Batallas históricas
RORKE’S DRIFT: GUERREROS CONTRA
SOLDADOS EN LA GUERRA ZULÚ

Andrés Ortiz Garay[*]



En enero de 1879, se libraron dos batallas que dieron inicio a la guerra entre el Reino zulú y el Imperio británico. En una misma fecha, los británicos sufrieron una de sus peores derrotas y una de sus más celebradas victorias en la larga historia de las guerras coloniales. La disparidad tecnológica entre ambos contendientes se haría patente en un pequeño puesto militar británico y se afirmaría en los siguientes meses para desembocar en el sojuzgamiento total de los pueblos nativos de África del sur.



c Batallas históricas. Rorke’s Drift: Guerreros contra soldados en la guerra Zulú

La ganancia territorial y el provecho que se pudiera sacar a los territorios conquistados fue indudablemente una de las razones principales del Scramble for Africa, sucedido en el último cuarto del siglo XIX. Ese término puede traducirse como ‘rebatiña por África’ y se refiere al proceso de conquista y repartimiento de la mayor parte del continente por las potencias europeas que ocurrió entre 1880 y 1914. La Conferencia de Berlín,[1] en noviembre de 1884, sentó las bases para el descarado reparto de territorios que culminó en la ocupación colonial de 90 por ciento de África; pero, ya un poco antes, los británicos habían realizado avances en esa conquista en el extremo sur del continente negro.

La imposición del gobierno británico en Sudáfrica tomó la forma de ataques de numerosas dimensiones en contra de la organización social tradicional y de la cultura: 1) militar y políticamente, la población africana fue sometida; 2) económicamente, la población desplazada y derrotada fue reclutada, primero como fuerza de trabajo en la agricultura y después en la minería de diamantes y oro; 3) ideológicamente, los africanos fueron sistemáticamente domesticados al ser convertidos en el aspecto menos utilizable de la cultura europea –el cristianismo–; y 4) socialmente, un proceso de atomización radical destrozó el tejido de las estructuras sociales tradicionales… Desde 1806 y hasta 1906 Sudáfrica estuvo caracterizada por una serie ininterrumpida de guerras. Las consecuencias de la victoria y de la derrota fueron enormes y son todavía una plaga en la sociedad sudafricana de hoy, debido a que crearon una sociedad de vencedores y vencidos (Magubane, apud Varela, 2000: 137).

En 1652, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales estableció un asentamiento permanente en el lugar donde hoy se levanta Ciudad del Cabo, para abastecer las naves que realizaban el comercio entre Europa y el Lejano Oriente. Poco a poco, fueron llegando colonos protestantes de los Países Bajos que importaron esclavos de Indonesia a fin de que trabajaran para ellos en las granjas agrícolas y las estancias ganaderas, ya que la población nativa se mostraba muy reticente a participar en esas empresas de los nuevos amos. Cuando Holanda se alineó con el imperio de Napoleón Bonaparte (1795-1803), los británicos ocuparon El Cabo con el objetivo de mantener abierta la comunicación con sus posesiones en Oriente, especialmente con la India. Finalmente, en 1814, se instauró una administración colonial británica, que hacia 1843 se extendió a la vecina provincia de Natal.

Durante todo ese tiempo de dominación británica, en la excolonia holandesa hubo continuos enfrentamientos entre los europeos y los nativos africanos; fueron las llamadas “guerras cafres” (kaffir’s wars)[2] contra las poblaciones xhosa de origen bantú,[3] a veces en la forma de disputas fronterizas, pero que en última instancia alcanzaron mayor dimensión y terminaron con el sojuzgamiento total de las tribus xhosa. Estas guerras de conquista marcarían la pauta de los futuros conflictos desatados para dominar a los pueblos zulúes. En su informe a la Corona, el gobernador británico de ese momento (guerra de 1811-12) expresaba cínicamente el punto de vista que imperaría durante todo el siglo XIX: “Estoy feliz de añadir que en el curso de este servicio no ha habido más sangre kaffir derramada que la que parecía necesaria para impresionar en las mentes de estos salvajes un grado adecuado de terror y respeto” (apud Varela, 2000: 150).

