La formación del
PENSAMIENTO CRÍTICO
José Luis Espíndola Castro

Los innumerables errores y equívocos en torno a los juicios políticos e ideológicos sobre los problemas sociales ha llevado a no pocos investigadores a sentar las bases de lo que es un pensamiento correcto o también llamado pensamiento crítico (de crinos, ‘juzgar’). Debe rechazarse, desde luego, la creencia de que tener pensamiento crítico es el mero hecho de juzgar de manera negativa las acciones o ideas de otros; muchas personas creen que son críticas porque siempre juzgan desfavorablemente lo que otros dicen, ofreciendo por lo general razonamientos superficiales o falaces, pero políticamente correctos, es decir, que son del agrado de la mayoría (en especial si se trata de una crítica al gobierno en turno). A menudo estas personas son las más faltas de juicio crítico, pues sus afirmaciones se sesgan de forma sistemática en alguna dirección y están preñadas de prejuicios ideológicos o de meras actitudes negativas hacia ciertas ideas o grupos humanos.







La formación del pensamiento crítico

no es fácil dar una definición unívoca de lo que significa la frase pensamiento crítico. Para algunos, es el arte y la ciencia de aplicar las habilidades lógicas con corrección a una situación o problema, y de acuerdo con lo que demanda el contexto, específicamente la lógica material tradicional y las formas del razonamiento correcto; para ello, reconocen que también es necesario el desarrollo de la metacognición. De esta perspectiva, Matsagouras,1 investigador de la universidad de Tesalónica, afirma en uno de sus programas que desarrollan esta habilidad:


… los razonamientos inductivo, deductivo y analógicos, junto con un número de habilidades cognitivas, tales como ordenar, comparar, analizar e hipotetizar, junto con la metacognición constituyen lo que hemos llamado pensamiento crítico.


El autor del presente artículo escribió un libro de texto siguiendo este criterio general.2

Otro significado de pensamiento crítico que empleamos con regularidad apunta hacia la prejuiciasuspensión del juicio hasta verificar la validez de lo que se sustenta como verdadero. Por lo tanto, esta segunda concepción del pensamiento crítico demanda analizar la validez o corrección de los argumentos que sustentan un juicio, conocer y descubrir, si es el caso, las posibles falacias, sofismas y errores en los razonamientos; implica también verificar y poner a prueba las fuentes de información. El pensamiento crítico, desde esta perspectiva, debe aplicarse principalmente a contextos políticos y sociales concretos, en donde el pensamiento y los juicios que de él derivan sean desviados de sus fines y corrompidos por la ideología, los prejuicios y las creencias arraigadas. Finalmente implica, además de las habilidades metacognitivas (saber y criticar lo que se sabe y hace), un conjunto de actitudes que es necesario desarrollar. Si bien ambas definiciones no se contradicen, pues las dos implican la utilización de habilidades lógicas, sí representan dos enfoques distintos del pensamiento crítico. En lo que sigue enfatizaremos el segundo enfoque.

Una buena parte de los métodos para fomentar el pensamiento crítico se basa en el método socrático o mayéutico. Allan Colins3 analizó el proceso básico de este método:

  1. Se seleccionan ejemplos positivos y negativos para ejemplificar las características del concepto por analizar.
  2. Se varían los casos sistemáticamente para destacar casos específicos.
  3. Se emplean contraejemplos para criticar las conclusiones precipitadas del alumno.
  4. Se proponen casos hipotéticos para que el alumno reflexione sobre otras situaciones.
  5. Se definen estrategias para evaluar hipótesis.
  6. Se promueve la búsqueda de otras hipótesis que expliquen el fenómeno en cuestión.
  7. Se induce a través de casos capciosos a respuestas erróneas, para que el alumno reconozca las fallas del pensamiento.
  8. Se procura que el alumno deduzca las consecuencias de una hipótesis hasta llegar a una contradicción para que aprenda a construir teorías válidas y consistentes.
  9. Los alumnos buscan y critican opiniones inválidas del entorno para fomentar el pensamiento independiente.

El pensamiento crítico, además de habilidades lógicas, implica el desarrollo de actitudes como: la humildad (reconocer limitaciones del conocimiento y las equivocaciones), el control emocional (no afirmar algo sin probarlo, sólo porque nos “gusta”), la valentía intelectual (afirmar lo que se piensa aun cuando no sea del agrado de los demás) y el ánimo por conocer la verdad.

