Las metodologías PARTICIPATIVAS
Tercera parte
Beatriz Azarcoya[*]

Esta parte de la serie aborda los elementos clave que habrán de observarse en la aplicación de las metodologías participativas. La metodología SARAR pone énfasis en las técnicas para apoyar la enseñanza, así como en los materiales diseñados ex profeso para apuntalar el aprendizaje. Se explica la trascendencia de cambiar el papel del maestro al de facilitador y cómo lograrlo; las diferencias entre los diversos tipos de materiales, como los creativo-expresivos y los didáctico-informativos; la importancia de la formación de grupos, en contraste con la enseñanza individualizada; el significado de los tiempos en el aprendizaje; y el formato de taller para apoyar este proceso.
    También se tratan aspectos de fondo y de forma en el proceso del binomio enseñanza-aprendizaje y se brindan recomendaciones específicas sobre cada paso a seguir para ser un buen facilitador. Así concluye la fase teórica del uso de las metodologías participativas.

Introducción

Las metodologías participativas se apoyan en diversas herramientas que permiten y obligan a utilizar los dos hemisferios del cerebro; los recursos empleados son las técnicas y los materiales.

Elementos clave de la metodología

Se está en actitud de aprendizaje cuando
se está abierto, receptivo, en búsqueda,
en acecho, es decir cuando se actúa
como sujeto consciente del proceso.

GUTIÉRREZ-PRADO


Técnicas

Las técnicas se componen por diversas actividades, como dinámicas de grupos, sociodramas, adecuación de juegos populares con fines de capacitación, títeres, videos y cualquier otro medio que tenga como objetivo generar la participación y el análisis, por parte de un grupo, en y de un proceso educativo.

Si bien es cierto que técnicas y materiales ocupan un lugar específico en la comunicación, también pueden ser decisivos para impulsar y sostener el proceso.

El diseño de los materiales debe dirigirse a fomentar la iniciativa, provocar la reflexión analítica y conducir a la planificación de acciones que tiendan a producir un cambio consciente y duradero del estudiante, así como una reafirmación de sus valores.


Materiales

Los materiales permiten que el sujeto pueda expresarse a través de ellos, razón por la cual deben diseñarse pensando en fomentar la participación amplia de los grupos en las actividades o ejercicios establecidos, e invertir el flujo tradicional de información para que éste provenga de los integrantes del taller. Asimismo, los materiales deben estimular la creatividad y la autogestión del grupo, y dar lugar a procesos generativos de conocimiento y acción, con la desmitificación del papel del maestro (que se convertirá en facilitador).


Los materiales se deben diseñar para fomentar la participación y estimular la creatividad



Los materiales deberán emplearse dentro del contexto de una metodología coherente y reflejar aspectos propios de la realidad cotidiana de los sujetos.

Hay dos grandes grupos de materiales: los creativo-expresivos y los didáctico-informativos.

  • Materiales creativo-expresivos

    Los materiales creativo-expresivos son materiales abiertos, es decir, funcionan como estímulos, permitiendo que los estudiantes aporten el contexto y la mayoría de la información. Deben promover tanto la participación y la creatividad colectiva para lograr la identificación de los problemas y la evaluación de los recursos, como la reflexión sobre las acciones realizadas o por realizar, y sobre sus resultados. Dichos materiales deben emplearse en las primeras fases del proceso educativo a fin de reforzar la confianza de los participantes en sus propias potencialidades.

    Los materiales creativo-expresivos facilitan la integración del grupo mediante las dinámicas generadas; asimismo, ayudan a detectar elementos y recursos autóctonos que puedan enriquecer el proceso de desarrollo del aprendizaje.

  • Materiales didáctico-informativos

    Por otro lado, los materiales didáctico-informativos son cerrados, es decir, su objetivo o función principal es comunicar mensajes específicos al grupo participante con el fin de aportar el tipo de información correcta, en forma específica para los sujetos a los que se dirige el material, en el lugar adecuado y en el tiempo oportuno.

    Este tipo de material no debe utilizarse en las primeras etapas del proceso, ya que su impacto es más efectivo cuando ha sido precedido por un ejercicio participativo y cuando sus mensajes reflejan un conocimiento íntimo de la realidad de los receptores; es decir, cuando los receptores hayan estado involucrados en su formulación y ésta obedezca a interrogantes planteados por ellos.

