Hernández afirma que: “… a pesar de los muchos contactos que durante más de 20 años realizara Kino con los diferentes grupos pímicos, desaparecido él, gran parte de esos territorios permanecieron al margen del dominio colonial, pues casi un siglo después, el franciscano Garcés y el capitán De Anza hablaban de exploraciones, descubrimientos y conversiones en algunos de los mismos territorios recorridos por el infatigable Eusebio Francisco Kino.” En Memorias del Simposio “Kino Pasado y Futuro”, Hermosillo, Instituto Sonorense de Cultura, 2000.
  12. En 1967 el arzobispado de Hermosillo, Sonora, comenzó un proceso diocesano de canonización de Kino que hasta ahora no ha tenido un resultado favorable.
  13. También una marca de vino lleva el nombre de Kino y eso que él no tomaba más que aquel que usaba para la consagración de la misa.
  14. Indudablemente, Kino fue introductor, criador y comerciante de reses, caballos, mulas, borregos y cabras en la Pimería Alta. Su labor como ganadero hace decir a Bolton que era el “rey del ganado” en el norte, pues en las misiones se criaron miles de esos animales. Pero no fue el único, ya que los jesuitas en el norte basaban gran parte de su economía en la ganadería; por ejemplo, el padre Daniel Marras, misionero de Matape, al norte del río Yaqui, enviaba en la década de 1670 partidas de hasta 5 mil reses para alimentar las ciudades de México y Puebla.