Para mirar la VIDA COTIDIANA

María Esther Aguirre Lora[*]


La belleza no está más allá o por encima de las cosas
vulgares, sino en su interior, y basta con observarlas
para sacarla de ellas y mostrarla a todo el mundo.


TZVETAN TODOROV




Como sabemos Tzvetan Todorov, de origen búlgaro (1939), residente en París a partir de 1963 y actualmente a cargo de la dirección del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje, desde su ejercicio como lingüista, semiólogo, filósofo, crítico literario, nos ha entregado obras fundamentales, escritas en clave de avanzada, para comprender el mundo en que vivimos, las sociedades que hemos habitado, obras que han circulado ampliamente en nuestro medio y donde evidencia su preocupación por los problemas y dilemas del hombre de nuestros días; por ejemplo, La conquista de América. La cuestión del otro (Siglo XXI, 1987). A lo largo de su trayectoria, se aprecia un viraje interesante que va del ámbito de la teoría literaria, a la historia de la cultura y el análisis –en una perspectiva de largo aliento– de la moral social; con ello ha enriquecido, sin lugar a dudas, el horizonte de los estudios sociales y humanísticos en diversas latitudes.

Para mirar la vida cotidiana

Ahora bien, en el contexto de su vasta y variada producción, hay un filón de intereses que lo vincula directamente con la pintura. Me refiero a libros tales como Elogio del individuo. Ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento (Galaxia Gutenberg, 2006); ¡El arte o la vida! El caso Rembrandt (Vaso Roto, 2010); Goya. A la sombra de las Luces (Galaxia Gutenberg, 2011); La pintura de la Ilustración. De Watteau a Goya (Galaxia Gutenberg, 2014). A esta línea de indagación pertenecen los trabajos sobre la pintura flamenca a partir del siglo XV, hasta su entrega de un libro delicioso, precisamente Elogio de lo cotidiano (Galaxia Gutenberg, 2013).

Más allá de la fascinación que puedan suscitar en nosotros los cuadros de la pintura holandesa del siglo XVII, frente a otros cuadros próximos a la época, poblados de imágenes bíblicas, de reyes y nobles, de héroes y batallas, de relatos míticos, siempre procedentes del mundo espectacular, los pintores se vuelcan al mundo de seres anónimos, ilustres desconocidos, que cocinan, comen, beben, conviven con la familia y los amigos. Como es evidente, nos encontramos frente a preocupaciones que generan otras temáticas, un nuevo estilo a través del cual se constata otra sensibilidad del pintor. De repente aparece un conjunto de mujeres dedicadas a las tareas domésticas, leyendo cartas y escribiéndolas, la soldadesca conviviendo en forma amistosa, niños con animales domésticos. Pero ¿por qué sucede esto precisamente en Holanda y en el siglo XVII, ni antes ni después?

Tzvetan Todorov

Si en Elogio del individuo (2006), Todorov, a través del estudio del retrato en la pintura flamenca del siglo XV, percibe la emergencia del individuo, su presencia más allá de la mirada de Dios, en Elogio de lo cotidiano nos transmite, más allá del individuo secularizado, lo que acontece en la vida diaria de la sociedad, de las personas sencillas, de carne y hueso, al margen de los grandes acontecimientos, inmersos en el mundo de la vida privada: lo íntimo, lo personal, el mundo de los afectos, de las virtudes –aunque también de los vicios– constituye el escenario que eligen los pintores, lo que encomian y lo que reprueban.

Se señalan fundamentalmente dos situaciones que posibilitan el surgimiento de esta pintura, que se conocerá como pintura de género (p. 9), dirigida a representar sólo el mundo que la rodea. El autor, a partir de un retrato histórico, ejemplifica lo que pudo haber sido el cambio de estilo: si la escena representa a un joven leyendo, en el retrato histórico, él fija la mirada en el pintor; en la pintura de género, al joven lo sorprenden centrado en lo que está haciendo: leer. Lo que diferencia a ambas pinturas es hacia dónde se dirige la mirada (p. 20).