Hemos mencionado que el pensamiento crítico es especialmente necesario en los asuntos opinables de política y de toma de decisiones en el actuar social. El pensamiento crítico implica conocer los prejuicios y las fuentes de error en los razonamientos y descubrirlos (sugiero como lectura a Belohlavek, El origen de las falacias, 2005 y el Diccionario de falacias, de García, 2000). Podemos mencionar entre los prejuicios:

A. El maniqueísmo ideológico

Sólo existen dos polos: los buenos y los malos. Así que hagan lo que hagan los malos son los de: derecha, izquierda, los extranjeros, los empresarios, los negros, los latinos, los de tal o cual religión, los ateos, los creyentes, etc. La actitud maniquea se ve reforzada por la memoria selectiva y la atención selectiva en términos de la teoría de la disonancia cognitiva del psicólogo Festinger. Es claro que una mente prejuiciada hacia un solo polo, recuerde y ponga atención únicamente hacia aquello que favorece sus ideas y pasará por alto aquello que la contradice. Peor aún es cuando las personas abrazan ideas radicales acríticas como si fueran una religión que les dota de sentido de vida. En estos casos, la ciudadanía se resuelve siempre como protesta y acciones para “eliminar al enemigo”. Sin duda hay casos en que esto es conveniente, pero resulta muy sospechoso que estas conductas siempre sean rígidas y no ofrezcan, sobre todo, argumentos consistentes. No importa que una persona sea muy hábil o inteligente en algún área del saber para evitar que caiga en prejuicios políticos-ideológicos. Hemos visto cómo escritores, filósofos, científicos defienden ideas maniqueas con tal pasión que rayan casi en la locura o la estupidez. En ocasiones, el maniqueísmo puede llevar a crímenes de odio o a la justificación de esos crímenes de manera consciente o a veces de forma inconsciente. Afortunadamente, la razón es pública y poco a poco las cosas toman su lugar y las evidencias se imponen (aunque a veces dura mucho este proceso).

Esto no significa que cada persona abrace ideas y preferencias que cree más convenientes y que critique a las que no le satisfacen, pero es necesario desarrollar también la autocrítica para no caer en fanatismos y soluciones simplistas.

B. Las falacias y sofismas

La gran cantidad de sofismas en los juicios sobre temas sociales impiden el pensamiento crítico. Podemos mencionar, entre ellos: la ignorancia del elenco, las falacias ad hominem y tu quoque (o “tú también”) tan común entre políticos (desacreditar a la persona en vez de mostrar la invalidez de sus argumentos), la falacia naturalista, las falsas analogías, la falsa disyunción, la atribución accidental, las falsas inferencias, la falta de pruebas, entre otras. Expliquemos algunas:

Ad hominem: consiste en atacar el prestigio de la persona en vez de los argumentos y las propuestas que presenta.


Ejemplo:


El diputado X, que propone la reforma al artículo Z, ha sido siempre un irresponsable que rara vez acude a las sesiones, no cumplió las promesas que hizo en su campaña y se contradijo varias veces; además, se le ha visto conversando con M del grupo de poder B, que sólo ven por sus intereses. No hay que considerar esa ley que propone porque seguramente será mala y sólo beneficiará a su grupo de poder.


Pensemos que alguien nos dice que nuestra casa se está incendiando y un amigo nos dice: “No le creas, esa persona no da el gasto a su esposa y se le ha visto ebrio por las calles”. Seguramente no estaríamos tranquilos y buscaríamos de inmediato pruebas de que nuestra casa está o no en llamas, preguntaríamos a otros si coinciden con lo que nos dice esa persona. Desde luego la prudencia nos mandaría ser cuidadosos al revisar los argumentos que presenta el desacreditado, pero no a rechazarlos sin más.


La falacia ad hominem a veces adquiere una forma indirecta:


La ley que usted propone no debe aceptarse y ni siquiera es digna de análisis, fue propuesta también el año pasado por el diputado X, quien siempre se ha destacado por mentiroso y por ser un pendenciero irrespetuoso de las instituciones.


La falacia tu quoque (“pero tú también”) consiste en acusar al otro de lo mismo que éste demanda o de otros fallos o delitos : “Yo obré mal, pero tú eres peor”. Por ejemplo:


Me atacas diciendo que cometí fraude en las elecciones pasadas, pero mira quién lo dice, hace cinco años acusaron a uno de tus partidarios de hacer fraude en tal estado; con qué derecho lo haces.


Es claro que en ambos casos hay culpabilidad y que la falla de unos no justifica la de los otros. Un conocido, al escuchar la crítica del hecho que cometieron normalistas al quemar 17 camiones y pintarrajear su propia escuela, adujo: “¡Pero el presidente ha incendiado el país!” Es decir, el argumento de fondo es “quedamos a mano” o incluso “tú me quedas debiendo”. Si el presidente ha incendiado el país entonces, tanto el presidente como los estudiantes son responsables, y la falla de uno no justifica la falla del otro. Es claro que en esta falacia hay un maniqueísmo que no confiesan, y en donde sólo hay dos polos, el gobierno y los empresarios que son malos, y los buenos que son los estudiantes y el “pueblo”; por lo tanto, todo lo que hacen los buenos es bueno y lo único que hacen es destruir los bienes de los malos (aunque afecten el trabajo de otras personas). Este argumento podría ser bueno, desde luego si lo probaran.

