Del pensar al sentir:
LA IMPORTANCIA DE LA AFECTIVIDAD
EN EL PROCESO DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE

Maribel Martínez Ambriz[*]



Así como los tiempos han cambiado, las sociedades y necesidades de los alumnos también lo han hecho, y se ha descubierto que el aspecto afectivo es un factor decisivo en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por tanto, en este artículo se desea visibilizar la importancia de incorporar a las aulas mexicanas un enfoque afectivo en cualquier nivel académico y temática que se desee enseñar. A lo largo del documento el lector podrá identificar una forma de trabajo propuesta por Lynne Rompelman en 2002 denominada enseñanza afectiva. Se pretende invitar a los profesores a reflexionar sobre qué elementos ya emplean en su práctica docente y cuáles pueden incorporar con la finalidad de que sus alumnos tengan experiencias de aprendizaje más positivas.




c ¿De dónde partir?

En la educación básica (preescolar, primaria y secundaria), los sujetos se preparan para la vida y es un periodo para aprender a aprender. En esta etapa es cuando se desarrollan actitudes frente al aprendizaje que durarán para toda la vida y que pueden encender la chispa de la creatividad o también apagarla (UNESCO, 1997).

Puesto que los alumnos pasan mucho tiempo en la escuela, es tarea del docente crear un ambiente seguro, facilitar la generación de vínculos “bientratantes” y fomentar dichos vínculos entre los compañeros y con todas las personas dentro de la escuela (Barudy y Marquebreucq, 2006).

CASEL (2008) demostró a partir de distintas investigaciones que aquellos tópicos que se les presentan a los alumnos con un marco afectivo son más significativos en sus vidas y por tanto perduran, por lo que se sugiere a los profesores trabajar bajo un enfoque de enseñanza afectiva.

La influencia de la parte afectiva en el aprendizaje se ha estudiado durante mucho tiempo, aunque se ha sistematizado poco. Hay diversas instituciones en los Estados Unidos que se han dado a la tarea de hablar sobre la alfabetización emocional y evidenciar que su aplicación ha favorecido a varias escuelas en dicho país.


Puesto que los alumnos pasan mucho tiempo en la escuela, es tarea del docente crear un ambiente seguro y facilitar la generación de vínculos “bientratantes”


Una autora que ha sistematizado experiencias afectivas vinculadas a las matemáticas es Inés María Gómez-Chacón (2000), cuyas aportaciones han resultado de suma importancia, pues evidencian la necesidad de considerar el factor afectivo al enseñar una asignatura tan compleja como ésta.

Dicha autora señala que, en todas las situaciones de aprendizaje, sin importar lo que se desee enseñar, se debe considerar todo aquello que piensa y siente el alumno, es decir, reconocer sus valores, actitudes y creencias, ya que todos ellos interactúan para que se dé el aprendizaje.

A fin de comprender y estudiar cómo influye el aspecto afectivo en el aprendizaje, Gómez-Chacón propone dividir el afecto en dos ámbitos relacionados entre sí: uno, al que denomina afecto local, relacionado con las reacciones emocionales que pueden experimentar los estudiantes al desarrollar actividades; y el otro, afecto global, que tiene que ver con las influencias socioculturales del individuo, con la construcción del concepto de uno mismo y con las creencias propias acerca del aprendizaje.

Ejemplo de lo anterior puede ser una persona adulta mayor que desea aprender a leer o escribir, y cuyo sistema de creencias, el concepto que tiene de sí misma y alguna experiencia educativa negativa pueden jugar en su contra. La persona tal vez piense que tiene una edad avanzada para intentarlo, que es difícil aprender a leer y a escribir, que por su edad ya no lo necesita, o puede sentir vergüenza o miedo al intentar hacerlo, etcétera.

En este caso es posible que la persona fracase en su proceso de aprendizaje, pero no necesariamente por las habilidades que le faltó desarrollar en la niñez, sino por un componente afectivo y por un sistema de creencias erróneo que ha desarrollado y reafirmado con el paso del tiempo. Claro está que, si se encuentra con un maestro que la motive, que la acompañe afectivamente, y si tiene experiencias de aprendizaje positivas, su sistema de creencias se irá modificando y posiblemente se sentirá con más ganas de enfrentar nuevos retos que la hagan sentirse segura y feliz.

Gómez-Chacón (2000) y Haylock (2010) coinciden en que las experiencias educativas negativas influyen en el aprendizaje de cualquier área y en cualquier nivel educativo. Por ello, sin importar el rol que se desarrolle, padres o docentes, es necesario tener precaución en cuanto a las expectativas y creencias que se transmiten a los alumnos. En el caso específico de los docentes, sostienen que deberán proporcionar a los alumnos experiencias pedagógicas positivas, motivantes e interesantes y, sobre todo, ser cuidadosos con sus actitudes, ya que éstas dejarán huella en la vida de sus alumnos.

c ¿Cómo puedo ser un docente afectivo con mis alumnos?

