Un chileno en el arte mexicano:
OSWALDO BARRA CUNNINGHAM [*]

Gloria Celia Carreño Alvarado[**]



Oswaldo Barra Cunningham, pintor y muralista de origen chileno, llegó a México a estudiar arte, y en este país encontró, además de un espacio para su creatividad, la amistad de Diego Rivera, con quien trabajó. Gracias a la calidad y versatilidad de su arte, que abarca murales, cerámica, pintura de caballete, escultura, grabados y dibujos, se consolidó como uno de los pintores del siglo XX mexicano. Oswaldo Barra forma parte del conjunto de artistas reconocidos en México como miembro del Salón de la Plástica Mexicana, institución dedicada a la promoción del arte contemporáneo. Oswaldo Barra Cunningham nos regaló su mundo.

Un chileno en el arte mexicano: Oswaldo Barra Cunningham

nacido en Concepción, ciudad al sur de Santiago de Chile, el 4 de febrero de 1922, su vocación por la pintura se manifestó desde niño. A los trece años tuvo la primera exhibición de sus dibujos en el escaparate de una tienda de la ciudad; un año después comenzó a trabajar en el taller de escultura del Museo de Concepción mientras estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Popular de Concepción, donde recibió el primer premio por su constancia y aprovechamiento al concluir sus estudios.



Barra pertenece a una familia de mineros; algunos de sus hermanos trabajaron en las minas, y él, en la fábrica de cerámica de Lota, una sección de la misma empresa minera. En 1940, a los 18 años, comenzó a trabajar como modelista y pintor en la fábrica que había sido fundada a fines del siglo XIX para elaborar ladrillos, tubos, aisladores de porcelana, macetones, y que luego fue evolucionando hacia la fabricación de mosaicos, azulejos y posteriormente cerámica artística, vajillería y esculturas de próceres. Ahí, Oswaldo Barra trabajó diez años, fue parte del equipo creativo y se desempeñó como jefe de taller. En la colección de cerámica que de dicha fábrica guarda el Museo de Artes Decorativas de Concepción, destacan la escultura de una mujer desnuda, Rebeca, y la figura de una niña tocando el violín, ambas de la autoría de Barra.

Paralelamente a su trabajo en Lota, colaboró con el reconocido muralista chileno Gregorio de la Fuente en la ejecución del mural Latido y rutas de Concepción, mural que decora la estación del ferrocarril de esa ciudad. Esta obra la realizó entre 1943 y 1946 con una marcada influencia del concepto de realismo social y del muralismo mexicano. En 1946, Barra recibió el Premio de Honor y el Premio Universidad de Concepción en el Salón Regional de Artes Plásticas de Concepción-Chillán-Talca-Curicó, y era considerado ya como una joven promesa del arte muralista. Desde esa fecha presentó consecutivamente exposiciones individuales tanto en Lota como en Concepción. En 1950, obtuvo el primer Premio en Cerámica y el Segundo Premio en Pintura en el Salón Nacional de Artes Plásticas de la Sociedad de Artes con motivo del cuarto centenario de la fundación de la ciudad de Concepción.

Oswaldo Barra presentó una exposición con sus piezas de cerámica en 1951 en la Sala de Exhibiciones del Sótano, en Concepción, y otra en el Club Social de Lota (AA. VV., 1997). Por esos años, su trabajo se enfocó en el muralismo, primero en una suerte de combinación de su experiencia del trabajo de la cerámica con la obra mural y luego con la pintura. De ese periodo, datan los murales en los salones del casino de empleados de la Compañía Minera e Industrial en Lota Alto y el mural de ladrillos con incisiones rellenas de arcilla y coloreadas titulado A los mineros de Lota. Fue este mural el que le valió el reconocimiento para obtener una beca a fin de continuar sus estudios en México, otorgada por el gobierno mexicano para perfeccionar las técnicas muralistas. Barra llegó a México a estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, la técnica de pintura al fresco, y en el Instituto Politécnico Nacional, la técnica de materiales sintéticos.



