La tutoría en la
ESCUELA SECUNDARIA El objetivo del presente texto es orientar el trabajo docente de las maestras y los maestros de la escuela secundaria en aspectos relacionados con el ejercicio de tutoría, a fin de apoyar su práctica en el aula y motivar la esencia del ser docente por su creatividad y búsqueda de opciones situadas en el aprendizaje de sus alumnos. Introducción
A lo largo de la educación preescolar, primaria y secundaria, los alumnos viven formas de acercamiento al conocimiento, experiencias de convivencia y ambientes de aprendizaje que constituyen elementos necesarios para favorecer el desarrollo paulatino de las competencias para la vida. Por lo general, en las aulas de preescolar es posible brindar una atención más cercana al alumno, donde se le ofrecen oportunidades formativas enfocadas en la promoción de competencias cognitivas y socioafectivas, las cuales son la base para el aprendizaje permanente. La promoción de estas competencias continúa en la escuela primaria, donde se abordan situaciones y se incorpora información que conduce al alumno a desarrollar un nuevo y más amplio concepto de la realidad. Las competencias, en desarrollo desde estos dos niveles, se profundizan en la secundaria mediante la movilización de diferentes conocimientos, habilidades y actitudes que las asignaturas incluidas en el mapa curricular promueven en los alumnos, desde las distintas disciplinas o áreas del conocimiento y tratamientos específicos de cada una. En la cotidianidad del aula, los alumnos de preescolar y de primaria se apoyan en gran medida. La base de ese apoyo es la integración que su maestro hace al relacionar los diversos conocimientos trabajados cuando pasan de un contenido a otro, además de mantener un trato mucho más directo y personalizado con ellos durante toda la jornada escolar. En la secundaria, aunque en apariencia la estructura del aula sea similar a la de primaria, y los sujetos se encuentren en ella como parte de un grupo de pares, el alumno lleva a cabo un proceso de apropiación del conocimiento más autónomo, que implica integrar los aprendizajes y volverlos significativos para la comprensión del mundo, dado que el trabajo con las asignaturas en este nivel lo efectúan diferentes docentes que cuentan con diversos perfiles formativos. Es necesario considerar las distintas dinámicas de trabajo que los docentes de secundaria ponen en práctica al enfocarse en los contenidos que deben aprender los alumnos, y en las personas que aprenden; aunado al número de alumnos y grupos que cada docente atiende.[1] La escuela secundaria debe dirigir sus esfuerzos y encaminar sus acciones hacia la continuidad de los procesos formativos que los alumnos inician en preescolar y primaria. Así, promoverá su desarrollo como personas reflexivas y analíticas, capaces de tomar decisiones responsables que contribuyan a su formación como ciudadanos democráticos e íntegros. Al ser el último tramo de la educación básica, y por las características de las edades de los alumnos que atiende, la secundaria debe constituirse en el nivel educativo que favorezca el aprovechamiento de los conocimientos previos y la afirmación de hábitos, valores y actitudes de los adolescentes frente al mundo.[2] La meta es lograr el perfil de egreso en la educación secundaria para que la persona pueda continuar su desarrollo durante toda la vida. La respuesta a estos retos requiere que docentes, alumnos, directivos y todo el personal de la escuela secundaria, así como desde luego las familias, integren una comunidad de aprendizaje, que tiene como soporte fundamental el trabajo colaborativo.[3] Éste debe llevarse a cabo en diferentes momentos y entre todos los integrantes de la comunidad de aprendizaje, lo cual implica, entre otros aspectos, que los docentes de una escuela compartan información y reflexionen juntos sobre las características de los alumnos: sus intereses, necesidades, fortalezas, problemas, y los retos académicos que les plantea cada asignatura, así como el apoyo que necesitan de manera individual y en grupo. ▼ Trabajo colegiado
Un desafío más de los docentes de secundaria consiste en relacionar la vida y los intereses personales de los alumnos con los temas, discusiones y aprendizajes que se desarrollan en el aula. Como se sabe, el aprendizaje significativo se obtiene mediante la vinculación de las motivaciones y preocupaciones de los adolescentes dentro y fuera de la escuela para lograr que consideren este espacio como propio y realmente necesario para su desarrollo personal. Por esta razón, es importante reconocer, respetar y valorar la diversidad de características e intereses que existen entre los alumnos, y considerar que esta diversidad se expresa de múltiples maneras: tanto en las formas en que responden a las tareas que la escuela les plantea, su disposición ante el estudio y su capacidad para solicitar apoyo a compañeros y docentes, como en cuestiones más personales, entre ellas la manera de valorar su propia participación en la interacción con los otros; su actitud frente al conocimiento, el saber y la cultura; su disposición o no para entender el aprendizaje como una tarea de interés y beneficio personal y social; el modo de afrontar los conflictos y la capacidad de tomar decisiones; además de los valores con los cuales se conducen en su vida diaria.