Palabra, distancia,
ESCUCHA

Primera parte

Gerardo Daniel Cirianni Pablo Langer[*]



Pensamos que es imprescindible mejorar los encuentros desde lo pedagógico, pero también desde lo filosófico, esto es, desde el qué nos hemos preguntado y qué no, sobre lo que significa leer y escribir a distancia, proponer textos, escuchar lecturas. Decir sin temor qué nos falta, cuál es el vacío que ninguna tecnología puede llenar sin la presencia del habla de cuerpo entero. Desarrollaremos algunas reflexiones y muchas preguntas para que entre todos y todas podamos entretejer una conversación.



c Palabra, distancia, escucha. Primera parte

Palabra, distancia, escucha, tres vocablos clave para analizar y desmenuzar en estos días donde lo presencial está vedado no se sabe hasta cuándo. Y de inmediato se suman dos igualmente importantes: forma y contenido.

La palabra cotidiana, la referencial, la que nos resuelve el diario acontecer, puede vivir sin la presencia física, aunque no cabe duda de que sus posibilidades de comunicación y expresión se debilitan. No es lo mismo una prohibición hecha a dos metros que detrás de una pantalla. No es lo mismo decir te quiero con el aroma (real o metafórico) del otro o la otra, que confirmarlo con una entonación que la pantalla aplana, pues desdibuja el gesto y oculta una totalidad imposible de aprehender sin el cuerpo del otro.

Pensemos ahora en la palabra narrativa, en la que vive a partir del cuento, del poema, del ensayo o la novela, crecida desde la voz del que lee y potenciada en la expresividad del rostro, de las manos, de la respiración…

Si creemos que esa palabra es lo que es por la totalidad física y emocional de quien la emite, pensar en lo que de manera inevitable la pantalla suprime puede hacernos rodar un lagrimón.

c ¿Entonces?

¿No se puede hacer nada en este contexto? ¿De nada valen los esfuerzos para lograr la escucha, la cercanía, el deseo del encuentro con la grandiosa fusión del decir y lo dicho que encarna la literatura y sus entonaciones desde las voces de los lectores? Nuestra opinión es que sí vale el esfuerzo. Vale tanto como la necesidad de hurgar en sus límites.

c ¿Se lee con todo el cuerpo?

Esta afirmación, que nos parece irrebatible y que es ya casi un lugar común cuando hablamos de leer con otros, resulta falsa si la trasladamos a la lectura que hacemos desde una pantalla.

Para empezar, siempre escucharemos una voz distorsionada. No hablamos de problemas tecnológicos. La voz sin el cuerpo se escucha diferente porque la totalidad física le da soporte al decir. La más fina edición de audio no puede reproducir la pausa subjetiva del cuerpo que fortalece la pausa objetiva del sonido.

El mero hecho de que se vea sólo el rostro y a una distancia fija, aun aceptando que no representa algo relevante que la atención se centre totalmente en el rostro dejando de lado el lenguaje gestual del resto del cuerpo, al no poder jugar con el distanciamiento o el acercamiento de dicho rostro con los rostros y en general los cuerpos de los escuchas generamos otro lenguaje que es preciso analizar, repensar.

Tenemos que conversar para saber de qué se trata, qué expresa ese límite y cómo podríamos superarlo para expresarnos de la manera más amplia y rica posible.

Cuando al compartir la lectura de un cuento o un poema, frunzo el ceño, balanceo mis brazos, me desplazo en el espacio (aun cuando sean mínimos esos desplazamientos) o contraigo mi mandíbula, por dar apenas algunos ejemplos bastante usuales, ¿lo hago por una necesidad expresiva del vínculo que construyo con la historia o es también el vínculo con mi auditorio ahí presente quien me empuja al movimiento? ¿Y esas acciones son meros reflejos o construyen interpretación? Y si construyen interpretación, ¿dónde quedan cuando sólo es la pantalla la que cuenta?


En la acción de leer con otros y para otros desarrollada presencialmente se puede atender lo individual sin suprimir la mirada de lo colectivo

c Leer es elegir

Este es otro concepto básico, extendido y ampliamente aceptado desde hace ya algún tiempo.

