Los maestros en la escuela
socialista mexicana de 1934-1940:
¿UNA ENSEÑANZA ACTUAL?

Elvia Montes de Oca Navas[*]


Mientras el caos reine en los mentores, la anarquía se
enseñoreará en los educandos y se les lanza a
caminar sin rumbo fijo, sin sendero cierto, tambaleándose
por la confusión de las ideas, la embriaguez de las doctrinas
y el torbellino de los programas […]


IGNACIO GARCÍA TÉLLEZ

En el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río, 1934-1940, se efectuaron diversas reformas constitucionales con el propósito de mejorar las formas de vida de los mexicanos; una de ellas, al artículo 3° constitucional, referido a la educación impartida por el Estado. Esta reforma puso en vigor la educación socialista, especialmente en las escuelas elementales y en las de alfabetización para adultos. En los discursos oficiales de las autoridades federales, encabezadas por el propio Cárdenas, y en particular en los relacionados con autoridades de la Secretaría de Educación Pública, se elaboró y difundió un ideal de lo que debían ser la escuela y los maestros socialistas; en este trabajo se analizan tales discursos.



c Introducción

Los seres humanos nos movemos en una realidad socialmente compartida a través de imágenes y discursos; en el discurso dominante se articulan y mezclan posiciones y pensamientos distintos, donde se enfatizan unos conceptos y se ocultan otros, y en los que los sujetos se identifican.

Un sujeto concreto o un grupo de sujetos se reconocen en un imaginario social que corresponde a su yo ideal, aceptado socialmente como modelo. Entre los modelos imaginarios está el del profesor, una identificación simbólica que confirma o niega el ideal del maestro en un momento histórico dado, construido desde el pasado con ingredientes de símbolos y tipos anteriores. Un ideal se presenta como modelo de imitación.

El propósito de los discursos, sobre todo de quienes dirigen al grupo social que se estudia, es interpelar a los otros para que se identifiquen con los contenidos de los mensajes. De ahí los discursos de Lázaro Cárdenas dirigidos a los maestros socialistas, en los que les pedía identificarse y comprometerse con su trabajo en las escuelas, a favor de la construcción de un proyecto de nación, difundido desde el gobierno encabezado por él mismo.

El discurso oficial presentó al maestro socialista como un líder de la comunidad, ya no un apóstol, como en la década anterior vasconcelista; ahora tendría que ser un sujeto activo a la manera de un dirigente intelectual, moral y político que trabajaría para transformar la realidad social en la que laboraba. Esto fue aceptado por quienes compartieron las bases en las que se apoyaba la educación socialista, no así por sus opositores, para quienes los mentores socialistas eran unos “revoltosos politiqueros”, que sólo habían llevado la discordia y la división a sus pueblos. Estos modelos de escuela y maestro socialistas son los que se abordan en este estudio, con el propósito de conocer lo que se esperaba de la reforma educativa, en especial de sus maestros.

La metodología del estudio se basó en la utilización de documentos que corresponden casi todos a la misma época: 1934-1940, dirigidos principalmente a los docentes. Los sujetos de esta investigación fueron los discursos dirigidos a los profesores acerca de lo que eran la escuela socialista y los maestros que se ocuparían de ella, en particular los de educación básica, y entre ellos de manera preferente los que no eran “maestros de carrera”, sino mentores empíricos que no contaban con la preparación académica e ideológica necesaria para la correcta aplicación de la reforma de 1934. De ello se encargarían las escuelas normales por las que estos mentores improvisados no habían pasado; profesores casi todos rurales, cuyas condiciones académicas e ideológicas los colocaban en desventaja frente a los que estaban estudiando la carrera, o que ya la habían cursado.

c Algunos modelos ideales de los profesores mexicanos anteriores a los socialistas

La educación considerada como palanca de desarrollo de los pueblos ha depositado en sus maestros su principal esperanza para lograrlo, así lo han expresado teóricos importantes de la educación en México, por ejemplo, Justo Sierra, quien, en el discurso que pronunció en la inauguración de la Universidad Nacional de México en 1910, dijo:

