Miguel León-Portilla: EL HUMANISTA DE MÉXICO Diego Techeira[*] Multipremiado y distinguido con numerosos reconocimientos académicos, Miguel León-Portilla es un autor ineludible para todo aquel que esté interesado en las culturas originarias de México. Su obra, basada en rigurosas investigaciones, es de lectura amena y disfrutable. Recomendamos una selección de títulos que permiten acercarse a los orígenes de lo que hoy es el país. Miguel León-Portilla: El humanista de México
“por haber estudiado la lengua y literatura náhuatl con una energía inagotable y una profundidad de entendimiento poco común”, el 12 de diciembre de 2013, Miguel León-Portilla recibió el Premio Leyenda Viva (Living Legend Award), que otorga la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y que por vez primera se entrega a una persona que no es ciudadana de ese país. El 16 de enero de 2014, en el marco de los festejos por el 145 aniversario de la erección del estado de Hidalgo, el historiador recibió la medalla Fray Bernardino de Sahagún, en reconocimiento a su trayectoria profesional y académica, especializada en el estudio de pueblos prehispánicos de México. La presea fue creada por el Congreso Hidalguense de la Crónica para “reconocer los esfuerzos de quienes buscan, a través del estudio y la investigación, fortalecer la identidad que nos distingue entre otras naciones”, y León-Portilla tuvo el honor de recibir la inaugural. Estos dos reconocimientos son apenas los más recientes en una larguísima lista de méritos, imposible de detallar aquí por su extensión. Sin embargo, podemos destacar el otorgamiento de numerosos doctorados honoris causa, entre otros, por la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de La Habana, la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad de Tel Aviv, la Universidad Carolina de Praga, y la del estado de San Diego, California. Foto 1. Portada del libro Visión de los vencidos de Miguel León-Portilla, México, Ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1959 Foto 2. Portada de La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes de Miguel León-Portilla, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1959 Foto 3. Miguel León-Portilla, estudioso de las lenguas y culturas indígenas de México León-Portilla es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de El Colegio Nacional; profesor, desde 1957, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; y director e investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la misma universidad. El reconocimiento nacional e internacional del ámbito académico y cultural, sin embargo, no ha colaborado en la popularización de su nombre, si bien es nuestro autor uno de los investigadores de la cultura y las lenguas indígenas (especializado en el universo náhuatl) que ha llegado a un público mayor gracias a un texto editado en 1959 y que se transformara muy pronto en lectura obligada para todo estudiante de las ciencias humanísticas de nivel medio-superior: Visión de los vencidos. Se trata de una revisión de las diferentes crónicas indígenas de la conquista, que puso sobre la mesa un punto de vista crítico acerca del proceso que derivara en la ocupación española de la ciudad de México-Tenochtitlan. Punto de vista que, al ser presentado en la recopilación de León-Portilla, ponía en evidencia, mediante testimonios indígenas, las terribles atrocidades cometidas por los conquistadores, y la sed insaciable de riquezas oculta bajo el discurso de lealtad a Dios y al rey. La importancia del investigador ya había sido probada en 1956, cuando publicara La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Este texto, hasta el día de hoy considerado fundamental para la comprensión del pensamiento náhuatl prehispánico (vale decir, para el corpus ideológico que sostenía a la cultura de los pueblos de la altiplanicie mexicana, herederos del legado de los toltecas), cuenta con un prólogo del profesor Ángel María Garibay K., en el que alega a favor de la exposición de quien fuera su alumno y critica a aquellos que se admiran […] de los monumentos que la arqueología descubre, de los hechos que la historia trasmite, pero cuando se llega al campo de las ideas, emociones y sentimientos de la vieja cultura, se relega al país de las leyendas y fantasías germinadoras de novela, todo lo que se ofrece como vestigio de cultura en la etapa prehispánica.[1] Este trabajo contiene los cimientos de lo que sería la obra de toda una vida dedicada por León-Portilla a la divulgación, e incluso exaltación, de la cultura de los antiguos mexicanos. Expone en ella los lineamientos fundamentales de la cosmología indígena y sus respectivas connotaciones filosóficas. Introduce su trabajo con el detalle de sus fuentes y de los investigadores del pensamiento nahua (destacando la labor de fray Bernardino de Sahagún, a quien no dudará en reconocer, por el rigor metodológico de sus investigaciones, como el precursor de la antropología mexicana, adelantado incluso a la existencia de tal disciplina en el mundo). Se aboca después a exponer las evidencias de un pensamiento filosófico, del planteamiento de los problemas que ocupaban a los sabios de aquella cultura: la imagen que se hacían del universo y del lugar del hombre en el mismo, y el papel de la educación y de las artes en su desarrollo. Otro libro fundamental del investigador se titula Toltecáyotl: aspectos de la cultura náhuatl, editado por el Fondo de Cultura Económica en 1980. Tal como expone en la primera sección de la obra, se propone hurgar “a través de los textos y otros testimonios nahuas