![]() Persistencia de antiguas PRÁCTICAS CULTURALES EN LA REGIÓN ZOQUE DE CHIAPAS Alejandro Clemente Corzo[*] El presente artículo tiene como propósito difundir tradiciones del grupo cultural zoque, que habita en las regiones Centro y Norte del estado de Chiapas. En esta ocasión me refiero a una comunidad zoque integrada al municipio de Tuxtla Gutiérrez, en donde investigué valores culturales por medio de entrevistas abiertas con personas de edad avanzada: maestros de danza, trabajadores en instituciones educativas, y maestros de danza tradicional que se distinguen por su práctica en fiestas populares. Sus testimonios constituyen la vía para conocer antiguas prácticas culturales que aún persisten en la memoria de las nuevas generaciones, pues, como sostiene Jan Vansina, “cuando no existe la escritura o prácticamente no se haya presente, las tradiciones orales han de llevar el peso de la reconstrucción histórica…” (apud Prins, 2003: 147). ![]() Persistencia de antiguas prácticas culturales en la región Zoque de Chiapas
referirme al folclor chiapaneco como prácticas culturales es hablar de actividades que forman parte de la vida cotidiana; es conocer y sentir estas formas de expresión del pueblo y amar a la tierra chiapaneca; es comprender los motivos que tienen los diferentes grupos culturales del estado para efectuar esas enormes romerías caminando largas distancias con gran algarabía, al ritmo del tambor y el pito, llenando las calles de pueblos y ciudades donde son objeto de curiosidad o de admiración de la gente. ▼ Organización indígena de las fiestas religiosas
La organización indígena de los festejos pagano-religiosos entre los pueblos originarios de Chiapas se sigue efectuando por medio de las cofradías. Cada una de éstas se encarga de nombrar a las personas para ocupar diferentes cargos según los servicios que quiso y pudo prestar a la comunidad.[1] Las cofradías son centros de poder que permiten llevar una vida pacífica dentro de la sociedad. Para encargarse de algún puesto en el interior de esta forma de autogobierno, hay que demostrar capacidad de servicio a la comunidad trabajando honrada y humildemente en todas las encomiendas que el alcalde mayor asigne. Por ello, se entiende que las cofradías juegan un papel importante en la colectividad, dado que limitan la intervención de los sacerdotes, quienes son restringidos a la atención de sus ocupaciones en la Iglesia católica (Matul, 1990). En las regiones indígenas de Chiapas, habitadas por diferentes grupos, la ilusión más grande de cualquier indígena es la de cumplir con tareas religiosas ocupando uno o varios cargos. Cuando se otorga un cargo, éste no queda sujeto a discusión; la persona designada por el alcalde mayor está obligada a recibirlo. Para cumplir con tal mandato, es necesario trabajar mucho tiempo en el campo agrícola, y pedir ayuda económica a parientes o amigos para disponer del dinero suficiente a fin de hacer frente al compromiso, ya que los gastos del servicio religioso son tan grandes que casi siempre toma años pagar las deudas contraídas. Luego de ello, nuevamente hay que ahorrar para solventar los gastos del siguiente cargo (Matul, 1990). Sin duda, las festividades religiosas implican un sacrificio económico para las sociedades indígenas. Sin embargo, desde el punto de vista de su significado, se trata del cumplimento de los reclamos más sensibles de su ser cultural, que proviene de sus ancestros y se expresa en su cotidianidad.[2] En estas comunidades, se selecciona a un hombre o una mujer para la organización de la fiesta patronal o cualquier otra festividad religiosa. El prioste o la priosta se encarga, junto con su comité de mayordomos, de preparar los adornos de la iglesia –calado de papel de china, enramas y Somé–, cocinar comida tradicional, buscar a los danzantes y músicos que participarán en el festejo, entre otras actividades.