La abolición de la esclavitud[4] en Gran Bretaña y sus colonias en 1834 desató nuevas tensiones entre los viejos colonos bóeres y la administración británica que era apoyada por los nuevos inmigrantes. Buscando escapar a la jurisdicción británica, los bóeres aceleraron su movimiento migratorio hacia el noreste, hasta las tierras del este sudafricano, habitadas por otros pueblos bantúes que en ese mismo tiempo también realizaban un movimiento expansivo conducido por una etnia poco antes desconocida: los temibles zulúes. La ruta de colisión estaba trazada, y, aunque Gran Bretaña desconfiaba de los autonomistas bóeres, decidió que, antes de ponerlos en orden, lo primero era lidiar con los africanos.


Las guerras zulúes representan el choque de dos sistemas militares radicalmente diferentes: un ejército occidental, moderno y profesional, armado con los mejores adelantos tecnológicos de aquel tiempo, enfrentado a otro compuesto por guerreros tribales armados fundamentalmente con lanzas y escudos.

El ejército británico se componía de regimientos de infantería, divididos en batallones, pero la unidad táctica eran las compañías de 100 hombres, entre tropa y oficiales (en muchas ocasiones, las compañías tenían algunos hombres menos). Cada batallón se formaba con ocho compañías. Al principio de su campaña, el comandante Chelmsford no contaba con unidades de caballería del ejército regular, pero sí con cuerpos montados de milicias voluntarias reclutadas entre los colonos británicos y afrikáneres, a quienes se unió el Cuerpo de Policía Montada de Natal, que era de profesionales. Además, se reclutó a tres regimientos de infantería y cinco unidades montadas que integraban nativos de raza negra, a pesar de la desconfianza de las autoridades de El Cabo a armarlos (por eso se les daba sólo un rifle por cada 10 elementos y los demás portaban armas tradicionales, así que apenas se distinguían de sus enemigos zulúes por llevar una banda roja en la cabeza).

La principal arma personal británica era un rifle, recargable en cada tiro, que culminaba una cadena de innovaciones tecnológicas realizadas por científicos y armeros europeos y estadounidenses entre 1830 y 1870 (seguida, desde luego, por la producción industrial de las armas de fuego):


El ritmo de las innovaciones continuó en los 1870s. Después de largos ensayos, el ejército británico adoptó un nuevo rifle, el Martini-Henry […] Era de menor calibre que sus antecesores, lo que permitía que los soldados cargaran más munición. Usaba cartuchos de latón que eran más confiables que los anteriores de pa- pel. Probó ser seguro y preciso a unos 800 metros. Se mantuvo en servicio, con algunas modificaciones, hasta la Primera Guerra Mundial y fue ampliamente usado en las guerras coloniales británicas en África. (Headrick, 2010: 262).


Rifle Martini-Henry, modelo 1871


Al mortífero Martini-Henry, los soldados podían añadir bayonetas de medio metro que los zulúes parecían temer más que a las balas, quizá porque las asociaban con sus propias azagayas. Los oficiales portaban revólveres de seis tiros de diversos modelos. En Isandlwana se usaron cañones de montaña que lanzaban obuses de 7 libras y en la batalla de Ulundi a éstos se unieron las terroríficas ametralladoras Gatling.

Armas usadas por
los guerreros zulús

Los impi zulúes se dividían en regimientos (ibu-tho); cada uno tenía un color distintivo que llevaba en sus escudos y era dirigido por un general (induna). El movimiento estratégico favorito de los impi era lanzar el ataque con una formación de los regimientos que recordaba la embestida de un toro: en el centro se situaba una formación fuerte que era la cabeza y que atacaba de manera frontal; a los lados de ésta, actuaban en cada extremo, los cuernos, que trataban de rodear al enemigo en un movimiento de tenazas; y detrás del cuerpo iba el lomo, formado por los guerreros más veteranos, que se encargaban de reforzar a las otras alas y de llevar a cabo la persecución de los contrarios que trataran de escapar.

El arma principal de los guerreros zulúes era la iklwa (nombre onomatopéyico que recordaba el sonido del instrumento al sacarlo del cuerpo herido por él), una azagaya cuya asta había sido recortada para usarla como arma punzante. La iklwa medía cerca de un metro, con una tercera parte de esa longitud formada por una hoja afilada de duro hierro o acero. Para protegerse y empujar, los guerreros llevaban un resistente escudo largo confeccionado con madera y piel vacuna.

