Palabras, libros, historias
JACK KEROUAC: ¿CUÁNTOS CAMINOS
DEBE UN HOMBRE ANDAR?


Primera parte

Andrés Ortiz Garay

Con la Segunda Guerra Mundial el mundo cambió de una manera nunca antes vista. El desarrollo tecnológico alcanzado posibilitó al ser humano ampliar sus alcances y transformar radicalmente su entorno, pero los horrores desatados en la guerra demostraron que esa misma capacidad entrañaba también la amenaza de destruir la vida en el planeta. En Estados Unidos, un grupo de jóvenes escritores, artistas e intelectuales buscó entonces cuestionar los valores y fundamentos de la sociedad capitalista occidental de la posguerra. Se les conoció como la generación beat.

La generación beat

La generación beat[1]


La barbarie y las atrocidades de los nazis fueron respondidas de maneras no menos mortíferas y crueles por los ejércitos aliados: la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con bombas atómicas norteamericanas, los bombardeos “estratégicos” de la aviación inglesa sobre la población civil de Alemania o la violación sistemática de las mujeres alemanas que efectuó la soldadesca soviética en Berlín y otros lugares no dejaron duda sobre ello. Europa y Asia estaban devastadas, pero en los Estados Unidos de América (EUA), la mayoría de la población vivía un momento optimista y eufórico, pues no se habían padecido en su territorio los horrores y desastres de la guerra.[2] De hecho, esa nación salía de la guerra convertida en la potencia hegemónica a nivel mundial. A consecuencia de su dominio político y económico, sus modelos socio-culturales se extenderían prontamente a otros países.

Sin embargo, no todos los habitantes de EUA gozaban por igual de la bonanza y el optimismo de la posguerra. La población de raza negra –que cada día aumentaba en las grandes ciudades por la migración desde el campo a los centros industriales y comerciales– seguía siendo discriminada y se hacinaba en los ghettos de los suburbios. Los hispanoamericanos –de ascendencia mayoritariamente mexicana–, fueran residentes o migrantes temporales, ocupaban casi todos posiciones bajas en la escala socio-económica (muchos trabajando como peones y jornaleros en los ranchos y plantaciones agrícolas de los estados del oeste y el suroeste). La gente de origen asiático se mantenía también apartada en sus barrios (los famosos chinatown). Sobre negros, hispanos y asiáticos se ejercía el sistema –legitimado por leyes y costumbres– de segregación racial. Aunque quizás un tanto más aceptados que esos otros, los descendientes de europeos blancos que habían migrado recientemente a EUA tampoco acababan de ser reconocidos como iguales por la dominante población wasp,[3] especialmente cuando se trataba de gente que si bien era de raza blanca, se diferenciaba, por religión y antecedentes étnicos o nacionales, de los dominantes wasp.

La ideología de los wasp norteamericanos privilegiaba la consecución de un estatus social ideal basado en la preeminencia del individuo que lograba obtener altos niveles de riqueza.[4] En este contexto socio-cultural, las mujeres, así fueran también wasp, ocupaban una posición sujeta a los designios de un individuo masculino del que generalmente dependían (padre, hermano o esposo, jefe o patrón, etc.). Y si acaso la diferencia con el wasp no tenía que ver con raza, religión, etnicidad, género o aún edad (pues los jóvenes también eran excluidos del poder de decisión), sino más bien con preferencias alternativas (homosexualidad, creencias religiosas no cristianas, uso de drogas, gran interés por otras culturas o, simplemente, gustos musicales diferentes, por ejemplo), la férrea convicción de las normas sociales en boga en ese tiempo era que la realidad es una sola e indiscutible y que, por lo tanto, cualquier alteridad o disidencia debían entenderse como anormalidad, locura o degeneración –y tratarse como problemas de salud, implicando así otras formas de segregación– o, de manera todavía peor, ser consideradas como atentados contra la sociedad (y, en consecuencia, ser castigadas).


CAMINO

La vigésima segunda edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (consultado en internet en la página www.rae.es/drae/) presenta una muy extensa gama de definiciones de esta palabra, pero aquí abreviaremos esa entrada del diccionario reproduciendo tan sólo sus primeras acepciones.


camino


(Del celtolat. cammínus, voz de or. hisp.; cf. celtíbero camanon).

