Lectores,
EL ALMA DE LA LECTURA
Primera parte

Gerardo Cirianni[*]



Quisiéramos que, a partir de los siguientes textos completos o fragmentos de textos, todos tengamos la oportunidad de tomar la palabra. Esto es, imaginamos la posibilidad de intervenir sobre ellos con las ideas y las emociones que su lectura suscite en cada uno de nosotros. Desde luego, no nos sentimos igualmente atraídos por todas las escrituras; por ello ponemos a su consideración una gran variedad de relatos, producto de una diversidad de escritores.


Para caminar, detenerse y emprender nuestro propio camino

Aunque para cada texto proponemos acciones específicas, hay principios generales que guían todas las consignas de trabajo y que nos parece importante explicitar. Esto les facilitará a todos los maestros la elaboración de nuevas acciones a partir de los materiales que cada uno elija, o también, por qué no, la introducción de variantes sobre las actividades que hemos imaginado para los textos aquí seleccionados.

Las consignas de trabajo podríamos agruparlas de la siguiente forma:

  • Las que se plantean detenerse un momento para vincular algún elemento del texto con una vivencia personal.

  • Las que sugieren acotamientos textuales (orales o escritos) que potencien lo que se está diciendo.

  • Las que interrogan al grupo con preguntas claras y breves, para hacer explícitos los vínculos que cada uno está construyendo.

  • Las que podrían ayudar al inicio de una nueva historia o de una historia paralela a la relatada.

  • Las que buscan potenciar el sentido de algunas frases.

  • Las que buscan indagar sobre el peso de algunas palabras.

  • Las que propongan conversaciones sobre afinidades, distanciamiento o indiferencia frente a los textos que es posible que irrumpan en nuestra vida sin que necesariamente los hayamos buscado.

Desde luego, los puntos de partida siempre pueden ampliarse. Es más, muchas veces, mientras está naciendo una nueva forma de intervención, se descubre que ésta integra una categoría no advertida hasta ese momento, pero que una vez nacida puede ayudar a que otros textos sean intervenidos a partir de ella.

Es momento de llamar al primer texto elegido y a las primeras ideas propuestas para buscar las escrituras internas que son, ni más ni menos que, las lecturas de los lectores.



La sospecha
(Cuento popular chino)

Versión 1


Un hombre perdió su hacha y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho: exactamente como la de un ladrón. Observó la expresión del joven: como la de un ladrón. Observó también su forma de hablar: igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban: culpable del hurto. Pero, más tarde, el hombre encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecieron muy diferentes de los de un ladrón.

Versión 2


Hace muchos pero muchísimos años, un hombre llamado Han perdió su hacha. Inmediatamente sospechó del hijo de su vecino. Se dirigió a su casa. El muchacho estaba trabajando en el jardín del frente. Han comenzó a observarlo pacientemente sin decir una sola palabra. Al rato, Han se dijo: Por su manera de caminar, éste es el ladrón. Unos minutos después se dijo: Los gestos de este muchacho son los gestos típicos de un ladrón. En ese momento, salió del interior de la casa el padre del joven. Han no podía escuchar la conversación, pero, por la manera de hablar, no le cabía la menor duda: ése era el ladrón de su hacha.
    Cuando Han se estaba poniendo de pie para reprocharle la mala acción, su mujer llegó corriendo para avisarle que sus vacas se habían escapado del corral. Entonces Han dejó el reproche para otro momento; pero resultó que, persiguiendo a las vacas, encontró su hacha en el valle vecino.
    Cuando, ya de regreso, pasó frente a la casa de su vecino, aún seguía el muchacho trabajando en el jardín. Sin embargo, ahora su manera de caminar, sus gestos y el modo de hablar no le parecieron en absoluto los de un ladrón.
    


Vamos por partes

Esta acción sólo se puede desarrollar antes de que el grupo de lectores haya leído todo el cuento. Se trata de dividir el relato en tres o cuatro partes para entregar a cada participante una a una de las partes, ordenadas tal y como se presentan en el cuento. Luego de la lectura de cada parte, los lectores podrán decir qué es lo que van pensando y sintiendo. Al avanzar en la lectura, podrán desde luego revisar o mantener sus impresiones anteriores, y al entregarles el último fragmento, se abrirá una suerte de caja de Pandora con las ideas y asociaciones que cada uno haga. La escucha de los planteamientos comunes y el estricto respeto de la diversidad de opiniones y asociaciones es fundamental para que el interés por este tipo de prácticas pueda extenderse a las lecturas de otros textos.

