Las mujeres y sus imágenes en algunos medios impresos DURANTE EL GOBIERNO CARDENISTA, 1934-1940 Elvia Montes de Oca Navas[*] De esta manera, se evoca la singularidad del pensador por sus FRANÇOIS DOSSE (2007: 118, cursivas mías) ![]() Este documento es producto de una investigación sobre mujeres e imágenes que de ellas fueron difundidas durante el cardenismo en México (1934-1940) a través de medios impresos como la prensa, documentos oficiales y libros escolares. El propósito central del trabajo fue conocer si durante este periodo se dieron los cambios anunciados en el imaginario de todos los mexicanos, especialmente gracias a la reforma educativa que implantó la educación socialista y que se dijo iba a provocar cambios en el pensamiento no sólo de los niños sino de la sociedad entera, y prepararse para construir un México más justo, sin diferencias de clase, raza, género, religión o cualquier otra.
▼
c Introducción
El filósofo presocrático Tales de Mileto (624-ca. 546 a. C) postulaba como una de las tres bases de la sabiduría humana, el no ser mujer, lo cual es una prueba más de lo que a lo largo de la historia se ha pensado con respecto a ellas, y que muestra el papel que han ocupado en una sociedad que bien podría ser al lado de las bestias y los bárbaros, en su concepto de incivilizados, y no junto a los seres humanos, los varones y los griegos, considerados como seres susceptibles de ser civilizados, inteligentes y sabios, posibilidades que no se hallaban en el ser de las mujeres. Hoy se parte del supuesto, y como tal siempre cabe la duda, de que en los sistemas democráticos de gobierno toda política pública busca beneficiar a todo el pueblo. Otro supuesto es que en los sistemas democráticos el respeto a la igualdad trae consigo el reconocimiento de las diferencias. Esto significaría, entre otras muchas cuestiones sociales, la existencia de la igualdad entre los géneros con base en la afirmación y el reconocimiento de las diferencias de sexos, lo que llevó, entre otras cuestiones, a revalorar el papel de las mujeres no sólo en el seno de la familia sino de la sociedad toda. ¿Cómo las mujeres aprendieron a estar en un mundo que les era adverso, sin masculinizarse ni renunciar a su feminidad y valor como mujeres? –feminidad entendida en los términos de Martha Robles (2005): en su connotación creadora, inteligente, de las mujeres. ¿Cómo las mujeres se dieron cuenta de la necesidad de una rebeldía permanente contra su condición de subalternas y segundas, una rebeldía a la vez osada e inteligente, guiada tanto por el talento y la creatividad como por la innovación, y no por el enfrentamiento abierto, pues el rechazo, no sólo de los varones, les vendría por añadidura a las transgresoras de lo establecido en una sociedad autoritario-patriarcal, al ser consideradas como un peligro para la estabilidad del grupo en su conjunto, si no se les somete y controla? Para contestar estas y otras preguntas, los asuntos de las mujeres deben dejar de considerarse de carácter doméstico y privado y convertirse en públicos para ser discutidos y, si es necesario, modificarlos con la participación de varones y mujeres en condiciones de igualdad y respeto, en un ejercicio de democracia en su concepto de horizontalidad –no vertical ni autoritario–, sin liderazgos paternalistas y mediante consensos y acuerdos colectivos. ¿Los libros de texto, la prensa, las políticas oficiales, transmiten mensajes de inferioridad y desvaloración con respecto a las mujeres? ¿La educación formal e informal en México transmiten contenidos sexistas? El objetivo general de este documento es responder a preguntas como éstas en un marco histórico preciso: la educación socialista implantada en México durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río, 1934-1940. La metodología utilizada para realizar este trabajo fue la revisión y análisis de algunos medios de difusión utilizados entre 1934 y 1940, especialmente discursos y documentos oficiales, libros escolares y periódicos.