  1. m. Tierra hollada por donde se transita habitualmente.

  2. m. Vía que se construye para transitar.

  3. m. Jornada de un lugar a otro.

  4. m. Dirección que ha de seguirse para llegar a algún lugar.

  5. m. Modo de comportamiento moral.

  6. m. Adecuación al fin que se persigue.

  7. m. Medio o arbitrio para hacer o conseguir algo.

  8. m. Cada uno de los viajes que hacía el aguador o el conductor de otras cosas.

Como se ve en este listado de significados, el camino (m. = sustantivo masculino) puede ser tanto un objeto (tierra hollada, vía que se construye) o una especie de coordenada espacio-temporal (jornada, dirección que ha de seguirse), como algo más intangible que se refiere más bien a modos, fines o medios. Puede, además, aludir al viaje (y no sólo al de un aguador).

La forma en que el personaje de este artículo, Jack Kerouac, utilizó la palabra “camino” (traducida así a partir del vocablo inglés road que es el que él usó para titular su novela, On the Road) implica varias de estas acepciones, pero también introduce otros matices que tienen que ver con significados de la palabra inglesa que no siempre son claros en el uso del término equivalente en el español. Road puede referirse a una carretera o una autopista (y es asimismo nombre de vías de tránsito urbano y suburbano, como en el caso de Abbey Road, la calle que los Beatles volvieron internacionalmente famosa al titular así uno de sus álbumes); más específicamente, la expresión on the road puede significar que algo o alguien está de camino, de viaje.

Kerouac usó tal expresión abarcando varios de los sentidos mencionados: tránsito, viaje, carretera, persecución de un fin y seguimiento de un modo de comportamiento moral. Por eso, aquí he preferido referirme a la obra de Kerouac con el bien conocido título de En el camino (Editorial Anagrama, 1989, 1992) que hacerlo bajo el nuevo título En la carretera (Editorial Anagrama, 2009). Y ya que mencioné a los Beatles, es posible decir que el nombre de ese famoso grupo musical (aunque al respecto hay muchas hipótesis) podría derivar del término beat (latido, golpe, redoble de tambor, pulsación, vibración, ritmo, etc.) con el que Kerouac bautizó al movimiento literario, la generación beat, del cual él fue uno de sus máximos exponentes.


Jack Kerouac.



Para agravar las cosas, en la primera parte de la década de los años cincuenta se desató en EUA una histeria colectiva anticomunista, cuya manifestación más sobresaliente fue el llamado macartismo. Este término se refiere a la persecución desatada contra supuestos militantes o simpatizantes del comunismo, y deriva del nombre de su líder principal, el senador republicano Joseph McCarthy. Cuando entre 1949 y 1950, la URSS hizo estallar su primera bomba atómica, el ejército rojo de Mao Tse Tung se hizo con el poder en China y comenzó la guerra de Corea, los sectores norteamericanos atemorizados por el avance comunista apoyaron la iniciativa de McCarthy de crear el Comité de Actividades Antinorteamericanas del Senado que se dedicó a realizar una “cacería de brujas” en el país. Las acusaciones de subversión o traición, que en principio se lanzaron contra funcionarios de la administración gubernamental, se extendieron pronto contra académicos, sindicalistas, empresarios y, lo que fue más notorio, contra actores, directores, guionistas y otra gente del mundo cinematográfico hollywoodense (los macartistas buscaron obtener con esto publicidad para su causa al extender sus acusaciones a este popular sector pero, aunque en efecto la lograron, el asunto demostró ser una espada de dos filos, pues en buena medida, desde ahí partió la reacción contra los abusos y las infundadas acusaciones del Comité de McCarthy). Los acusados de actividades consideradas antinorteamericanas no sólo incluyeron a partidarios –reales o inventados– del comunismo, sino además a homosexuales, liberales o a cualquier otra persona cuyas posiciones públicas o comportamientos privados pudieran considerarse contrarios a lo que el conservadurismo wasp sostenía como lo apropiado para la sociedad estadounidense. Mucha gente fue así sujeta a procesos legales, perdió su trabajo o fue vetada para conseguir un empleo.

