Ilihutsy Monroy Casillas[**]
¿Cómo participaban los jóvenes estudiantes en los espacios de la Escuela Nacional Preparatoria a principios del siglo XX? Estas líneas nos comparten dicho contexto a partir de una anécdota que combina asuntos políticos, académicos, culturales y, sobre todo, musicales. Es esta una historia de la recepción institucional del charlestón como movimiento y expresión jazzística. Recibimiento social y opiniones políticas sobre el Jazz en México, 1920 - 1935
en el mes de marzo de 1926 se publicó una nota en el periódico El Demócrata sobre el discurso que leyó el rector de la Universidad Nacional de México, Alfonso Pruneda, con motivo de la inauguración de los cursos.[1] Asunto poco oportuno resultó que, justo al lado de ese texto, saliera un artículo titulado así: “Los alumnos de Preparatoria protestan contra la enseñanza del ‘charleston’”.[2] De forma casi inmediata, el rector le escribió una carta oficial al director de la Escuela Nacional Preparatoria, doctor Ángel Vallarino, diciéndole lo siguiente: La noticia de tal enseñanza me ha sorprendido mucho, supuesto que no tenía conocimiento de ella; como por otra parte, si es que el baile puede quedar incluido dentro de la educación física y no me parece muy apropiado que se escoja un género que por muchos motivos es censurable, le suplico a usted que a la mayor brevedad posible se sirva informarme sobre el particular y, en todo caso, que no se lleve a cabo ninguna práctica de tal baile (ni mucho menos autorizada oficialmente por la escuela), mientras que hablamos sobre el asunto.[3] Alfonso Pruneda García, rector de la Universidad Nacional de México de 1924 a 1928 El doctor Vallarino, director de la Preparatoria desde septiembre de 1923, le contestó prontamente para aclarar el asunto: Nunca se ha pretendido y menos aún iniciado, que la enseñanza del charleston forme parte del Programa de Educación Física de esta Escuela; que el señor Savín pretendía hacer una exhibición con un grupo de alumnos que no exceden de 15 […]; pero en vista del artículo publicado en El Demócrata y para evitar que la práctica de ese baile por número tan reducido diera lugar a censura, hablé con el señor Savín, disponiendo que desde luego se abandonara la idea.[4] Los datos hasta ahora mencionados despiertan inquietudes tales como: ¿por qué primero admitir y luego censurar una presentación escolar de baile? Por otro lado, si en esos años México vivía en un ambiente que consideraba al charlestón y a los compases musicales de jazz como socialmente inadecuados, entonces, ¿por qué el profesor Savín organizó dicha exhibición? Francisco Savín Cota fue contratado por la Preparatoria en 1924 como jefe de las clases de Educación Física;[5] su trabajo era tan profesional que en septiembre recibió apoyo en la compra de materiales deportivos[6] y en noviembre, un año antes de la presentación de baile referida, recibió una calurosa felicitación del rector por medio del director: Dentro de estas actividades se han distinguido (como ya en varias ocasiones lo he dicho), el departamento de educación física, por el cual ha tenido usted siempre vivo interés, y por lo mismo, le ruego se sirva felicitar en mi nombre tanto al señor Savín, como a los demás señores profesores del Ramo.[7] Aunque no se conoce para esos años el Plan de Estudios de Educación Física, las evidencias documentales hablan de una división en Esgrima, Natación y Gimnasia, y el equipo docente estaba conformado por seis profesores de clase diaria y cuatro de natación; resulta interesante que también hubiera dos profesores de Orfeón.[8] Unos años antes, en 1921, la conformación curricular de la Preparatoria implicaba contar con profesores de Canto y Educación Física, además de que Manuel Ponce impartía la lección “Conferencia sobre música”.[9] En estos años, la Escuela Nacional Preparatoria iba y venía entre la dependencia política y presupuestal del Gobierno del Distrito Federal y la Universidad Nacional, asunto que también implicaba a las enseñanzas musicales y de cultura física; justo a fines de 1924, estas últimas dependerían en exclusiva de la decisión de las autoridades de la Preparatoria.[10] En la década de 1920, en México algunas personas consideraban el charlestón y los compases musicales de jazz como socialmente inadecuados Los pocos documentos que se resguardan en el Archivo Histórico de la UNAM al respecto, señalan que la organización de exhibiciones, donde se conjuntaban tablas dancísticas en un tono cercano al baile de salón, demostraciones corpóreas y música, era un resultado esperado de la clase de Educación Física.