Benilde García (2009) afirma que por cada maestro que promueve relaciones positivas con sus alumnos, existen cinco que no lo hacen. Este dato resulta alarmante, pues la mayoría de los docentes no las consideran importantes, lo que genera un nivel alto de sufrimiento para los alumnos; sin embargo, esto sucede por el desconocimiento de los beneficios que trae consigo una enseñanza más cercana y porque algunos profesores no cuentan con las habilidades para promover ese tipo de relaciones.

En este punto de la lectura, es posible que surjan preguntas como ¿yo soy un docente afectivo con mis alumnos?, ¿qué implica ser afectivo?, ¿qué puedo hacer a fin de promover relaciones positivas en el aula?

Para ser un docente más cercano a los alumnos, es preciso tomar en cuenta los sentimientos, positivos y negativos, de los estudiantes. Si un alumno llega a la clase y no manifiesta sus emociones, la energía y atención que le pondrá a la tarea académica será poca o nula (Rompelman, 2002).


Para ser un docente más cercano a los alumnos, es preciso tomar en cuenta los sentimientos, positivos y negativos, de los estudiantes


Pensemos en un alumno que llega a la escuela enojado porque no quería ir a la escuela y tuvo un disgusto con su mamá; si el profesor no le pregunta por lo que le sucedió, ese sentimiento afectará su desempeño y, sin importar que la actividad propuesta sea muy atractiva, el niño no tendrá el ánimo ni el interés de participar.

Lynne Rompelman en 2002 desarrolló una propuesta metodológica denominada: enseñanza afectiva. En ella toma en cuenta el cuidado, la participación, la libertad y la responsabilidad que tiene cada estudiante dentro de una sociedad democrática y promueve el lado humano de alumnos y docentes. Asimismo, sostiene que impulsar la comunicación, la participación, el conocimiento, la autoestima positiva, la comprensión y el respeto a las diferencias permitirá el desarrollo de capacidades intelectuales, físicas, sociales y emocionales.

Lo anterior no es tarea fácil, por lo que, para comprometer a los alumnos en su aprendizaje, será necesario escucharlos y ser cercano a ellos partiendo de una serie de pautas. Para la implementación de esta enseñanza afectiva, Rompelman desarrolló quince técnicas afectivas de interacción, divididas en tres categorías: oportunidad de respuesta, retroalimentación, y relaciones personales, que se desglosarán en los siguientes párrafos.


Oportunidad de respuesta

En las aulas los profesores deben promover la participación constante de sus alumnos, y para ello es necesario reconocer y saber lo que ésta implica. La palabra participar proviene del latín participatio, que significa ‘tomar parte’. El acto de participar conduce al individuo a desarrollar la conciencia de sí mismo, de sus derechos, y le permite generar un sentido de pertenencia hacia un grupo o comunidad (Corona y Morfín, 2001).

La categoría de oportunidad de respuesta tiene múltiples componentes entrelazados. La idea central es que cada alumno exprese sus ideas y tenga las mismas posibilidades de contestar, considerando que el docente deberá proporcionar el tiempo suficiente para que ellos elaboren sus respuestas.

A fin de promover lo anterior, los profesores deben estar preparados para apoyar a sus estudiantes, de tal manera que, si un alumno tiene dificultades para responder a una pregunta, ellos puedan replantearla, o a partir del modelamiento proporcionar pistas que le permitan descubrir la respuesta. Cabe señalar que las preguntas planteadas tienen que ser diversas y profundas, con la finalidad de que los estudiantes piensen, razonen y con el paso del tiempo puedan elaborar respuestas más complejas (Rompelman, 2002).


Para comprometer a los alumnos en su aprendizaje, será necesario escucharlos y ser cercano a ellos


Como último punto de esta categoría, se considera la posibilidad de que el docente proporcione tiempo extra a algunos alumnos, es decir, que tengan sesiones individualizadas en las que puedan resolver cualquier duda fuera del tiempo de clase (Rompelman, 2002). Este punto causa mucha controversia, ya que algunos tiempos extra no serán retribuidos económicamente; sin embargo, se ha visto que para un docente comprometido con sus alumnos esto no es un factor decisivo, y algunos también preparan material complementario con el fin de apoyar a quienes lo requieren.


Retroalimentación

Todas las personas necesitan sentirse estimadas y reconocidas, y con el paso del tiempo se ha puesto al descubierto la importancia que tiene para los alumnos la opinión de los profesores sobre ellos y su desempeño.


Es necesario comprender que la retroalimentación debe ser gradual y constante


María de los Ángeles de la Caba (2001) afirma que las consecuencias agradables, placenteras o satisfactorias de un comportamiento aumentan la probabilidad de que la actitud o respuesta se repita, lo que significa que se está reforzando el comportamiento.