La educación considerada como palanca de desarrollo de los pueblos ha depositado en sus maestros su principal esperanza para lograrlo, así lo han expresado teóricos importantes de la educación en México, por ejemplo, Justo Sierra, quien, en el discurso que pronunció en la inauguración de la Universidad Nacional de México en 1910, dijo:


Justo Sierra en la inauguración de la Universidad Nacional de México en 1910


Al avanzar el siglo XX, el papel social que debían desempeñar los maestros –que para Justo Sierra tenía hasta un carácter divino– fue ensanchándose más todavía en la medida en que se fortalecía la sociedad mexicana. José Vasconcelos, secretario de Educación Pública en el gobierno de Álvaro Obregón (1921-1924), llevó a cabo una amplia campaña educativa, y uno de sus pilares principales, no el único, serían los maestros, al menos así lo decía el secretario en sus discursos:

Los educadores de nuestra raza deben tener en cuenta que el fin capital de la educación es formar hombres capaces de bastarse a sí mismos y de emplear su energía sobrante en el bien de los demás. Esto que teóricamente parece muy sencillo es, sin embargo, una de las más difíciles empresas, una empresa que requiere verdadero fervor apostólico (1982: 115).

Los profesores fueron considerados como apóstoles de la educación, responsables de educar, capacitar para el trabajo y la convivencia social y alfabetizar a todos los mexicanos, especialmente a quienes estaban más necesitados de dicha tarea de los profesores-apóstoles laicos. Recordemos en esta época la labor de las Misiones Culturales establecidas desde la Secretaría, y el trabajo desarrollado por los “misioneros” que las integraban, en particular en las regiones más necesitadas del país.

El tiempo corre, y llegamos así a la década de los treinta y la escuela socialista.

c La escuela socialista, 1934-1940

La idea de ruptura y cambio absoluto en la historia es una mera abstracción, en ella imperan las continuidades. La política educativa dominante del periodo cardenista reforzó las ideas de una educación pública, controlada y vigilada por el Estado-gobierno, gratuita, laica, obligatoria, nacional y socialista.

México fue gobernado de 1934 a 1940 por el general Lázaro Cárdenas. Su gobierno se rigió –el propio Cárdenas lo repitió muchas veces en sus mensajes y discursos oficiales– por la Constitución de 1917 y las leyes reglamentarias, y por el Plan Sexenal de Gobierno 1934-1940, que tenía como pilares fundamentales: la defensa de los recursos naturales del país, la aplicación de las leyes laborales a favor de los derechos de los trabajadores, el reparto de tierras a los pueblos campesinos a la manera de ejidos, y la reforma educativa que implantó la educación socialista.

El artículo 3° reformado establecía:

La educación que imparta el Estado será socialista, y además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.

La escuela socialista no iba a ser la constructora del socialismo en México, pero sí modelaría las nuevas formas de pensar en las conciencias de los niños, necesarias para preparar los cambios que realizarían ellos mismos cuando fueran adultos y dirigieran los rumbos del país. Uno de los ejes centrales de la escuela socialista fue inculcar en los alumnos la subordinación que debía haber de los intereses individuales a los de grupo. El grupo, no el individuo, dirigiría los rumbos de la escuela, la cooperativa, el sindicato, el comisariado ejidal, el partido y todas las organizaciones necesarias para coordinar los trabajos siempre en equipo.

Ignacio García Téllez, primer secretario de Educación Pública en el gobierno de Cárdenas, convencido de la nueva escuela socialista, la explicaba así:

La escuela debe devolver al individuo la libertad por la ciencia, el bienestar por el disfrute de la riqueza social, la dignidad por la seguridad en la justicia y la plenitud del pensamiento como consecuencia de la fraternidad y el goce del bien y de la belleza (1969: 10).

Lázaro Cárdenas del Río, presidente de México del 1 de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940

Los maestros encargados de llevar a cabo la reforma educativa serían los principales responsables de su correcta aplicación, por lo que era necesario formar y reformar a los mismos mentores de acuerdo con la nueva escuela socialista. Los defensores de la reforma debían divulgar el ideal del nuevo maestro, acorde con la nueva escuela.