[4] El desarrollo de las potencialidades de cada alumno en su proceso de aprendizaje constituye una responsabilidad que requiere acciones articuladas de la comunidad de aprendizaje. Por ello, el trabajo colegiado constituye un soporte para la atención de los alumnos, y lograrlo implica un reto más para la secundaria. Se trata de un ámbito donde laboran, en general, muchos docentes con formación profesional y condiciones laborales diferentes, hecho que debe valorarse como fuente de riqueza para la comunidad de aprendizaje, ya que ello aumenta la posibilidad de mejorar su práctica gracias a las acciones de retroalimentación que el colectivo pueda realizar, así como al ambiente de confianza y respeto que se logre entre los miembros de la comunidad. Así, el trabajo colegiado contribuye a crear ambientes de diálogo para el intercambio de información y experiencias y la toma de decisiones colectivas; también fomenta la posibilidad de compartir el trabajo y la responsabilidad entre los diversos integrantes de la comunidad de aprendizaje. El trabajo colegiado aumenta las posibilidades de que los adolescentes encuentren en la escuela secundaria un espacio que enriquezca su desarrollo y donde puedan hablar y reflexionar con docentes capaces de constituirse como interlocutores atentos, quienes, además de colaborar con su formación desde la especificidad de una asignatura, sean sensibles y muestren interés y disposición para acompañarlos, comprensiva y solidariamente, como personas comprometidas con las tareas de la comunidad de aprendizaje a la que pertenecen. La diversidad de escuelas secundarias que existen en el país, el reconocimiento de los desafíos cada vez más complejos que la vida diaria plantea a los adolescentes, y las variables presentes en cada región geográfica y en cada plantel, demandan del colectivo docente ajustes en las formas de gestión y organización. La finalidad es propiciar un trabajo colegiado que favorezca la constitución de la escuela como un espacio de identidad y pertenencia para los alumnos, y contribuya a la creación de un ambiente ideal para el crecimiento y desarrollo humano de todos los participantes en la secundaria.[5] Este planteamiento incluye el desarrollo personal y la realización de los docentes y directivos mediante la valoración de la trascendencia de su trabajo cotidiano como formadores de las actuales generaciones. Tal valoración debe acompañarse de una conveniente disposición para la capacitación permanente y el trabajo colegiado. ▼ Propósitos de la tutoría en la educación secundaria
La tutoría ha estado presente en diferentes épocas, espacios formativos y niveles educativos, tanto nacionales como internacionales, y se ha considerado como una disciplina que contribuye a la formación integral del alumnado. En este sentido, la tutoría se considera un tiempo para el acompañamiento y la gestión de un grupo escolar coordinado por un docente. Éste, en su carácter de tutor, contribuye al desarrollo personal, social, afectivo, cognitivo y académico de los alumnos, es decir, a su formación integral. Por esta razón, la tutoría no es una extensión de la asignatura que imparte el docente, tampoco un periodo para realizar repasos o asesorías académicas de las asignaturas, ni para desarrollar actividades sin intención didáctica que desvirtúen su naturaleza. La tutoría promueve, desde la voz y acción de los adolescentes, procesos de autoconocimiento, diálogo, reflexión, autorregulación, desarrollo de habilidades, asertividad, identificación de factores de riesgo y de protección, escucha activa con sus pares y su tutor, los cuales coadyuvan en la convivencia y la conformación de su identidad. Asimismo, el espacio curricular de la tutoría está destinado a desarrollar actividades de reflexión, análisis y discusión del grupo en torno a situaciones de su interés, y además se plantea el trabajo de acuerdo con el desarrollo de cuatro ámbitos, descritos en el apartado “Ámbitos de acción tutorial”, a partir de los cuales se promueve la creación de un ambiente escolar que propicie la integración, la participación y el mejoramiento de la convivencia social. La tutoría tiene como propósito en la educación secundaria: fomentar en el grupo vínculos de diálogo, reflexión y acción, con el fin de fortalecer la interrelación con los alumnos respecto al desempeño académico, las relaciones de convivencia y la visualización de su proyecto de vida. En tanto, el tutor debe generar estrategias preventivas y formativas que contribuyan al logro del perfil de egreso de la educación básica. En la educación secundaria, la tutoría coadyuva al conocimiento de los alumnos, en lo individual y como grupo, para lograr que la escuela cuente con la información necesaria que le permita efectuar su acción educativa con propiedad y así prevenir problemáticas complejas que obstaculizan la formación dentro y fuera de la escuela, por ejemplo: deserción, ausentismo, reprobación, violencia, embarazo adolescente, infecciones de transmisión sexual, adicciones, trastornos emocionales y alimenticios, entre otras.