Otro ejemplo común: es claro que si un médico vicioso me dice que debo dejar de fumar no le respondería: “Pero si usted fuma, ¿cómo es que me pide que deje de fumar?” A veces con la falacia tu quoque se salen del tema completamente:


Me acusan de haber cometido fraude en las elecciones pasadas, pero ustedes jamás han cumplido sus promesas y la delincuencia se ha establecido en los lugares que ustedes gobiernan; son pésimos gobernantes. No tienen derecho a juzgarme.


Las falsas analogías y malas comparaciones son también comunes: “¿Cómo pide usted que el gobierno construya casas rápidamente si usted no ha acabado de construir la suya?” (crítica que se le hizo alguna vez a Winston Churchill). Otro ejemplo: “¿Cómo pide usted que el gobierno federal genere más seguridad en el país, si en su municipio usted no ha logrado controlar la delincuencia?”. Otro ejemplo: “Si la cabeza está bien, todo lo demás andará bien; por lo tanto, si tenemos un buen gobierno, todo marchará bien en la sociedad”. O bien: “El gobierno es el único culpable de la pobreza en nuestro país”. Aquí se identifica cabeza con gobierno y se asume que el gobierno tiene todo el poder (y no sujeto a una estructura social que es poderosa o a fenómenos mundiales como las recesiones); pero, además, ¿por qué no comparar la “cabeza” con una universidad o una comunidad pensante y educada? Ahora sabemos que aunque un gobierno sea bueno puede hacer poco si la comunidad está degradada; asimismo la analogía es incompleta porque tener buena cabeza no nos libra de enfermedades corporales genéticas o ambientales. Por cierto, este error, es decir, atribuir toda responsabilidad social y política al gobierno ha dilatado mucho la participación ciudadana. Comparaciones inadecuadas. Pongamos otro ejemplo llegado en un mail a la computadora del autor:


Todo el mundo se queja de la falta de virtudes en los jóvenes, pero ya desde Platón, y aún antes, los filósofos se quejaban de que los jóvenes son egoístas e irrespetuosos; por lo tanto, es cosa de tontos preocuparse porque ahora sean “más” egoístas y mal educados.


Aunque podamos simpatizar con esta opinión, el razonamiento es erróneo. También podemos decir que desde tiempos remotos existían las guerras y eso no quita que sea una preocupación constante el erradicarlas; más ahora que el armamento es mucho más destructivo. Así, el fenómeno de falta de virtudes en los jóvenes –violencia, egoísmo, etc.– puede haber empeorado en algunas comunidades o naciones, y por ello ser preocupante de acuerdo con nuestras aspiraciones de paz y progreso humano.

De confusión de la causa con la consecuencia: los pueblos son subdesarrollados porque tienen gobiernos malos; pero en un gran número de casos es a la inversa: “Los pueblos tienen gobiernos malos porque son subdesarrollados”. En cada caso deberá analizarse cuál es la causa y cuál la consecuencia.

La falacia naturalista es una falacia clásica: pasar de juicios de hecho a juicios de valor. Ejemplo: “Hay cientos de mujeres que mueren al hacerse el aborto en malos lugares y condiciones insalubres. Por lo tanto, debe legalizarse el aborto para que esto no suceda”. Véase que de la premisa no puede pasarse al deber ser y, además, da lugar a otras conclusiones igualmente falaces desde el punto de vista de la validez del razonamiento: “Debe evitarse a toda costa el aborto”, o bien “Se debe castigar duramente a las que aborten para no generar un problema de salud y fomentar la responsabilidad sexual”. Sin embargo, es posible argumentar bien utilizando el llamado mal menor:


En un aborto clandestino se pone en riesgo la salud y vida de la madre; dado que el feto de X desarrollo no alcanza la dignidad humana, entonces es más importante el proyecto de vida de la madre y debe autorizarse el aborto.


Pero en este caso, desde luego, está en discusión si el feto goza de la misma dignidad que un ser humano nacido, o sólo la adquiere con cierto tiempo de desarrollo, lo cual es precisamente lo que se debate.