Como anécdota curiosa, cuando Oswaldo Barra ya había llegado a México, Diego Rivera, quien acababa de hacer las ilustraciones para el libro Canto general de Pablo Neruda, viajó a Chile y visitó Lota, donde le hablaron de Barra y conoció su trabajo mural. Eso despertó la curiosidad del maestro y propició el contacto con el joven estudiante, a quien invitó a colaborar con él. Barra llegó a ser en poco tiempo el principal asistente de Diego, con quien trabajó los últimos cinco años de vida del maestro, junto a Marco Antonio Borreguí, Enrique Valderrama, Ramón Sánchez y la mosaiquista Graciela Ramírez, quienes eran los colaboradores más frecuentes de Diego Rivera, todos asiduos en la casa estudio de Diego en San Ángel (Guzmán, 2007: 67). Ese grupo trabajó junto a Diego en el mural El pueblo en demanda de salud, del Centro Médico Nacional La Raza, entre 1951 y 1953.

En una entrevista que Barra concedió a la revista Proceso, comentó:


…en Chile me dieron muchas referencias de Siqueiros, sin embargo mi deseo era trabajar con Rivera, pues me identificaba con él. Era el pintor que estaba pintando la vida social de México en todos los aspectos, desde el político, el histórico y el popular. Era el pintor que mejor cumplía mi ideal, el arte como lenguaje, una manera de expresar los sentimientos y las diferentes manifestaciones de la vida diaria. Para mí ese es el verdadero arte (Castro, 1996: 55).


La admiración de Oswaldo Barra por Diego Rivera fue cabalmente recíproca: en una carta de recomendación, el maestro escribió sobre Barra:


Oswaldo Barra ha aprovechado el tiempo de su estancia en México en un trabajo continuado y sin descanso y que, en este trabajo es evidente que continúa su progresión […] De sus adelantos técnicos fui testigo y usufructuario, a causa de su colaboración eficacísima, desde que empezó a trabajar conmigo; pero ahora que he podido ver las obras originales que ha realizado aquí últimamente he podido constatar que, aparte de ese adelanto en el dominio de la técnica, ha desarrollado su personalidad y que ha orientado su concepto estético y su sentido humano en forma tal que actualmente nadie podrá regatearle un puesto entre los más valiosos muralistas del continente americano…[1]


En ese espacio de colaboración entre Oswaldo Barra y Diego Rivera hay varios trabajos, destacadamente Río Juchitán, creado por Diego Rivera entre 1954 y 1956 por encargo del productor de cine Santiago Reachi. Se trata de una obra con doble cara, es decir, con una técnica que permite ver el anverso y reverso de los personajes que ahí aparecen. En esta obra se emplearon miles de teselas de vidrio esmaltado y coloreado, con las que se plasmó una escena cotidiana en la región oaxaqueña del istmo de Tehuantepec. Raquel Tibol “explica que Diego Rivera realizó el boceto de ‘Río Juchitán’ y quien lo pasó a pintura fue su discípulo Oswaldo Barra” (Ceballos, 2007).

Oswaldo Barra también continuó en paralelo su propia obra, y para 1955 montó una exposición en el Club de Pesca de Acapulco y otra en la galería de El Sol de Toluca, con óleos y acuarelas, y pintó el mural La Fiesta de la Vendimia en la residencia de Arnold Laitter, y la obra mural El pan de cada día en la Lonchería del Pilar en la Ciudad de México (Ramírez, 2014).



Su obra, cada vez más conocida, le abrió otros caminos: en 1956 recibió una invitación para pintar un mural en Ashkelon, Israel, el cual tituló La conquista del desierto. Trabajó en esa obra durante un tiempo en que ese país luchaba por volver fértil la tierra del desierto del Sinaí. Después de esa experiencia, viajó por Europa y Medio Oriente exhibiendo su obra en Roma, Viena y Bruselas. A su regreso a México, a fines de 1958, fue llamado para restaurar los frescos de Diego Rivera en el Palacio Nacional, con lo que se abrió una nueva vertiente en su carrera al formar un grupo de restauradores de pintura mural en el Instituto Nacional de Bellas Artes. En esa misma línea, en 1964 fue nombrado supervisor artístico en la restauración de los murales de Diego y comisionado para la conservación de pinturas murales del Instituto Nacional de Bellas Artes. Como parte de su trabajo como restaurador, intervino en 1967 el mural de Diego Rivera, en la New Workers School de Nueva York, llamado Retrato de América, dedicado a los héroes de la historia americana Benjamin Franklin, Thomas Paine, Emerson y Thoreau, Walt Whitman y John Brown.

