Áreas naturales protegidas de México: LAS RESERVAS DE LA BIOSFERA Andrés Ortiz Garay[*] ![]() Esta segunda entrega sobre las áreas naturales protegidas de México es introductoria al conocimiento de las reservas de la biosfera, una de las categorías en las que se dividen los territorios decretados como zonas de protección para los ecosistemas naturales y sus recursos. Los temas abordados en este artículo también son muestra de la compleja relación entre naturaleza y cultura.
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c Áreas naturales protegidas de México: las reservas de la biosfera
Desde que los primeros homínidos surgieron en el planeta Tierra hace unos seis millones de años –aunque la exactitud de los fechamientos puede ser discutible–, las relaciones entre la humanidad y la naturaleza han sido a veces armónicas y a veces conflictivas. La especie de homínidos de la que se supone descienden los humanos modernos es la llamada homo sapiens; los restos fósiles más antiguos que se conocen de esta especie se remontan no más allá de doscientos mil años antes del presente, así que, en contraste con otras formas de vida, podemos decir que el ser humano es prácticamente un recién llegado en la historia evolutiva de nuestro planeta. Durante la mayor parte del tiempo que abarca su presencia en la Tierra, las sociedades humanas fueron grupos de cazadores-recolectores cuyas posibilidades de sobrevivencia dependían directamente de la obtención de los recursos existentes en los hábitats naturales donde vivían. Alimentos, remedios para su salud, vestimentas, refugios, armas y herramientas los conseguían mediante la caza y pesca de animales o la recolecta de vegetales, piedras, resinas u otros productos naturales. Del mismo modo obtenían sustancias y elementos –por ejemplo, plantas enteógenas, plumajes exóticos, materiales minerales, etc.– que utilizados de maneras mágicas y religiosas obraban el efecto de convertir el símbolo en realidad dando poder, protección, gozo o conocimiento al espíritu y el genio humanos; esos otros engendros de la naturaleza que, paradójicamente, acabarían por crear una distinción crucial en el proceso evolutivo: lo natural frente a lo cultural. Si bien el lenguaje articulado, el dominio del fuego, la tecnología instrumental y la sustitución de un periodo de celo por la posibilidad femenina de procrear en cualquier momento fueron, entre otros, factores decisivos para la proliferación de los seres humanos, las relaciones entre los cazadores-recolectores y su medio natural se mantuvieron en general dentro de un contexto de equilibrio ecológico hasta que el advenimiento de la domesticación de plantas y animales las transformó de modo radical. A partir del surgimiento y expansión de la agricultura y la ganadería, las sociedades humanas entraron en una lógica cultural diferente: los alimentos y algunas materias primas ya no sólo se obtenían, sino que se producían y hasta se podían almacenar si la cosecha era buena; la manipulación genética de especies, que hoy alcanza altos niveles de sofisticación merced a los estudios genómicos y del ADN, se inició unos diez mil años atrás, cuando en la región conocida como el Creciente Fértil (Mesopotamia, Egipto, Levante mediterráneo y Persia) algunas especies de plantas silvestres fueron poco a poco modificadas, para facilitar su cultivo o mejorar sus propiedades alimenticias, y asimismo sucedió con la domesticación de animales, cuando las respuestas evolutivas de la selección natural se trasladaron de un entorno natural a un entorno humano. A la par del desarrollo agrícola se fundaron asentamientos humanos cada vez más grandes y permanentes, desde los cuales se extendieron redes comerciales y de intercambio antes prácticamente inexistentes. El mayor control sobre la producción y la acumulación de excedentes posibilitaron también la diversificación social y así se crearon diversos estamentos sociales (como los guerreros y sacerdotes) que gracias al perfeccionamiento de habilidades especializadas se convirtieron en las clases dirigentes de los cacicazgos, reinos, imperios y otras formaciones estatales que antecedieron a las naciones que hoy conocemos. A partir del surgimiento y expansión de la agricultura y la ganadería, las Otro gran salto en la evolución cultural de la humanidad se inició mucho después, a finales del siglo XVIII, con