Reivindicación de la artista
MARÍA IZQUIERDO

Graciela Rivera Pérez[*]



Toda la obra pictórica de María Izquierdo está considerada como patrimonio cultural de México, pero quizá no recordemos alguna en particular, así que aquí revisaremos una muestra representativa de sus trabajos. Ella fue una de las primeras mujeres artistas profesionales de México, que pudo vivir de su arte y exponer con regularidad, y sobre todo abanderó una forma de vivir que pocos años antes era inconcebible para las mujeres. Cimentó así, junto a Frida Kahlo y Lola Álvarez Bravo, un camino intenso y brillante para la nueva cultura mexicana del siglo XX. Si bien su popularidad se ha visto menguada en las últimas décadas, hoy es revalorada como una gran artista que enaltece el arte popular y sigue dando prestigio a México.



c La temática popular mexicana

El arte es la realización de lo oculto

MARÍA IZQUIERDO


Cuando recuerdo la obra de María Izquierdo[1] (1902-1955), vienen a mi memoria los altares tradicionales que durante los años 1943 y hasta 1946 realizó. Cada imagen de la Virgen es distinta y su composición contiene diferentes objetos. Utiliza la temática de bodegones, que quizá ya no se usaba tanto, pues fue en el Barroco cuando adquirió popularidad; sin embargo, Izquierdo logra plasmar dentro de ellos la representación del arte popular, a través de los colores, el papel picado y la fruta. Rememora esos altares que desde la época de la Colonia se acostumbraba poner en la casa, tal vez como lo hacían su tía y su abuela –católicas devotas–, con quienes ella vivió desde los cinco años.

En Viernes de Dolores (1944-45), se puede observar “una compleja combinación de los brillantes colores que definieron la paleta de la pintora en la década de los cuarenta. El cuadro detalla las ofrendas acostumbradas, incluyendo brotes de trigo en vasijas de cerámica pintadas, flores, velas y naranjas atravesadas con banderillas de papel picado. La cortina de encaje blanco transparente sirve como marco tanto al altar como a la pintura en sí, creando una construcción espacial elaborada, aunque ambigua que también se observa en los cuadros de alacena de esos años” (Geis, 2005b).

A partir de este cuadro podemos identificar características del arte popular, como elementos de una identidad que ya estaba muy marcada en la cultura mexicana del siglo XIX.

También dentro de esta temática se encuentra Alacena (1947), donde Izquierdo decide, a partir del uso de la perspectiva, plasmar tres repisas que contienen diversos objetos, como figuras de vidrio soplado –características de Tonalá– o figuras de cerámica pintada que representan animales. “Izquierdo acostumbraba decorar su casa con alacenas similares y muchos de los objetos que aparecen en esta obra aparecen en las fotografías de su estudio” (Geis, 2005a).

En la parte inferior derecha se aprecia el frutero, con una gran variedad de frutas, pero a su vez en la segunda repisa se agregan unos plátanos, y en la primera aparecen un jitomate y una sandía. En el gallo junto con la gallina se advierte la mezcla de lo colonial con lo prehispánico, y hay también una referencia a la religión católica en la pequeña cruz de gran colorido.

Por la necesidad de Izquierdo de representar lo mexicano, en el inicio de su obra algunos críticos la catalogaron como primitiva.[2] La realidad es que su obra refleja el nacionalismo gracias a que retoma las costumbres y tradiciones de México pintando un país colorido y brillante. De acuerdo con sus propias palabras (1947):

Me esfuerzo para que mi pintura refleje al México auténtico que siento y amo; huyo de caer en temas anecdóticos, folclóricos y políticos porque no tienen fuerza, ni poética y pienso que en el mundo de la pintura un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana (Poniatowska, 2000).


María Izquierdo, Viernes de Dolores, 1944-45, óleo sobre
tela, 76 x 60.5 cm, Colección Museo Blastein

María Izquierdo, Alacena, 1947, óleo sobre tela, 102 x 85 cm,
Colección Museo Blaisten

c Retratos de sus raíces

María Izquierdo llevó a cabo retratos como se acostumbraba a finales del siglo XIX y principios del XX en la fotografía popular. En Mis sobrinas (1940) y Mi tía, mi amiguito y yo (1942), las figuras femeninas tienen muchas similitudes: son protectoras y cuidadoras de los niños. En esos elementos puede identificarse también una referencia a su infancia, cuando tiene que vivir con su tía y su abuela debido a la muerte de su padre.

