El dolor de NO ESCRIBIR
Primera parte

Gerardo Daniel Cirianni[*]


La escritura descentra el habla,
el individuo, la persona,
realiza un trabajo cuyo origen es indiscernible.

ROLAND BARTHES








Este artículo pretende aportar a la reflexión colectiva respecto de cómo el limitado ejercicio de la escritura inhibe la voz propia sobre los acontecimientos que interesan a las personas y, por añadidura, también debilita la posibilidad de leer más allá de la información que brindan los textos.



c El dolor de no escribir

Desde hace décadas, se habla de la importancia de promover la lectura. Hay campañas, programas de trabajo gubernamentales y privados, abundante difusión y respaldo conceptual y material de grupos editoriales para que la lectura ocupe un lugar importante en la vida de las personas. En contraste, la escritura como práctica social parece estar restringida a su ejercitación escolar (casi siempre acotada a un número limitado de formas) y a los usos sociales mínimos requeridos para no depender de la memoria o para resolver intercambios elementales de comunicación.

A continuación proponemos un ejercicio de reflexión, dividido en dos momentos. Un primer momento de presentación y descripción general de cómo y para qué se suele escribir, seguido de la enunciación de las primeras ideas alternativas de recreación de las prácticas de escritura. En un segundo momento, ampliamos y organizamos propuestas que posibiliten la construcción de proyectos de escritura, teniendo en cuenta que no estén sujetos al vendaval de las modas pedagógicas (otro de los males que nos aquejan en estos tiempos).

Damos inicio entonces a la primera parte de esta conversación.

c Cómo y para qué se suele escribir

Se escucha con frecuencia que un gran número de personas “no comprenden” lo que leen

Vivimos en un tiempo donde la ausencia de lectura alarma y genera desasosiego. Se escucha con frecuencia que un gran número de personas no leen en absoluto, o si lo hacen, “no comprenden” lo que leen. Se buscan caminos para hacer frente a ese problema; un enorme problema, por la gran cantidad de acontecimientos de la vida cotidiana que se podrían resolver si las prácticas de la lectura estuvieran más y mejor instaladas en la vida social.

En la escuela y fuera de la escuela se habla de estas cuestiones. Se proponen prácticas pedagógicas y se destinan recursos para organizar eventos que fortalezcan las relaciones con la palabra escrita: ferias de libro, planes de lectura, y campañas en los medios de comunicación sobre la importancia de la lectura (por mencionar algunas). Pero ¿realmente se promueve el fortalecimiento de las relaciones con la palabra escrita? Tengo mis dudas.

Si esto fuera así, la práctica de la escritura se promovería con la misma energía, con el mismo ahínco. Sin embargo, eso no se hace, y cuando se intenta, no se advierte que lo haga con determinación y con un alcance tal que todas las personas amplíen su relación con la producción de escritura.

¿Se les ocurren motivos para que esto pase? Analicemos un poco para qué y cómo usan la escritura cotidianamente la mayoría de las personas.


La escritura en la escuela

En esta instancia se propician los primeros pasos de las personas en el conocimiento básico del código escrito (lo que se suele llamar alfabetización inicial):


  • Se ejercita la ortografía.

  • Se realizan dictados.

  • Se desarrollan ejercicios para dar a conocer el funcionamiento de la lengua materna (lo que usualmente se conoce como reflexión sobre la lengua).

  • Se propone la ejercitación a partir de la copia.

  • Se ordenan resúmenes de texto leídos.

  • Se pide la resolución de cuestionarios.

  • Se solicita opinión por escrito acerca de lecturas o experiencias vividas dentro o fuera de la escuela.

  • Se completa con escritura documentación institucional (en el caso de maestros, bibliotecarios, profesores, directores y supervisores).


Esta rápida enumeración concentra la inmensa mayoría del tiempo dedicado a la escritura en la escuela, tal vez más de 90 por ciento del tiempo.