En esta categoría, Rompelman (2002) destaca la importancia de que se reconozca y retroalimente a todos los alumnos sin importar su desempeño. Este punto es muy trascendente porque en ocasiones los docentes retroalimentan positivamente a los mismos alumnos, es decir, a aquellos que tienen un óptimo desempeño, y retroalimentan poco a otros que presentan ciertas dificultades en su comportamiento o aprendizaje.

Es necesario comprender que la retroalimentación debe ser gradual y constante, y que va más allá de sólo decir palabras reconfortantes o que alienten a los alumnos: también es necesario tomar en cuenta el tono de voz y el lenguaje corporal que se utiliza, pues hay evidencia del efecto que tienen en los estudiantes (Rompelman, 2002).

Asimismo, es importante dirigir las retroalimentaciones a las actividades realizadas y no propiamente al alumno, ya que, por lo general, cuando se dirigen a él se usan adjetivos y esto puede generar distintas reacciones como ansiedad, miedo, tristeza, etc. (Ginott, 1974).

Dos ejemplos de retroalimentación positiva son los siguientes: “La forma en la que explicaste tu ejercicio fue clara”, o bien, “Puedo notar el esfuerzo que realizaste”; en cambio, no es recomendable decir: “Qué bonito quedó tu trabajo” o “Eres muy listo”. Hay que tener en cuenta que, en ocasiones, la retroalimentación puede ser un obstáculo para el alumno, pues cuando éste se vuelve dependiente de la aceptación del profesor y no recibe la validación esperada, tiene sentimientos de fracaso, tristeza o enojo.

Un componente más de este rubro es la escucha activa. Se recomienda que el docente escuche con atención al estudiante, mirándolo a los ojos, y cuando sea necesario reformule lo que éste diga, con la finalidad de confirmar si están entendiendo lo mismo (Rompelman, 2002).

En la cotidianidad del salón de clases, a veces resulta complicado mantener una escucha activa con todos los alumnos, pues cada uno tiene algo importante que decir; sin embargo, es necesario proporcionarles el tiempo para que se sientan escuchados y posteriormente ellos puedan replicar ese tipo de escucha con compañeros o con su familia.


Relaciones personales

Las relaciones humanas pueden ser complicadas. Rompelman (2002) menciona que a muchos profesores les resulta difícil la cercanía con sus alumnos porque temen perder el control y la disciplina de la clase. Cabe resaltar que ser cercanos a los alumnos no es sinónimo de ser permisivos; el docente debe desarrollar las herramientas necesarias que le permitan manejar la clase, y reconocer que la cercanía hace que los alumnos se sientan importantes y que alguien valora su trabajo.

En esta categoría otros aspectos importantes son la cortesía y el respeto, los cuales deben aplicarse tanto para los docentes como para los alumnos. Se ha observado que, en algunas escuelas, son pocos los profesores que piden las cosas por favor, o que dan las gracias a sus estudiantes, lo que obstaculiza el clima de confianza y cercanía entre ellos (Rompelman, 2002).

En esta categoría se sostiene que los alumnos experimentan sensaciones gratificantes cuando escuchan las experiencias de los docentes, por ello se sugiere que los profesores hablen de su vida personal, ya que los estudiantes pueden aprender de ésta y sentir una mayor cercanía.

También en este rubro se considera relevante el acercamiento físico con los alumnos, tema que parece muy polémico y que en muchos contextos puede ser difícil; sin embargo, está comprobado que los gestos de cercanía física tienen un efecto muy favorable en el comportamiento de los alumnos, como el desarrollo de sentimientos de aceptación y pertenencia (Rompelman, 2002).

Finalmente, en esta categoría también se debe considerar cómo actuar ante el comportamiento inapropiado de un niño. En estos casos se le propone al docente conservar la calma, no mirarlo a los ojos y dar un tiempo fuera. De esta manera, los estudiantes perciben al profesor como alguien respetuoso y que tiene una educación en valores (Rompelman, 2002).

En muchas ocasiones las estrategias implementadas ante un comportamiento inapropiado son poco funcionales. A veces los castigos pueden fungir como reforzadores. Es importante tomar en cuenta que, en algunas situaciones, los alumnos tienen como finalidad llamar la atención del docente o de los compañeros, por lo que De la Caba (2001) y Rompelman (2002) coinciden en que es necesario ignorar el mal comportamiento y no engancharse, de tal manera que el profesor se pueda retirar a tiempo de una probable lucha de poder.

Para que una sanción sea educativa, De la Caba (2001) propone que sea una consecuencia lógica (no arbitraria) de la acción sancionada, que sea proporcional a la acción realizada y que no enjuicie ni descalifique a la persona; asimismo, la sanción debe aplicarse de manera inmediata para que realmente tengan eficacia.