Entre 1956 y 1957, realizó el mural Tríptico agrario para la Federación Mutualista de la Aseguradora Agrícola y Ganadera; y en 1960, proyectó y dirigió el mural para la Casa de la Juventud de Aguascalientes, obra en pintura vinílica sobre aplanado de cal y polvo de mármol titulada Las cárceles y el impulso revolucionario, que efectuó con la colaboración de Roberto Martínez García y Enrique Valderrama Anaya, aunque firmado únicamente por Barra (Reyes, 2011).

Ese mismo año, el gobierno de Aguascalientes invitó a Oswaldo Barra a realizar la primera parte de su obra más grande y conocida. Víctor Sandoval, hombre de gran sensibilidad ante el arte y secretario del gobernador de Aguascalientes, fue quien decidió llamar a Oswaldo Barra para que pintara los murales del patio cerrado del Palacio de Gobierno cuando el gobernador decidió emprender una obra para mejorar el edificio. Al respecto, Raquel Tibol escribe:


Barra decidió comenzar en el muro del fondo, y como ya existía la Feria de San Marcos, decidió representarla. La feria es un carnaval donde la gente se olvida de su mojigatería y da rienda suelta a sus instintos y deseos de diversión. Oswaldo Barra representó una especie de balcón donde estaban todos los artistas e intelectuales que habían nacido en Aguascalientes: Gabriel Fernández Ledezma y el propio Víctor Sandoval, todos ubicados en el balcón, sólo que justo al centro estaba el fiel retrato de la madama más conocida de Aguascalientes. Entonces, la gente mojigata comenzó a hacer marchas para que se borrara el mural. ¿Qué hizo Víctor? Yo ya tenía prestigio como gente de crítica y hacía comentarios de arte en los periódicos y, con frecuencia, colaboraba en el programa de la cultura de Excélsior. No nos conocíamos. Víctor me llamó por teléfono y me dijo: “véngase”. Fui a Aguascalientes en el vochito que era de Oswaldo Barra (quien por cierto manejaba muy mal, de milagro llegamos vivos). Observé el mural, lo vi muy bien pintado, regresé y le dediqué una página completa en “Diorama de la Cultura”, que en ese entonces salía en un formato grande en el periódico, y se acabó la protesta. La gente más reaccionaria de Aguascalientes, me insultó en sus periodiquitos de a centavo. Me echaron todos los agravios del mundo pero el mural se quedó. Y no sólo se quedó, sino que Oswaldo Barra siguió pintando. Pero esta parte central del mural, que aún se conserva, se quedó (Tibol, 2013).


El Palacio de Gobierno de Aguascalientes –recinto que fuera una rica mansión con una fachada de tezontle rojo con balcones y blasones tallados en cantera rosa– tiene 111 arcos de medio punto en sus dos patios, adornados con cinco murales del maestro Barra, que narran la historia de la ciudad. En seguida describo brevemente cada uno.

En el mural número 1, Aguascalientes en la historia (1961), se plasma una imagen de la vida económica, política, social y económica de la entidad. En él se puede observar la escena del manantial que dio origen al trazo y asiento de la ciudad, que fue llamada Valle de los Romero; refleja al indígena, al misionero y al conquistador, la cruz y la espada. Muestra la primera horticultura, las huertas de higos, uvas, membrillos, chiles, guayabas y granadas. Este mural refleja los distintos periodos de la historia de México, desde la época prehispánica hasta la Revolución mexicana.