Formación de grupos

Se recomienda trabajar en grupos pequeños (no mayores de veinticinco personas, subdivididos a su vez en equipos de cinco), para generar un ambiente que dé lugar a nuevas formas de participación y comunicación. Con el propósito de facilitar a los participantes el reconocimiento de sus potencialidades e ideas, es preciso diseñar diversos ejercicios o actividades relacionados con el nuevo tema por tratar, que ayuden a provocar la reflexión a fin de encontrarse sensibilizados para recibir la información que proporcione el maestro.


Los tiempos

En un primer enfoque superficial, en la forma tradicional de la enseñanza parecería que los tiempos se acortan y los maestros podrán informar de las acciones que se han realizado y las metas logradas. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario; si bien los trabajos se desarrollan de una forma acelerada, con el tiempo surgen las quejas sobre la apatía de los estudiantes o su poca participación e interés. Al respecto, valdría recordar la frase de Gandhi:



“Lo que ustedes hacen por mí,
sin mí, lo hacen contra mí.”


El programa escolar oficial es el marco que le indica al maestro/facilitador los temas y metas por cumplir. No se puede salir de este marco. Sin embargo, la modalidad de cómo se realiza la enseñanza depende del maestro.

Cada tema deberá relacionarse con algo que interese a los estudiantes. Por ejemplo, la materia de Geometría se puede relacionar con un campo de futbol rápido o de voleibol. Cómo sacar las medidas, las distancias y las dimensiones, es enseñar geometría con la técnica aprender haciendo. El alumnado irá sacando sus medidas al ir aprendiendo los principios de la geometría, tal vez dejando de tarea que midan su casa, su recámara o cualquier espacio de su interés.

Pudiera parecer que esta forma de practicar la enseñanza-aprendizaje alargaría los tiempos, pero no es así. Una vez apropiado el conocimiento, los tiempos se aceleran.

En una forma participativa, las experiencias se sustentan por sí solas y permanecen. Esto logra educar y casar la teoría con la práctica, sobre una realidad concreta.


El taller

El salón de clases tradicional se convierte en un taller. Sus características generales permiten desarrollar en los participantes todos los principios de las metodologías participativas y abren el espacio para la enseñanza común. Los grupos no deben exceder de veinticinco integrantes, como una excepción pueden llegar a treinta. Más de este número impide la participación de todos y dificulta enormemente que un facilitador logre la fluidez durante los cinco días semanales de clases. El número ideal facilita la interacción.

Los diferentes ejercicios se presentan en lapsos cortos y con gran variedad de métodos, ya que el trabajo es muy intenso. El movimiento constante, tanto de salón como de mobiliario, proporciona un carácter dinámico esencial para lograr que el grupo se mantenga en constante alerta, o sea, en constante vigilancia, observación y atención. La combinación de técnicas didácticas tendrá lugar en tiempos cortos, que permitan poner en práctica otras dinámicas y provoquen la reflexión y la participación colectiva e individual.


El salón de clases tradicional se convierte en un taller, cuyas características generales permiten desarrollar los principios de las metodologías participativas y abren el espacio para la enseñanza común



Dado que un taller debe estar relacionado con temas diversos, la teoría y la práctica van de la mano y se retroalimentan constantemente. Durante la clase y durante los periodos entre tema y tema se propicia el conocimiento a través de la acción. Se busca que cada fase del conocimiento adquirido, en la secuencia lógica en que se van desarrollando los diversos temas, pueda ser evaluable, útil y aplicable, además de que se adapte a las necesidades de los estudiantes. Esto obliga a que el diseño sea flexible (González et al., 1978).

Trabajar en la modalidad de taller comprende aspectos más profundos que tienen que ver con los principios fundamentales de la metodología SARAR o de cualquier metodología participativa.

¿Qué aspectos debemos cuidar cuando planificamos las clases?

Aspectos de fondo

Las siguientes recomendaciones pueden resultar útiles para diseñar la temática en un proceso de educación participativa, correspondiente a un día de clases.

Es necesario ordenar de una manera lógica el tema por aprender; sin embargo, éste se presenta al grupo como una propuesta, pudiendo ser modificado en partes o en su totalidad, de acuerdo con los intereses del salón de clases y, sobre todo, con sus necesidades inmediatas. Es preciso que el alumnado conozca todo el programa y pueda captar la dimensión del proceso temático. Al finalizar el primer tema, los estudiantes ya contarán con esta experiencia y tendrán mayores elementos para diseñar el segundo. Las condiciones objetivas están sujetas a cambios, y el grupo puede requerir dar respuesta a problemas presentados durante el momento presente, por ello, la flexibilidad es una de las características que debe prevalecer en el diseño de los programas.