la Revolución Industrial y el triunfo de la burguesía en las revoluciones sociopolíticas de Gran Bretaña, Europa occidental y Estados Unidos. El capitalismo, firmemente asentado en la industria mecanizada, el control de las clases trabajadoras y el saqueo de materias primas y riquezas minerales sustraídas mediante la dominación colonial de América, África, Australia y partes de Asia, se instituyó como modo de producción dominante; un modo en el que la urbanización, la industrialización, y la explotación indiscriminada de los recursos naturales se convirtieron en los procesos fundadores de los ciclos reproductivos del gran capital y sus detentadores. En la actualidad, se calcula que la población humana es de unos 7700 millones de personas en todo el planeta y que para 2050 alcanzará 9700 millones; de estas cifras, 54 por ciento ahora y 66 por ciento según las proyecciones para 2050 se consideran como población urbana (datos de la Organización de las Naciones Unidas, ONU). Sin duda, estos saltos evolutivos de la humanidad –resumidos aquí muy esquemáticamente– han provocado modificaciones e impactos en el medioambiente natural, pues bien sabemos que el ser humano ha prosperado alterando el desarrollo propio de la naturaleza. Pero estas perturbaciones no han tenido los mismos niveles a lo largo de la historia evolutiva del planeta. Es obvio que los impactos provocados por las sociedades de cazadores-recolectores de tribus preindustriales no alcanzaron nunca los niveles de degradación y contaminación ambiental, ni los de extinción o peligro de extinción de especies, que caracterizan a los de la era de supremacía de las modernas sociedades industriales y urbanizadas. Como una respuesta ante la intensidad, extensión y profundidad de los impactos antropogénicos sobre el medioambiente que el desarrollo civilizatorio de la humanidad provoca en nuestros días, se ha instituido la creación de áreas naturales protegidas (ANP). Con fundamento en convenios y otros pactos internacionales, la concreción de estas áreas adquiere una realidad más tangible al amparo de políticas, leyes y decretos de aplicación nacional. Desde su fundación hasta su manejo efectivo, las ANP implican el desenvolvimiento de un complicado proceso en el que intervienen los diferentes y muchas veces contradictorios intereses, anhelos y proyectos de una amplia gama de actores sociales involucrados. Según el caso particular de cada ANP, en tales procesos participan: organismos y consorcios internacionales (por ejemplo, agencias de la ONU, bancos multilaterales de desarrollo y organizaciones no gubernamentales), gobiernos nacionales y los de sus entidades constitutivas (estados, municipios, provincias autónomas, etc.), organizaciones de la sociedad civil (con sus diferentes figuras asociativas), empresas y productores privados, entidades sociales y económicas de diversos tipos, así como comunidades locales detentadoras de derechos históricos (ya sea por tratarse de ocupaciones originales con vínculos especiales, generalmente de carácter étnico o religioso, sobre el territorio en cuestión, o por ser agrupaciones que, como los ejidos en México, pueden variar desde pueblos tradicionales hasta colonizaciones de más reciente temporalidad que responden a las necesidades del campesinado y las poblaciones rurales), entre otros colectivos. Como una manera de lograr ese equilibrio, se definen diversas categorías de ANP que (en relación con el tamaño de la superficie de cada zona protegida, los servicios ambientales que brinda, la importancia y singularidad de sus recursos, los grados de conservación en el presente y la viabilidad futura de éstos, además de otros factores) cubren una escala de opciones que, en un extremo, establece áreas de exclusión definitiva mediante la prohibición de toda acción humana que altere la composición natural del ANP, y en el otro, regula la posibilidad de utilizar los recursos existentes de acuerdo con una zonificación que la divide en zonas nucleares (de uso sumamente restringido), de aprovechamiento permitido –llamadas zonas de amortiguación o tampón–, y otras consideradas como de transición o influencia (más abiertas al beneficio económico). En esta entrega y la siguiente de la serie dedicada a las áreas naturales protegidas de México, revisaremos una de esas categorías: las reservas de la biosfera (RB).
