Libro o película, ¿CUESTIÓN DE COMPETENCIA? Dulce María Ávila Juárez[*] En la actualidad, fomentar la lectura es más que un reto; los docentes y padres de familia competimos con las grandes producciones cinematográficas que embelesan a los niños y jóvenes y los alejan de las versiones literarias. Pero, ¿qué tal si tendemos un puente con los más grandiosos filmes a través de la literatura? Lo relatado en las siguientes líneas constituye una posibilidad.
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c Libro o película, ¿cuestión de competencia?
Hace algún tiempo, en una visita guiada a una biblioteca académica de mi estado, un joven bibliotecario nos hablaba de la historia de la literatura y sus altibajos. Según él, alrededor de los años ochenta del siglo pasado, la lectura, y por lo tanto la escritura, estuvieron casi al borde de la extinción entre los niños y jóvenes. ¡Claro!, ¿cómo podría ser de otro modo?, comenzaba la gran era de los videojuegos, las computadoras y el consumismo como una forma de vida. Sin embargo, gracias a la creación de algunas novelas infantiles-juveniles y sus costosas adaptaciones cinematográficas, los libros se pusieron nuevamente de moda. Tal fue el caso de la exitosa saga inglesa de Harry Potter y sus magníficas interpretaciones llevadas a la pantalla grande. No estoy segura de que el dato que nos dio esa tarde el persuasivo bibliotecólogo haya sido verídico, pero lo que sí sé es que hoy en día, no sólo los docentes, sino también los padres de familia, cuando intentamos fomentar la lectura en nuestros estudiantes e hijos, competimos contra las grandes producciones cinematográficas que ofrecen una versión mucho más corta y simple (hablando del esfuerzo mental que conlleva ver una película comparado con el que supone leer un libro) de las obras literarias más populares, clásicas o de aquellas que están en tendencia. ¿Pero qué tal si convirtiéramos esa rivalidad, película contra libro, en una oportunidad para fomentar el interés por la lectura y la formación de lectores? Era el inicio del ciclo escolar 2018-2019 y mis estudiantes de sexto grado de primaria ya habían vivido la experiencia de leer por placer un año antes, a través de una variada lista de dinámicas literarias en las que no sólo se leía para mejorar la fluidez o comprensión lectora, sino para fomentar el interés y el gozo por tan apasionante actividad. No es el espacio para ahondar en la descripción de aquellas actividades, pero sí puedo afirmar que éstas provocaron que iniciáramos el nuevo año escolar sedientos de leer más. Así pues, les propuse una nueva tarea: escoger juntos una novela que tuviera una versión cinematográfica. Primero debíamos leerla en grupo e ir desarrollando distintas actividades (por sobre todo artísticas y que fortalecieran nuestra inteligencia emocional), para que, una vez terminado el libro, proyectáramos la versión fílmica a fin de compararla con la versión literaria. Y… ¡vaya que lo llevamos a cabo! La primera propuesta que les hice fue leer la famosa obra literaria Las brujas, del reconocido escritor inglés Roald Dahl. Se trata de un libro apto para el grupo y edad escolar, con una historia entre tétrica y cómica; además, los capítulos son cortos, el vocabulario es muy apropiado para su edad, y ni qué decir de su versión en la pantalla grande, que a pesar de ser un tanto vieja (1990), la actuación y caracterización de Angélica Huston la hacen una película infantil imprescindible. La primera propuesta fue leer la famosa obra literaria Las brujas, del reconocido escritor Sin embargo, los chicos querían algo más juvenil, pero igual de aterrorizante; por ello les propuse la obra clásica de terror de Mary Shelly: Frankenstein. Desafortunadamente, tampoco se convencieron del todo, pues querían algo menos clásico, por no decir anticuado. Mi tercera opción combinaba todo lo que ellos querían (y necesitaban). Una historia tan monstruosa como ágil de leer, que coincidía con su edad e intereses, pero con toques de ternura y reflexión: Un monstruo viene a verme, del talentoso y joven escritor Patrick Ness. Lo primero que hicimos fue organizar la compra de libros mientras investigábamos sobre el autor, ¿quién era?, ¿dónde vive o vivió?, ¿a qué se dedica además de ser escritor?, ¿por qué escribió dicha historia?, ¿cómo es físicamente?, fueron algunas de las preguntas y los temas sobre los que dialogamos antes de iniciar la lectura formal. Esto abrió mucho el panorama cultural de los estudiantes. Por ejemplo, al conocer un poco más acerca de Patrick, los niños pudieron confirmar que no todos los autores de libros