Otro ejemplo: “Miles de muertes causa a los inmigrantes atravesar las fronteras para trabajar en otro país, luego entonces no debería haber fronteras.” Esta falacia también lleva a conclusiones diversas y contrarias, por ejemplo; “no debería haber inmigrantes”; “se debe vigilar a los posibles inmigrantes para que no atraviesen las fronteras”. Además este argumento tiene la forma de la falacia de “atribución accidental” (se toma algo accidental como algo esencial): las fronteras no existen para matar inmigrantes sino para otros propósitos. Esta falacia de atribución accidental llega a adoptar una forma cómica: “Hay que acabar con lo que produce sufrimiento, pero quien te ama te hará sufrir, luego hay que eliminar a quien te ama”


Es común hacer juicios maniqueos como decir que la pobreza es causada sólo por la explotación y maldad de los ricos.
C. La ignorancia

Poco tenemos que comentar aquí, es claro que el desconocimiento de las cosas, la falta de información y la poca cultura impiden la libertad del razonamiento. La ignorancia puede llevar a las personas a aceptar razonamientos sofistas y populistas, basados fundamentalmente en las emociones. De esta manera –desde la ignorancia– se ha tratado de probar la existencia de extraterrestres aduciendo que las obras monumentales de egipcios o de pueblos primitivos sólo pudieron ser hechas, por su magnitud, por seres de otros planetas con tecnología avanzada. Otro juicio similar: la pobreza es causada por la explotación y maldad de los ricos; aunque uno de los problemas sí es la mala distribución de la riqueza, éste es uno de los factores y no el principal de la pobreza en el mundo; y hay pobreza extrema donde tampoco hay ricos.4

D. Los troquelamientos psicológicos

Las personas que cometen falacias y que poseen una personalidad pobre fueron víctimas a menudo de los troquelamientos familiares, de los medios de información o bien de las actitudes que ha desarrollado conforme le vaya en la vida. Ello les lleva a ser pesimistas y destructivos respecto a la visión de los problemas sociales y sus posibles soluciones. El exceso de optimismo también puede ser una expresión de problemas psíquicos. Desde luego las vivencias psíquicas dependen también de la clase social; la frase a todas luces inmoral de que “los pobres son pobres porque quieren, porque son flojos”, la oímos con frecuencia en las clases altas y medias –no en todos los países– que cuentan con muchos recursos. Desde luego los argumentos que presentan son pobres y muchas veces adquieren formas meramente anecdóticas: “Una vez ofrecí trabajo a una vendedora de frutas y no quiso aceptarlo: los pobres son pobres porque quieren”.

E. Los prejuicios sociales

Son juicios que por inercia se aceptan sin crítica y constituyen un obstáculo poderoso para desarrollar el pensamiento crítico. Veamos la siguiente tipología de prejuicios que conducen a falacias de todo tipo:


Lo políticamente correcto es lo verdadero: sólo es aceptable aquello que no cause conflicto con lo que piensa la mayoría de la gente.

De nacionalismos o grupos: la pertenencia a un grupo, partido o nación sesga de principio a muchos juicios. Así el estadounidense común se niega a aceptar el carácter imperialista y armamentista de su país a pesar de las innumerables intervenciones arbitrarias e injustas que ha tenido en múltiples países desde el siglo XIX; así como al latinoamericano se le dificulta ver cómo determinados hábitos fomentan la pobreza. En el primer caso, los estadounidenses justifican sus intervenciones inventándose enemigos poderosos o disfrazando sus intereses económicos de fines humanitarios o democráticos. En el segundo caso, en Latinoamérica se culpa a los gobiernos de todos los males y se espera a que llegue el “salvador” o el buen dictador.

De la libertad absoluta: por ejemplo: “Los pobres son pobres porque quieren, no les gusta trabajar”; “Soy libre de hacer lo que quiera con mi cuerpo y si deseo quitarme un feto es mi derecho”. Son juicios que se escuchan bien pues apelan a la libertad, pero son falaces. En el primer caso porque las limitaciones sociales afectan la libertad de los pobres. En el segundo caso hay un error de juicio porque un feto no es parte del cuerpo (su identidad biológica es distinta); pero aun si así lo fuera, sería necesario discutir si, como integrantes de una sociedad, es justo y conveniente que cada quien haga lo que quiera con sus cuerpos, por ejemplo, vender riñones u otros órganos propios o suicidarse. Estas conductas tienen repercusiones sociales que necesitan ser estudiadas, y mediadas por la ley y la ética social. Otro ejemplo: “Si no le gusta la programación de la televisión por ser perniciosa (tonta o violenta), tiene la libertad de apagarla: no nos acusen de obligarlos a verla” o bien “Sólo ofrecemos programación de lo que a la gente le gusta y son libres de apagarla si no les agrada”. Apela también a la libertad, lo que suena “bien”, pero es una falacia, pues se pasa a una decisión individual lo que es una crítica del impacto social de los medios.

