Prohibido copiar cédulas NIÑAS Y NIÑOS AL ENCUENTRO DE LOS MUSEOS Edgar Alejandro Hernández[*] ![]() El presente ensayo busca ofrecer herramientas sencillas para guiar a los niños y jóvenes a tener un acercamiento sensible y crítico a los museos, partiendo de modelos de comunicación que han tenido éxito en recintos mexicanos y extranjeros. La propuesta combina una reflexión personal con técnicas de vinculación de los infantes con las artes plásticas.
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c Prohibido copiar cédulas Niñas y niños al encuentro de los museos
Cuando visité por primera vez un museo tenía 12 años. La experiencia no pasó de ser un viaje con los amigos a Chapultepec, sede del Museo de Historia Natural. No recuerdo si debía visitar alguna exposición temporal o recorrer la vieja colección de animales y plantas que forma parte de su exhibición permanente, pero sí recuerdo que debía entregar a mi profesor, por escrito, un reporte sobre la visita al museo. Esto nos obligaba a apuntar con lujo de detalle las decenas de cédulas que había en las salas. Ir a leer a un museo es lo menos divertido que puede haber para un niño de 12, y más aún tener que copiar todo, porque no hubo nadie que nos explicara qué era lo interesante de ese museo. Conforme pasaba el tiempo, más aburrido estaba y lo único que deseaba era salir lo antes posible de aquel lugar. Ni siquiera el feroz y enorme oso polar blanco que amenazaba de pie a los visitantes hizo que detuviera mi paso por el museo. ![]() Museo de Historia Natural, Ciudad de México ![]() Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), UNAM ![]() Universum, Museo de las Ciencias, UNAM Ahora me pregunto, ¿en verdad no había nada en todo el Museo de Historia Natural que resultara atractivo para aquel niño de 12 años? Esta pregunta resulta pertinente no sólo por el valor que pueda tener a partir de mi fallida primera experiencia en un museo, sino porque me consta que hay, aunque afortunadamente cada vez menos, alumnos de secundaria y preparatoria que acuden a los museos a copiar cédulas. Para contestar a la pregunta de si los museos son aburridos, antes es necesario intentar definir qué es un museo, ya que de esta forma podremos saber si está dentro de su naturaleza el ser un espacio aburrido. Definir un museo es algo más que complicado, pues resulta que estamos hablando de una de las instituciones culturales más conocidas y extendidas en todo el mundo, además de que existen museos de todos los tamaños y todos los tipos. Los más conocidos son los de arte, como el del Louvre, de París; el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York; o en nuestro país, el Nacional de Arte (Munal) o el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC); pero también los hay dedicados a la electricidad, el sexo, la Coca Cola, el jamón, el ejército o el agua. En Ciudad de México hay museos interactivos como el Papalote Museo del Niño o Universum, en Ciudad Universitaria, cuya vocación es la enseñanza de la ciencia a niños y jóvenes. Zoológicos y jardines botánicos también se consideran como museos. La gama es infinita, pero para los fines de esta exposición nos limitamos a los que están dedicados al arte, ya que, como dije, son los más conocidos, pero también los más estudiados y en los que el nivel de profesionalización resulta más especializado.
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c Definición de museo
Como debemos partir de algún punto para definir el concepto de museo, creo que resulta pertinente tomar el propuesto por el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés) desde 1946. El mundo de los museos, define el ICOM, incluye todas las colecciones abiertas al público de materiales artísticos, tecnológicos, científicos, históricos o arqueológicos, incluyendo zoológicos o jardines botánicos, y aquellas bibliotecas que tengan salas o acervos en exhibición permanente. Los museos son aquellas instituciones permanentes, administradas para bien del interés general, cuyo propósito es preservar, investigar y conservar para su exhibición, colecciones de obra artística, tecnológica, científica, histórica o arqueológica, con el fin de que puedan ser utilizadas para el estudio, la educación y el disfrute de la sociedad. Esto último es lo interesante: “…con el fin de que puedan ser utilizadas para el estudio, la educación y el disfrute de la sociedad”.&sup[1] Esto quiere decir que un museo se puede disfrutar y puede ayudar a la educación de las personas, así que, en principio, no tendría que ser un lugar aburrido. Pero esto que parece una obviedad no lo es si nos preguntamos, a partir de nuestra propia experiencia, ¿cómo puede un museo educarnos y hacer que disfrutemos el estar encerrados en un cuarto donde no se puede hacer ruido, no hay la menor posibilidad de tocar nada y todas las dudas que tengamos sobre lo que se encuentra ahí se responden por una serie de textos que no entendemos y/o son tan aburridos que jamás terminamos de leer? Cualquier persona adulta, que tenga una educación media y haya visitado uno o dos museos, afirma que disfruta mucho el visitar un museo, que le resulta un lugar muy interesante, incluso apasionante, ya que ahí puede aprender infinidad de cosas. Pero esta afirmación