El cuidado parental y los
CONFLICTOS ENTRE PADRES E HIJOS[*]


Natalia Estramil[**]

Si bien todos estamos familiarizados con los conflictos entre padres e hijos, demostrar su existencia y en particular su impacto sobre la evolución de las interacciones familiares ha sido una tarea bastante difícil –especialmente en el resto de los animales, más allá de los seres humanos–. De cualquier forma, está claro que los padres garantizan su éxito reproductivo si logran transmitir sus genes a las generaciones futuras, por lo que sus hijos tendrán que sobrevivir y a su vez reproducirse. Para aumentar las probabilidades de que ello ocurra, existen dos estrategias generales: o bien producir muchas crías y no cuidarlas –especies con estrategia reproductiva del tipo r– o bien producir pocas crías y cuidarlas –especies con estrategia reproductiva del tipo K–. En este artículo, basado principalmente en el libro titulado Comportamiento animal. Un enfoque evolutivo y ecológico de Richard Maier (2001), nos centraremos en el cuidado brindado por los padres o cuidado parental, el cual representa una inversión para ellos, pero también la causa de posibles conflictos con sus hijos.



¿Qué es el cuidado parental?

En un sentido amplio –aquel utilizado recientemente por N. J. Royle, P. T. Smiseth y M. Kölliker (2012)–, el cuidado parental es cualquier rasgo parental que aumente las oportunidades de que los hijos sobrevivan, se reproduzcan y por ende transmitan sus genes a las generaciones futuras, aumentando así su eficacia biológica.[1] Esta definición incluye tanto rasgos comportamentales –por ejemplo, brindar alimento a las crías o construir un nido– como no comportamentales –por ejemplo, asignar nutrientes a los huevos en cantidades mayores a las necesarias para que ocurra una fertilización exitosa o retener el huevo fertilizado dentro del tracto femenino (es decir, viviparidad). Sin embargo, para que se considere como una forma de cuidado parental, estos rasgos deben haber surgido y/o mantenerse actualmente con ese propósito. Es decir, defender un territorio, por ejemplo, no se consideraría una forma de cuidado parental si es que el macho lo utiliza con el fin de atraer a más hembras e –incidentalmente– las crías sobreviven mejor debido a que su territorio posee buenos recursos y/o es más seguro contra los depredadores.

Además de la gran variedad de formas de cuidado parental –que involucran rasgos tanto comportamentales como no comportamentales–, existe una gran variación en su ocurrencia (Davis et al., 2012). En los invertebrados es poco común, y cuando existe, con frecuencia es brindado sólo por las hembras. Por el contrario, de existir en los peces, en general es brindado sólo por los machos. Las hembras se encargan del cuidado parental en todas las especies de mamíferos, y en relativamente pocas especies reciben la colaboración de los machos. En las aves, en cambio, lo más frecuente es observar que ambos padres participen en el cuidado de sus crías (es decir, cuidado biparental). La existencia de cuidado parental en estos y otros grupos de animales sugiere que cuidar a las crías es beneficioso, pero también existen costos en términos de tiempo, energía y/o riesgos para los padres que brindan cuidado. Por lo tanto, brindar cuidado representa una inversión para los padres, de ahí la creación del concepto de inversión parental por Robert Trivers (1972).

¿Qué es la inversión parental?

Los padres deberán sopesar los costos de invertir en sus hijos frente al hecho de aplazar o renunciar a reproducirse en el futuro. Esto se debe a que la energía y los recursos son limitados, por lo tanto, brindar cuidado a un hijo reducirá en mayor o menor medida el cuidado que se le pueda brindar a los demás hijos tanto en el presente como en el futuro. Robert Trivers fue quien, en 1972, definió este hecho utilizando el término inversión parental para referirse a cualquier inversión en un hijo –por parte de un progenitor– que incremente la supervivencia del hijo (y por lo tanto su éxito reproductivo) a expensas de la habilidad que posee el progenitor de invertir en otros hijos.

Los costos y beneficios de asignar tiempo, energía y recursos a los hijos en el presente varían en función de diversos factores, por ejemplo: la calidad y la cantidad de la progenie actual, las oportunidades de tener hijos en el futuro y los factores ecológicos. El pez espinillo (Gasterosteus aculeatus) es un buen ejemplo del llamado valor de la progenie, ya que se ha visto que al modificar experimentalmente el número de puestas de huevos, los machos defienden más a las crías en cada estadio de su desarrollo al recibir un mayor número de puestas.

