Operación ópera
UNA GUÍA ELEMENTAL PARA PRINCIPIANTES

Oswaldo Martín del Campo[*]


“La ópera son puros gritos”, afirman los detractores del género, y en parte tienen razón: el canto operístico tiene su origen en el grito, en la necesidad de alzar la voz, de expresar las emociones con alaridos desgarradores para que se oigan en todo el mundo. Ese grito cantado ha evolucionado a lo largo de los siglos y se ha perfeccionado de una forma asombrosa, al grado del virtuosismo.

Lo básico

De forma general, ¿qué es una ópera? En el imaginario popular hay muchas ideas al respecto, y todas ellas coinciden en que la ópera es algo cantado, lo cual no dista de la verdad, aunque muy a medias, porque, además del canto, un elemento de primera importancia en la ópera es el drama, la historia, la dramaturgia, el teatro, lo que se cuenta. Entonces, en pocas palabras, la ópera es, simplemente, una obra de teatro en la que los diálogos se cantan. Sí, imagine que va usted al teatro a ver una obra de Shakespeare o Molière y los actores, en lugar de recitar sus parlamentos, los cantan, estará usted en una función de ópera. ¿No es simple? Eso es todo.

Los orígenes

¿De dónde viene la idea, casi absurda, de cantar todos los diálogos de una obra de teatro? Del teatro mismo, del teatro griego, el cual ha marcado la ruta de todo el teatro occidental moderno. Los teatros griegos debían aprovechar todos los recursos posibles para amplificar y proyectar la voz humana, con la finalidad de que todos los asistentes pudiesen escuchar a los actores con claridad. Por esta razón, los teatros de la antigüedad, carentes de conchas acústicas, se construían en colinas, para que en éstas rebotara el sonido, pero, además, los actores utilizaban una técnica de emisión vocal especial, que era distinta del simple hecho de hablar. Los histriones utilizaban los resonadores faciales y un manejo continuo del aire con la respiración diafragmática. De alguna manera, se puede decir que usaban un canto básico para que la voz se amplificara. Debieron recurrir a estas formas de proyección vocal debido a que el simple grito no es una opción saludable por la violenta fricción que éste provoca sobre las cuerdas vocales, y los daños, en algunos casos permanentes, que causa a las mismas. Este grito controlado, en el que se tiene conciencia de la apertura de la garganta para no colapsar el aire que pasa por las cuerdas, además, resultaba perfecto para enfatizar las emociones de los personajes de la trama, como la tristeza, la rabia o la desesperación. Es factible encontrar en Internet algunos videos de compañías actuales que representan obras clásicas en las ruinas de los antiguos teatros griegos y donde se aprecia perfectamente todo lo que acabo de describir.


Foto 1. Teatro griego


Fue hasta el siglo XVI cuando un grupo de artistas e intelectuales italianos, conocidos como La Camerata Fiorentina, decidieron retomar las técnicas de interpretación del teatro antiguo de Grecia y Roma y surgieron así los dramas con música. La palabra drama se refiere al teatro, a un texto que se representa en el escenario, así que lo que en realidad nació fue el teatro musicalizado, en donde, por medio de la escritura musical formal, se especifica la altura y duración exacta de los sonidos con los que se emitirá cada palabra y cada sílaba. Muchos nombres tuvo este género antes de que mundanamente se le conociera como ópera, algunos de ellos son dramma per musica o melodrama per cantare, entre otros, y no fue sino hasta el siglo XVIII cuando el término ópera se generalizó. Este vocablo pertenece a la lengua italiana y quiere decir obra, así de simple. Así que quien dice que no le gusta la ópera, en realidad expresa que no le gustan las obras, de la misma manera que hacemos referencia a las obras de teatro.

¿Que si la ópera es elitista? Al menos en sus orígenes sí lo fue, ya que estos dramas musicales sólo se representaban en las cortes y en los palacios de quienes los producían y auspiciaban a los libretistas y compositores. El pueblo no tuvo ningún acceso a estos espectáculos hasta 1637, cuando el teatro de San Cassiano, en Venecia, comienza a producir óperas para el público en general, y el género se convierte en la locura, con espectadores que se vuelcan en los teatros para verla. Claro, en un mundo sin cine, sin televisión ni Internet, no es raro que un espectáculo teatral con música en vivo se convierta en el consentido de todos y, como sucede con el cine, la gente comienza a popularizar a algunos compositores, directores y cantantes-actores.