Del determinismo social en la formación de rasgos: el medio ambiente define lo que somos; ejemplos: “La mayoría de los homosexuales se hacen, son producto de la educación que recibieron”. En una época esto llevó a afirmar: “Los homosexuales son enfermos pues son producto de traumas familiares o desviaciones de los padres que los educaron”. Otro ejemplo:


Los hombres y las mujeres somos iguales, sólo diferimos por la educación que recibimos: a los hombres se les enseña a jugar con coches y a las mujeres con muñecas, de ahí sus actitudes son distintas; a los hombres se les reprime en sus emociones y a la mujer no, a los hombres no se les reprocha su libertad sexual y a la mujer sí, etcétera.


Aunque esto parece razonable no lo es, y quienes lo sostienen no aportan ninguna prueba concluyente al respecto; las distinciones de género tienen raíces biológicas profundas.

De roles o funciones: un ejemplo de la responsabilidad absoluta de la autoridad: “La obesidad infantil se da porque en las escuelas no se han tomado medidas para evitarlo”; “La televisión se hizo para divertir no para educar ”. A veces los roles se establecen de manera ambigua, por ejemplo: “La virtud de los jóvenes es ser rebeldes y críticos, si no, dejan de ser jóvenes”. No queda claro, en primera, si los jóvenes son rebeldes o deben ser rebeldes (o ambas: son rebeldes y deben serlo); sin embargo, sea lo que sea, en los ambientes comunicativos cotidianos se afirma o deja entrever que el ser rebelde es una característica virtuosa por ser joven. Pero es claro que eran jóvenes, nacionalistas y rebeldes los que participaron de manera entusiasta en la Primera Guerra Mundial, los que llevaron a Hitler al poder o a varias dictaduras comunistas; también que pueden exigir cosas irracionales: pedir a los padres concesiones perniciosas; manifestarse para apoyar a un dictador, etc. Pero si ya son rebeldes por naturaleza o deben serlo, es muy importante que no dejen de ser realmente críticos. La rebeldía que obedece a una crítica justa siempre es bienvenida sin importar la edad, lo que de hecho sucede en muchos casos.

Otros ejemplos de mala atribución de roles: una dictadura puede asumir que su papel es eliminar a la oposición con el argumento de que: “Antes que todo el Estado debe cuidar el orden, cueste lo que cueste, es un asunto de seguridad nacional”. Otro: “Las personas son críticas y pensantes si atacan siempre al statu quo: iglesias, leyes, costumbres, gobierno, empresarios, autoridades; son héroes, luchadores sociales, etc.”; o a la inversa. No cabe duda de que la crítica social es importantísima, pero debe realmente ser crítica. Así como la economía de un país no se arregla con un decreto presidencial, muchos problemas sociales no se solucionan con marchas de protesta, sino que exigen el ejercicio de nuevas leyes, órganos de vigilancia, restructuración de los gobiernos, nuevas formas de educación y otras.

Desde luego, el escepticismo y la crítica de las acciones de los sistemas sociales forma parte del pensamiento crítico, y poner en entredicho las malas prácticas derivadas de las elites poderosas resulta muy importante para generar cambios, especialmente si esos sistemas de verdad causan situaciones injustas graves. Sin embargo, las actitudes sesgadas deben someterse a pensamiento crítico para no caer en soluciones simplistas: atribuir falsamente la causa de un problema a un elemento del sistema problemático, por ejemplo.

Prejuicio de la ciencia infalible: “En la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX: se afirmaba que la ciencia ha demostrado que los negros, indígenas y asiáticos son inferiores y no se pueden conducir por sí mismos: son salvajes por naturaleza”.

Hubo también psicólogos de masas como Gustave le Bon que pensaban algo similar de las mujeres;5 o están también los errores de la inexorabilidad de la tecnología: “los problemas causados por la tecnología los corrige la propia tecnología, la ética no tiene nada que decir al respecto”. Hoy sabemos que la ética debe intervenir para llevar por buenos carriles los avances tecnológicos, porque aunque la tecnología pudiera subsanar sus propios errores –la contaminación por ejemplo– cuando los subsana ya hay daños muy serios en la población y, más grave aún, peligros escondidos, como la amenaza de una guerra nuclear. Por otra parte, la experimentación con animales ha sido severamente criticada por la ética con buenos efectos.