[3] De esta forma, los indígenas dedican todo el año a los preparativos religiosos del santo patrono del lugar, pues viven y trabajan bajo su protección. Tal parece que cuando las danzas están más apegadas a las culturas originarias, mayor es la devoción, a diferencia de lo que ocurre en los grupos mestizos, en los cuales prevalece el objetivo de la diversión o el valor puramente estético. En el presente, quienes ejecutan las danzas indígenas durante estas festividades, reciben recursos económicos del gobierno del estado a través de instituciones de apoyo a las culturas populares. Los recursos son utilizados para la confección de los vestuarios e implementos requeridos, principalmente.[4] Los festejos religiosos indígenas revisten gran importancia para la sociedad en la que se realizan, ya que motivan a las personas a comunicarse, a expresar sus ideas sobre un pensamiento común: preservar las prácticas culturales como actividades específicas dentro del campo cultural artístico, orientadas a la formación humana para fortalecer su identidad cultural en diversos escenarios sociales. ![]() Foto 1. Traje zoque de fiesta La fuerte intervención e influencia de la Iglesia católica no ha podido desplazar los grandes mitos de los pueblos originarios a pesar de los siglos transcurridos, pues, según el pensamiento indígena, atrás de cada imagen cristiana hay un dios que lo protege y al cual hay que divertir y alimentar. Por eso organizan grandes romerías en las que llevan en brazos o en la espalda imágenes cristianas, las cuales, desde lo más profundo de su inconsciente, y ancladas en sus raíces, representan de manera preeminente a sus dioses, como una remembranza del lejano pasado, cuando efectuaban rituales al sol o alguna otra deidad de sus creencias, que nada tienen que ver con la ideología religiosa occidental. El vestuario que portan los danzantes durante las fiestas es de gran importancia, ya que a través de él se conoce el lugar de procedencia y el estatus que ocupan los danzantes dentro de su comunidad. Es necesario señalar que las autoridades civiles han intervenido para disminuir el valor de estas antiquísimas prácticas culturales en su afán de integrar a las comunidades indígenas a la sociedad mestiza, pero no han tenido gran trascendencia en ella, sobre todo en las regiones Altos, Selva y Sierra, donde se aprecia un mayor arraigo de estas expresiones culturales. En cambio, en la región Centro se han ido apagando lentamente, pues con el transcurso de los años es más difícil encontrar jóvenes que deseen participar en las celebraciones.[5] A continuación describo prácticas culturales de los zoques, efectuadas en la región Centro del estado, conformada por 16 municipios. ▼ La alegría de las tradiciones en las fiestas zoques
Las fiestas zoques son rituales que se han celebrado desde antes de la colonización y se han conservado por generaciones. Una muestra de ellas son las siguientes: ![]() Fotos 2 y 3. Somé Somé Es un singular rito que se realiza durante el Mequé –fiesta zoque–, consistente en amarrar tres varas en forma de marco, forradas de hojas de zapote y adornadas de flores de huitiumpiú –enredadera de flores blancas, menudas y en ramo. El armazón se sujeta firmemente, pues de él penden diferentes regalos, entre ellos, frutas, panes y utensilios domésticos. Una vez terminada esta estructura, se coloca frente al altar de la casa del santo festejado.[6] Se ofrece, también, en ocasión del cumpleaños de un personaje importante de una comunidad indígena. Cuando el Somé se ofrece al santo venerado, se acomodan a ambos lados los joyonaqués, los cuales son hermosos círculos de flores que miden entre 20 y 30 centímetros de diámetro, elaborados con hojas de mango enrolladas y costuradas, adornadas con flores y con la cáscara del bulbo de una planta llamada palenque.[7] Originalmente, a la mitad del Somé se encontraba suspendida y asegurada una rueda grande hecha con bejucos, forrada de tela roja, que significaba la aureola del Espíritu Santo. Así, al terminar el rezo, uno de los feligreses o de los danzantes tenía la encomienda de poner una paloma en el aro suspendido, la cual volaba de inmediato y despertaba el júbilo de los presentes.