Cárdenas llamaba a colaborar con su gobierno a todos los mexicanos, gobernantes y gobernados, y lo hacía en nombre de la Revolución. Al ser expulsados del país Plutarco Elías Calles y otros personajes de la época, Cárdenas pudo ejercer un gobierno propio, sin la sombra del “jefe máximo de la Revolución”. Entre los pendientes, estaba el impulso de la reforma educativa y la educación socialista.

La escuela socialista, según Cárdenas, era un medio para unificar conciencias, formas de pensar y percibir el mundo, tanto el que corresponde a la naturaleza como a la sociedad. El Estado se haría cargo de la educación de manera exclusiva, quitándole así toda posibilidad de participación a las diversas iglesias y religiones. El propio presidente se declaró enemigo de que la educación estuviera en manos del clero; en uno de sus discursos, sostuvo:

Y consecuente con el criterio revolucionario de que corresponde al Estado la orientación educativa del país, no se permitirá que ninguna agrupación religiosa continúe proyectando su influencia sobre la educación nacional, aprovechando a la juventud y a la niñez como agentes de división de la familia mexicana, con el propósito avieso de convertir a las nuevas generaciones en enemigas de las clases trabajadoras y de las instituciones avanzadas (1978b: 133-134).

Lázaro Cárdenas propugnaba una enseñanza laica, utilitaria y colectivista, así quedó asentado en el discurso que pronunció en Durango el 30 de junio de 1934, siendo todavía candidato a la Presidencia:

… [una enseñanza] que prepare a los alumnos para la producción cooperativa, que les fomente el amor al trabajo como un deber social; que les inculque la conciencia gremial para que no olviden que el patrimonio espiritual que reciben está destinado al servicio de su clase, pues deben recordar constantemente que la educación es sólo una aptitud para la lucha por el éxito firme de la organización (1978a: 133).

Una educación en y acorde con la realidad, no al margen de ella, una educación que requería de nuevos maestros, métodos, contenidos, programas, libros escolares y todo lo que significa una reforma educativa completa.

Una educación que favoreciera el establecimiento de escuelas, escuelas que, de acuerdo con las ideas de Ignacio García Téllez:

… dejen de ser patrocinio de las aristocracias del dinero, de la sangre o de la fe y se entreguen a un trabajo de utilidad social que prepare una juventud para el servicio de una colectividad humanitaria, emancipada de las contradicciones sociales producidas por la inhumana explotación del trabajo de los hombres, mujeres y niños (apud Rodríguez, 1976: 68).

La nueva escuela socialista debía capacitar a las nuevas generaciones para el trabajo productivo, formar en ellas un espíritu independiente, optimista y creador; hacerlas fuertes físicamente, orientarlas en busca del progreso y el bienestar, a fin de que prepararan la venida de mejores tiempos para todos los mexicanos, no sólo para los que desde siempre habían aprovechado su posición para ser los únicos beneficiados por la educación.

Ignacio García Téllez, primer rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y primer secretario de Educación Pública en el gobierno cardenista

Uno de los primeros y fuertes problemas al que se enfrentaron los maestros socialistas fue la oposición encabezada por el alto clero católico. Esto se inició desde antes de que la reforma fuera puesta en marcha a la llegada de Lázaro Cárdenas, cuando ya se estaba discutiendo en el Congreso, y siguió inmediatamente después que Cárdenas llegó a la presidencia.

Pascual Díaz, arzobispo de México, el 30 de abril de 1934, antes de aplicarse la reforma, había ordenado que circulara una Carta Pastoral en las iglesias católicas, especialmente en las de la ciudad de México, que estaba dirigida a todos los feligreses que se sintieran afectados por la “escuela impía”, como calificaba a la escuela socialista este personaje de la historia mexicana. En la carta referida, se autorizó a todos los curas a instruir a los padres de familia sobre el peligro que corrían si mandaban a sus hijos a las escuelas socialistas y advertirles que, si lo hacían, no recibirían los sacramentos, y con ello se les negaría la absolución de sus pecados; lo mismo pasaría a los maestros que enseñaran “cualquiera de las proposiciones heréticas del socialismo”.

Leopoldo Ruiz y Flores, arzobispo de Morelia, publicó en La Prensa (12 de noviembre de 1934): “Ningún católico puede ser socialista sin faltar gravemente a sus deberes, como tampoco pertenecer al PNR [Partido Nacional Revolucionario] desde el momento en que éste se ha declarado abiertamente socialista, lo que es peor, ateo”.