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c Reservas de la biosfera
Este tipo de ANP tiene como eje central el ejercicio de tres funciones principales:
En general, las ANP incluidas en esta categoría siguen los lineamientos y directrices definidos por el Programa sobre el Hombre y la Biosfera (mejor conocido como MaB, por sus siglas en inglés). El MaB fue lanzado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) a principios de la década de los setenta del siglo XX con el objetivo manifiesto de establecer bases científicas para cimentar, a largo plazo, relaciones de sustentabilidad entre las actividades humanas y el medioambiente en aquellos lugares donde los ecosistemas naturales aún encuentran viabilidad en el futuro. Concebidas como grandes espacios donde la interacción entre naturaleza y cultura puede evaluarse mediante la ejecución de proyectos piloto que buscan lograr compensación y equilibrio entre la conservación de la biodiversidad original y la necesidad humana de utilizar los recursos naturales para mejorar el bienestar social y económico de sus poblaciones, las reservas de la biosfera han conocido diversas suertes que incluyen tanto éxitos como fracasos, y que, como en México, cuentan ya con cerca de medio siglo de haber sido instauradas como tales, aunque continúan enfrentándose a una serie de problemas que no encuentran una resolución definitiva. En todo caso, es importante considerar que las declaratorias de las ANP como reservas de la biosfera posibilitan la obtención de apoyos financieros y logísticos internacionales al ser integradas en la Red Mundial de Reservas de Biosfera (RMRB), entidad cuyos principales temas y formas de asociación buscan favorecer el intercambio de conocimientos (tradicionales y científicos), la formación de cuadros y especialistas en el manejo y administración del área protegida y sus recursos, el fomento de la educación ambiental en el ámbito global y –ya sea en concordancia con experiencias realmente efectuadas o como simples muestras acordes con una lógica de corrección política– la toma de decisiones participativa e incluyente. No es del todo fácil ofrecer datos inequívocos sobre cuáles son y dónde están las reservas de la biosfera en todo el mundo, ya que continuamente se agregan o se suprimen sitios de acuerdo con las decisiones de las naciones involucradas (pues en principio, las declaratorias de reservas de la biosfera responden a iniciativas soberanas de cada país, aunque luego haya intervención de la UNESCO para aceptar su inscripción en la RMRB). Sin embargo, según las fuentes consultadas, la RMRB reconocía en 2019 la existencia de 726 RB distribuidas en 123 países (20 de las cuales se clasificaban como transfronterizas).[1] Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, Quintana Roo El cuadro 1 puede ayudar a dimensionar, en cierta medida, tanto la distribución geográfica de las RB, como el interés y/o las posibilidades que tienen las diferentes naciones del mundo en la conservación de la biodiversidad y el uso sustentable de los recursos naturales. No obstante, se trata sólo de una primera aproximación, una que para ser realmente demostrativa tendría que complementarse con información referida al tamaño de las áreas[2] (sobre todo en comparación con el tamaño del país en donde están), el estado real de conservación de sus recursos naturales y el detalle de algo que provisionalmente podemos entender como sus niveles de sustentabilidad, las opciones económicas y políticas que han funcionado o no desde que fueron decretadas y otros factores que posibilitarían acercarse a una evaluación certera de lo que en verdad significa que un país tenga más de cuarenta RB y otro apenas una. Pero como no es la intención de este escrito formular tal tipo de evaluación, sino apenas delinear los primeros trazos de un marco comparativo que ayude a situar la actuación mexicana con respecto a las de otros países, creo que el cuadro puede servir para tal efecto. Cuadro 1. Reservas de la biosfera por país y región del mundoa
De acuerdo con el cuadro 1, sólo cuatro estados nacionales sobresalen por tener en su territorio más de 30 reservas de la biosfera inscritas en el MaB. Para nuestra sorpresa, España está en primer lugar (49), Rusia –menos sorprendente dado su gran tamaño– en segundo (45), México va en tercero (44) y China –otro gigante– en cuarto (39). El caso de Estados Unidos, que ocupa un quinto lugar (29) con diez menos que el anterior, es ilustrativo de lo que provocan los vaivenes de índole política, pues hasta el inicio de la presidencia de Donald Trump, esta nación tenía 47 RB (que lo colocaban en el segundo lugar mundial, pero retiró 17 en el año 2017 y una más en 2018). Seguramente, el hecho de que el gobierno de Trump y sus seguidores hayan optado por desconocer la existencia del cambio climático global que amenaza la viabilidad ecológica de nuestro planeta sirve para entender esta decisión que, de otro modo, resulta inexplicable. Sin embargo, tal hecho da pie para reflexionar sobre lo siguiente: a pesar de que una parte de la humanidad está cada vez más consciente de la necesidad de transformar hábitos y modos de vida en aras de alcanzar relaciones más armónicas y sustentables entre el hombre-cultural y el medioambiente-natural, hay otra parte que se aferra al mantenimiento de sus posiciones de poder y privilegio sin hacer caso alguno de las consecuencias que las devastaciones actuales del mundo natural acarrearán a quienes –humanos o no– lo habiten en el futuro. Y esto lo menciono porque otro objetivo manifestado por la UNESCO es que las reservas de la biosfera jueguen también un importante papel como campos para experimentar acciones tendientes a revertir o al menos mitigar parte de los fenómenos que produce el actual cambio climático global. Pero mejor dejemos hasta aquí los intrincados laberintos de la política internacional para centrarnos más de lleno en las reservas de la biosfera de México.