[6] Asimismo, la tutoría contribuye al desarrollo de las competencias para la vida por medio de las diferentes acciones dirigidas a favorecer que los alumnos encuentren el sentido de lo que aprenden cotidianamente en la escuela, movilicen los diversos saberes culturales, científicos y tecnológicos al relacionarlos con el contexto específico en el que se desenvuelven, y consideren la ubicación temporal y espacial de los acontecimientos para el logro de consensos y la resolución de conflictos mediante el diálogo. La tutoría promueve el desarrollo de habilidades que permitan a los alumnos revisar y comprender sus procesos en el aprendizaje de los diversos contenidos curriculares, reconocer en dónde tienen dificultades, qué tipo de contenidos se les facilitan y cómo pueden mejorar, asumir y dirigir su propio aprendizaje a lo largo de su vida. Representa también un ambiente de libertad y confianza donde se prioriza que los alumnos expresen dudas e inquietudes respecto a su vida escolar, así como sus emociones y sentimientos. Permite a los alumnos valorar las relaciones de convivencia con los otros como la vía para establecer la propia identidad y reconocer las diferencias individuales, así como la identidad colectiva, que se construye a partir del establecimiento de motivaciones, tareas y metas de grupo. Aborda situaciones relevantes en la convivencia cotidiana en el aula, la escuela e incluso en la sociedad, en colaboración con los diferentes actores educativos y las familias. Su objetivo es promover el desarrollo de elementos que permitan a los alumnos asumir una postura basada en el respeto a la dignidad de las personas y los derechos humanos, solucionar en forma pacífica las diferencias por medio del diálogo, establecer mecanismos de comunicación con sus pares y los docentes, así como con los miembros de su familia.[7] La tutoría también colabora en el reconocimiento de la diversidad para comprender las características del grupo y valorar las particularidades de los individuos en sus espacios de convivencia. La necesidad de ofrecer tutoría a los alumnos de educación secundaria se sustenta en el beneficio que obtienen al considerarse diversos factores socioeconómicos, culturales y psicopedagógicos que repercuten en su proceso formativo; además, en la ventaja de que los docentes y directivos cuenten con información acerca de las metas alcanzadas y de los problemas para encontrar vías de solución pertinentes. De esta forma, la tutoría constituye un apoyo para la formación de los adolescentes que cursan la educación secundaria, a partir de la expresión de sus inquietudes, necesidades y expectativas tanto personales como académicas. ▼ El tutor
Tutor es el docente que atiende la tutoría en un grupo de alguno de los tres grados de educación secundaria. Esto le permite promover entre los alumnos la valoración de la educación básica como parte de su formación personal, que se visualicen como sujetos sociales y comprendan la importancia de perfilar su proyecto de vida a partir del trabajo en el aula.[8] Asimismo, el tutor es un intermediario entre el grupo y los demás integrantes de la comunidad de aprendizaje para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los adolescentes de educación secundaria. Por ello es necesario que el tutor emprenda acciones (tabla 1) para realizar su labor.
Respecto al tutor, en cualquiera de los servicios de secundaria general, telesecundaria o secundaria técnica, se espera que posea o haga lo necesario para desarrollar los siguientes conocimientos, habilidades y actitudes para llevar a cabo sus actividades y conformar un vínculo significativo con los adolescentes que integran el grupo (tabla 2):
Es importante que el tutor se informe sobre temas relacionados con tutoría, adolescencia y estrategias didácticas, entre otros, y que conozca sobre gustos, intereses y potencialidades de los adolescentes del grupo. También es recomendable que el tutor sea creativo e innovador y proponga al grupo situaciones interesantes, lúdicas y pertinentes a sus inquietudes y necesidades, que permitan analizar con los alumnos los asuntos que impactan su desarrollo y bienestar como integrantes de la comunidad de aprendizaje.[9] ▼ Criterios para la selección del tutor