[8] La última teja Este ritual tiene como propósito celebrar la construcción de una casa nueva. Cuando finaliza la edificación, los dueños eligen como padrinos y madrinas a personas con quienes mantienen lazos de amistad y les entregan una teja; los padrinos, conforme a la tradición, la devuelven adornada según su gusto e ingenio. Cada teja es puesta en el caballete o en la primera fila del frente de la casa, sin faltar la teja decorada con una cruz que se acomoda en medio de las demás. ![]() Foto 4. La última teja En Ocozocoautla, además de la última teja, que continúa celebrándose, había la costumbre de poner animalitos de barro en el caballete de la casa recién construida, junto a las tejas adornadas. El día de la fiesta, las esposas de los dueños de fincas cercanas a la casa nueva eran transportadas en andas por sus trabajadores,[9] y llevaban obsequios, igual que todos los demás invitados, para celebrar el gran acontecimiento. Bendición de la casa Bendecir la casa es una costumbre que persiste en la mayoría de las familias chiapanecas. Se realiza con el fin de hacer una limpia para que los dueños puedan habitarla. Con este propósito, invitan a sus amistades a una fiesta en donde se come y bebe en abundancia. Un gallo negro forma parte importante del ritual, que consiste en dar de beber aguardiente al ave, luego lo amarran de las patas y lo arrastran por toda la casa en medio de la algarabía; finalmente, lo entierran ebrio y vivo en un hoyo hecho en el centro de la casa si el piso es de tierra; si no, en el patio. En esta práctica indígena y mestiza subyace el mito de que en la nueva casa no faltará la comida ni habrá tristeza ni enfermedades, ya que el gallo es un símbolo de buena ventura –pues su canto anuncia la salida del sol–, y también es un talismán para ahuyentar los malos espíritus. La coronación Es el ritual más difundido entre toda la población indígena y mestiza, sin importar condición social ni económica. Se trata de agasajar a los cumpleañeros, ya sean adultos, jóvenes o niños, poniéndoles en la cabeza una corona de flores al mismo tiempo que les recitan versos, como el que se anota a continuación: ![]() Una vez coronado, el cumpleañero recibe obsequios que son colocados en el altar, pero si no se cuenta con éste, se acomodan en una mesa frente a los invitados para abrirlos posteriormente. Esta costumbre se basa en la creencia de que los santos de la devoción del cumpleañero deben ser los primeros en percibir los olores de los regalos. El ritual se lleva a cabo en la víspera del día de nacimiento con la participación de la familia y de las amistades. Festejar el cumpleaños un día antes de que ocurra significa la coronación natural del niño que va a nacer, de acuerdo con el proceso normal del nacimiento observado por las parteras empíricas, quienes anuncian el nacimiento del niño “porque ya coronó”. Además, este ritual posee otro significado simbólico cultural y psicológico: tiene el propósito de hacer sentir grandioso al festejado, como un rey o una reina, por eso es importante que los padres, la familia y las amistades demuestren su afecto de manera sincera para que el cumpleañero se sienta valioso, confiado, y más tarde pueda caminar por la vida seguro de sí mismo. ![]() Fotos 5 y 6. La coronación en la víspera de los cumpleaños Día de muertos ![]() Foto 7. Altar del Día de muertos Esta celebración ocurre en todo el estado de Chiapas y participan en ella tanto indígenas como mestizos; ambos arreglan los altares para esperar a las almas de los parientes ya fallecidos. El arreglo consiste en colocar una mesa frente a la pared principal de la sala de la casa y cubrirla con un mantel blanco. En la pared se cuelgan imágenes religiosas y fotografías de sus difuntos; sobre la mesa, la que ya está dispuesta con joyomozá –flor amarilla, de muerto– y cresta de gallo, se muestran las comidas preferidas de sus seres queridos; así como dulce de calabaza, cigarros, vasos de agua, aguardiente de caña o cerveza; además de velas y veladoras, sin faltar el copal para sahumar a los santos. Se dispone todo lo anterior bajo un arco de verdes hojas adornado con flores y papel de china calado. En esos mismos días, por la mañana, se va al panteón a dejar flores naturales y coronas con flores de papel crepé blanco si se trata de familiares adultos, o de colores si son menores, para regresar por la tarde a sus casas.