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c Reservas de la biosfera en México
En 1978, bajo el mandato presidencial de José López Portillo, se decretó la creación de la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, la primer ANP en México de esta categoría. Este nombramiento buscaba lograr dos objetivos principales: brindar protección a la biodiversidad de la selva Lacandona de Chiapas (con ecosistemas de selva alta perennifolia y mediana subcaducifolia, bosque de pino-encino, bosque ripario de galería, jimbales y sabana) cuyos recursos madereros habían sido expoliados desde el último cuarto del siglo XIX; e imponer un orden a la caótica situación producida por la actuación de empresas forestales y cazadores furtivos, así como por la colonización indígena (tzotziles, tzeltales, choles y mayas de otros grupos étnicos de origen guatemalteco) y de campesinos, llegados a la Lacandona provenientes de varias regiones de México, a quienes se otorgaron dotaciones ejidales (los problemas suscitados por este tipo de colonización siguen teniendo fuertes repercusiones en el desarrollo y manejo de la Reserva de la Biosfera de Montes Azules). La Reserva de la Biosfera Montes Azules alberga a la laguna Miramar, un maravilloso cuerpo Actualmente se reconocen 44 reservas de la biosfera decretadas por los gobiernos nacionales mexicanos que se han sucedido a partir de aquel 1978. No todas cuentan con designaciones internacionales (como integrantes del programa o de la RMRB, o como sitios patrimonio de la humanidad enlistados por la UNESCO, por ejemplo). Bastantes son unidades territoriales de gran magnitud, otras son medianas y también las hay francamente pequeñas. Hasta diciembre de 2016, la más extensa era El Vizcaíno, pero entonces fueron decretadas otras dos de mayor tamaño, llamadas Pacífico Mexicano Profundo y Caribe Mexicano, ambas básicamente de superficie marina, sin embargo, ninguna de estas dos cuenta con designaciones internacionales (aunque la RB Caribe Mexicano tiene algunos puntos de playas del Quintana Roo continental y de la isla de Cozumel inscritas como sitios Ramsar 1351 y 1921). Luego están: Islas del Pacífico de la Península de Baja California, Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, Calakmul, El Pinacate y el Gran Desierto de Altar, Islas Marías, Sian-Ka’an, Janos, Tehuacán-Cuicatlán e Isla Guadalupe, todas ellas con más de cuatrocientas mil hectáreas de superficie, ya sean terrestres y/o marinas. Por otro lado, las más pequeñas son: Isla de San Pedro Mártir, Sierra del Abra-Tanchipa, Chamela-Cuixmala y Volcán Tacaná, las cuales fluctúan entre algo más de treinta mil hectáreas y algo más de seis mil. El santuario de ballenas de El Vizcaíno forma parte de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, área natural protegida que se localiza en el norte del estado de Baja California Sur, dentro del municipio de Mulegé Cuadro 2. Reservas de la biosfera en México
Fuente: Elaboración propia con información de Conanp, s. f. En el cuadro 2, las RB se presentan de acuerdo con la regionalización que usa la Conanp, resaltando así su distribución geográfica y ecosistémica. Todas las regiones de la Conanp cuentan con reservas de la biosfera, aunque su tamaño varíe considerablemente.[3] Ahora bien, si dividimos el país en tres porciones: norte, centro y sur, tenemos que el mayor número de reservas de la biosfera se localiza en los estados del sur y el sureste (con 17, al agregar una de la región Planicie Costera y Golfo de México, Pantanos de Centla, que ocupa partes de Tabasco y Campeche), le sigue la porción norte (con 15, al agregar otra de esa misma región, Sierra de Tamaulipas, que podría considerarse norteña) y luego el centro (con 12, sumándole igualmente Los Tuxtlas). De las 32 entidades federativas de la república, 6 no tienen RB (Aguascalientes, Ciudad de México, Nuevo León, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas); las otras 26, que sí tienen, podemos agruparlas así: a) los tres estados de la península de Yucatán (Campeche, Yucatán y Quintana Roo, con prevalencia de este último) reúnen 9;[4] b) Chiapas solo y el conjunto de los dos estados de la península de Baja California, con siete cada cual; c) Sonora con tres; d) Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, San Luis Potosí, Tamaulipas, Chihuahua, Durango, Jalisco; Puebla y Nayarit con dos cada uno; e) Estado de México, Oaxaca, Morelos, Guerrero, Coahuila, Colima, Tabasco y Veracruz con una cada cual. Localización de las reservas de la biosfera en México ![]()