Ante este panorama de intolerancia social y política, de desigualdad entre géneros y clases, y de segregación racial y cultural, un grupo de escritores, poetas y editorialistas confrontó la visión del progreso humano a lo wasp. Compuesto básicamente por jóvenes de raza blanca, de clase media y con cierto nivel educativo, ese grupo comenzó a formarse en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, pero sería hasta más de una década después (a finales de los cincuenta y principios de los sesenta) que sus obras alcanzarían una gran difusión. En realidad, el movimiento beat no tuvo nunca un carácter político bien definido, pues en sus objeciones al conservadurismo y al endurecimiento de las políticas represivas del Estado se manifestaba más bien un deseo de escapar a las restricciones que se imponían y al consumismo y el conformismo que permeaban entre las clases altas y medias de Norteamérica, en vez de propuestas coherentes para llevar a cabo una transformación sociopolítica radical.


(De izquierda a derecha) Hal Chase, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs en Nueva York, poco después de que Jack conoció a los que con él formarían el núcleo principal de los escritores de la generación beat.


Jack Kerouac (1922-1969), Allen Ginsberg (1926-1997), William S. Burroughs (1914-1997), Lawrence Ferlinghetti (n. 1919), Gregory Corso (1930-2001), Gary Snyder (n. 1930) y quizás otros más son los epónimos de la generación beat. Aún se discute acerca del valor literario de sus obras, aunque generalmente se acepta que introdujeron nuevas temáticas, estilos y técnicas narrativas en la novela y la poesía norteamericanas. Sin embargo, es menos dudoso que sus obras y las leyendas tejidas en torno a sus vidas influirían poderosamente en la cultura juvenil de las próximas décadas, sobre todo en su exploración de las clases marginales en EUA, el uso de drogas, la libertad sexual y cierto interés por las culturas “exóticas”. En este último caso, México representó no sólo un territorio real en el que los beats se refugiaron del rechazo y la persecución de que eran objeto en EUA, sino también la posibilidad de acceder a un sitio donde concretar su utopía. Kerouac lo expresó así, al contar en su famosa novela En el camino (On the Road) su primera llegada a México:


Tras nosotros quedaba toda América y todo lo que Dean y yo habíamos sabido previamente de la vida, y de la vida en los caminos. Habíamos encontrado, al fin, la tierra mágica al final de la ruta y nunca habíamos soñado la extensión de esa magia. [5]


¿Una tierra mágica?

Aunque en realidad estaba sentando bases firmes para el desarrollo del capitalismo en México, la Revolución de 1910-1920 fue vista con simpatía por liberales, izquierdistas y pensadores críticos de EUA y Gran Bretaña, entre ellos varios escritores. Los revolucionarios radicales y la propaganda obregonista[6] prometían la redención de las clases pobres, el colectivismo obrero y el reparto de tierras entre el campesinado, pero muchas de las reformas quedaron en palabras y no en hechos, al tiempo que el reparto de la riqueza (que después de 10 años de guerra civil era poca) se realizó más bien entre los antiguos propietarios y los jefes triunfantes de la revolución, en vez de alcanzar a las mayorías del pueblo llano. Sin embargo, el clima de optimismo acerca de la forja de una nueva nación fue de todos modos impulsado por el sector gubernamental encargado de los aspectos educativos y culturales. El “renacimiento cultural” de México alcanzó fama mundial a través de la pintura de Rivera, Orozco, Siqueiros y otros artistas plásticos, quienes en sus murales y demás obras proponían la redención del indígena en la historia del país y enaltecían las ligas de las culturas autóctonas con sus entornos naturales.