[10] Asimismo, cuando muere una persona adulta, los parientes alquilan una marimba para que toque las piezas musicales preferidas del difunto y acompañe a los dolientes al panteón. En el pasado, a los cadáveres de los zoques se les colocaba toda su ropa doblada debajo de su cabeza, dentro del ataúd, y se les velaba en sus casas. En la actualidad, para este fin rentan velatorios, donde les prestan todos los servicios que requieren. Además, cuando alguien dejaba de existir y vivía cerca de alguna persona enferma, se acostumbraba colocar en la ventana del cuarto del paciente, hojas de un árbol de frutos amargos llamado paraíso, para “detener el frío del difunto” y que éste “no se lo fuera a llevar”. En la actualidad, los zoques que conservan estas costumbres se han modernizado, y a sus tradiciones han añadido un toque de diversión colocando en sus altares calaveritas y ataúdes pequeños de azúcar, con los nombres de sus amigos, a quienes se los obsequian en medio de bromas. ![]() Foto 8. El nucú es un alimento tradicional de los zoques Comidas especiales También existen tradiciones culinarias que han perdurado hasta nuestros días, consistentes en la preparación de determinados alimentos durante la celebración de una fiesta en honor de un personaje de importancia para la comunidad o de un santo. La comida es la siguiente: en el desayuno, chanfaina, la que acompañan con pozol blanco sin dulce,[11] según el gusto; y aparte sirven trozos de panela (piloncillo), sal y chile. Mientras llega la hora de la comida, hay un encargado de repartir aguardiente de caña, usando una sola copa para todos los invitados. Después, a la hora de la comida o almuerzo, se sirve el huacazís caldú, alimento que los mestizos llaman caldo de res o cocido, acompañado con tortillas, a diferencia de los zoques, que la sirven con canané, el cual es un tamal hecho de masa, manteca, frijol molido y entero, queso y sal. El nipijuitú es otra comida que consiste en un mole preparado con tomates, cebollas y atole espeso de masa, con carne de puerco. Otro alimento especial para los zoques es el nucú, una hormiga grande que abunda durante los meses de mayo a julio en temporada de lluvias y cuya recolección se lleva a cabo en la madrugada o a muy temprana hora, después de una tarde-noche lluviosa. Cada persona lleva una cubeta con agua para depositar las hormigas que atrapa y evitar su vuelo. Su preparación consiste en quitarles las patas y las alas y echarles sal para tostarlas en un comal. La Navidad Los hombres y mujeres comienzan la celebración de la Navidad el 8 de diciembre con la siembra de maíz. En la casa del prioste se reúne la mayordomía para construir una casita de tamaño natural, de madera, con techo de palma, dentro de la cual colocan una canoa hecha del tronco ahuecado de un árbol que llenan de tierra, y en un extremo de la misma sitúan una cruz. El albacea ordena a las mujeres pasar al altar para que recojan un recipiente con semillas de maíz y frijol, una rama de albahaca y una cebolla; ellas pasan a la casita y siembran esas semillas, mientras los hombres que están afuera echan cubetas con agua a manera de lluvia. Posteriormente, pasan los hombres y realizan su propia siembra. Una vez brotado el maíz, dependiendo de cómo nace, se dan cuenta de si habrá buena o mala cosecha el próximo año. ![]() Foto 9. Jicalpextles con granos de maíz Foto 10. Casita de la siembra Foto 11. Canoa y la siembra El 21 de diciembre, el grupo traslada la canoa para ubicarla a un costado del altar mayor de la iglesia. Allí mismo elaboran una casita de manta, a la que llaman Belén, para esperar el gran acontecimiento. En la actualidad, este ritual ha quedado en el olvido y se ha conservado únicamente la puesta del altar en la iglesia. El estrado se arregla el día 21 de diciembre con una casita de madera con techo de paja para celebrar el nacimiento del niño Dios.