Con lo presencial vedado, la gran pregunta es ¿cómo se desenvuelve la labor de elegir lecturas, qué pasa con la selección y/o sustitución de los textos elegidos por otros considerados más pertinentes o cercanos, y –por sobre todas las cosas– cómo se hace el seguimiento de lo que implica elegir durante el trabajo de interpretación que realizan los jóvenes lectores y que acompañan los más experimentados?

De modo que tenemos elección entre textos, reelección para la sustitución de un texto y elección como sinónimo de interpretación: tres momentos, tres planos de dificultad. Todo eso cambia de manera notable sin lo presencial. ¿Qué hacer desde lo digital para que permanezca la acción de elegir sin la cual tal vez se ejecutan acciones, tal vez se den respuestas a consignas dadas, tal vez se retenga información, tal vez no se esté leyendo?

c Los tiempos y los modos de la escucha

En la acción de leer con otros y para otros desarrollada presencialmente se puede atender lo individual sin suprimir la mirada de lo colectivo. Un niño o un joven pregunta, un adulto escucha e intenta una respuesta. Ellos y los otros comparten en el mismo espacio y en igualdad de condiciones el tiempo de atención que los reúne alrededor de la palabra escrita.

Las diferencias en todo caso ocurren a raíz de los desarrollos personales con la cultura escrita de cada miembro del grupo. Pero no es necesario inhibir ninguna voz (léase en este caso silenciar ningún micrófono ), ni se desdibuja o pierde de vista la tensión positiva de la atención colectiva sobre un mismo fenómeno (estar todos trabajando sobre el mismo texto). Y algo que tampoco es menor: no hay desigualdad tecnológica.

Así que los tiempos y modos de lectura dentro de la acción general de leer con otros y para otros en ausencia de lo presencial cambia todo el escenario.

Frente a la nueva circunstancia, es preciso pensar nuevas maneras de estar presentes con la palabra sin que crezcan los desiguales puntos de partida en relación con los usos y posibilidades de la palabra oral y escrita.

c ¿Y nuestras palabras?

¿Qué nombramos cuando nombramos? ¿Qué nos dice la voz de los otros y las otras que ahora nos cuentan mediados por una pantalla?

Si decir juego, tacto, pájaro, querer o necesitar es de por sí difícil de predecir en sus derivaciones y resonancias, imaginemos sus modos de escucha o entonación cuando el contacto se vuelve aún más impreciso, más inasible.

Elegimos cinco palabras que bien podrían ser otras, eso es lo de menos. Si el encuentro con ellas es complejo desde el punto de la lectura cuando el eje está puesto en el lugar de los lectores, no es difícil imaginar que un poema o un cuento abran arcos de voces generadoras de interpretaciones aún más diversas.

Si esas preocupaciones existían antes de esta virtualidad que es compulsiva como producto de la situación imperante (que trasciende la pandemia y es posible que continúe como parte de la llamada nueva normalidad), es una obligación ética preguntarse cómo trabajar en lectura e interpretación, escritura y creación, literatura y vida de ahora en más, donde la pantalla no parece una opción, sino que se comienza a erigir como una obligación, y lo presencial como un hecho curioso, anecdótico y en todo caso ubicado en los márgenes del aula futura (al menos en el corto plazo).

Van entonces algunas propuestas de trabajo para que palabra y escucha resulten algo menos distantes, cuando además de las distancias sociales y culturales hoy las personas deben superar el reto de poder decir y ser escuchadas pantalla de por medio.

c Hago un alto y me escucho, hacemos un alto y nos escuchamos

Hay palabras con las que hemos convivido sin detenernos en ellas todo lo necesario. Decimos certeza, creencia, temor, esperanza, por ejemplo.

Cuatro palabras que nadie ignora pero con posibilidades de evocación múltiples en las que raramente nos hemos detenido. A partir de cada una podríamos construir una larga lista de otras palabras que es posible relacionar con cada una de ellas. Y de cada una de esas listas podríamos elegir una o dos que nos ayuden a iniciar una nueva conversación.

Si queremos escribir algo antes, durante o después de la conversación, mucho mejor.

En este momento de la historia, nadie está en condiciones de decirnos que por experiencia sabe que valdría la pena hacer tal o cual cosa. Nadie al día de hoy, ni siquiera las personas de más edad podrían contarnos que han vivido una pandemia y por lo tanto saben qué va ocurriendo durante su transcurso y cómo se sale emocionalmente de ella.

Por eso las palabras certeza, creencia, temor y esperanza resultan hoy de valor intergeneracional.