De tal modo, los zulúes luchaban un poco al estilo del legionario romano armado degladius (espada corta) y escutum (escudo cuadrado), buscando punzar y acuchillar al contrario. Como el uso de las iklwa exigía el combate cuerpo a cuerpo, se acentuaba la crueldad en las batallas.

Los zulúes también usaban la iwisa (maza de guerra con una bola de piedra o metal ajustada a un palo) para fracturar cráneos y miembros, además de lanzas y jabalinas arrojadizas que lanzaban antes de la carga. Algunos portaban mosquetes antiguos y, tras la victoria de Isandlwana, se apoderaron de rifles y municiones de los casacas rojas derrotados. Sin embargo, en general eran malos tiradores (se dice que apuntaban alto pensando que las balas seguirían una trayectoria similar a la de una lanza) y no acertaron a copiar la táctica británica de descargas masivas contra el oponente.



c El reino zulú

En la costa sureste de la actual Sudáfrica, en el territorio que hoy ocupa la provincia de Natal, comenzaron en algunas jefaturas nguniparlantes –cimentadas en una base clánica– amplios cambios político-militares que generaron tanto alteraciones demográficas entre los grupos nguni y sothoparlantes, como complejos procesos de conquista, expansión y asimilación –mediante matrimonios y diversos mecanismos de absorción– de pueblos diferentes en cuanto a su origen, lengua y cultura. Estos cambios se tradujeron en el nacimiento de una nueva forma de organización político-administrativa, estratificada y centralizada, de un fuerte sentido de identidad y de poderosos reinos (zulú, sotho, ndebele, nguni). Este proceso de transformación afectó a toda la parte sureste del continente, involucrando de manera directa o indirecta a los diferentes grupos étnicos, desencadenando migraciones masivas y batallas sin precedente histórico en el África austral, además de hambrunas acentuadas por una prolongada sequía […] La emergencia del Estado militar zulú (nguniparlante) –y en especial la figura del rey Shaka– es por lo general considerada como la pieza clave para explicar las guerras, las migraciones masivas y el surgimiento de grandes unidades políticas que caracterizaron el periodo Mfecane,[5] aproximadamente entre la segunda y la tercera décadas del siglo XIX, y que tuvo lugar en una amplia zona, ubicada entre la costa del océano Índico y la cadena montañosa del Drakensberg (Varela, 2000: 163-164).

Dibujo del Rey Shaka (1781-1828), 1824

La Mfecane, con sus migraciones, mestizaje y constitución de estados militaristas dotados de una nueva identidad étnica que se alineaba con la conducción de grandes líderes (Shaka nacido en 1787 y muerto en 1828, Dingaan, Mpande y Cetshwayo), coincidió en tiempo y lugar (espacio geográfico y momento histórico, dice Varela) con la extensión del movimiento colonizador de los afrikáners hacia el este –el Gran Trek– y con la decisión británica de afianzar y extender su dominio colonial en el sur de África.

Los pueblos de habla nguni que habitaban lo que hoy se conoce como Zululandia tenían una economía fundamentada en la agricultura y sobre todo en la cría de ganado con propiedad privada de los animales, por lo que se trataba de una sociedad altamente diferenciada en propietarios ricos y poderosos y pastores que cuidaban los hatos a cambio de retribuciones no monetarias. El sistema político se basaba en la primacía de reyes (ingoyana) que gobernaban sobre las varias jefaturas ejercidas por ciertos linajes; el poder del ingoyana encontraba límites en los consejos de ancianos (ama pagati) y de jefes militares (induna). Todo esto hacía conflictivas las relaciones entre las diversas jefaturas y las familias reales. Dingiswayo (muerto en 1817) fue el ingoyana que inició las reformas tendientes a la instauración del estado militar zulú,[6] pero Shaka fue quien las perfeccionó, convirtiéndolas en una verdadera revolución política.