Aun establecido el programa al inicio del curso es muy difícil calcular los tiempos exactos para llevarlo a cabo, ya que un tema puede presentar aristas inesperadas que se deben tratar y en las que se requiere profundizar a fin de que sea aplicable para el estudiante, una vez que se encuentre en el salón. No se recomienda sacrificar la profundización de un tema para cumplir con todo el programa escolar. Se dan situaciones en la práctica en que la clase se alarga a petición de los estudiantes o el horario se amplía para aclarar un tema. Esto se debe realizar siempre por consenso para contar con el interés de todo el grupo, o regresar al tema al día siguiente.

También puede ocurrir el caso contrario, el tratamiento de un tema bastante manejado por el grupo puede demandar menos tiempo si todos están de acuerdo con las conclusiones, lo cual puede corroborarse durante el ejercicio de evaluación del aprendizaje, si el resultado arroja un buen manejo del tema por el grupo.

El maestro/facilitador que le dará seguimiento al grupo durante el proceso de aprendizaje vigilará todo el proceso.


El facilitador propicia la investigación permanente del grupo



El facilitador va cambiando de función en la medida en que el grupo avanza. Al inicio, su presencia es más visible: propone las diversas técnicas de aprendizaje; conoce al grupo, sus inquietudes, intereses, fortalezas y debilidades de información y de formación; detecta el grado de participación; se mantiene alerta para nunca dejar que decaiga el interés y el dinamismo, y para identificar los silencios. Durante la segunda fase, su presencia se va diluyendo: provoca la discusión, pero permite que ésta se dé sin su participación, y aparece cuando se requiere alimentar al grupo con nuevos datos. También propicia la investigación permanente del grupo.

El facilitador tiene que trabajar con el grupo a fin de adecuar su forma tradicional de presentar un tema, a la verdadera forma de trabajo en un taller. Esto no siempre se logra, pues es muy difícil tratar de cambiar, ya que existen resistencias fuertes por parte de los maestros que fueron enseñados de manera tradicional. Sin embargo, se debe realizar un esfuerzo e intentarlo.

El facilitador diseña dinámicas que permitan al estudiantado reflexionar con respecto a su accionar; asimismo procura que el grupo se vaya adueñando del taller y adquiera responsabilidad sobre el diseño, ejecución y evaluación del nuevo tema aprendido.

Al inicio, el aporte viene principalmente del facilitador. Sin embargo, desde el primer tema se busca el aporte de todos.

En un tercer momento, el grupo ha adquirido total cohesión, y aun los más tímidos muestran confianza. El facilitador, entonces, acompaña el proceso del grupo, tarea que implica aportar temas nuevos para el taller; ir llenando huecos de información que detecta después de una discusión en plenaria; y registrar para su posterior discusión y reflexión algunos aspectos poco claros, resultantes de la presentación de los grupos de trabajo. Su principal función es no permitir que se pierda el ritmo, para lo cual ha de intervenir cuando el interés esté decayendo e implementar de inmediato una dinámica que recupere la atención del grupo y lo centre de nuevo en la discusión.


Cuando el grupo ha adquirido total cohesión, hasta los alumnos más tímidos muestran confianza



El orden en que se presenta un tema determina si el binomio enseñanza-aprendizaje es participativo o no. Al respecto, éstas son algunas recomendaciones:

Nunca ha de proporcionarse información al inicio, sólo se presenta el nombre del tema. A partir de ello, y a través de diversas dinámicas o técnicas (lluvia de ideas, sociodrama, títeres), el grupo manifiesta todo lo que sabe sobre el tema, tanto en el nivel teórico como por su propia experiencia. Enseguida, el facilitador sistematiza el conocimiento del grupo, en la medida en que diversos equipos van presentándolo, y participa compartiendo en la plenaria la sistematización de la información ya categorizada. El facilitador detecta los huecos de información o algunos aspectos no claros y provoca la discusión en plenaria con palabras o frases generadoras.

