Los héroes que nos dieron patria
IGNACIO LÓPEZ RAYÓN:
INSURGENTE ENTRE DOS ÉPOCAS

Andrés Ortiz Garay[*]



Los artículos anteriores de esta serie se dedicaron a dos caudillos insurgentes que destacaron como comandantes militares. Esta tercera entrega aborda a otro que, si bien combatió en numerosos campos de batalla, es más recordado por su papel de ideólogo, organizador y dirigente político del movimiento independentista.




c Los héroes que nos dieron patria. Ignacio López Rayón: insurgente entre dos épocas

Ocho meses después de la victoria insurgente en el Monte de las Cruces (30 de octubre de 1810), Ignacio López Rayón volvía a situar el foco revolucionario en el centro del virreinato. El recuerdo del cura Hidalgo y sus capitanes seguía vivo en los pueblos sublevados al conjuro del Grito de Dolores. Rayón,[1] sin mando militar importante en aquella batalla, regresaba ahora como comandante en jefe de las tropas insurgentes que intentaban reconstituirse tras la caída y muerte de Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y los otros jefes traicionados en Acatita de Baján. Si sólo fuera porque Rayón aportó una primera continuidad a la insurrección tras la pérdida de esos primeros líderes, su lugar entre “los héroes que nos dieron patria” debería estar asegurado. Sin embargo, Rayón no sólo mantuvo vivo el fuego insurreccional, sino que con sus ideas y acciones contribuyó a instituir un orden legal y humanista que diera coherencia interna y aceptación política a la insurgencia. Su trayectoria como luchador por la independencia es una de la más largas (de octubre de 1810 a diciembre de 1817). Hecho prisionero, sobrevivió a una condena a muerte sin claudicar de sus convicciones. Poco se recuerda de él que, tras consumarse la independencia, fue un general con mando de tropas pero no golpista y, quizá por esto, tampoco presidente.

c De abogado a general

José Ignacio López Rayón nació en el Real de Minas de Tlalpujahua, Michoacán, el 31 de julio de 1773. Fue el primero de nueve hermanos (tres mujeres y seis hombres) de una familia de la clase media con negocios en minería y agricultura. Realizó estudios preparatorios en Valladolid y luego se graduó como abogado (1798) en el Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México, donde conoció a partidarios de la autonomía de Nueva España, que formarían parte de Los Guadalupes;[2] también entró en contacto con algunos de aquéllos en la Real Audiencia, donde litigó algún tiempo.

A la muerte de su padre regresó a Tlalpujahua para encabezar los negocios familiares y contraer matrimonio.[3] Entonces abandonó su promisoria carrera[4] para unirse a la insurrección que había comenzado un mes y pico antes en Dolores. El cura Hidalgo lo nombró su secretario, y gracias a su preparación intelectual ascendió pronto en la jerarquía del gobierno que la primera insurgencia pretendía establecer (fue secretario del ministerio de Estado y del despacho y posteriormente ministro universal de la nación). Cuando los principales caudillos partieron de Saltillo hacia el norte con una parte del ejército insurgente, Rayón fue designado (marzo de 1811) comandante general de la otra parte que debía cubrir su retirada.

Cuando se enteró del desastre sufrido por Hidalgo, Allende y compañía, Rayón se lanzó sobre Zacatecas en abril de 1811; una decisión inteligente, pues la plata de esa opulenta población minera le serviría para financiar a sus tropas. Bajo su mando, éstas se comportaron de manera muy diferente a las hordas que había comandado Hidalgo: no hubo saqueo ni asesinatos indiscriminados, aunque sí se impusieron contribuciones forzosas a los ricos de la ciudad. Previendo que su posición allí sería insostenible, Rayón emprendió una larga marcha al sur para hacerse fuerte en las serranías de la intendencia de Valladolid,[5] una región que conocía bien y donde esperaba contar con el apoyo de los pueblos que ya antes habían respondido al llamado del cura Hidalgo.[6] Logró repeler varios ataques realistas durante la marcha y ocupó Zitácuaro a mediados de mayo. Fortificó esa plaza y estableció una fundición de cañones, para lo cual contó con la ayuda de Manuel Mier y Terán.[7] El 22 de junio, un ejército realista de unos dos mil soldados atacó Zitácuaro, pero fue rechazado con graves pérdidas. Quién sabe si ideada por Rayón, pero sin duda con su aprobación, una hábil estratagema terminó con el asedio a la plaza: durante la noche, los sitiados reunieron todos los burros que pudieron conseguir y, tras colgarles al pescuezo linternas de papel encendidas, los azuzaron sobre el campamento enemigo; asustados, muchos realistas huyeron dispersándose con gran desconcierto, por lo que su comandante llamó a retirada a la mañana siguiente.