[12] El ritual original encierra un mito fundante: el nacimiento del dios del maíz,[13] que significa el alimento principal de este grupo indígena. La iglesia católica aprovechó el ritual para cambiar su significado por el nacimiento de Jesús. El ritual de la Navidad se enriquece con las celebraciones de las “nacidas y sentadas de niños dioses”, pues en Nochebuena las personas bailan la “Danza de pastores”.[14] Hace más o menos cinco decenios, la nacida del niño Dios se hacía el 24 de diciembre en la catedral de San Marcos. Allí se arreglaba el pesebre con diferentes adornos de barro y las siembras de milpa que llevaba la gente. Esa noche “nacían” todos los niños. El día 31 se llevaba a cabo el festejo de “la sentada de todos los niños” en el altar especial que la iglesia había construido y, una vez terminado el ritual, se ofrecían tamales de bola y café. ▼ A modo de cierre
Investigar sobre las prácticas culturales zoques ha sido una experiencia gratificante porque mis orígenes se enraízan en esta cultura. Para mí resultó familiar conversar con maestros, maestras y gente del pueblo, conocedores de sus legados culturales. Acercarme a esta riqueza cultural me lleva a reflexionar en que estas prácticas se celebraban con mayor participación del pueblo hasta la década de los cuarenta, posiblemente porque la ciudad de Tuxtla Gutiérrez no había experimentado un crecimiento urbano como en la actualidad. No obstante, en la comunidad de Copoya, a siete kilómetros de la capital, persisten estas antiguas prácticas. Allí se rememoran diversas celebraciones que aluden a los santos patrones de los barrios, y particularmente a las tres vírgenes que identifican a esta localidad. Este es un acercamiento a la diversidad de prácticas de una de las culturas más vasta de Chiapas y que sienta las bases para abordar, más adelante, la música y danzas zoques, amalgama de tambores, flautas de carrizo, enaguas de Vichy[15] y camisas bordadas.♦ ![]() Foto 12. Enagua de Vichy ▼ Referencias
CHEVALIER, J., y A. Gheerbrant (1999). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder. MARRERO, E. (2013). Transculturación y estudios culturales. Breve aproximación al pensamiento de Fernando Ortiz. En: Tabula Rasa, 19 (Bogotá). Disponible en: <www.redalyc.org/articulo.oa?id=39630036005> Ir al sitio [consultado: 3 de diciembre de 2014]. MATUL, D. E (1990). Estamos vivos. En: México Indígena, 5 (México), pp. 25-32. PRINS, G. (2003). Historia oral. En: Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia, pp. 144-176. Madrid: Alianza Editorial. TELA de Vichy, un tejido con múltiples aplicaciones. Disponible en <www.lacasadelastelas.es> Ir al sitio [consultado: 26 de mayo de 2015]. ZEMELMAN, H. (1996-1997). El sujeto, la conciencia y el concepto de formación ante la ‘ratio–I’. En: Luciérnaga Diógenes. Revista de Pedagogía, Estética y Cultura, México. Notas* Profesor egresado de la Escuela Normal del Estado de Chiapas con especialidad en Educación Artística por la Academia de la Danza Mexicana del INBA. Posee experiencia laboral de más de 25 años en educación básica y educación artística en la Normal del Estado y en forma independiente.
▼ Créditos fotográficos
- Imagen inicial: www.chiapasparalelo.com - Foto 1: Alejandro Clemente Corzo - Fotos 2 y 3: www.eschiapas.org - Foto 4: chiapasindigena.blogspot.mx - Fotos 5 y 6: gloriapinto.com - Foto 7: www.oem.com.mx - Foto 8: todochiapas.mx - Fotos 9, 10 y 11: todochiapas.mx - Foto 12: Alejandro Clemente Corzo |