generalmente se desmorona con facilidad si se le pregunta: ¿cómo es que se disfruta un museo?, ¿dónde aprendió a hacerlo? o ¿qué cualidades tiene una obra de arte para educar a la persona que la observa? ![]() El arte no se puede limitar a la visión de un investigador o un especialista, es necesario abrir lo más posible el diálogo con la obra Por fortuna, estas preguntas se las han hecho teóricos de museografía desde hace cincuenta años y han generado decenas de teorías sobre el tema, que obviamente no tienen nada que ver con las visitas guiadas tradicionales, donde el guía toma el micrófono y desarrolla un largo monólogo con nombres, fechas y detalles de la obra en cuestión; y mucho menos con las famosas cédulas que aún tienen que copiar los estudiantes de educación secundaria y media superior para memorizarlas y acumular esa información como si se tratara de una tabla de multiplicar. Un museo, parecen coincidir los teóricos, se puede disfrutar a partir de un proceso cognoscitivo que nada tiene que ver con la memorización o con la repetición de lo que se supone quiso decir el artista al hacer una pintura o una escultura. El arte, y por lo tanto los museos, demandan un tipo de acercamiento más abierto y flexible que no necesita de datos duros (año, técnica, estilo, corriente artística, etcétera), sino de herramientas para interpretar la obra artística. Es decir, es preciso desarrollar un pensamiento crítico que abra las posibilidades y no se enclaustre en lo que dice el guía o en el discurso que sustenta la curaduría de las cédulas. ![]() Museo Nacional de Arte (Munal), Ciudad de México
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c Un método de interpretación
Compartiré aquí el llamado “método Munal”, creado en el Museo Nacional de Arte, de Ciudad de México y que de acuerdo con mi experiencia en museos marca la vanguardia en el país de lo que en términos de interpretación y comunicación se puede aplicar dentro de un museo. Cabe aclarar que el método Munal no es una marca registrada que haya descubierto el hilo negro dentro de la museología, pues se nutre de decenas de teorías de interpretación y educativas que se han desarrollado en todo el mundo. Lo retomo porque es un esquema de trabajo que se apega más a lo que en servicios comunicacionales se realiza en países como España, Italia, Suiza o los Estados Unidos, de acuerdo con mi propia experiencia. De hecho, me gustaría iniciar la explicación de estas teorías interpretativas a partir de una anécdota: en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, España, presencié cómo una profesora de educación preescolar le mostraba a una veintena de alumnos de entre cuatro y cinco años el Guernica, la pintura más famosa del andaluz Pablo Picasso. La profesora, que estaba sentada frente a frente con sus alumnos, inició la presentación con una pregunta elemental, ¿Qué colores encuentran en el cuadro?, a lo que los niños respondieron casi a coro, Negro; otros más vieron gris, y la profesora los ayudó, Ah, hay negro, pero también blanco. ¿En sus casas, qué objetos son negros y blancos y anuncian todos los días las noticias a sus papás? Los niños dudaron un poco. Hubo quien respondió que los noticieros de la tele, otros que las cartas, pero justo al frente una niña de voz muy tenue dijo: Los periódicos, y estas dos palabras las recuperó de inmediato la profesora para explicar que la pintura tenía los mismos colores que los periódicos. En ese momento, preguntó: ¿Se ven felices las personas pintadas en el cuadro?, y los infantes recorrieron la gran pintura de lado a lado y contestaron tímidamente que no se veían felices, que más bien parecía que les habían pegado sus papás. La profesora les llamó la atención también sobre los objetos pintados, lanzas rotas, antorchas, un foco alumbrando el centro, y les preguntó, ¿Parece una fiesta?, lo que de inmediato tuvo una respuesta negativa, ya que veían los cuerpos rotos y los rostros adoloridos. Fue hasta ese momento cuando la profesora habló del bombardeo al pueblo de Guernica y de la matanza que Picasso había querido representar en su pintura luego de enterarse, por los periódicos, de la tragedia. El interés de este ejemplo no reside en la conclusión de la profesora, sino en todo el proceso de exploración que desarrolló con los infantes. Si sólo se hubiera situado frente al cuadro y les hubiera contado que esa pintura era la más famosa de un señor llamado Pablo Picasso y que la hizo para denunciar una matanza de más de 100 personas en el pueblo de Guernica, seguramente los niños la hubieran visto con el mismo interés que pueden poner en una noticia vista en la televisión y que a la media hora olvidan. Sin embargo, al fomentar su interpretación, los niños tuvieron la oportunidad de explorar los colores, las formas, el contenido, la motivación del artista y sobre todo el significado de la obra, al descubrir que las personas dibujadas estaban sufriendo y que no se representaba una fiesta de disfraces. Esto no asegura de manera absoluta que esos niños recuerden la obra para siempre, pero al menos sí logra que noten todos los detalles posibles y conviertan a la pintura en un elemento que pueden relacionar con su vida cotidiana. ![]() Pablo Picasso, Guernica, 1937, óleo sobre lienzo El