La escritura fuera de la escuela

En la vida social, ya sea en la casa o en la comunidad, el uso cotidiano de la escritura tiene diversos propósitos:


  • Listado de compras.

  • Notas para intercambiar información (cada día menos en papel y más en soporte digital).

  • Llenado de formularios para trámites diversos.

  • Registro de necesidades domésticas.





¿Son suficientes estas prácticas para un adecuado desenvolvimiento en la vida social?

En la presente década, los planes y programas de estudio de México plantean que las prácticas con el lenguaje escrito sean cercanas a la realidad, es decir, que los alumnos tengan experiencias de aprendizaje a través de prácticas sociales de lenguaje. Estos planteamientos tienen un hilo que se articula en los distintos niveles educativos. Sin embargo, muchas veces estas propuestas pedagógicas y didácticas son letra muerta, pues los maestros insisten en formas de enseñanza tradicionales, para que los niños logren avanzar en estos complicados procesos.

No es difícil constatar que los resultados obtenidos por los alumnos no son los que se esperan, dado que para el desarrollo de estas prácticas los maestros rara vez se abocan a la revisión y comprensión profunda de los planteamientos que los planes y programas de estudio proponen; menos aún recogen las opiniones de los niños y sus familias acerca de lo que sienten y piensan respecto a las tareas que deben efectuar de manera obligatoria.

Los alumnos rechazan los actos de lectura y escritura, ya que éstos suelen estar lejos de ser experiencias significativas para sus vidas

Muchas veces me he preguntado por qué sucede esto. En mi experiencia he constatado que, por lo menos en los primeros años de escolaridad, existe mucha presión social por parte de las familias para que los niños se apropien lo antes posible del sistema de escritura.

Es claro que muchas de las prácticas escolares no tienen sentido ni relación alguna con lo que realmente pasa en la vida de los pequeños. Este es tal vez uno de los motivos más importantes por los cuales los alumnos rechazan desde temprana edad los actos de lectura y escritura, ya que éstos suelen estar muy lejos de ser experiencias significativas para sus vidas.

Considero que la gran mayoría de los docentes son conscientes de que las prácticas tradicionales son insuficientes. Sin embargo, no siento que esto los comprometa para la revisión y modificación de los trabajos que proponen en lectura y escritura.

En vista de lo anterior, propongo las siguientes…


Experiencias significativas

  • Destinar el tiempo necesario para leer un texto y escribir algo a partir de él, que le resulte significativo.

  • Elaborar listas con los textos leídos y con los materiales escritos a partir de ellos.

  • Diseñar carteles que comuniquen alguna problemática específica y la forma de resolverla.

  • Emprender intercambios epistolares entre grupos o escuelas.

  • Integrar antologías literarias: cuentos, rimas, poemas, mitos y leyendas.

  • Producir libros de experimentos.

  • Armar recetarios de comidas familiares.

  • Montar un restaurante con platillos y cartas elaborados por los niños.


¿Cuáles añadirían para robustecer la calidad y la presencia de la cultura escrita en la vida cotidiana? ¿De qué manera mejorarían la calidad de la vida social?


Conocimientos acerca del lenguaje

¿Qué conocimientos acerca del lenguaje son necesarios para la vida social? ¿Cuáles quedan sin cubrirse si nuestras comunidades sólo utilizan la escritura en los modos habituales en los que la practican? Creemos que muchos, por ejemplo:

  • Seleccionar información útil y necesaria ante situaciones concretas de la vida cotidiana.

  • Revisar información de un tema específico en distintas fuentes bibliográficas.

  • Diversificar las formas de abordar alguna temática concreta.

Para desarrollar estos conocimientos, proponemos algunas prácticas en el aula:


  • Experimentar actos de escritura creativa donde se reconozca la fuerza y la belleza del lenguaje, por encima de la ortografía y caligrafía (rimas, poemas, cuentos, etc.).