▼
c Las políticas del gobierno cardenista conocidas a través de los periódicos
El cardenismo no se propuso el cambio profundo de las relaciones sociales entre los sexos, como se asentaba en los documentos oficiales, sino su mejoramiento, de tal manera que las condiciones de subordinación de las mujeres fueran menos duras y difíciles, pero sin cambiar estructuralmente esas relaciones. Se trató de mejorar las condiciones de vida y trabajo de las mujeres –al fin y al cabo, un logro–, aunque sin cambiar su situación de subordinación, dedicadas especialmente, dada su naturaleza, a la reproducción de la especie humana. Veamos las fuentes que sustentan estas afirmaciones. El Plan Sexenal elaborado en 1933 por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) como una guía para el ejercicio del gobierno de Lázaro Cárdenas, se refiere a obreros, campesinos, ejidatarios, maestros y niños a quienes se les ofrecen esperanzas de una vida mejor, pero todo en masculino, nada en femenino: soldados, hijos, alumnos, todos hombres. Únicamente habla de las mujeres al referirse a la prostitución y la mendicidad femeninas, no habla de los mismos problemas sociales al referirse a los varones; luego, estas actividades se adjudican, al menos en este documento, sólo a las mujeres. Se anuncian campañas “para combatir las causas determinantes de la prostitución, a fin de evitar que ésta constituya un medio de vida para la mujer; y para evitar la mendicidad profesional” (PNR, 1937: 56). Aunque no se afirma explícitamente en el documento, de alguna manera se advierte que la prostitución femenina está ligada a la condición económica de las mujeres que la ejercen, y no a que son “mujeres malas por naturaleza”; esto es ya un avance en el imaginario social. En el gobierno de Lázaro Cárdenas, dadas las condiciones internacionales y nacionales, se abrieron nuevas opciones para las mujeres: las fábricas, las escuelas, las parcelas. Tales fueron las propuestas desde el Estado para rescatar a las mujeres de la sociedad desigual en la que vivían e incorporarlas a la educación y la dinámica económica. Lázaro Cárdenas apoyó como presidente (1934-1940) las organizaciones populares integradas por mujeres: Entre 1935 y 1938 el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM) agrupó a mujeres obreras, de clase media y alta, de diferentes regiones del país, ilustradas y analfabetas, católicas y comunistas, hasta alcanzar un número aproximado de cincuenta mil mujeres organizadas en veinticinco sectores (Tuñón, 2004: 169-170). En estas organizaciones femeninas sobresalen Refugio García, Esther Chapa, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Soledad Orozco, Adelina Zendejas, Frida Kahlo, Concha Michel, mujeres que exigían se les reconociera su lugar en el trabajo fuera de sus hogares, lo mismo que en la educación, que luchaban por prestaciones sociales, así como por el reconocimiento de derechos políticos como el voto, en coincidencia con el movimiento sufragista de sus antecesoras. En el periódico Excélsior (México, 13 de febrero de 1936) apareció una noticia sobre el carácter urbano del movimiento feminista a favor del voto de las mujeres: Conocidas señoras de esta ciudad [México, D. F.] que reclaman el voto para la mujer […] fundan el Partido Cívico Femenino […] Reclaman el reconocimiento pleno de la condición ciudadana de las mujeres mediante una reforma constitucional que les conceda la igualdad de derechos políticos de que disfrutan los hombres. El documento lo firman Luz F. de Perches, E. G. Pruneda, María Pacheco, Ana C. de Vértiz, Clementina N. de Sáenz, entre otras mujeres. En cambio, La Prensa (México, 21 de diciembre de 1936), periódico reconocido por su carácter conservador, publicó una noticia donde la Liga de Amas de Casa manifestaba su enojo y desprecio hacia estas mujeres “libertinas”, causantes de los desórdenes que había en sus casas, por ocuparse de cuestiones que no eran de su incumbencia, como era el voto. Si las mujeres invadían los terrenos y roles de los varones, como era el derecho al voto universal, ¿cuáles serían entonces los de los hombres? Este logro democrático, el reconocimiento del derecho de las mujeres a votar y ser votadas, tuvo que esperar varios años más, ¿por qué?, veamos una respuesta. En 1938, el coronel Crescencio Treviño Adame, veterano de la Revolución, aconsejó al presidente Cárdenas que no reconociera ese derecho a las mujeres: Las mujeres están en este mundo para cuidar del hogar y no para involucrarse en la política, ni para inmiscuirse en los asuntos de los hombres, ni para trabajar en oficinas, mucho menos las del gobierno. Esta cosa de que están hablando, eso del voto de la mujer, sería una locura (apud Riding, 1985: 288-289). A