Shaka creó una maquinaria de guerra impresionante, con un impi (ejército) poderoso, disciplinado y con una gran movilidad, sin precedente en el continente; con un sistema de reclutamiento militar obligatorio para todos los hombres adultos, solteros y con buena salud, quienes sólo podían casarse después de haber servido con el impi durante varios años. […] inventó estrategias bélicas, con el uso de las assegais que se convertirían en símbolo del grupo zulú, llamadas iklwa, que eran lanzas cortas que daban ventaja al primer ataque (ventaja a la ofensiva) y permitían que los guerreros no perdieran sus lanzas al atacar, lo que era imposible con las lanzas largas […] la violencia extrema en los combates, la práctica de rituales violentos al terminar las batallas y su personalidad agresiva y autoritaria convirtieron a Shaka en uno de los personajes más polémicos en la historia de África (Varela, 2000: 170).

c Antecedentes

Para el Imperio británico, la colonización de África del sur constituía una condición para que la riqueza obtenida compensara los gastos de la conquista y superara con creces las aportaciones de los inversionistas en la madre patria. Por eso, sir Henry Bartle Frere, alto comisionado británico y gobernador de la colonia de El Cabo en 1877-1879, y el empresario Cecil Rodhes[7] acordaron la construcción de una línea de ferrocarril entre Cape Town y El Cairo. Para reducir las resistencias indígenas a este proyecto, Frere convenció a lord Chelmsford, comandante de las fuerzas británicas en Sudáfrica, de que debía conducir a su ejército a Zululandia. Como pretexto para iniciar la guerra, se envió a Cetshwayo, el rey zulú, un ultimátum que era imposible de satisfacer. Los británicos invadieron en enero de 1879 y los zulúes tuvieron que responder a la agresión. Tres columnas con un total de cinco mil regulares, un cuerpo voluntario de carabineros y el apresuradamente armado Natal Native Contingent (NNC) partieron a la invasión del Reino zulú. Lord Chelmsford comandaba en persona la columna central, que cruzó el vado en Rorke’s Drift el 11 de enero para adentrarse en territorio enemigo. Los carromatos con la impedimenta y los pertrechos iban jalados por yuntas de 16 bueyes, lo que hacía lento el avance diario; por eso, en 10 días sólo se habían recorrido 10 millas.

c Batalla de Isandlwana

Chelmsford ordenó acampar a su contingente en la llanura a los pies de la colina de Isandlwana, y al amanecer del día siguiente, 22 de enero de 1879, ante las noticias de que sus exploradores habían avistado una gran fuerza zulú, partió con un contingente de 2500 tropas de caballería y cuatro cañones para cortarle el paso e impedir que se dirigiera a Natal, que era lo que él creía que harían los zulúes. Así cometió el error táctico de dividir su propia fuerza; pero además cometió otro, que probaría ser más grave, al no ordenar que el campamento en Isandlwana se parapetara formando un bastión en cuadro con los carromatos, los cañones y otros recursos defensivos. Dejó al mando al coronel Henry Pulleine, que no tenía ninguna experiencia en combate.

Por su parte, el impi de unos veinte mil guerreros zulúes no se dirigía a Natal, sino que se acercó a ocho kilómetros del campamento británico sin ser detectado. Aunque durante la mañana había llegado un cuerpo del NNC de cerca de quinientos jinetes e infantes, al mando del coronel Anthony Durnford, para reforzar la posición, éste también se alejó una distancia considerable del campamento con la intención de proteger la retaguardia de Chelmsford. Entonces fue cuando los zulúes atacaron en su clásica formación de la cabeza de toro. Las líneas británicas, que se extendían a lo largo de dos y medio kilómetros en un semicírculo en torno a la colina fueron finalmente rebasadas, rodeadas y destrozadas, debido principalmente a esa colocación en líneas extendidas de las tropas y cañones, que probó no ser la mejor para enfrentar al toro zulú; en parte, también resultó grave la deficiencia en la entrega de municiones para los rifles de los soldados tras agotarse las primeras andanadas.