Determinación ética a priori: “Los animales no tienen derechos, no piensan ni razonan, ni tampoco cumplen deberes, por ello podemos utilizarlos como mejor nos convenga”. Sabemos muy bien que los animales sufren y que poseen algún tipo de inteligencia y que en consecuencia podemos otorgarles derechos, así como se los otorgamos a los niños y a los deficientes mentales. En otros tiempos se prohibía participar a las mujeres en la política o en la ciencia, porque: “Son sugestionables e infantiles” o bien porque “Si las mujeres votan, la Iglesia va a ganar el poder”. A veces estos juicios perniciosos y sin sustento se manifiestan como dichos populares que se aceptan sin más como sabiduría popular: “Piensa mal y acertarás”; “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”, entre otros. Los criterios sobre la salud pueden salir también afectados por estos juicios a priori: “Las buenas medicinas son las naturales y las malas son las sintetizadas en laboratorios”. Pero hay muchas plantas que resultan malignas si no se dosifican bien y, por otra parte, gran parte de los medicamentos “artificiales”, son sintetizados de plantas.

De modernidad y progreso: todo lo que es nuevo es bueno. Por ejemplo: “Estamos viviendo una nueva cultura visual y tecnológica, en donde surgen nuevos códigos. Todo ello hace de la lectura algo caduco”. Otro: “Todas las nuevas costumbres son buenas, quienes se oponen son viejos que viven en el pasado”. Hoy sabemos que la lectura es una fuente de cultura y de sentido de vida y que, además, es indispensable para sacar frutos a las redes de información.

Los límites afectivos del pensamiento crítico

Como hemos mencionado, la teoría bien fundada de la disonancia cognitiva de León Festinger nos dice que ante ideas o argumentos que contradicen a las que ya tenemos arraigadas, nuestra mente tenderá a poner sólo atención en aquéllas que reafirman a las primeras, y que tenderemos a recordar a aquéllas que también lo hacen (memoria y atención selectivas); es decir, que si alguien es seguidor de tal o cual partido político, probablemente tenderá a no prestar atención a las fallas de su asociación política y solamente recordará sus buenas obras y acciones. Desde luego esto no siempre sucede así, el ser humano es capaz de mantener dos ideas contradictorias si éstas le sirven para distintos casos. Por ejemplo, aquel que sostiene a rajatabla que somos libres y construimos nuestro destino, pero al mismo tiempo cree que el hombre debe adaptarse a sus circunstancias y su entorno (sin explicar en qué casos se aplica un criterio y en qué casos otro). Como los tópicos políticos y religiosos no son juicios científicos y sí de opinión libre, es fácil que las simpatías a favor de tal o cual idea se realicen por marcajes que recibe el niño desde pequeño a través de sus padres o de sus hermanos, y luego surten efecto las leyes de la atención y la memoria selectiva de Festinguer. Además de esto, existen hipótesis ad hoc que justifican cualquier fracaso teórico; así todavía es posible encontrar grupos racistas y neonazis. Existen también partidarios del marxismo que siguen pensando que la caída de la cortina de hierro es un hecho transitorio o bien que aún no ha llegado la hora de la revolución. Si la emotividad pura, y no la razón, impera en la educación, ni siquiera será posible escuchar a los que tengan argumentos contrarios, por ello es precisamente la formación de la racionalidad desde la niñez –a la par de la educación de las emociones– la tierra fértil en donde puede afianzarse la tolerancia y la capacidad de escuchar y dialogar. Frente a todo esto podemos decir que si no es posible convencer a alguien de que cambie de bando político o ideológico con base en argumentos, sí podemos lograr al menos que empiece a ser crítico dentro de su propia ideología, lo que le ayudará a ser congruente con sus puntos de vista. Por otra parte, es de esperarse que los niños formados en la correcta argumentación sean, a la larga, personas que no participen del maniqueísmo intolerante, que al menos no cometan falacias en sus razonamientos y que desarrollen más su capacidad de escuchar.

Psicólogo León Festinger.

Pensamiento crítico de Richard Paul
Dr. Richard Paul.

Richard Paul, que proviene de la filosofía al igual que Matthew Lipman, señala que una gran mayoría de los alumnos de primer ingreso a la universidad no son capaces de escribir un ensayo analítico bien diseñado; que sus exposiciones son poco claras, incoherentes, inconsistentes y pobremente integradas; que son apáticos y que no han llegado a ser autónomos en sus pensamientos y en sus creencias. Para Paul, muy emparentado con la concepción de Lipman, el pensamiento crítico consiste en:

  1. El arte de pensar acerca del pensamiento mientras uno está pensando, de tal forma que logra hacer al pensamiento más claro, preciso, exacto, relevante, consistente y justo.
  2. El arte del escepticismo constructivo.
  3. El arte de identificar y quitar prejuicios, así como la unilateralidad del pensamiento.
  4. El arte del aprendizaje autodirigido, a profundidad y racional.
  5. El pensar que la racionalidad debe certificar lo que uno sabe y aclarar lo que uno ignora.