En el mural número 2, La Feria de San Marcos, se recrea la famosa feria que se celebró por primera vez en 1828, y cómo ésta se convirtió en sitio de reunión de todas las clases sociales y en símbolo del estado de Aguascalientes. Este es el controvertido mural a que alude la crítica de arte Raquel Tibol en el texto citado, y sobre el cual, otro crítico de arte, Antonio Rodríguez, en su artículo “La historia molesta” publicado por Proceso, hizo un análisis del contenido histórico y del discurso visual, defendiendo el concepto de Oswaldo Barra y contestando a los críticos con un sarcasmo en que los define como ignorantes e intolerantes (Rodríguez, 1962: 52-53).

En el mural número 3, Interpretación de los colores de la Bandera (1989), se reúnen elementos naturales y la idea de armonía con la naturaleza, que son los elementos de que se vale el pintor para simbolizar el pacto de paz hombre-naturaleza. Están representados dioses como Tláloc, Ehécatl, Quetzalcóatl, y también las ciencias y las artes, así como el progreso de Aguascalientes.



En el mural número 4, La Convención de Aguascalientes (1991), realizado en el exterior de las oficinas del Registro Civil, se retrata la Soberana Convención de Aguascalientes, que tuvo lugar en octubre de 1914, y alude al artículo 123 constitucional. Este mural también muestra los progresos en la urbanización de la ciudad de Aguascalientes.

En el mural número 5, La Batalla de la Gran Nopalera (1991), pintado en torno al zaguán del Palacio de Gobierno, se recrea la forma en que se dio el encuentro de los invasores con las tribus que habitaban la región, la mezcla de razas, la variedad de la vida silvestre (fauna y flora), lo intrincado de las nopaleras, las costumbres indígenas y las pinturas rupestres. El nombre del mural alude a la batalla del cerro de Mixtón, en Juchipila, Aguascalientes, cuando los indígenas, dirigidos por Tenamaxtle, enfrentaron de manera aguerrida a los conquistadores[2]


Frente a la pared de la Batalla de la Gran Chichimeca, pintó el colorido mural en que representa la Dalia, la flor nacional; en el pláfond pintó dos aves: el águila y el cóndor –inspirado en pinturas de su maestro Diego Rivera realizadas en el edificio de la Secretaría de Educación Pública–, para simbolizar la unidad de los pueblos latinoamericanos, pues el propio artista decía ser un “chimeca del sur”, por haber nacido en la región araucana, donde también habitaron aborígenes indómitos, cuya conquista militar también costó enorme esfuerzo a las armas españolas durante la época colonial (Ramírez, s/f).



De acuerdo con la opinión de Luciano Ramírez Hurtado, tanto en Aguascalientes en la historia como en La Feria de San Marcos, su realizador logró mantener vigentes los preceptos del muralismo mexicano: producción de arte de alcance público, con carácter monumental, contenido humanista y sentido didáctico, que exigía de parte del artista una postura crítica ante la realidad y los problemas que aquejan al pueblo, esto es, crear un arte socialmente comprometido. Este sentido crítico también quedó plasmado en otra de sus obras, el mural El oscurantismo frente a la claridad de la ciencia, pintado en la casa del biólogo Mauricio Russek.

La perspectiva crítica cambia un tanto en las pinturas Interpretación de los colores de la Bandera, La Batalla de la Gran Nopalera y La Soberana Convención Revolucionaria hasta el Aguascalientes actual, debido a que el pintor, por diversas circunstancias de carácter histórico-cultural, modificó sus ideas estéticas y matizó su postura ideológico-política.

En la actualidad, las pinturas del Palacio de Gobierno son consideradas como parte del patrimonio artístico y cultural del estado. Sin embargo, mientras se ejecutaban las obras artísticas, en particular los dos primeros murales, como hemos señalado, fueron objeto de fuertes críticas por parte de sectores conservadores de la sociedad, que pugnaron, por ejemplo, por que ciertos temas relacionados con el papel atribuido históricamente al clero católico, fueran modificados o de plano suprimidos, por considerar que se ofendía la sensibilidad religiosa y las costumbres del pueblo de Aguascalientes.


