Historia de la educación en México RECUENTO DEL PERIODO, 2002-2012 María Esther Aguirre Lora[*] ![]() Historia e historiografía de la educación en México. Hacia un balance, 2002-2011,[1]obra integrada por dos volúmenes y un disco compacto, da cuenta de una de las tareas prioritarias referidas a la investigación educativa en el país, que el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (Comie) organiza cada diez años: la realización de estados del conocimiento en diecisiete campos temáticos o áreas establecidos por el Comie.[2] La actividad consiste en registrar la producción en cada subcampo (libros, capítulos de libros, artículos, ponencias, tesis, producción electrónica) para proceder a analizarla y detectar las tendencias del despliegue durante la década, los avances logrados, las carencias y los vacíos que hay que atender. La pesquisa
La actual propuesta de trabajo, en relación con los decenios anteriores (1983, 1993), planteó una tarea novedosa y muy pertinente: realizar una base de datos, susceptible de consultarse desde cualquier lugar y por cualquier persona interesada en ella, lo cual también habla de las dificultades y escollos que se constataron al respecto: las diferencias entre instituciones, las regiones, los recursos, el apoyo humano, los vínculos académicos e incluso personales que cada investigador sostenía. Esto quiere decir que hubo que concertar las diferencias que la gran mayoría de las veces no dependen del académico-investigador, sino de una condición política y económica de cada espacio en el cual éstos desarrollan sus labores. En el área 9, Historia e historiografía de la educación, que es la que aborda el libro que presentamos, se procedió a realizar una amplia convocatoria entre las diversas entidades de la república, con el propósito de que se hicieran cargo de recopilar la información en sus estados de origen, lo cual a final de cuentas se tradujo en el registro directo, o bien a través de la búsqueda por terceros en distintos repositorios, en 84.37 por ciento del país. La tarea resultó titánica, como puede constatarse en el siguiente cuadro:
![]() Ahora bien, a lo largo de sus dos volúmenes, el libro se organiza en capítulos que dan cuenta de la producción nacional, analizada por regiones, en atención a los productos ya señalados: libros y capítulos, artículos de revistas, ponencias en memorias, memorias de congresos, tesis, publicaciones electrónicas. ▼ Algunas aportaciones
El análisis de la información de lo producido durante el periodo 2002-2012 en el campo de la historiografía de la educación puede plantearse en dos líneas: Por un lado, se visibilizan algunos rasgos del despliegue del campo, así como los estilos de trabajo que emergen y se consolidan. Puede señalarse que, sin que hayan desaparecido las formas historiográficas tradicionales, en tres décadas de trabajo se pasó de una forma de hacer historia predominantemente centrada en los acontecimientos, a otra que vislumbró estructuras, y, de ésta, a una más cuyo interés mayor es el estudio, plural y diverso, de los procesos pedagógicos y educativos. El trabajo historiográfico, en consecuencia, se desplazó de las estructuras a los actores; del sistema a las escuelas; de los procesos educativos generales a los procesos de la vida escolar; de las ideas a la construcción de discursos; de los casos a las políticas culturales; y de la identidad nacional a la construcción de identidades individuales y colectivas. Por otra parte, a la vuelta de dicho periodo, si bien se ha logrado mayor rigurosidad y meticulosidad en la presentación de escritos de diverso tipo con un alto nivel de especialización y de exigencias que actúan como filtros, también es cierto que se ha enclaustrado la producción y el ámbito de incidencia y proyección social (públicos). Pareciera que sólo se escribe para los pares; si bien se exploran otras formas de divulgación del conocimiento histórico sobre la educación, a menudo es escaso el contacto con otras realidades externas a la vida académica. Son los órganos evaluadores, de distinta magnitud y nivel de incidencia, los que paulatinamente han ido marcando las reglas del juego sobre las prácticas del historiador de la educación. La exigencia ha redundado en la superespecialización temática con la pérdida de la posibilidad de generar explicaciones globales que acerquen a la comprensión de un determinado proceso. En relación con los contenidos, son perceptibles algunas tendencias emergentes, iniciadas o consolidadas entre 2002 y 2012; señalo, por lo menos, tres: Cultura escolar En el contexto del giro cultural (que se ha ido imponiendo sobre las explicaciones de corte socioeconómico y político), uno de los conceptos ampliamente incorporados por los historiadores de la educación ha sido el de cultura escolar, propuesto por Dominique Juliá (1993), con referencias de trabajos importantes de autores como