El fluir de la historia
RÍO GANGES:
SACRALIDAD Y TRAGEDIA EN LA INDIA


Andrés Ortiz Garay[*]

El monte Kailasa (6600 metros sobre el nivel del mar, msnm), en la cordillera de los Himalaya, es un lugar tan sagrado para la tradición hindú, como lo es Jerusalén para los cristianos o La Meca para los musulmanes, pues allí habita Ganga, la diosa-madre de la que se originan las cuatro corrientes que dan inicio al río Ganges.[1]



Río ganges: sacralidad y tragedia en la india

No muy lejos de las primeras elevaciones del Kailasa, está el lago Manasarovar, “el lago del pensamiento”,[2] otra supuesta fuente del gran río. Las azules aguas de este cuerpo lacustre cubren un área de alrededor de quinientos veinte kilómetros cuadrados, rodeada de montañas altas y permanentemente nevadas.


En la geografía figurativa de los Puranas, textos religiosos indios de los primeros ocho siglos de nuestra era, confrontamos la imagen de Asia como un loto de cuatro lados, en el que cada pétalo contiene una de las grandes regiones: China al este, Persia al oeste, India al sur, y, al norte, los oscuros reinos del Turquestán. Y saliendo del Manasarovar fluye un río en cada dirección para humedecer la tierra. Dentro de la propia India, los cuatro grandes ríos del norte –Ganges, Yamuna, Indo y Brahmaputra– parten de los Himalaya y fueron imaginados como fluyendo desde Manasarovar, que en realidad queda un poco más al norte. Pero esto no se conoció hasta principios del siglo diecinueve (Darian, 1978: 1-2).


En realidad, el Ganges nace unos cientos de kilómetros al sur del monte Kailasa, en el glaciar de Gangotri, más cerca de los montes Kedarnath y Kamet (por arriba de los siete mil metros sobre el nivel del mar), donde se originan los deshielos que forman las corrientes llamadas Alakananda y Bhagirathi. Estos ríos pasan luego a lo largo de las sagradas aldeas de Badrinath, Vasudhara y Gangotri, que son aún hoy importantes centros de peregrinaje de los fieles hindúes, pues, según dice el Mahabharata, fue en la primera de ellas donde Manu –el Noé hindú– descendió del arca después del diluvio para refundar la humanidad. En el antiguo templo de Badrinath, se rinde culto a una estatua que algunos adoran como Vishnu, pero que probablemente representaba a Budha cuando fue esculpida (de cualquier forma, llegan ofrendas enviadas desde muchos otros lugares, por ejemplo, las que mandan los brahmanes[3] de Kerala, en la costa suroeste de la India, o las que llegan desde los monasterios de los lamas budistas del Tíbet), pero sea cual sea su fe, todos los peregrinos se bañan en las aguas termales que brotan en las cercanías del templo.




No obstante, hay quienes afirman que el verdadero nacimiento del Ganges es la gigantesca cueva cubierta de hielo llamada Gomukh (4455 msnm), a poco más de veinte kilómetros de la aldea de Gangotri, en un área rodeada de pinos y cedros donde se supone habitan solamente los yakshas y gandharvas, una especie de duendes que los humanos no pueden ver. En todo caso, lo indudable es que a partir de la población de Deoprayag, donde confluyen las corrientes mencionadas, el Ganges toma ya este nombre y fluye hacia el sur, hasta Rishikesh, donde deja la cordillera y se encamina decidido por las planicies.


En el punto donde el Ganges entra en la planicie, rompiendo entre las colinas, está Haridwar, el paso de Vishnu (Hari, un nombre de Vishnu; dvara, la palabra en sánscrito para puerta o paso) […] Porque aquí y en Rishikesh, el agua del Ganges es considerada la más sagrada. La gente llega de todo el país para llenar sus cántaros y llevarlos a casa para las ocasiones especiales como las bodas, los funerales u otras […] Es una vieja costumbre […] los héroes del Mahabharata –Bhishma y Arjuna– hicieron penitencia allí donde el Ganges encuentra la planicie […] Al contrario de muchas otras antiguas ciudades, Haridwar ha escapado al abrazo del tiempo, quizás porque nunca fue un reino o una capital o un lugar donde los ejércitos lucharon […] así permanece como lo que siempre ha sido: un reino de la mente, frecuentado por peregrinos y viajeros que se juntan donde las carreteras se encuentran, donde los caminos empiezan y acaban. En el siglo VII, el peregrino budista Hiuen Tsiang alcanzó Haridwar después de un increíble viaje por tierra desde China. Describe la ciudad [y dice:] “Siempre hay cientos y miles de gentes que se reúnen procedentes desde muy distantes lugares para bañarse y lavarse en sus aguas” (Darian, 1978: 11-13).


