El laberíntico mundo de la Historia general de la educación y la pedagogía UNA INTRODUCCIÓN Pólux Alfredo García Cerda[*] ![]() A pesar de que disponemos de un número considerable de Historias de la educación y la pedagogía (Santoni, Böhm, Abbagnano y Visalberghi, Larroyo, etc.), al estudiante no se le suele guiar a través de la diversidad de miradas históricas. En contraste con ese notable corpus de obras historiográficas, se carece de textos introductorios que den una idea plural y rigurosa de qué es, cómo se conoce y para qué sirve la Historia General de la Educación y la Pedagogía. En el presente texto ofrecemos una vía de acceso a esta historia que inicie al estudiante de Pedagogía y disciplinas afines en la valoración de su tradición clásica y la apertura a los debates y aportaciones de paradigmas y tendencias historiográficos recientes.
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c El laberíntico mundo de la Historia general de la educación y la pedagogía. Una introducción
Sin duda alguna, el pensar histórico está negado para aquellos que carecen de experiencia como historiadores (Collingwood, 1998: 18). El talón de Aquiles del pedagogo (y de todo especialista en educación que no sea historiador de profesión) es la formación historiográfica. Espacios como el Centro de Estudios Históricos (El Colegio de México) y el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (UNAM) son excelentes para formar historiadores de la educación, pero ¿en qué espacios se pueden formar historiadores de la pedagogía? Como esto amerita ser tratado en otra ocasión, nos atrevemos a mostrar un plan para subsanar esta situación: a) reformar los cursos de Historia General de la Educación y la Pedagogía (en cualquiera de sus denominaciones), actualizando la tradición historiográfico-pedagógica (positivista, historicista y marxista) en función de los debates recientes de la Historia Social y Cultural de la Educación; b) cuando estos espacios sean insuficientes para llevar la labor en el aula a otro nivel, se debe emprender autodidactamente la apertura a la Historia y la Filosofía de la Historia, recordando que todo paradigma historiográfico es valioso en sí mismo; y c) se deben emprender proyectos interdisciplinarios entre pedagogos y estudiosos de la educación, junto con historiadores, filósofos, sociólogos, etc., con el objetivo de contribuir a la inacabada tarea de reconstruir el pasado a través de sus vestigios y huellas. Derivado del apartado “b” de tal plan, dirigimos el presente texto, no a los eruditos, sino a los novicios que acepten la invitación a una experiencia que incluye el riesgo de perderse entre caminos y encrucijadas, burlar la muerte y regresar a salvo.[1] Si el ser humano es historia, y la historia expresa lo que aquél es, luego, el homo educandus “es tiempo, pero tiempo histórico, tiempo vivido” (Fullat, 2011: 69). Empero, el desconocimiento de cómo aquél se ha educado y se ha estudiado es una tendencia contemporánea que embiste incesantemente, al mismo tiempo que confunde y atrapa. El ser humano puede acceder al pasado sólo por analogía, de manera que es imposible tener un saber histórico universalmente válido e inmutable. Aunado a ello, yacemos en un mundo plagado de equívocos y confusiones históricos impuestos con un fin: impedir la comprensión del homo educandus. Así como Teseo liberó Atenas del rey Minos, hoy nos vemos instados a defender nuestra concepción de mundo y vida frente a los opresores de la memoria[2] en un contexto donde carecemos de condiciones para la producción intelectual. En nombre del poder, se propaga la incomprensión a través de juicios infundados que legitiman dogmáticamente a falsos ídolos, seres que se jactan de conocer el mundo histórico del homo educandus. Omisión y charlatanería, las dos caras de la incomprensión no son sino los cuernos de un monstruo al servicio de los opresores. Con cuerpo humano y cabeza de toro, el Minotauro, que hoy responde al nombre de desmemoria,[3] es el anfitrión del laberinto, escenario creado para sacrificar toda interpretación histórica opuesta a los intereses totalitarios de los poderosos. ¿Cómo resistir al naufragio de la memoria del poder? ¿Es posible atravesar la dura piel del Minotauro? Sólo disponemos de un arma, nuestra formación, cuya solidez dependerá de la forma en que se funda en una equilibrada preparación teórico-metodológica, entre la unidad de un saber sobre la dimensión histórica y la diversidad de saberes que enriquecen las virtudes del historiador de la educación y la pedagogía. El hilo de Ariadna fue para Teseo lo que para los novicios será la consciencia histórica, es decir, la relación con su pasado educativo y pedagógico, ya que es su único medio para salir del laberinto y mantenerse vivo. Teseo estaba convencido de que permanecer en Atenas sin hacer nada no impediría que Minos siguiera dominando, por ende, aceptó su única alternativa, accedió al laberinto y encaró al guardián. El presagio de que nadie salía del laberinto fue verdad, pues, si bien alcanzó la misión, el Teseo que entró no fue el Teseo que salió. Lo mismo podría suceder con aquellos que atraviesan el laberinto de la Historia de la educación y la pedagogía. Ya que el puerto de partida es la Grecia de nuestra tradición hispanoparlante (Martí, 2009: 64), en este texto concebimos a la Historia general de la educación y la pedagogía como un laberinto barroco, con una salida escondida entre enmarañados callejones y sendas muertas. Esperanzados en hallar el hilo de Ariadna, y conscientes de que toda interpretación del mundo se modifica en el tiempo, la prioridad será comprender los indicios de la vida educativa y pedagógica que fue, bajo la consigna de que en vano será todo trayecto de formación pedagógica que no se atreva a percibir la melodía de la vida pretérita. Convencidos de tan peligrosa misión, recordemos que antes de acceder al laberinto hay que arribar a la isla en donde se encuentra. Puesto que sólo se llega a Creta navegando los turbulentos mares del tiempo, en la travesía preparatoria se requieren tres objetos: un navío, una brújula y un mapa. El primero será un principio epistémico (la educabilidad); el segundo, una trama orientadora (la polémica de los modelos pedagógicos, escolar vs. artesanal); y el tercero, una red conceptual (tradición, racionalidad y texto). ![]() Así como Teseo liberó Atenas del rey Minos, hoy nos vemos instados a defender nuestra concepción de mundo y vida frente a los opresores de la memoria