Los gorilas viven
en entornos más
estables e invierten
más en las pocas
crías que tienen












La capacidad de carga y la depredación pueden llegar a ser factores ecológicos importantes. Por ejemplo, especies con una estrategia reproductiva del tipo r suelen vivir en ambientes que soportan un mayor número de individuos, por lo que pueden obtener beneficios deprisa produciendo muchos hijos en un corto tiempo. Lo contrario suele ocurrir en las especies con una estrategia reproductiva del tipo K. Así, las ratas (género Rattus)
–estrategas del tipo r– viven en ambientes inestables que pueden soportar más ratas; en cambio, los gorilas (Gorilla gorilla) –estrategas del tipo K– viven en entornos más estables pero que no soportan un mayor número de gorilas e invierten más en las pocas crías que tienen.


Las ratas viven en
ambientes inestables
que pueden soportar
más integrantes











Por otra parte, el pez cíclido (Cichlasoma nigrofasciatum) representa un buen ejemplo del efecto que puede tener la depredación. Los machos de esta especie vigilan los huevos cuando la amenaza de depredación es alta, pero dejan de hacerlo cuando es baja.

Conflictos entre padres e hijos

Existe una robusta base teórica de que los beneficios y costos de brindar cuidado parental pueden generar conflictos entre los distintos miembros que integran una familia. Entre padres, los conflictos serán sobre cuánto cuidado debe brindar cada padre a sus hijos; entre hermanos, sobre cuánto cuidado debe demandar cada hijo; y entre padres e hijos, sobre cuánto cuidado deben brindar los padres y cuánto cuidado deben demandar sus hijos.

Robert Trivers (1974) propuso que un conflicto entre padres e hijos, o conflicto paterno-filial, puede ocurrir siempre y cuando los padres se reproduzcan sexualmente y cuando invertir en un hijo genere un costo para los padres en términos de su eficacia en el futuro. Tanto padres como hijos se benefician si sobreviven los hijos. Es decir, si los padres tienen más hijos, esto beneficiará directamente a los padres, pero también indirectamente a sus hijos, ya que hijos de los mismos padres comparten 50 por ciento de los genes. Sin embargo, cualquiera de los padres comparte la misma cantidad de material genético con cada uno de sus hijos (r = 0.5), mientras que cada hijo está más relacionado consigo mismo (r = 1) que con sus hermanos (r = 0.5, si éstos comparten madre y padre). Se espera, entonces, que la inversión óptima desde el punto de vista de los hijos sea mayor que aquella desde el punto de vista de los padres. Los padres tratarán de invertir lo mismo en cualquiera de sus hijos, ya que el grado de parentesco es el mismo con cualquiera de ellos. Cada hijo, en cambio, preferirá que los padres inviertan más en él, puesto que se beneficiará más sobreviviendo que si lo hace cualquiera de sus hermanos. Debido a estas diferencias, se espera que surja un conflicto en donde los hijos demandarán más cuidado del necesario, y los padres intentarán no responder a tales demandas.[2]

De la teoría a la práctica: ¿existen estos conflictos en la naturaleza?

Si bien la evidencia de conflictos paterno-filiales es aún limitada, es posible observar varios comportamientos en la naturaleza que podrían sugerir que existen (o existieron) conflictos. Uno de ellos quizá sea el más común: el conflicto del destete, el cual ocurre durante la lactancia en mamíferos. Por ejemplo, los cachorros de gato (género Felis) intentan mamar aunque estén bastante crecidos, mientras la madre los aparta o les bufa para evitar que esto ocurra.

En los langures
se advierten
destetes
relativamente
duraderos y
los hermanos
con frecuencia
comparten sólo la
misma madre



También se han podido constatar en algunas especies varias de las predicciones que se desprenden de esta teoría. Por ejemplo, se espera que los conflictos de destete se prolonguen y/o aumenten cuanto menos relacionados genéticamente estén los hermanos entre sí. De hecho, en los langures (Presbytis entellus) se advierten destetes relativamente duraderos y los hermanos con frecuencia comparten sólo la misma madre. En cambio, en otros primates como los macacos Rhesus (Macaca mulatta), los hermanos suelen compartir ambos padres y tienen conflictos de destete menos duraderos. Sin embargo, las rabietas que se observan durante este periodo en estas y otras especies no necesariamente deben interpretarse como un intento de manipulación por parte de las crías. Tales comportamientos podrían formar parte de su desarrollo sin ser causados por un conflicto. De hecho, el comportamiento de las crías podría ser evaluado por la madre para seguir una estrategia reproductiva óptima en función de la variación de la disponibilidad de recursos alimenticios.