Otra vez Leopoldo Ruiz y Flores, en Excélsior (12 de diciembre de 1934), publicó un comunicado a los mexicanos en el que calificó de ilícito establecer o apoyar la escuela socialista, así como mandar a los niños a las que entonces ya existían. Es de llamar la atención la fecha en que apareció este comunicado y lo que significa para casi todos los mexicanos.

Con estas amenazas y arengas del alto clero católico, hechas a un pueblo católico ¿qué futuro le esperaba a la escuela y a los maestros socialistas?


Leopoldo Ruiz y Flores, arzobispo de Morelia y delegado apostólico (izquierda), con Pascual Díaz Barreto, arzobispo de México, ca. 1934


Como respuesta a estos opositores, Cárdenas defendía a la escuela y a los maestros socialis-tas así:

… no es atributo del gobierno, ni está dentro de sus propósitos combatir las creencias ni el credo de cualquier religión. Se ha dicho que la educación socialista combate la religión y arranca a los hijos el amor de sus padres. Eso es mentira. La educación socialista combate el fanatismo, capacita a los niños para una mejor concepción de sus deberes para con la colectividad y los prepara para la lucha social en la que habrán de participar cuando alcancen la edad suficiente para intervenir como factores en la producción económica (1972: 208).

No sólo el alto clero católico y hasta el mismo papa Pío XI se manifestaron abiertamente en contra de la escuela socialista, también hubo otras organizaciones, como la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), quien afirmó: “La función del maestro es educar e instruir, pero, de ninguna manera, convertir a los maestros en propagandistas de doctrinas y mucho menos en líderes de ninguna cosa” (Excélsior, 27 de diciembre de 1939). A estos y otros ataques más a la reforma educativa de 1934, había que contestar a través de medios efectivos que difundieran la reforma, y convencieran a sus opositores, especialmente a los maestros encargados de aplicarla, pues para el éxito que se esperaba, era indispensable convencerlos de la necesidad de la reforma educativa.

El triunfo de la reforma no sólo estaba en manos de los maestros socialistas, sino de la sociedad entera; para ello era preciso que se convencieran de sus beneficios sociales, beneficios que alcanzarían a todos los mexicanos. La cooperación de todos era un elemento indispensable para el triunfo de la reforma, así lo entendía y explicaba el secretario García Téllez:

No bastarán las ampliaciones de los presupuestos, ni los estímulos al magisterio, ni la modernización de los planteles, programas y métodos escolares, si no se cuenta con la cooperación de los familiares, el fervor de los maestros, la adhesión de los individuos y de la colectividad en el cumplimiento de las normas de justicia social, de democracia integral nacionalista y de fraternidad humana que presiden nuestras instituciones (1969: 16).

La educación socialista debía armonizar el desarrollo de todas las facultades humanas –in-telectuales, éticas, sensitivas y volitivas–, orientarlas hacia la búsqueda de la verdad y dirigir la conducta del educando hacia el logro del bien y la belleza. La escuela y la cultura impartida y aprendida en ella sólo serían un medio y no un fin en sí mismas, necesarias para conducir a los niños hacia su desarrollo pleno, fincado en el bienestar de las mayorías desheredadas, pues ninguna reforma educativa sería posible “… cuando las minorías privilegiadas gravitan sobre niveles de vida inhumanos” (García, 1969: 125). Este era el pensamiento que guiaba a uno de los defensores y difusores de la reforma educativa de 1934, el secretario de Educación del primer gabinete del presidente Cárdenas, Ignacio García Téllez.

c Los maestros socialistas

En El Nacional (7 de junio de 1935) apareció publicado el “Programa de estudios y de acción de la escuela socialista”, implantado desde el gobierno federal para toda la República. En este programa se pueden conocer los derechos y los deberes de los niños de entonces, las modalidades distintas que iba a tener la educación en México, especialmente la educación elemental, según las circunstancias físicas, geográficas, económicas, étnicas en las que estuviera la escuela y la comunidad toda, pues no era lo mismo una zona rural que una urbana o una indígena. La educación debía ser distinta de acuerdo con los diferentes medios sociales existentes en el país, pero seguir los mismos fines: preparar para la producción material y la defensa de los derechos ciudadanos.

