En el principio, fue la voz ORALIDAD NARRATIVA, CONVERSACIÓN Y LECTURA Gerardo Daniel Cirianni[*] ![]() Narrar y escribir con otros no tiene por qué ser algo anecdótico, circunstancial o, en el mejor de los casos, ubicado en los márgenes del tiempo que le concedemos a nuestra formación. Para ello es muy importante evidenciar que, sin la escucha de lo que valoran las personas que participan del binomio educativo, no existe educación propiamente dicha, sino, en todo caso, instrucción dirigida a la adquisición de alguna habilidad operatoria. Tan importante como la valoración de la palabra propia, es mostrar que la manera de contar un acontecimiento puede variar y crecer al infinito, y que en cada recreación se construye una nueva historia, descubrimiento que torna indefendible la distinción entre forma y contenido, tan habitual en la educación que excluye a quienes no son capaces de expresarse como la institución educativa espera que los alumnos lo hagan.
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c En el principio, fue la voz. Oralidad narrativa, conversación y lectura
La lengua oral es la única lengua natural; nos pertenece como especie. La palabra acompaña a los seres humanos desde su aparición en este mundo. Todos poseemos una lengua, existen miles de idiomas en el planeta, y sólo una ínfima minoría tiene escritura. La lengua oral no deja a nadie afuera. Si alguien no habla nunca, nos preocupamos por su salud física o emocional. La presencia tardía de la palabra escrita en la historia humana ha generado discusiones y confusiones, en particular cuando la palabra se vincula a la narración de historias, ya que esta narración nos pone en contacto de manera inmediata con el concepto de literatura. La oralidad narrativa ha sido la madre de todas las literaturas y el lugar donde, mucho después, los más destacados representantes de la cultura escrita han abrevado para desarrollar esas arquitecturas lingüísticas extraordinarias que se tradujeron en poemas, cuentos y novelas. La narración oral y la lectura en voz alta nos recuerdan la voz oral En los pueblos que no tienen escritura (la mayoría de las lenguas no la tienen, y todas fueron lenguas orales hasta no hace más de seis o siete mil años), la narración ha sido guardiana de la memoria y refugio de la sabiduría. Y ese resguardo que proveía el relato oral no sólo hacía más placentera la vida, sino que alertaba sobre peligros u orientaba la conducta. Lo que contaban los cuentos sirvió en muchos casos para prever y para permitir que viejos dolores no volvieran a flagelar la vida cotidiana. Esto fue así porque el relato oral, además de representar una fuente de placer, de distensión, de gozo, también constituyó una fuente de normas, de conductas, de valores comunes, de intercambios materiales y espirituales correspondidos, e incluso fue una herramienta de deliberación para alcanzar patrones de conducta aceptados por la mayoría, mucho antes de que la votación fuera el camino por el cual una mayoría impone su punto de vista al conjunto de un colectivo social. Contar también ha sido siempre un recurso a partir del cual se prueba el lenguaje, ya sea como vehículo de comunicación o como medio de expresión, apreciación y potenciación de las posibilidades estéticas de la lengua. Cuando tomamos un relato escrito y lo leemos en voz alta sin mencionar al autor, es posible que alguien de nuestro auditorio descubra a quién pertenece porque por él navegan formas expresivas cuya entonación puede identificar al escucharlas. Y eso no tiene que ver con la nacionalidad del autor, sino con los rasgos y los ritmos de su escritura, sus matices, sus colores y su sentido del humor. En definitiva, sabemos quién es el autor por cómo nos suena su escritura, y en el cómo nos suena reside el ancestro narrador. Agradecer a la palabra hablada reconstruida en su dimensión de relato oral nos conduce a disfrutar de nuestra identidad, pues ella representa un espejo, nos cuenta quiénes somos y quiénes hemos sido. La narración oral y la lectura en voz alta nos recuerdan la voz oral. Ellas son las mejores herramientas con las que contamos para recordarnos que, en el principio, fue la voz.