estas ideas del coronel Treviño se sumaron otras circunstancias que retardaron el voto de las mujeres hasta 1953, como fue la creación en 1939 del Partido Acción Nacional (PAN), un partido que nació especialmente para minar el poder del cardenismo; partido identificado desde sus orígenes con el clero católico y la derecha mexicana. Las propias mujeres estaban convencidas de que el fanatismo e ignorancia de muchas de ellas eran graves obstáculos para lograr su cabal calidad de ciudadanas; por eso, antes había que educarlas y desfanatizarlas, si no, la sociedad toda podía estar en peligro. Así opinó una de las líderes del movimiento femenino, Luz Valdés (La Prensa, México, 19 de febrero de 1936). Cárdenas aceptó que uno de sus ofrecimientos hechos como presidente no se había cumplido: la reforma del artículo 35 de la Constitución para reconocer como un derecho ciudadano el derecho de las mujeres a votar y ser votadas. En palabras, el presidente Cárdenas reconocía así el derecho de voto a las mujeres: Y aunque suele temerse que el voto de la mujer traiga aparejados problemas de índole antirrevolucionaria al ser emitido, esto no debe detener la acción legislativa ya que uno de nuestros deberes elementales es el organizar y encauzar en un sentido favorable para la nación las actividades fundamentales del poder soberano del pueblo (El Nacional, 1o. de septiembre de 1939). Esto lo dijo Cárdenas en el penúltimo informe que dio a la nación mexicana; en su siguiente y último informe, en 1940, el presidente ya no habló de este derecho. Pasarían largos trece años para que se estableciera. Si bien durante el cardenismo de alguna manera se brindó apoyo a las organizaciones de mujeres para hacer efectivas sus peticiones, ellas fueron organizadas desde arriba, y el propio gobierno se encargó de incluirlas en las políticas públicas y en el partido oficial. Una contradicción más de las muchas que han existido con respecto a las mujeres: se les incorporó en el mundo de lo público, se les sacó de sus casas sin dejar de seguir siendo responsables de ellas, pero en ambos mundos, el público y el privado, conservaron su condición de subalternas. En El Nacional (México, 4 de septiembre de 1936), el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PNR, Silvano Barba González, publicó un “Manifiesto del PNR”, en el que se lee: El Comité Ejecutivo reconoce en la mujer trabajadora organizada, un factor social cuyas capacidades deben estimularse para que ella alcance nivel igual al de los elementos varones en la lucha sindical y en el ejercicio de los derechos políticos, fundándose en el principio reconocido por la legislación del trabajo que no establece distinciones por razones de sexo entre los componentes del proletariado. El Partido está vivamente interesado en lograr la emancipación de la mujer, no sólo en la vida política, sino también en el campo de la lucha económica. Promoverá, en consecuencia, la creación de organizaciones femeniles de tendencia revolucionaria; estimulará su desarrollo, y les ofrecerá todas las facilidades posibles para que extiendan su radio de acción en la República y para que logren cada día mayores reivindicaciones. Aunque las mujeres –en el documento se habla de “la mujer”– fueron reconocidas como factores importantes de la economía y la producción nacional en términos laborales, el corporativismo que existió durante el cardenismo se hizo manifiesto al hablar de las mujeres agrupadas en “organizaciones femeniles”, integradas sólo por mujeres organizadas por el propio gobierno y a iniciativa de éste, no de ellas mismas. Los mensajes que Cárdenas enviaba a la sociedad mexicana, tanto en su calidad de candidato a la Presidencia por el PNR, como después ya siendo presidente, hablaban de que se protegería a los niños, los ancianos, los desvalidos, las mujeres, consideradas éstas como seres débiles que necesitaban de la protección y el cuidado de los gobernantes y las leyes. Cárdenas afirmaba en sus discursos que las mujeres campesinas y obreras serían rescatadas de su ignorancia gracias a la escuela, lo mismo que los hombres. Se refería principalmente a los hombres y las mujeres adultos que no sabían leer y escribir y a quienes se les alfabetizaría, pero, además, y muy importante, se les daría educación cívica, con la información necesaria para reafirmar su calidad de ciudadanos libres e iguales. Lázaro Cárdenas reconocía en sus discursos la importancia que las mujeres podían tener en la economía familiar, siempre y cuando estuvieran organizadas en grupos, por ejemplo, en cooperativas “que sirvan para la liberación económica de la mujer […] Así preparada la mujer, cumple con más amplitud sus altos fines en el seno del hogar y sus funciones como factor