  • Efectuar actos de escritura no sólo para identificar los usos sociales de cada texto, sino también para constatar su funcionalidad (escribir una receta de cocina, un recado, una nota periodística).


A estas propuestas pueden sumarse todas las que se consideren productivas o pertinentes.


¿Primero la lectura y luego la escritura?

En gran parte del sistema educativo, prevalece la idea de que primero es necesario aprender a leer bien para que posteriormente sea posible escribir. Y si a esto agregamos que en los primeros años de escolaridad sigue presente la concepción de que con la sola decodificación de las letras los niños aprenden a leer, los motivos del fracaso quedan expuestos con toda claridad.

En mi experiencia he constatado, además, que este tipo de prácticas resulta en una resistencia a la lectura y la escritura que continúa más allá de la infancia y, a veces, por el resto de la vida de las personas.

Esta conversación recién comienza.

c Primeras alternativas para crecer en la escritura

Si queremos lograr que muchas personas que actualmente casi no utilizan la escritura recurran a ella, tenemos que reconocer tanto el alcance como las limitaciones de lo que se ha intentado. Por lo general, lo que se ha hecho es promover consignas lúdicas que despierten el interés y el gusto por escribir. No está mal, pero es insuficiente. Tampoco parece ser muy motivadora la constante mención de la importancia de la práctica de la escritura ni la de su utilidad para nuestras vidas. Repito, no es que estén mal, pero estas apelaciones rápido se vacían de contenido y aburren a sus destinatarios.

Creo que primero conviene pensar en distintos planos de trabajo, aunque en principio no sea más que un borrador, puesto a disposición de los colectivos interesados para su discusión y enriquecimiento. Luego (o simultáneamente) es preciso empezar a escribir lo que pensamos y lo que hemos hecho en cada uno de ellos. No se trata de sacar conejos de la chistera. Tampoco se trata de, en el afán de impresionar a terceros, inventar lo que no hemos hecho. Por último, puestos en marcha, si se nos ocurren cosas en las que no habíamos pensado, ponerlas a disposición de todos. Sólo la práctica determinará su viabilidad.

Comenzaremos entonces con la enumeración de varias categorías:


  • Trabajos de selección y ordenamiento de textos a partir de los cuales creemos que se pueden detonar prácticas de escritura.

  • Ideas para que el abordaje de las lecturas resulte inclusivo a la hora de la conversación y para la reescritura que cada persona pueda y quiera hacer de lo leído.

  • Enumeración, ordenamiento y categorización de operaciones básicas de escritura indispensables para el crecimiento, diversificación y fortalecimiento de la cultura escrita.

  • Planteamiento de propuestas para la mejor circulación de los productos de escritura.

  • Modos de trabajo que apunten a la construcción de escrituras personales: producciones individuales, producciones colectivas.

  • Construcción de herramientas para el registro de las experiencias de producción escrita de los grupos.

  • Trabajo sobre diferentes soportes de escritura: cuadernos de notas, hojas sueltas, carpetas con hojas removibles, cuadernos, y otros que se les ocurran.


¿Valdría la pena reunirse para proponer ideas en cada una de esas categorías?


Los soportes de la escritura


Empecemos a conversar sobre el último de los puntos planteados. Los soportes de escritura: cuaderno de notas, hojas sueltas, carpetas con hojas removibles, cuadernos, y otros que se les ocurran. O sea, dónde escribimos, dónde proponemos o podríamos proponer que se escriba y cuál es la importancia que reviste esta cuestión, que en general no se toma en cuenta.

En la escuela primaria, el sitio casi sagrado de la escritura es el cuaderno de clase; y en la educación media, las carpetas (en general, carpetas temáticas). Estos soportes tienen dos problemas grandes:

  • Están siempre expuestos a la supervisión de una o más personas que tienen poder de juzgamiento o calificación del trabajo.

  • Son rígidos y previsibles en cuanto a sus contenidos y presentación (según el tipo de ejercitación que se proponga y la importancia que los docentes le otorguen).