Aunque todo docente como formador de adolescentes tiene la posibilidad de ser tutor, su selección en los servicios de secundaria general y técnica requiere considerar a uno que imparta alguna asignatura al grupo asignado. El objetivo es que cuente con cierto conocimiento acerca de él y que en su calidad de tutor fortalezca su relación con el grupo y desarrolle estrategias que enriquezcan su acción tutorial. Considerando la diversidad de condiciones del personal docente que labora en las escuelas secundarias, es pertinente que al seleccionar al tutor se considere, además de su disponibilidad de tiempo para atender al grupo, su apertura y compromiso para conocer y desarrollar la tutoría, así como la puesta en práctica de los conocimientos, habilidades y actitudes ya mencionadas. ▼ Ámbitos de acción tutorial
En el tiempo destinado a la tutoría se pretende que el tutor de grupo intervenga en los siguientes ámbitos:
Los ámbitos de acción tutorial se presentan por separado sólo para describir su relevancia y plantear sugerencias de trabajo en cuanto a la formación de los adolescentes; no obstante, todos los ámbitos están relacionados, y al abordar temáticas de interés, que en principio se visualicen para uno de los ámbitos, también repercuten de manera favorable en los otros. Las diversas acciones en torno a los cuatro ámbitos deben ponerse en práctica a lo largo de todo el ciclo escolar y en los tres grados de la educación secundaria. Es decir, todos los ámbitos están diseñados para abordarse con diferentes niveles de profundidad en cada grado y grupo, esto según las características de los alumnos y la dinámica grupal que se vaya presentando. El trabajo conjunto de los cuatro ámbitos de acción tutorial permite cumplir con el propósito de la tutoría a lo largo de la educación secundaria. ▼ Sugerencias para el desarrollo de la acción tutorial
I. Integración entre los alumnos y la dinámica de la escuela Objetivo. Acompañar a los alumnos en acciones que favorezcan procesos de integración entre los diversos aspectos de su vida y la dinámica de la escuela secundaria. Al valorar la diversidad de los alumnos, fortalecer el sentido de pertenencia a la escuela y fomentar el aprovechamiento de los servicios educativos que brinda la institución, se ayuda a contrarrestar la deserción escolar. Tanto el tránsito de primaria a secundaria como el cambio de grado en el mismo nivel educativo producen en los alumnos situaciones diversas: en un primer momento, la búsqueda de amistades, la posible aceptación o no por parte de sus compañeros, la construcción de su imagen frente a los otros; y en un segundo momento, todo lo relativo a la normatividad de la escuela, la infraestructura del plantel, las formas de trabajo de los maestros y las asignaturas que cursarán, entre otras situaciones que inquietan e impactan en la vida de los adolescentes durante cada ciclo escolar en la secundaria. En consecuencia, los adolescentes precisan del acompañamiento en los diferentes momentos de su vida en la secundaria, tanto en lo personal como en lo académico. Durante el ciclo escolar, la tutoría debe ofrecer a los alumnos de todos los grados, atención en cuanto a sus expectativas e inquietudes. Conviene que los tutores organicen actividades que amplíen las experiencias de los alumnos a partir de la valoración de la diversidad, mediante el conocimiento de los integrantes del grupo y de la comunidad de aprendizaje, los servicios que se ofrecen y las formas de organización de la escuela. En cualquier servicio de secundaria, lograr un cambio en el interés de los alumnos hacia el desarrollo de las actividades académicas requiere resaltar la comunicación sobre las pautas de actuación y participación para el grado que se inicia, así como anticipar proyectos y espacios compartidos entre varias asignaturas. En general, los adolescentes de cualquier grupo tienen intereses diferentes respecto a las actividades escolares de la institución y del grupo al que se integran. Se sugiere fortalecer los mecanismos de comunicación para que se familiaricen con la dinámica escolar y las relaciones con sus compañeros. Formar parte de una escuela es un elemento importante de identidad juvenil, siempre y cuando al ser admitido no se pretenda borrar las diferencias y características de cada persona. Es preciso reconocer que antes de ser alumno, el adolescente es un ser con una historia personal en un contexto propio. Los adolescentes demandan claridad sobre las formas de organización y las normas de la escuela y del aula. Más allá de su difusión como un listado de preceptos de comportamiento, se requiere un trabajo de sensibilización sobre su sentido para la convivencia armónica, lo cual les permitiría identificar las actitudes que facilitarán su relación con los integrantes de la comunidad de aprendizaje.[10] El conocimiento y la reflexión sobre las normas dan sentido al uso de los espacios y al aprovechamiento del tiempo durante la jornada escolar, lo cual posibilita disfrutar y formar parte de las actividades académicas, deportivas, culturales y recreativas que se fomentan en la escuela y recibir apoyo de los diferentes actores educativos con que ésta cuenta.