del progreso social” (El Nacional, 8 de diciembre de 1936). El presidente Cárdenas se condolió de las mujeres pobres y las condiciones de trabajo que había en sus hogares, especialmente las del campo, por eso, sin romper con la sociedad paternalista y protectora de los más débiles, incluidas las mujeres, había que mejorar esas condiciones domésticas, haciéndolas más llevaderas no gracias a la inclusión plena de las mujeres en la vida económica, social y política del país, sino fundamentalmente debido a los avances de la tecnología moderna. En un discurso pronunciado en Oaxaca, Cárdenas dijo: Un detalle que para muchas gentes es intrascendente, pero que sí representa grandes esfuerzos en la vida de la mujer campesina, es la de verse sometida a las grandes tareas del metate; y es obligación de todos, interesarse para liberarla de este esfuerzo agobiante. Debemos organizar las cooperativas femeninas y dotar de molinos a todas aquellas que, por su difícil condición económica, no estén en condiciones de adquirirlos, en la inteligencia de que con la instalación del molino y aprovechando del motor, podrá tener el poblado su alumbrado y bombear agua para sus servicios urbanos (El Nacional, 27 de marzo de 1937). La modernidad llegaría a los pueblos pobres: molinos, luz, agua potable, caminos. Las mujeres fueron vistas como seres humanos explotados no sólo por los más poderosos en la esfera económica, igual que sus compañeros, sino además por las condiciones de atraso en las que vivían dentro de sus casas, y que les hacían más difícil cumplir con sus labores como buenas esposas y madres. Cárdenas ofreció también: Darle representación a la mujer en la directiva nacional [de los campesinos] por medio de una secretaría que lleve a cabo la organización nacional de las mujeres campesinas, que con actitud ejemplar han venido desarrollando una acción muy trascendente y meritoria en los aspectos: educativo, organización del trabajo, eliminación de centros de vicio, organización de cooperativas de producción y de consumo y en otras muchas actividades que las hace acreedoras a que se piense y se apoye de una manera leal y decidida su completa reivindicación (El Nacional, 29 de agosto de 1938). Sin embargo, esta reivindicación vendría como una gracia del presidente y de los otros gobernantes, varones todos, quienes se compadecerían de las condiciones de vida desigual e inferior de las mujeres; no como una conquista de ellas mismas, dentro de un sistema político corporativista, basado en organizaciones sociales ligadas estrechamente al gobierno federal. En el periódico El Nacional (7 de junio de 1935), apareció publicado el Programa de Estudios y de Acción de la Escuela Socialista, órgano rector de la reforma que había instaurado la educación socialista en México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. La nueva educación socialista, según este documento, sería obligatoria, gratuita, de asistencia infantil, única, coeducativa, práctica, integral, progresiva, científica, desfanatizante, orientadora, de trabajo, cooperativista, emancipadora: … porque enaltece al niño, a la mujer y a las clases productoras y desposeídas; porque señala los medios adecuados para obtener la liberación de los prejuicios de orden económico, social, político y religioso, y porque tiende a destruir toda clase de vicios y formas de explotación humana de la sociedad actual (El Nacional, 7 de junio de 1935). La educación, como responsabilidad del Estado, estaría dirigida a preparar a las nuevas generaciones en la lucha por el advenimiento de un régimen social sin explotados, “una escuela socializada que no estuviera al margen de la vida y de la sociedad, sino que combatiera sus lacras y actuara en defensa de las clases desposeídas” (El Nacional, 7 de junio de 1935). La educación fue vista como un servicio social y un derecho otorgado por el Estado con “la tarea de despertar en las generaciones jóvenes un espíritu amplio de solidaridad humana, una actitud más firme por cuanto a la función social de la cultura, y una conciencia más clara y científica sobre la posición del hombre en el Cosmos y en la Sociedad” (El Nacional, 7 de junio de 1935). La educación impartida por el Estado sería la misma tanto en el medio urbano como en el rural, y tanto para niños como para niñas, coeducativa, una educación orientada principalmente hacia las actividades productivas desarrolladas en las ciudades y en el campo. La coeducación fue recibida con recelo por algunos sectores conservadores. Para convencer a los mexicanos de las bondades de la coeducación, en el citado programa se dijo que ayudaría a “facilitar las relaciones normales entre hombres y mujeres, combatiendo los obstáculos y prejuicios que se