Los paisajes geográficos:
ALGO MÁS QUE UNA SIMPLE MIRADA
Paula Ghione[*]

Durante muchos años, la enseñanza de la geografía en las escuelas se limitó a la descripción estática de espacios y paisajes, como lugares para ser observados, detallados e inventariados. Ahí se realizaban actividades que no mantenían ningún tipo de relación con otros lugares, y los actores sociales brillaban por su ausencia.

Haciendo un poco de historia

Durante el siglo XIX, las ciencias naturales eran las ciencias por excelencia, y sus leyes generales servían para explicarlo todo. La ciencia positivista dio formato a este modo de pensar la geografía puesto que el único método que sustentaba a la ciencia era el de las ciencias experimentales, cuyo objeto de estudio está por fuera del sujeto que lo estudia. Por lo tanto, la experiencia y la observación eran los procedimientos por excelencia que podían utilizarse para estudiar la geografía y arribar a una única verdad objetiva y absoluta.

La idea de ciencia como verdad con respuestas únicas servía entonces para clasificar el conocimiento, de modo que los resultados en geografía apuntaban a la clasificación de los paisajes y las regiones, describiendo sus características y otorgándoles entidad científica en un cuadro que, al mismo tiempo, lo legitimaba. Era la época de las taxonomías, razón por la cual, las ciencias sociales, para entrar en la categoría de ciencia, no podían dejar de encuadrarse en esa lógica de tabulaciones y descripciones.

Un ejemplo que ilustra este marco teórico era el ordenamiento de las culturas según un criterio único basado en el grado de evolución, entendido como desarrollo e influencia del ambiente sobre ellas. Por lo tanto, se hablaba de sociedades superiores e inferiores; más tarde se haría lo mismo con la idea de razas.

En esta misma línea, la geografía era la ciencia dedicada a observar el ambiente en el que esas culturas se desarrollaban, y las culturas eran un elemento más del ambiente. Todas las conclusiones elaboradas cobraban el formato de teorías generales que servían para explicar los fenómenos de todas las sociedades en su conjunto. El ambiente, concebido sólo como un “gran contenedor” en el que los elementos naturales y sociales se encontraban allí para ser descritos, sin interrelación ni poder de influencia sobre el mismo, arrojaba un resultado objetivable y clasificable: por ejemplo, paisajes rurales y urbanos.

El determinismo ambiental fue el pensamiento que se constituyó en la columna vertebral de los estudios geográficos y de su enseñanza en la escuela.[1]

Hoy, la conclusión a la que arriba la ciencia, desde un cambio radical de paradigma, es que dentro del capitalismo industrial, no todas las culturas se desarrollaban de la misma manera ni al mismo ritmo. De manera que las reglas generales del modelo biologicista resultan insuficientes para explicar el desarrollo diferenciado de cada sociedad. Fue necesario encontrar otra variable, que fuera única y particular de cada sociedad y que a la vez permitiera explicar sus características.

A partir de este cambio científico, alejado del positivismo, cambia el objeto social y, por lo tanto, el modo de estudiarlo. Es un momento en el que en la geografía se construye un nuevo objeto relacionado con los territorios, desde una idea dinámica e incorporando la concepción de histórico y de los actores sociales como determinantes de su configuración:


Se pensaba que cada cultura podía sobreponerse a los determinantes naturales […] La geografía ha sido útil en cada momento histórico y sus preocupaciones han variado a lo largo de su historia al compás de los cambios sociales. Esto quiere decir que no se puede entender a la geografía […], como una entelequia separada de los contextos sociales que le dieron origen. Así […], con mayor o menor nivel de evidencia, esta disciplina se encargó y se encarga de estudiar la relación que el hombre (la sociedad) mantiene con el medio (la naturaleza), y que a partir de estas relaciones surgen las particulares disposiciones de las cosas sobre la Tierra.[2]


De esta manera, la balanza que antes se inclinaba a favor del ambiente y los paisajes, comenzó a equilibrarse cuando el hombre y la sociedad en que vive empezaron a ser estudiados en relación con el medio.

A partir de ese momento, la geografía deja de ser la ciencia cuyo objeto de estudio era el paisaje, para enfocar su mirada en la interacción del hombre con su medio y las modificaciones que se producen en los objetos que allí se encuentran. La disciplina comienza a independizarse, creando procedimientos propios y corriendo el eje de su objetivo: deja de ser la observadora por excelencia de los elementos sobre la Tierra para empezar a ser dinámica y explicativa, dando cuenta no sólo de lo que existe en cada lugar sino de los movimientos y transformaciones que en cada ambiente se producen por efectos sociales.

La geografía fue modificando progresivamente su forma de explicar la realidad y, de manera paralela, esta transformación se fue trasladando a la enseñanza. Hoy, la asignatura de Geografía tiene por objeto analizar los tipos de relaciones que las sociedades establecen con la naturaleza, así como la construcción y organización del espacio social. En él intervienen factores diversos, entre los que se destacan los procesos de producción.

Para analizar los espacios complejos, es decir, aquellos en los que el hombre actúa, incorporó la variable histórica. De esta manera explica, por ejemplo, la transformación del concepto de territorialidad desde el pasado hasta nuestros días: se pasó del poder que otorgaba la tierra y la posesión de territorios cada vez más extensos, a la riqueza posterior que comienzan a proveer los recursos de la tierra y los territorios.