De ahí, en su camino hasta el mar, el Ganges recibirá los aportes de varios poderosos tributarios: el Yamuna (o Jamuna), que nace más al oeste, pasa por Delhi y se le va acercando en paralelo hasta unírsele en Allahabad; al oriente, descendiendo desde las montañas de Nepal, corren el Gogra y el Gandak, que, al igual que el Son –pero éste desde el sur–, se unen al Ganges en las cercanías de Patna (o Pataliputra); luego, casi en línea recta desde la China tibetana, en las cercanías del monte Everest, parte el Kosi, que llega al Ganges ya en las selvas bengalesas de las cercanías de Rajmahal, poco antes de que la corriente se bifurque en el inmenso delta que en su mayor parte se sitúa en la República Popular de Bangladesh; y desde otro lado, el río Brahmaputra también llega al delta, pero lo hace descendiendo por el oriente de la meseta del Tíbet y traspasando el reino de Bután. La cuenca del Ganges abarca una superficie de 907 000 kilómetros cuadrados. El río tiene una longitud que, según algunas fuentes, es de 2500 kilómetros (aunque otras la elevan a 3000). Su profundidad media es de 16 metros, y su máxima es de 30. Su caudal en tiempos de lluvia puede llegar a los 60 000 metros cúbicos por segundo y en Allahabad,[4] el Ganges mide dos kilómetros de una orilla a la otra, aunque allí su fangoso lecho es de poca profundidad. Antes de desembocar en el golfo de Bengala, el Ganges forma un inmenso delta (alimentado también por las aguas del Brahmaputra, que con sus 320 kilómetros de anchura es considerado el más extenso del planeta).

El Ganges antes de los europeos

Desde 1200 años antes de Cristo, los conquistadores arios –de los que ya hablamos en el artículo precedente de esta serie– llevaron las tecnologías del hierro, los carros tirados por caballos y la construcción de embarcaciones hasta el valle del Alto Ganges. Allí, desde Hastinapura, Kaushambi y otros puntos, los arios cimentaron la revolución urbana y agrícola que daría inicio a la historia (en el sentido de historia escrita) del Ganges. En el siguiente milenio, la fusión de los elementos nativos con los aportados por los arios haría florecer muchos centros urbanos desarrollados al amparo de los avances en la agricultura, la navegación por el río y la difusión de nuevos cultos religiosos. Por ejemplo, se dice que Buda, Sidarta Gautama (563-483 a. C.), y Majavira (549-477 a. C.), el fundador del jainismo, visitaron Champa (en el delta) y otros puertos fluviales del Ganges durante el siglo VI antes de Cristo.[5]


No solamente el Ganges sino varios de sus tributarios sirvieron para el comercio y los viajes. Textos budistas del siglo V a. C. mencionan recorridos en botes a partir de Vaishali en el río Gandak, que desciende desde el Terai nepalés y entra al Ganges justo debajo de Patna. Según Megástenes (ca. 315 a. C.), embajador griego en la corte maurya de Pataliputra (Patna), el río Gogra –que también fluye del norte– era navegable durante todo el año y probablemente se usaba para el comercio (Darian, 1978: 90).



Estatua del emperador indio Chandragupta


La navegación por el río también servía a fines políticos, por ejemplo, cuando una mujer de la aristocracia griega fue enviada por Seleuco, el sucesor de Alejandro Magno en las satrapías más orientales del derrotado Imperio persa, para desposar a Chandragupta, el famoso emperador indio fundador de la dinastía maurya (con influencias griegas). Hacia el tiempo del nacimiento de Cristo, ciertos registros dejan ver que los romanos comerciaban con algunas partes de la India. De manera similar, fuentes chinas consignan que poco después del año 225, el rey de Fu Nan (actual Camboya) envió una embajada a la India que entró por la boca del Ganges y fue río arriba hasta Vaishali, donde se encontraba la corte del rey de los murunda –sucesores del Imperio maurya–, y luego, tras viajar por regiones adyacentes al gran río, esa embajada volvió a su país llevando un regalo de finos caballos que enviaba dicho rey.


A partir de estas imágenes, podemos empezar a entender el papel del Ganges en lo que era en ese tiempo el centro de la civilización hindú. Vemos grandes ciudades portuarias diseminadas a lo largo del río, fungiendo como centros comerciales de zonas cada vez más amplias, acelerando la vida comercial y cultural con su intercambio de bienes y sus noticias de nuevas tierras y pueblos más allá del océano. Estas ciudades comprendían desde Hastinapura, al norte de Delhi, hasta Tamralipti, en la bahía de Bengala (Darian, 1978: 92).


En la época del surgimiento del Imperio gupta (320 d. C.), la unidad comercial y política en las tierras entre el Indo y el Ganges (las llamadas planicies gangéticas) fue prácticamente un hecho que se mantuvo durante algunos siglos. Hay noticias de viajeros chinos que recorrían el norte de la India (como los peregrinos budistas Hiuen Tsiang en el siglo VI y Fa-hien en el V). Hacia el año 500, los hunos conquistaron el Punjab, iniciándose así el largo periodo de dominación de los pueblos del Asia central sobre el norte de la India (que culminaría con la fundación del Imperio mogol en el siglo XVI).[6] Desde luego, el Ganges también sirvió a los propósitos de la guerra: desde las míticas conquistas del antiguo dios Rama hasta los ataques anfibios de los ingleses sobre Calcuta, Patna y otros puertos en el siglo XVIII, las historias del uso bélico de las aguas del río se repiten de manera continua. Pero su utilidad pacífica ha sido generalmente más alabada:



Barcos de transporte comercial descendiendo por el Ganges hacia Calcuta


A través del periodo medieval y hasta el siglo XVII, el río continuó sirviendo como un gran camino de larga distancia para el comercio y la transportación. Varios viajeros ingleses del temprano siglo XVII han dejado vívidas descripciones del comercio a través del río. John Jourdain, un servidor de la Companía de las Indias Orientales, puso esto en el registro de su diario de 1611: “Hay carga anual de Agra a Bengala por arriba de las 10,000 toneladas de sal en grandes barcazas de 400 y 500 toneladas cada una”. Peter Mundy, que viajó por la India de 1628 a 1634, habla de barcazas que surcaban las aguas entre Agra, Allahabad y Patna. Informa que algunos de estos grandes botes contenían: “varios cuartos y eran capaces de cargar una pequeña aldea con todos sus habitantes y sus cosas, tal es su inmensidad” (Darian, 1978: 96).


Un misionero rebelde

A sabiendas de que se trata de una elección un tanto arbitraria y en definitiva incompleta, en lo que sigue haré el recuento de lo sucedido a dos viajeros extranjeros que pasaron parte de su vida a las orillas del Ganges y murieron allí. Aunque no fueron grandes personajes que definieran decisivamente los acontecimientos históricos, sus acciones sí son bastante representativas de lo sucedido a muchos de los europeos que vivieron en la India durante la segunda parte del siglo XVIII y principios del XIX, una época en la que se afirmó el dominio del Imperio británico sobre el subcontinente.

En primer lugar, tenemos a Marco della Tomba,[7] un misionero capuchino que fue miembro de la llamada “misión del Tíbet”, en la región de Bihar, en el norte de la India; primero, entre 1757 y 1773, y después, de 1784 hasta su muerte, en 1803. Cerca del final de su vida, se le empezó a conocer con el epíteto de “flagelo de la misión” debido al desfavorable informe que rindió Louis-René Foulon, un sacerdote secular francés enviado por el Vaticano como padre visitador apoderado.

Marco della Tomba había nacido en la región del centro-este de Italia conocida como Le Marche (Las Marcas), que formaba parte de los estados papales gobernados desde Roma.[8] En ese tiempo, la provincia era una zona marginal y empobrecida que producía muchos emigrantes, entre ellos varios compañeros de Marco en la misión del Tíbet, como Domenico da Fano (1674-1729), Francesco Orazio da Pennabilli (1680-1745) y Cassiano da Macerata (1708-1791).

La Orden de los Hermanos Menores Capuchinos es una rama de los franciscanos (orden religiosa fundada por San Francisco de Asís en 1209), que se desprendió de éstos en el siglo XVI. Hasta antes de 1622 (año en que se estableció la Sagrada Congregación Propaganda Fide, encargada por el Vaticano de coordinar y centralizar el control sobre las numerosas misiones católicas en varias partes del mundo), la evangelización de Asia había quedado en manos de la corona de Portugal debido al arreglo entre el papa y el rey conocido como padroado (patronato de la Corona), del cual se habían beneficiado los misioneros jesuitas que entraron a la India en el siglo XVI. Pero cuando los intereses de Propaganda Fide y del padroado entraron en conflicto (segunda mitad del siglo XVII y primera del XVIII), se decidió que portugueses y jesuitas controlaran las misiones del sur, mientras que los capuchinos se encargarían del noreste con la misión del Tíbet, los carmelitas actuarían en la costa de Malabar, y los agustinos, en la región central de Andhra Pradesh. En 1703, Propaganda Fide decretó la creación de la misión del Tíbet que funcionó en Lhasa por un tiempo hasta que el Dalai Lama expulsó a los capuchinos en 1745. Éstos se retiraron a Katmandú, en Nepal (de donde salieron en 1769 sin lograr convertir a los budistas nepaleses), a Patna en Bihar, y a Chandernagor y Bhagalpur en Bengala, aunque el viejo nombre de la misión se conservó. En Bettiah, uno de los principados de Bihar, la esposa del rajá tenía una “gangrena en la garganta” de la que le curó un monje capuchino y esto valió para que se les permitiera establecer allí un hospicio en 1750.[9]

Marco della Tomba llegó a Chandernagor, un puerto en Bengala, el 20 de octubre de 1757, poco después de que la ciudad pasara de manos francesas a inglesas en el curso de la Guerra de los Siete Años entre los europeos (1756-1763). Sobre esa región del Ganges escribió:


Bengala es un país plano, poco habitado excepto a lo largo del río Ganges. El resto está desierto, lleno de tigres, osos, etc. […] el ingreso al interior de Bengala es muy peligroso: la desembocadura del río Ganges, por donde las naves tienen que entrar, es muy grande, más allá de la vista de la tierra […] Hay muchos bancos de arena invisibles para los navegantes. Si las naves los tocan, están perdidas porque la corriente de flujo y reflujo es tan fuerte que las vuelca de inmediato […] los buenos nadadores pueden salvarse sólo con dificultad, ya que la corriente siempre forma remolinos que se tragan todas las cosas. Aun si con suerte pueden llegar a la orilla sin ser atrapados por los cocodrilos, casi siempre son devorados por los tigres, de los cuales los bosques están llenos […] Las naves no pueden entrar, a menos de que sean conducidas por un piloto de ese río, experimentado y profesional. Éstos, pagados por las diferentes compañías, se quedan siempre cerca de la entrada para encontrar cualquier nave que llega. Antes de que la nave se acerque a tal lugar, el piloto sube a bordo y arregla su pago por hacerla entrar […] Así entran y salen, aprovechándose de las seis horas de flujo para entrar y de las seis horas de reflujo para salir (Lorenzen, 2010: 38-39).