Las voces

“Yo quiero convertirme en un gran tenor”, sueñan algunos jóvenes, pero en esto de las voces operísticas no se complacen deseos. Las voces se clasifican de acuerdo con su naturaleza, la cual depende de las características físicas de una persona. ¿Todos podemos cantar? Teóricamente la respuesta es: sí, con el entrenamiento adecuado; pero convertirse en un gran cantante de ópera es el equivalente a querer ser un medallista olímpico: con un entrenamiento de una hora a la semana, jamás será suficiente.

Regresando a la clasificación de las voces, la más básica es la que se divide en voces masculinas, femeninas y blancas; las voces blancas son las correspondientes a los niños y niñas. Luego, cada género se divide en distintas tesituras, o texturas, dependiendo de la altura de la voz. La voz más grave de las mujeres es la alto o contralto, la intermedia es la mezzosoprano y la más aguda es la soprano. Las voces infantiles se corresponden con esta clasificación femenina. Para los varones, la voz más grave es la de un bajo, la intermedia es la del barítono y las más aguda es la del tenor. Estas tesituras tienen otras subdivisiones más complejas que dependen de factores como la agilidad, la facilidad para cantar agudos, el color, etcétera.

Los compositores eligen el tipo de voz de acuerdo con las características de los personajes de la obra que van a musicalizar. Así, los papeles de villanos suelen asignarse a los bajos; jóvenes virginales, a las sopranos; brujas, a las altos; mujeres sensuales, a las mezzosopranos; padres amorosos, a los barítonos; héroes, a los tenores, y así por el estilo. En la ópera existen muchos clichés y estereotipos.

Los creadores, los referentes

Continuando con el símil del cine, la ópera tiene una lista de compositores que después de siglos se mantienen en el gusto del público, de la misma manera que algunos directores y creadores cinematográficos tienen seguidores cautivos, y, así como existen las películas de culto, hay un puñado de óperas que pueden ser también consideradas como piezas que son objeto de devoción por una parte del público.

El primer gran compositor de óperas fue el italiano Claudio Monteverdi, artista del siglo XVI a quien se le atribuyen las primeras óperas de la historia de la música. Muchas de sus partituras están perdidas, pero las que lograron sobrevivir hasta nuestros días, se representan con regularidad. Como estas primeras óperas estaban basadas en el teatro clásico, sus temas están llenos de elementos de las culturas griega y romana, lo cual se evidencia en los títulos de las obras maestras de Monteverdi: Orfeo, El regreso de Ulises a la patria y La coronación de Popea.

Es muy probable que estas obras no sean las más recomendables para acercarse a la ópera por primera vez, ya que se consideran un poco lentas, pues en ellas es claro que se busca una fusión entre la palabra hablada y la cantada, así que más que de melodías –como las que conocemos en una canción–, la obra está llena de recitativos, es decir, partes un poco más habladas que cantadas, aunque los recitativos también están compuestos con escritura musical formal. Es posible acercarse a estas obras en los canales de videos de Internet, donde existen versiones completas y con subtítulos en español.

Foto 2. Orfeo es una de las obras maestras del italiano Claudio Monteverdi


Foto 3. Claudio Monteverdi

Hablar de los grandes compositores de ópera sería materia de una enciclopedia entera, aquí nuestro propósito es dar a conocer a los más populares. De Monteverdi, en el siglo XVI, podemos ir hasta el siglo XVIII, con Wolfang Amadeus Mozart. Este compositor austriaco, famoso por su genialidad, amaba profundamente el género operístico y dedicó gran parte de su tiempo a la creación de óperas que los conocedores han calificado como perfectas. Las más destacadas son: Don Juan, Las bodas de Fígaro y La flauta mágica. Esta última es muy apreciada por los niños debido a sus personajes y música fácil de escuchar. Perfectas o no, es indudable que las óperas de Mozart tienen historias y música de primer nivel, con personajes redondos que no pueden calificarse como cien por ciento buenos o malos; así, las óperas de Mozart son sumamente humanas.