prehispánicos, en la conciencia que tuvo el hombre mesoamericano de ser portador de un gran legado”. Al introducir su trabajo, explica el título del libro, el significado y connotaciones de un vocablo que resulta fundamental porque refleja la conciencia histórico-cultural que sus representantes tenían de sí mismos: Toltecáyotl, traducido a la letra, significa toltequidad: esencia y conjunto de creaciones toltecas. Pero cabe desentrañar mejor la riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y también colectivo es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos mexicanos lo empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla de inspiración y condicionante de ulteriores logros. La toltecáyotl, el legado de Quetzalcóatl y los toltecas, abarcaba la tinta negra y roja –la sabiduría–, escritura y calendario, libros de pintura, conocimiento de los caminos que siguen los astros, las artes, entre ellas la música de las flautas, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del buen comer, la antigua palabra, el culto de los dioses, dialogar con ellos y con uno mismo…[2] Foto 4. Interior y portada de El libro comienza con la ubicación del México antiguo en la historiografía universal y una exhaustiva revisión y valoración de sus fuentes. Enseguida se detallan aspectos de la creación espiritual, donde merece especial atención el capítulo tocante a los ideales de la educación. La vida política, social y económica y el estudio de algunos textos (traslaciones a la escritura fonética de relatos y cantos pertenecientes a la tradición oral) completan el panorama. El material profundiza y amplía la visión de la cultura nahua presentada en la obra de 1956. A modo de epílogo del libro, el texto titulado “El rostro de las cosas” nos acerca a una visión del mundo no sólo profunda y original sino incluso poética. El concepto de hombre era dado por la expresión “un rostro, un corazón” (fisonomía moral y principio dinámico del ser humano, según palabras del investigador), lo que podríamos traducir como “personalidad”, individualidad física y moral. El trabajo del artista se entendería entonces como la capacidad de dar un rostro a aquello que no lo tiene: piedra, plumas, metales, papel de amate. Para repasar otras obras fundamentales en la extensísima trayectoria de este investigador, debemos detenernos en su especial dedicación a la poesía náhuatl, la que ya había sido estudiada y traducida por Garibay. Sin embargo, los estudios de León-Portilla se destacan no sólo por el rigor académico sino porque revelan una sensibilidad que permite al lector la mejor aproximación posible a los textos; sus versiones y análisis son exhaustivos pero accesibles, profundos y poéticos. El amor que despierta en él la grandeza indígena le permite al lector un contacto con aquellas antiguas culturas a través de lo intelectual y fundamentalmente de su sensibilidad. Esto agrega un importante mérito a los que indiscutiblemente tienen sus trabajos desde un punto de vista estrictamente científico. El acercamiento a la literatura náhuatl es prácticamente abordado en todos sus libros, no obstante podemos destacar algunos de ellos. En Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961) se propone, mediante el análisis de los textos legados por los primeros misioneros (redactados con base en las declaraciones de indígenas seleccionados entre los que conservaban la memoria de las antiguas tradiciones), una lectura de la historia, la cultura y las costumbres de aquella sociedad que logró la admiración de los conquistadores que tuvieron la voluntad de conocerlos. Foto 5. Portada de Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares de Miguel León-Portilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1961 Foto 6. Portada de Quince poetas del mundo náhuatl de Miguel León-Portilla, México, Editorial Diana, 1994 El recorrido abarca los mitos de la creación (la Leyenda de los Soles, el ciclo de Quetzalcóatl) y un recorrido por la historia de México-Tenochtitlan. Otros capítulos evidencian la importancia que daban los mexicas a la plasmación de la memoria en los “libros de pintura” (soporte mnemotécnico de las tradiciones orales) y a la creación artística. Se destaca especialmente el análisis del “Diálogo de la flor y el canto”, extenso texto poético que expone los pareceres acerca del arte y la poesía de algunos personajes convocados para discutir esos asuntos por el señor Tecayehuatzin, de Huexotzingo. Pero si hablamos de poesía, resulta ineludible la lectura de otro clásico en la bibliografía del autor: Quince poetas del mundo náhuatl, ampliación del que originalmente apareciera con el título Trece poetas del mundo azteca, corrigiendo en el título, además, la definición del contexto cultural de aquellos tlamatinime. En este lúcido trabajo, identifica a cuatro poetas de México-Tenochtitlan, cinco de la región texcocana, cuatro de la poblano-tlaxcalteca y dos de Chalco-Amecameca. Este acercamiento a la obra poética de esos cultivadores de “flores y cantos”, constituye una evidencia más del respeto, el amor y la admiración de León-Portilla por la cultura del México antiguo, y logra, con la accesibilidad y el notable sentido pedagógico de todos sus trabajos, que el lector la sienta viva y contemporánea (incluso propia), gracias a una exposición en la que el rigor científico se enriquece notablemente con la sensibilidad poética del investigador, al que cabría definir como humanista en el más amplio sentido de la palabra.♦ NOTAS* Escritor uruguayo, poeta, ensayista y editor.
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