Después, Marco fue a Bettiah para unirse a su compañero capuchino y estuvo ahí unos meses; luego pasó dos años como capellán de una tropa de renegados franceses (hasta que éstos, junto con el ejército del emperador mogol, fueron derrotados en la batalla de Patna gracias a la superioridad de la artillería inglesa). La siguiente cita ilustra la caótica situación en la que se hallaba entonces el valle del Ganges a resultas de los enfrentamientos armados y la corrupción gubernamental:


Salí entonces, para Chatarpur el 27 de enero de 1759, un viaje de un mes aproximadamente [para asumir el papel de capellán de una tropa francesa de 150 europeos y 250 cipayos]. No escribo aquí todas las molestias que tuve que sufrir en el viaje. Menciono, no obstante, como cosa general, que los viajes en Indostán son muy difíciles a causa de los cioki, o guardias,[10] que se encuentran en el camino. Éstos, cuando ven a los forasteros, hacen todo lo posible por desvalijarlos. Los esperan en los lugares más desolados, les fijan grandes sumas por su pasaje, les extraen todo lo que pueden, luego corren y van adelante por otros caminos, y los paran otra vez en otro lugar, les extraen otro tanto, y así sucesivamente mientras que vean que se tiene alguna cosa. Si los forasteros se defienden, arriesgan la vida […] Si el forastero recurre a sus jefes en las ciudades, éstos prometen justicia, pero nunca pueden encontrar a los malhechores porque siempre están coludidos con ellos (apud Lorenzen, 2010: 54).


Después, otra vez en Bettiah, se dedicó a estudiar la religión hindú, traducir textos de ésta al italiano y escribir una historia del norte de la India y Nepal. En 1773, regresó a Italia, donde completó sus textos (que finalmente serían depositados en la biblioteca del Vaticano, donde los estudió Lorenzen). Tras un tiempo de retiro en un convento cercano a su aldea natal, se le reintegró a la misión en la India y en 1784 estaba de regreso en Bhagalpur, una población a orillas del Ganges en el este de Bihar, donde pasó la mayor parte del resto de su vida. Ya no volvió a escribir obras eruditas (o éstas no se conocen), sino que dedicó su tiempo a cuidar de la feligresía local y a ser parte de los conflictos entre los propios misioneros, como lo atestiguan el texto de un juicio que él condujo contra el fraile Giuseppe da San Marcello (1793) y los documentos del informe rendido por el visitador Foulon que le fueron tan desfavorables. Sobre la gente y la región de Bhagalpur, escribió Marco:


… este lugar limita con las tierras de ciertos montañeses, sometidos a esta jurisdicción, que no son musulmanes ni hindúes ordinarios porque no tienen castas, comen de todo, no tienen ninguna manera de escribir y no tienen ninguna religión aparte de algunas costumbres exteriores imitadas de los hindúes. Antes, éstos eran asesinos comunes, pero hoy en día los ingleses los han sometido más con el buen trato que con la fuerza. Es gente muy dócil y menos mentirosa que los otros (Lorenzen, 2010: 144).


El contexto histórico en el que transcurre la vida de Marco della Tomba en la India es el de la consolidación del poder colonial británico en el norte del subcontinente. Entre 1750 y 1820, la Compañía de las Indias Orientales inglesa (CIO) se hizo con el control administrativo de territorios cruciales en Bengala; primero, el ejército de la Compañía arrebató Chandernagor a los franceses y luego derrotó al nawab[11] de Bengala en la batalla de Plassey. Esto les permitió percibir jugosas compensaciones monetarias por parte de la aristocracia india subyugada, al asumir el control directo de la recaudación de las rentas agrícolas e imponer un monopolio comercial del cual sólo se beneficiaban los socios de la CIO al quedar exentos del pago de derechos de aduana. Fue así como ascendió Robert Clive,[12] a quien se considera como conquistador de la India. Sobre la opresiva situación que vivían los indios, Marco escribió:


Mientras tanto, yo me quedaba en Bettiah y cuidaba esa misión, que estaba muy debilitada a causa de tantas guerras recientes, por las cuales el país se había despoblado. Todos estaban descontentos por la pérdida de sus bienes y, además, por el aumento notable de las imposiciones fiscales, que crecían día a día, de tal modo que los habitantes o campesinos que habían pagado dos en un periodo de dos años se encontraban con la demanda de pagar diez. Y esto con la dureza de un gobierno no experimentada antes por esa gente, acostumbrada a la mano ligera del gobierno hindú. Ocurrieron más rebeliones, se formaron partidos, pero todo resultó en mayor perjuicio de los habitantes […] Aunque los ingleses escuchaban los lamentos de los habitantes, las cosas siguieron iguales (apud Lorenzen, 2010: 93).