originan en su mayor parte por la separación innecesaria de niños y niñas en las escuelas. Sirve además para ofrecer iguales oportunidades de capacitación económica, intelectual y social al hombre y a la mujer” (El Nacional, 7 de junio de 1935). Los niños y las niñas serían educados juntos en las escuelas, pero se “procurará, igualmente, que no se desvirtúen las características propias de su sexo” (El Nacional, 7 de junio de 1935). Entre los deberes de los niños estaba: “Considerar a todos sus compañeros como hermanos, con igualdad de derechos y obligaciones, sin distinciones de clase, sexo, credo o raza”; “Buscar el bienestar de la comunidad antes que el propio”; “Amar la justicia social, la verdad y la belleza, defendiéndolas con dignidad y valor”; rechazar dogmatismos y supersticiones, amar a sus padres y maestros, y sobre todo a su patria y su nación (El Nacional, 7 de junio de 1935). Veamos otro documento que se refiere a las políticas educativas del cardenismo. El 2 de diciembre de 1934, un día después de que Cárdenas asumiera el cargo de presidente de México, El Nacional publicó el Programa de Educación Pública, firmado por el propio presidente. Este documento, en el punto 6, establecía: Educación de la mujer: la situación postergada en que secularmente ha vivido la mujer; víctima de faenas agobiantes como campesina, de las miserias y vicios de su camarada obrero; compañera inseparable en los peligros del soldado; expuesta a los abusos de la servidumbre familiar, explotada en las industrias domésticas; asediada en los empleos particulares y burocráticos; arrastrada por las exigencias de la moda; pero en esencia conservada aún luchadora y virtuosa, reclama de la Revolución una política cultural reivindicadora; ya fundando escuelas, academias y organizando brigadas o campañas en pro de la mujer, a fin de que obtenga su emancipación económica y el cambio de un régimen hasta hoy organizado por los hombres y para los hombres. Un discurso ambiguo, conservador y revolucionario a la vez, que prometía mayor igualdad entre hombres y mujeres, pero que hablaba de la esencia femenina. Requiérese también una campaña intensa para la emancipación integral de la mujer, muy especialmente la proletaria como explotada del hombre, [que] se encuentra en una situación de escasas oportunidades económicas, cívicas, culturales, etc., ya que la antigua escuela fruto de su medio, se había orientado hacia la protección del llamado “sexo fuerte” (El Nacional, 2 de diciembre de 1934). Cárdenas afirmó que se lucharía por lograr una verdadera solidaridad entre hombres y mujeres, sin importar clase, sexo o religión. La educación socialista requería de nuevos maestros, planes de estudio, programas, libros de texto, métodos de enseñanza útiles para la capacitación científica, técnica e ideológica de los “nuevos mexicanos con orientación socialista”, de aquí la aparición de nuevos libros escolares.
▼
c Los libros escolares para las escuelas primarias urbanas y rurales
Una de las medidas llevadas a cabo por el gobierno cardenista para poner en práctica la educación socialista es la edición de nuevos textos escolares. Se trata de libros elaborados por una comisión editora de la Secretaría de Educación Pública (SEP), nombrada por el gobierno, o de libros hechos por particulares y aprobados por la SEP, apegados a los lineamientos de la reforma educativa puesta en marcha. En los libros escolares de lectura se abren nuevos mundos imaginarios y posibles de alcanzar gracias al trabajo de los trabajadores, los niños, las mujeres y por supuesto el gobierno, empeñados y todos en un proyecto de nación más justa y equitativa no sólo entre las clases, sino también entre los géneros. En los textos utilizados en las escuelas del cardenismo, éstas son consideradas como un espacio en el que se crea y recrea el imaginario colectivo de lo que significa ser mujer y ser hombre. Surgen nuevos sujetos sociales que hablan y que antes habían permanecido callados: niños, obreros, campesinos, indígenas, mujeres. Los libros escolares están hechos conforme a los lineamientos pedagógicos, científicos, culturales e ideológicos de la educación socialista, e incluyen imágenes muy sencillas, casi lineales, y en blanco y negro, que presentan escenas escolares donde niños y niñas están juntos, de acuerdo con la coeducación, establecida como obligatoria para todas las escuelas. En estos libros, niños y niñas se llaman entre sí camaradas. Tanto las imágenes como las lecciones de los libros analizados –libros de lectura escritos para las escuelas rurales: Simiente, y para las urbanas: Escuela Socialista– fomentan valores considerados como fundamentales para la formación del buen ciudadano: respeto a los mayores, los padres, los