Marco teórico-didáctico

Durante mucho tiempo, la geografía se ha ocupado de la organización de los territorios, clasificando la producción de cada región en términos económicos a manera de compartimentos estancos. Hasta hace pocos años, se presentaba la geografía regional,[3] cuyos objetivos se centraban en inventarios del volumen de producción de un determinado territorio, mostrado de forma aislada del resto de las regiones e incluso incomunicado del resto del país.

Hoy, en el marco de una geografía dinámica y explicativa, proponemos el análisis de la producción en circuitos productivos:


Un circuito productivo es el conjunto de fases del proceso de producción entendido como una serie de eslabones que conforman una unidad desde el inicio hasta la distribución en el mercado para el consumo final. Esta concepción del proceso de producción como unidad obliga a reconocer las sucesivas etapas del mismo (el eslabón agrícola o pecuario inicial, los momentos de industrialización, la comercialización, el transporte) y las imprescindibles ligazones entre ellas (Rofman y Manzanal, 1989).[4]


Las ventajas de este enfoque son diversas. En principio, el reconocimiento de sus fases implica la idea de proceso y de producción como unidad. Esto no significa que no podamos hablar de regiones, lo que varía es el criterio de regionalización que no puede ser siempre el mismo y para todo análisis. Ahora se establece una conexión entre las actividades primarias, secundarias y terciarias, rurales y urbanas; así como también entre los espacios locales, extralocales y globales.

Este enfoque pone especial énfasis en que estos procesos están realizados por actores sociales que no sólo son heterogéneos sino que además en su interacción son generadores de precios en el interjuego de la oferta y la demanda.


La región, con su centro urbano, es un proceso dinámico de configuración histórica y geográfica. Se forma y se transforma a partir de la sucesión de secuencias históricas definidas por la reproducción de las peculiares relaciones sociales de cada contexto regional […] La región es una estructura en evolución constante, el producto de la combinación de múltiples estratos de condiciones geográficas […] La complejidad y diversidad de las interacciones y conflictos sociales que se dan en una región concreta son fruto de la dinámica propia del lugar y del impacto de los procesos sociales y económicos generales y sus interdependencias […] Un lugar, región o territorio […] son una construcción social, un escenario donde se produce una combinación de elementos de la esfera económica, política y social hasta estructurarse en forma de sistema social.[5]



Cabe aclarar que cada uno de esos espacios es una escala de análisis, es decir que no puede ser pensado uno sin los otros; todos ellos están en interdependencia: si uno de ellos se modifica, se modifican los otros también. El nivel local de análisis está determinado por lo global y a la inversa: al modificarse algo en el nivel regional, se producirán modificaciones en un mundo globalizado de producción, distribución y consumo. Esto implica revalorizar los traslados y transportes como necesarios en cada uno de los eslabones productivos.

Un ejemplo interesante que explica la interdependencia en las escalas de análisis está dado, por ejemplo, por la producción de zapatillas deportivas. Una estadística sobre el lugar de producción de zapatillas nos dará como resultado países llamados taller –como China, Indonesia, Tailandia, Taiwán, Vietnam y otros lugares donde las condiciones de trabajo provocan que la mano de obra sea barata y el coste de confección, mínimo. Sin embargo, el propietario, que es quien mantiene el control del producto, pertenece a un país desarrollado; tiene suficiente capacidad como para innovar y producir modelos nuevos y mejores cada temporada y domina también la promoción y distribución del producto. Por otra parte, aún hay otro grupo de países que producen los materiales con que se confeccionan las zapatillas: tintas, telas, componentes de los tejidos, entre otros. Estos lugares poseen una infraestructura industrial importante pero con costos de producción más baratos que en los países avanzados; son los llamados países factoría –Brasil, México, India y algunas naciones del Este. Sin embargo, esos productos son consumidos en los países del primer mundo; es decir que vuelven a aquellos países desarrollados en los que se encuentran los propietarios, ya que son esos ciudadanos los únicos que tienen la capacidad económica para pagar el precio al que las zapatillas se venden en el mercado.

Este ejemplo de producción nos demuestra cómo la geografía regional resulta insuficiente para dar cuenta de los movimientos sociales en interacción con los espacios.

A modo de conclusión, podemos afirmar que, correr a la geografía de los ejes descriptivos y estáticos que la caracterizaron durante años, es repensar el territorio desde una nueva mirada: compleja, dinámica e histórica, determinada por los elementos sociales. De este modo, la geografía se transforma en una disciplina social que entiende al ambiente como una interrelación de factores naturales y sociales, sus problemas y los recursos que en ella se originan, desde una perspectiva humana y cambiante.

NOTAS

*Integrante del equipo pedagógico de la Dirección de Educación Primaria Referente Nacional del Dispositivo de Fortalecimiento de la enseñanza de las ciencias sociales para el nivel primario en el Ministerio de Educación de la Nación Argentina.
  1. Raquel Gurevich et al., Notas sobre la enseñanza de una geografía renovada, Buenos Aires, Aique, 2001, p. 15.
  2. Ibid., pp. 15 y 18-19.
  3. La Geografía Regional ponía el acento en la producción de regiones como entidades cerradas que se explicaban a sí mismas y que no establecían interconexión con ninguna otra, excepto, eventualmente, para la comercialización de los productos en las ciudades.
  4. Apud. Gurevich et al., op. cit., p. 5.
  5. Roser Batllori, “La escala de análisis: un tema central en didáctica de la geografía”, en Iber, núm. 32, Universidad de Barcelona, 2002.

Créditos fotográficos

Imagen inicial: Correo del Maestro

Foto 1 (circuito productivo): Diseño: Correo del Maestro / Imágenes: Shutterstock