David Lorenzen, el biógrafo de Marco della Tomba, sostiene que ciertos sentimientos ambivalentes han hecho que los historiadores académicos actuales no se ocupen mucho de la narrativa de este importante periodo:


En parte, esta falta de interés refleja el hecho de que para la gente del sur de Asia la historia es la de una gran derrota militar, política, económica y cultural, mientras que para los británicos es la historia de un fracaso moral: una despiadada conquista militar, el saqueo de la riqueza de India y una insensibilidad cultural creciente que llevó a la arrogancia imperial y el racismo en los siglos XIX y XX. Desde cualquiera de esas perspectivas, la conquista de India es, finalmente, una historia que hoy nadie quiere reivindicar como suya, excepto, tal vez, en las versiones rosas de la nostalgia imperial […] Es una historia llena de personajes estrafalarios, intrigas políticas y robos colosales, y, además, es el primer encuentro cultural en forma cotidiana –por lo menos en el norte de India– entre los indios y europeos (Lorenzen, 2010: 19).


El fraile Marco atestiguó la deplorable condición de la población india luego de la derrota de las tropas imperiales del mogol Shah Alam II, en la batalla de Buxar (octubre de 1764), gracias a la cual los británicos se convirtieron en los amos de la India. Poco después, se desató la gran hambruna de 1769-1770, en la que murió una tercera parte de la población nativa. Sobre esta horrible tragedia, cuenta Marco:


Indostán es un país muy fértil en cuanto a cosas de comer. Puede decirse que en tiempos antiguos la comida se conseguía casi gratis. Pero en la medida en que los europeos han entrado al país, los comestibles se han encarecido […] Por no poder pagar la renta de la tierra, los campesinos han dejado de cultivarla […] Por esta escasez, las cosas de comer, de todo tipo, se venden muy caras y la gente vive con gran carencia de una cosecha a la otra; de modo que, si falta una cosecha, todos, por lo menos los pobres, necesariamente perecen. Así ocurrió en el año 1770, cuando faltaron las lluvias en el mes de junio y las plantas de arroz se secaron. En cuestión de tres meses sólo en Bengala murieron únicamente por hambre 600 000 personas […] Solamente la naturaleza humana, o sea, la timidez y la repugnancia, impidieron que no se comieran el uno al otro […] El Ganges estaba lleno de cadáveres […] Ahora todos estos pájaros grandes [buitres], los perros, los sciamarroni [una especie de lobo], sin mencionar a los tigres y especialmente a los numerosos y grandes cocodrilos, se apuran a limpiar los miles de cadáveres de todo tipo que se encuentran en todas partes y especialmente a la orilla del Ganges. En sus aguas, todos los gentiles meten a sus muertos. Y por esta razón, aunque el aire parezca infectado por el hedor, los animales y voladores pronto quitan la causa del hedor y los países son preservados de la peste (Lorenzen, 2010: 101-103).



Varanasí, ciudad situada a orillas del río Ganges en el estado de Uttar Pradesh (India)


Cuando Marco regresó a la India en 1784, la parte más atroz y desenfrenada de la conquista británica iba disminuyendo.[13] El gobernador británico de Bengala y Bihar, general Warren Hastings, había concedido el papel de zamindar[14] a la misión capuchina, reconociendo sus derechos sobre 90 acres en el centro de Bettiah y sobre terrenos mayores en las cercanas aldeas de Dossaya y Chuhari.[15] Aparentemente, el juicio que condujo della Tomba contra su par misionero San Marcello se debió a que este último desempeñó su condición de zamindar de una manera despótica contra los campesinos, incluso llegó a exponer de manera pública supuestas faltas de varios de ellos y a agredir físicamente a hombres y mujeres de la aldea y a otro monje capuchino. Por sus denuncias contra estas injusticias, y por oponerse a que las repitiera el jefe de la misión del Tíbet nombrado por el padre visitador francés, Foulon, Marco della Tomba murió abandonado y solo, en junio de 1803 en Bhagalpur, tras haber pasado 30 años en la India.

Un inglés en Bengala

Nuestro segundo personaje, que actuó como parte de la administración política, económica y jurídica de los británicos en la India, fue August Cleveland. Él nació en Londres el 19 de septiembre de 1754. Era hijo de padres acomodados que tenían sangre escocesa y algunos de sus parientes estuvieron en la marina y el almirantazgo. Tras realizar sus estudios, se enroló en la Compañía de las Indias Orientales inglesa, para lo cual contó con el apoyo de su tío John Shore, poeta y funcionario de cierta importancia en la corte británica que posteriormente fue nombrado gobernador general de la India entre 1793 y 1797, y obtuvo el título de lord Teignmouth. Cleveland llegó así a la India en 1773, y tres años después fungía como recaudador de rentas en Bhagalpur (la misma provincia donde vivió Marco della Tomba).