maestros, los animales; amor al trabajo, responsabilidad en el cumplimiento de los compromisos contraídos, participación en las tareas familiares y comunales; de esta tarea se encargaban especialmente las mujeres en el hogar y los maestros en la escuela. Juntos, niños y niñas participan en las cooperativas, cría de animales, talleres; todos trabajan, según los libros, en condiciones iguales y en actividades en libertad elegidas por ellos; la condición es colaborar independientemente de los sexos de los niños, fomentando así, desde la niñez, la igualdad entre hombres y mujeres. “Nuestra escuela parece una colmena en donde no hay zánganos que se aprovechen del esfuerzo de los demás” (Simiente, Libro tercero, p. 41). En los libros aparecen mujeres trabajando no sólo en la casa, sino en la cría de animales domésticos, pero ya en condiciones avanzadas y con métodos modernos, como es el uso de vacunas aplicadas a cerdos y gallinas. Sin embargo, el lugar de las mujeres del campo sigue siendo la casa: lavando, cosiendo, cuidando de los niños, sobre todo si están enfermos. El día en que los campesinos estén perfectamente unificados, el Himno del Trabajo entonado por los hombres en las sementeras, por las mujeres en el hogar y por los niños en la escuela, pregonará la aparición de una era próspera y fecunda para los trabajadores del campo (Simiente, Libro tercero, p. 110, cursivas mías). ![]() En las imágenes de los libros se ve a las mujeres llevando a los niños a la escuela; en los libros para escuelas rurales, se aprecia a los hombres trabajando en el campo; y en los libros para escuelas urbanas, lo hacen en las fábricas. En estos últimos también se ve a los trabajadores en asambleas sindicales, entre las cuales ya aparecen algunas mujeres. En ambos tipos de libros aparecen maestras, considerada esta profesión, desde tiempo atrás, como una carrera propia para mujeres, debido a su instinto maternal. “La maestra es muy cariñosa; trata a sus alumnos como una madre” (Simiente, Libro primero, p. 45). En los textos escolares escritos para las escuelas rurales, Simiente, el padre regresa fatigado de los trabajos del campo, la niña lo recibe en la puerta. “Juntos y felices entran en el hogar, donde la madre les espera con la apetitosa cena ya servida en la mesa” (Simiente, Libro primero, p. 30). En una de las cabeceras de la mesa aparece sentado el padre, en la otra el hijo y al lado la hija, la madre está ausente; seguramente ella está ocupada en servirles los alimentos, por eso no está sentada a la mesa. En las lecturas se ensalza a la mujer como ama de casa que no descansa, dedicada todo el día a sus quehaceres domésticos:
Mamá no sale. En cambio, “Don Benito [el padre] es campesino trabajador; tiene una parcela que trabaja con empeño” (Simiente, Libro primero, p. 42). En estos libros, los niños hijos de campesinos quieren crecer pronto para ayudar a sus padres en las labores del campo, lo mismo que los niños de los obreros quieren también ser obreros cuando sean grandes:
Mamá: Así le dice a su madre un niño que cursa el primer año de educación elemental. “Cuando sea grande trabajaré en lugar de mi padre, para que él descanse” (Simiente, Libro segundo, p. 8), así habla un niño campesino de segundo año. Los esquemas paternos, en este caso las actividades productivas de campesinos y obreros, son copiados por los niños, quienes de grandes quieren ser lo mismo que sus padres; así se plantea una reproducción social que, si bien ofrece mejores condiciones de vida material para las clases trabajadoras (campesinos y obreros), sigue implicando escasas posibilidades de movilidad social. No se habla mucho de los anhelos de las niñas cuando sean grandes, seguramente que, siguiendo los moldes sociales, querían ser amas de casas hacendosas y amorosas como sus mamás. En el libro Simiente de cuarto año (1935: 55) aparece una lección titulada “La liberación de la mujer campesina”: ¡Pobres mujeres campesinas! Inclinadas sobre el metate desde antes que despunte el alba, hasta la noche, gastan todas sus fuerzas en piezas que tal vez sirvan de cocina, comedor y dormitorio; en piezas donde el humo, desprendiéndose del primitivo hogar de tres piedras [tlecuil], entre los cuales chisporrotea el fuego, vicia el aire haciéndose malsano para la respiración. Se agrega que estas mujeres no tienen tiempo libre, por ejemplo, “para una buena lectura”, de ahí la necesidad de que se les “libere de un género de vida que la[s] humilla”. Era necesario enseñar a las mujeres a modificar su forma de vida, especializar el uso de las habitaciones de la casa: cocina, comedor, dormitorio; levantar el fuego del suelo a su altura, utilizar carbón u otros recursos en lugar de leña, aprender el uso de un