A pesar de la composición similar de las obras en cuanto al retrato provinciano y en un lugar en el exterior, los rostros de semblante hierático y la paleta son totalmente diferentes. En Mi tía, mi amiguito y yo existe una paleta sombría y neutra resaltada por el vestido de estilo porfiriano negro de su tía, que contrasta con la ropa de los niños, de colores crema, así como con el fondo, de color gris. En Mis sobrinas, la paleta es vibrante, y el intenso color rojo del vestido y los zapatos de la niña resalta sobre el verde frondoso de las plantas, al igual que la blusa de color rosa con encaje en negro.


María Izquierdo, Mis sobrinas, 1940, óleo sobre tela,
139.8 x 99.8 cm, Museo Nacional de Arte

María Izquierdo, Mi tía, un amiguito y yo, 1942, óleo sobre
tela, 138 x 87 cm, Colección Museo Blaisten

En la década de los cuarenta, Izquierdo ya es una artista consagrada que expone constantemente, y ha dejado atrás la época de su primera exposición (1928) en el Palacio de Bellas Artes, atendida por los pintores Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero.

Por otra parte, consigue plasmar la figura femenina en el Retrato de María Asúnsolo[3] (1946), con pinceladas de gran destreza al realizar los olanes del vestido, quizá recordando los vestidos tradicionales, en contraste con el piso de ladrillos y el exterior de flores y vegetación con colores característicos de la obra. El rostro de tres cuartos y su mirada al horizonte enaltecen su templanza.

En Autorretrato con rebozo rojo (1940), destaca sus raíces: ella descendía de una familia de clase media baja con ascendencia más indígena que mestiza, identificada en su tez morena y su vestimenta tradicional de Veracruz, en tanto que el rebozo rojo es un símbolo de identidad, ya que es una prenda utilizada desde antes de la Conquista. Su cabello trenzado y peinado con una diadema de flores, su rostro pensativo, sumados al contraste del vestido blanco con el rebozo rojo, podrían relacionarse con la dualidad que ella sentía y con el interés por encontrar su identidad no sólo como mexicana sino como mujer en una sociedad dominada por hombres. No debemos olvidar el caballo blanco que la observa, similar al que luego plasmará en Alacena (1947). Las montañas de fondo logran un paisaje de naturaleza característico de sus obras.


María Izquierdo, Retrato de María Asúnsolo, 1942, óleo
sobre tela, 200 x 124.6 cm

María Izquierdo, Autorretrato con rebozo rojo, 1940, óleo
sobre tela, 140 x 87 cm, Colección Museo Blaisten

c Desilusiones de la artista

Es un delito ser mujer y tener talento

MARÍA IZQUIERDO


Resulta factible pensar que Izquierdo, con todo el reconocimiento artístico logrado, podría haber tenido una mejor aceptación; sin embargo, el 9 de febrero de 1945 firmó un contrato para pintar al fresco una decoración en la escalera monumental y los plafones correspondientes del Palacio de Gobierno de la capital de México, con Javier Rojo Gómez, entonces jefe del Departamento Central del Distrito Federal. El trabajo involucraba 225 metros cuadrados de superficie para pintar. Al ser consultados Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, consideraron excesivo el encargo, pues, según ellos, Izquierdo tenía nula experiencia en el muralismo.

En esa sociedad todavía resultaba inconcebible que una mujer pudiera pintar un gran mural.

Habrá que recordar que, en 1928, con 25 años y siendo madre de tres hijos, Izquierdo ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes. En el proceso de modernización de ésta, es nombrado director Diego Rivera. “Cuando revisó una exposición de obras de los estudiantes, declaró que los tres cuadros firmados por M. Izquierdo eran las únicas obras estudiantiles en la academia. Rivera no sabía quién había pintado esas obras. Suponía que M. Izquierdo era hombre y se sorprendió al enterarse que era una mujer” (Deffebach, 2018). Rivera se convirtió entonces en su mentor y la apoyó para realizar diversas exposiciones en el extranjero.