[11] Éstas tenían tan buen recibimiento que un grupo de estudiantes fue llevado a Puebla en los meses de septiembre y octubre de 1926, seguramente a presentar tablas dancísticas.[12] Según se entiende, las exhibiciones de charlestón implicaban poseer muy buena condición física, justo lo que se pretendía en una clase de ejercicios físicos, ya que “era un baile demasiado atlético para la mayoría de los bailarines aficionados, con sus patadas y sus pasos sincopados”.[13] El charlestón era “un tipo de baile extremadamente popular en la década de 1920, caracterizado por la subdivisión del compás de 4/4 en corcheas agrupadas 3+3+2”;[14] este baile estadounidense era un derivado del fox-trot del que, se dice, “es una forma degradada”,[15] y se caracteriza por ser “dinámica, alocada, trepidante”,[16] aunque en otros textos, contrariamente, se dice que es “de compás binario y de movimiento moderado”;[17] estos pasos se acompañaban por la música de jazz bands, “el estilo más popular y más conocido en la historia del jazz, porque a más de atraer a más de millones de bailarines y aficionados, produjo excelentes compositores y directores de orquestas”.[18] Si bien el jazz era sinónimo de frenesí, en la prensa había una imagen discordante. Por ejemplo, hay algunos artículos publicados que descalifican el charlestón y el jazz como pareja dancística y musical por esta frivolidad.[19] Pero también hay otros que difunden y aclaman fox-trots, fox-blues y charlestones.[20] En esos momentos, músicos y artistas vivían de presentaciones musicalizadas que ejecutaban las bandas de jazz en las cintas de cine mudo.[21] Por ejemplo, Miguel Lerdo de Tejada, músico, en la entrevista que le hizo Fernando Ramírez de Aguilar (a) Jacobo Dalevuelta en 1921, dijo: “el músico que ahora quiere tener hueso debe tocar foxes y jazz”,[22] y en 1925 advirtió: “La invasión del jazz es absoluta, es mundial”.[23] El jazz y sus múltiples tipos, entre ellos los charlestones, estaban de moda en la Ciudad de México. Luis G. Urbina, un poco atemorizado, se expresó así: “No cabe duda de que el mundo se norteamericaniza. Pero, en realidad, quien triunfa no es el sajón; es el africano. El rubio hace la propaganda del negro”.[24] Con un tinte racista al respecto, en 1927 escribió Jerónimo Coignard: El estruendo negroide que produce el jazz […] la música que fabrican para [los Estados Unidos] los negros de la Luisiana, a base de relinchos y ladridos […] la semimúsica negra de las orquestas de jazz.[25] Con estas anotaciones contextuales sobre la Escuela Nacional Preparatoria y el jazz, revisemos la nota publicada en El Demócrata. ¿Qué fue lo que se dijo? Una comisión de alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria, conformada por Manuel Moreno Sánchez, Vicente Aguirre y Vicente Magdaleno, mostró su inconformidad y enojo ante la supuesta enseñanza del charlestón, expresándolo de la siguiente forma: En nombre de la juventud viril e idealista del núcleo revolucionario y potente de la Escuela Nacional Preparatoria, protestamos en estos instantes contra las autoridades del plantel por el hecho concreto de fomentar la prostitución y de trabajar para corromper nuestro entusiasmo con los llamados “ejercicios físicos” en donde, y para asombro de nuestros más altos principios de moralidad y de belleza, se pretende implantar ese baile canibálico que hoy en día triunfa entre rufianes y se corona victorioso en los prostíbulos y cuyo solo nombre “charleston” masturba los sacros corredores de la Madre Escuela, por donde han marchado cantando las generaciones pasadas el himno inmaculado de su juventud y su justeza […] no nos guían mezquinos intereses ni odios desenfrenados y sistemáticos contra las autoridades aludidas: hablamos en nombre de la MORAL, que se siente ofendida; hablamos en nombre de la BELLEZA, que sufre este oprobio; hablamos en nombre de nuestro mismo entusiasmo, que ya escucha el insulto; y que ya hierve de ignicente [sic] en el dorado crisol de los pechos noveles./ Y nuestro grito va hasta el señor Director de la Escuela y […] de Ejercicios Físicos […], y en contra del segundo, por la mala fe o inconsciencia al desempeñar su cátedra, siguiendo no los últimos modelos educacionales y morales, que hoy por hoy se imponen espiritualmente en las escuelas […] sino en los últimos arranques del instinto que habla con la voz cavernaria de los antros./ Ya que es preciso que comprendan estas autoridades que la