molino que sustituyera al metate; éstos y otros adelantos modernos harían menos penosas las tareas de las mujeres campesinas, quienes seguirían trabajando en sus casas, cuidando celosa y abnegadamente de su familia. “Estos cambios harán hogares campesinos risueños, en que la mujer, ya liberada, pueda dedicarse contenta a las faenas caseras y a la importantísima tarea de criar y educar a sus hijos” (Simiente, Libro cuarto, p. 56). En el imaginario de los niños contenido en los libros está el “padre trabajador y responsable”, y “la madre siempre ocupada en el hogar”: Además, la profesora de 1er. año semanariamente congrega a las mujeres para enseñarles cosas muy útiles respecto de la preparación de alimentos nutritivos, modo de cortar y coser las prendas de vestir, cuidados que deben tener en la crianza de los niños, y maneras de ejecutar los demás trabajos domésticos (Simiente, Libro cuarto, p. 91). Así las madres estarían mejor preparadas para ser mejores madres y esposas. En los libros de lectura para las escuelas urbanas, se hace más evidente la ideología de la educación socialista. En la serie Simiente, el campo y sus moradores aparecen un tanto idealizados: viven una vida tranquila y feliz sin dejar de ser injustas las condiciones de trabajo de los campesinos, que poco a poco se van mejorando gracias, en buena medida, al reparto de ejidos que hizo con mayor intensidad el gobierno cardenista. En los libros para las escuelas urbanas, la ciudad no es vista de manera idílica, en ella se presentan más marcadas las diferencias sociales, la explotación de los trabajadores, la miseria en la que viven las clases más bajas; sin embargo, hay esperanza para los obreros con base en su organización en sindicatos y en su afiliación al partido oficial para defender sus derechos. Los niños, protagonistas de los libros de lectura para escuelas urbanas, no son niños siempre felices, son hijos de obreros pobres y mujeres pobres, que antes de ir a la escuela tienen que trabajar, por ejemplo, vendiendo periódicos, y se les ve en las imágenes caminando por las calles de la ciudad, dándose cuenta de las injustas y desiguales condiciones de vida que hay en ella, especialmente al referirse a los trabajadores y sus familias. Se habla de la explotación de los obreros en las fábricas y la esperanza de un mundo mejor. A niñas y niños, igual que a hombres y mujeres, se les observa participando en asambleas, opinando y decidiendo sobre la solución de sus problemas, “¿Y la obrera? La obrera está también aquí, al lado de su compañero, o en los jardines de recreación al lado de sus niños, o en los museos de higiene recibiendo útiles instrucciones” (SEP: 1939: 215). Ya se mencionan las guarderías para los hijos de las obreras como anexos de las fábricas, lo cual constituye un adelanto en la sociedad mexicana de esos años, en atención a las condiciones laborales de las mujeres y la necesidad de cuidar de sus hijos mientras ellas trabajan, especialmente como obreras. En el Libro de lectura para uso de las escuelas nocturnas para trabajadores, 1er. grado, se lee: “Soldados, obreros y campesinos: el nuevo Ejército de la Revolución” (1938: 81); ¿y las mujeres?, el libro mismo responde que ellas están “atareadas cociendo las tortillas alrededor de las fogatas…” (1938: 79), por lo tanto, las imágenes de las mujeres no cambiaron mucho. En el libro de Rafael Ramírez (1937) Plan sexenal infantil, se hace hincapié de manera persistente en la organización escolar de niños y niñas, y en la igualdad que debe existir entre ambos. Los niños de este texto escolar viven en una comunidad llamada Porvenir (nombre sugerente), en donde existe una escuela unitaria, al frente de la cual hay un solo maestro que atiende grados escolares diversos, con niños y niñas de distintas edades. Niños y niñas hacen sus planes de trabajo, en grupo los discuten, acuerdan decisiones y tareas, registran resultados, todo en grupo; todos son camaradas. Sin embargo, los patrones masculinos y femeninos se conservan, aunque ya existe una débil crítica a la situación de las mujeres: Nuestros papás salen temprano a sus labores para ganar el sustento de toda la familia y nuestras mamás se quedan en casa ahogándose dentro de un mar de trabajo enorme. El otro día leí, no recuerdo dónde, que la mamá es el alma de la casa. Ella es la guardiana del hogar, la ejecutora de todas las tareas domésticas y la que cría y educa a las criaturas (Ramírez, 1937: 48). En el contenido de las lecciones hay el propósito de integrar por igual a niños y niñas tanto en las labores realizadas en la escuela, como en sus casas y la comunidad toda, pero respetando las labores propias de cada sexo, es decir, todo es posible dentro de las reglas establecidas.