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c La relación entre naturaleza y cultura en las ANP
Para finalizar esta introducción a las reservas de la biosfera mexicanas, me parece conveniente hacer un acotamiento respecto a la forma de entender la relación naturaleza-cultura que subyace en el concepto de ANP y quizás especialmente en el caso de la categoría de reservas de la biosfera. La historia de las áreas protegidas modernas es un concepto originado en el pensamiento occidental de la era capitalista posterior a la Revolución Industrial que, en esencia, propone una separación entre la naturaleza y la cultura. Pero esa división tajante entre los dos ámbitos pierde sentido cuando se examina a profundidad el involucramiento de la gente con su medioambiente natural cuando éste aún no ha sido radicalmente transformado por la urbanización y las lógicas de la ganancia capitalista. La mayor prueba de que naturaleza y cultura se encadenan en una imbricada e interdependiente red de vínculos y relaciones es la actuación de otras culturas que conceptualizan el mundo de manera diferente a la llamada cultura occidental. Hoy está sólidamente demostrado que entre los llamados pueblos originarios que persisten en el planeta se encuentran complejos niveles de conocimiento sobre plantas, animales, fenómenos ecológicos, climáticos, geológicos y meteorológicos, que conforman “una lógica productiva y una ética conservacionista […] que se ha convertido en aliado estratégico de los esfuerzos institucionales, públicos y privados del conservacionismo” (Toledo, 2019a). Se trata de cerca de medio millón de personas que hablan unas siete mil lenguas vernáculas y que, por lo general, habitan en los territorios donde hay mayores porciones de biodiversidad en mejor estado de conservación. Aportes científicos muy recientes han demostrado a escala planetaria lo hallado en muchos países: que las porciones de mayor biodiversidad coinciden con los territorios de los pueblos indígenas. En efecto, los avances logrados en las tecnologías de la percepción remota y el procesamiento de datos permitieron que Conservación Internacional localizara 35 regiones del mundo con las más altas concentraciones de especies (hotspots). A ellas agregaron otras cinco, donde la baja población humana mantiene una mínima o nula perturbación de los hábitats. En estas 40 regiones que representan apenas 8.5 por ciento de la superficie terrestre existe 67 por ciento de todas las plantas vasculares y más del 50 por ciento de los mamíferos, reptiles, anfibios y aves del orbe. La presencia de pueblos indígenas en estas 40 zonas revela que ahí se localiza 68 por ciento de las lenguas habladas por esos pueblos, sugiriendo un estrecho vínculo entre la diversidad biológica y la cultural. Por ello se arriba a una modalidad de conservación biocultural con la participación combinada o corresponsable de las comunidades indígenas, los científicos y las instituciones gubernamentales o privadas. Esto adquiere mayor trascendencia cuando se confirma que los pueblos indígenas poseen territorios en 87 países equivalentes a la ¡cuarta parte de la superficie terrestre! (Toledo, 2019). Vista panorámica de la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán en Hidalgo En este nuevo panorama –o nuevo “paradigma biocultural” como lo llama Víctor Manuel Toledo–, México resulta muy relevante, según sostiene este especialista: … con una población originaria o indígena de 25 millones (Inegi, 2015), constituye una nación muy especial en términos bioculturales. Utilizando tres criterios, biodiversidad (cantidad de especies), etnodiversidad (número de lenguas) y agrodiversidad (cifra de centros de domesticación) es posible clasificar a los países bioculturalmente más ricos del planeta. De acuerdo con ese análisis, México ocupa el segundo sitio, después de Indonesia y por delante de India, Australia, Brasil y China. Los territorios indígenas del país, con una superficie de al menos 28 millones de hectáreas, mantienen las áreas mejor conservadas de selvas y bosques, y captan la cuarta parte del agua de lluvia (2019b). En México tenemos así un panorama en el que las historias natural y cultural se han combinado de una forma tal que crean una paradoja, pues, en efecto, México presenta una enorme biodiversidad (quinto lugar mundial entre los países megadiversos) y una gran abundancia de ciertos recursos naturales (cuarto lugar mundial en diversidad de especies