Hacia las dos de la tarde del 22 de enero de 1879, es decir, dos horas después de que el impi zulú hubiera rodeado el campamento, todo había terminado. De las seis compañías del 24° Regimiento que participaron en la lucha, apenas sobrevivieron una docena de hombres. Murieron veintiún oficiales [entre ellos Durnford y Pulleine]. Casi todos los 1,800 hombres que componían el destacamento original de Isandlwana cayeron en el combate: los regulares del ejército británico, los voluntarios coloniales y los asistentes encargados de los carromatos sumaban 950 efectivos, los nativos pertenecientes a los regimientos de Natal, 850. Los pocos supervivientes consiguieron cabalgar hacia lugar seguro en mitad de la confusión general. Varias horas más tarde, las tropas de la columna central de lord Chelmsford, que en teoría acudían en socorro de los vencidos, llegaron al lugar de la matanza[8] (Hanson, 2006: 313).

Los británicos sufrieron la carnicería de Isandlwana, el desastre más relevante en la historia colonial de su imperio, por haber menospreciado la habilidad de los zulúes para desplazar sus fuerzas a gran velocidad (a pesar de no contar con caballos) y su destreza en el combate cuerpo a cuerpo. Al no estar formados en cuadro, el poder de fuego de los soldados fue superado por la abrumadora superioridad numérica de sus enemigos.


c Batalla de Rorke’s Drift

Cetshwayo kaMpande (ca. 1826-1884) fue el rey del pueblo zulú desde 1873 hasta 1879, así como su líder en la guerra anglo-zulú (el nombre puede pronunciarse como Ketchguayo). Hijo del rey Mpande, le sucedió en el trono tras derrotar en batalla y matar a su hermano Mbulazi, que era el hijo favorito de Mpande. Tras su coronación en septiembre de 1873, estableció su capital en Ulundi (‘lugar alto’) y logró que los británicos reconocieran su soberanía sobre el territorio zulú. Sin embargo, en 1878, la insistencia de lord Frere en que desbandara sus impi llevó a la inevitable guerra anglo-zulú. A pesar de las victorias iniciales de los zulúes, Cetshwayo se negó a autorizar la entrada de su ejército en Natal, pues no quería dar pretexto para ser calificado como el agresor. Fue capturado tras la batalla de Ulundi y exiliado a Inglaterra, donde se entrevistó con la reina Victoria. Regresó a Zululandia en 1883; entonces estalló la guerra civil entre los zulúes, que culminó en un enfrentamiento en el que fue herido y tuvo que esconderse. El 8 de febrero de 1884 murió a la edad de 60 años, no se sabe si de un ataque cardiaco o por envenenamiento. Le sucedió su hijo Dinizulu, que tenía el apoyo de los bóeres.

Cetshwayo es considerado como un símbolo de la resistencia zulú a la dominación británica. En la película Zulu, el papel del rey fue actuado por Mangosuthu Buthelezi, bisnieto de Cetshwayo y fundador del Partido de la Libertad Inkatha, que ha reivindicado la autonomía zulú.

Dabulamanzi kaMpande (¿1839?-1886), medio hermano de Cetshwayo, fue un valeroso pero poco afortunado jefe guerrero de los zulúes. Participó en la batalla de Isandlwana y, al finalizar ésta, dirigió un impi contra la guarnición de Rorke’s Drift. Cetshwayo le había advertido no cruzar la frontera con Natal y no atacar a los británicos si éstos se parapetaban bien, a lo cual Dabulamanzi no hizo caso. Fue un líder en el sitio de Eshowe que inmovilizó a los británicos durante dos meses y peleó en la batalla de Ulundi. Tras la derrota zulú y el exilio del rey, continuó liderando a la oposición antibritánica y su papel fue importante en el intento de restauración de Cetshwayo en el trono, a la que los británicos accedieron tratando de calmar la conflictiva situación del reino. Dabulamanzi acaudilló a los guerreros de la facción del rey, pero fue derrotado en dos ocasiones por el pretendiente Zibhebhu kaMaphitha, que contaba con el apoyo de los bóeres; en 1886 fue asesinado durante una riña con algunos de éstos.

Ntshingwayo kaMahole (ca. 1809-1883) fue el principal comandante del impi zulú en Isandlwana, el rey no le reconoció del todo la victoria, pues estaba muy molesto y dolido por la gran cantidad de bajas zulúes. Durante la guerra civil entre los zulúes, Ntshingwa- yo apoyó el retorno del rey Cetshwayo y murió a manos de sus congéneres en la batalla de oNdini (Ondini, nombre alternativo de Ulundi) en julio de 1883.




