Una palabra con
UNA BUENA FACHA

Guillermo Hernández Santana[*]

Gracias a la escritura y a las convenciones gramaticales es posible rastrear las huellas de algunas palabras. Mientras que ciertos sonidos son sólo susurros que deambulan en el aire, otros quedan grabados en tiras de papel, en monumentos e incluso en piedras. En esos registros es posible identificar la ruta de muchas palabras, tal como es el caso del sustantivo facha o del adjetivo fachoso.

Una palabra con una buena facha

entre una etimología popular y un cambio lingüístico de varios siglos, el vocablo facha ha tomado un significado peyorativo en varias latitudes del habla hispana. El adjetivo fachoso se refiere a una persona desaliñada, sobre todo con una forma extravagante de vestir. En el norte de México, particularmente en los estados de Sonora y Baja California, este adjetivo ha tomado un significado muy particular, pues se refiere a algo adornado en extremo y, en algunos casos, a algo que está a la moda.

La primera interpretación es producto de un cambio histórico. El término latino facies, ‘cara’, evolucionó a la forma italiana faccia [΄fatt∫a] con el mismo significado. En latín existía la palabra cara para nombrar dicha parte del cuerpo, además del término facies. De este último se derivó la palabra francesa face [fas] con el significado de ‘figura’ y la acepción ‘rostro’. En inglés, face [fās] es un préstamo lingüístico tomado del francés debido al contacto entre estas lenguas. En la actualidad, los francófonos utilizan este término en algunas expresiones como face à face, ‘uno frente al otro’, faire face, ‘enfrentar las dificultades, y en face de…, ‘frente a’. Todas estas expresiones tienen en común referirse a situaciones en las que el punto de visión del hablante está al frente, aunque sea metafóricamente.

En español, el término latino evolucionó en las palabras fachada, ‘parte frontal de una casa’, y facha, este último término relativo a la cara, lo visible a primera vista. En lenguaje médico, existe el término fascia, un tejido que se extiende por todo el cuerpo. En la variante del español de México, la palabra fascia es utilizada para nombrar la parte delantera de un carro.

Mientras que en latín, facies hacía referencia al rostro, para los hablantes del español dejó de tener ese sentido, pues en la actualidad, los términos derivados de dicha voz latina aluden a partes del cuerpo, tales como la membrana facial o el nervio facial, relacionados por metonimia. En el mismo sentido, el adverbio facial se derivó del cultismo latino facies.

En el centro de México, al igual que en Quito (Ecuador), los hablantes interpretan el adjetivo fachoso con un sentido peyorativo. En cambio, en Montevideo (Uruguay) se emplea para referirse a una persona que viste adecuadamente. Si bien, en algunos dialectos del español de América este adjetivo es empleado con frecuencia en el habla común, en España se perdió su uso relacionado a facha o a una de sus interpretaciones metonímicas. En las variantes lingüísticas del español donde el uso del adjetivo fachoso se mantuvo con esta interpretación, el rasgo en común es que las acepciones provienen históricamente del término latino facies, por lo que las voces populares que se derivaron de este vocablo se interpretaron en principio como expresiones que describían una buena facha o en su defecto una mala facha, siendo necesario el calificativo. De este uso, en algunas variantes el adjetivo evolucionó a una forma peyorativa mientras que en otras sucedió lo contrario.

Existen otros usos y etimologías populares del adjetivo fachoso. En España se interpreta como ‘fascista’. Esta acepción no tiene vínculo con la etimología de la palabra o con un uso metonímico, sino que el uso popular se explica por la semejanza fonética con el vocablo fascista. En otras latitudes, como en Sonora y Baja California, como ya se comentó, la etimología popular del término tiene que ver con la palabra fashion, ‘estar a la moda’, del inglés, que los hablantes relacionan por semejanza fonética con el adjetivo fachoso.

Procesos similares ocurren en situaciones de contacto lingüístico, como en el término chiltecpin (lit. ‘chile pulga’) en náhuatl clásico,[1] que los hablantes de castellano en los siglos XVI y XVII introdujeron al español como chile piquín. En este caso, los hablantes hispanos no introdujeron el concepto literal o una traducción de éste, sino que produjeron un término a partir del parecido fonético de la expresión. En la actualidad, en estados del norte de México se usa la palabra chiltepín, como préstamo lingüístico de otras lenguas de la familia yutonahua como el pima y el yaqui, y no como una expresión creada a partir del parecido fonético como sucede en la expresión chile piquín y con la interpretación que en algunos estados del norte se le da al adjetivo fachoso.


NOTAS

* Estudiante de posgrado en Estudios Mesoamericanos, FFyL-UNAM.
  1. Rémi Siméon, Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, México, Siglo XXI Editores, 1977.
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