Antes de llevar a cabo cualquier lectura de una escritura que otro u otra han imaginado disfrutable, valdría la pena detenernos a pensar en cómo la estamos leyendo y cómo la podrían leer las personas con las que compartimos un proyecto común, llámese escolar, laboral o familiar.

Hablar de ello, escuchar acerca de ello, escribir acerca de ello, escuchar qué han escrito otros u otras acerca de ello, nos ayudará a entender, a interpretar, a comprender el peso de cada palabra en cada historia surgida de una necesidad indudable: no se puede seguir negando la realidad detrás de contenidos curriculares que no atiendan a lo urgente.

Lo urgente es abrir caminos a las lecturas de lo que ocurre. Lo que ocurre también está dentro de cada uno de nosotros. Lo que ocurre está en primer lugar dentro de nosotros. Si no prestamos atención a ello, nuestros conocimientos de la historia, de la filosofía, de la literatura, de la psicología, adquiridos en formato escolar, nos dirán poco o nada.


Ejemplo:


A

  1. Escribir una lista de palabras surgidas de la palabra certeza.

  2. Escribir una lista de palabras surgidas de la palabra creencia.

  3. Escribir una lista de palabras surgidas de la palabra temor.

  4. Escribir una lista de palabras surgidas de la palabra esperanza.


B

  1. Leer en voz alta todas o algunas de las palabras que integran cada lista.

  2. Comentar cuanto creamos necesario para explorar el potencial de esas palabras y descubrir todo lo que nos significan.

  3. Registrar lo que nos parezca interesante de las apreciaciones y aportes de los participantes del intercambio.

  4. Tomar unos días para decantar conceptual y existencialmente el encuentro y escribir algo acerca de él con la extensión y el formato que cada uno desee.

  5. Compartir nuestro texto en un nuevo encuentro.


C

  1. Explorar lecturas que hayamos hecho (personales o por indicación escolar) que nos parezcan en alguna medida relacionadas con la experiencia adquirida luego de esta propuesta.

  2. Compartir los hallazgos con el grupo.

Nota: Todo lo anterior será voluntario, nada será obligatorio ni calificable.


c Leer y escribir desde otros escenarios

Al suprimirse el escenario escolar, al suprimirse el escenario del espacio público, se lee (o no se lee) y se escribe (o no se escribe) desde la casa.

La casa de la lectura entre todos y todas era la escuela. Se compartía tiempo y espacio. Al abrigo de lo colectivo la voz tenía el color de la entonación y el gesto. Éramos la orquesta de letras y músicas, casi siempre dirigida por la profesora, el profesor, la bibliotecaria, el bibliotecario. Porque el aula era la casa de la lectura, y en ocasiones la biblioteca también lo era.

En definitiva coincidíamos en tiempo y espacio.

Y de pronto… el espacio común ya no fue, se esfumó. La pandemia lo hizo. Y nadie en la tierra ni aun los mayores de los mayores está en condiciones de decir: mi experiencia es que en estos casos lo que hay que hacer es…

Te lo digo por experiencia… es una frase que hoy suena absurda. Y al perder piso, al no tener referencias, suelen irrumpir los discursos triunfalistas: una nueva oportunidad, hemos avanzado en meses lo que de otro modo hubiera demandado años, la tecnología nos acerca…

Lo cierto es que ya no compartimos un espacio común. La casa de la lectura de cada uno hoy es su propia casa. Y la casa es una abstracción. ¿Por qué decimos esto?

No sólo porque hay casas grandes o chicas, suntuosas o precarias. Lo decimos porque las casas no son sus muros ni sus adornos: las casas son sus habitantes, sus vínculos, las circunstancias que hacen que ese espacio resulte cómodo o incómodo, íntimo o promiscuo, sereno o tormentoso.

Si la casa se constituye a partir de quienes la habitan y sus relaciones, la casa puede colaborar con las lecturas, pero también puede complicar las lecturas, obstaculizar las lecturas o incluso impedirlas.


La casa de la lectura de cada uno hoy es su propia casa


Estas diversidades habría que tenerlas en cuenta al momento de proponer qué leer, al escuchar cómo se está leyendo y al formular consideraciones sobre los resultados del trabajo de cada casa de lectura.