Para entonces, el general Warren Hastings[16] (como hemos visto, también un conocido de Marco della Tomba), que había sido funcionario de la CIO y que desde 1772 fungía como gobernador general de Bengala, concedió su puesto de trabajo a Cleveland y apoyó su proyecto. Esto fue unos años después de la gran hambruna de 1769-70, la primera de varias crisis recurrentes que se dieron bajo la administración británica del noreste indio. Algunos cálculos sostienen que unos diez millones de personas murieron en esos años. Además del hambre y las epidemias (cólera, malaria y disentería), la carestía de los alimentos que se podían conseguir y de cualquier otro producto también tuvo consecuencias funestas, pues muchos campesinos y pobres de las ciudades fueron a dar a la cárcel al no poder cubrir sus deudas. A pesar de la desastrosa situación y de las peticiones al respecto de algunos de sus subordinados, las autoridades británicas decidieron que no habría interrupción alguna en el cobro de las rentas por el uso de la tierra ni en otros pagos debidos al Estado; se trataba, pues, de un colonialismo despiadado.


Río Ganges


En los años siguientes a la hambruna, los montañeses de la cordillera de Rajmahal (llamados paharias o bhuiyas[17]) descendieron a las tierras bajas para apoderarse de todo lo que pudieran; era tal el terror que inspiraban, que las embarcaciones permanecían inactivas en la orilla sur del Ganges después de la puesta del sol.[18] Hastings ordenó la creación de un cuerpo militar de 800 hombres bajo el mando del capitán James Browne para someter a los asaltantes paharias de la jungla del Terai y sofocar la rebelión de los zamindares de Monghyr y Baghalpur. En un informe dirigido a Hastings, el capitán Browne describe a los rebeldes, quienes eran súbditos de varios rajás:


Nada puede concebirse en forma más absoluta que la autoridad de estos jefes sobre sus vasallos; el temor a la muerte no basta para obligarlos a revelar algún secreto relativo a sus jefes, a su familia, así como a su propiedad […] cuando los diversos rajás comenzaron a perder fuerza, los ghatwales [jefes de aldeas] se volvieron licenciosos, cada uno era su propio amo […] finalmente surgió una absoluta anarquía […] casi todos los ghatwales de la Jungla Terry [Terai] y un gran número de los habitantes son de una tribu llamada bhuiyas […] Están armados con arcabuces de mecha, espadas y sables, y muchos con arcos y flechas; su método de lucha es la emboscada en los bosques […] (apud Devalle, 2008: 43-44).


Browne, que conocía bien esa región india y a su gente, tomó bajo su protección al joven Augustus, de entonces 25 años. Los montañeses producían algodón, batatas, bambú y carbón de leña que cambiaban a la gente de las planicies por sal, tabaco, cereales y utensilios de hierro (en especial puntas para las flechas). A pesar del comercio, las relaciones no eran siempre fáciles, y los musulmanes, primero, y los británicos, después, los consideraban salvajes, ladrones y asesinos.

Aunque Cleveland era arrogante y tenía mentalidad de colonizador, pronto se convenció de la simplicidad y sinceridad de los montañeses. Su propuesta era la sujeción económica, desde luego reforzada por el control militar, así que se empeñó en incentivar el intercambio entre las tierras bajas y las altas promoviendo que a grupos familiares de montañeses se les dieran tierras en la planicie con exención de impuestos (se trataba de grupos que le eran fieles aliados) y que en algunas aldeas de las montañas se repartieran implementos de labranza para incentivar la agricultura. Además, buscando introducir transformaciones culturales, impulsó la creación de algunas escuelas para la educación de los hijos de los soldados nativos (cipayos) que integraban la tropa armada al estilo de la que había comandado Browne (fue el llamado Cuerpo de Arqueros de las Montañas que luego cambiaría su nombre a Comando de las Montañas).[19]


Esta gente, en general, se ha vuelto ahora tan consciente de las ventajas derivadas de una adhesión y sumisión firmes al gobierno, que muchas de ellas no sienten escrúpulos en declarar que renunciarían permanentemente a todas las prácticas ilegales del robo, del asesinato y de los arrasamientos si el gobierno les indicara y les asegurara los medios de subsistencia […] desde luego, la circulación de dinero en las montañas por parte del gobierno me parece la carnada más adecuada para asegurar la adhesión de los jefes, y al mismo tiempo nada será más propicio a la civilización de los habitantes que emplear algunos de ellos en nuestro servicio (apud Devalle, 2008: 58-59).


Cleveland logró que el gobierno le aprobara hacer préstamos sin intereses para que grupos de montañeses pudieran mantener sus actividades productivas, y también consiguió presupuesto para organizar fiestas en las que agasajaba y convencía a los ghatwales y los pequeños rajás por medio de la celebración de ese tipo de rituales políticos locales. Convirtió así al cuerpo de arqueros nativos en una gendarmería rural –vestida con chaquetas púrpuras y turbantes– que recibía su paga en dinero; los reclutas eran comandados por jefes locales que se habían aliado a los británicos. Esos jefes, presididos por Cleveland, se convirtieron también en jueces encargados de dictar sentencias sobre todo tipo de delitos (destacándose en gran parte los de abigeato y las negativas a pagar rentas e impuestos). Muchos de esos delitos terminaron en ejecuciones sumarias en la horca.

