Desde el silencio I EMILY DICKINSON: CARTA AL MUNDO Gerardo de la Cruz[*] ![]() Existen unos cuantos daguerrotipos de Emily Dickinson. La imagen impresa en la plata de Daguerre, la más conocida, corresponde a la de una joven de quince, dieciséis años. Su mirada refleja un espíritu quieto, bajo control, tal vez por la edad, pero sumada a la expresión del rostro algo reprimido, hay un timbre inquisitivo, retador, que resulta digno de atención en una dama de mediados del siglo XIX, propia de una de las sociedades más conservadoras, como lo era entonces la de Nueva Inglaterra, Estados Unidos. Esa chica de cabellera alaciada por fuerza del peinado está considerada como una de las poetas fundacionales de la literatura estadounidense, compartiendo honores con autores tan significativos para la literatura universal como Edgar Allan Poe, Walt Whitman y Mark Twain. Todo eso, sin haber publicado en vida más de diez poemas.
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c Una vida epistolar
Emily Dickinson nació en Amherst, Massachusetts, el 10 de diciembre de 1830, en el seno de una de las familias puritanas que fundaron las colonias americanas, y, como ya se dijo, sumamente conservadora. Fue la segunda de tres hermanos: Austin, ella y Lavinia, Vinnie. Recibió la mejor educación que podría tener una señorita de su época y de su posición, considerando que su futuro estaba más o menos trazado como ama de casa o misionera; pero Emily no estaba hecha ni para las misiones puritanas ni para casarse ni para cumplir con puntualidad el rol que socialmente se le había asignado. Muy por el contrario: poco a poco, sin razones claras, fue distanciándose del mundo para crear uno propio, personalísimo y hermético, en su propia casa, en la sala que ya no cruzaba, en su habitación, desde donde sostenía correspondencia con unas cuantas personas, entre ellas su cuñada, Susan Gilbert, que había sido compañera suya en el colegio y con quien sostenía una relación de amistad tan intensa, que no se ha vacilado en tildarla de amorosa. Además de esa importante relación con su cuñada, Emily tendió estrechos vínculos con sus maestros y guías: Benjamin Franklin Newton, el pastor Charles Wadsworth y el crítico literario Thomas Wentworth Higginson; cada uno de ellos tuvo un papel central en la vida íntima e intelectual de Dickinson. Ben Newton le presentó la poesía de Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Robert y Elizabeth B. Browning, a Nathaniel Hawthorne y a Harriet Beecher Stowe, es decir, la introdujo en la lectura de autores anglosajones contemporáneos, algo que el papá de Emily veía con recelo. La temprana muerte de Newton en 1852 marcó profundamente a la joven, en especial porque, al parecer, su padre se opuso a un presunto cortejo debido a las ideas progresistas del caballero. El reverendo de la iglesia presbiteriana Charles Wadsworth tuvo una larga relación epistolar con Emily. Desde 1854 fue lector de sus poemas y supo reconocer sus virtudes y cualidades poéticas; es posible que se haya convertido en un animador importante de su oficio literario, justo cuando ella atravesaba por una compleja situación familiar. Se cree que estaba enamorada de él, pero debió renunciar a ese amor no correspondido, ya que estaba casado. El pastor falleció en 1882, hecho que sumió a Emily en una depresión que encontró alivio en la escritura. Susan Gilbert Thomas Wentworth Higginson Thomas Wentworth Higginson, escritor y político, publicó en abril de 1862 un artículo en el cual animaba a los noveles poetas a encontrar su propia voz, a trabajar en la perfección de sus escritos, a asumir una postura literaria: “No desperdicie un minuto, ni siquiera un segundo tratando de demostrar a los demás el mérito de su obra –aconsejaba en su Carta a un joven colaborador–. Si su trabajo no se reivindica por sí mismo, usted no puede reivindicarlo; empero, puede trabajar con firmeza en algo que no requiere más defensores que el texto mismo”. Emily respondió a este inspirador artículo con una breve misiva poética, solicitándole a Higginson su opinión sobre sus versos: necesitaba saber si estaban vivos. Así comenzó un carteo que se prolongó hasta después de la muerte de Emily, ya que él se convertiría, un tanto a su pesar, en el primer editor de la poeta. ![]() Poema de Emily Dickinson a Thomas Higginson (Emily Dickinson Collection, Amherst College)
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c La dama de blanco