En los años treinta, se comparó lo figurativo entre Izquierdo, Rivera y Siqueiros, cuando en realidad cada uno buscaba un diálogo nacionalista.

Para Robin Adèle Greeley (2000), la similitud del boceto de Izquierdo (1945) con el que Rivera realiza (1951) para el mural del Hospital de La Raza es clara, ya que ambos artistas reconocen las peculiaridades de la posición de México durante la colonización. A pesar de que a Izquierdo le ofrecen otro lugar para realizar estos murales, ella se niega por estar en desacuerdo con la actitud de su maestro.


María Izquierdo, boceto para mural del Departamento Central del Distrito Federal, 1945, gouache, 30 x 41 cm, colección privada

c Una visionaria

La variada iconografía de la obra de Izquierdo se puede comprobar en sus pinturas de la vida cotidiana, donde se advierten características no sólo del expresionismo, el suprematismo, el surrealismo y el estridentismo, sino sobre todo de su mexicanidad.

En El mantel rojo (1940), Estación tropical (1940) y Coscomates (1945), se aprecia la vida provincial, la inmensidad de la naturaleza, el agradable clima que da lugar a árboles frondosos, y una estación de tren junto a los postes de la energía eléctrica que no parece alterar la serenidad de la provincia.

Las viviendas de techos rojizos típicos de la vida campirana, los caballos para transportarse, y los coscomates de barro y techo de palma que sirven para mantener seco el grano de las cosechas, además de las montañas, los árboles y las palmeras, retratan una faceta de la vida rural cotidiana, que parece mejor que la vida en la ciudad.


María Izquierdo, El mantel rojo, 1940, gouache sobre papel
38 x 49 cm, Colección Museo Blaisten

María Izquierdo, Estación tropical, 1940, gouache sobre papel,
44 x 58.5 cm, Colección Museo Blaisten

María Izquierdo, Coscomates, 1945, óleo sobre tela, 60 x 75
cm, Colección Museo Blaisten


Antes de dejar la Escuela Nacional de Bellas Artes, María Izquierdo ya se encontraba separada de su esposo[4] e inició una relación amorosa con Rufino Tamayo.[5] Ambos compartieron estilos parecidos, como paisajes, desnudos, retratos, imágenes de niños, arquitectura y naturaleza muerta, lo cual fue evidente en la exposición de Izquierdo en 1930 en el Art Center de Nueva York (Paintings by María…, 1930).

María empezó a trabajar en una serie de pinturas en torno al circo en 1932 y continuó durante dos décadas más teniendo ese tema como el más recurrente de su obra. Retrató leones, caballos y elefantes, domados por hombres y mujeres.

Son frecuentes las mujeres como protagonistas de sus obras, lo cual, en palabras de Deffebach:

…[es] evidencia de la audacia, valentía, destreza y fortaleza del sexo femenino. […] Las imágenes de Izquierdo de las artistas circenses son testimonio de su extraordinario equilibrio, su poder para domar bestias salvajes, su valor y su habilidad para captar la atención de los espectadores. Estas cualidades no reflejan las ideas convencionales de la época sobre las cualidades de las mujeres mexicanas que, según los estereotipos, incluían la abnegación, el pudor y la pureza. De hecho, la intrepidez, la valentía, la destreza y la fortaleza eran cualidades típicamente atribuidas a los héroes masculinos retratados en los murales mexicanos (2018).

Ambos artistas estaban vinculados con los Contemporáneos, grupo de escritores jóvenes que escribían en la revista Contemporáneos (1928-1931). Karen Cordero sostiene que este grupo proponía “un moderno arte mexicano basado en valores formales y cosmopolitas en vez de temas históricos o folclóricos” (Cordero, apud Deffebach, 2018). Para Izquierdo, este vínculo fue crucial para su carrera, ya que sus integrantes reproducen varias de sus obras y contribuyen con ensayos para sus catálogos.