Nos encontramos con una región que, después de vivir guerras sin fin con España, Inglaterra y Francia, desde el último tercio del siglo XVI al último tercio del siglo XVII, logra una situación de estabilidad política donde florece lo que será su principal fuente de riqueza, el comercio. El desarrollo de la clase burguesa da curso a una vida más pacífica y tolerante a la diferencia, que ya no quiere saber de batallas, sino reflejarse a sí misma, en lo que experimenta día con día, en el mundo cercano a lo humano que trasluce lo habitual y que, como tal, le da sentido a la vida. Ahora quienes encargan los cuadros, los adquieren y los llevan a sus casas, no son cardenales, obispos, reyes, nobles, sino distintas personas simples y llanas, con mayor o menor poder adquisitivo: “La pintura ha salido de las iglesias y ha entrado en las casas particulares” (p. 31).

Ciertamente Holanda desarrolla una actitud condescendiente frente a situaciones políticas y aun con respecto a las diversas religiones que coexisten en su espacio, lo cual la hace un lugar de refugio y de migración; sin embargo, la pintura nace al calor del predominio del protestantismo en su versión calvinista, que es la más austera. Y si se desarrolla una actitud iconoclasta frente a las imágenes de la cristiandad católica, la ausencia de imágenes sagradas, de íconos con temáticas bíblicas, permite reorientar la mirada hacia otros espacios, otros protagonistas: al hombre corresponde el mundo de la calle; a la mujer, el de la casa, con las habituales tareas: atender a los hijos, disponer del aseo de la casa, preparar, e incluso leer y escribir. “Cortar nabos y pelar manzanas se convierten por primera vez en una actividad tan digna de figurar en el centro de un cuadro como la coronación de un monarca o los amores de una diosa. Se coloca a las mujeres haciendo sus faenas en el pedestal de los santos y de los héroes antiguos” (pp. 73-74).

Las actividades se dan con toda naturalidad; no obstante, a través de ellas el pintor califica: exalta las virtudes que éstas conllevan, así como critica las conductas licenciosas de hombres y mujeres. La paz se deposita en gran medida en la familia y la manera en que la mujer se hace cargo de ello, con lo que a la vez asistimos a la emergencia de la nueva protagonista de la modernidad. También está presente el tema de la pareja, además de los niños, su aseo, sus juegos. Se trata de una pintura con un principio de realismo donde ya no se busca la belleza como valor por sí mismo, sino que se encuentra en esta vida diaria que desborda luminosidad, calidez. Hay, en medio de todo ello, una enseñanza moral, un modelaje de los comportamientos deseables y un repudio de lo que no está bien visto.

Asistimos a la presencia de una pléyade de pintores flamencos, tales como Rembrandt Harmenszoon van Rijn, Johannes Vermeer, Frans Hals, Judith Leyster, Gerard Ter Borch, Jan Steen, Gabriel Metsu, Pieter de Hooch, que coinciden en la búsqueda del mundo visible, de lo real. Nuevamente Hegel enriquece la perspectiva: “la sed del presente y de lo real hace que descubramos una fuente de placeres en lo que es, en la finitud del hombre, en todo lo finito y particular” (p. 72).

Por último, en medio de estas explicaciones, hay un mensaje ulterior de Todorov, crítico de la vida social, de las limitaciones impuestas a la vida humana, de los ritmos exasperados y alienantes: el llamado a no dejarnos atrapar por las presiones, las prisas, los sin-sentido que nos imponen las circunstancias de la vida actual, para volver a recoger aquello que hace nuestra vida diaria, que por habitual no percibimos, en sus mínimos gestos y movimientos, en sus sentimientos y afectos, en sus luminosidades y zonas de penumbra; es en ello donde radica la belleza y plenitud que se construyen en el día a día.




Reseña del libro:

Tzvetan Todorov. Elogio de lo cotidiano. Ensayo sobre la pintura holandesa del siglo XVII. Traducción de Noemí Sobregués. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2013.




NOTAS

* Investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE), UNAM.
Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Digitalización del original

- Foto 1: Ji-Elle en commons.wikimedia.org

- Foto 2: barbararosillo.com