En el Programa, se enuncian algunos derechos de los niños:

El niño tiene derecho a ser un agente de su propia educación y a sentir el placer de la investigación y el descubrimiento de la verdad, por lo cual se debe dejar que colabore él mismo en la formación de su propia cultura, guiándole y ayudándole en ello […]

El niño tiene derecho a que se le respete su mentalidad no imponiéndole ideas fanáticas, prejuicios o conceptos de la vida que dificulten o impidan la sana formación de su conciencia […]

Tiene derecho [el niño] a contar con maestros revolucionarios, de vocación, de carácter, ilustrados, que no tomen su cargo como simple medio de vida y que crean firmemente en los ideales socialistas por alcanzar (El Nacional, 7 de junio de 1935).

Con relación a los deberes de los niños, tenían la obligación de respetar y ayudar a sus padres y maestros, en quienes se tenía confianza por ser importantes medios de cambio. El Programa dice:

Los maestros de escuela han sido, a través de nuestra Historia, fieles aliados y activos sostenedores de las ideas revolucionarias; actitud que se explica porque en el ejercicio de su profesión, seguramente han visto de cerca las consecuencias de un sistema social injusto, y han descubierto las manifestaciones perjudiciales de un régimen basado en desigualdades arbitrarias.

Se dijo entonces que los maestros de la nueva escuela socialista tendrían el apoyo total y amplio del gobierno federal, de los estatales y de los municipales, que serían respetables y respetados por las comunidades en las que se encontraran trabajando, siempre y cuando ellos cumplieran con sus labores y se ganaran el respeto de todos los implicados en esta reforma educativa. En el Programa se les recomendó a los maestros: “Jamás usar de asperezas, de coacciones ni de otros medios de represión, que no sea la amonestación cariñosa, manteniendo conveniente disciplina derivada del trabajo y de la responsabilidad”.

La misión de los maestros socialistas no se concretaría a la escuela, sus tareas comprendían más allá de ella, y abarcaban incluso la comunidad en la que se hallaba enclavada. “Su misión en el orden social exige su colaboración para el cumplimiento integral del programa de la Revolución” (Cárdenas, 1978a: 172). Así se dirigió el presidente a los maestros en Uruapan, Michoacán, el 2 de agosto de 1935; los maestros socialistas serían líderes sociales del cambio.

Son muchos los programas, mensajes y discursos de Lázaro Cárdenas en los que habla del maestro socialista modelo:

El educador de nuestro tiempo debe servir de ejemplo emulativo [sic] a sus discípulos por su capacidad, amor a su profesión y su personalidad moral, debe hacerse obedecer por el afecto que inculca, no por el castigo que atemoriza; convencer demostrando con la verdad de su enseñanza, mas no por el aprendizaje memorista o la fe en el dogma que impone; buscará la cooperación entusiasta de sus alumnos, no la ciega subordinación a su autoridad burocrática; los estimulará por el placer que logre inculcarles en su trabajo, de ninguna manera por una disimulada obediencia pasiva [basada] en estudios forzados (1934: 8).

Cárdenas pedía ya no más maestros de saber enciclopédico, acostumbrados a la vida sedentaria y que trabajaban cómodamente en las ciudades, enseñaban en un limpio e iluminado salón y a través de apuntes y pizarrones, no en el surco ni en el taller, que era donde hacían más falta, ayudando a formar generaciones capaces para luchar por una vida honrada y productiva. Para él, la verdadera escuela socialista, y por ende los verdaderos maestros socialistas, debían promover y lograr una educación integral en sus alumnos, desechar la tendencia individualista y competitiva de la vieja escuela, que sólo adiestraba la inteligencia y la memoria, y lograr el desarrollo armónico del pensar, el querer, el hacer y el sentir de los alumnos.