A pesar de la diferencia de años entre El domador (1932) y Tony y Teresita en el circo (1945), existen grandes similitudes: el caballo y el león miran fijamente al espectador, mientras el payaso y el domador miran a los personajes que están realizando la escena circense, a la mujer como personaje dominante arriba del caballo ejecutando una serie de destrezas. La paleta cromática sí tiene grandes cambios, pues en El domador consta de colores cálidos de la misma paleta cromática, mientras que en Tony y Teresita… los personajes son de tonos resplandecientes dominados por el blanco.


María Izquierdo, Tony y Teresita en el circo, 1945, gouache, 27 x 33.6 cm


María Izquierdo, El domador, 1932, acuarela sobre papel, 22 x 27 cm, Colección Museo Blaisten

c La fantasía en su obra

Izquierdo realizó en 1946 La niña indiferente, obra en la que juega con las dimensiones de los objetos al igual que con la disposición de los elementos. La ventana abierta deja ver el paisaje compuesto por montañas –que tanto le gustaban a la artista– y un globo aerostático, el cual parece que pierde aire y viaja sin control sobre el cielo de tonalidades azules, que ocupa un gran espacio en la composición de la obra.

La niña como figura femenina protagónica observa al espectador con indiferencia, como su título lo menciona; resalta su piel morena, y su aspecto rudo hace que ella y la silla donde se encuentra sentada parezcan un sólo elemento, pero se contrasta su individualidad por el color rojo del vestido y la silla blanca con detalles azules. Sin embargo, ambos elementos pertenecen a la identidad de lo folclórico.

Los juguetes dejados en el piso quizá indican que obligaron a la niña a dejar de jugar para posar para la artista. La calabaza de gran tamaño nos recuerda la abundancia de este país, el privilegio de contar con un clima diverso que permite el cultivo de una gran cantidad de frutas y verduras.

Pensemos en la paleta de color: de colores cálidos, elementos como el piso y las ventanas, pero también de colores brillantes, como el verde de la calabaza, el rojo del vestido y el blanco de la silla, tal vez en referencia a la bandera nacional.


María Izquierdo, La niña indiferente, 1946, óleo sobre tela, 85.5 x 66 cm,
Galería de Arte Mexicano


En Naturaleza muerta con huachinango (1946), se nota la pasión por los colores rojizos e intensos. En primer plano se ubica la mesa con el huachinango, el camarón, los pimientos, el salero, el mantel bordado, el queso, los huevos y los limones, es una mezcla visual no sólo de elementos sino de sabores.

Esto nos recuerda naturalezas muertas como la del pintor francés posimpresionista Paul Cézanne (1839-1906), que usa una perspectiva forzada a partir de la mesa y el cuchillo; o las acostumbradas en el barroco, que mezclan naturaleza muerta con paisaje; sin embargo, en esta obra, Izquierdo combina el paisaje de montañas con los postes de luz –recordemos que en esa época México es un país que está a la vanguardia tecnológica.


María Izquierdo, Naturaleza viva con huachinango, 1946, óleo sobre tela, 60 x 75 cm, colección particular.
Fotografía de Francisco Kochen, reproducida en Deffebach (2018) con el permiso de María Rosenda
López Posadas, representante legal de la propiedad intelectual de María Izquierdo.


Casada ya con el artista chileno Raúl Uribe (1912 -?), en 1945 María sufre una embolia que la deja paralizada. Aun así, pinta con torpes y dolorosas pinceladas, lo que nos hace percibir la importancia que tenía para ella seguir pintando. Una obra de este periodo es Alacena (viernes de juguetería) (1952), con la misma temática que los altares de vírgenes y alacenas, y donde el papel picado de color azul ayuda a resaltar la división de las dos escenas. En el inferior aparecen unos candelabros de hojalata, con duraznos en su base, velas de rojo intenso que han sido ya usadas. En el centro se ubican diferentes figuras de animales de barro, como un burro, un pato y otra ave; también hay una escultura de una máscara con ojos de flores y lo que parecieran ser unas serpientes que forman sus asas u orejas; la parte superior sirve como base para unas banderillas coloridas.

