Palabras VOLANDO

Guillermo Hernández Santana[*]

El español se formó a partir del latín, por lo que no llama la atención que la mayor parte de sus palabras sean básicamente latinas, lengua que, a su vez, tenía muchas palabras de origen griego, otras celtas, algunas germánicas y escasos términos de distintas lenguas orientales. A medida que fue evolucionando, nuestra lengua adquirió nuevos aportes léxicos debido a sus avatares históricos, entre los cuales destacan los arabismos y una serie de palabras procedentes de lenguas americanas, además de galicismos y anglicismos. Los nombres de algunos animales voladores, que hoy nos ocupan, tienen, en general, su origen etimológico en las lenguas citadas.

Palabras volando

si bien las palabras son susurros, corrientes de viento, precipitaciones o tormentas de letras que adquieren sentido hasta que llegan a la mente de una persona, hay algunas que se van por el aire como los nombres de las aves y de otros animales voladores. La palabra que designa al halcón aparece en varias lenguas actuales con cierta similitud fonética; ¿será una de esas palabras viajeras que llegan a encontrarse en latitudes tan lejanas de su origen como para haber perdido su rastro en el recorrido? Esta palabra se encuentra en italiano con la locución falco, faucon en francés y falcão en portugués. Todas estas palabras tienen un término original: falcon, que es la forma en la que los hablantes de latín designaban a los halcones.

En español actual, algunas palabras que iniciaban con f- perdieron ese sonido; en su lugar se escribe gramaticalmente h- en memoria de que antes había una consonante en dicho lugar. Algunos ejemplos de ello son fermoso, que se derivó en el adjetivo hermoso; el verbo facer que se convirtió en hacer; y la palabra forno que produjo horno.

Fuera de la familia de lenguas romances, en inglés existe el vocablo falcon y en japonés el término , que se pronuncia [faɾukon]. Estos  dos  sustantivos se usan para designar al halcón  y son préstamos  latinos,  pero no fueron tomados directamente de esta lengua pues el latín y el inglés no estuvieron en contacto cultural. La lengua sajona tomó el término del francés durante la Guerra de los Cien Años,[1] y el japonés, a su vez, del inglés más recientemente. En japonés, además, existe el término nativo , que hace referencia a halcón y se puede representar de la forma /hayabusa/. En la lengua inglesa está el sinónimo hawk, proveniente del inglés antiguo hauk y que se refiere a la misma ave.

En otras lenguas europeas, como el alemán, halcón se denomina falke, y en danés, falk. Como se puede apreciar, esta palabra latina aparece en muchas lenguas en la actualidad; se podría decir que es una palabra que nació volando y sigue su recorrido largo hacia los confines del mundo.

Otra palabra al vuelo es libélula, que en inglés es nombrada con el bello compuesto dragon-fly. Draco en latín se refería a “demonio”, en una de sus acepciones. ¿Acaso eso explica que en español conozcamos a este insecto como caballito del diablo? De hecho, el término latino para libélula es draco volare, que literalmente se traduce como ‘demonio volador’, y libélula es una palabra emparentada con el término libella, que se refiere a ‘balanza’ o una pequeña moneda de plata que después pudo haberse derivado en el término ‘libra’. Quizá el insecto recibió ese nombre por su forma o porque al volar se mantiene en equilibrio.

Por otra parte, mariposa proviene del apócope de María y de una forma conjugada del verbo posar. Este término es de reciente creación pues en latín y otras lenguas romances no existe una forma parecida. La voz latina equivalente es papilio. Esta palabra evolucionó en los términos papillon del francés, papallona del catalán y se desarrolló hasta llegar a otras formas parecidas en cada una de las lenguas romances, con excepción del español. Es interesante, y una coincidencia divertida, que este término se parezca al náhuatl con el que se conoce a este insecto volador: papalotl. De esta expresión en náhuatl, se derivó papalote, que es como en México denominamos las cometas.



Zanate (Quiscalus mexicanus) es otro caso de palabras que llegaron por el viento. Se trata de un ave nativa de América que se parece al cuervo, aunque de menor tamaño y longevidad. La palabra “zanate” proviene del náhuatl zanatl y existe como préstamo en lenguas alejadas geográficamente de las zonas nahuas. Una de ellas es la lengua seri, hablada en el desierto sonorense, y otra es la lengua de los Tohono O’odham, conocidos también como pimas, que viven cerca de la zona seri en dicho desierto. En la primera lengua, esta ave es conocida como zazan mientras que en la segunda se le conoce como shashani, muy semejante a la expresión náhuatl. Este préstamo lingüístico es interesante porque no se ha atestiguado que aparezca en otras lenguas de Mesoamérica –como sería de esperar debido a la influencia del náhuatl sobre las lenguas del centro de México. El término zanatl llegó al seri por contacto con el pima, que es de la misma filiación lingüística que el náhuatl pues ambas pertenecen a la familia yutonahua.

Sin duda, una de las aves más hermosas en Sudamérica es el quetzal.[2] El nombre con que lo conocemos es igualmente sublime pues quiere decir literalmente ‘bello’. La palabra quetzalli es un término náhuatl con el que se designaban cosas hermosas, igual que el adjetivo bello en español. En la expresión in tlalli in quetzalli (lit.: ‘los colores’, ‘la belleza’) del poema de Nezahualcóyotl, quetzalli se refiere a la belleza del ambiente y no al ave. Esta palabra es en realidad uno de los préstamos con mayor alcance en lo que se refiere a difusión lingüística, ya que el quetzal se conoce en varias latitudes del mundo a partir del término en náhuatl. De hecho, en todas las lenguas romances se le nombra con el vocablo quetzal, adecuándolo a cada sistema fonológico.  En  inglés  y  alemán  también  se  le  conoce  por  el término  quetzal,  y  en  danés  por  la  expresión  quetzal-fugl
(lit.: ‘quetzal pájaro’). Además existe en japonés la forma , que se pronuncia [ketsa:ɾu]. Como se puede ver, el sonido final de la locución japonesa termina con [-ɾu]. Eso es porque en japonés hay un sólo sonido líquido,[3] mientras que el español tiene tres [l], [r] [ɾ], lo cual explica que a los hablantes de lenguas orientales les cueste trabajo pronunciar las consonantes líquidas de los idiomas que poseen más de una. Por ejemplo, un hablante nativo del japonés podría pronunciar [aroz], [aloz] o [arroz] para referirse a este grano cuando esté aprendiendo español como segunda lengua. De la misma manera, a un hablante de español le costaría trabajo diferenciar los doce sonidos vocálicos del francés ya que en nuestro sistema tan sólo existen cinco vocales.

NOTAS

* Estudiante de posgrado en Estudios Mesoamericanos, FFyL-UNAM.

  1. Agradezco esta información al Dr. Sergio Bogard.
  2. Roys en Mercedes de la Garza, Aves sagradas de los mayas, México, UNAM, 1995, p. 32.
  3. Así es como se le conoce en lingüística a los sonidos que se producen como laterales o vibrantes.
Créditos fotográficos

- Imagen inicial: commons.wikimedia.org

- Imagen Zanate: www.1-costaricalink.com

- Imagen Quetzal: www.europeana.eu