Richard Paul provee una definición de pensamiento crítico que conduce al análisis de tres dimensiones cruciales:

  1. las perfecciones del pensamiento,
  2. los elementos del pensamiento y
  3. los dominios.

Así, el pensamiento crítico es pensamiento disciplinado, autodirigido que ejemplifica las perfecciones del pensamiento apropiado a un modo particular o dominio del mismo. Puede adoptar dos formas: 1) si el pensamiento es disciplinado para servir a los intereses de un individuo o grupo en particular, con la exclusión de otros grupos o personas relevantes, le llama pensamiento crítico sofista o débil; 2) si el pensamiento está disciplinado para tomar en cuenta los intereses de personas o grupos diversos, sería el pensamiento crítico justo o fuerte.

Establece por lo menos siete actitudes mentales interdependientes que es necesario cultivar si queremos lograr pensadores críticos en un sentido fuerte:

  1. Humildad intelectual y autocrítica: conciencia de los límites respecto a lo que uno conoce.
  2. Valentía intelectual: la disposición a encarar y evaluar con justicia ideas, creencias o puntos de vista, a pesar de tener fuertes rechazos hacia éstos.
  3. Empatía intelectual: escuchar con atención y deseos de comprender las ideas de otros antes de criticarlas.
  4. Integridad intelectual: honestidad en el manejo de información.
  5. Perseverancia intelectual.
  6. Confianza en la razón.
  7. Sentido intelectual de la justicia.

Para evitar las imperfecciones, el pensamiento requiere algún dominio de los elementos que lo componen, e incluye el manejo de la habilidad para formular, analizar y evaluar estos elementos:

  • El problema en cuestión.
  • El propósito o meta del pensamiento.
  • El marco de referencia o puntos de vista involucrados.
  • Las suposiciones que subyacen.
  • Los conceptos centrales e ideas implicadas.
  • Principios o teorías empleadas.
  • Evidencias, datos o razones expuestas.
  • Interpretaciones y demandas que se hacen.
  • Inferencia, razonamiento y líneas de pensamiento formuladas.
  • Implicaciones y consecuencias derivadas.

Las ventajas de este proyecto son la utilización de habilidades amplias usando materiales que se refieren a la vida académica y cotidiana de los alumnos. Por ejemplo, Richard Paul6 presenta un procedimiento para detectar prejuicios en la sociedad estadounidense y analizarlos (los motivos aunque inoperantes por el fin de la guerra fría pueden adaptarse con facilidad a otros contextos nacionales o internacionales).


En vez de utilizar el ejemplo de R. Paul, sugerimos a los maestros usar alguno más adecuado al contexto nacional o local para la discusión en clase. Quizás, podríamos pensar en algún problema álgido de México, como el de las comunidades indígenas. Al respecto tenemos que algunos educadores suponen que deben integrarse plenamente al país y compartir los valores y conocimientos que todo mexicano debe tener; mientras que otros se inclinan más bien porque en su educación se respeten –y se reproduzcan– sus propias costumbres y formas de identidad étnica, incluyendo sus formas de autogobierno. Estos últimos abogan, entre otras cosas, porque sus libros de texto se escriban en las lenguas indígenas –como modo de preservarlas– y que parte de la temática que se trate en ellos tenga relación con sus formas de vida. Todo esto parece bien, sin embargo, debemos ser cuidadosos, pues las palabras autonomía y respeto son términos contra los cuales nadie quiere enemistarse pero que pueden ocultar aspectos no considerados. Por ejemplo, respecto a la propuesta del respeto a su idioma, aunque esto parece bueno, sería interesante considerar que una gran cantidad de información científica y cultural está en español y no en las lenguas indígenas. Basados en ello, hay quienes critican que conservar la cultura vernácula impide a los indígenas tener una visión amplia del mundo.

Para discutir ambas posturas se les puede pedir a los alumnos que traigan a la clase argumentos en favor y en contra, para discutirlos de acuerdo a los diez puntos señalados por Richard Paul.

El profesor debe hacer ver, a través de preguntas, que existen posiciones que deben ser analizadas con detenimiento. La controversia reside, tal vez. en la decisión de si “se les debe dejar hacer como ellos quieran y no se debe interferir”, “si nadie debe decidir por ellos”. Pero, en todo caso, el profesor tendrá que llamar la atención de los alumnos hacia el hecho de que factores como la pobreza y la falta de instrucción escolar inciden en el atraso y la precariedad de las comunidades indígenas. Un punto interesante para desarrollar sería, por ejemplo, reflexionar sobre “¿qué puede hacerse para erradicar los males resultantes del colonialismo y la marginación social que han sufrido estos pueblos?”.