Durante la primera mitad del siglo XX (y quizás un poco después), una pléyade de escritores en lengua inglesa publicaron trabajos que relataban sus experiencias en México. Carleton Beals (1873-1979), B. Traven (Traven Torsvan, 1890-1969), Katherine Anne Porter (1890-1980), David Herbert Lawrence (1885-1930), Aldous Huxley (1894-1963), Malcolm Lowry (1909-1957), Graham Greene (1904-1991), Ernest Hemingway (1899-1961), John Steinbeck (1902-1968) y Tennessee Williams (1911-1983), entre otros más, se cuentan entre los autores (y autoras, desde luego) que, además de publicar ensayos y otros escritos realistas sobre nuestro país, se distinguieron quizás más destacadamente por sus obras de ficción (novelas y cuentos) o sus poemas, en las que plasmaron su percepción de esta tierra y sus habitantes.[7] En mayor o menor medida, cada uno de ellos o ellas presentó en sus novelas visiones de lugares y gente en las que los extremos se aproximaban confusamente; así, por ejemplo, la gran masa de la población rural –todavía en ese entonces compuesta por una importante proporción de hablantes de lenguas indígenas– era concebida, a través de los personajes desarrollados en las novelas, ya fuese como una influencia redentora que en su supuesto primitivismo se hallaba cercana a la simplicidad del campesino ligado a la naturaleza, o ya fuese como una fuerza incontrolable que en ocasiones clamaba venganza por los seculares agravios a su raza y sus antiguos dioses. Pero cualquiera que fuese el enfoque adoptado por estos escritores, sus retratos, alegorías e imágenes de México, construyeron un paradigma en el que, para el escritor extranjero, la vida en este país posibilitaba, gracias a sus contundentes contrastes, no sólo el alejamiento de la rigidez y las exigencias de la moralidad anglosajona y de los desencantos provocados por el industrialismo y el consumismo que campean en sus países de origen, sino que además les permitía ubicar un lugar donde, por arte de magia, la tragedia podía trastocarse en alegría, el miedo al futuro en evocación del pasado y quizás así, la muerte en vida. Tal vez haya sido el británico Malcolm Lowry el que de una manera muy clara resumió la ambivalencia sentimental que asaltaba a este tipo de artistas:


La persona que se enamora de México, se enamora de una entidad llena de color, orgullosa y presente … pero se adentra, en el sentido más hondo, en un misterio … El sentido de su pasado, de dolor de muerte; estos son los factores intrínsecos de México. Sin embargo, los mexicanos son la gente más alegre, que convierte todas las ocasiones posibles, incluso el Día de Difuntos, en una fiesta. Los mexicanos se ríen de la muerte; esto no significa que no la tomen en serio. Es quizá, sólo mediante la posesión de un sentido de la vida tan trágico como el suyo, que la alegría y el regocijo encuentran su lugar; es una actitud que testimonia la dignidad del hombre. La muerte vencida por la resurrección, es trágica y cómica a la vez. En muchos planos esto es verdad … Es indudable que algunas personas se sienten atraídas hacia México como a la vida oculta del hombre mismo; se preguntan si incluso no podrían descubrirse a sí mismos allí. [8]


La búsqueda de ese mundo mágico –y de su propio destino personal– continuó entre los escritores de la segunda parte del siglo XX y los de la generación beat no fueron ajenos a este fenómeno. Pero cuando Kerouac, Burroughs, Ginsberg y sus amigos arribaron a México a partir de 1950, el país se transformaba rápidamente, integrándose a procesos económicos globales; fue así que Jack Kerouac tuvo sus primeras experiencias con lo mexicano no en nuestro país, sino en el suyo.

¿Un mundo fellaheen?