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c La vida cuenta, nosotros contamos
Uno de los problemas más difíciles de resolver en las aulas es la constitución de espacios para el uso total de la palabra por todos. Muchas personas asumen desde la infancia que no tienen gran cosa que contar, que lo importante pasa fuera de sus vidas e incluso fuera de los ámbitos donde se desarrolla su experiencia cotidiana. Aprenden que la palabra que vale de verdad, que de veras cuenta, no habita entre la gente común; que la palabra que vale nace en círculos de expertos, capaces de narrar cosas significativas, y que es preciso dirigir la atención hacia lo que ellos dicen y hacia cómo lo dicen para albergar al menos la esperanza de, un día, parecérseles y poder llegar a contar. Muchas personas asumen desde la infancia que Nada más lejos de la realidad. Sabemos que historias valiosas existen en todas partes y que es muy importante escucharlas y valorarlas. Las personas de todos los sectores sociales puedan narrar historias desde su experiencia personal, hacer de la vida en comunidad un lugar digno, donde todos tengan posibilidad de expresar sin temores ni complejos sus gustos, deseos e ilusiones. Por supuesto, la escuela es uno de los espacios sociales más relevantes y universales para estimular esa práctica. El error que nos conduce a creer que nuestra voz no vale no ocurre por insuficiencias emocionales individuales, sino porque, en general, desde el comienzo de nuestras interacciones sociales, desde los albores de la escolarización, se nos enseña a callar, a reconocer el valor de las palabras y las acciones que nacen desde las figuras de poder y, fundamentalmente, a repetir que el saber está fuera de nuestra vida y de lo que se trata es de adherirlo a ella como etiquetas que ocultan quiénes somos en realidad, cómo nos expresamos, qué tememos, con qué soñamos o qué deseamos. Una experiencia de narración y escritura de historias cuyo origen sea el relato de anécdotas cotidianas por personas de diferentes edades y niveles socioeconómicos y culturales hará evidente lo que, a pesar de ser obvio, aparece en general oculto o encubierto por ideas generadas desde el sentido común, pasivo como suele ser dicho sentido, y resignado a no poder superar sus propios límites. Esa experiencia narrativa desde la vida y la oralidad cotidiana puede y debe crecer, literaturizándola, enriqueciéndola con detalles de contenido y forma productos de la imaginación, recreándola mediante nuevas voces capaces de tomar historias que, una vez lanzadas al ruedo de la conciencia y la experiencia del colectivo, siguen creciendo y transformándose. Por todas estas cuestiones, con el propósito de fortalecer nuestras capacidades narrativas, planteamos las siguientes ideas: Programa de trabajo De la literatura a la palabra propia ![]()
De lo que ha regresado, lo mejor
![]() De la vida a la literatura
Gimnasias narrativas
Una fiesta de relatos propios
Ideas para recortar y armar Las ideas que se plantean a continuación deberían ser vistas como meras recomendaciones que ayuden a abrir espacios de diálogo. Podríamos tomar una o varias, sin importar el orden. Algunas parecen iguales, pero no es así; tienen matices que a primera vista se perciben como intrascendentes, aunque son capaces de conducir hacia lugares muy distintos. Siempre es posible ampliar los caminos para la conversación, lo deseable es que sea una práctica constante. Como punto de partida para estos ejercicios tomamos un texto breve del escritor argentino Pedro Orgambide. Este texto ya lo hemos utilizado en otras ocasiones, pues su brevedad y contundencia permiten abrir rápidamente conversaciones diversas y enriquecedoras. A partir de él planteamos diferentes caminos que ayudan a ampliar las formas de expresión cotidiana en las aulas. Mi mamá compra flores Me inicié en la literatura un día de 1936, a los siete años, cuando la maestra nos dijo que escribiéramos una composición con el tema: “Mi madre”. Muchas cosas me vinieron a la cabeza, pero no podía escribir nada. Entonces observé que mis compañeros escribían con una enorme facilidad y tuve ganas de llorar: yo era un chico de la calle, me costaba mucho expresarme y era el menos aplicado de todos. De golpe, sentado frente a la hoja en blanco pude ver a mi madre. Caminaba por un inmenso mercado repleto de verduras, frutas y flores, un mercado donde se oían las voces de quienes compraban y vendían, voces como de fiesta. En medio de todo eso, veía a mi hermosa y joven mamá que, aunque éramos muy pobres en aquella época de crisis, siempre compraba un ramo de flores, un pequeño y muy humilde ramo de flores. La cabeza se me pobló de imágenes; veía las mudanzas de mi familia que deambulaba de barrio en barrio durante la década del treinta. ![]() Y todo eso se me vino de golpe en una sola metáfora de lo que era mi vida a los siete años. Y cuando vi la hoja en blanco, ese papel blanco que todo escritor teme y desea a la vez, yo escribí simplemente: “Mi mamá compra flores”. Esa era mi composición. Solamente pude escribir esas cuatro palabras. La maestra, que seguramente no conocía la pedagogía moderna –que se debía estar inventando en ese preciso momento– me puso un bonete de burro y me dijo: “Nunca en la vida podrás escribir, ni siquiera una carta”. Ese día, ese preciso día, decidí ser escritor. Ahora sí, tercera llamada: principiamos Me inicié en la literatura
Allá lejos y hace tiempo
Los otros y yo
Palabras que pueden ser la piedra en el estanque
Frases que pueden ser la piedra en el estanque
Astillero de la palabra
Uno pasa… y no todo queda
Lo insustituible (según cada uno, por supuesto)
NOTAS* Maestro y, desde hace más de 25 años, formador de maestros en varios países de América Latina. Actualmente reside en Argentina, donde dicta seminarios y conferencias. Pasa algunos meses del año en México dando charlas y talleres a maestros, profesores de educación media y educadoras de nivel preescolar.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: aprende.colombiaaprende.edu.co - Foto 1: www.novedadescampeche.com.mx - Foto 2: twitter.com/mujeres_xalapa - Foto 3: nexostxt.com - Foto 4: www.codigotlaxcala.com - Foto 5: www.freepik.es |