Los profesores estaban organizados en agrupaciones locales y nacionales. Durante el cardenismo, los docentes formaron diversas asociaciones: el Frente Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (FUNTE), 1935; la Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (CNTE), 1935; la Federación Mexicana de Trabajadores de la Enseñanza (FMTE), 1937. Finalmente, el magisterio se unió en una gran organización sindical: Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM), 1938, y adoptó como tareas –al menos así se dijo en los discursos–, ser un ejército cuyas armas serían la ciencia y el trabajo; luchar contra la ignorancia, la superstición y la desigualdad social; formar mentalidades libres de dogmas y prejuicios irracionales; constituir un profesorado constructor de una patria para todos, orgulloso de su labor social; acorde todo esto con la nueva escuela socialista. La escuela fue vista por los profesores convencidos de la reforma, como medio para la construcción de una mejor sociedad.


Primera Convención Técnica del STERM, Taller de la Gráfica Popular, México, 1940


El STERM desarrollaba diversas actividades para capacitar ideológica y pedagógicamente a sus miembros. Entre estas actividades estaban las conferencias que unos mentores daban a otros menos capacitados, por ejemplo sobre la historia de México y, de manera especial, sobre la historia de la educación en México. Las exposiciones giraban alrededor de la lucha de clases como motor de la historia, y la necesidad de terminar con la explotación capitalista. Como resulta obvio, estas declaraciones y otras más hicieron temer un cambio en el rumbo de la historia del país, y que la reforma educativa se convirtiera, contrario a sus propósitos originales, en un medio de lucha y confrontación entre los diversos sectores sociales, incluso desde el interior del magisterio mismo: los que se veían favorecidos por la reforma y los que se veían amenazados en sus intereses económicos e ideológicos; lo mismo sucedió entre el profesorado, dividido a favor y en contra de la reforma educativa de 1934.

En algunas revistas de la época, aparecen artículos donde miembros de las llamadas “clases medias” –empleados de distintos tipos, especialmente burócratas, además de algunos maestros e intelectuales de entonces– le reclaman a Cárdenas y a su gobierno hablar sólo de dos clases sociales, burguesía y proletariado, como únicos integrantes de la sociedad mexicana, mientras que ellos, que eran miembros de las llamadas clases medias, ¿qué lugar ocupaban en este proyecto social?

Carlos Franco Sodi, uno de los maestros designados por el Instituto de Orientación Socialista, organismo gubernamental destinado a capacitar a los nuevos maestros socialistas, contestó que la llamada clase media o clases medias eran un mito, y que sólo había dos clases: asalariados = proletariado, y dueños del capital y de los medios de producción = burguesía, nada más (1935: 12). Luego, los mexicanos, todos, debían ubicarse en una de esas dos clases sociales y desempeñar el papel que la historia les había delegado. A los maestros les recordaba que, por ser asalariados, debían estar al lado del proletariado y no hablar de clases medias inexistentes.

Otro ideólogo de entonces, tal vez menos conocido que los que aquí se mencionan, Agustín Rodríguez Ochoa, contestaba a quienes preguntaban por las clases medias: “Sólo hay dos clases sociales: la que domina los medios de producción y los dominados. Las demás capas sociales amenazan con desaparecer continuamente absorbidas por las dos clases fundamentales” (1936: 145).

En los comunicados oficiales dirigidos a los profesores socialistas, se les pedía que fueran creativos, en particular en el manejo de nuevos métodos; más importante que qué enseñar, era cómo enseñar, y más todavía para qué enseñar conforme con un proyecto social dominante. Se les pedía se apoyaran en la ciencia y la razón. El profesor Rafael Ramírez, importante ideólogo de entonces, especialmente en el campo de los docentes, así se dirigía a ellos: “Los maestros de la nueva escuela de México deben tener elevadas a su máximo la[s] capacidad[es] de renovarse día tras día para que no se llenen de polvo ni se apolillen como les pasa a las cosas que permanecen estáticas y quietas” (1935: 15).

Los maestros socialistas debían ser innovadores y estar abiertos al cambio. Los reclamos de formar nuevos maestros socialistas venían a veces de los mismos mentores, específicamente de algunos reconocidos ya por su experiencia y manejo de la pedagogía, la didáctica, el conocimiento de las disciplinas y la nueva escuela socialista. El profesor Juan B. Salazar, jefe del Departamento de Enseñanza Secundaria, en las conferencias que dio a los profesores del entonces Distrito Federal, habló también de los nuevos maestros socialistas:

… cuya conciencia socialista se ha formado, no en los libros, sino en el gran libro de la observación diaria de la miseria social de millones de niños [y] adolescentes que pueblan las aulas, y que encontrarán en las escuelas los instrumentos y las armas para llevar a cabo su propia liberación material y espiritual (1935: 7).