método Munal, según explica una de sus creadoras, Rosario Busquets,[2] parte de la premisa de que una obra de arte comunica ideas. Ningún artista pinta un objeto por el objeto mismo. Si se pinta una manzana, es porque quiere hacer referencia a una idea: el pecado original, la presencia de la naturaleza, la alimentación o cualquier cosa que se pueda relacionar con dicho fruto. Es necesario entender que el arte debe ser algo que resulte significativo para la persona que lo observa. Que con independencia de que le guste o no, puede ser algo valioso por los significados que contiene. De nada sirve si uno va al museo a calificar, Esta obra me gusta, esta otra no me gusta. Eso es lo más fácil para cualquier persona, pero en términos de comunicación resulta lo más pobre de la experiencia en un museo. ¿Cuántas veces hemos entrado a un museo a recorrer las exposiciones lo más rápido posible, deteniéndonos sólo en las pinturas que nos gustan, y eso sólo para ver quién la pintó y poder contar a la salida que hubo una obra increíble de un pintor famoso que nos encantó? ¿Dónde quedaron las ideas del artista? ¿Dónde quedó la comunicación? El mensaje de la pintura es algo que nunca vimos, pasamos de largo y jamás supimos lo que el artista quiso expresar. Lo más desafortunado es que nos perdimos la oportunidad de dialogar con la obra, de cuestionar la idea del artista. Una gran verdad es que podemos olvidar fácilmente lo que alguien más nos dice, pero casi nunca aquello que pudimos juzgar, porque para contraponernos a algo es necesario que antes reflexionemos. El arte puede ser atractivo para un niño cuando se da cuenta de que al enfrentarlo se le ocurren cosas. Es decir que no sólo se lleva la explicación que dio el guía, sino que a partir de su propia experiencia pudo desarrollar una interpretación. Tal vez el pintor quiso decir algo sobre la libertad, pero para el niño puede ser otra cosa, y en esa confrontación de ideas es justo cuando se logra el milagro del arte. Para apreciar una obra de arte, no se necesita ser una persona erudita ni dominar conceptos como la técnica, el estilo, el año en que fue creada. El arte puede llegar a todos con la guía adecuada. El conocimiento es algo que se produce en todo momento, indica Busquets, y lo más interesante es que cada persona puede desarrollar sus propios procesos de aprendizaje a partir de cualquier experiencia. Un museo no es un lugar para memorizar, sino para reflexionar, interpretar, convivir y dialogar. El museo es un medio de comunicación, un espacio para relacionarse, un lugar de conversación. Todos los intereses que se tienen son válidos, ya que permiten enfrentar lo que cada artista quiso decir. Es necesario trascender los juicios de valor, del tipo Esto es bonito o Esto es feo, y convertir la obra en algo que le encuentre sentido dentro de mi vida, que puede ser significativo. El arte no se puede limitar a la visión de un investigador o un especialista, es necesario abrir lo más posible el diálogo con la obra. No todo se puede medir por el método tradicional de retener información. Con el tiempo, las fechas y los nombres se nos olvidan. Todo el tiempo se puede preguntar cosas, no hay verdades absolutas en el arte. Es necesario ir más allá de la cuestión netamente estética para atribuirle significados a la obra y poder decir otra cosa más allá de si es bonito o es feo; así, es posible descubrir que una obra puede ser valiosa aunque no nos guste. A partir de herramientas concretas como la línea, el volumen, la forma, el color, el contexto y el significado, se puede hacer ver al niño que una obra es valiosa aunque le desagrade. El aprendizaje lo construimos todos en todo momento; la educación no sólo es memoria sino una cuestión de razonamiento. Por ello es necesario desarrollar habilidades que trasciendan al conocimiento memorizado, a fin de dejar atrás el monólogo del guía, y abrir una discusión con los alumnos que genere procesos de reflexión. Si se logra un aprendizaje significativo, los niños hacen parte de ellos la obra, ya que la interpretaron y le dieron sentido dentro de su vida. Esto implica que vuelvan a un museo. Esta experiencia puede provocar que el niño no sólo sea capaz de criticar la obra en un museo, sino que pueda criticar su ambiente, a sus maestros, a sus padres y genere un pensamiento crítico en varios espacios.
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c Algunas sugerencias
Resulta difícil recordar lo que nos dice otra persona, pero fácil lo que uno mismo opina o critica. Este método y sus respectivos ejemplos buscan provocar en todos un interés por convertirse en los mediadores entre el arte y los niños. Para lograr este propósito, sugiero considerar unas cuantas reglas:
Con estas simples reglas se puede hacer que un niño o un adolescente aprecie el arte y desee regresar a un museo.♦ Notas * Crítico de arte. Maestrante en Historia del Arte, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: www.facebook.com/museodeartedequeretaro - Foto 1 a 2: Shutterstock - Foto 3: AlejandroLinaresGarcia en commons.wikimedia.org (CC BY-SA 3.0) - Foto 4 a 5: Shutterstock - Foto 6: www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/guernica - Foto 7: Shutterstock CORREO del MAESTRO • núm. 303 • Agosto 2021 |