En la repisa superior se aprecian algunas figurillas de animales de barro, una campanilla de barro negro y dulces típicos mexicanos; pero lo sorprendente es el cuadro que parece un túnel que al final permite ver un paisaje marino, con una luna roja en la parte superior. Las cortinas ayudan a enmarcar la composición.

María sufre otras embolias, por lo que cada vez le resulta más complicado pintar. Algunos críticos de arte señalan que ya su obra es realizada por su esposo, lo que la lleva a tomar la decisión de pedir el divorcio.

Durante los primeros años de su enfermedad, sus amigos hacen colectas y subastas para ayudarla (Soto, 2012); sin embargo, las únicas que terminan acompañándola son Lola Álvarez Bravo[6] y Margarita Michelena.[7] Su muerte ocurrió en 1955, casi en el olvido.


María Izquierdo, Alacena (viernes de juguetería), 1952, óleo sobre tela, 76 x 66 cm,
Museo Nacional de Arte

c Conclusión

Si bien la mayor parte de la obra de Izquierdo se encuentra en el extranjero o perdida, sus cuadros nos permiten adentrarnos a una visión de la vida de nuestro país alejada de los estereotipos, de la maternidad como patria, de los murales o incluso de la mujer abandonada y desprotegida. Izquierdo rompe con el arte posrevolucionario y realiza su propia interpretación de la época en la que le toca vivir, desde su infancia, con los retratos de su familia, con paisajes tranquilos y pacíficos que recuerdan la vida provinciana. También representa mujeres fuertes en su serie del circo, y recurre de manera constante a las tradiciones mexicanas con una reinterpretación de éstas a partir de los objetos populares y coloridos que se encuentran en cualquier casa.

Sus obras de carácter íntimo y personal ayudan a comprender el folclore, las tradiciones y la vida cotidiana, que contribuyen a la gran diversidad de expresiones sobre la cultura e identidad mexicanas. María Izquierdo plasma además su vida y sus infortunios a partir de su melancolía y tristeza en varios de sus trabajos; en ellos representa su soledad, pero también su templanza. Nunca abandona sus ideas ni se deja humillar cuando, por ser mujer, no le permiten realizar sus murales; ella sigue adelante con su obra.

La vida de María Izquierdo estuvo llena de pasión, con una necesidad de expresarse a través del color y con la satisfacción de haber sido reconocida como artista, por sus maestros en la Escuela Nacional de Bellas Arte, desde Germán Gedovius, Manuel Toussaint y Diego Rivera hasta por artistas reconocidos como Rufino Tamayo, Manuel Rodríguez Lozano, Lola Álvarez Bravo, Antonio Artaud, Pablo Neruda, Juan Soriano, entre muchos otros, lo que permite comprender la dimensión de la obra de esta artista.

c Referencias

DEFFEBACH, N. (2018). María Izquierdo: arte puro y mexicanidad. En: Co-herencia, vol. 15, núm. 29 [en línea]: <www.redalyc.org/jatsRepo/774/77457318001/html/index.html> [consultado: 19 de junio de 2019]. Ir al sitio

GARCÍA, A. (2017). “Es un delito ser mujer y tener talento”, sentenció María Izquierdo, la pintora que enfrentó a los muralistas, 1° de mayo [en línea]: <relatosehistorias.mx/nuestras-historias/es-un-delito-ser-mujer-y-tener-talento-sentencio-maria-izquierdo-la-pintora-que> [consultado: 19 de julio de 2019]. Ir al sitio

GEIS, T. (2005a). María Izquierdo, Alacena, 1947 [en línea]: <museoblaisten.com/Obra/2042/Alacena> [consultado: 18 de julio de 2019]. [Tomado de Arte Moderno de México. Colección Andrés Blaisten. México: Universidad Nacional Autónoma de México.] Ir al sitio

— (2005b). María Izquierdo, Viernes de Dolores, 1944-45 [en línea]: <museoblaisten.com/Obra/2073/Viernes-de-Dolores> [consultado: 18 de julio de 2019]. [Tomado de Arte Moderno de México. Colección Andrés Blaisten. México: Universidad Nacional Autónoma de México.] Ir al sitio

GREELEY, R. A. (2000). Painting Mexican Identities: Nationalism and Gender in the Work of María Izquierdo. En: Oxford Art Journal, vol. 23, núm. 1, pp. 53-71 [en línea] <www.jstor.org/stable/3600461> [consultado: 18 de junio de 2019]. Ir al sitio

LOZANO, L.-M. (coord.) (2002). María Izquierdo: una verdadera pasión por el color. México: Conaculta / Landucci.