forestales, presencia en los mares mexicanos de cerca de la mitad de las familias de peces que se han registrado, importantes reservas petroleras, etc.). Sin embargo, esta riqueza se acompaña con una lastimosa situación de pobreza y extrema pobreza en gran parte de la población del país. Esta paradoja consiste en que muchas de las zonas rurales donde habita gran parte de la población más pobre son también los lugares donde hasta ahora se han conservado mejor los entornos geofísicos donde hay mayor biodiversidad y más abundancia de recursos naturales. Por ello resulta patético que males asociados a la pobreza –como la desnutrición crónica y los altos grados de morbilidad provocados por enfermedades curables, como las muertes por frío[5] u otras secuelas de la marginación– ocurran con demasiada frecuencia entre gente que habita en lugares donde abundan recursos naturales y materias primas, donde la diversidad biótica promete importantes usos farmacéuticos de especies y germoplasmas o, simplemente, donde los espléndidos paisajes naturales son ideales para la obtención de ingresos para la población local a través del fomento de las actividades ecoturísticas. Es igualmente doloroso que los pobres del campo, básicamente campesinos de temporal y de subsistencia, con frecuencia indígenas, al haber sido relegados y marginados del desarrollo socioeconómico obtenido por otros sectores sociales del país, se vean obligados a explotar sus hábitats de una forma tal que cada día se vislumbra como más cercana la amenaza de agotamiento, deterioro o extinción de muchos recursos naturales. Si bien durante mucho tiempo sus modos de producción y la ideología asociada a ellos fueron poco perniciosos para el entorno natural, la relación desigual entablada con las sociedades urbanas, poseedoras de otro tipo de lógicas productivas y otros modos de vida, los ha obligado a confinarse en territorios cada vez más estrechos, a malbaratar su producción y a practicar ellos mismos parte de los procesos que depredan los recursos naturales, al quedar subsumidos en relaciones comerciales, sociales y políticas totalmente asimétricas y desventajosas. México presenta una enorme biodiversidad, sin embargo, esta riqueza se acompaña con una situación de pobreza y extrema pobreza en gran parte de la población del país En la siguiente entrega se abordarán casos específicos de las reservas de la biosfera en México para ejemplificar los problemas de la conservación de la biodiversidad, los intentos para solucionarlos y las expectativas de que las áreas naturales protegidas no sean los últimos refugios de la vida natural sino sus nuevos edenes. ♦
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c Referencias
CONANP, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (s. f.). Listado de las áreas naturales protegidas de México [en línea]: <sig.conanp.gob.mx/website/pagsig/listanp/>. Ir al sitio JIMÉNEZ, P. (2019). Todas las reservas de la biosfera en territorio español. En: Reservas de la biosfera en España [en línea]: <www.e-renovables.es/reservas-de-la-biosfera-en-espana/#Todas_las_reservas_de_la_biosfera_en_territorio_espanol>. Ir al sitio TOLEDO, V. M. (2019a). ¿Qué es la conservación biocultural? En: La Jornada, México, 19 de noviembre [en línea]: <www.jornada.com.mx/2019/11/19/opinion/020a1pol>. Ir al sitio — (2019b). La conservación biocultural en México. En: La Jornada, México, 3 de diciembre [en línea]: <www.jornada.com.mx/2019/12/03/opinion/018a1pol>. Ir al sitio UNESCO-MaB, United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization-Man and the Biosphere Programme (s. f.). Directory of the World Network of Biosphere Reserves (WNBR) [en línea]: <www.unesco.org/new/en/natural-sciences/environment/ecological-sciences/biosphere-reserves/world-network-wnbr/wnbr/>. Ir al sitio VARELA, M., y A. Fernández (2019). España, el país con más reservas de la biosfera del mundo [en línea]: <hablandoenvidrio.com/reservas-de-la-biosfera-espana/>. Ir al sitio Notas * Antropólogo. Ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología. Para Correo del Maestro escribió las series “El fluir de la historia”, “Batallas históricas”, “Palabras, libros, historias”.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Shutterstock - Foto 1 a 3: Shutterstock - Foto 4: www.gob.mx - Foto 5: Correo del Maestro a partir de sig.conanp.gob.mx/website/pagsig/anp/nal/mapasprevios/mapa_actualizado_anps_PREVIO.htm - Foto 6 a 7: Shutterstock CORREO del MAESTRO • núm. 286 • marzo 2020 |