Quizá marcada más por el infortunio que por la ineptitud, la continuidad de Rayón como comandante nos habla de que no carecía del todo de destreza militar. Pero más allá de que se le considere exitoso o no en el campo de batalla, resulta indudable que su actuación en la guerra se distinguió por sus afanes de no permitir desmanes contra la población civil ni ejercer crueldades innecesarias sobre el enemigo vencido. Posiblemente, esta actitud respetuosa de la piedad y la dignidad humana estaba dictada tanto por sus convicciones cristianas como por su formación profesional en la observación de las leyes.

c La Junta de Zitácuaro

Sin demérito de su actividad militar, Rayón destaca más en su papel de organizador e ideólogo del movimiento insurgente. Fue de los primeros en formalizar –en términos de la jurisprudencia admitida en esa época– el derecho de los novohispanos a constituir un gobierno propio en tanto no se resolviera la caótica situación que vivía la metrópoli tras la invasión napoleónica, la abdicación de los reyes borbones y la usurpación del trono por el espurio José Bonaparte. Siguiendo el ejemplo de las asambleas de cortes que en España se convertían en gobierno en tanto el rey Fernando VII estuviera ausente, Rayón y otros criollos liberales sostenían que el movimiento insurgente se vería legitimado con la creación de una junta gubernativa encargada de gobernar la colonia hasta el regreso del rey. Y para que esto fuera reconocido por los propios insurrectos, trabajó con ahínco en contener atropellos, saqueos y asesinatos cometidos por líderes que, cobijados con el manto de la insurgencia, actuaban en realidad como forajidos.

Así, Rayón organizó y jefaturó la Suprema Junta Nacional Americana, un órgano que asumía la misión de coordinar en un mando unificado las acciones de los comandantes de tropas insurrectas (al menos las de los dieciséis que asistieron a la instauración de la Junta en agosto de 1811); y se planteaba asimismo como germen de un gobierno alterno (opuesto al “mal gobierno” representado por las autoridades virreinales) que debía preservar la integridad de la Nueva España ante la posible invasión de tropas napoleónicas o de alguna otra potencia extranjera. Además de Rayón, la también conocida como Junta de Zitácuaro fue dirigida por el cura José Sixto Verduzco y el hacendado y militar José María Liceaga; posteriormente se agregaron José María Morelos y José María Murguía y Galardi.

Grande actividad desplegaron los miembros de la Junta de Zitácuaro […] Pusiéronse en comunicación con todos los partidarios de la independencia que alentaban en las grandes ciudades del virreinato, contándose a millares sus corresponsales en la capital misma. Trataron de organizar y robustecer las fuerzas diseminadas en la vasta extensión del suelo mexicano por donde había cundido el incendio del levantamiento, expidiendo con tales fines bandos, reglamentos, órdenes, circulares y providencias de todo género […] No se ocultó a los patricios sobre cuyos hombros gravitaba tan pesada carga la necesidad de propagar el convencimiento en las masas y de difundir la idea de independencia, demostrando las ventajas que resultarían al país de tener un gobierno propio (Zárate, 2017, p. 260).


Sello de la Suprema Junta Nacional Americana, utilizado por los caudillos de la Independencia, José María Morelos e Ignacio López Rayón


Con este último objetivo, Rayón promovió la publicación de El Ilustrador Americano, un semanario que daba cuenta de los acontecimientos desde el punto de vista insurgente y contrarrestaba así la parcialidad de la información publicada por el gobierno virreinal. Ese periódico comenzó con una humilde imprenta de madera confeccionada por José María Cos, y algo después recibió el poderoso auxilio de una maquinaria menos rústica que le proveyeron Los Guadalupes. José María Rebelo, un oficial de la imprenta de un español llamado Arizpe, llevó la prensa y los tipos hasta la zona dominada por la Junta, encarando grandes peligros.[8]