Es necesario que el tutor implemente actividades de manera continua durante el ciclo escolar, así conocerá a los alumnos y obtendrá información sobre cómo se sienten e interactúan en la escuela. II. Seguimiento del proceso académico de los alumnos Objetivo. Promover el desarrollo de estrategias que le permitan al alumno revisar y comprender sus procesos en el aprendizaje de los diversos contenidos curriculares, entender dónde radican sus dificultades, qué tipo de contenidos se le facilitan y cómo puede mejorar su aprovechamiento académico para asumir y dirigir sus aprendizajes a lo largo de su vida. Partir de los rasgos de los alumnos de secundaria plantea la necesidad de reconocer, respetar y valorar la diversidad de características e intereses que existen entre ellos. Esta diversidad se expresa de múltiples maneras: cómo responden a las tareas que la escuela demanda; la disposición ante el estudio; la capacidad para solicitar apoyo a los compañeros y docentes; así como en cuestiones aparentemente más personales: la manera de valorar la interacción con los otros; la actitud frente al conocimiento, el saber y la cultura; la disposición o no para entender el aprendizaje como una tarea de interés y beneficio personal; la manera de afrontar los conflictos y la capacidad de tomar decisiones; además de los valores con los cuales se conducen en su vida diaria, dentro y fuera de la escuela. Más allá de la revisión puntual de las evaluaciones que los alumnos obtienen, para ellos puede ser de mayor riqueza analizar y reflexionar sobre los múltiples factores que intervienen en los procesos de aprendizaje y el desarrollo de competencias. Tales factores resultan importantes al revalorar las diferentes formas de acercamiento y apropiación de los objetos de conocimiento que tenemos como personas. Al visualizar estos elementos, es posible mirar de forma diversa el aprovechamiento escolar para la búsqueda de alternativas factibles que ayuden a contrarrestar los niveles de deserción y reprobación escolares, situación que inquieta a docentes, directivos, autoridades educativas y padres de familia, pero que sobre todo afecta a los alumnos. Es posible afirmar que las problemáticas que enfrentan los alumnos las causan diferentes factores, en lo individual; por ejemplo, la poca motivación para el estudio, el uso inadecuado de estrategias y hábitos de estudio, la violencia escolar, el inadecuado manejo de los cambios fisiológicos y emocionales del adolescente, las exigencias centradas en las calificaciones, los mecanismos disciplinarios coercitivos provenientes de las figuras de autoridad, y la visión fragmentada y descontextualizada de las problemáticas de los alumnos, entre otros. También existen factores contextuales, como el desarrollo desigual que impide que los beneficios educativos alcancen a todos los adolescentes, acentuándose la desigualdad en lugares de mayor marginación y entre las comunidades más vulnerables como: indígenas, campesinos, migrantes y personas con discapacidad; dinámicas familiares y sociales adversas; las creencias socioculturales que priorizan la educación de los hombres y reducen las oportunidades de las mujeres; la descomposición del tejido social que generan la violencia, las adicciones, la corrupción y la impunidad, por mencionar algunos.[11] Usualmente, se pretende contrarrestar dichas problemáticas con medidas remediales, por ejemplo: repasos exhaustivos sobre los contenidos de las asignaturas, tareas escolares carentes de intencionalidad didáctica, instrucciones para contestar exámenes, entre otras, con el aparente propósito de afianzar los conocimientos y que ello se refleje en el mejoramiento de las evaluaciones de los alumnos. Sin embargo, desde la perspectiva de la tutoría, será necesario realizar una reflexión más profunda que desentrañe las posibles causas del mal desempeño de los alumnos y los probables motivos por los cuales abandonan la secundaria, lo cual coarta o posterga la conclusión de su educación básica. Con actividades colaborativas y de trabajo en equipo, los alumnos movilizarán sus aprendizajes, los cuales plasmarán en sus trabajos y ejercicios de expresión como parte de las sesiones de tutoría Ante estos escenarios, el tutor debe dar seguimiento al trabajo de los alumnos en las diversas asignaturas mediante estrategias individuales y colectivas que le permitan identificar, permanentemente, asuntos que representen fortalezas y debilidades en su aprendizaje. Para tal efecto, se buscará que los alumnos cuenten con un espacio donde puedan exponer sus puntos de vista, reflexionar sobre su proceso de aprendizaje, identificar y expresar qué se les dificulta o facilita de cada asignatura, y proponer soluciones individuales y colectivas a los problemas que surjan. Esto le permitirá al docente generar mecanismos para conocer y registrar información de los alumnos y contar con una base sólida sobre la cual definir la situación de ellos en diferentes momentos del ciclo escolar. De este modo, se puede dar seguimiento al proceso académico del grupo escolar. Cuando sea necesario, el tutor solicitará el apoyo de especialistas con que cuente la escuela, como el orientador educativo, o bien de instancias externas que le asesoren para ofrecer a los alumnos la atención que requieran.