A pesar del reconocimiento logrado entre los miembros de la CIO, en el gobierno británico y aun entre los propios montañeses que colaboraban con él, Augustus Cleveland pagó un alto precio por su actuación en la colonización de las montañas Rajmahal. Debilitado por las fiebres, murió en enero de 1784 a bordo de la embarcación que lo llevaba por el delta del Ganges para abordar en Calcuta el barco que lo conduciría de regreso a Inglaterra. En esa nave, el Atlas, lo esperaba en vano Marion Hastings, la esposa del gobernador de Bengala, que posiblemente era su amante.[20] Después de pasar doce años en la India, Cleveland fue enterrado en Bhagalpur, donde se construyó un monumento sobre su sepulcro. Una leyenda registrada por Devalle (2008) decía que todos los jueves por la noche un tigre llegaba a recostarse junto a la tumba de Cleveland, donde permanecía hasta la mañana siguiente. Rudyard Kipling (1865-1936), el afamado autor de El libro de la selva, escribió un relato corto, “La tumba de sus antepasados”, basado en esa leyenda, cuya lectura recomendamos.

Referencias

DARIAN, S. G. (1978). The Ganges in Myth and History. Honolulu: The University Press of Hawaii.

DEVALLE, S. (2008). Augustus Cleveland y el colonialismo en India. México: El Colegio de México (Jornadas, 149).

KIPLING, R. (s/f). La tumba de sus antepasados [en línea]: <www.letrasperdidas.galeon.com/consagrados/c_ kipling02.htm>. Ir a sitio

LORENZEN, D. N. (2010). El flagelo de la misión. Marco della Tomba en Indostán. México: El Colegio de México-Centro de Estudios de Asia y África.

METCALF, B. D., y T. R. Metcalf (2003). Historia de la India. Madrid: Cambridge University Press.