Representación de Ignacio López Rayón y la Junta de Zitácuaro (parte superior), imprenta de que dispuso la Suprema Junta Nacional Americana para propagar
sus ideas patrióticas y ejemplar del Ilustrador Americano / Abel Medina Solís,
detalle del mural del Palacio Municipal de Zitácuaro, Michoacán


El papel de Rayón como ideólogo se reflejó en numerosos escritos difundidos por la prensa insurgente, pero el que resumió su proyecto político fue Elementos constitucionales, del que se afirma que inspiró los Sentimientos de la nación, de Morelos. En ese escrito, Rayón delineó la organización política de una nueva nación, así como las disposiciones financieras y administrativas (impuestos, moneda circulante, tesorería) que la harían funcionar; propuso símbolos y emblemas que distinguirían a soldados, oficiales y demás patriotas; no descuidó la creación de una cultura cívica propia al instruir que cada 16 de septiembre se solemnizara como aniversario de la “proclama de nuestra feliz independencia”.[9]

Primeras páginas de Elementos de nuestra Constitución de Ignacio López Rayón

Aunque nunca se logró culminarlas, fueron interesantes sus gestiones para establecer relaciones diplomáticas con los Estados Unidos y Haití, en aquel entonces los dos únicos países de América que no se consideraban ya colonias europeas. Lo mismo se puede decir de los nombramientos de “justicias” que debían funcionar como jueces en un aparato judicial manejado por la insurgencia. Las pocas nociones sobre derecho social contenidas en los Elementos… de Rayón eran novedosas para la época, al considerar el empleo como medio para ascender en la escala social y proponer la desaparición del monopolio ejercido por maestros y veedores de los gremios que calificaban el desempeño de los trabajadores de cualquier oficio.

Desde sus días hasta los nuestros, se ha reprochado a Rayón y la Junta de Zitácuaro de ser conservadores porque no manifestaron prontamente una adhesión a la idea de una independencia total respecto a la monarquía borbónica, ni mostraron preferencia por las ideas republicanas ejemplificadas por la emancipación de los Estados Unidos. Sin embargo, es plausible admitir que se tratara de una decisión más bien de índole táctica. Ante la posición más radical de Morelos, Rayón argumentó que “al desconocerse la autoridad de Fernando VII, ocurrirían un gran número de deserciones en los ejércitos insurgentes, pues en su opinión, el pueblo en general seguía considerando al rey de España como su legítimo soberano”. Además, sostenía que al desconocer a ese monarca, la Nueva España corría el riesgo “de ser objeto de la codicia de las potencias europeas enemigas de España, al enterarse de la independencia de una nación débil como la nuestra” (Pérez Escutia, 1985, citado en González, 2010, p. 211). A este respecto, recordemos que finalmente la independencia mexicana se consumó no al conjuro del Grito de Dolores sino con los principios establecidos en el Plan de Iguala (que igual ofrecía la corona del Imperio mexicano a Fernando VII u otro miembro de la casa real de los Borbones) y que no sería una potencia europea la que se aprovecharía de la debilidad de la nueva nación, sino otra, ostentosa de su republicanismo y su americanismo.

Por eso, al juzgar a dos siglos de distancia la postura de Rayón, se debe tener en cuenta que él era un hombre situado en el tremendo rompimiento entre dos épocas, una en la que la figura del monarca representaba los lazos que unían a las diferentes clases de la amalgama social, y otra, que apenas despuntaba, en busca de afianzar esa misma unidad en la creación de estados de tipo republicano.[10]

Realmente resulta muy difícil pretender juzgar, a dos siglos de distancia, la actitud de don Ignacio López Rayón, que siendo uno de los primeros caudillos de nuestra Guerra de Independencia, paradójicamente haya dicho lo que dijo. Nosotros generalmente pensamos en el grupo insurgente como un núcleo compacto que sabía lo que quería y actuaba uniformemente en consecuencia, cosa que estaba muy alejada de la realidad, ya que nuestro movimiento de Independencia no respondió a una ideología o proyecto de Nación, sino más bien respondió al genio, pasión y corazón de aquel puñado de hombres y mujeres que pretendían hacer de la Nueva España un mejor lugar para vivir, y, finalmente, lo consiguieron, cada quien a su modo […] (Soberanes, 2013, pp. 79-80).