Para que los alumnos concienticen bien los argumentos de uno u otro lado y no adopten posturas maniqueas, se les puede pedir que escriban un listado usando los argumentos de las posiciones contrarias. Es muy probable que, si recorremos con los alumnos los puntos mencionados arriba por Richard Paul, encontremos que la respuesta está en una solución intermedia que debe definir en qué medida los pueblos indígenas deben integrarse al resto de la sociedad nacional, ¿en qué aspectos sí y en cuáles no? ¿Qué elementos de sus culturas sería deseable que los indígenas conserven y desarrollen y cuáles otros serían candidatos a ser transformados o abandonados?

Un aspecto importante que redundaría en inscribir a este ejercicio como parte de un pensamiento crítico consistiría en aplicar parte de esos cuestionamientos a la propia cultura mexicana que no es de origen indígena, ya que aquello que llamamos sociedad nacional también adolece de muchos problemas (pérdida de identidad en las personas y de tradiciones que dan sentido a la vida, consumismo, el no poder tomar decisiones en una sociedad de masas que nos atrapa en sus sistemas, etcétera).

Lo importante del ejercicio es que en algún punto de la discusión puedan aparecer las soluciones creativas. Al final los alumnos pueden escribir una síntesis de lo discutido que les permita llegar a juicios más razonables.

El procedimiento descrito puede aplicarse a los problemas políticos (por ejemplo contrastando los análisis que hacen distintos comentaristas de izquierda o de derecha en periódicos o revistas de esas tendencias) o a los prejuicios ideológicos que tenemos sobre problemas sociales diversos. Pero también podemos plantear problemas filosóficos como: ¿debemos comer a los animales y tratarlos como objetos para hacer chamarras, cinturones, etc.? Cada vez hay más filósofos que discuten este problema con seriedad y argumentos agudos.

Especialmente Richard Paul hace énfasis en enseñar, a través de ejemplos, la diferencia entre juicios de pensamiento crítico débil y de pensamiento crítico fuerte. Es claro que el pensamiento fuerte analiza con seriedad los argumentos contrarios a las propias opiniones, lo que permite cambiar la postura inicial si así lo dictan la razón y la información recabada. Faltaría agregar que afortunadamente existen varios textos de lógica que ayudan a definir lo que se considera un razonamiento válido o correcto y a realizar el análisis de las falacias más comunes en el discurso.


Es posible adaptar el procedimiento descrito a nuestra realidad política y los prejuicios que en ella se manifiestan a través del análisis que hacen distintos comentaristas de izquierda o de derecha en periódicos o revistas de esas tendencias, sobre problemas sociales diversos. El procedimiento puede desarrollarse más utilizando distintos métodos de análisis y diseñando las actividades apropiadas. Especialmente Richard Paul hace énfasis en enseñar, a través de ejemplos, la diferencia entre juicios de pensamiento crítico débil y de pensamiento crítico fuerte. Faltaría agregar, también, lo que se considera un razonamiento válido o correcto y el análisis de falacias comunes en el discurso político; por suerte existen varios textos para estos aspectos.

Bibliografía

BELOHLAVEK Peter, The origin of fallacies and paradoxical behavior, Blue Eagle Group, e-book, 2005, en www.infoweb3.unp.edu.ar/posgrado/cursadas/direccion/fallacies_es.pdf

ESPÍNDOLA, José Luis, Educar para el desarrollo, México, Porrúa, 2009.

--- y E. Marco Antonio, El pensamiento crítico, México, Pearson, 2000.

FESTINGER, L., A theory of cognitive dissonance, Stanford CA, Stanford University Press ,1957.

GARCÍA Damborenea, R., Diccionario de falacias, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000.

GOULD, Gay, La falsa medida del hombre, Buenos Aires, Ediciones Orbis, 1980.

MATSAGOURAS, Elias G., “La enseñanza del pensamiento en Europa”, en Sandra Castañeda (coordinadora), Evaluación y fomento del desarrollo intelectual en la enseñanza de ciencias, artes y técnicas, México, Porrúa-Conacyt-UNAM, 1999.

PAUL, Richard, Critical Thinking, Center for the Critical Thinking, Sonoma State University, USA, 1990.

PERKINS, D. N., La escuela inteligente, Barcelona, Gedisa, 1995.

NOTAS

  1. Elias G. Matsagouras, “La enseñanza del pensamiento en Europa”, p. 188.
  2. José Luis Espíndola y E. Marco Antonio, El pensamiento crítico.
  3. Citado en Perkins, D. N., La escuela inteligente.
  4. José Luis Espíndola, Educar para el desarrollo.
  5. En Gay Gould, La falsa medida del hombre.