La adoración de los Reyes EN LA PINTURA NOVOHISPANA Inbal Miller Gurfinkel[*] En este ensayo se aborda el tratamiento, tanto pictórico como temático, del pasaje bíblico sobre la adoración de los Reyes al Niño Jesús, que retomaron varios artistas en el marco de las tareas de evangelización emprendidas en la Nueva España.
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c La adoración de los Reyes en la pintura novohispana
Durante siglos, la pintura ha funcionado como fuente de primera mano para conocer el pensamiento religioso. En nuestro continente, durante la Conquista, como la población era en su mayoría analfabeta, la mejor y más eficiente forma de difundir el conocimiento sobre la religión católica fue a través del arte, por lo que las órdenes religiosas recurrieron al uso de imágenes como medio pedagógico evangelizador. Los primeros evangelizadores españoles utilizaron estampas con dibujos y pinturas creados por artistas europeos, para transmitir a la población indígena los conceptos básicos del cristianismo. Mostraban así los edificios religiosos construidos durante el siglo XVI, en cuyos muros se pintaban escenas bíblicas, pasajes de la vida de la Virgen y de los santos, así como relatos sobre la historia de las órdenes religiosas. Tiempo después, mucho templos y conventos en la Nueva España comenzaron a decorar sus muros con pinturas de caballete alusivas a escenas religiosas. La pintura de temática religiosa suele reflejar las creencias de la sociedad y de su tiempo. Por ejemplo, con el inicio del Cristianismo, las imágenes que se crearon de Jesús lo caracterizaban con un rostro y mirada con rasgos duros, pues en ese entonces había una gran necesidad de generar temor en la población; así, se propagaba la idea de que aquel que tuviera malas acciones en la vida terrenal, al morir sería juzgado y castigado. Con el paso del tiempo, y al lograr un mayor número de feligreses, la imagen del redentor se fue suavizando hasta llegar a la representación de un Cristo lleno de amor y misericordia. La iconografía utilizada era sugerida y supervisada por los comitentes, que en su mayoría eran miembros de la institución eclesiástica. En este sentido, los artistas debían seguir lineamientos planteados en torno a asuntos religiosos, de manera que no se propagaran creencias equívocas. La religión ocupaba un lugar predominante dentro de la sociedad y estaba presente en prácticamente todas las esferas de la existencia. La gran mayoría de los pintores novohispanos situaban las escenas religiosas que representaban en un espacio geográfico y momento histórico específicos. Sin embargo, hay algunas excepciones: las pinturas referentes a sucesos atemporales o de contenido simbólico, cuyo espacio y tiempo correspondían a la concepción bíblica del universo. Al ser omnipresente, Dios puede estar en varios sitios a la vez; en términos pictóricos, cuando se aparecía en la Tierra era como Jesucristo, y su presencia tenía el propósito de ayudar, orientar y consolar a los seres humanos. La Virgen, asimismo, era pintada frecuentemente, y aunque en muchas ocasiones su presencia era cuestionada por la jerarquía episcopal, por las órdenes religiosas y por la Inquisición, algunas apariciones lograron una aceptación generalizada, como la acaecida en el Tepeyac, en 1531, bajo la advocación de Guadalupe. Los ángeles traspasaban constantemente las fronteras del cielo y volaban a la tierra y al purgatorio. En este último, su misión era apoyar y consolar a las almas que allí se encontraban, así como elevarlas al cielo al término de la condena. En la tierra, los ángeles y arcángeles eran mensajeros de Dios y le ayudaban a proteger a los humanos de las asechanzas del demonio.
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c La adoración de los Reyes
En la religión católica, los Magos son personajes que aparecen en el Evangelio de Mateo (Mt 2-12), pero no son mencionados en el relato de la infancia de Jesucristo hecho en el Evangelio de Lucas. En el Evangelio de Mateo, no se les describe de manera exhaustiva, tampoco se menciona la cantidad de ellos ni sus nombres, sólo se cuenta su viaje desde Oriente para adorar al Niño. Es a partir de Orígenes de Alejandría (185-224) y de los Evangelios Apócrifos, que se comienzan a añadir datos y detalles, con la aceptación de la Iglesia. Entonces, los artistas muestran un gran interés por el pasaje, que se convierte en una escena de gran atracción para las narraciones artísticas: Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo”. Herodes y toda Jerusalén quedaron muy alborotados al oír esto. Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta”: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel. Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella. Después los envió a Belén y les dijo: “Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a ese niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje.” Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. ¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. Luego se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes, así que regresaron a su país por otro camino (Mateo 2:1-12). El episodio de la adoración de los Reyes se fue construyendo a partir de diferentes fuentes, es por ello por lo que las diversas escenas retratadas no siempre coinciden. Conforme fue transcurriendo el tiempo, se comenzó a unificar la idea de que los Magos eran tres y que además eran reyes ataviados con grandes riquezas. Un tema importante de discusión es que con frecuencia se piensa que llegaron pocos días después del nacimiento de Cristo, pero muchas son las pinturas que muestran al Redentor mayor, con alrededor de dos años de edad, capaz de sentarse sobre las piernas de su madre. Sin duda, uno de los artistas con mayor reconocimiento de la época novohispana es Baltasar de Echave Orio (ca. 1558 - ca. 1623), quien llegó a la Nueva España a finales del siglo XVI, como oidor de la Real Audiencia de México. Él trabajó principalmente con pintura religiosa, sobre lienzo o tabla. Ejecutaba sus pinturas con muchas veladuras, lo que otorga a la pintura una gran transparencia. (Las veladuras son capas de pintura muy diluidas, casi transparentes. Se colocan varias capas con la intención de modificar el tono, lo que permite crear texturas en telas y hacer la obra más brillante.) Sus figuras humanas tienen una clara influencia rafaelesca, aunque nunca se acercan al manierismo, es decir, a las figuras muy alargadas. Se caracteriza por un tratamiento muy detallado de los personajes principales y una factura más descuidada de las figuras de segundo plano. En el caso específico de su pintura titulada La adoración de los Reyes (ca. 1610), Echave Orio compone la pintura de una manera muy tradicional: las figuras principales forman un triángulo, haciendo referencia a la Divina Trinidad. De primer momento, se podría pensar que la fuente de luz proviene de la estrella, en el extremo superior derecho, la cual indicó el camino a seguir a los sabios, pero en realidad el niño es el origen de la luz, y gracias a él toda la pintura se ilumina. Es evidente que los cinco personajes que se encuentran en un primer plano tienen un mayor detalle, tanto en sus ropajes como en sus expresiones. En esta pintura, el Niño Dios es representado de mayor edad, puede mantenerse sentado y la Virgen funge casi como si fuera su trono; en el suelo aparecen una corona, un cetro y una espada, símbolos de autoridad, potestad y mando. Las veladuras son evidentes en el paño que lleva la Virgen sobre la cabeza, y el resto de los ropajes son gruesos, pero aun así el artista logra dar textura y movimiento a las telas, a pesar de que las formas de los cuerpos no son notorias debajo de ellas. Baltasar de Echave Orio, Otro artista destacado de esta época es José Juárez (1617-1670), nacido en la Nueva España y considerado uno de los artistas más relevantes del barroco virreinal. En sus pinturas es evidente la influencia tenebrista del pintor español Francisco de Zurbarán (1598-1664), específicamente en el uso del claroscuro. Dicha técnica, que hace referencia a un fuerte contraste entre luces y sombras, se utiliza para estilizar y crear volúmenes en las figuras. Juárez fue sumamente preciso en su dibujo, poseía un gran manejo del color y la perspectiva; recibió una fuerte influencia de las corrientes pictóricas europeas, por ejemplo, de la pintura de Peter Paul Rubens. En el caso de su obra La adoración de los Reyes (1655), al igual que la pintura anterior, en su composición se distingue un triángulo formado por los personajes principales del cuadro. La obra es iluminada por el Niño, que en este caso es más evidente por la sombra creada en el vientre de la Virgen. La composición cerrada y compacta, característica de la pintura novohispana, junto con el tratamiento realista, le dan un aire teatral a la obra, reforzado por el intenso claroscuro típico del autor. Todo esto indica la gran influencia que el pintor español Francisco de Zurbarán ejerció en él. Este óleo representa una epifanía, es decir, el momento en el que Dios encarnado se manifiesta ante los hombres por primera vez. Según la tradición, los Reyes Magos ofrendaron al Niño Dios oro, símbolo de su realeza; incienso, de su divinidad; y mirra, de su humanidad. Esta última es un aceite que se usaba para embalsamar cadáveres y hace alusión a que Cristo estaba destinado, desde su nacimiento, a morir en la cruz por la salvación de los hombres. En el cuadro, los Reyes visten con gran lujo y lucen adornos de piedras preciosas. Se acostumbraba a representarlos exhibiendo su riqueza, para contrastar con la humildad de la Sagrada Familia. Tal vez José Juárez tuviera un gusto particular por este tipo de atuendos , pues existe un gran preciosismo en el tratamiento de las telas, donde sobresalen los encajes, y en el caso de algunas telas se puede sentir el terciopelo. En cuanto a pigmentos, el añil fue un color muy usado en la pintura novohispana, especialmente durante los siglos XVI y XVIII, ya que permitía un tono azul de gran saturación (Castañeda, 2019). El azul utilizado en el manto de la Virgen, en ambas pinturas, simboliza su humanidad; el rojo bermellón, también con gran presencia en la pintura, en el ropaje de la madre de Cristo, hace referencia a su gracia. El programa evangelizador en la Nueva España logró un sinfín de adeptos. La pintura religiosa durante ese momento histórico fue de gran importancia para lograr los fines propagandísticos de la Iglesia católica, y el tema de la adoración de los Reyes llamó mucho la atención de los artistas, dadas las diversas interpretaciones del pasaje bíblico y la libertad creativa para su tratamiento. ♦ José Juárez,
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c Referencias
CAMACHO, Arturo, y Esther Acevedo (2002). Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Pintura. Siglo XIX, tomo 1. CASTAÑEDA, María (2019). El índigo en la pintura de caballete novohispana: mecanismos de deterioro. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-249X2019000100025 Ir al sitio Notas * Historiadora del arte, curadora y promotora cultural. Directora del Centro Cultural Brasil México.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1: Dominio público en commons.wikimedia.org - Foto 2: twitter.com/munalmx/status/552456347623882753 CORREO del MAESTRO • núm. 308 • Enero 2022 |