Debido a que un docente afectivo tiene sentido del humor, De la Caba (2001) afirma que éste puede ser utilizado para resolver problemas derivados de niños o jóvenes que quieren llamar la atención. Es decir, si un niño presenta comportamientos negativos, utilizando el sentido del humor el docente puede frenar dichos comportamientos y así continuar la sesión.

Ser docente es complicado, ya que constantemente se está bajo la mirada de diferentes actores de la sociedad (directores, supervisores, padres de familia, pares, alumnos, etc.), que difícilmente estarán todos conformes con el trabajo que desarrolla.

Es importante reconocer que en las aulas se observan avances considerables cuando se incluyen temas como el aspecto emocional, el aprendizaje en otros espacios, el respeto, la escucha, etc., los cuales deberían tomarse en cuenta en cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolle. La falta de conocimiento y de práctica en estos temas por parte de los docentes trunca la posibilidad de su implementación en las aulas.

García (2009) considera que el avance en las investigaciones en torno a la enseñanza afectiva puede traer consigo un progreso importante en la educación, por ejemplo, para resolver problemáticas tales como el acoso entre pares, la discriminación y otras formas de violencia en el aula. Asimismo, este tipo de enseñanza permitirá desarrollar algunas estrategias para que docentes y alumnos sean más eficaces en su interacción y logren construir climas que favorezcan el aprendizaje.

c Para reflexionar

A fin de generar cambios en la forma de enseñar en México, es necesario que los maestros y educadores implementen nuevas metodologías dentro de las que se debe considerar la enseñanza afectiva, como un medio para que el aprendizaje de los alumnos sea realmente significativo, más gratificante y que les permita desarrollar actitudes positivas ante el aprendizaje, lo que dará lugar a que se arraiguen satisfactoriamente a la vida escolar.

Para que se dé un efectivo proceso de enseñanza-aprendizaje se debe tomar en cuenta el grado de confianza y acercamiento establecido entre docentes y alumnos. Es necesario que los docentes tengan disposición para escuchar activamente a sus alumnos, tomarlos en cuenta y así generar en éstos un sentido de pertenencia.

Tal vez si los estudiantes perciben más afectivos a los profesores, el vínculo de confianza y cercanía que se genere sirva para que aquéllos, a su vez, se relacionen con sus compañeros de una manera diferente y así disminuyan conductas violentas o discriminatorias en el contexto escolar.

Puesto que trabajar frente a grupo es una tarea muy complicada y en ocasiones cansada, es recomendable que los profesores se incorporen a procesos terapéuticos que les permitan reconocer las emociones que les genera su labor con los alumnos, y así trabajar de una manera más afectiva y efectiva.

Pareciera que algunos maestros se han olvidado de que en el aula interactúan con personas que precisan cuidado, protección y sobre todo guía. Por ello se debe volver a humanizar la educación. Mediante la incorporación de la enseñanza afectiva se gestan experiencias positivas entre docentes y alumnos. De esta forma se estará generando un cambio real en las aulas mexicanas, y los estudiantes tendrán una educación de calidad, no sólo en cuanto a contenidos, sino también en cuanto al trato que reciben, lo que favorecerá su interés por asistir y permanecer en la escuela, ya que ésta debe ser el lugar en donde el alumno se siente y está, realmente, seguro.

c Referencias

BARUDY, J., y A.-P. Marquebreucq (2006). Hijas e hijos de madres resilientes. Barcelona: Gedisa.

CASEL, Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (2008). Better: Evidence-based Education. Social-Emotional Learning. York (Reino Unido): University of York.

CORONA, Y., y M. Morfín (2001). Diálogos de saberes sobre participación infantil. México: UAM / Comexani / UNICEF / Ayuda en Acción México.

DE LA CABA, M. A. (2001). Educación afectiva. s. l.: Universidad del País Vasco Servicio Editorial.

GARCÍA, B. (2009). Las dimensiones afectivas de la docencia. En Revista Digital Universitaria. vol. 10, núm.11 [en línea]: <www.revista.unam.mx/vol.10/num11/art71/int71.htm>. Ir al sitio

GINOTT, H. G. (1974). Maestro-alumno. El ambiente emocional para el aprendizaje. México: Pax.

GÓMEZ-CHACÓN, I. M. (2000). Matemática emocional. Los afectos en el aprendizaje matemático. Madrid: Narcea.

HAYLOCK, D. (2010). Matemáticas explicadas para maestros de primaria. México: Correo del Maestro / Ediciones La Vasija.

ROMPELMAN, L. (2002). Affective Teaching. Lanham [Estados Unidos]: University Press of America.

UNESCO, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (1997). La educación encierra un tesoro. México: Dower.

NOTAS

* Psicóloga por la UNAM. Facilitadora en la Fundación Educación, voces y vuelos.

c Créditos fotográficos

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