Se necesitaban maestros revolucionarios formados en y por la vida, y a favor de los más necesitados y menos favorecidos por la sociedad, sin poner en riesgo la paz social, necesaria para el desarrollo del país. Luis Sánchez Pontón (1935), otro miembro del Instituto de Orientación Socialista, insistía en la unidad que debía existir entre los intereses individuales y los intereses sociales; los maestros socialistas debían encontrar “el punto de unión” de estos intereses, de tal manera que procuraran que el desarrollo individual provocara el desarrollo social.

A los profesores socialistas se les exigía estudiar a fondo la reforma educativa, y no dejarse confundir por sus opositores, ya que debían ser los primeros convencidos de ella:

Sin convicción profunda del ideal socialista, jamás podrá analizar la situación de las clases trabajadoras, con intención de mejorarlas; sin criterio, los métodos son un fracaso en todos los aspectos de la vida; sin convicción, qué importa el más hermoso y perfecto de los programas que pudieran delinearse (Palacios, 1935: 6).

El éxito de la reforma era en gran medida responsabilidad de los profesores. Sin embargo, previendo los peligros que los maestros podían correr en su trabajo, José Muñoz Cota les recomendaba prudencia: “No es el ataque, no es el grito, no es el insulto, la amenaza, la blasfemia, es el razonamiento: descubrir cómo todas esas riquezas pueden ser beneficiosas para nuestro pueblo y abrirle así a nuestro pueblo el camino de la liberación” (1935: 11).


Visita de Lázaro Cárdenas a una escuela primaria en donde se había implantado ya la educación socialista


Así como sólo había dos clases sociales opuestas entre sí, pero formando parte de una misma sociedad y por ello comprometidas con el logro de un mismo proyecto nacional, también se dijo entonces que sólo había dos clases de profesores: los revolucionarios y los otros, los que permanecían ocultos en las escuelas, oponiéndose “desde abajo” a la reforma, calificados por eso como “enemigos de la revolución social”. Seguramente fue difícil y arriesgado para los maestros ser considerados como los otros y poder mantener sus trabajos; por eso, tal vez, los no convencidos por los beneficios prometidos con la educación socialista se declaraban también socialistas, revolucionarios y defensores de la reforma educativa, todo para no perder sus puestos en las escuelas.

El mismo secretario García Téllez advertía a los maestros de los peligros que entonces acechaban a la sociedad mexicana, y se refería al papel que ellos debían tener para defenderse y defender a sus comunidades de tales peligros. El secretario advertía a los maestros socialistas:

Sobre todo tened presente que la crisis fundamental estriba en la bancarrota de la moralidad; y la superstición del fanatismo se ha sustituido por la idolatría del oro y en el arrecife de la concupiscencia han naufragado incontables capitanes de la Revolución; los tesoros del subsuelo se han convertido en mito para el pueblo (García 1969, 34).

A la pregunta de qué rumbos iba a seguir la educación en México, en manos de los maestros y las escuelas socialistas, el secretario de Educación contestaba:

En consecuencia, la primera labor de divulgación de la doctrina que sustenta la reforma puede sintetizarse en los siguientes conceptos: conocimiento claro y preciso de la realidad económica e histórica del proletariado; vinculación de la escuela al proceso de la producción nacional, con miras a la construcción de una sociedad igualitaria; capacitación para el trabajo dentro de la práctica del cooperativismo, adaptada a condiciones regionales; reforma de los libros de texto, principalmente de enseñanzas relacionadas a las luchas que el proletariado ha sostenido con las clases explotadoras y supresión de los libros tendenciosamente escritos por organizaciones de carácter confesional; cultivo de la emoción estética y del vigor físico de la juventud y de los adultos, dentro de un sentido de solidaridad y acción combativa que deben encauzar a las masas para desterrar la supervivencia de la idolatría y de los perjuicios individualistas que cimientan el régimen capitalista. En esta forma la escuela será el taller de una nueva y más justa vida social (El Nacional, 8 de enero de 1935).