Lo mismo pensamos que ocurre con la escritura. Es preciso darle tiempo y modo a cada voz lectora, darle tiempo y modo a cada producción escrita. Pues ahora no sólo nos separa el tiempo pasado respecto del cómo llego al acto de leer, también nos separa la ausencia de una casa común que nos abrigue en nuestras dudas, que con nuestros cuerpos aplauda nuestros logros, que en la fuerza del contacto podamos reír o llorar entre todos y todas.

Van entonces algunas sugerencias para leer y escribir con otros y otras que han dejado de ser habitantes del aula –que era su casa de lectura– y que ahora desde su habitación, si es que la tienen, se abren paso como pueden para hacer oír su voz y su letra.

Si hoy tenemos autonomía de espacio, podría ser un buen momento para explorar autonomías de elecciones de textos y modos de interactuar con ellos.

Elegir qué leer para otras personas puede mostrar qué hay en cada cuerpo y alma lectora, algo que casi nunca se ve cuando se lee por encargo, asunto que siempre ha ido más allá de lo deseable.

c Busco, elijo, grabo, comparto

Antes, cuando elegir era sólo posible desde la existencia de una biblioteca, esta propuesta hubiera sido absurda. Pero hoy el problema no es encontrar qué leer sino elegir dentro del universo enorme de posibilidades que internet ofrece.

Por eso nos parece prudente que maestras(os) o bibliotecarias(os) sugieran algunas páginas y dejen a los chicos la tarea de elegir dentro de lo que en ellas pueden descubrir.


Elegir qué leer para otras personas puede mostrar qué hay en cada cuerpo y alma lectora


Sí sería importante dar pautas de tiempos máximos para cada lectura. Cinco minutos nos parece un tiempo suficiente, aunque desde luego podrían ser lecturas más breves.

Elegir, ensayar y grabar conduce naturalmente a un ejercicio de lectura intensiva, esto es, a leer muchas veces el mismo texto, práctica desafortunadamente caída en desuso en los últimos años, obsesionados por la cantidad y no por la calidad.

A partir de la grabación del material elegido, surgen varias posibles vertientes de trabajo:


  • Compartir la escucha y abrir a partir de ella un foro de conversaciones.

  • Dar a conocer los motivos de la elección y los descubrimientos en el proceso de grabación.

  • Comentar qué descubrían a medida que volvían a leer el texto elegido (comentarios que sin duda podrán dar lugar a reflexiones sobre qué significa comprender y cuáles son los puentes entre comprender y entonar un texto).

  • Escribir, si desean hacerlo, acerca del proceso de trabajo de elección e interpretación.

  • Constituir un acervo de lecturas grabadas sobre las que se pueda volver cada vez que el colectivo lo desee.

c Dadme un punto de apoyo

Temas, emociones, descubrimientos, palabras que llegan de fuera, palabras que llegan de dentro, mi voz, las otras voces, la cercanía, la distancia, las cercanías, las distancias, las confianzas, las desconfianzas, lo que tengo, lo que me falta.

El gran tema que nos ocupa es empezar a hablar de nosotros y los otros, los otros nuestros y los otros extraños, el tiempo, los tiempos, la circunstancia, las circunstancias.

Hacerlo desde la voz propia, escucharnos desde las voces de los otros, escucharnos desde la escritura, escucharnos desde la literatura.

En esta tarea para comenzar nuestros diálogos sin el cobijo del aula, nuestra casa común, todos podemos colaborar. Desde luego lo que aporte la maestra(o) o la bibliotecaria(o) será fundamental.

Pero esa lista de posibilidades de diálogos orales o escritos abierta en el primer párrafo de este apartado debería crecer y crecer.

Llegar a un acuerdo para abrir escenas de conversación, lectura y escritura es tarea de todos y todas.

Planteamos a continuación algunos ejes de trabajo para que cada grupo, si se siente motivado por alguno de ellos, defina tiempos y oportunidad de trabajo con cada uno.


  • Buscar un cuento breve (cuya lectura lleve como máximo cinco minutos) y compartirlo en voz alta en una reunión de grupo.

    La idea es que los participantes de la reunión adviertan algunos de los interrogantes del momento actual en algún pasaje del relato o en su totalidad.

  • Las conversaciones que sucedan luego de la lectura deberían ser registradas por quien el grupo designe para volver sobre ellas en diálogos futuros.