Luego, apoyándose en el conocimiento existente del grupo, y a partir de éste, el facilitador proporciona información adicional, aclara aspectos confusos, amplía el conocimiento. Esta parte siempre debe sustentarse en láminas-dibujos, esquemas, carteles seriados, en pares o contrarios, etc., o, cuando sea oportuno, apoyarse investigando en Internet.

Finalmente, el facilitador presenta un ejercicio que permita evaluar el grado de aprendizaje.

Un salón de clases trabajado a manera de taller es tanto un espacio de reflexión colectiva, enseñanza y aprendizaje de un tema técnico específico, como también un espacio donde se adquieren y practican en grupo diversas técnicas y herramientas para el binomio enseñanza-aprendizaje. En un taller se aprende y se acompaña a los estudiantes en su experiencia autogestionaria de aprendizaje. Es un espacio de convivencia que permite establecer lazos afectivos entre los participantes, que se traducen en acciones coordinadas de los involucrados. En la escuela, los maestros realizarán trabajos de apoyo mutuo, evitando la duplicidad de acciones y su consecuente dispendio de recursos humanos y financieros. Un taller es también un espacio donde crecen todos, facilitador y participantes.


Aspectos de forma

Adicionalmente a estos aspectos de fondo que hemos descrito, es preciso cuidar, para el éxito de un taller, algunos aspectos de forma, por ejemplo, el local, el mobiliario y los materiales requeridos.

¿Cómo es un facilitador?

El facilitador sabe que las constantes
intervenciones bloquean el proceso del grupo.
Él no insiste para que las cosas
salgan de una manera determinada.

JOHN HEIDER


A lo largo de este texto se ha utilizado el término facilitador varias veces y se ha dicho que el maestro debe convertirse en un facilitador. ¿Cuál es la disimilitud entre estos dos términos? Si recurrimos a la semántica, encontramos que existen diferencias: maestro es el que difunde, divulga, propaga y enseña una ciencia, arte u oficio; facilitador es el que simplifica, hace factible, sencillo, comprensible, inteligible, obvio, claro, posible, practicable, realizable, asequible, el aprendizaje. Esta discordancia se acentúa cuando nos remitimos a la historia de la educación. Años ha, su papel se entendía tal como lo define la semántica: alguien que extiende un conocimiento al otro, en este caso, hacia el estudiante; “del que sabe al que no sabe”, como se suele pensar.

No es la intención profundizar en esta polémica. El término maestro se sigue utilizando en todas las escuelas, pero lo importante es la función que desempeña en el salón de clases. Al maestro a cargo de una comunidad escolar y que realice actividades educativas le llamaremos facilitador en tanto no se apropie del proceso del estudiante.




Lo vertical y lo horizontal

Aun cuando se han mencionado algunos aspectos sobre estos términos, para avanzar en el análisis se debe profundizar en lo vertical y lo horizontal si se refiere a formas de trabajo en las escuelas.

Por enseñanza horizontal entendemos aquella en donde los educandos junto con el maestro participan en todo el proceso para la adquisición del conocimiento, desde la planificación, hasta la evaluación. Donde no sólo es el grupo mismo el centro del aprendizaje, sino que participa en el seguimiento y la dirección. Donde su presencia es dinámica, participativa y no sólo receptora de información dada por otros. El participante de este proceso es un permanente investigador de la realidad; no se convierte en un acumulador de información memorizada, sino que utiliza procesos mentales complejos que lo llevan a la reflexión y a producir conocimiento.

El facilitador ya no ocupa una posición de superioridad y de autoridad frente al grupo ni sólo se preocupa por la enseñanza, sino que conduce y orienta procesos de aprendizaje.

Un aspecto que define la educación horizontal es la ausencia de esa figura autoritaria y paternal, tan común en la enseñanza tradicional y vertical. En lo participativo está lo democrático, lo que permite un liderazgo rotativo de forma tal que todos los participantes vayan asumiendo el rol de facilitador. Esta práctica genera una atmósfera de trabajo en el interior del salón de clases, que conduce a los participantes a formular sus planteamientos para discutirlos entre todos a mayor profundidad. De esta forma, el aprendizaje va respondiendo a las necesidades del grupo, y el facilitador aporta su conocimiento sin imponer criterios ni obligar a la comunidad educativa a aceptar sus puntos de vista.