Sobre esto reflexiona García Téllez en la década de los treinta del siglo pasado, cuando todavía la Revolución de 1910, escrita con mayúscula, seguía viva en el imaginario social mexicano como un proyecto nacional en vías de ser cumplido cabalmente, en especial por el gobierno encabezado por Cárdenas. García Téllez llamó a Cárdenas “prócer de la Revolución”.

c Conclusiones

La educación en México, en particular a partir de su independencia política, ha sido una de las preocupaciones fundamentales de quienes gobiernan el país. En el artículo 3° de la Constitución general de 1917, se estipuló lo referente a este asunto; y este artículo fue reformado en 1934 para establecer que la educación en México sería socialista. Dicha reforma realmente no duró más allá de lo que duró el gobierno de Lázaro Cárdenas; sin embargo, a pesar del corto tiempo de su existencia, los principios en los cuales se fundó eran muy válidos para su tiempo, e incluso para los tiempos que hoy vivimos.

La reforma educativa de 1934, guardando las distancias y las diferencias que existen entre el México de entonces y el México de hoy, tuvo una buena difusión, específicamente entre el magisterio, a través de la prensa. El Nacional, “periódico oficial” del gobierno cardenista, fue el que más espacio dedicó a la tarea de difundir la nueva reforma educativa.

En el gobierno de Cárdenas, este periódico fue reformado, desapareció la “nota roja” y en su lugar, páginas centrales, apareció la “Nueva escuela socialista”. En esta sección, los maestros, especialmente los de educación primaria que trabajaban en diversos lugares del país, daban a conocer sus experiencias científicas, didácticas, pedagógicas y metodológicas, obtenidas en la aplicación de la reforma.

En el programa mencionado en este trabajo, se establecen los derechos de los niños, pero acompañados de los deberes, concepto del que poco hablan los niños de hoy que sólo defienden sus derechos. Los contenidos éticos de la reforma de 1934 difundidos en los diversos documentos oficiales son los que corresponden a los valores humanos considerados como universales: honradez, lealtad, responsabilidad, honestidad, veracidad, compromiso social, trabajo, respeto, solidaridad, ayuda. ¿Cuáles son los contenidos éticos que se deben fomentar en la educación de los alumnos, contenidos en la reforma educativa actual?

Si bien esta reforma tuvo poca duración y sus resultados, por ende, no pueden ser suficientemente valorados, además de que también asustó a unos y contrarió a otros por su carácter socialista –así anunciado desde su nombre–, no está por demás conocerla mejor y rescatar lo que de ella puede servirnos en estos días.

Hoy los mexicanos presenciamos una nueva reforma educativa, y se dice que será fundamental para mejorar la calidad de la educación que reciben los educandos en las escuelas. Nuevamente se ha reformado el artículo 3° constitucional. En los discursos oficiales se habla preferentemente de la recuperación de la educación por parte del Estado-gobierno, y de la evaluación de los profesores en ejercicio. Menos se ha dicho del tipo de profesor que se requiere para llevar a cabo una reforma que sigue incierta en cuanto a rumbos y fines de la educación, contenidos, programas y planes de estudio, métodos, libros escolares, condiciones físicas de las escuelas de los niños, de los padres y de los maestros, un censo escolar verdadero y un enorme etcétera que se puede agregar a las cuestiones implicadas en una efectiva reforma educativa.

El tiempo y la historia nos dirán hacia dónde va esta reforma educativa, qué es lo que realmente pretende el gobierno con ella y cuáles fueron sus alcances. Mientras tanto, ¿no les sería útil a quienes corresponde organizar, legislar y administrar este campo social tan importante para el desarrollo sano de los pueblos como es la educación, conocer algo de su historia y, antes que esto, conocer las realidades sociales tan diversas en las que vivimos quienes habitamos este México, que no es uno solo, sino muchos y diferentes Méxicos?

c Referencias

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NOTAS

* Investigadora independiente. Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; miembro activo de la Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana (Shela) y de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación (Somehide).

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