Es durante el siglo XIX cuando el género tiene su época de mayor esplendor. Toda Europa se llena de teatros importantes para representar óperas, y los compositores italianos se vuelven los más famosos, aunque los franceses y alemanes también dan fuerte batalla. Gaetano Donizetti y Gioachino Rossini componen óperas en cortos periodos de tiempo, con lo que consiguen un catálogo extenso en su producción. Sus obras son de enorme frescura y dificultad técnica, por lo que sólo cantantes muy preparados pueden dominar este repertorio. Estos autores cuentan con obras inmensamente famosas que son fáciles de escuchar, con buenas historias, perfectas para acercarse al género, como El barbero de Sevilla, de Rossini, y El elixir de amor, Don Pasquale o Lucía de Lammermoor, de Donizetti.

Para la segunda mitad del siglo XIX, una figura sobresale de todas las demás, la del italiano Giuseppe Verdi, autor de obras de gran dramatismo y con enorme fuerza musical y emocional. La fama de Verdi es equiparable a la de las grandes estrellas del pop en la actualidad, era conocido mundialmente y casi todas sus composiciones forman parte del repertorio obligado de los teatros más importantes. Como un primer acercamiento a Verdi, en Internet es posible disfrutar de Aída, Rigoletto, El trovador, La traviata, Otelo o Falstaff.

Un genio alemán se convirtió en el gran rival de Verdi, nos referimos a Richard Wagner, autor de obras que él calificaba como piezas de arte total, en las que se combinaba la música, el teatro, la danza, la pintura, la arquitectura y la poesía. Sus temas más exitosos los tomó de leyendas y mitos nórdicos, los mismos que la famosa trilogía de El señor de los anillos, un siglo antes de ésta. Wagner compuso el que sin duda es el proyecto operístico más ambicioso de todos los tiempos: la tetralogía de El anillo del nibelungo, titánica partitura compuesta por cuatro óperas de enorme duración y que le tomarán un día completo a quien desee escucharlas todas. Sí, el tema también es un poderoso anillo y la historia está llena de criaturas fantásticas.

Otro italiano acaparó la atención del público a finales del siglo XIX y principios del XX: Giacomo Puccini. Todas sus óperas se siguen representando actualmente, y entre las más famosas están La bohemia, Tosca, Madama Butterfly y Turandot. Esta última es una obra obligada para quien desea acercarse al género, siempre impactante; tiene una música inolvidable que requiere de grandes escenificaciones. Puccini es, quizá, el último compositor popular de óperas que continuaron la tradición italiana comenzada por Monteverdi.


Foto 4. Montaje de la tetralogía de El anillo del nibelungo de Richard Wagner


Como ya lo dijimos, podríamos mencionar aquí muchísimos nombres, pues desde luego que no se han dejado de componer óperas hasta el día de hoy, pero la popularidad que éstas tuvieron hace cien años ya no ha vuelto a surgir y es probable que nunca regresen los tiempos gloriosos de la ópera, ya que otros géneros, como el cine, se han colocado en la preferencia de millones de personas en el mundo.

Los derivados

La ópera, como gran género escénico, tiene algunos derivados que causan confusiones entre algunos despistados. Ya dijimos que la ópera es teatro musicalizado, pero, como en todo, no siempre las cosas deben ser tan serias y existen formas menores del teatro musical. Hijos pequeños de la gran ópera son los intermezzos, que son óperas muy cortas (de menos de treinta minutos), siempre cómicas y de pocos personajes. Luego está la opereta o la operita (o la “obrita”), en la que sólo se cantan algunos pasajes mientras que muchos diálogos se hablan como en una obra de teatro común; los temas son siempre cómicos y no tienen gran profundidad, en tanto que su música es ligera y muy fácil de asimilar. De la opereta se derivó la zarzuela en España, que también es teatro cantado en el que se alternan pasajes hablados con los musicales, pero cuyos temas y formas musicales tienen rasgos netamente españoles. La zarzuela puede ser cómica o dramática. Finalmente, de estos subgéneros se desprende la comedia musical, misma que sigue siendo del gusto del público estadounidense e inglés, aún hoy en día; las comedias musicales siguen abarrotando los teatros de Broadway con algunos títulos que llevan miles de representaciones ininterrumpidas. La comedia musical o, simplemente, el musical, le da una enorme importancia al baile y a las coreografías, por lo que un artista que quiera triunfar en este género, debe ser, además de un estupendo actor, un gran cantante y bailarín.