Al contrario de lo sucedido en Isandlwana, los oficiales a cargo del puesto en Rorke’s Drift (Chard, Bromhead y Dalton) tuvieron la suficiente sensatez para para preparar una serie de perímetros de barricadas construidas con sacos de harina y cajas de galletas que aprovecharon además las edificaciones preexistentes (un hospital y un almacén). De esta manera lograron defenderse contra una fuerza de cerca de cuatro mil zulúes que los atacó en la tarde del 22 de enero porque pretendía apoderarse de los suministros que había allí y así alimentar a miles de hambrientos guerreros al tiempo que se le arrebataban comida y pertrechos a la columna de Chelmsford.

Como los espartanos de Leónidas en las Termópilas (sólo que sin aliados, pues el contingente del NNC que los acompañaba huyó al enterarse del desastre de Isandlwana por medio de un cuerpo de voluntarios de caballería que huía hacia Natal y pasó de largo), los 139 soldados británicos (35 de los cuales estaban convalecientes en el hospital) y sus tres oficiales se dieron cuenta de que la huida era imposible (pues tendrían que dejar a los heridos o marchar muy lentamente) y debían hacer frente a lo que viniera. Y lo que vino fue un terrible combate caracterizado por intermitentes asaltos zulúes que se repitieron durante la tarde, la noche y la mañana del día siguiente.


La defensa de Rorke’s Drift, cuadro de Alphonse de Neuville (1882)


De ambos lados hubo actos de un valor inusitado y fue sólo la potencia de fuego, la disciplina y la formación defensiva parapetada lo que salvó a los británicos de ser aniquilados. Aunque, muy posiblemente, lo decisivo en la retirada zulú sin lanzar un último asalto que con seguridad les hubiera dado la victoria, fue que los guerreros nativos estaban ya muy agotados tras varios días de marcha y combate y sus oficiales tenían nuevas de que al lugar de la batalla se acercaban las tropas de Chelmsford. Así, la célebre batalla de Rorke’s Drift se saldó con una cuenta de 17 efectivos británicos muertos y 15 heridos. Del lado zulú, tanto en este encuentro como en Isandlwana no es posible cuantificar con exactitud el número de bajas; se ha calculado que el total de ambas podría situarse en alrededor de cuatro mil contando tanto los caídos directamente en la batalla como los heridos que se arrastraron solos hasta morir en algún lugar más alejado. De cualquier forma, el triunfo y la derrota en aquella jornada fueron muy costosos para la nación zulú porque:

El fuego de fusilería se prolongó durante diez horas sin interrupción […] los casacas rojas destrozaron metódicamente los cuerpos de muchos zulús a poca distancia y cercenaron brazos, piernas y vientres con la afilada hoja de sus bayonetas. Los zulús, por su parte, no tuvieron tanto éxito en su intento de herir con sus azagayas el hombro o el cuello de los fusileros que defendían el perímetro, aunque abrigaban la esperanza de que sus propios tiradores pudieran abatir a los vistosos casacas rojas desde las colinas cercanas. Durante la tarde del 22 de enero de 1879 y hasta la mañana del 23, los tenientes Chard y Bromhead transformarían su pequeña guarnición en una auténtica tormenta que derramaría fuego sobre cientos de guerreros zulús (Hanson, 2006: 325).

Frederic Augustus Thesiger,
segundo barón de Chelmsford



El teniente Gonville Bromhead (1845-1891) era oficial de la compañía B del segundo batallón del 24° Regimiento de Infantería, estacionada en Rorke’s Drift para cuidar el vado y el hospital. Provenía de una familia de destacados militares y había obtenido su grado siete años antes. Tras la batalla fue ascendido a mayor. Siguió su carrera en el sureste asiático y en la India, donde murió de tifoidea. Sufría de sordera aun antes de su actuación en Rorke’s Drift.