juventud forjada en el idealismo de la lucha, que la juventud que alza la antorcha de José Vasconcelos, no puede ni debe permitir esta degeneración de la raza ni este relajamiento de sus componentes, aunque esta sea la doctrina que impartan los pseudo-intelectuales que han asaltado los puestos en la Educación./ Por último, consideramos que también el profesorado joven, la intelectualidad revolucionaria rechaza con energía estas últimas demostraciones de inmoralidad, que se quieren introducir en los programas, nuestras voces de protesta, nuestras palabras que repudian la implantación del “charleston” […], recuerdan las palabras del maestro Héctor Zúñiga, con respecto a ese fandango impúdico que nos viene de los yanquis: “El charleston es una de las muestras de la decadencia sajona: en él danza solamente la materia y no el espíritu”.[26] Este largo texto escrito por un conjunto de jóvenes con “actitud agresiva contra los ‘enemigos’ de la Revolución”[27] está construido sin argumentos, en un contexto social de confrontación, ambiente en el que se luchaba por una definición de la cultura nacional. Por eso es que los estudiantes se autodefinen con los calificativos de “viril” y “revolucionario” así como defensores de la moral y belleza, con lo cual se contraponen a los afeminados, sin moral, con gusto hacia las formas “norteamericanas” y, por tanto, que bailan charlestón. El caso aquí retomado es un ejemplo más de la expresión de aquellos jóvenes que, impulsados por el proyecto cultural nacionalista de José Vasconcelos, se autoidentificaron como “heraldos de la Revolución”, al seguir uno de los puntos de dicho programa: enfrentarse al imperio estadounidense. Con estos datos, podríamos asegurar que ellos estarían a favor de “Las danzas revolucionarias del trabajo”, esas coreografías que dirigió Carlos Gutiérrez Cruz con intenciones propagandísticas nacionalistas,[28] jamás de la música jazz ni los fox-trots. Aunque el escenario de la protesta de los jóvenes se dio en una de las instituciones educativas más importantes de México y en torno a la defensa de un programa de estudios, no esgrimieron argumentos académicos, ni siquiera se expresaron en el plano estético, musical y dancístico, sino, en realidad, en el ámbito político.[29] A partir de distintos documentos del Archivo Histórico de la UNAM y de notas de prensa, fue rescatada esta pequeña historia sobre una presentación de charlestón en la Escuela Nacional Preparatoria, historia que nos sugiere varios temas de estudio, tales como el recibimiento que el público y las instituciones dieron al jazz y sus bailes ad hoc en la Ciudad de México, u otras investigaciones que esclarezcan el proceso institucional y social de la Preparatoria.[30] Para finalizar, vale advertir que la interrogación sobre el hecho mismo continúa abierta, sobre todo después de localizar más información en el expediente de Vicente Aguirre del Castillo, uno de los alumnos comisionados que asistieron a El Demócrata. Él nació en 1908 en Mixquihuala de Juárez, en el Valle del Mezquital, y estudió la preparatoria obteniendo buenas calificaciones; posteriormente siguió sus estudios de licenciatura en Historia. En los documentos que conforman su expediente, hay uno que llama la atención: la constancia de excepción de la clase de Gimnasia que en 1927 emitió Neguel, en esos momentos jefe del Departamento de Educación Física, y que fue ratificada por el director Vallarino.[31] Con estos datos resulta necesario preguntarse, ¿la participación de Aguirre en este torbellino político contra el charlestón en la Preparatoria, estará relacionada sólo con dificultades personales –más bien miserables– para aprobar la materia de Educación Física o, como lo afirmó en la prensa, con intenciones de contribuir con la moral y la belleza?♦ NOTASUna primera versión fue presentada como ponencia en el IV Coloquio del Seminario Permanente de Historia y Música en México, noviembre 2012. Centro Vlady-Universidad Autónoma de la Ciudad de México.Maestra en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es académica del Archivo Histórico de la UNAM / Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación. Ha sido profesora en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía, entre otras. Tiene varias publicaciones sobre temas archivísticos e históricos, en especial relativos a las guerrillas populares contra los intervencionistas franceses entre 1863 y 1867. Correo electrónico: ir a correo aqui
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