México había declarado la guerra a Alemania, Italia y Japón en 1942. Su aportación al triunfo aliado en el aspecto militar había sido, aunque honrosa, relativamente pequeña. El Escuadrón 201 de la Fuerza Área Mexicana combatió en el frente del Pacífico con 300 hombres (entre pilotos, guardias y personal de servicio) de los cuales perdió a nueve. Además, durante la guerra murió una cantidad no bien determinada de tripulantes de varios barcos mercantes hundidos por submarinos alemanes en el Atlántico (quizás menos de un centenar). Pero la aportación de México al triunfo de los Aliados fue más decisiva en otro ámbito. Entre 1942 y 1945, miles de trabajadores mexicanos, los llamados braceros, entraron legalmente a EUA para suplir a los trabajadores estadounidenses enrolados en el ejército y enviados a combatir en África, Europa y Asia. Para 1945, había alrededor de 45 mil braceros mexicanos trabajando en unidades de producción agrícola y cerca de 75 mil en el sistema ferroviario. La importación de braceros para el trabajo en los trenes terminó formalmente poco después del fin de la guerra, pero el programa agrícola (Mexican Farm Labor Program) continuó hasta 1964. En esos poco más de 20 años, cerca de 4.5 millones de mexicanos laboraron como braceros, y terminaron por convertir así a la inmigración mexicana hacia EUA en una práctica común que sentó importantes bases económicas y políticas para las relaciones actuales entre ambos países. En el ámbito cultural, los braceros (y luego los inmigrantes ilegales que les sucedieron) significaron la renovación de una presencia mexicana, muy notoria sobre todo en los estados del oeste y suroeste de EUA. Y esa presencia dejó su marca en el imaginario de los beat, especialmente en Jack Kerouac, quien unos años antes de visitar México, se relacionó con una mujer mexicana (llamada Terry en On the Road) con la que trabajó pizcando algodón en los campos de California.


Los primeros braceros llegan a Los Angeles en tren en 1942.


Nos agachamos y empezamos a trabajar. Era hermoso. Había tiendas [de campaña] esparcidas por el campo, y pasadas éstas, los morenos algodonales se extendían hasta donde alcanzaba la vista … Aquello era mucho mejor que lavar platos en South Main Street … En el campo también estaba una pareja de negros muy viejos. Recogían el algodón con la misma bendita paciencia con que sus abuelos lo hacían en Alabama antes de la guerra civil … Yo ganaba aproximadamente dólar y medio diarios. Era lo justo para ir a comprar comida en la bicicleta por la tarde. Los días pasaban. Me olvidé completamente del Este [la costa este de EUA donde vivía] y de Dean y Carlo [sus amigos] y de la maldita carretera [the road]. Johnny [el pequeño hijo de Terry] y yo jugábamos todo el tiempo; le gustaba que le lanzara al aire dejándolo caer encima de la cama. Terry remendaba la ropa. Yo era un hombre e la tierra, precisamente como había soñado que sería.


En la obra de Kerouac, mucho más que en las de los otros escritores beat, México es identificado como un mundo donde se hallan los fellaheen[9], la gente simple y trabajadora que en el imaginario de Kerouac se asimila a los indios y los campesinos pobres. Kerouac habla así de ellos cuando se adentra en México:


... estoy viendo el interior de esas casas según pasamos ... miras adentro y ves cunas de paja y niños muy morenos durmiendo que se agitan a punto de despertar con sus pensamientos saliendo de la mente vacía del sueño, recuperando su propio ser, y a las madres preparando el desayuno en cazuelas de hierro … y fíjate en esas persianas que tienen en las ventanas y en los viejos, esos viejos tan serenos y sin ninguna preocupación. Aquí nadie desconfía, nadie recela. Todo el mundo está tranquilo, todos te miran directamente a los ojos y no dicen nada, sólo miran con sus ojos oscuros, y en esas miradas hay cualidades humanas suaves, tranquilas, pero que están siempre ahí. Fíjate en todas esas historias que hemos leído sobre México y el mexicano dormilón y toda esa mierda sobre que son grasientos y sucios y todo eso, cuando aquí la gente es honrada, es amable, no molesta.


Para Kerouac, esos mexicanos eran de alguna forma similares a gente de las clases marginales de la sociedad norteamericana de su tiempo: los desclasados, el lumpen-proletariado en la opulenta nación norteamericana y los afroamericanos. Por otro lado, la amalgama entre catolicismo y budismo que caracterizó el pensamiento religioso de Kerouac jugó un papel en su interés por las culturas que él consideró fellaheen, pues según sus concepciones estas culturas personificaban el auténtico sufrimiento, y a través de éste, podían librarse de la corrupción de la sociedad moderna y de la influencia del tiempo lineal. Como los fellaheen árabes, para Kerouac los indios y campesinos mexicanos eran un pueblo sin historia, o más bien, fuera de la historia, ya que vivían en la inmediatez del presente. Al prescindir del dolor que causa el paso del tiempo, estos fellaheen no tenían necesidad de construir falsas creencias y se hallaban, por lo tanto, más cerca del nirvana. Para el escritor, su papel en la historia del devenir humano permanecía tan inamovible como el de las rocas.

