Entre la fotografía y la música
UNA PAUSA EN EL CONSTANTE
FLUIR DEL TIEMPO

Sibila de Villa Azarcoya[*]


Podemos comprender la música como un fluir constante a través del tiempo. Vibraciones en movimiento que son alcanzadas por espacios de silencio y que transcurren en un lapso de tiempo determinado. El sonido es efímero. La música queda guardada en la memoria, entre nuestros sentidos. Es ahí donde se vuelve permanente.

Fotografía: Sibila de Villa, 2014
Alejandro Martínez Gil, guitarrista

Entre la fotografía y la música. Una pausa en el constante fluir del tiempo

en mi experiencia en los escenarios, la música sucede sólo en ese instante, es irrepetible. Al finalizar el concierto, y una vez en soledad, uno puede sentir que esa música aún resuena. Lo mismo ocurre cuando, como público, asistimos a un concierto, y días después seguimos tarareando melodías, recuperando imágenes.

La memoria del canto y sus melodías a lo largo de la historia de la humanidad ha sido una herramienta muy poderosa para conservar y transmitir historias, vivencias imborrables, expresiones necesarias. Y aunque los sonidos puedan ser fugaces, sus significados nunca lo son.

La fotografía ha sido una actividad necesaria en mi vida, que me acerca a un mundo visual aparentemente estático pero también en constante movimiento. Tomar una fotografía e inmovilizar una imagen permite recuperar el momento vivido, detener la fugacidad en un segundo.

La imagen fija nos obliga a la reflexión, a crear historias, recordarlas, reinventarlas. Nuestra imaginación recrea el paso del tiempo que ha quedado estático plasmando un testimonio de nuestra propia experiencia de vida. Es entonces cuando esa imagen fija recobra su movimiento.

La música y la fotografía pueden conducirnos a mundos paralelos de percepción. Las une un puente de comunión. Podemos cruzar del silencio al estruendo, del sonido a la luz y de lo intangible a lo palpable. Son dos caminos por los cuales podemos transitar y al mismo tiempo frenar los torbellinos del cotidiano.

Nuestros sentidos necesitan pausas entre la ráfaga de información que recibimos cada día. El silencio de la imagen o el fluir con las melodías que nos significan puede ayudarnos a recobrar el reposo necesario para pensar creativamente. Irrumpir en nuestro diario vivir y combinarlo con el arte refuerza nuestros anhelos.


El concepto armonía se refiere al orden de las cosas y a cómo éstas fluyen en concordancia con su entorno; implica un sentido de paz y de belleza, de equilibrio en una realidad muchas veces caótica. Ese concepto se aplica en la música, la fotografía, las relaciones humanas, en nuestra relación directa con el mundo, en la vida, en nuestro respeto hacia el todo. Tratar de incorporarnos a ese todo armónico puede ayudarnos a reorientar todo aquello que no esté fluyendo en nuestras actividades cotidianas, para lo cual el arte siempre resulta útil.

En mi vida cotidiana, entre el torbellino de los viajes, los conciertos, los ensayos, el ir y venir de ciudad en ciudad, me resulta imprescindible detenerme un momento y observar de cerca lo que habita a mi alrededor, reconocer la importancia de todo lo que pasa frente a mis ojos y, de ser posible, capturar un momento de la realidad que vivo.

Las fotografías son una visión única y personal, un enfoque de la realidad que percibimos y de lo que nos resulta importante resguardar en una imagen. De igual manera, la música que escuchamos o hacemos se torna personal basada en los gustos, las vivencias y nuestro entorno histórico-cultural. Ambas artes, la música y la fotografía, se convierten en actividades comunitarias cuando nos abrimos a compartirlas o a formar parte de un suceso social. Es una decisión personal hasta dónde queremos llevar nuestro quehacer artístico a través de cualquier disciplina.


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NOTAS

* Licenciada instrumentista egresada de la Escuela Nacional de Música de la UNAM. Acreedora a la medalla “Gabino Barreda” a la excelencia académica. Cuenta con especialidad en saxofón por la Universidad de Mohawk, Canadá. Egresada con honores.