Esto quiere decir que el usuario no puede utilizar estos soportes según le parezca, sino que lo hace según modos predeterminados, de los cuales no es posible apartarse. ¿Habían pensado en estas cosas? ¿Alguna vez reflexionaron sobre ellas, ustedes mismos o con otros? ¿Qué relevancia tiene el control personal de las escrituras que cada quien necesite ejercitar? ¿Hay en estos soportes, espacios para que los usuarios decidan tiempos, modos, contenidos y maneras de socializar la producción? ¿Verdad que es un tema importante? ¿Verdad que a lo mejor anidan allí algunos de los problemas de usos comunicativos y expresivos de la escritura, que luego se tornan crónicos y parecen irresolubles?

Es posible que haya llegado la hora de iniciar este debate, llevar a cabo registros de lo que va surgiendo en la conversación y luego escribir textos que organicen lo que consideremos más valioso, para compartirlo con otros grupos y ampliar las discusiones. Este tema, que parecía poco transcendente, podría ser crucial para fortalecer los tiempos y los espacios necesarios para la producción de escritura creativa y significativa para cada usuario.

Hay que dejar claro que no existe un afán de negar la importancia de los soportes tradicionales o de descontinuar su uso; lo que estamos proponiendo es pensar y tomar decisiones acerca de sus posibilidades y límites: ¿para qué es útil un cuaderno de clase y para qué no?, ¿para qué sirven las carpetas escolares y para qué no?

Dicho esto, creemos que ha llegado la hora de poner sobre la mesa una idea central.


No hay escritura sin proceso de escritura

Esto quiere decir que es indispensable:

  • Dar tiempo para que la producción ocurra de a poco.

  • Tener claro que escribir implica cambiar de parecer, asumir el error, agregar, quitar y ajustar.

  • Leer lo escrito las veces que sea necesario y ajustar los textos cuantas veces sintamos la necesidad de hacerlo.

  • Socializar los productos para que nos escuchen y para escuchar a otros, a excepción de escritos que consideremos íntimos y que no queramos compartir (tenemos todo el derecho de que así sea).

Para que estas prácticas sean posibles necesitamos trabajar en variados soportes:


  • Hojas sueltas: con o sin renglones (según el gusto y el momento de escritura del usuario).

  • Cuaderno de notas: donde registremos todo lo que nos parezca útil registrar y donde desechemos lo que juzguemos desechable, en el momento que lo decidamos.

  • Carpetas: donde se puedan guardar estos materiales para la revisión y la socialización en los tiempos y modos que se requieran.

  • Dispositivos electrónicos: cualquiera del que dispongamos y con cuyo uso estemos familiarizados.


Algunas personas nos critican porque no les damos la debida relevancia a los dispositivos electrónicos. Lo que ocurre es que creemos que en las hojas sueltas y los cuadernos de notas ya está todo lo necesario para dinamizar la producción y los intercambios, aunque eso no quita la posibilidad de guardar todo en archivos electrónicos u otro soporte digital que se desee.

No obstante, el corazón de esta propuesta es palpar, mostrar con sencillez y con igualdad de recursos, pasar de mano a mano, de grupo a grupo, lo que se va amasando. Claro que una gran destreza digital también lo haría posible; el escollo que vemos es la distancia. Para habitar la escritura y habitarla con otros, la cercanía es determinante: energiza, vitaliza, humaniza.

Habrá debate y será bueno. Que empiece ya.

Notas


* Maestro. Como promotor de la lectura y la escritura desde hace más de veinticinco años en varios países de América Latina, ha coordinado diplomados e impartido cursos y talleres dirigidos a la formación de maestros de educación básica y media superior, ha sido asesor de planes nacionales de lectura y autor de numerosos libros y artículos.

c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Shutterstock

- Foto 1 a 9: Shutterstock

CORREO del MAESTRO • núm. 318 • Noviembre 2022