El teniente John Chard (1847-1897) pertenecía al Real Cuerpo de Ingenieros y había servido en Bermudas y Malta antes de llegar con el 5° Regimiento de Ingenieros a Sudáfrica en diciembre de 1878, es decir, unas pocas semanas antes del inicio de la invasión de Chelmsford. Se le destacó a la reparación de un puente sobre el río Búfalo cercano a Rorke’s Drift. Cuando llegaron noticias de que un impi se acercaba al puesto, el comandante, mayor Henry Spalding, decidió dejar al mando de la guarnición a Chard, ya que –apenas por unos cuantos meses–, de los dos tenientes, él era quien detentaba la mayor antigüedad como oficial. También participó en la batalla de Ulundi, ya como mayor. Siguió sirviendo en el ejército y alcanzó el grado de coronel poco antes de morir de cáncer.

Por su conducción en la defensa de Rorke’s Drift, Chard y Bromhead obtuvieron no sólo ascensos y la Cruz Victoria o Victoria Cross (máxima condecoración de la Corona británica otorgada por actos de valor frente al enemigo), sino también fama y admiración. Sin embargo, estos reconocimientos también despertaron la envidia y la crítica de varios de sus oficiales superiores, que les reprochaban su inexperiencia en combate y que sólo por suerte habían tenido éxito en la defensa de su posición. Con la intención de demeritarlos, se ha dicho que James Langley Dalton (1833-1887), que había servido 22 años en el ejército y alcanzado el grado de sargento, y que al tiempo de la batalla era un voluntario asistente del comisariado de transportes, fue quien en verdad organizó y animó la resistencia en el puesto, pues sí contaba con experiencia en combate. Sea como fuere, Dalton también recibió la Victoria Cross, aunque hasta un año después de la batalla (otros siete soldados también fueron condecorados con la misma medalla, por lo que Rorke’s Drift es la acción bélica con mayor número de cruces en una misma jornada).

Hay dos películas que tratan de las batallas aquí abordadas. Una es Zulu, de 1964, dirigida por Cy Endfield y protagonizada por Stanley Baker (como Chard) y Michael Caine (como Bromhead); la cinta se convirtió en un clásico del cine de guerra, no sólo para el público en general, sino también entre los estamentos militares, y si bien se toma algunas libertades menores respecto a los hechos históricos, realiza de manera muy convincente los aspectos centrales de la batalla en Rorke’s Drift. La otra es Zulu Dawn (Amanecer zulú), de 1979, dirigida por Douglas Hickox, con Burt Lancaster en el papel del coronel Dunford y Peter O’Toole como Lord Chelmsford. Esta cinta trata sobre Isandlwana y de algún modo subraya la soberbia de los mandos británicos como causa de la derrota.





c Conclusión

Pese a que los desastres de Isandlwana, Ineyzane (también el 22 de enero) y Hlobane (28 de marzo con la muerte de 200 efectivos británicos), así como el sitio del fuerte Eshowe (prolongado de febrero a abril) provocaron la retirada hasta Natal de gran parte del comando de Chelmsford, éste recibió prontamente un nuevo ejército llegado de Inglaterra con 10 000 soldados y 400 oficiales (era la respuesta al clamor del público inglés tras las nefastas noticias de lo sucedido en Isandlwana). Así reforzado, el comandante británico marchó sobre Ulundi, la capital del reino de Cetshwayo. Allí, la formación en cuadro, más el contar con caballería profesional, suficientes piezas de artillería y algunas ametralladoras, le permitió obtener una indiscutible victoria. El saldo de otros 4000 muertos (sumados a los arrojados en las anteriores batallas de Kambula y Gingindlovu) fue demasiado para los zulúes, que entonces, julio de 1879, se rindieron ante los invasores.

Pero ni así llegaría la paz al atormentado sureste africano: primero se desataría la guerra civil entre los bantúes-zulúes; un par de años después, las guerras anglo-bóer asolarían los territorios y sus pueblos; a partir de la constitución de Sudáfrica y Rodesia, los regímenes de apartheid allí instituidos crearían una serie de violentos problemas que aún hoy, a 128 años de Isandlwana y Rorke’s Drift, siguen ensangrentando la patria zulú.

c Referencias

HANSON, V. (2006). Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental. México: Fondo de Cultura Económica.

HEADRICK, D. (2010). Power over Peoples. Technology, Environment, and Western Imperialism, 1400 to the Present. New Jersey: Princeton University Press.

