¿Competir, agredir o huir?[1]
Natalia Estramil[*] ![]() Si bien pelear y competir en algunos casos es beneficioso, en general suele resultar muy costoso. En este artículo se abordan las razones por las cuales sería beneficioso luchar o huir, como también algunas de las conductas y sistemas que limitan la agresión en los animales.
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c ¿Competir, agredir o huir?
Los animales peleamos y competimos por una gran cantidad de recursos, desde la cantidad y calidad de alimento, las parejas potenciales e incluso el estatus social. Salir victorioso, sin embargo, no siempre es vital, como sí lo es cuando se trata de enfrentar a un depredador o defender a la progenie. A pesar de ello, los enfrentamientos entre animales de la misma especie o coespecíficos suelen resultar muy costosos, incluso pudiendo resultar en la muerte de un pariente o del propio agresor. Por esta razón, retirarse a tiempo puede ser la mejor estrategia. Las luchas entre machos de los elefantes marinos (Mirounga leonina) son particularmente violentas, tanto, que incluso pueden provocar la muerte. Sin embargo, en esta especie los harenes son recursos muy valiosos, por lo que les compensa asumir tales riesgos. ![]() Sin embargo, la mayoría de las luchas entre coespecíficos están ritualizadas, es decir, han evolucionado de tal forma que las conductas de conflicto se han convertido en señales comunicativas, por ejemplo, señales de amenaza. En éstas los animales no suelen utilizar sus armas más peligrosas. Los ciervos (Cervus elaphus) empujan a sus coespecíficos adoptando una orientación frontal, cuando en realidad podrían intentar clavar sus peligrosas cornamentas en las partes blandas de sus oponentes. ![]() Además, existen gestos de sumisión ritualizados que permiten al perdedor retirarse sin recibir más ataques por parte del vencedor. En encuentros posteriores cada animal mostrará expresiones sutiles de sumisión y dominancia (respectivamente), y esto les permitirá evitar gastar tiempo y energía en otro enfrentamiento.
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c Estrategias de lucha
El comportamiento o la anticipación del comportamiento del oponente puede ser crucial cuando se trata de decidir cómo actuar en un enfrentamiento. Éste es el campo de investigación de un área de la matemática aplicada llamada “teoría de juegos”. John Maynard Smith, de hecho, utilizó esta teoría para desarrollar varios modelos, entre ellos el modelo halcón-paloma y el modelo de las guerras de desgaste (1973, 1974). Éstos permiten entender mejor hasta qué punto le compensa a un animal quedarse a luchar o huir. ¿Halcón o paloma? Según Maynard Smith, cuando coespecíficos se enfrentan por acceder a recursos, éstos pueden adoptar dos estrategias: o bien se comportan como un halcón –lo que implica que tendrán que luchar– o bien se comportan como paloma –lo que implica que tendrán que retirase–. Si todos se comportan como paloma, les convendrá convertirse en un halcón. Si sólo existe un halcón, éste podrá vencer en todas las peleas. Sin embargo, cuando el número de halcones comienza a aumentar, la probabilidad de encontrarse con otro halcón y de perder también comienza a aumentar. Por lo tanto, si esta probabilidad es muy alta, les compensará más comportarse como paloma. Para una paloma, en cambio, encontrarse con otra paloma tendrá en algunos casos un balance positivo. Además, encontrarse con un halcón le causará una pérdida mínima. Esto se debe a que no perderá ni tiempo ni energía ni tampoco se enfrentará a los riesgos asociados con la pelea. Si el hecho de comportarse de una forma u otra tuviera una base genética, entonces se espera que los porcentajes de ambas estrategias se estabilicen, y que cada cambio en uno de los porcentajes resulte en un reajuste en el otro en la dirección opuesta. Este modelo no sólo permite explicar la coexistencia de estrategias de lucha opuestas en una misma población de animales, sino también la razón por la cual es tan difícil que el proceso selectivo favorezca una tendencia a luchar de forma extrema.
Guerras de desgaste Algunos animales no luchan violentamente, sino que participan en luchas en las que el vencedor será aquel que aguante más tiempo en el lugar de enfrentamiento. Los animales deberán entonces estimar cuidadosamente el valor del recurso para que les compense quedarse. De esta forma se espera que inviertan más tiempo en estas guerras para acceder a recursos muy valiosos y, en cambio, menos tiempo cuando los recursos son escasos. Cuando la forma de comportarse en un enfrentamiento no está rígidamente determinada por factores genéticos, el animal podrá optar por quedarse a luchar o huir en función de las probabilidades que tenga de ganar tal lucha (i.e., estrategias condicionales). Las exhibiciones agresivas suelen reflejar de forma fidedigna el potencial competitivo del oponente y es justamente éste lo que el animal evaluará para poder optar por luchar o retirarse. En el ciervo común (Cervus elaphus), por ejemplo, hay por lo menos dos tipos de exhibiciones que los machos pueden usar para evaluar a sus oponentes: el desplazamiento paralelo y el berrido competitivo. ![]() El berrido competitivo y el desplazamiento paralelo del ciervo común (Cervus elaphus) brindan información sobre las habilidades para la lucha de los rivales
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c ¿Cómo se reducen los conflictos y se limita la agresión?