Antonio Viñao y Agustín Escolano, que han circulado con vastedad en nuestro país. En el curso de estos años, dicha perspectiva ha ido derivando en líneas de investigación en las que se cruzan la historia de las prácticas escolares, la normativa escolar, la vida cotidiana en la escuela, los estilos de vida de los distintos actores, los artefactos escolares, las culturas de los distintos actores, los manuales escolares, y todo lo que se expresa como vida interna de la escuela que surge in situ, sin perder de vista su relación con el campo más amplio de prácticas culturales en general. En las últimas dos décadas, la investigación sobre la cultura escolar ha fructificado de tal modo que, con el avance de las nuevas tecnologías y la necesidad de recuperar la memoria, han aparecido, como sujetos y objetos de estudio, los museos escolares, la historia material de la escuela, la iconografía de la escuela como fuente. Distintas investigaciones se han dado en este sentido; algunas de las más socorridas son las que se refieren a los libros de texto y manuales escolares. De lo macro a lo micro, a lo macro Ya desde el estado del conocimiento de 1993 se percibía el deslizamiento de enfoques que iban de lo macrosocial a lo microsocial, tendencia que ha continuado incrementándose y, más aún, ha colocado el asunto de la construcción del sujeto en el centro de nuestras preocupaciones. El impacto de las ciencias sociales en los modos de hacer historia de la educación se fue desplazando por la antropología, y específicamente por la etnografía, con lo cual se busca subsanar el olvido del sujeto, perdido entre las macrohistorias, los grandes procesos, las grandes estructuras. El reto metodológico que ello ha planteado es cómo recuperar a las personas en la historia. Esto ha implicado ver hacia los márgenes, hacia los grupos pequeños, hacia la gente común, hacia lo popular, hacia lo local, desplazando el interés por la historia de los grandes hombres y grandes eventos hacia segmentos más circunscritos y anónimos de la población. Dicho cambio, a su vez, ha implicado modificaciones de escala en los tiempos, en los espacios, en los procesos. De nuevo, el reto que se ha afrontado es el de las herramientas para efectuar esta revisión del oficio de historiar. Por lo anterior, no es casual que los historiadores de la educación en México, en el periodo estudiado, hayan tratado de fortalecer el uso de la historia oral, la búsqueda de las historias de vida, el regreso a las biografías. Estudios comparados en educación El actual reposicionamiento de los estudios comparados en educación se da en el contexto de la globalización, que de manera necesaria apunta al asunto de las modernidades, a la búsqueda de nuevos parámetros que aporten explicaciones históricas que vayan más allá del contexto de lo nacional y de lo occidental propiamente dicho, marcos en los que de modo prevalente se han desplazado nuestras historias nacionales, las cuales han dominado el espacio de las indagaciones de historia de la educación. La globalización, si bien constituye un fenómeno político-económico, tiene importantes implicaciones en el terreno educativo y cultural, lo que ha traído consigo una revisión profunda de conceptos y referentes clave desde los cuales hemos construido las historias de la educación, pues en estos contextos globalizadores asistimos a nuevos deslizamientos que transitan del Estado nación individual –que paulatinamente se ha ido adelgazando y perdiendo visibilidad– al territorio de lo transnacional. Los estudios comparados se aplicaron primero en el terreno de las ciencias sociales en general y llegan con cierto retraso al campo de la historia y más aún de la educación; puede decirse que, si bien se sigue esgrimiendo su conveniencia y sus dificultades metodológicas, en la actualidad hay poco camino andado al respecto. Por último, puede decirse que el balance que propicia este estado del conocimiento 2002-2012 permite vislumbrar que la mayor parte de la producción de los historiadores de la educación se orienta a la historia de la vida escolar, donde hay logros muy importantes. Sin embargo, todavía existe un largo camino por andar en la exploración de otros espacios formativos y en la articulación con otros campos disciplinares; se trataría de salir del circuito de lo estrictamente educativo y del reduccionismo pedagógico, para entrar en diálogo con otros campos de especialidad y regresar a él con nuevas preguntas, nuevos arsenales y nuevos interlocutores. Por fortuna, también encontramos iniciativas al respecto. ♦ ![]() Reseña del libro: María Esther Aguirre Lora, coordinación general, Historia e historiografía de la educación en México. Hacia un balance, 2002-2011. México: ANUIES-Comie, 2016, 2 vols., un disco compacto con bibliografía temática. NOTAS* IISUE, UNAM.
▼ Créditos fotográficos
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