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c El camino previo al corazón de Creta
Nuestro destino es una isla rodeada por tempestuosos e impredecibles mares. Para soportar las inclemencias del tiempo precisamos de una nave, es decir, un principio de validez histórica para comprender al homo educandus en tanto ser temporal: la educabilidad. En cualquier época y latitud, toda sociedad ha concebido a la educación como función para incorporar generaciones a su cultura, con base en un modelo o ideal de ser humano por formar: Tenemos, respecto al ideal de nosotros mismos, una doble conciencia: la de su inaccesibilidad, que nos impone el sentimiento de nuestra limitación, […] y la de […] que sin aquel ideal nos hundiríamos en los abismos de la animalidad, […] lo cual nos impele a una constante lucha por acercarnos a la imagen querida. / La educación, o es una preparación para esta lucha permanente o no es nada (Hernández, 1980: 29). Cada concepción de mundo y vida, que ha modelado los medios y fines de la educación, es única e irrepetible, de modo que la relación entre una concepción actual y una antigua nos da una idea de cómo hemos llegado a ser lo que somos y cómo podemos ser en un futuro próximo. Pero la manufactura del navío no garantiza el arribo a la isla, por lo que se precisa un instrumento de navegación resistente a las hostiles fuerzas del entorno que, en este caso, afectan la construcción de saber pedagógico (Moreno y de los Arcos, 1986: 15). Ese instrumento es una brújula, la cual será la trama de una teoría que supone la existencia histórica de dos enfoques pedagógicos, un modelo escolar frente a uno artesanal: Podrían encontrarse relaciones del primero con la enseñanza de los sofistas, las escuelas de los retóricos, la escolástica y nuestras modernas escuelas y facultades. El segundo podría relacionarse con la Academia platónica, el Liceo aristotélico, los escritos de Cicerón, Séneca y Tácito, la universidad alemana decimonónica y nuestros modernos institutos de investigación. […] El modelo artesanal […] es la forma natural de enseñanza que ha acompañado al hombre desde su aparición como tal. Es esencialmente mimético, a diferencia del modelo escolar que [es] lúdico. En efecto, la enseñanza artesanal confía el aprendizaje a la imitación del ejemplo que proporciona el maestro en el desarrollo de la actividad. En la escuela, en cambio, las actividades se desarrollan como si fueran reales, no siéndolo, sin embargo (Moreno y de los Arcos, 1990: 20-21). Derivado de aquel principio, la distinción de estos modelos orienta la navegación hacia la comprensión de dos tipos de respuestas a la pregunta sobre cómo se han educado los seres humanos en el tiempo. Además del navío adecuado y una brújula que ayuda a virar a estribor (modelo escolar) o a babor (modelo artesanal), resta mostrar el mapa que señala una ruta formada por puntos conceptuales. El primer concepto es la tradición pedagógica clásica como marco configurador de identidades profesionales en aquellos que comparten “preguntas, intereses, respuestas concretas [y] formas de mirar el mundo” (Huarte, 2012: 20-21). Los clásicos son constelaciones orientadoras, cumbres culturales ubicadas en un canon creador de bibliotecas personales. Sean autores o textos, son releídos con misterioso fervor por varias generaciones de lectores (García, 1999: 291-298). Aunque su conocimiento no es prioridad editorial de nuestro tiempo, el estudio de los clásicos debe salir a flote recuperando, analizando y difundiendo fuentes primarias sistemáticamente (Aguirre, 1993: 27). El segundo concepto es una racionalidad, o bien, un conjunto de reglas con las que se puede construir saber pedagógico. Las reglas se basan en, al menos, dos criterios epistemológicos básicos:
El tercer concepto es el sentido de una práctica profesional incidente en la realidad educativa presente. El sentido se puede captar por medio de la textualización, es decir, la vida educativa y pedagógica pasada se puede comprender si se concibe sistemáticamente como si fuera un texto, en tanto discurso fijado por la escritura, cuya interpretación depende de la distinción de tres intencionalidades (la del autor, la del lector y la del texto) (Beuchot, 2011: 43). La colocación de un texto en su contexto exige, además, considerar mecanismos de poder implícitos en toda escritura histórica, pues ellos expresan intereses ideológicos constitutivos. Esta perspectiva histórico-pedagógica, en tanto preparación previa al arribo a la isla, da cuenta de su riqueza poco explorada, la cual debe ser consciente de sus límites epistémicos. El historiador de la pedagogía debe asimilar lo que su disciplina le brinda, sin limitarse a ella, pues dicha perspectiva se verá fortificada en la medida que se nutra de debates historiográficos recientes. Así, la travesía apenas comienza.