c Infortunio y grandeza

Obligado a abandonar Zitácuaro por el ejército de Félix María Calleja, Rayón –aprovechando la innegable pericia militar de su hermano Ramón– fortificó el cerro de Cóporo en Michoacán, que fue un punto fuerte de la insurgencia hasta su capitulación en 1817. Participó en el Congreso de Chilpancingo y, aunque ahí sostuvo[11] una posición contraria al radicalismo republicano de Morelos, nunca fue considerado por éste y sus seguidores como enemigo de la causa independentista. Nombrado comandante de Oaxaca, Rayón se vio inmerso en una grave disputa con Juan Nepomuceno Rosains, pues ambos recibieron el mismo cargo por parte del Congreso de Anáhuac. Para evitar enfrentamientos fratricidas, Rayón se retiró a la región de Zacatlán en busca del apoyo de las guerrillas al mando de Francisco Osorno. Tras la caída de Morelos, Rayón se convirtió en otro más de los caudillos que buscaban consolidar sus jefaturas regionales; a duras penas, logró escapar con vida de la derrota sufrida en Zacatlán y llegar al fuerte de Cóporo. Allí resistió con éxito varios ataques realistas durante 1815. En diciembre de ese año, su hermano Francisco fue capturado, y los realistas ofrecieron perdonarle la vida si Rayón deponía las armas:

…pero aquel caudillo contestó enérgicamente desechando lo primero [el indulto], y reclamando para el segundo los derechos de la guerra [que Francisco no fuera ejecutado]. Fue muy notable que esas mismas fuesen las ideas de doña Rafaela López, madre de los Rayones, porque habiéndose solicitado por alguna persona su influencia y empeños para que cediesen sus hijos, contestó que no quería verlos afrentados con el indulto, y que prefería ver a don Francisco y los demás correr la suerte de las armas (Ignacio Rayón hijo, en Herrejón, 1985, p. 214).

En septiembre de 1816, Rayón dejó en manos de su hermano Ramón la fortaleza de Cóporo y se dirigió a Tancítaro para reunirse con el insurgente José María Vargas, quien lo traicionó y estuvo a punto de entregarlo a los realistas, pero otra vez Rayón logró escapar. A principios de 1817, Ignacio se enteró de que Ramón y sus fuerzas habían capitulado en Cóporo, lo cual fue un golpe tremendo para el primero. Al rendirse, su hermano había solicitado que el indulto se extendiera también a Ignacio, pero él lo rechazó, al igual que hizo con la petición en el mismo sentido que le llevó su esposa (acompañada de sus hijos) hasta Purungueo (en la sierra entre Michoacán y Guerrero).

Después se dio una caótica situación en la que Rayón lanzó un manifiesto –especialmente crítico hacia su hermano– en el que reprobaba la rendición de las fuerzas de Cóporo y la actuación de la llamada Junta de Jaujilla (uno más de los supuestos centros de coordinación insurgente surgidos tras la disolución del Congreso de Anáhuac). Por eso, los dirigentes de esa junta enviaron a Nicolás Bravo a aprehenderlo para ser juzgado; al mismo tiempo los realistas se acercaban con igual intención. Rayón pactó con Bravo su entrega, y ambos, con sus respectivas gentes,[12] se dirigieron a la hacienda de Patambo, donde fueron sorprendidos y hechos prisioneros por un fuerte contingente realista. No puedo detallar aquí a lo que fue sometido Rayón por el gobierno virreinal,[13] tan sólo comento que el suyo fue uno de los últimos procesos judiciales en contra de un dirigente principal de la insurgencia y que se le sentenció a muerte, pero gracias a las gestiones realizadas por varios de sus partidarios (entre ellos su hermano Ramón) y exenemigos se le conmutó esa sentencia por la de prisión (de la cual salió en 1821).

Durante el imperio de Iturbide, fue intendente de San Luis Potosí y luego fungió como diputado por la provincia de Michoacán en el congreso que promulgó la primera constitución federal de México en 1824. Poco después, el presidente Guadalupe Victoria lo nombró comandante militar del estado de Jalisco y luego continuó en el ejército como primer magistrado en el Supremo Tribunal de la Guerra. En 1828 se le consideró posible candidato a la presidencia de la República, pero no llegó a serlo. Murió el 2 de febrero de 1832 desempeñando su cargo en el tribunal castrense. Diez años después, el Congreso lo declaró Benemérito de la Patria.