Emily Dickinson era una mujer con una gran necesidad de comunicación –esto lo confirman las numerosas cartas y los cerca de 1800 poemas que escribió–, pero se bastaba a sí misma para satisfacer esta necesidad. En su epistolario y su poesía volcó todas sus aspiraciones vitales, en ellos sublimó todo el drama derivado de sus relaciones, íntimas y mundanas, con la única y absoluta libertad que le brindaba el convencimiento de que publicar no era parte esencial del destino de un escritor. Ella escribía y escribía, en medio de los cuidados que le debía a su madre, ya que desde joven debió hacerse cargo de ella a causa de una rara enfermedad. Su padre, Edward, no estaba muy contento con las lecturas de Emily, pero se resignó a que ocupara la mayor parte de su tiempo escribiendo, retirada en su habitación. Y sí, hubo viajes en su vida, amigas íntimas, amores imposibles y no correspondidos, alegrías y tristezas, la ruina de la Guerra de Secesión en Estados Unidos, y sin embargo, de entre las muchas cosas singulares en la biografía de Emily, la que resulta más llamativa es que decidiera vestir de blanco, al tiempo que se distanciaba del mundo. Su negativa a socializar parece un duelo inconfesable que sublima a través de la poesía, aunque está lejos de ser una poesía que se regodee en el dolor, en el sufrimiento; al contrario, es una poesía vital que se nutre de la naturaleza, en permanente asombro del milagro que es la vida. En 1882 su distanciamiento social –eso que tanto nos ha pesado en estos meses de coronavirus– se radicalizó tras una serie de fallecimientos de familiares y amigos: su madre, el reverendo Wadsworth y Gilbert, su sobrino de ocho años. Tras estos funestos acontecimientos, aunados a una nefritis crónica, su retiro fue total en 1883, hasta su muerte, el 15 de mayo de 1886, a causa de un derrame cerebral, con 55 años cumplidos. En torno a Emily Dickinson y su decisión de evitar el contacto personal con los otros hay un término que siempre se emplea para describirlo: reclusión. Yo creo que es inexacto. No hay tal reclusión cuando se goza de una libertad interior tan grande como la de Emily. Tampoco hay indicios, a partir de la lectura de su obra y de las muchas cartas que escribió, de que tuviera una vida llena de culpa, o que en su retiro estuviese pagando una condena por nadie sabe qué. Su retiro tampoco debería entenderse como una forma de claudicar frente al mundo, porque habría dejado de escribir. Tiene motivos que para nosotros son incomprensibles porque Emily decidió no revelarlos, segura de que la memoria de su paso por la vida no se perdería. Gilbert Dickinson Lavinia Dickinson, ca. 1896
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c El descubrimiento
Los hermanos Dickinson eran muy unidos, pero absolutamente reservados entre ellos. Lavinia, quien acompañó a Emily durante su convalecencia, se encargó de quemar su correspondencia, siguiendo los deseos de su hermana, pero rescató los cuarenta cuadernillos con más de ochocientos poemas, perfectamente organizados por la poeta y sobre los cuales no había dejado instrucciones. Lo escrito para el mundo estaba escrito; lo escrito para ella, reducido a cenizas. Vinnie, algo abrumada con el descubrimiento, presintiendo que el trabajo de toda la vida de su hermana merecía ver la luz, recurrió a su cuñada para intentar darle cauce a la obra de Emily, pero Susan Gilbert –presunta responsable de la publicación de dos poemas de Dickinson– fue incapaz de llevar adelante el proyecto. Dos años después, Vinnie entregó parte de los cuadernillos a una amiga de la familia, la escritora Mabel Loomis Todd, que entonces sostenía una aventura con Austin Dickinson, el hermano mayor. Fue un caos; sin embargo, a pesar del agravio que eso implicaba, fue un acierto de Lavinia. Todd transcribió los poemas de Emily, los ordenó temáticamente y, con la ayuda de Higginson, logró publicarlos. Thomas Wentworth Higginson, desde que tuvo contacto con Emily, no entendió del todo a la poeta. A pesar de su agresivo llamado a los autores para que encontraran su propia voz, él fue incapaz de respetar la original voz de Dickinson, la agudeza de su pensamiento, que se refleja en su audaz tratamiento del poema. Sus versos estaban demasiado vivos y le resultaban inasibles en términos literarios; para entenderlos tuvo que someterlos a las reglas de la composición, de la dicción (como poner signos de admiración o interrogación donde no los había) y la métrica, todo eso que en aquel lejano artículo de 1862 había aconsejado a los poetas que rompieran. Otro cambio importante fue que le asignaron títulos a los poemas, ya que Dickinson prescindía de ellos; los títulos son muletas, son los grandes dictadores