Las actividades que el tutor decida emprender deben ser útiles para promover en los alumnos la reflexión y el diálogo sobre el esfuerzo personal y colectivo que cada asignatura les demanda, y evitar guiarse sólo por sus calificaciones. Los resultados se complementarán con la información que el tutor recabe con los docentes del grupo, a fin de buscar alternativas de solución de manera conjunta. III. Convivencia en el aula y en la escuela Objetivo. Favorecer el diálogo y la solución pacífica de los conflictos en el grupo y la comunidad de aprendizaje; el reconocimiento, respeto y valoración de la diversidad y del trabajo colaborativo como un medio para la formación y el desarrollo personal y del grupo, coadyuvando con el mejoramiento de los procesos de convivencia en los distintos espacios en que participan los adolescentes. En la tutoría es necesario abordar situaciones socialmente relevantes que se presenten como resultado de la convivencia cotidiana en el aula, la escuela y la sociedad, en colaboración con los docentes que atienden al grupo, directivos o especialistas con que cuente la escuela; por ejemplo, las Unidades de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER), así como las familias. El objetivo es promover el desarrollo de elementos que permitan al grupo, y a los alumnos en lo individual, asumir una postura basada en el respeto a la dignidad de las personas y los derechos humanos, recurrir a la solución no violenta de las diferencias por medio del diálogo, y establecer mecanismos de comunicación con sus pares y docentes, así como con los miembros de su familia. Por lo general, la frecuencia y las características de conductas disruptivas de la disciplina que se presentan en la escuela dan lugar a la aplicación de medidas y sanciones, pero esto se hace desde un análisis individual de los casos y no de las condiciones institucionales y sociales que influyen en su aparición, ni de las características propias de la adolescencia que permiten explicar y atender muchos comportamientos inapropiados. Esto hace olvidar que los diferentes actores educativos requieren aprender a reconocer y valorar las diferencias de los alumnos, lo que ayuda a ponderar sus potencialidades y necesidades. Es pertinente resaltar aquí la importancia del papel conciliador del tutor, ya que en el ejercicio del análisis crítico, la reflexión comprometida y la necesidad de ser justos, se adquiere el valor de la justicia y la capacidad de ponerla en práctica, lo que favorece la autonomía de criterio y no la dependencia del juicio ajeno. La construcción de nuevas formas de relación entre docentes y alumnos tiene como propósito la convivencia armónica y solidaria en la escuela, acorde con valores que garanticen el respeto y los derechos de toda la comunidad de aprendizaje. Es posible fortalecer las relaciones mediante la creación de un ambiente favorable para la integración y el trabajo colaborativo. La conformación de un entorno de respeto y apoyo mutuo, de confianza para opinar, expresar dudas y equivocarse, colaborar, escuchar y ser escuchado, resulta imprescindible para el estudio y el aprendizaje.[12] Desde esta perspectiva, el salón de clases y la escuela se conciben como lugares privilegiados para el crecimiento personal, en donde docentes y alumnos, mediante actitudes de cooperación, solidaridad y empatía, desplieguen sus habilidades y conocimientos para el fortalecimiento de su desarrollo personal y social. La acción oportuna del tutor en los conflictos entre alumnos, o entre éstos y algún docente o personal de la escuela, debe orientarse a establecer una solución respetuosa de ambas partes, condición necesaria para aprender y relacionarse en un contexto que priorice la convivencia armónica. Esto exige a toda la comunidad de aprendizaje la capacidad para analizar y evaluar objetivamente su participación en la convivencia diaria. Para el tutor supone el reto de identificar y comprender las causas de las inquietudes que dicha convivencia genera en los alumnos. Reconocer la escuela y el grupo como espacios cotidianos de desarrollo personal y social permite que los alumnos valoren las diferencias en las relaciones de convivencia.