NOTAS

* Antropólogo que ha laborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Ecología; actualmente trabaja con Acción Cultural Madre Tierra, A. C. Para Correo del Maestro escribió la serie Palabras, libros, historias.
  1. En los idiomas indios, Ganga es el nombre de la diosa y del el río; Ganges es un calco de ese término que se fijó en las lenguas europeas como el inglés y el español.
  2. En sánscrito, manas significa “pensamiento” o “mente”, y sarovar, “lago”.
  3. Brahmán: la categoría social o casta (varna) de más alto nivel y pureza que tiene derecho a realizar funciones sacerdotales.
  4. Allí se celebra cada 12 años el impresionante festival religioso denominado Kumbh Mela, al que llegan posiblemente miles de peregrinos de todo el sur de Asia.
  5. Se trata de fechas aproximadas sobre las que no hay total acuerdo entre los historiadores.
  6. Desde los maurya y los gupta hasta fines del siglo XII, gran parte de la India había sido gobernada por dinastías hindúes (aunque con intervalos de fragmentación de los grandes imperios y con periodos de predominio extranjero en algunas zonas, como el caso de los hunos en el Punjab). A partir del siglo XIII, las conquistas de los musulmanes introdujeron tanto una nueva religión, el islam, como el dominio de pueblos provenientes del Asia Central que fundaron sucesivamente estados hegemónicos en gran parte del subcontinente (por ejemplo, el sultanato de Delhi, la muy sangrienta pero un tanto efímera dominación de Tamerlán, y luego el Imperio mogol de Babur, Akbar y otros gobernantes de herencia turco-mongola). También en el siglo XVI comenzaría decisivamente la intromisión de los europeos en el subcontinente, primero con los portugueses y luego con los holandeses, franceses y finalmente los británicos, quienes realizarían una extensa y profunda colonización de la India a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.
  7. La “autobiografía” de que escribe David N. Lorenzen (2010) utiliza los escritos del misionero capuchino italiano (ensayos y epístolas), así como cartas escritas por otros miembros de la misión, más textos que el autor escribe como si fuera Marco. Así, la obra termina siendo una mezcla entre biografía y autobiografía.
  8. Marco della Tomba nació en 1726 en esa zona de la costa adriática italiana; su nombre, hasta 1745, cuando se le ordenó como fraile capuchino, era Pietro Girolamo Agresti.
  9. Bettiah está en el noroeste del estado de Bihar, cerca de la frontera indonepalesa. Allí, Marco pasó mucho tiempo de su vida en la India. La comunidad cristiana que él, Giuseppe Maria da Gargagno y otros capuchinos contribuyeron a crear subsiste hasta la actualidad con unos quince mil fieles.
  10. Con este término, della Tomba se refiere a agentes aduanales de los principados indostanos, que cobraban peajes y cuotas para transitar por los caminos, siendo así una fuente importante de ingresos para los gobiernos locales. Cuando la Compañía de las Indias Orientales inglesa obligó al emperador mogol, al nawab de Bengala y a otros gobernantes a cederles paso franco sin pagar esos derechos, la voracidad y la corrupción de los cioki se hicieron mayores.
  11. Término que designaba a los gobernadores mogoles de provincias; en la India británica se usaba también como título de príncipes, jefes y gobernadores musulmanes; se aplicó además a los ingleses ricos que ocupaban puestos de poder.
  12. Robert Clive (1725-1774), como coronel del ejército de la CIO, en 1757 comandó las fuerzas que tomaron Madrás, Chandernagor y Calcuta. No satisfechos con esto, Clive y los directores de la CIO entraron en una conspiración con banqueros y mercaderes nativos para derrocar al nawab de Bengala, Siraj-ud-Daula, quien trataba de mantener a raya la expansión de los extranjeros. Un rajá indio traicionó a Siraj y unió sus tropas con las de Clive para derrotar al gobernador mogol en la batalla de Plassey (23 de junio de 1757). A cambio de ocupar él mismo el puesto, el rajá pagó la fabulosa suma de 28 millones de rupias (unos 3 millones de libras esterlinas), de las cuales al menos la mitad quedó en los bolsillos de Clive y sus socios de la CIO.
  13. Esto coincidió con un mayor control por parte del gobierno de una parte sobre la CIO y de otra sobre los propios territorios –y sus habitantes nativos– que los británicos iban dominando (la introducción de un impuesto anual permanente sobre las tierras cultivadas fue a parar directamente a manos de las autoridades británicas, además, fue causa del arruinamiento de muchos antiguos zamindaris que se vieron obligados a vender sus terrenos; los compradores –a veces extranjeros pero también nativos de las incipientes burguesías urbanas– se convirtieron en los nuevos dueños y en explotadores despiadados de los campesinos arrendatarios (cfr. Lonrenzen, 2010: 21-22).
  14. Término de origen mongol que designaba al terrateniente o propietario de las tierras de cultivo, que podía ser un jefe de linaje o cacique; generalmente, el zamindar era asimismo el recolector de impuestos y rentas que se entregaban al gobierno.
  15. Otra fuente de financiamiento de la misión del Tíbet fue, curiosamente, la Nueva España, pues de ahí salieron recursos durante algún tiempo para sostener la misión (provenían de limosnas aportadas por personas privadas y también de un fondo que los agentes capuchinos negociaron con el gobierno virreinal por órdenes del rey Felipe V de España, deudor del rico cardenal siciliano Domenico Spíndola, quien al morir había dejado un legado destinado a financiar la misión (el rey transfirió su deuda con el cardenal al virreinato novohispano para que de sus arcas saliera el dinero de ese legado).
  16. Como comentario aparte diré que Hastings impulsó la creación de la Sociedad Asiática de Bengala, fundada en 1784. Se nombró director de esa institución a sir William Jones (1746-1794), jurisconsulto inglés que llevaba tiempo estudiando el idioma sánscrito en su trabajo para unificar los cuerpos de leyes hindúes y musulmanas. En sus estudios, Jones descubrió similitudes entre el sánscrito, el griego y el latín que darían pie a los futuros estudios sobre la familia lingüística indoeuropea. “En términos más generales, con sus estudios, Jones y sus sucesores convirtieron el hinduismo en una gran religión y un depósito de sabiduría antigua, mientras que se reconocía a la propia India un pasado glorioso comparable con el de Grecia y Roma” (Metcalf y Metcalf, 2003: 90).
  17. No se debe confundir este término, que designa a un grupo tribal, con el de paria, que se refiere a una casta. Los paharias estaban emparentados con los adivasi, male y savar, tribus del norte bengalés, y se llamaban a sí mismos yugvasi, “la gente del principio del tiempo” o “gente original”.
  18. No obstante su recrudecimiento en este periodo, la práctica era antigua. Algunos zamindares que tenían posesiones al pie de la cordillera incitaban a los montañeses a realizar incursiones de pillaje sobre las tierras de otros zamindares vecinos; les permitían atravesar sus terrenos para atacar sorpresivamente y luego se dividían el botín con ellos. Las traiciones entre todos eran lo más común; los británicos buscaron acabar con este tipo de depredación, pero no estrictamente por bondadosos, sino para afianzar su propio dominio.
  19. Ya desde tiempo antes, Robert Clive visualizó la necesidad de enrolar elementos nativos en el ejército; así nacieron los cuerpos de cipayos en los que se reclutó principalmente a individuos de las castas altas, brahmanes y rajputas (musulmanes de origen hindú), muchos de ellos provenientes de las llanuras orientales del Ganges. En la época de las guerras napoleónicas –con la mayor cantidad posible de europeos combatiendo en Europa–, el ejército indio llegó a 155 000 de esos efectivos indios que incluían infantería, caballería y artillería, siendo así uno de los ejércitos de estilo europeo más grandes del mundo. El Comando de las Montañas de Bhagalpur se convirtió en un cuerpo regular hasta que fue disuelto, luego de haberse unido al “Gran Motín” de las tropas cipayas de 1857-58.
  20. Cleveland y la señora Marion Hastings llegaron a ser amigos íntimos y ella pasaba las largas temporadas de lluvia en la casa de él en Bhagalpur.
Créditos fotográficos

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- Foto 1: Correo del Maestro a partir de Darian, S. G. (1978). The Ganges in Myth and History. Honolulu: The University Press of Hawaii.

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