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c El arribo a tierra firme y el camino al Minotauro
![]() La navegación sugerida y el posterior recorrido del laberinto pretenden ser rigurosos mas no rígidos Dejado el navío encallado, es menester compartir dos advertencias. La primera es que la navegación sugerida y el posterior recorrido del laberinto pretenden ser rigurosos mas no rígidos, pues cada quien puede arribar a Creta y recorrer el laberinto de la forma teórico-metodológica que prefiera. Lo único que sugerimos es precaución, pues cualquier falta o exceso de confianza se paga caro. La segunda advertencia es que el tránsito en el laberinto no puede ser lineal ni progresivo, como si se completaran fases. Como en todo laberinto, también en la formación del historiador de la educación y de la pedagogía encontramos sendas muertas y callejones que nos hacen buscar otras vías, es decir, reflexionar sobre los saberes construidos y saltar de un andador a otro, en caso de ser necesario. Dicho lo anterior, compartimos la siguiente forma de recorrer un laberinto construido sobre cuatro grandes andadores. Simbolizados con un signo “§”, a cada andador le corresponde una pregunta de problematización profunda: ¿ Qué es la historia de la educación y cómo se diferencia de la historia de la pedagogía?, ¿ cómo se conoce el pasado educativo y pedagógico?, y ¿ para qué sirve este conocimiento histórico?
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c Unas palabras antes de zarpar…
Hemos compartido algunas sugerencias de carácter autodidacta para todo aquel que se atreva a recorrer el misterioso e intrigante laberinto de la Historia de la educación y la pedagogía. Detallamos el valor de realizarse desde la pedagogía, pero subrayamos la necesidad de apertura a todo horizonte disciplinar que enriquezca la formación del historiador de la educación y la pedagogía. La decisión de andar el laberinto conlleva una ardua preparación donde los riesgos son elevados y los honores son inconmensurables. La resistencia ante la ignorancia promovida por los poderosos de la memoria es una decisión loable que exige despertar nuestro sentido crítico, nuestra imaginación y nuestra más organizada disciplina porque desconocemos propiamente cómo sucederá alguna incursión histórico-educativa y pedagógica. Su única certeza la hemos esbozado, resta sólo prepararse para salir del puerto de nuestra Grecia, con un adecuado conocimiento de la tradición clásica, construido desde reglas claras y sencillas, y con la posibilidad de abrazar la textualización del mundo para hacer asequible su comprensión. El encuentro con el Minotauro es incierto e inevitable para todos los exploradores novatos. El poder de sus embestidas y cornadas nos alerta inexcusablemente, por lo que sólo una adecuada formación es capaz de hacer la diferencia, aprendiendo a recorrer los andadores (las veces que sean necesarias), evitando los excesos de confianza y sumando la experiencia vital para pensar históricamente y hallar el hilo de Ariadna. Así, compartimos las palabras de un antiguo explorador del laberinto: Vayamos en pos de la luz, de la libertad y de la belleza de la existencia. […] Sólo quien se entrega vive la vida. […] Lo que es el hombre, sólo su historia nos lo dice. Es inútil […] desprenderse de todo el pasado para comenzar de nuevo con la vida, sin prejuicio alguno […] La melodía de nuestra vida lleva el acompañamiento del pasado (Dilthey, 1949: XXV). Basta un interés por el pasado educativo y pedagógico para modificar nuestra relación con un mundo que nos domina por la desmemoria y que se alimenta de nuestras interpretaciones. Basta una chispa para encender en el conocimiento de lo que la humanidad ha sido. Esperemos que esta sencilla invitación incite a emprender innumerables incursiones al laberíntico mundo de lo acaecido, de lo que nos constituye y espera ser reintegrado a nuestro ser. ♦
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c Referencias
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c Créditos fotográficos
- Imagen inicial: Dominio público: commons.wikimedia.org - Foto 1: twitter.com/i/moments - Foto 2: twitter.com/grimoriobestias - Foto 3: www.circulobellasartes.com CORREO del MAESTRO • núm. 280 • septiembre 2019 |