Oswaldo Barra Cunningham consciente e inconscientemente emuló lo hecho por su maestro Diego Rivera en el Palacio Nacional –y en menor medida en el Palacio de Cortés–, cuando éste pintó la historia de México, desde la época prehispánica hasta el siglo XX; iniciado en 1929, continuado en 1930, seguido en 1935, 1941, 1942, 1945, 1950 y 1951. Es decir, Rivera lo hizo en distintas etapas y bajo el gobierno de varios presidentes de la República: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdés. Lo mismo, como hemos visto, ocurrió con Barra en Aguascalientes en el Palacio de Gobierno, en 1961-1963 y 1989-1992, pero con dos gobernadores: Luis Ortega Douglas y Miguel Ángel Barberena Vega. En ambos casos se trata, eso sí, de libros abiertos (Ramírez, 2014).


Los murales de Owaldo Barra, junto a la Tehuana de Saturnino Herrán y El mar de Enrique Guzmán, fueron propuestos por el gobierno de Aguascalientes para integrar la lista “10 pinturas universales en México”, una iniciativa del Gobierno del Estado de Colima, a través de su Secretaría de Cultura, y el Bureau Internacional de Capitales Culturales, en el marco de Capital Americana de la Cultura Estado de Colima 2014. El objetivo de dicha campaña es promocionar el rico patrimonio pictórico de México.[3]

La obra de Oswaldo Barra pugnó por el muralismo y la continuación de las ideas que los grandes muralistas plasmaron en los años cincuenta del siglo XX, a saber, una pintura con visión social y reivindicativa del pueblo mexicano, aunque sus obras entre 1965 y 1999 se realizan más para espacios privados, de ésta destaca los murales Idilio en Tlatilco, en la residencia de Jaime Flores; el mural en cerámica El nacimiento de Quetzalcóatl, en la residencia de Francisco Montiel; y los murales La justicia de Latino América y La evolución de la especie en el despacho de Rogelio Vázquez. También efectuó obra de caballete, como la pintura Las cosas pequeñas de la naturaleza, y varias piezas en cerámica.

En los años setenta se dedicó más a la cerámica; instaló su taller en la delegación Coyoacán de la Ciudad de México y formó un taller en 1978 para el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, donde impartió clases y se vinculó a la población del entorno, a la cual retrató en múltiples dibujos y bocetos.

En 1981, Oswaldo Barra viajó nuevamente a Aguascalientes para trabajar en un mural en cerámica. En esa estancia, conformó el Centro de Artesanías dependiente de la Casa de la Cultura, a la que llamó Jubilados en Acción, institución que dirigió por tres años. Siendo director de ese centro, realizó varios vitrales.

A su regreso a la Ciudad de México, se dedicó a la docencia; impartió clases sobre historia del arte y de cerámica, y llevó a cabo una serie de estudios sobre la dalia, la flor nacional mexicana.

En 1989, nuevamente fue llamado a Aguascalientes para pintar los murales Interpretación de los colores de la Bandera y La Batalla de la Gran Nopalera, que hemos citado antes. Durante esa nueva estancia, tuvo varias exposiciones de pintura de caballete, entre ellas, una serie de desnudos femeninos, y también trabajó en otro mural, dedicado a las pinturas rupestres de El Ocote y El Tepozán, y en una serie de pequeños murales para bodegas de vinos de Aguascalientes.

En 1996, en la Ciudad de México, participó en diversas exposiciones, como la titulada Presencia de Chile en México, en el Centro Cultural Isidro Fabela, ubicado en la Casa del Risco en San Ángel, y Puertas abiertas, en el Salón de la Plástica Mexicana. Esta última exposición marca su ingreso al Salón, que desde su fundación ha dado cabida a la obra más representativa de la plástica nacional. Su inclusión junto a cientos de pintores, escultores, grabadores, dibujantes, ceramistas y fotógrafos de todas las tendencias y generaciones construyó un reconocimiento a la mexicanidad de la obra de Oswaldo Barra.[4]



Ese mismo año, recibió del embajador de Chile en México, Carlos Portales Cifuentes, el Premio Nacional de Chile en Artes Plásticas “Gabriela Mistral”.