Aunque la propuesta se puede llevar a cabo con cualquiera de las dos versiones, es importante registrar con cuál se desatan comentarios y vínculos más ricos y potentes y alentar a que se diga el o los motivos para que esto ocurra.


Modelo para armar

Como se tata de textos breves y sencillos, se puede invitar a los lectores a que experimenten modificando elementos del texto a condición de mantener lo irreductible de cada historia. De esa manera, ingresaremos al concepto de versión, tan importante en la cultura oral. Una antigua y en general anónima historia es recreada constantemente por la creatividad de las personas que la reciben y transmiten de generación en generación y por la experiencia social y cultural siempre cambiante.

La discusión sobre lo modificable y lo inmodificable, y los argumentos en los que se sostienen las opiniones, son una parte sustancial de esta propuesta.


Punto de partida

Luego de haber leído, conversado e incluso escrito, habrá llegado el momento de desprenderse del corazón narrativo para navegar en aguas más alejadas hasta arribar a los puertos de la memoria y de los valores donde la nave de este relato nos condujo. Una narración tan simple como “La sospecha” puede desencadenar un verdadero tsunami interior respecto de cómo uno vive y conceptualiza la experiencia cotidiana.


El lenguaje de los gestos

Cuando uno lee en voz alta, suele acompañar la lectura con una gestualidad que apuntala las entonaciones, los silencios, los cambios de ritmo, para fortalecer lo que desea transmitir. Eso ocurre de manera espontánea, sin pensar ni decidir esta gestualidad.

En la segunda versión de “La sospecha” se dice que el padre del muchacho gesticula, y esa gesticulación es interpretada por el que se siente ofendido. Hablar de la diversidad e interpretación de los gestos, de la especificidad de ciertos gestos en cada grupo social y de cómo eso se modifica a lo lago de la vida generará ricos intercambios.

Tema aparte y de mucho interés será detallar qué gestos imagina cada lector que el padre está haciendo cuando habla con el muchacho y qué traducción hace de ellos el ofendido.





Una viuda y el diablo
(Cuento huave)

Recopilación de Elisa Ramírez y Ma. Ángela Rodríguez



Cuentan que una vez, el diablo se enamoró de una viuda. Llegaba a su casa y le platicaba. A la señora no le gustaba y, además, tenía miedo de que se enojara. Tanto y tanto le ofrecía el diablo que por fin la señora dijo:
    —Bueno, seré tu mujer si me construyes una casa bonita.
    El diablo se la hizo. La viuda fue a buscar al cura para que le echara agua bendita; así, el pobre diablo no podría entrar a la casa que él mismo había hecho.
    El cura le advirtió:
    —Si no encuentras el modo de acabar con él, él acabará contigo.
    La mujer pensó bien el asunto y esto hizo: busco dos montones de botellas, uno blanco y otro oscuro. Se sentó en la enramada, era la hora en que acostumbraba llegar el diablo. La encontró muy atareada.
    —¿Qué haces?
    —Aquí, lavando botellas. ¿No me ayudas?

    —Sí.
    —Lava ese montón de botellas —le dijo señalando las oscuras—, hasta que queden limpias, como ésas —y señaló el otro montón.
    —¿Y cómo crees que voy a hacer claro lo oscuro? No se puede.
    —Claro que sí, mira ya todas las que llevo.
    —¿Y cómo le hiciste?
    —Ah, es que se tienen que lavar por dentro. Si eres poderoso, ¿por qué no te metes?
    El diablo entró en la botella y la mujer luego la tapó. Ya que tuvo encerrado al diablo, fue al monte y, con todo y botella, lo enterró.
    Y por eso dicen que sólo las mujeres son más listas que el diablo.


Para empezar

Leído el título, arrancamos con el primer extrañamiento: Cuento huave, dice, ¿pero de qué pueblos estamos hablando?, ¿sabemos algo de ellos?, ¿al menos dónde se localizan?, ¿de dónde llegaron? Porque han de saber que la historia migratoria de los huaves es por demás particular…

Y una vez recabados suficientes datos podríamos abrir abanicos de intervenciones con la información obtenida y las ideas y emociones que generarán, porque insistimos con la intriga: los huaves tienen una historia muy especial…

Posteriormente sería posible abrir otro espacio de conversación: los relatos orales existen en todas partes, hay relatos que persisten y se recrean, hay relatos que trascienden en el tiempo con escasas modificaciones, hay relatos, muchos relatos, infinidad de relatos, en todas las culturas y a lo largo de toda la historia de la humanidad…

Cada una de estas aseveraciones posibilita nuevos caminos para la exploración de historias, lugares, valores puestos en juego, sentido del humor, migraciones de lo oral a lo escrito y viceversa…

Y pensar que todo puede nacer de una sola palabra, ¿verdad?