María Izquierdo [catálogo] (1988). Ciudad de México: Centro Cultural Arte Contemporáneo.

Paintings by María Izquierdo [catálogo] (1930). Nueva York: Art Center.

PIERRE, J. (1988). Situación de María Izquierdo dentro de la pintura mexicana. En: Catálogo de María Izquierdo, pp. 18-25. México: Centro Cultural Arte Contemporáneo.

PONIATOWSKA, E. (2000). Las siete cabritas. México: Era.

SOTO, V. (2012). María Izquierdo, pintora mexicana, 1902-1955. En: Mujeres con pasión, 25 de octubre [en línea]: <mujeresconpasion8.blogspot.com/2012/11/maria-izquierdo-victorina-sota.html> [consultado: 18 de julio de 2019]. Ir al sitio

Notas

* Maestra en Estudios de Arte por la Universidad Iberoamericana. Cuenta con más de doce años de experiencia como docente en instituciones privadas de educación superior.
  1. Su nombre completo fue María Cenobia Izquierdo Gutiérrez.
  2. El arte primitivo, para los europeos como Paul Gauguin (1848-1903) o Paul Sérusier (1864-1937), representa regresar al hombre salvaje, a encontrar las raíces de la cultura.
  3. María Asúnsolo (1904-1999), promotora y galerista mexicana muy reconocida en el medio cultural nacional del siglo XX, fue también modelo de numerosos artistas, incluso se considera que fue la mujer más retratada por los pintores y fotógrafos de su época. Fue prima hermana de Dolores del Río. En su Galería de Arte María Asúnsolo (GAMA), expusieron y vendieron su obra artistas de la talla de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo, Antonio Ruiz, Manuel Rodríguez Lozano, Carlos Mérida, Juan Soriano y Raúl Anguiano, entre otros.
  4. Al referirse a este tema, Nancy Deffebach aclara: “No menciono el nombre del primer esposo de Izquierdo porque su identidad no está confirmada. Hasta el centenario del nacimiento de Izquierdo se suponía que Cándido Posadas, a quien la artista se refería como esposo y con quien vivió a fines de la década de 1920, era el hombre con quien se había casado de adolescente. Pero en 2002, el historiador de arte Luis Martín Lozano afirmó que Posadas no era el esposo del matrimonio arreglado. ‘Por razones nunca confesadas pero fáciles de comprender, María Izquierdo escapó de aquella relación para establecer vínculos sentimentales con un periodista, Cándido Posadas’ (Lozano, 2002, p.17). La fuente de Lozano era la hija menor de la artista, Aurora Posadas Izquierdo. Pero no todos los miembros de la familia estaban de acuerdo con esta información. La hija mayor de Izquierdo, Amparo Posadas de Carmona, insistía en que Posadas fue el primer esposo de su mamá (A. Posadas de Carmona, entrevista personal, 28 de diciembre de 2003). La documentación del primer matrimonio, que probablemente se realizó en Saltillo (o Torreón) alrededor de 1918, no ha sido encontrada” (2018).
  5. Pintor mexicano modernista (1899-1991), considerado uno de los más relevantes del siglo XX. Recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Manila en 1974, y de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1978, entre otros reconocimientos.
  6. Dolores Martínez Anda (1903-1993) fue la primera fotógrafa mexicana. Tuvo una carrera independiente que duró más de cincuenta años. Es una figura de suma importancia para retratar la vida de México en la primera mitad del siglo XX.
  7. Nació en Pachuca, Hidalgo, en 1917, y murió en 1988. Fue una poetisa, crítica literaria, periodista y traductora mexicana. Esposa del pintor nayarita Eduardo Castaño.
c Créditos fotográficos

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CORREO del MAESTRO • núm. 280 • septiembre 2019