Un aspecto que define la educación horizontal es la ausencia de la figura autoritaria y paternal del facilitador, tan común en la enseñanza tradicional



El facilitador debe tener un sinnúmero de recursos que le permitan mantener la comunicación fluida, de forma tal que la discusión y el análisis se den entre los miembros del grupo, y del grupo con el facilitador. Quedará claro que él no posee todas las respuestas y soluciones, sino que éstas deben ser descubiertas por los propios educandos. Ya no existe una relación de dependencia hacia el facilitador; el grupo no espera que él determine los tiempos, los contenidos, y defina cómo se va a desarrollar un tema, sino que el facilitador provoca la independencia del grupo. A mayor independencia, mayor responsabilidad. Él fomenta que el grupo busque varias alternativas a sus cuestionamientos y aporta su experiencia como un insumo para la comunicación y reflexión grupal.

Una diferencia sustancial entre la enseñanza vertical y la horizontal es que, en la primera, el profesor da por hecho que el alumno debe estar siempre atento, como una obligación y no como producto de su interés. Un facilitador debe provocar ese interés, y lo tendrá si el tema por tratar ha sido demandado por el grupo.

En la educación horizontal y participativa se busca fomentar la relación entre los integrantes del taller para que intercambien experiencias de todos los conocimientos acumulados, ya que éstos son recursos valiosos para el aprendizaje. Lo aprendido en el salón de clases se aplicará en la vida real días después de que concluya el periodo escolar; por lo tanto, no se le está preparando para un futuro incierto sino para un presente rico en posibilidades y necesidades. Se busca generar un ambiente de cordialidad, camaradería, lleno de sentimientos positivos, ya que éstos son determinantes para la calidad del aprendizaje y para que todos, aun los más tímidos, puedan expresar sus dudas, sus aportes, su experiencia y sus conclusiones, producto de sus propias reflexiones.


Con un ambiente de cordialidad y camaradería, se busca que todos, aun los más tímidos, puedan expresar sus dudas, sus aportes, su experiencia y sus conclusiones



Aprendizaje participativo

Hemos recogido de Heider (1985) lo que nos parece adecuado a un proceso de aprendizaje participativo. Presentaremos las recomendaciones agrupadas por temas:


Sobre el antilíder

Un buen facilitador no trata de evitar a toda costa que el estudiante se equivoque. Si los responsables de la educación nacional y mundial lo han hecho durante mucho tiempo, ¿por qué quitarle al estudiante su derecho a equivocarse? El aprendizaje también proviene de los errores cometidos. Difícil tarea la de colocar el bienestar de la comunidad escolar por encima de nuestras propias metas particulares y personales. Nos debe quedar claro que no hay fórmulas ni recetas prefabricadas para que el facilitador realice su trabajo. El antilíder se debe mantener alerta en todo tiempo a fin de que el grupo descubra su propio bien, crezca su autoestima y encuentre sus propias soluciones, haciendo lo que se debe hacer.

Facilitar es más potente que empujar. Demostrar o dibujar una conducta es más potente que imponer. La lucidez estimula a la gente, pero el brillo excesivo la inhibe.


Sobre el proceso

Un buen facilitador permite que el proceso se despliegue por sí mismo, no empuja para que las cosas ocurran, debe conocer las fuerzas actuantes en el interior del grupo escolar. Sin embargo, los procesos se deben facilitar aclarando conflictos. Esto se logra con sentido común y sabiduría tradicional, teniendo una clara conciencia del proceso y no tratando de controlar al grupo por la fuerza, aun cuando ésta se disfrace de sutiles manipulaciones. Empujando no se construye un grupo sólido. Las constantes intervenciones pueden ir minando la coherencia y creando facciones. Podría provocarse una resistencia y que el grupo se cierre.

El facilitador debe tener un profundo conocimiento de cómo ocurren las cosas. Cuando se intenta controlar un proceso autogestionario de un grupo escolar, en realidad lo estamos deteniendo. Debemos recordar que el maestro también tiene su propio proceso; desarrollando la capacidad de observarlo, se puede entender mejor el de la comunidad estudiantil. Este último debe surgir naturalmente. El maestro-facilitador ha de mantenerse muy alerta para poder detectar, a tiempo, el surgimiento de un interés, un problema, un conflicto. Al inicio se puede apoyar con oportunidad; si se interviene demasiado, disminuye la posibilidad de enriquecer su propio proceso.