La gran catástrofe actual

Algunos de sus detractores aseguran que la ópera es un género muerto. El género no ha muerto, pues la ópera se sigue produciendo en muchos de los teatros con mayor tradición de todo el mundo. Incluso, en algunos cines se transmiten funciones en vivo de las grandes catedrales de la ópera, como el Metropolitan Opera House de Nueva York, con un enorme éxito de taquilla. A finales del siglo XX, el fenómeno de “los tres tenores” (José Carreras, Plácido Domingo y Luciano Pavarotti) provocó un despunte entre los públicos que demandaban ópera; los discos de esta tercia alcanzaron récord de ventas, y muchas personas que jamás habían escuchado ópera en su vida, comenzaron a interesarse y se acercaron a ella de forma entusiasta.

Como resulta evidente, la ópera no ha muerto… pero quizá sí ha comenzado a morir. Son innegables las crisis económicas mundiales de las que nadie parece recuperarse, y la cultura suele ser de los rubros más afectados, ya que lo primero para toda sociedad es comer, vestir y mantener el trabajo, así que ésas comienzan a ser las prioridades de muchos gobiernos. Por desgracia, la ópera es un espectáculo de costos sumamente elevados. Producir una ópera y sostener una temporada requiere de verdaderas fortunas, pues las nóminas son gigantescas: incluyen cantantes solistas, coro, los músicos de la orquesta, director escénico y musical, escenógrafos, vestuaristas, tramoyistas y una lista que puede extenderse de forma importante hasta alcanzar los cientos de personas.


Foto 5. Los tres tenores fue un espectáculo realizado por los cantantes de ópera Luciano Pavarotti, José Carreras y Plácido Domingo


Las grandes casas de ópera sobreviven de donativos, debido a que, aun con todas las funciones abarrotadas, las taquillas no recuperan los costos de producción. En otros países, como el nuestro, el Estado absorbió por muchas décadas la exclusividad de los gastos culturales, pero los números rojos que se acumulaban en cada representación han vuelto insostenible la continuidad de la producción operística por parte del Estado. En los años ochenta, por ejemplo, Bellas Artes presentaba hasta tres óperas diferentes cada semana, pero este año apenas llevamos dos títulos y ya se están cancelando los proyectos que se anunciaron para el resto de 2015. De todos es conocida la difícil situación presupuestal por la que atraviesa el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), la cual amenaza con empeorar al grado de no poder pagar a todos los artistas a los que les debe y finalmente desaparecer a la propia institución.

Incluso las casas de ópera de los países del primer mundo han comenzado a cerrar para siempre, ya que los gastos de producción se han vuelto incosteables. Hasta los teatros más famosos e importantes han tenido que llegar a extremos como los de bajar el sueldo de todo su personal para continuar operando. Además, hay que aceptarlo, la gente que gusta de la ópera es cada vez menos, así que si el género continúa vivo, será porque se habrán encontrado estrategias más baratas de producción aunque éstas rompan un poco con las formas tradicionales de representación.

Y bien, ahora que conoce un poco más acerca de la ópera, apúrese a disfrutar de alguna función. Ya no es necesario asistir al teatro, basta con aprovechar una de las bondades de nuestros tiempos, que es Internet, en el cual hay disponibles, grabaciones memorables de las óperas más famosas y están subtituladas en español. No hay pretexto: con un clic es posible deleitar sus oídos y su vista con estos maravillosos gritos que, seguramente, lo impactarán.

NOTAS

* Licenciado en Música por el Centro Cultural Ollin Yoliztli; maestro en Literatura, Centro de Cultura Casa Lamm. Titiritero, conductor de radio y televisión y director de escena.
Créditos fotográficos

- Imagen inicial: www.wikiart.org

- Foto 1: www.curriculumenlineamineduc.cl

- Foto 2: www.puntocultura.it

- Foto 3: galleryhip.com

- Foto 4: perangulo.blogspot.mx

- Foto 5: www.cotidianul.ro