Conocidas sí, familiares quién sabe

Las palabras, esas amigas que a todos nos acompañan, tienen con nosotros relaciones diversas. Algunas nos son ajenas, otras tan cotidianas como el pan y la sal; unas son conocidas, pero sin mucha cercanía, y otras, indispensables; muchas, prescindibles, al menos para la vida diaria. Cuando nos detenemos en ellas, cuando nos damos tiempo de saborearlas, rara vez nos defraudan, por lo que nos cuentan, por su color, por su virtud esclarecedora.

En el caso de este relato, cuya versión escrita fue tomada de la tradición oral, hay expresiones en las cuales vale la pena detenerse. Les proponemos dos: cómo le hiciste y con todo y botella.

Conversar sobre esos rasgos que aportan al color local del discurso puede ayudarnos a pensar en los usos locales y su color y reflexionar acerca de que, así como hay relatos diferentes en todas partes y a lo largo de todas las épocas, también dentro de una misma lengua hay usos que se van diferenciando y que nos permiten reconocer orígenes, cercanías y extrañamientos con grupos diferenciados de usuarios de una misma lengua.


Las cosas que se dicen, ¿no?

La mujer dice temerle al diablo, lo cual nos suena bastante lógico, pero luego le promete matrimonio si le construye una casa. La mujer acude al cura para que proteja su casa con agua bendita y así blindarla del demonio, y a continuación el texto se compadece del pobre diablo impedido de entrar a la casa que él mismo construyó, debido de la bendición. Hay en este párrafo mucha tela para cortar sobre cómo una manera de contar deja entrever modos de entender la vida, ¿no les parece?

La idea sería hacer una lectura intensiva del fragmento, esto es, volver a su lectura, leerlo en silencio y en voz alta, entonarlo de la manera que quieran, jugar incluso con diferentes modos de decir estas mismas palabras, y después dar paso a los comentarios que los lectores quieran formular tras haberse detenido a mirar con lupa y a escuchar con amplificador este, en apariencia, poco trascendente momento de la obra.


La virtud de los diálogos

Este breve texto está construido casi íntegramente por diálogos entre la mujer y el diablo y por una breve, pero importante, intervención del cura. Estos diálogos deben ser escuchados, es decir, deben resonar en nuestro interior para que adquieran dramatismo. Pero, a veces, la escucha interior no alcanza, especialmente si no estamos entrenados, si no acostumbramos zambullirnos en el universo de las emociones que un texto puede desatar. Así que escucharnos y escuchar a otros entonar lo que se dice, de modo que alcance la potencia de lo que imaginamos, será fundamental para descubrir qué nos dice la historia y qué les está diciendo a los que nos rodean, qué puntos de acuerdo tenemos todos y qué diferencias.


También para este caso

Las acciones propuestas para el texto “La sospecha” pueden llevarse a cabo también a partir de la lectura de esta historia. Algunas de ellas resultarán más pertinentes que otras a cada docente y quizá se deban hacer ajustes, pero el trabajo de adaptación que hace posible trasladar de un texto a otro una consigna nos libera del peso de pedir recetas para cada caso. Por ejemplo, la cuestión de lo gestual en la lectura en voz alta o en la narración es algo en lo que podemos trabajar con todos los textos que deseamos compartir. En “La viuda y el diablo” podríamos memorizar los diálogos y, ya liberados de la lectura, jugar de múltiples formas con las expresiones del rostro y la gesticulación en general para acompañar el sentido de lo que se expresa.





Los seis ciegos y el elefante
(Cuento popular)




En la Antigüedad, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era el más sabio. Exponían sus saberes y luego decidían entre todos quién era el más convincente.
    Un día, discutiendo acerca de la forma exacta de un elefante, no conseguían ponerse de acuerdo. Como ninguno de ellos había tocado nunca uno, decidieron ir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y así salir de dudas.
    Puestos en fila, con las manos en los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha por la senda que se adentraba en la selva. Pronto se dieron cuenta de que estaban al lado de un gran elefante. Llenos de alegría, los seis sabios ciegos se felicitaron por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema.
    El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas lo hicieron tropezar y caer de bruces contra el costado del animal. “El elefante –exclamó– es como una pared de barro secada al sol.”
    El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a dar con los colmillos. “¡Sin duda la forma de este animal es como la de una lanza!”
    Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacia él. El ciego agarró la trompa y la revisó de arriba a abajo, notando su forma y movimiento. “Escuchad, este elefante es como una larga serpiente.”
    Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El sabio agarró la cola y la examinó con las manos. No tuvo dudas, “Es igual a una vieja cuerda”, exclamó.