  • Elegir alguna canción cuya música y letra nos conduzcan por el mismo camino de la propuesta anterior, esto es, que su escucha nos ayude a conversar sobre lo que anda por ahí dando vueltas pero no le prestamos atención o no lo consideramos pertinente como tema de trabajo escolar.

  • Desarrollar con la escucha de una canción, la práctica de la escucha intensiva ya propuesta para la lectura de textos, esto es, escucharla varias veces y registrar los descubrimientos y nuevas sensaciones que acaecen en la medida que volvemos a escuchar la letra y la música y la manera en que ese regreso a la escucha potencia su significado.


Sólo como referencia compartimos un cuento y un fragmento de la letra de una canción que podrían ser el punto de partida para los ejes de trabajo que acabamos de proponer.


Mi mamá compra flores

Pedro Orgambide


Me inicié en la literatura un día de 1936, a los siete años, cuando la maestra nos dijo que escribiéramos una composición tema: “Mi madre”.

Muchas cosas me vinieron a la cabeza, pero no podía escribir nada. Entonces observé que mis compañeros escribían con una enorme facilidad y tuve ganas de llorar: yo era un chico de la calle, me costaba mucho expresarme y era el menos aplicado de todos. De golpe, sentado frente a la hoja en blanco pude ver a mi madre. Caminaba por un inmenso mercado repleto de verduras, frutas y flores, un mercado donde se oían las voces de quienes compraban y vendían, voces como de fiesta.

En medio de todo eso, veía a mi hermosa y joven mamá que, aunque éramos muy pobres en aquella época de crisis, siempre compraba un ramo de flores, un pequeño y muy humilde ramo de flores. La cabeza se me pobló de imágenes; veía las mudanzas de mi familia que deambulaba de barrio en barrio durante la década del treinta.

Y todo eso se me vino de golpe en una sola metáfora de lo que era mi vida a los siete años.

Y cuando vi la hoja en blanco, ese papel blanco que todo escritor teme y desea a la vez, yo escribí simplemente: “Mi mamá compra flores”.

Esa era mi composición.

Solamente pude escribir esas cuatro palabras.

La maestra, que seguramente no conocía la pedagogía moderna –que se debía estar inventando en ese preciso momento– me puso un bonete de burro y me dijo: “Nunca en la vida podrás escribir, ni siquiera una carta”.

Ese día, ese preciso día, decidí ser escritor.




Latinoamérica

Calle 13


Soy
Soy lo que dejaron
Soy toda la sobra de lo que te robaron
Un pueblo escondido en la cima
Mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima
Soy una fábrica de humo
Mano de obra campesina para tu consumo
Frente de frío en el medio del verano
El amor en los tiempos del cólera, mi hermano
El sol que nace y el día que muere
Con los mejores atardeceres
Soy el desarrollo en carne viva
Un discurso político sin saliva
Las caras más bonitas que he conocido
Soy la fotografía de un desaparecido
La sangre dentro de tus venas
Soy un pedazo de tierra que vale la pena
Soy una canasta con frijoles
Soy Maradona contra Inglaterra anotándote dos goles
Soy lo que sostiene mi bandera
La espina dorsal del planeta es mi cordillera
Soy lo que me enseñó mi padre
El que no quiere a […]



Hemos planteado hasta ahora las primeras reflexiones sobre un tema complejo y nuevo que requiere por supuesto mayor desarrollo. Seguiremos entonces proponiendo ideas para pensar y hacer en común en las nuevas circunstancias que nos toca vivir. La senda apenas está iniciada. Será tarea de todas y todos caminar por ella, proponer nuevas rutas, advertir escollos y disfrutar de sus flores y sus frutos.

Notas

Gerardo Daniel Cirianni es maestro. Como promotor de la lectura y la escritura desde hace más de veinticinco años en varios países de América Latina, ha coordinado diplomados e impartido cursos y talleres dirigidos a la formación de maestros de educación básica y media superior, ha sido asesor de planes nacionales de lectura y autor de numerosos libros y artículos.
Pablo Langer es sociólogo por la UNAM y editor, interesado en temas de formación educativa.


c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Shutterstock

- Foto 1: aprenderleyendolavega.blogspot.com

- Foto 2: Shutterstock

- Foto 3: www.faacademy.org

CORREO del MAESTRO • núm. 292 • Septiembre 2020