▼
c Reflexiones finales
El discurso de libertad e igualdad que se utilizó durante el cardenismo fortaleció ciertos espacios de autonomía para las mujeres en su lucha por el respeto a la libertad de los individuos, a favor de la igualdad entre los géneros con base en las desigualdades reales, y contra la percepción y el aprendizaje inducidos de un orden natural de las relaciones entre los géneros, a partir de las diferencias sexuales. Dudar de un orden jerárquico donde cada quien ocupa su lugar y cumple con lo que es intemporal y universalmente determinado es ya dar un gran paso adelante para una vida más justa y equitativa en las relaciones establecidas entre hombres y mujeres; pero todavía falta mucho más: convertir las ideas en acciones inteligentes y creativas para la cabal emancipación de todos los seres humanos. Sin embargo, las políticas públicas desarrolladas durante el cardenismo respecto a las condiciones sociales de las mujeres siguieron siendo un tanto conservadoras respecto a los roles masculinos y femeninos resguardados a través de las ideas, las tradiciones y las costumbres, aunque ya aparecieron algunos rasgos de mayor justicia social no sólo entre los sectores sociales, sino también entre varones y mujeres. Con respecto a los niños sobre los que se escribe en los documentos oficiales y en los libros escolares analizados aquí, se trató de cultivar en ellos, valores que los hacían seres humanos más preocupados por su entorno y su comunidad, menos individualistas, más participativos y responsables, defensores de la igualdad entre sus semejantes; se fomentaba en ellos el respeto por la naturaleza, el rechazo a los vicios y la vagancia, el respeto a los mayores (especialmente padres y maestros), el amor al trabajo y al compromiso, todos debían luchar desde su sitio por el logro de una sociedad mejor. Los libros de la escuela socialista, con materiales muy sencillos, presentan niños reales, que viven en condiciones difíciles, especialmente los hijos de los trabajadores (campesinos y obreros), que son los que aparecen en estos libros, pero con la esperanza de un futuro mejor. En la ideología difundida por la educación socialista, si bien se declara como objetivo principal la construcción de un México más justo y equitativo con relación al reparto y disfrute de lo producido por el trabajo humano, no se propugna un rompimiento profundo con el sistema establecido que marca y dirige las relaciones sociales establecidas entre hombres y mujeres; pero respecto a las tradiciones y costumbres vinculadas con el trabajo productivo y asalariado de las mujeres fuera de su ámbito doméstico, sí cuestiona y modifica sus bases ideológicas y económicas. Las mujeres ya pueden participar de manera más abierta en los diversos campos de la producción económica; incluso, a través de cooperativas ellas pueden organizar la producción y distribución de las mercancías dirigidas al consumo directo de los hogares, lo cual se reitera en los impresos analizados. ¿Qué tanto de esto se llevó a la realidad?, es una pregunta cuya respuesta queda fuera de los alcances de esta investigación. ♦
▼
c Referencias
DOSSE, F. (2007). El arte de la biografía. México: Universidad Iberoamericana. PNR, Partido Nacional Revolucionario (1937). Plan sexenal del Partido Nacional Revolucionario. México: Partido Nacional Revolucionario. RIDING, A. (1985). Vecinos distantes. Un retrato de los mexicanos. México: Joaquín Mortiz / Planeta. ROBLES, M. (2005). Mujeres del siglo XX. México: Fondo de Cultura Económica. TUÑ ÓN, J. (2004). Mujeres en México. Recordando una historia. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Instituto Nacional de Antropología e Historia. Textos escolares SIMIENTE. Libro cuarto para escuelas rurales. G. Lucio (1935). México: Secretaría de Educación Pública / Comisión Editora Popular. SIMIENTE. Libro primero para escuelas rurales. G. Lucio (1935). México: Secretaría de Educación Pública / Comisión Editora Popular. SIMIENTE. Libro segundo para escuelas rurales. G. Lucio (1939) (5ª ed.). México: Secretaría de Educación Pública / Comisión Editora Popular. SIMIENTE. Libro tercero para escuelas rurales. G. Lucio (1939) (5ª ed.). México: Secretaría de Educación Pública / Comisión Editora Popular. RAMÍREZ, R. (1937). Plan sexenal infantil. Libro de lectura para el ciclo intermedio de las escuelas rurales. México: Biblioteca Cuauhtémoc. SEP, Secretaría de Educación Pública (1938). Primer año. Serie “S.E.P”. Lectura oral. Escuela Socialista. México: Comisión Editora Popular de la Secretaría de Educación Pública. — (1939a). Quinto año. Serie “S.E.P”. Lectura oral. Escuela Socialista. México: Comisión Editora Popular de la Secretaría de Educación Pública. — (1939b). Libro de lectura para uso de las escuelas nocturnas para trabajadores. 1er. grado. Serie “S.E.P”. México: Comisión Editora Popular de la Secretaría de Educación Pública. Periódicos EL NACIONAL (México, D. F., 1934-1940). EXCÉLSIOR (México, D. F., 1934-1940). LA PRENSA (México, D. F., 1934-1940). NOTAS* Investigadora independiente. Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; miembro activo de la Sociedad de Historia de la Educación Latinoamericana (Shela) y de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación (Somehide)
▼
c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Simiente, Libro cuarto, p. 55. - Foto 1: Escuela Socialista, Primer Año, p. 30 - Foto 2: Escuela Socialista, Primer Año, p. 45 |