La agresión entre coespecíficos puede tener consecuencias negativas no sólo para los perdedores sino también para los ganadores. Esto se debe a que ambos gastan tiempo y energía en cada enfrentamiento, y la agresión amenaza la integridad del grupo al cual pertenecen. Además de las luchas ritualizadas, existen sistemas que también reducen la agresión. Dos de estos sistemas que se relacionan entre sí son las jerarquías de dominancia y la territorialidad. Jerarquías de dominancia Estas jerarquías están formadas por relaciones de dominancia y sumisión. El tamaño y la fortaleza, el sexo y el nivel de agresividad son algunos de los factores que pueden influir sobre el grado de dominancia que se alcanza en una jerarquía. Ser dominante tiene por supuesto varios beneficios, como el acceso prioritario a alimento, agua, cobijo y parejas potenciales. A pesar de que el acceso a éstos sea más limitado en el caso de los subordinados, los subordinados también pueden obtener algunos beneficios. Por ejemplo, éstos tendrán la posibilidad de ascender en la escala de jerarquía cuando los más dominantes se debiliten o mueran o de alcanzar un éxito reproductivo razonable en respuesta a cambios en la densidad del sexo contrario. Una vez que se permite a dos gallinas (Gallus gallus domesticus) establecer su relación de dominancia y sumisión, la gallina dominante típicamente mantendrá la cabeza erguida al acercarse a una gallina subordinada. La gallina subordinada por lo general reacciona emitiendo señales de sumisión, como bajar la cabeza o alejarse. Repetir estos rituales de dominancia y sumisión mantiene un sistema social de rangos estable o jerarquía y evita la ocurrencia de agresiones en el futuro. Sistemas territoriales Los sistemas territoriales permiten a los animales ser dominantes en áreas determinadas. Establecer y defender un territorio tiene costos y riesgos, pero también un gran beneficio: el acceso prioritario a los recursos que se encuentran en él. Existe una relación estrecha entre los sistemas territoriales y las jerarquías de dominancia, en ambos el concepto de dominancia es central. De hecho, las condiciones ambientales pueden determinar que un sistema sea sustituido por el otro. Por ejemplo, cuando el alimento se encuentra limitado a pequeñas parcelas aisladas, se puede establecer un sistema territorial. En cambio, si en un área reducida hay suficiente alimento para muchos animales, defenderlo sería muy costoso y no supondría ningún beneficio ya que hay suficiente alimento para todos. En estos casos, en cambio, se puede establecer una jerarquía de dominancia. Conductas de pacificación Las luchas ritualizadas y los sistemas sociales explicados anteriormente reducen la agresión. A pesar de que sigue existiendo agresión entre coespecíficos en muchos otros casos, existen también otras formas por las cuales se puede disminuir la ocurrencia de enfrentamientos agresivos posteriores. Existen indicios de que algunas conductas que ocurren luego de los enfrentamientos agresivos en algunas especies como los chimpancés (Pan troglodytes) y los bonobos (Pan paniscus) también contribuyen a limitar la agresividad. Estas conductas se llaman conductas de pacificación. Aunque muchas de las observaciones están basadas en estudios en cautividad, las comparaciones con estudios en condiciones naturales sugieren que algunas generalizaciones de la existencia de conductas de pacificación son justificadas. Un ejemplo es la conducta de reconciliación. En los chimpancés, las señales táctiles y visuales son fundamentales para mediar la reconciliación. Luego de la agresión, los chimpancés suelen mirarse a los ojos, y si uno de ellos retira la mirada, es poco probable que ocurra la reconciliación. La reconciliación en sí implica extender la mano e intercambiar besos. Además, un individuo de mayor edad o estatus puede dirigir a otro comportamientos que se parecen al consuelo, como abrazos y caricias. En los papiones (Papio sp.), en cambio, las señales auditivas como los gruñidos juegan un papel preponderante en las reconciliaciones. Además, tanto en los chimpancés como en los bonobos, es posible que un tercer individuo actúe como mediador para facilitar el contacto y aseo muto entre oponentes de un conflicto al cual son ajenos. ![]() En los chimpancés (Pan troglodytes) las señales táctiles y visuales son fundamentales para mediar la reconciliación
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c ¿Qué sucede en nosotros?
Al igual que en otros animales, el acceso a recursos es un tema central en nuestras vidas y se encuentra estrechamente relacionado con la agresividad. Así como el sentido de propiedad y su violación son la causa de numerosos robos, enfrentamientos y violencia, los conflictos por las fronteras territoriales y los recursos que existen en los territorios en conflicto son la causa de luchas tribales y guerras entre países. Por otra parte, las jerarquías de dominancia y la territorialidad también parecen limitar la agresión. En las empresas con organización jerárquica definida, por ejemplo, las personas de alto rango suelen poseer poder sobre las personas de estatus inferior y privilegios que no poseen las de rango inferior. Esta diferencia de estatus está bien definida y establecida. En cuanto a la territorialidad, es común que las personas expresen que se sienten más a gusto y seguras cuando están en su propio entorno. Además de la mediación, algunas de las técnicas más eficaces utilizadas por los humanos son también similares a las que utilizan otros primates. Ejemplos de ello se observan tanto en la comunicación táctil –ya sea a través de besos, abrazos o el estrechamiento de manos– como en la comunicación acústica –diciendo palabras como “lo siento” o “perdona”. ♦
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c Referencias
MAYNARD Smith, J., y G. R. Price (1973). The Logic of Animal Conflict. En: Nature, núm. 246, pp. 15-18. MAYNARD Smith, J. (1974). The theory of games and the evolution of animal conflicts. En: Journal of Theoretical Biology, vol. 47, núm. 1, pp. 209-221. — (1982). Evolution and the Theory of Games. Cambridge: Cambridge University Press. Notas * Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Amberes (Bélgica).
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: Shutterstock - Foto 2: Shutterstock - Foto 3: Smrithy Raj en: commons.wikimedia.org (CC BY-SA 4.0) - Foto 4: Shutterstock - Foto 5: Shutterstock - Foto 6: Shutterstock CORREO del MAESTRO • núm. 279 • agosto 2019 |