de lo que se debe entender o esperar de un texto. Es posible que Higginson intentara proteger a Emily de una temprana recepción negativa; que pensara que el mundo, al igual que él, no estaba preparado para la poesía de una mujer como ella, plena de luz, sensualidad y un erotismo sugerido como en la mística. En Dickinson el amor apunta al cielo, hacia lo divino, y lo profano cobra tintes sagrados. La muerte y la finalidad de la vida misma es una de sus constantes inquietudes, al igual que la naturaleza. Está libre de metáforas alambicadas pero llena de imágenes inusitadas que se concentran más en sugerir el hecho poético que en afirmarlo. Incluso hoy resulta osada estéticamente en cuanto a que recurre al epigrama como forma poética para ocultar y desnudar lo que intenta comunicar. A la luz de las traducciones recientes, de las muchas revisiones que han pasado los manuscritos originales de Dickinson, me parece que Higginson no se equivocó al tratar de hacer más asequible la “enigmática” poesía de Emily. Lo que necesitaba entonces eran cómplices, no lectores perplejos preguntándose qué quiso decir la poeta. Mabel Loomis Todd Austin Dickinson
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c Carta al mundo
Poemas de Emily Dickinson, “editado por dos de sus amigos”, apareció en 1890. Se trata de una colección de 115 poemas divididos en cuatro libros temáticos: vida, amor, naturaleza, y tiempo y eternidad. Tras unas breves palabras de Higginson que intentan informar sobre la autora y su poesía, la edición abre con un epígrafe hermoso y memorable: Ésta es mi carta al mundo Luego se publicaron dos libros más, y algunas de sus cartas. Y así transitó, silenciosa y firmemente, de un siglo a otro, al encuentro con sus lectores, al reconocimiento de la crítica y a la sorpresa incesante de sus pares, como Ted Hughes, quien se convirtió en uno de sus principales promotores en el siglo XX. Los manuscritos de Emily sufrieron la desgracia de dividirse entre la familia Dickinson y la de Todd, con lo cual tomaron caminos diferentes para su publicación. Esto, además de las múltiples ediciones y traducciones que intentan recuperar el “aliento original” de la autora –como si la obra que dejó no estuviese acabada–, a través de la transcripción directa de sus manuscritos, ha entorpecido su recepción, aunque no ha impedido que el mensaje último alcance a quien tiene que alcanzar. Daguerrotipo de Emily Dickinson Primera edición, Poemas Emily Dickinson llegó a tal simplificación de sí misma que, con cierto aire budista, se deshizo del ego y de todo protagonismo como autora pública para entablar un íntimo y secreto diálogo con su lector anónimo, tan desconocido para ella como desconocida era Emily para el mundo. A ese cómplice universal y anónimo, que incesantemente interroga y le solicita respuestas vitales, dirige sus versos inesperados, pero lo que ella quiso decir tal vez no sea tan importante como lo que pueda decirle a su cómplice. A Emily, que compartió sus poemas sólo para saber si sus versos estaban vivos, hoy es posible responderle sin rodeos: sí, viven, justo ahora y aquí. ![]() ![]()
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c Referencias
EMILY DICKINSON. A Murmur in the Trees –to note–. Traducción de Álvaro Torres Ruiz. En: Emily Dickinson [en línea]: <emilydickinsontraducida.blogspot.com/2014/05/> [consultado el 25 de agosto de 2020]. Ir al sitio EMILY DICKINSON. P91-1 - I’m nobody! Who are you? En: Emily Dickinson Archive [en línea]: <www.edickinson.org/editions/4/image_sets/80307> [consultado el 25 de agosto de 2020]. Ir al sitio EMILY DICKINSON (1890). Poems. Mabel Loomis Todd y T. W. Higginson, editores. Boston: Robert Brothers [en línea]: <archive.org/details/poemssucc00dickrich/> [consultado el 25 de agosto de 2020]. Ir al sitio HABEGGER, A. (2020). Emily Dickinson. En: Encyclopædia Britannica, 11 de mayo [en línea]: <www.britannica.com/biography/Emily-Dickinson> [consultado el 25 de agosto de 2020]. Ir al sitio HIGGINSON, T. W. (1862). Letter to a Young Contributor. En: The Atlantic [en línea]: <www.theatlantic.com/magazine/archive/1862/04/letter-to-a-young-contributor/305164/> [consultado el 25 de agosto de 2020]. Ir al sitio Notas * Escritor. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Dominio público en commons.wikimedia.org - Foto 1: www.emilydickinsonmuseum.org - Foto 2: www.kshs.or - Foto 3: acdc.amherst.edu - Foto 4 a 6: www.emilydickinsonmuseum.org - Foto 7 a 8: Dominio público en commons.wikimedia.org - Foto 9: archive.org CORREO del MAESTRO • núm. 295 • Diciembre 2020 |