En el siguiente número de Correo del Maestro se publicará la segunda parte de “Jack Kerouac: ¿cuántos caminos debe un hombre andar?”, para continuar con el relato de En el camino cuando sus personajes principales se adentran en México y ofrecer al lector los trazos principales de la biografía de su autor.

NOTAS

  1. En este contexto, la traducción al español del vocablo inglés beat es un tanto complicada; en un sentido coloquial podría significar cansado, agotado, “quemado”, como en la expresión beat down. En un principio, Jack Kerouac acuñó el término “generación beat”, en el que beat hacía referencia al cansancio y desagrado que él y sus compañeros sentían ante los convencionalismos de su época y le agregó la palabra generación para hacer un símil con el concepto literario de la “Generación perdida” (un grupo de escritores del periodo que transcurrió desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la gran crisis económica de la segunda década del siglo XX: John Dos Passos, Ezra Pound, William Faulkner, Ernest Hemingway, John Steinbeck y Francis Scott Fitzgerald, entre otros). Pero después, el mismo Kerouac dijo que beat se refería a beatífico, implicando con ello que el significado del término apuntaba más bien a la búsqueda de una condición o actitud de completa tranquilidad, no alterada por pasiones, padecimientos o malestares (por estar ampliamente aceptado en español como nombre de un grupo literario bien conocido, beat no se pone en cursivas en este texto).
  2. Quizás, porque al fin y al cabo la pérdida de unos 250 mil norteamericanos –prácticamente militares todos ellos– era poco en comparación con la pérdida de vidas humanas en Japón (2 millones), en China (13.5 millones), o en Europa, Polonia (5 millones), Alemania (7 millones) y la Unión Soviética (21 millones), por ejemplo. Aclaro que consigno aquí cifras cerradas que más bien tenderían a la alza y que incluyen en todos los casos –excepto en el de EUA– tanto a militares como a civiles.
  3. Wasp es una sigla que en inglés significa White, Anglo Saxon and Protestant. Se refiere a las personas de raza blanca, ascendencia anglo-sajona y religión protestante.
  4. Desde luego, esta riqueza se entiende como la propiedad privada de todo tipo de recursos: dinero, medios de financiamiento, bienes muebles e inmuebles, etc.
  5. Las citas de la obra de Kerouac, En el camino, están tomadas de la segunda edición de este libro por Editorial Anagrama, Barcelona, 1992.
  6. En 1920, Álvaro Obregón se hizo del poder presidencial y trató desde allí de llevar a cabo una política contemporizadora que evitará un nuevo estallido social de gran magnitud.
  7. En forma relevante, los trabajos de supuesta ficción con escenarios, personajes y situaciones referidos –directa o indirectamente– a México se abrieron paso en el siglo XX. Son pocos –y yo no los conozco– los escritos de este tipo que hayan publicado en el siglo XIX bajo la autoría de extranjeros que visitaron México. Resulta así paradójico que el romanticismo decimonónico europeo (incluyendo a su derivado norteamericano) no produjera obras memorables sobre nuestro país y que, en cambio, la crónica, el relato de viaje o el ensayo –más o menos apuntalado en la observación empírica– fueran los géneros literarios más usados por esos visitantes.
  8. Cita tomada de D.Wayne Gunn, Escritores norteamericanos y británicos en México (selección), Colección Lecturas Mexicanas, No. 87, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
  9. Fellaheen o felahin (a veces traducido al español como felajín) es un término derivado de la palabra árabe que designa a quienes viven de la agricultura; según el país árabe de que se trate, el término puede referirse a campesinos medios y pobres o únicamente a campesinos sin tierras o jornaleros. La palabra fue retomada por los beats a partir de la obra de Oswald Spengler La decadencia de Occidente (1918), en la que ese autor alemán equiparaba el desarrollo de las culturas históricas con el de los organismos vivos implicando que las primeras pasaban, como aquéllos, por etapas sucesivas de juventud, crecimiento, florecimiento y decadencia.