En conclusión, creo que Ignacio López Rayón merece ser incluido entre “los héroes que nos dieron patria”, aunque su actuación esté marcada por la fluctuación entre lo mejor y lo peor de las dos épocas que le tocó vivir.

c Referencias

GONZÁLEZ, María del Refugio (2010). El proceso seguido a Ignacio López Rayón. Senado de la República e IIJUNAM. https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2918/13.pdf Ir al sitio

HERREJÓN, Carlos (introducción, selección y complemento biográfico) (1985). La independencia según Ignacio Rayón. SEP.

SOBERANES, José Luis (2013). Rayón frente a la independencia de la Nueva España. José Luis Soberanes y Eduardo Alejandro López (coords.). Independencia y Constitución, pp. 75-80. IIJ-UNAM. http://ru.juridicas.unam.mx/xmlui/handle/123456789/12276 Ir al sitio

ZÁRATE, Julio (2017). México a través de los siglos. Tomo 3. La Guerra de Independencia. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra/mexico-a-traves-de-los-siglos-historia-general-y-completatomo-3-la-guerra-de-independencia-846426/ Ir al sitio

Notas

* Antropólogo. Laboró en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias” y “Áreas naturales protegidas de México”.
  1. Varias fuentes nombran así a nuestro personaje (cfr. Herrejón, 1985, p. 9, nota 1).
  2. Los Guadalupes es la designación más conocida de una organización secreta que apoyó al movimiento de independencia desde la Ciudad de México y quizá también desde otras capitales de provincia. El carácter clandestino de Los Guadalupes ha dificultado mucho reconstruir su historia y al mismo tiempo ha posibilitado que se hayan tejido leyendas de todo tipo sobre su actuación. Reunía desde escribanos hasta líderes de comunidades indígenas, a comerciantes, abogados, eclesiásticos, hacendados y, sin duda, también a mujeres que tuvieron papeles relevantes en su accionar. Está bien documentado el apoyo de esta organización a Rayón y la Junta de Zitácuaro.
  3. En agosto de 1810 se casó con María Ana Martínez Rulfo, hija de una familia pudiente de Tlalpujahua.
  4. O no tanto, porque a pesar de su brillante trayectoria académica y sus buenos contactos en la capital, Rayón no pudo entrar al Real Colegio de Abogados porque no cumplía con el requisito de pureza de sangre de tres generaciones, pues su abuela María Hermenegilda López había sido clasificada como mestiza.
  5. Que abarcaba lo que hoy es Michoacán y partes de otros estados aledaños.
  6. No se equivocaba: ahí estaban José Antonio “El amo” Torres en Pátzcuaro y Uruapan, el padre Navarrete en Zacapu, Mariano Caneiga en Panindícuaro, Manuel Muñiz en Tacámbaro, Ignacio Luna en Acámbaro y Jarácuaro.
  7. Véase el artículo anterior de esta serie. https://issuu.com/edilar/docs/cdm-312/26 Ir al sitio
  8. Rebelo dirigió la confección del periódico insurgente hasta 1814, cuando terminó por perderse el equipo; se unió entonces a las tropas de Guadalupe Victoria (sirvió como enlace entre éste y otros jefes hasta que fue hecho prisionero en uno de sus viajes y fusilado sumariamente).
  9. El texto “Elementos constitucionales circulados por el señor López Rayón” (1812) puede consultarse en Ernesto de la Torre, “La Independencia”, Miguel León-Portilla, ed., Historia documental de México 2, UNAM, pp. 116-121. https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/historia_documental/v02/593t2c_04_01_independencia.pdf Ir al sitio
  10. No olvidemos que el surgimiento de estados republicanos “democráticos” en América (para empezar, los Estados Unidos) no fue obstáculo para la continuidad de regímenes monárquicos que hoy son también considerados modelos de democracia e igualdad social (Gran Bretaña, Suecia, la propia España, etc.).
  11. Véase el artículo anterior de esta serie. https://issuu.com/edilar/docs/cdm-312/26 Ir al sitio
  12. Además de casi un centenar de leales, con Rayón iban su esposa, sus hijos y su hermano José María, que sufría un trastorno mental.
  13. Quien tenga interés en conocer los detalles de ello, puede consultar la obra de María del Refugio González, ya referida.
c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: diputados.gob.mx

- Foto 1: biblioteca.diputados.gob.mx

- Foto 2: mapio.net/images-p

- Foto 3: Biblioteca Mexicana del Conocimiento

CORREO del MAESTRO • núm. 313 • Junio 2022