De palabras que suenan
como susurros de sonidos

CIERTAS ONOMATOPEYAS

Guillermo Hernández Santana[*]

Las onomatopeyas son palabras que imitan sonidos de aquello a lo que hacen referencia, como clac, pum o zas. Muchas onomatopeyas describen el sonido emitido por animales, como guau o miau. Además, muchas palabras, que hoy no son onomatopeyas, derivan de una de ellas, como es el caso de zumbido, ronquido o maullido. Existen onomatopeyas en todos los idiomas aunque en lo general difieren de uno a otro, a veces de modo radical, ya que muchos sonidos no se pueden articular fonéticamente. En este artículo hablaremos de estas palabras y su evolución en nuestra lengua.

De palabras que suenan como susurros de sonidos ciertas onomatopeyas

si bien algunas onomatopeyas se adaptan en una lengua dentro de una clase definida de palabras y sistema fonológico, hay otras que son nombres de animales y que provienen del sonido que éstos producen y luego es identificado por las personas y adaptado al sistema fonológico particular de cada lengua. Un ejemplo es el término con el que se designa a los gatos, el cual es mixi en mazahua y miis en maya igual que en zapoteco. En todos los casos se trata de términos que provienen de onomatopeyas, es decir, de palabras que se relacionan con el sonido que representan. En español y en alemán, la forma miau representa el sonido de un gato. En inglés es meow y en francés se escribe miaou. En español, esta onomatopeya originó el verbo maullar. Igual sucede con otros sonidos onomatopéyicos. En la historia de las lenguas, estos sonidos crean nuevas palabras. En seri, paloma se designa con el término coyoco, que lleva el acento en la última sílaba, igual que cucurrucucú, que en español crea el verbo cucurruquear. Tanto el sustantivo coyoco como el verbo cucurruquear surgieron del sonido que los hablantes identifican como el canto que hacen las palomas.

En japonés, la onomatopeya kaa-kaa hace referencia al sonido que produce un cuervo, y mee-mee se refiere al originado por una oveja. Estas expresiones se quedan en el nivel icónico, pero en algunos casos es posible que se deriven en otro tipo de palabras como sustantivos o verbos.

En la actualidad, en español no se forman verbos a partir de onomatopeyas sino de sustantivos;[1] en cambio, en latín y probablemente también en el español medieval, las onomatopeyas daban lugar a verbos. Algunos de éstos se están dejando de usar en la actualidad, es decir, forman un dominio conceptual que los hablantes del español no usan cotidianamente y por lo tanto se está perdiendo. Piénsese, por ejemplo, en los términos barritar, que representa el sonido que hacen los elefantes, arruar (de los jabalís), trisar (de las golondrinas) y guarrear (de las bestias). Estos términos ya no se reconocen por la vox populi –por lo menos en lo que respecta a los hablantes de español de México.

Otros verbos, como gorjear (de los gorriones), graznar (de los patos), balar (de las ovejas), sisear (de las serpientes), trinar (de las aves) y bramar (del toro), son más conocidos, pero en español también se están dejando de usar, quizá debido al poco contacto con este tipo de fauna o por el desarrollo normal de la lengua, que crea nuevas palabras al mismo tiempo que deja de utilizar otras. Desde luego, hay términos como zumbar (de un mosquito), ladrar (de un perro) y aullar (de un lobo) con los que los hablantes del español estamos más familiarizados. En definitiva, estos últimos verbos seguirán utilizándose y es improbable que se pierdan en los siguientes siglos, pues son términos que aparecen en la literatura, en la televisión y en otros escenarios discursivos.


Entre los verbos que integran este dominio conceptual existen sólo dos que incluyen el prefijo re-, los cuales son relinchar y rebuznar; éstos representan el sonido que emiten los caballos y los burros, respectivamente, y, a diferencia del resto, no están relacionados con onomatopeyas. El primero mantiene en su estructura interna el verbo linchar, quizá debido a que los caballos hacen determinado ruido cuando el jinete los hace correr, es decir, cuando los lincha con las espuelas o con el fuete. Por otra parte, el verbo rebuznar proviene del término latino bvcināre, ‘tocar la trompeta’. Rebvcināre, el verbo que hace referencia al sonido que producen los burros, sería tocar varias veces la trompeta si se toma en cuenta el sentido literal del término. A diferencia de los dos términos anteriores, la mayoría de los verbos que conforman este dominio no incluyen el prefijo re- y es posible reconocer la relación entre la onomatopeya y el verbo que forman. De auuu surge el verbo aullar; de sssh, sisear; de pío-pío, piar; de uhu-uhu, ulular; de grrr, rugir; de cro-cro, croar; de la onomatopeya bee-bee surge el verbo balar, y de muuu, mujir.

Cabría reflexionar si el desuso de la serie de verbos que hacen referencia a sonidos de animales, en realidad representa una pérdida para el sistema lingüístico del español, pues, a pesar de esto, otras palabras surgen como relámpagos, nuevas formas que se quedan por siglos, como la palabra utopía,[2] concebida por Tomás Moro, o la palabra perro, un sustantivo que surgió de la onomatopeya prrr, el sonido que hacen los cánidos. De hecho, resulta interesante que el verbo que se refiere al sonido que hacen los perros es ladrar, pero este verbo no está relacionado con la onomatopeya prrr, sino con la historia de los ladrones. Es decir, las palabras ladrar y ladrón tienen la misma raíz. En la antigua Roma, los mercenarios que servían al emperador eran llamados latronis, del verbo latrocinare, ‘servir al ejército’, que posteriormente se derivó en ‘ladrón’. Con el tiempo, estos servidores con permiso de portar armas dejaron de recibir sueldo y se convirtieron en rateros. Además, en Roma era común el uso de perros en el ejército, por lo que es probable que estos mercenarios se ayudaran de los canes para asaltar e intimidar a la gente, por lo tanto, una de las formas para reconocer la llegada de estos mercenarios eran los ladridos de los perros que venían con ellos.


NOTAS

* Estudiante de posgrado en Estudios Mesoamericanos en la UNAM.

  1. Por ejemplo, guau guau no se deriva en el verbo *guaguar sino en el cuasisustantivo gua-gua que aparece en expresiones como: ¡Mira el gua-gua! (haciendo referencia a un perro).
  2. De u, ‘negación’, y topos, ‘lugar’.
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