La actividad cotidiana en el aula posibilita, además, desarrollar la identidad, así como el sentimiento de pertenencia a un grupo y a un colectivo mayor (el centro escolar); por ejemplo, si el tutor organiza actividades con otros tutores y diferentes grupos de alumnos. IV. Orientación hacia un proyecto de vida Objetivo. Propiciar el autoconocimiento y el desarrollo de la capacidad de elección y decisión de los alumnos. Esto puede hacerse mediante la reflexión sobre el compromiso requerido para la elaboración de un proyecto de vida que oriente sus acciones en lo personal, académico, profesional o en alguna actividad productiva durante su vida. Como parte del diseño de un proyecto de vida viable y flexible, es necesario que los alumnos reflexionen acerca de la importancia de trazarse metas personales a corto, mediano y largo plazos, y visualicen que el conjunto de decisiones sobre distintos aspectos y momentos de su vida presente repercutirán en el logro de proyectos y propósitos. Considerando que un proyecto de vida se construye tras un proceso de análisis, reflexión, decisión y acción con base en las aptitudes de una persona, es preciso trabajar en este ámbito desde primer grado de secundaria. Por ejemplo, en el momento de involucrar al alumno en la dinámica escolar, académica y social de la escuela, también se abona en la definición de los motivos por los cuales los alumnos han decidido continuar con sus estudios, así como en el reconocimiento, valoración y fortalecimiento de sus potencialidades, motivaciones, intereses, que sin duda representan motores que conducen al mejoramiento académico, lo que contrarresta aquellas deficiencias, carencias o problemáticas que atenten contra el logro educativo y formativo del alumno.[13] También resulta factible coadyuvar en la consolidación de la identidad de los adolescentes, mediante el respeto y valoración que los hace reconocerse como miembros de diferentes grupos sociales, al establecer lazos afectivos y de pertenencia, elementos que repercuten en la conformación de adolescentes autónomos y proactivos. A partir del contacto con el grupo, del seguimiento efectuado a los alumnos y de la información que ha recibido de otros docentes, el tutor puede contribuir al proceso de autoconocimiento de los adolescentes en lo que respecta a sus habilidades y talentos, aspiraciones y necesidades de formación. Así, el tutor propicia en los alumnos la reflexión sobre los aspectos que consideren más interesantes, aquellos que les resultan difíciles o atractivos, así como acerca de los que les demandan mayor grado de esfuerzo. De esta manera, los alumnos pueden obtener una idea más clara de sus habilidades y preferencias hacia diversas áreas de estudio y practicar balances periódicos sobre los cambios que experimentan. Una tarea importante que los alumnos deben realizar, a partir de los resultados de tal balance personal, es el bosquejo de posibles escenarios profesionales u ocupacionales para iniciar la búsqueda de información más precisa sobre los perfiles formativos de las diversas áreas por las que sienten mayor interés o agrado. Con base en estos escenarios posibles, los alumnos requieren precisar algunas de las acciones que les permitan arribar a ellos, es decir, los caminos o itinerarios que deben seguir para alcanzar las metas planteadas. Al respecto, es preciso tener claro que un proyecto de vida representa una elección libre, consciente y comprometida. Es necesario dejar en manos de especialistas la orientación vocacional, ya que tienen la formación profesional indispensable para efectuar dichas acciones. No todas las escuelas cuentan con este apoyo, por eso, cuando es posible, se sugiere recurrir a especialistas o instancias externas.
La acción del tutor, junto al trabajo del colectivo docente, de especialistas o instancias de apoyo a los adolescentes, se puede llevar a cabo a partir de diversas acciones que complementen y enriquezcan la visión integral del proyecto de vida. ▼ Plan de Acción Tutorial
Si bien la tutoría no pretende cumplir un programa de estudio, sí precisa planear las acciones que se desarrollarán con los adolescentes. Por tanto, es necesario que el tutor elabore un Plan de Acción Tutorial que le permita anticipar y organizar las actividades con el grupo, es decir, planear las sesiones de tutoría. Esto comprende la integración e interpretación de un diagnóstico de las características, necesidades, inquietudes, intereses y propuestas de los adolescentes para modelar una planeación flexible que desarrollará a lo largo del ciclo escolar. Por lo tanto, cada tutor debe elaborar su propio Plan de Acción Tutorial, acorde con el contexto del grupo, escuela, comunidad y entidad. Dado que en las escuelas prevalecen situaciones, necesidades y problemas que los alumnos consideran prioritarios en el orden de atención, el Plan de Acción Tutorial debe entenderse como un documento indicativo sujeto a permanente reelaboración, y que se modifica a partir de la dinámica del grupo y de los individuos que lo integran, por lo que no puede considerarse como un documento administrativo.