VARELA, H. (2000). Sudáfrica: las raíces históricas (de la historia antigua a la paz de Vereeniging). México: El Colegio de México.

NOTAS

* Antropólogo que ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología; actualmente trabaja con Acción Cultural Madre Tierra, A. C. Para Correo del Maestro escribió la serie El fluir de la historia.
  1. Los estados representados en la conferencia fueron: Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Portugal, Rusia, Suecia-Noruega y Turquía.
  2. La palabra kaffir (cafre) tiene una raíz semítica que significaba ‘cubrir’ y por eso se aplicaba a los cultivadores que cubrían las semillas con la tierra al plantar sus cultivos. Fue retomada por la lengua árabe con el significado de ‘infiel’, para referirse a la población negra que no era creyente de la fe islámica. Después fue adoptada y popularizada por los portugueses. Quizás en el siglo XIX no tenía la gran carga peyorativa que ahora tiene; sin embargo, los británicos sí la usaron con una connotación despectiva.
  3. Bantú se refiere a una familia lingüística y a una serie de grupos étnicos (actualmente unos ciento veinte millones de personas) asentados en África al sur del río Congo. Hay cerca de un centenar de lenguas bantúes, de las cuales el luganda, el zulú y el swahili tienen mayor número de hablantes. Antes de la conquista europea del continente, las tribus estaban formadas básicamente por agricultores sedentarios o pastores nómadas y guerreros. En el siglo XIX, en parte como respuesta a las intrusiones de los europeos, se desarrollaron formaciones estatales bantúes, destacadamente entre los zulúes y los sotho. Tras la conquista británica-bóer, el término se generalizó para designar a la población nativa sujeta a las políticas de apartheid comunes a los estados-nación del sur de África.
  4. En África, el tráfico de esclavos se acompañó siempre del tráfico de armas de fuego. Sólo entre 1796 y 1805, Gran Bretaña exportó cerca de doscientas mil unidades al año al África occidental.
  5. Este término ha sido traducido del zulú como ‘golpeteo’, ‘martilleo’, pero esto no resulta claro; de alguna manera, el sentido alude a la guerra total y continua.
  6. Creación de la iklwa como arma nacional, conversión de los centros de iniciación ritual de los jóvenes a la vida adulta en una especie de escuelas militares, y sustitución de los ritos de pasaje por las enseñanzas destinadas a fortalecer la unidad de los grupos de edad varoniles en regimientos para la guerra.
  7. Sir Cecil John Rhodes (1853-1902) fue un empresario y político británico que impulsó la colonización de África del sur bajo la doctrina de la primacía de la raza blanca y la autoridad del imperialismo británico. Se convirtió en virtual dueño y fundador de un país que llevaría su nombre, Rodesia (actualmente Zambia y Zimbabue). También fundó la influyente Fundación Rhodes y la De Beers Company, que llegó a controlar 90% de la producción y comercialización de diamantes en bruto del mundo. También fue el principal inversionista en muchas minas de oro y en la construcción de ferrocarriles, entre otros negocios monopólicos de ese tiempo.
  8. Casi todos los cadáveres de los británicos y sus aliados tenían el abdomen abierto, pues era creencia de los zulúes que sólo con esta horripilante mutilación se podía liberar el espíritu del muerto. Por su parte, los guerreros nativos estaban feamente destrozados por los impactos de las balas calibre .45 de los rifles, cortados por sables y bayonetas.
c Créditos fotográficos

- Imagen inicial: Charles Edwin Fripp en commons.wikimedia.org

- Foto 1: James King en commons.wikimedia.org

- Foto 2: Armémuseum en commons.wikimedia.org

- Foto 3: www.thesouthafrican.com

- Foto 4: Correo del Maestro a partir de Hanson, 2006

- Foto 5: Correo del Maestro a partir de www.military-history.org

- Foto 6: Correo del Maestro a partir de Hanson, 2006

- Foto 7: commons.wikimedia.org

- Foto 8: commons.wikimedia.org

- Foto 9: commons.wikimedia.org

- Foto 10: commons.wikimedia.org

- Foto 11: www.britishempire.co.uk

- Foto 12: commons.wikimedia.org

- Foto 13: www.soldiersofthequeen.com/page13p-LordChelmsford.html