Sobre la intervención

El facilitador sabe que las constantes intervenciones bloquean el proceso del estudiante, por lo que no insiste para que las cosas salgan de una manera determinada. La experiencia del alumnado puede presentar otras alternativas. Un buen maestro no interviene innecesariamente, permite que el grupo avance por su cuenta. Se debe facilitar el proceso de otros, no el propio.

El facilitador no se debe entrometer ni controlar; tampoco ha de imponer las necesidades y convicciones propias a los demás. Si no confía en el proceso del otro, el otro no confiará en el facilitador. Sin embargo, existen situaciones en las que el facilitador considera que se requiere intervenir con fuerza y rapidez, incluso con dureza. Reconocer este momento requiere mucha experiencia. Facilitar no es cosa sencilla; se necesita provocar la reflexión cuando algo está saliendo mal para que sea la comunidad la que busque la solución. Si el facilitador entrega la solución, se va generando una dependencia difícil de quitar y que bloquea la posibilidad de llegar a la autogestión lo más rápido posible. Aun el descontento le permite a la comunidad presentar una lucha creativa.


Estar bien centrado

Cuando un facilitador está bien centrado, con los pies en la tierra, puede trabajar con los estudiantes aun en situaciones difíciles y críticas. Centrarse implica poseer la habilidad de recuperar el propio equilibrio incluso en situaciones de conflicto y permanecer alerta pudiendo detectar aquellas acciones que son producto solamente del entusiasmo súbito. Para lograr esto, existen recomendaciones diversas, sobre las cuales valdría la pena reflexionar:


¿Cómo controlamos nuestras emociones? ¿Podemos ser realmente imparciales y no tomar partido por ciertos grupos dentro del salón?


¿Tenemos la capacidad de permanecer abiertos y receptivos ante cualquier tema que surja?


¿Podemos mantenernos relajados aun en situaciones tensas que se presentan entre los grupos de estudiantes?


Conociendo las polaridades y las contradicciones que se dan en el interior del salón de clases, ¿permitimos que el proceso se despliegue por sí mismo?


¿Qué tanto predicamos con el ejemplo?


¿Cuánto hablamos y cuánto permanecemos en silencio para dar lugar a que los estudiantes se expresen?


¿Logramos que las polaridades que existen en los grupos colaboren, o permanecen en conflicto?


¿Hemos cultivado la paciencia de forma tal que, aun teniendo la solución a un problema dado, nos callamos a fin de permitir que los estudiantes se esfuercen por descubrirla?


¿Provocamos espacios suficientes para que la comunidad reflexione sobre su propio proceso?




Un facilitador bien centrado puede trabajar con los estudiantes aun en situaciones difíciles y críticas




Un buen facilitador sabe cuándo actuar, cuándo escuchar y cuándo apartarse. El trabajo con el grupo debe estar asentado en un bienestar obvio y natural.

Si logramos todas estas características (tomadas de Heider) y desarrollamos las cualidades señaladas, cuidando eliminar los defectos, podremos acercarnos bastante al concepto de facilitador, ya que realmente lograremos facilitarle el camino a las comunidades estudiantiles para que desarrollen su propio proceso autogestionario. Así, podremos asegurarnos de que el paso del estudiante por la escuela le permitirá tener éxito en la próxima etapa de su vida, ya sea académica o laboral.

A manera de conclusión

Como hemos podido apreciar a lo largo de esta exposición, la aplicación de las metodologías participativas y la metodología SARAR representa un avance sustantivo en la planeación, ejecución y diseño de los proyectos educativos. Esto se fundamenta en su especificidad psicopedagógica, la cual permite considerar la otredad de los sujetos sociales para involucrarlos de manera activa y participativa en los procesos educativos, a fin de lograr que el conocimiento permanezca a largo plazo.

Involucrar a los estudiantes en armonía con su comunidad educativa es una de las expectativas de los programas y proyectos educativos para lograr el aprendizaje. Hemos conocido una herramienta que puede orientar esta acción.

Referencias

GONZÁLEZ, J. de J., A. Monroy, y E. Kupferman (1978). Dinámica de grupos. Técnicas y tácticas. México: Concepto.

HEIDER, J. (1985). El tao de los líderes. El Tao Te-King de Lao-Tse adaptado a la nueva era. México: Merlin Libros.

NOTAS

* Doctora en Agroecología. Consultora latinoamericana en desarrollo rural sostenible de la FAO y evaluadora del Programa para la Seguridad Alimentaria de la FAO en México.
Créditos fotográficos

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