Oswaldo Barra Cunningham murió en la Ciudad de México el 19 de mayo de 1999, a los 77 años de edad, y tal como lo pronosticó Diego Rivera: “nadie podrá regatearle un puesto entre los más valiosos muralistas del continente americano…”.

Referencias

AA. VV. (1997). Cerámica artística de Lota. Historia, testimonios, objetos, 1854-1951. Fundación Andes / Municipalidad de Vitacura / Museo de Artes Decorativas.

CASTRO, J. A. (1996). El pintor chileno Oswaldo Barra cuenta el cumplimiento de su ideal: haber sido discípulo de Diego Rivera. En Proceso, 27 de mayo.

CEBALLOS, M. A. (2007). Luce mural de Rivera guardado 20 años. En El Universal, 28 de junio.

GUZMÁN Urbiola, X. (2007). Juan O’Gorman, sus primeras casas funcionales. México: UNAM.

RAMÍREZ Hurtado, L. (2014). Pinturas murales del Palacio de Gobierno de Aguascalientes. Imágenes y arquitectura del poder. En Crisol Plural, 9 de junio [en línea]: <crisolplural.com/2014/06/09/pinturas-murales-del-palacio-de-gobierno-de-aguascalientes-imagenes-y-arquitectura-del-poder/>. Ir al sitio

── (s/f). Oswaldo Barra Cunningham, artista chileno en tierras mexicanas [en línea]: <iidypca.homestead.com/.../ramirez.pdf>. Ir al sitio

REYES Sahagún, C. (2011). El Mural de la Casa de la Juventud. En Crisol Plural, 11 de abril [en línea]: <crisolplural.com/ 2011/04/11/el-mural-de-la-casa-de-la-juventud/>. Ir al sitio

SITIO web del Gobierno de Aguascalientes: <www.aguascalientes.gob.mx/murales/>. Ir al sitio

SITIO web del Salón de la Plástica Mexicana: <www.salondelaplasticamexicana.bellasartes.gob.mx/>. Ir al sitio

TIBOL, R. (2013). Los años en Aguascalientes. En Tierra Adentro, núm. 182, 11 de julio [en línea]: <www.tierraadentro. conaculta.gob.mx/los-anos-en-aguascalientes/>. Ir al sitio

NOTAS

* Agradezco la información así como el uso de las fotografías del archivo particular de Oswaldo Barra que gentilmente me brindaron Lautaro Barra Sonabend, Érika Fresia Barra Gómez y Josefina Gómez viuda de Barra.
** Académica en el Archivo Histórico de la UNAM-Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, y profesora en el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM.
  1. Carta de recomendación dada a Oswaldo Barra por Diego Rivera el 21 de agosto de 1955. Archivo particular de Oswaldo Barra.
  2. La descripción amplia de los murales, así como imágenes de ellos, pueden verse en el portal del gobierno de Aguascalientes: <www.aguascalientes.gob.mx/murales/> Ir a sitio
  3. La campaña llama a los ciudadanos a votar para elegir las obras propuestas en todo el país a fin de proyectar diez pinturas con el propósito de captar nuevos segmentos de turismo cultural hacia México; interesar a museos del exterior en montar exposiciones temporales sobre la pintura mexicana; así como redescubrir a los medios de comunicación nacionales e internacionales la pintura ubicada en México. Esta votación cerró en diciembre de 2014.
  4. Como miembros del Salón de la Plástica Mexicana sobresalen los nombres de: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Frida Kahlo, Rufino Tamayo, Jorge González Camarena, Leopoldo Méndez, Carlos Mérida, Pablo O’Higgins, Francisco Moreno Capdevila, Juan O’Gorman, José Chávez Morado, Adolfo Mexiac, Alfredo Zalce, Manuel Álvarez Bravo, Héctor García y Francisco Zúñiga. Oswaldo Barra ocupa el número 36. (Información disponible en: <www.salondelaplasticamexicana.bellasartes.gob.mx> Ir a sitio .)
Créditos fotográficos

- Foto inicial Archivo particular de la Familia Barra

- Fotos 1 a 6: Archivo particular de la Familia Barra

- Fotos 7 a 11: aguascalientes.gob.mx

- Foto 12: Archivo particular de la Familia Barra