A pesar de ello, hay ejemplos más contundentes sobre la existencia de estos conflictos, como los que ocurren sobre la proporción de sexos en Hymenoptera (véase el cuadro superior) y los conflictos (entre los genomas de padres e hijos) sobre los recursos maternales durante la gestación en los ratones. También se dispone de evidencia a favor de modelos teóricos que predicen la resolución de este conflicto. Por ejemplo, en numerosas especies, se han encontrado correlaciones entre la provisión de alimento por parte de los padres y la demanda de las crías, lo cual sugiere que padres e hijos se han coadaptado a la estrategia del otro.

¿Qué sucede en nosotros?

La teoría de inversión parental predice que los padres deben brindar menos cuidados hacia crías que presentan anomalías. Si bien en la mayoría de las sociedades los hijos que presentan anomalías no son abandonados, algunos estudios sugieren que los padres responden menos positivamente hacia bebés prematuros que hacia los que nacen a término. Esto se debe en parte a que los bebés prematuros no presentan una serie de rasgos que estimulan el cuidado parental. Por el contrario, existe una respuesta positiva ante rasgos típicos propios de un bebé sano. De hecho, Konrad Lorenz (1942) sostuvo que en general respondemos de manera positiva a aquellos rasgos en los animales que se asemejan a los de bebés humanos; entre ellos: cabeza grande, frente alta, ojos grandes, mejillas prominentes y nariz chata. Precisamente son estos rasgos los que se tienden a exagerar en los peluches que se fabrican para niños.

También existen estudios que sugieren que los conflictos familiares en humanos son afectados por el nivel de parentesco. Por ejemplo, en Trinidad (República de Trinidad y Tobago) algunas familias están formadas por hijos en común e hijos que tuvo la mujer con otro hombre. En estos casos, el nuevo padre suele tener más conflictos con sus hijastros que con sus hijos biológicos. En América del Norte, además, los malos tratos infantiles son mucho más frecuentes en las familias en las que uno de los padres no es el biológico, en comparación con aquellas en las que ambos padres son biológicos. Si bien esto se explica por varios factores, también podría estar relacionado con una tendencia evolutiva que determina que nos resulte más difícil proporcionar cuidado parental a niños que no son propios.

Cerrando conceptos

Existe una gran variación en las formas y en la ocurrencia de cuidado parental en los animales. Ésta puede explicarse en buena medida gracias a la teoría de la inversión parental y a la influencia de factores ecológicos. Las hipótesis derivadas de la teoría de inversión parental también ayudan a entender el conflicto paterno-filial. Las teorías evolutivas que permiten entender el comportamiento parental pueden aplicarse tanto a animales no humanos, como a los humanos. Además de los conflictos paterno-filiales, éstas pueden, por ejemplo, ayudar a entender las dificultades para brindar cuidados parentales a bebés que presentan anomalías y la forma de responder ante hijos que no son los biológicos.

Referencias

DAVIS, N. B., J. R. Krebs y S. A. West (2012). Parental Care and Family Conflicts. En: An Introduction to Behavioural Ecology, 4ª. ed. Oxford y Hoboken: Wiley-Blackwell, pp. 223-253.

MAIER, R. (2001). Comportamiento animal. Un enfoque evolutivo y ecológico. Madrid: McGraw Hill / Interamericana de España.

LORENZ, K. (1942). Die angeborenen Formen möglicher Erfahrung. En: Zeitschrift für Tierpsychologie, núm. 5, pp. 235-409.

ROYLE, N. J., P. T. Smiseth y M. Kölliker (eds.) (2012). The Evolution of Parental Care. Oxford: Oxford University Press.

TRIVERS, R. L. (1972). Parental investment and sexual selection. En B. Campbell (ed.), Sexual selection and the descent of man, 1871-1971 (pp. 136-179). Los Ángeles: University of California; Chicago: Aldine.

—— (1974). Parent-offspring conflict. En: American Zoologist, vol. 14, núm. 1, pp. 249-264.

NOTAS

* Se agradece a Fabiana Quiroz por su lectura y sus valiosos comentarios.
** Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Amberes (Bélgica).
  1. La eficacia biológica es una medida del éxito reproductivo y generalmente es igual a la proporción de genes de un individuo en los genes totales de la siguiente generación.
  2. De esta teoría también se desprende que un conflicto paterno-filial sólo puede ocurrir si es que existen conflictos entre hermanos y, por ende, no podría ocurrir en el caso de que un padre estuviera diseñado para producir un solo hijo en su vida.
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