famosos han fallecido, pues ellos creían que casi todos eran gente muerta. Las sesiones de lectura iniciaron con los clásicos 15 minutos cada dos días al iniciar la jornada escolar, pero pronto se convirtieron en un hábito diario que duraba, en ocasiones, más de media hora. Los niños se empezaron a sentir tan interesados en Conor O’Malley (el protagonista de la historia) que no podían parar de leer. La lectura era llevada a cabo por todos al mismo tiempo y al mismo ritmo, aunque sólo uno de nosotros leía en voz alta; digamos que era una especie de lectura compartida. Es cierto que en ocasiones los estudiantes con poca o ninguna fluidez desaceleraban el ritmo de lectura, pero todos estábamos conscientes del apoyo que ellos necesitaban de nosotros, sobre todo de nuestra paciencia, para que se sintieran confiados y seguros de sí mismos. Nadie hacía comentarios negativos ni corregía a nadie, excepto cuando se leía mal una palabra o había una omisión, entonces algún compañero o yo hacíamos el señalamiento sin ningún tipo de agresión. Eso sí, si alguien quería adelantarse por su cuenta, era libre de hacerlo, simplemente le sugeríamos que lo hiciera sin delatar los sucesos. Un monstruo viene a verme, del talentoso y joven escritor Patrick Las actividades nunca tuvieron la intención explícita de efectuar el estudio formal de la lengua o mejorar la comprensión lectora; lo que menos quería yo era que se asustaran y terminaran odiando el libro, o peor aún, que terminaran odiando la lectura, creyendo que dichas actividades son la única manera de desarrollar habilidades lectoras. Por ello las situaciones planeadas estaban disfrazadas, es decir, tenían un doble fin. Por un lado, su intención era desarrollar la creatividad y las habilidades artísticas y/o emocionales, pero por otro, fortalecer la lengua escrita en muchos sentidos. Uno de los primeros trabajos fue elaborar un dibujo de Conor, con la técnica que creyeran más conveniente, y escribir en el reverso una breve descripción de él. Otra de las actividades consistió en formar con plastilina y otros materiales que creyeran pertinentes, un modelo del árbol monstruoso, para después escribir una lista de sentimientos y emociones que les provocaría el encuentro real e inesperado con un verdadero monstruo en casa. Otras actividades disfrazadas fueron:
Es importante aclarar que no siempre realizábamos alguna producción escrita, a veces simplemente nos dedicábamos a leer placenteramente. Al término del libro, los chicos no podían esperar el momento de ver la película. Como trabajo colaborativo, elaboramos posibles preguntas que guiaran la comparación entre la novela escrita y la película. El frabulloso día había llegado, los estudiantes trajeron palomitas y nos dedicamos a ver la película de una novela que les había costado una variedad de actividades en clase y más de tres meses terminarla, pero ¡valió la pena! Esta experiencia trajo muchas consecuencias formales y positivas en el grupo, entre ellas puedo destacar que los niños:
Los chicos quedaron conmovidos con la triste historia, sus llamativos personajes y sus diálogos reflexivos. Hubo quienes gozaron más del libro que de la película y viceversa. Incluso algunos recrearon el final de la historia. Pero lo más relevante es que todos disfrutaron esa experiencia. Puedo afirmar con satisfacción que los estudiantes se convirtieron en niños lectores, pues al concluir la película, no habían transcurrido ni cinco minutos cuando un estudiante preguntó: “¿Y qué libro vamos a leer ahora, maestra?”, lo que provocó que todos comenzaran a opinar sobre la elección del nuevo texto. Esta vez no nos tomó mucho tiempo decidirnos, y justo dos semanas después ya estábamos leyendo la conmovedora novela histórica de John Boyne, El niño con el pijama de rayas; y si me lo permiten, en otra ocasión compartiré la inolvidable experiencia. Ahora puedo concluir que la histórica rivalidad entre libros y películas podría convertirse más bien en una alianza si padres y maestros nos arriesgamos a combinarlos creativamente para atender el estudio formal de la lengua y el desarrollo de habilidades lectoras, a través de experiencias memorables que propicien el disfrute de estos placenteros entretenimientos. ♦ Notas * Maestra en Educación por la Universidad IEXPRO. Directora de la Escuela Primaria Fidel Velázquez Sánchez, Querétaro, Qro.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: inquilinasnetherfield.blogspot.com - Foto 2: boywithletters.blogspot.com - Foto 3: pixabay.com - Foto 4: informaticaequipo4.wordpress.com CORREO del MAESTRO • núm. 314 • Julio 2022 |