[14] Es recomendable que el Plan de Acción que cada tutor realice para su grupo se dé a conocer al colectivo docente para precisar y coordinar, en la medida de lo posible, actividades en función de las necesidades tanto del grupo como de la institución escolar. El Plan de Acción Tutorial debe tomar en cuenta las prioridades establecidas en el Plan Estratégico de Transformación Escolar (PETE), así como el proceso formativo que gradualmente llevan a cabo los alumnos durante los tres años. Con el propósito de articular las acciones en torno a la tutoría, es deseable que se promueva la formulación de un Plan de Acción Tutorial Institucional. Puede hacerlo el colectivo de tutores para cada grado, con base en la detección de líneas comunes que orienten la realización del plan que cada tutor diseña para su grupo, o bien, que la planeación institucional al respecto retome las planeaciones trabajadas por cada tutor. Si es imposible elaborar el plan de manera colegiada, el tutor puede pedir la opinión de otros actores educativos de la escuela, con el fin de retroalimentar y enriquecer su trabajo. En suma, el Plan de Acción Tutorial, tanto del grupo como institucional, es una propuesta que busca coordinar las actividades de tutoría con los principios y prácticas educativas establecidas en el Plan Anual de Trabajo de la escuela. Cuanto más concreto sea el Plan de Acción Tutorial, tendrá más posibilidades de orientar y articular las acciones de cada tutor. ▼ Conclusiones
El trabajo del tutor parte de un clima de confianza y respeto para motivar la participación de los alumnos, además de comprometerse con la preparación de las sesiones semanales para abordar adecuadamente los ámbitos de acción tutorial. El espacio curricular de tutoría plantea la misma propuesta pedagógica en los diferentes servicios de la educación secundaria: mantener un contacto directo con el grupo, colocando en el centro la vida del adolescente en sus distintas áreas de desarrollo. Partiendo de esta premisa, se exponen las siguientes orientaciones para la acción tutorial: Diagnóstico del grupo. Se puede integrar con el apoyo de algunos instrumentos para el acopio y sistematización de la información, así como con la aplicación de técnicas grupales, la observación del grupo y charlas o puestas en común con los alumnos, docentes, directivos, familias y comunidad, entre otros. Las actividades de diagnóstico se pueden llevar a cabo en diferentes momentos del ciclo escolar, con el propósito de profundizar en el conocimiento del grupo. Planeación y valoración del grupo. Con base en la identificación de los datos relevantes surgidos del diagnóstico, se definen las estrategias didácticas empleadas en las sesiones de tutoría, que integren los propósitos que se deben lograr con el grupo durante el ciclo escolar, la organización de temáticas que se abordarán, así como las estrategias de observación y registro de la dinámica del grupo. Como parte de la planeación, vale la pena considerar algunas preguntas que definan y concreten tanto el nivel de profundidad como de gradualidad en el tratamiento de las temáticas, por ejemplo: ¿Con qué información cuentan los adolescentes? ¿Qué desean saber del tema? ¿Qué tipo de información proporcionar? ¿Qué estrategias didácticas emplear? ¿Con qué recursos didácticos? ¿Cuántas sesiones destinar al tema? ¿Desde qué ámbitos abordarlo? ¿Cómo y mediante qué estrategias registrar la dinámica del grupo?, entre otras. Asimismo, el tutor, para propiciar la reflexión de las temáticas de interés de los alumnos, puede auxiliarse de algunos recursos didácticos, actividades lúdicas, material audiovisual (películas, videos, documentales), creaciones literarias (artículos de periódicos, revistas, poemas, novelas, cuentos), material gráfico (fotos, dibujos, esquemas, imágenes), por mencionar algunos. Invariablemente, estos recursos deberán trabajarse con una intencionalidad didáctica que promueva las competencias para la vida a partir de las producciones personales y del grupo, las cuales serán analizadas por su contenido y significado para los alumnos. Más allá de listar los temas que pudieran abordarse en las sesiones de tutoría, los intereses y las necesidades del grupo en particular determinarán la selección de lo que se trabajará, y se crearán situaciones para abordarlo con los alumnos, más que recurrir a una exposición del tutor. En caso de que algún especialista o ponente sea invitado al grupo en una sesión posterior, el tutor deberá recuperar con el grupo dicha experiencia. Algunos factores que favorecen la relación de confianza con los alumnos se generan a partir de brindarles un trato respetuoso, conocerlos y llamarlos por su nombre, involucrarlos de manera personal considerando sus opiniones y problemáticas, evitando realizar comentarios sarcásticos o estereotipados, con el fin de mantener la motivación para participar en las sesiones de tutoría. Asimismo, garantizar el manejo responsable de los datos personales de los alumnos es un elemento importante para mantener la confianza en el tutor. Por esta razón, al solicitarles información personal se debe dejar claro con qué propósitos se pide, además de quién o quiénes pueden tener acceso a ella en los casos en que los responsables directos del alumno pudieran ponerlo en riesgo o limitar su desarrollo si ignoran esta información. Es importante que el tutor se informe sobre temas relacionados con tutoría, adolescencia y estrategias didácticas, entre otros, así como conocer sobre gustos, intereses y potencialidades de los adolescentes del grupo. También es recomendable que el tutor sea creativo e innovador y proponga al grupo situaciones interesantes, lúdicas y pertinentes a sus inquietudes y necesidades, que permitan analizar con los alumnos los asuntos que repercuten en su desarrollo y bienestar como integrantes de la comunidad de aprendizaje. ▼ Referencias
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▼ Créditos fotográficos
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