    El quinto de los sabios se encontró con la oreja y dijo: “Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano”.
    El sexto sabio, que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con lentitud, encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba por la edad, pasó por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una de sus gruesas patas. “¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera.”
    Satisfecha así su curiosidad, caminaron otra vez por la senda que les conducía a su casa. Sentados de nuevo bajo la palmera que les ofrecía sombra, retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante.


A escribir se ha dicho

Ha llegado el momento en que los lectores tomemos la palabra. Para que esta palabra perdure y no se diluya, será necesario escribir lo que va apareciendo en nuestro horizonte en relación con las ideas y las emociones que nos desata esta historia, tan antigua y tan contemporánea, tan pan de cada día.

Primero, habrá que hacer una sola lectura del texto y luego, texto en mano, y acompañados por una hoja y un lápiz, volver a leer la historia, pero ahora deteniéndonos cada vez que algo se cruce por nuestra mente. En ese momento, haremos una pequeña marca en el texto y a pie de página escribiremos lo que hemos pensado o sentido. Una escritura breve, desde luego, pues la tarea no se detiene ahí, sino que continúa con la lectura del texto para repetir la operación antes descrita todas las veces que sean necesarias.

Al finalizar, si hubo una lectura en grupo, haremos una ronda para releer el cuento e ir reconociendo los altos que cada uno hizo en su recorrido y las respectivas anotaciones, lo cual mostrará de forma clara las lecturas personales, todas válidas, todas demostrativas de la manera en que cada uno se ha vinculado con lo escrito para construir su propio escrito.

En el caso de que estemos leyendo solos, la propuesta vale también, pues recorrer con posterioridad a la lectura de la historia todas las notas que nos han surgido a partir de ella pondrá de relieve mucha información sobre nuestra escritura interior.


Reconstrucción de la historia a partir de una anécdota de la vida cotidiana

Todos hemos sido actores o espectadores de circunstancias muy afines a las que describe esta historia. Por eso siempre resulta vigente y a todos nos llega con intensidad. Del cúmulo de experiencias vividas en donde hemos sido actores y espectadores de la tragicomedia de la explicación del todo por la parte, podríamos elegir una para compartir por medio de la conversación o la escritura.

Sugerimos para ello que, incluso en el caso de que el camino elegido sea el de la oralidad compartida, hagamos una escritura de registro, esto es, tomar nota de los aspectos más relevantes de la experiencia vivida para poder compartirla con orden y claridad.

Las personas audaces que se animen a contar un acontecimiento en el que hayan sido actores, no espectadores, deberían ser especialmente reconocidas por el grupo. No es fácil ser autocrítico, y menos socializar nuestras conductas erróneas.


Siempre hay un favorito

Aunque todas las explicaciones sobre la esencia de la elefantidad resultan graciosas o divertidas, siempre habrá alguna que nos llamará más la atención, por extraña o por algún rasgo difícil de advertir de manera consciente en la primera lectura, pero posible de desentrañar si volvemos a pensar en nuestra elección. Y la explicación de ese sabio será seguramente la que recordaremos por más tiempo, pues la memoria en muchos casos está muy vinculada con la afectividad.

Conversar sobre la sabia explicación favorita será también un ejemplo de la diversidad de acercamientos al texto y una demostración de que la lectura de cada persona ocurre a partir de disparadores muy diferentes.


A estas alturas

Ya tienen a su disposición varias propuestas diferentes. Los invitamos a revisarlas y elegir una que no haya sido planteada a partir de esta historia, pero que resulte muy pertinente para ella. Esa elección nuevamente pondrá en evidencia la lectura de cada lector.


Versiones

De esta historia se conocen muchas versiones donde cambia el contexto en el que se desenvuelve e incluso la identidad de los personajes; pero este problema, que parece tan antiguo como la humanidad misma, de querer explicar el todo por la parte, constituye siempre el centro del relato. Si alguno de los miembros de un grupo de lectores ha leído o escuchado otra versión, sería muy hermoso que la compartiera.


NOTAS

* Maestro y, desde hace más de 25 años, formador de maestros en varios países de América Latina. Actualmente reside en Argentina, donde dicta seminarios y conferencias. Pasa algunos meses del año en México dando charlas y talleres a maestros, profesores de educación media y educadoras de nivel preescolar.
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